Estudio bíblico de Santiago 4:5-17
Santiago 4:5-17
Continuamos hoy, amigo oyente, viajando por la epístola de Santiago. Cuando comenzamos a estudiar el capítulo cuatro de esta epístola en nuestro programa anterior, el tema que encontramos, fue la vacuidad y la insipidez de la mundanalidad.
Santiago dejó bien en claro que los deseos egoístas conducían a todo tipo de conflictos. Este espíritu o actitud conflictiva es mundana; no es cristiana, y no constituye un enfoque cristiano de la vida. Estas son las pasiones que representan a la vieja naturaleza humana. Una persona debe ser regenerada por medio de la fe en Cristo, y estar así habitada por el Espíritu Santo.
Lo que Santiago describió en los primeros versículos de este cuarto capítulo de su epístola, fue el espíritu del mundo. Cuando ese espíritu que predomina en el mundo se introduce en una iglesia o comunidad cristiana, produce una iglesia mundana.
Dice el versículo 2 de este capítulo, no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Es que nuestros deseos deberían ser presentados ante el Señor en oración ---para que sean satisfechos, negados o refinados--- y entonces tenemos que aceptar la respuesta divina. ¿Cuál es la cura para la mundanalidad? Pues es la oración; por lo tanto, es la fe en Dios. El apóstol Juan, en su primera carta, capítulo 5, versículo 4, lo expresó de la siguiente manera: 4porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. La respuesta es confiar absolutamente en Dios, dirigirnos a Él en oración y encomendarle lo que tenemos en nuestro corazón. Cuando uno encuentra que hay conflictos y envidia en su corazón, debería hablarle al Señor acerca de esa pasión. Muchos de nosotros nos presentamos ante Él dando por sentado que somos buenas personas y que, en consecuencia, debería reconocerlo o recompensarlo de alguna forma.
En nuestro programa anterior reprodujimos unas palabras de un hombre que vivió cerca de Dios, es decir, que tuvo una relación íntima e compañerismo con El. Nos referimos a Fenelon, un místico de la Edad Media.
"Exprésale a Dios todo lo que hay en tu corazón, como uno descarga su corazón, con sus placeres y dolores, a un amigo querido. Cuéntale todos tus problemas, para que El te consuele; háblale acerca de tus alegrías, para que El pueda moderarlas. Exprésale tus anhelos y deseos, para que El pueda purificarlos. Háblale de las cosas que te producen rechazo, para que El te ayude a conquistarlas. Exponle tus tentaciones, para que El pueda protegerte de ellas. Muéstrale las heridas de tu corazón, para que El pueda sanarlas. Pon al descubierto tu indiferencia hacia el bien, tus depravados gustos por el mal, tu falta de estabilidad. Cuéntale como tu egoísmo te hace ser injusto con los demás, como la vanidad te tienta a ser poco sincero, como el orgullo te oculta ante ti mismo y ante los demás."
"Si derramas todas tus debilidades, necesidades y problemas, no te faltará qué decir. Nunca agotarás el tema, que será renovado constantemente. Las personas que no guardan secretos entre sí nunca quieren temas de conversación. No sopesan sus palabras, porque no hay nada que ocultar, ni se preocupan sobre qué van a decir. Hablan de la abundancia de su corazón, sin consideración, simplemente diciendo lo que piensan. Dichosos son los que logran una relación tan familiar y franca con Dios."
Habiendo estudiado la Palabra de Dios, y después de haber escuchado las palabras de Fenelon, hemos llegado a la conclusión de que íbamos a contarle todo al Señor Jesús. Le hemos expresado todas las vivencias todas las vivencias de nuestra vida que eran pecaminosas y discutibles. El nos conoce, El comprende, y El nos ha perdonado.
Ahora, escuchemos lo que Santiago dice en el versículo 5 del capítulo 4 de su epístola:
"¿O pensáis que la Escritura dice en vano: «El Espíritu que él ha hecho habitar en nosotros nos anhela celosamente»?"
