Estudio bíblico de Hebreos 13:7-16
Hebreos 13:3-16
Continuamos hoy, nuestro viaje por la epístola a los Hebreos. El capítulo 11, de la epístola a los Hebreos, es un capítulo de fe; el capítulo 12, es un capítulo de esperanza, y el capítulo 13, es el capítulo del amor.
Este capítulo comienza con una sección titulada "La vida secreta del creyente", que se extiende hasta el versículo 6. A partir del versículo 7 hasta el versículo 14, tenemos "La vida social del creyente"; y desde el versículo 15, y hasta el final del capítulo, "La vida espiritual del creyente". Retrocedamos pues hasta el versículo 3, que dice:
"Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como si vosotros estuvierais en su mismo cuerpo."
El apóstol Pablo mismo estaba preso, así que él sabía mucho sobre esa experiencia. Él nos exhorta a que recordáramos a los que pasaban por necesidades y problemas y les mostráramos amor. Es que la iglesia es un cuerpo y cuando un miembro sufre, todos sufrimos.
A veces hablamos del compañerismo cristiano que tiene lugar en nuestras pequeñas reuniones de grupos, o disfrutando de una comida. ¿Pero qué hacemos por aquellos que sufren en soledad? Realmente, el ministerio que tienen algunos de visitar a los enfermos ingresados en los hospitales, tiene un gran valor para aquellos que, quizás, no tienen familiares que se interesen por ellos y sientan la soledad de una manera especial. Desgraciadamente, este aspecto no se enfatiza mucho en la actualidad. Ahora, en el versículo 4, de este capítulo 13, de la epístola a los Hebreos, leemos:
"Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los que cometen inmoralidades sexuales y a los adúlteros los juzgará Dios."
Aquí dice: "Honroso sea en todos el matrimonio". Aquí el escritor estaba condenando el ascetismo. El matrimonio es honorable desde todo punto de vista. Y el sexo es algo que tiene que ser practicado dentro del marco del matrimonio. Dios dio el matrimonio para la humanidad, para el beneficio de la humanidad. Quizás algunos consideren que este es un concepto Bíblico desfasado, lo que está claro, es que este mandamiento Bíblico ha sido superado en muchos casos por la realidad, ya que el hecho de que las parejas vivan hoy juntas sin casarse se ha convertido en una práctica muy generalizada. Pero también hemos de reconocer que las consecuencias de que no haya familias sólidamente constituidas están a la vista. ¿O acaso no son elocuentes las estadísticas que nos hablan de la formación (¿o quizás deberíamos decir la deformación?) de jóvenes? ¿No se está expresando en el fracaso y abandono escolar, en la violencia en los centros de estudio, en el abandono de un hogar que tiene una estabilidad provisional, en la delincuencia juvenil, o en uso del alcohol y las drogas? No olvidemos que la familia, el hogar, es el centro mismo de toda la estructura social, y constituye también el elemento central de la iglesia
Aquí se habla también del "lecho sin mancilla". Otra versión traduce: "Tened todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal". Y otra vez las estadísticas vienen a reforzar el valor del concepto de estas antiguas palabras de la Biblia. Las consecuencias sociales de la práctica del sexo fuera del matrimonio están a la vista, aunque no nos sorprende que quieran atribuírselas otras causas, con tal de ignorar lo que la Biblia dice.
Dice aquí también que a "los que cometen inmoralidades sexuales y a los adúlteros los juzgará Dios". Aquí recordamos lo que Pablo escribió en Gálatas capítulo 6, versículo 7: "7No os engañéis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará" Dios no puede ser burlado, amigo oyente. Muchos cristianos han intentado practicar el pecado sexual evitando las consecuencias, pero no lo han logrado. Quizás hayan logrado pasar desapercibidos, pero no pueden evitar que Dios los juzgue. Y dice el versículo 5 de este capítulo 13 de Hebreos:
"Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora, pues él dijo: No te desampararé ni te dejaré."