¿Estamos tratando de engañarnos a nosotros mismos de que somos personas muy buenas, y que no tenemos envidia ni celos en nuestros corazones? Hay celos razonables que parecen una consecuencia normal entre personas que se aman, y que no están en contradicción con la confianza que debe existir entre ambas. Y en el ámbito espiritual, Dios dijo que Él tiene celos de Sus hijos. Pero ¿qué diremos de los celos en el sentido negativo, es decir, de los celos que alguien siente al no haber sido elegido para un cargo destacado, o porque no ha recibido de una comunidad cristiana el reconocimiento que cree merecer? ¿Y qué diremos de los conflictos causados por esta lengua que tenemos? Santiago dijo que la solución al problema es dirigirse al Señor Jesús y contarle nuestro problema, expresarle todo lo que hay en nuestro corazón. Ahora, Santiago tuvo algo más que decir aquí en el versículo 6 de este capítulo 4:
"Pero él da mayor gracia. Por esto dice: «Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes»."
Lo hemos dicho una y otra vez: Dios está lleno de gracia. Usted y yo no sabemos cuánta gracia y misericordia Él tiene para nosotros. Él tiene una gran abundancia de gracia. La gracia ha sido definida como, pero nosotros la llamamos "amor en acción" Dios entregó a Su Hijo y fue por su gracia que somos salvos. Por ello decimos que Él tiene abundancia de gracia. Usted podría decir: "Ah, pero yo estoy tan mal dentro de mí, tan lleno de pecado". Estimado oyente, diríjase al Señor y cuéntele como en su interior se siente un pecador y pídale gracia por vencer, y se la dará. Él es el Cristo vivo, intercediendo por usted en el cielo, a la derecha de Dios.
Ahora, algunos dudan sobre el excedente de Su gracia. Permítanos decirle, estimado oyente, que todas las medicinas del mundo no pueden curar a un enfermo, a no ser que éste tome el remedio indicado para su caso. De la misma manera, Dios tiene la gracia, ¡aprópiese usted de ella! Es posible que un hombre se muera de sed frente a un manantial de agua situado en frente de él. Tiene que beber de esa agua, tiene que apropiarse de ella antes de que el agua pueda salvar su vida. No podemos culpar al agua por su falta de efectividad, si la persona sedienta no se ha acercado a la fuente a beberla.
Y el versículo 6 también dice: Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Esta es la clase de recipiente en el que la gracia de Dios debe ser llevada; debe ser llevada por un individuo humilde. Continuemos leyendo el versículo 7, de este cuarto capítulo de Santiago:
"Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros."
Cuando usted va a un médico para recibir su ayuda, se somete a él. Y no importa la cantidad de medicinas que recete, o que nos dé una lista de advertencias o indicaciones, seguimos fielmente sus instrucciones.
Y aquí también leemos: resistid al diablo, y huirá de vosotros. Muchos se preguntan "¿cómo voy a resistir yo al diablo?" El apóstol iba a ser muy práctico. Acababa de decir que necesitamos un poco más de gracia, porque como dijo en el versículo 6, el da gracia a los humildes. En otras palabras, usted no va a ser capaz de resistir al diablo con sus propias fuerzas. Usted y yo estamos rodeados de fuerzas de maldad. Como ya hemos visto, la tentación se encuentra por todas partes. Dios suple Su gracia de acuerdo con la necesidad, y Su provisión nunca se agota. Es como si Dios dijera: "Esto es vuestro. Podéis apropiaros de ello". Continuemos leyendo el versículo 8:
"Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones."
Estimado oyente, Dios se dirige hacia la puerta de su corazón. Él no llegará más lejos. le llama, y usted es el que tiene que dejarle entrar. Esta es la única forma en la que Él va a entrar.
Se cuenta que en una ocasión, Martín Lucero le arrojó un tintero al diablo. Alguien podría decir que fue una locura que él hiciera semejante cosa. Pero tenemos que tener en cuenta que, a su manera, o para el conocimiento que tenía, él creía estar resistiendo al diablo. Santiago nos dijo que la forma de resistir al diablo es acercarse a Dios. Entonces, el diablo huirá, se apartará de usted, porque el diablo no quiere estar en compañía de Dios. El diablo no llegará hasta usted a menos que usted se aleje demasiado de Dios. Un lobo nunca ataca a una oveja mientras ella se encuentre con el resto de las ovejas y con el pastor. Y cuanto más cerca se encuentre la oveja del pastor, más segura estará. Nuestro problema es que a veces nos alejamos demasiado de Dios. Luego, dice aquí el versículo 9 de este cuarto capítulo:
"Afligíos, lamentad y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro y vuestro gozo en tristeza."
Hay ciertas condiciones o situaciones que requieren lamentos, lágrimas y no alegría. El pecado nunca debe ser tratado con ligereza. Cuando oímos a un cristiano tomarse el pecado a la ligera, con frivolidad, tenemos la sensación de que, cuando nadie lo está mirando, el consiente el pecado. Nadie debería tratar el pecado con frivolidad, usted debería lamentarse por sus pecados. En la actualidad el problema es que los cristianos no se están lamentando por sus pecados.
A veces nos preguntamos por qué, habiendo tantos destacados predicadores del Evangelio participando en grandes reuniones evangelísticas, no se produce una renovación en la iglesia. Creemos que Santiago nos dejó algo para pensar al respecto. En una ocasión le preguntamos a uno de ese predicadores por qué la evangelización que se lleva a cabo no estaba renovando a la iglesia. Y él respondió que en su última serie de conferencias siguió una estrategia diferente. Antes de dirigir predicaciones y mensajes evangelísticos para la gente en general, tuvo 6 semanas de enseñanza y desafío para los creyentes. Entonces sí, se produjo una renovación de las iglesias que participaban en ese esfuerzo. Y esta reacción se produjo porque, antes de testificar a los no creyentes, se trató directamente el problema del pecado en las vidas de los creyentes. Es que con demasiada frecuencia nos negamos a enfrentarnos a este problema. Y es importante, por la actitud de humillación y confesión que implica, reconocer la necesidad de lamentarnos por nuestros pecados. Leamos ahora el versículo 10 de este cuarto capítulo:
"Humillaos delante del Señor y él os exaltará."
Aquí destacamos la frase él os exaltará. Ese es hoy nuestro problema. Creemos que somos inteligentes, fuertes, que tenemos capacidad y que somos buenos. Pero Dios dice que en nuestro interior no está el bien. No hay en nosotros nada que a Él lo atraiga, es decir, una bondad inherente. Simplemente, es nuestra gran necesidad lo que a Él lo atrae. Si estamos dispuestos a humillarnos y descender hasta el lugar en el cual pueda levantarnos, Él nos elevará.
En una ocasión observamos a un socorrista en el mar, golpear a alguien que se estaba ahogando y dejarlo sin conocimiento. Más tarde el socorrista nos explicó el que se estaba ahogando estaba luchando por salvarse él mismo y entonces no lo podía ayudar hasta que el otro, a la fuerza, tuvo que rendirse. Creemos que a veces Dios nos tiene que dar un golpe para que nos rindamos y le permitamos que Él se haga cargo de nosotros. Continuemos nuestra lectura con los versículos 11 y 12:
"Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la Ley y juzga a la Ley; pero si tú juzgas a la Ley, no eres hacedor de la Ley, sino juez. Uno solo es el dador de la Ley, que puede salvar y condenar; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?"