No sea usted conocido como una persona que se aferra al dinero, amante de las riquezas hasta el punto de que su prioridad supere a la que Dios merece ocupar en nuestra vida. Aquí hay una hermosa promesa: "No te desamparare ni te dejaré". Es hermoso oír estas palabras dirigidas a cada uno de nosotros. No importa quién sea usted o a qué actividad se dedique. Si usted ha respondido con fe a la Palabra de Dios, usted ha sido colocado en una posición en la cual puede tener la certeza de que Él nunca le dejará ni abandonará. Todos tenemos hoy amigos que, quizás, algún día nos abandonen, e incluso algunos familiares que algún día no tendrán ningún trato con nosotros. Pero cada uno puede asimilar personalmente esta promesa, de que El Señor nunca lo abandonará. Deseamos y esperamos que usted, estimado oyente, le tenga a Dios de su parte. Continuemos leyendo el versículo 6 de este capítulo 13 de Hebreos:
"Así que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre."
Estos creyentes judíos en Jerusalén, en Judea y en Samaria tendrían que enfrentarse a castigos y pruebas en los próximos años. Por lo tanto, necesitaban recordar que Dios no iba a abandonarlos, y que, a pesar que lo que pudiera ocurrirles, recordarían las palabras de este versículo: "El Señor es mi ayudador: no temeré lo que me pueda hacer el hombre". Estimado oyente, Él es el mismo Jesús que se ocupará también de usted, y cumplirá lo que nos ha prometido a los creyentes.
Leamos ahora el versículo 7 del capítulo 13, de la epístola a los Hebreos, que encabeza un nuevo párrafo titulado:
La vida social del creyente
"Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta e imitad su fe."
Algunos pastores han utilizado este versículo para enfatizar la obediencia que deben mostrarles los miembros de su iglesia. Sin embargo, parece que la idea predominante aquí es la del liderazgo. Él está hablando de los líderes espirituales, y éstos han de conducir a las personas a Cristo. Si un hombre está presentando a Cristo e está intentando conducir a las personas a la presencia de Cristo, entonces, éste es un hombre a quien usted debería permanecer leal. Pero el ser leal a un hombre simplemente porque sea el pastor de la iglesia, no es el tema que el escritor estaba tratando aquí. Leamos ahora el versículo 8 de este capítulo 13 de Hebreos:
"Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos."
Ante el nombre "Jesucristo" cabe hacer ciertas consideraciones. En la Palabra de Dios no se registran accidentes, es decir, que ninguna palabra se ha utilizado sin la debida atención. "Jesús" era Su nombre humano. "Cristo" era Su título, el que nos hablaba de Su deidad.
"Jesús" es el nombre que lo relaciona con la humanidad. Lo identifica como la persona más maravillosa del mundo. ¡Qué maravilloso fue Jesús como persona cuando se encontraba aquí en la tierra! La gente se agolpaba alrededor de Él, porque Él era tan humano. Las multitudes lo siguieron y lo amaron. Lo que detestaban era su enseñanza, no a Jesús como hombre.
"Cristo" es el título que habla de Su misión mesiánica a este mundo, Él es Dios manifestado en carne. Al pronunciar el nombre "Jesucristo" vemos lo adecuadamente que se unen los dos nombres en una sola Persona.
Jesucristo es el mismo, pero necesitamos comprender en qué sentido Él es el mismo. El es el mismo en Su carácter, en Su persona, y en Sus atributos, pero no es el mismo en lugar ni en Su forma de actuar. Si una viaja a Israel, verá pocas evidencias de Su pasada presencia en aquella tierra. Hace más de 2.000 años, se encontraba en Belén, como un niño. Pero ya no es un niño ni se encuentra en Belén. Más tarde fue un adolescente jugando en las calles de Nazaret. Aunque quedan algunos jóvenes jugando por allí, tampoco quedan señales de su paso. Algunos años más tarde, ya como un hombre, caminó por aquellas tierras y, efectivamente, sanó a muchas personas. Y si uno va a Jerusalén y visita el Gólgota, no verá la cruz en aquel lugar, Él no se encuentra hoy en ninguna cruz. La idea principal de esta epístola es que Cristo Jesús se encuentra actualmente a la derecha de Dios. Dice Hebreos capítulo 8, versículo 1: "tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos". Y por lo tanto, como dice Hebreos capítulo 12 versículo 2, tenemos que poner los ojos "en Jesús, el autor y consumador de la fe". Él logró nuestra redención hace más de 2.000 años, y se sentó a la derecha de Dios. Y precisamente ahora, se encuentra allá, pero algún día vendrá como Rey sobre la tierra para establecer Su reino. Él aún no ha llamado a Su iglesia para recogerla del mundo, pero algún día lo hará. Es que Jesús no es el mismo en cuanto al lugar que ocupa, y en cuanto a Su ministerio, pero Él es el mismo en Sus atributos.
Cuando Él estuvo aquí hace más de 2.000 años, era Dios, que descendió hasta nuestro nivel humano. Cuando uno visita la tierra de Israel y piensa en Su primera venida, se siente maravillado por aquel evento. Él vino a un lugar en el que no hay grandes riquezas, ni pompa, ni ceremonia. No vino a Roma, que era el centro del poder y del gobierno. No vino a Atenas, el gran centro cultural de la época. Pero sí vino a un insignificante puesto avanzado del Imperio Romano, y entonces descendió al nivel del hombre común.
¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué las multitudes se sintieron atraídas por Jesús y lo siguieron? Él era de complexión fuerte pero amable, tan amable que los niños querían estar con Él. Sin embargo, Él pudo expulsar a los cambistas del templo, y ellos tuvieron que huir, porque Él era lo suficientemente enérgico como para echarlos. También era un hombre atractivo. Tenía lo que hoy llamaríamos carisma. La gente lo seguía porque lo amaba y las personas supieron que estaban en presencia de un hombre que era verdaderamente un hombre. En la ciudad de Capernaúm sanó a un leproso y después tuvo que retirarse de allí porque la multitud le apretaba de tal manera que ni siquiera podía continuar con Su ministerio. Hasta los publicanos y pecadores vinieron a Él, lo cual enfadó al grupo religioso. Si Jesús viniera hoy a cualquier ciudad, y lamentamos tener que decir esto, no estamos seguros de que fuera a algunos círculos cristianos. En mi opinión, usted podría encontrarle donde hubiera una multitud. Estaría mezclado con la gente y probablemente sosteniendo en sus brazos a uno o dos niños. Cuando Él fue a Jericó, al final de Su ministerio, nuevamente vemos que las multitudes se alinearon a lo largo del camino, de manera que Zaqueo que era muy bajo tuvo que trepar a un árbol para poder verle, aunque incluso allí, nuestro Señor se detuvo y lo hizo descender del árbol. ¡Qué sensible fue el Señor Jesús a la necesidad humana, y cuán maravilloso era en Su persona!
Queremos ahora decir algo con sumo cuidado. Y es lo siguiente: era la persona de Cristo la que atraía, no sus enseñanzas. Su gran declaración de que iba a morir para redimir a los hombres, no fue popular. Desde el mismo principio de su ministerio, fueron sus enseñanzas las que ofendían. Él enseñó que era el Pan de vida, y que había venido a dar Su vida para que las personas pudieran tener comida espiritual. En el evangelio según San Juan, capítulo 6, versículos 65 al 68, leemos: "Y dijo: por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le es dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con Él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor: ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna". Las multitudes se redujeron en número y sólo doce permanecieron con Él. ¿Por qué? Debido a Sus enseñanzas. Inclusive Pedro lo reprendió cuando Jesús habló de su muerte inminente, diciéndole, "Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!" (Como podemos leer en Mateo 16:22) Incluso a sus propios discípulos no les gustó esa clase enseñanza. Cuando las personas entraron en contacto con el Señor Jesucristo, encontraron gracia y verdad; encontraron dulzura y fortaleza; encontraron humildad y majestad; encontraron luz y amor. Él apeló a las personas, pero cuando murió en aquella cruz, aquella cruz se convirtió en una ofensa, en un agravio. La cruz es aún un agravio, una humillación, pero Jesús es atractivo.