Si usted juzga a su hermano, desobedece a la ley, lo cual equivale a colocarse usted mismo por encima de la ley y tratándola con desprecio. En otras palabras, ¿quién se cree usted que es? Cuando comienza a actuar de esa manera, está procediendo a ocupar la posición de Dios. Un ejemplo puede ser aquel pecador que dice: "Soy lo bastante bueno como para salvarme, Señor, no necesito tu salvación". Tú te puedes hacer a un lado y yo entonces subiré y me sentaré a tu lado. Yo soy mi propio salvador". Pero, estimado oyente, Dios dice en Su Palabra que Él es el único Salvador. Después tenemos otro ejemplo en otro individuo que se pone a juzgar a todos los demás. Santiago estaba diciendo que el juicio es una ocupación propia de Dios. Como podemos leer en Juan, capítulo 5, versículo 22, 22porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo. Hay muchos cristianos que, en efecto, es como si le dijeran al Señor: "Apártate. Te voy a ayudar: Vamos a reunir a la Corte Suprema, y yo voy a ser uno de los jueces". Tenemos hoy muchos cristianos de esta clase, que están dispuestos a formar tribunales y a actuar como jueces de la Corte Suprema. Santiago dijo que tendríamos que juzgarnos a nosotros mismos y acercarnos a Él con humildad. Continuemos leyendo el versículo 13 de este cuarto capítulo:
"¡Vamos ahora!, los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos"
Aquí vemos algo más que los cristianos hacen ---nos gusta hacer grandes planes para el futuro. A algunos de nosotros nos ha llevado mucho tiempo en la vida a aprender a improvisar sobre la marcha. El profesor McGee, autor del guión original de estos estudios contaba que a veces, el había aceptado ciertas obligaciones, pero las debió cancelar por causa de una enfermedad. Ahora, le resultó difícil cancelarlas, y no le agradó llegar a ese extremo, pero el Señor le recordó la advertencia de este pasaje de la Biblia y, echando hacia atrás una mirada retrospectiva y crítica, pudo aplicárselo personalmente viajes y conferencias que en el pasado había planeado realizar, dando por sentado que era la voluntad del Señor. Continuemos leyendo el versículo 14 de este cuarto capítulo:
"Cuando no sabéis lo que será mañana. Pues ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece."
Santiago recalcó que no sabemos qué sucederá mañana. Y planteó la pregunta: Pues ¿qué es vuestra vida? dijo que era como un vapor, como una niebla que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. Si usted alguna vez recorrió alguna zona de la costa, habrá visto, en un hermoso día, el agua del océano de un azul intenso, y el cielo casi tan azul como el mar. Pero si usted vive cerca y regresa a la mañana siguiente verá que todo está cubierto por la niebla. Y así, la vida es como una neblina que vemos sobre la ladera de una montaña, incierta, transitoria y temporal
La vida humana vivida aparte de Dios y sin Dios, es el fracaso más grande que se puede ver en este universo de Dios. Todo lo demás sirve un propósito largo y útil. El sol en el cielo es pródigo en su energía ---de la cual nosotros usamos muy poco. La luna también sirve a un propósito. Fue el poeta quien dijo: "Sólo el hombre es vil". Así que la vida humana aparte de Dios está como dislocada, descoyuntada y constituye un tremendo fracaso. Una de las razones es la brevedad de la vida humana aquí en la tierra. Según el Salmo, la vida humana duraría un promedio de setenta años, y las personas más fuertes alcanzarían los ochenta; pero añade que tantos años de vida traen pesadas cargas, molestias y dolencias. ¡Como nos impresiona la brevedad de la vida! Muchas personas nunca aprenden realmente a vivir aquí sobre esta tierra. Dice el versículo 15:
"En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello."
O sea, que nuestras vidas están en manos del Señor. Y añadió el versículo 16:
"Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala."
Es que el ser humano no puede jactarse y si lo hace, está pecando. Y finalmente, dice el último versículo de este cuarto capítulo de Santiago, el versículo 17:
"El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado."
Hay muchísimas personas que hoy están pecando y no lo saben: Si en algunos casos usted sabe cómo hacer el bien ---si sabe que debería hacer cierta cosa o ayudar a una cierta causa--- y no lo hace, esa actitud es pecado.
Nuestras vidas son breves, y no deberíamos pasar nuestro tiempo en conflictos, envidia y celos. Esto arruina una vida. Necesitamos venir a Cristo, colocar nuestras vidas ante Él, y comenzar a vivir de verdad. En Juan capítulo 10, versículo 10 El ha dicho: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Estimado oyente, El quiere darle una vida que es una verdadera vida. ¿Está usted viviendo hoy esa clase de vida?
Y aquí debemos poner punto final a nuestro estudio. Esperamos que pueda acompañarnos en nuestro próximo programa al comenzar nuestro estudio del capítulo 5 de esta carta de Santiago, cuyos versículos le sugerimos que lea detenidamente, para poder familiarizarse con los temas actuales que dicho capítulo va a plantear.
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