Se ha contado que en la ciudad de Florencia, Savonarola se presentó ante una gran multitud, y les dijo: "Sed libres". Y la gente lo aplaudió. Pero cuando les dijo: "Sed puros", lo expulsaron de la ciudad. Rechazaron sus enseñanzas cuando éstas no les resultaron atractivas. El Señor Jesús les dijo a las personas: "Debéis apartaros del pecado. No podéis vivir en el pecado. Yo he venido para daros libertad. Pero yo tendré que dar Mi vida por vosotros y vosotros tendréis que venir a Mí como pecadores". Y los pecadores vinieron -cuando los hombres se encontraban desesperados, venían a Él.
Estimado oyente, Jesús es maravilloso y usted debería conocerle. Pablo, que llegó a conocerle, descubrió que, incluso hacia el fin de su vida quería conocerle mejor. En su carta a los Filipenses capítulo 3, versículo 10, dijo: "10Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección". Podemos decir hoy que nuestra ambición es conocerle, y difundir Su Palabra. No podemos imaginar algo mejor que hacer. Leamos ahora el versículo 9 de este capítulo 13 de Hebreos:
"No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas. Es mejor afirmar el corazón con la gracia, no con alimentos que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellos."
Es sorprendente que la mayoría de los cultos y sectas hoy propugnan dietas especiales. Creemos que la comida es importante, en lo que a la salud del cuerpo se refiere, pero que no tiene nada que ver con su relación con Dios. Pablo escribió en su primera carta a los Corintios, capítulo 8, versículo 8: "si bien lo que comemos no nos hace más aceptos ante Dios, pues ni porque comamos seremos más, ni porque no comamos seremos menos". El escritor estaba diciendo lo mismo aquí. Nadie en este mundo va a desarrollarle espiritualmente, excepto la Palabra de Dios. La Palabra de Dios lo desarrollará si le conduce a la persona de Cristo, y sólo el Espíritu Santo puede tomar las cosas de Cristo y convertirlas en realidad en su vida. Continuemos leyendo el versículo 10 de este capítulo 13 de Hebreos:
"Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al Tabernáculo"
Aquí se está haciendo una comparación entre lo que Israel tenía bajo el antiguo pacto, en contraste con las cosas mejores del nuevo pacto. Los creyentes tienen hoy un altar, pero este altar no es la Cena del Señor, como algunas personas han interpretado erróneamente que dicha Cena significa. Nosotros no tenemos un altar material, con una dirección local concreta, pero tenemos un altar que se encuentra en el cielo. Es el trono de la gracia. Era un trono de juicio -allí Él nos condenó-pero ahora que la sangre ha sido colocada allí, podemos venir y encontrar gracia y salvación.
Por más que las actividades sociales fomenten la amistad y la camaradería entre los creyentes, el único lugar donde usted puede realmente disfrutar de la comunión cristiana (la "koinonía") es alrededor de la Palabra de Dios. Es esta Palabra que le conduce a usted a la persona de Cristo y lo capacita para verle a Él en toda Su gloria. Es entonces cuando usted tendrá compañerismo y comunión, a la vez que pasará un tiempo agradable con otros cristianos. Nuestro Señor es extraordinario, estimado oyente, y es muy lamentable, es terrible, pasar por alto al Salvador, al Señor. Y dice el versículo 11 de este capítulo 13 de Hebreos:
"Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento."
El escritor se estaba refiriendo a la ofrenda por el pecado. Cuando Cristo murió, lo hizo por el hecho de que usted y yo somos pecadores. No solo cometemos pecados; somos pecadores por naturaleza, y Él llevó nuestros pecados sobre Sí mismo, para poder darnos una nueva naturaleza. El versículo 12 añade:
"Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta."
El Señor Jesús murió fuera de la ciudad. ¿Por qué? Porque Él mismo era la ofrenda por el pecado. La ofrenda por el pecado era retirada del templo y "quemada fuera del campamento". Jesús era nuestra ofrenda por el pecado, y Él pagó el castigo por nuestro pecado. Y continúa diciendo el versículo 13 de Hebreos 13:
"Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su deshonra."
El escritor les estaba diciendo a los cristianos Hebreos: "Que no os importe dejar el templo. No lamentéis dejar los rituales. Aquellas cosas no son útiles. Id a Él, id a Cristo".
Estimado oyente, nosotros también tenemos que ir a
Cristo. Estamos de camino a la Jerusalén celestial. La que tiene lugar aquí es una verdadera separación. Hoy ponemos el énfasis en la separación de: Estamos separados de algo; no hacemos esto, lo otro y lo de más allá. Pero la verdadera separación no es "separación de" sino "separación hacia (o para). Pablo dijo que él fue separado para el Evangelio, separado para Cristo, separado para la Palabra de Dios. En realidad, la palabra Hebrea significa "aquel que ha cruzado". Abraham fue llamado Hebreo porque había llegado del otro lado del Río Éufrates, queriendo decir que su vieja vida había terminado. Los israelitas cruzaron el Mar Rojo y fueron liberados de la esclavitud; fueron redimidos, y para ellos fue posible comenzar una nueva vida. Después tuvieron que cruzar el Río Jordán para vivir en la tierra prometida, la tierra de Canaán, que representa a esa clase de vida que nosotros también deberíamos vivir aquí en la tierra.
Nosotros tenemos que salir "fuera del campamento, llevando su deshonra". Los cristianos Hebreos detestaban dejar el templo y su religión. Muchas personas están hoy absortas en un cristianismo centrado en algunas actividades de la iglesia, creyendo que, por ser miembros de una iglesia, son salvos. Ellas necesitan apartarse del ritual y la religiosidad superficial, y venir a Cristo. Venir a Él constituye una separación real, y ésa es la verdadera salvación. Y dice, además, el versículo 14 de Hebreos 13:
"Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir."
Como vemos, el escritor nuevamente aclaró que no tenemos nada permanente aquí en la tierra.
Leamos ahora el versículo 15, que encabeza un párrafo titulado:
La vida espiritual de los creyentes
"Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre."
El hijo de Dios es hoy un sacerdote y puede traer sacrificios a Dios. Hay cuatro sacrificios en la vida del creyente: (1) Usted puede sacrificar su persona (ver Romanos 12:1). Alguien ha dicho: "cuando uno se entrega verdaderamente al Señor, todo lo demás que tenga que darle, resulta fácil"; (2) usted puede sacrificar sus bienes (ver 2 Corintios 8:1-5). Si Él no tiene sus bienes, no lo tiene a usted; (3) usted puede ofrecer un sacrificio de alabanza, como hemos leído en este versículo 15 de nuestro capítulo, que dice: "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre". Y finalmente (4) usted puede ofrecer el sacrificio de sus actos haciendo el bien, lo cual encontramos en el versículo siguiente. Leamos entonces el versículo 16:
"Y de hacer el bien y de la ayuda mutua no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios."
Cuando usted llevó esa canasta de fruta a aquel hijo de Dios solitario y enfermo, de quien todos se habían olvidado, usted era un sacerdote ofreciendo un sacrificio a Dios. Estaba haciendo algo que agradaba a Dios y Él se deleitó en ese gesto suyo. Estimado oyente, si el cristianismo no transita por este mundo tocando la vida real y las necesidades de los demás, no puede ser bueno. El Señor Jesús se encuentra a la diestra de Dios, y allí ocupa Su lugar como cabeza de la iglesia pero sus pies están aquí abajo, apoyados en esta tierra. Cristo Jesús quiere que el cristianismo, al proclamar el mensaje de salvación, tienda una mano de ayuda y solidaridad al sufrimiento humano. Es como si el mismo Señor quisiera colocarse dentro de nuestros zapatos para acompañarnos en nuestro viaje por esta tierra.
En nuestro próximo programa llegaremos al final de nuestro estudio de esta carta. Por lo tanto, estimado oyente, le invitamos cordialmente a que nos acompañe al examinar los últimos versículos de este capítulo 13 de la epístola a los Hebreos.
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