Estudio bíblico de 1 Juan 3:13-17
1 Juan 3:13-17
Examinando el Bosquejo General que presentamos en la introducción, recordemos que esta epístola podía ser esquematizada en 3 divisiones principales. La primera se titula "Dios es Luz", y abarca desde al capítulo 1:1 hasta el capítulo 2:2. La segunda parte se titula "Dios es amor", y abarca desde el capítulo 2:3 hasta el capítulo 4:21, Y la tercera división, se titula "Dios es vida", y constituye el capítulo 5.
En este momento de nuestro estudio nos encontramos en la segunda parte o división, titulada "Dios es amor", en la que principalmente se trata el tema de las dos naturalezas del creyente en acción; nos referimos a la vieja naturaleza pecaminosa, y a la nueva naturaleza.
Vamos a repasar algunos puntos de nuestro estudio anterior que constituyen en cierta medida la base de nuestro estudio de hoy.
El Señor Jesucristo dijo: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, o vástagos de la vid. 2Todo sarmiento que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.. (1 Juan. 15:1 y 2). Él quiere que produzcamos fruto, pero también dijo que nos podaría. Y Dios nos poda para que produzcamos un fruto mejor. La vieja naturaleza a veces produce algo parecido al fruto, pero en realidad son obras de la naturaleza carnal, que no constituyen un fruto atractivo, ni para jactarse de él.
En el versículo 10 dice: En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo. O sea, que uno puede diferenciarlos por el fruto que producen. El Señor Jesús dijo: Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:20) Se da por sentado que deberíamos encontrar algo de fruto en nuestra vida y en la de otros creyentes. En esta carta de 1 Juan 3:10, el apóstol nos presentó dos señales claras para identificar a un verdadero hijo de Dios.
Dice también el versículo 10 todo el que no hace justicia no es de Dios. Indiferentemente de quien sea o qué profesión tenga, si una persona no está tratando de vivir para Dios, no es una hija de Dios. No importa cuan activa sea persona o incluso si desempeña responsabilidades en una congregación cristiana, si no tiene esa señal de identificación, si no practica la justicia, no pertenece a Dios. Se trata de una afirmación dura, pero Juan la pronunció bajo el control del Espíritu Santo.
Y la segunda señal de identificación es que si no ama a su hermano, tampoco es de Dios. ¿Ama usted a otros cristianos? Si es un hijo de Dios los va a amar de una forma natural.
De paso, digamos que la palabra "amor" se mencionará una y otra vez en esta epístola, y debemos tener una comprensión adecuada de ella aquí al principio de esta carta. Hay tres palabras griegas que se traducen por la palabra "amor". Una de ellas es "eros", y nunca se utilizó en el Nuevo Testamento. Se refiere al amor erótico, al aspecto del sexo. Los griegos hablaron mucho sobre este tema, ya que tenían al dios Eros y a la diosa Afrodita, cuya adoración implicaba al sexo. La segunda palabra, "fileo", significa amistad. Se refiere, por ejemplo, al amor entre hermanos, a un amor fraternal. La tercera palabra, es de un nivel superior, es "ágapao". Ese es el amor de Dios, expresada, por ejemplo en la frase Porque de tal manera amó Dios al mundo, que encontramos en Juan 3:16. Esta fue la palabra que Juan usó aquí en este pasaje para decirnos que teníamos que amar a los hermanos. En el presente, oímos hablar tanto en cuanto al amor, pero en muchos casos, se presenta asociado con el sexo, énfasis que no encontramos en la Biblia.
Y Juan al referirse aquí al que no ama a su hermano quiso decir que debíamos tener una preocupación, un interés por nuestro hermano en Cristo, en el sentido de estar dispuestos a ayudarle. Esto no quiere decir necesariamente que uno se preocupe por su forma de actuar, por su conversación, o por las cosas que le interesan a él, que pueden o no interesarle a usted. Significa más bien que uno debe manifestar un amor que se preocupa, en el sentido de que se es sensible a sus carencias o situación. Usted no debe albergar odio ni resentimiento contra otro creyente. En el próximo capítulo veremos que este amor no ha de ser una mera expresión de preferencia humana, o un sentir superficial. O sea, que tendrá que ser un amor caracterizado por una preocupación sensible, y un amor que actúa para hacer algo beneficioso para un hermano. Luego, en el versículo 11, de este tercer capítulo de 1 Juan dijo el apóstol:
"Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros."
Juan habló con frecuencia en cuanto a este principio. El principio al cual se refería era la encarnación de Cristo.
El apóstol estaba aquí reafirmando lo que el Señor Jesús había enseñado, por ejemplo, cuando dijo 35En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros. (Juan 13:35). Este amor sería la señal que identificaría a los discípulos de Cristo. Este amor no fue algo nuevo; fue la enseñanza de Cristo y después sería la enseñanza de los apóstoles. Este amor auténtico por otros creyentes es un sentimiento, que lamentablemente no se da en la realidad en muchos lugares. Continuemos leyendo el versículo 12 de este tercer capítulo de 1 Juan:
"No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas y las de su hermano, justas."
Dice aquí No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. Caín y Abel eran hermanos, hermanos de sangre y, en muchos aspectos, eran muy parecidos. Sin embargo, Caín asesinó a su hermano. ¿Por qué? ¿Por qué le mató? Porque sus obras, sus acciones eran malas y las de su hermano, justas. ¿Cuál era el problema de Caín? Los celos, la envidia. Ese fue el pecado de Caín.
Aunque "celos" no es quizás la mejor palabra para describir el problema de Caín. Los celos tienen una connotación de sospecha: por ejemplo, un hombre puede tener celos de su esposa, o una esposa de su esposo, porque ama a su cónyuge, pero sospecha que no le es fiel. Por lo tanto, creemos que la mejor palabra en el caso de Caín sería "envidia". Aunque algunos consideran "envidia" y "celos" como sinónimos, vemos que hay un matiz que distingue estas palabras entre sí.
La envidia fue lo que caracterizó a Caín. El tenía envidia de su hermano, y esa pasión le impulsó a cometer un asesinato. La envidia se encuentra en el corazón humano. Alguien ha dicho que las fuerzas más destructivas del mundo son los celos y la envidia.
Aquí tenemos una de las definiciones de envidia. Es un descontento, un malestar, una tristeza o pesar por el bien ajeno. Es un deseo intenso por aquello que no se posee. Estas características describen la personalidad de Caín. Y estos factores fueron el motivo por el cual Caín mató a Abel. Es que Dios había aceptado las acciones y obras de su hermano y no las suyas.
Ahora, en el versículo 13 de este capítulo 3 de su primera epístola, dice el Apóstol Juan:
"Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os odia."
O sea que, no debemos actuar como si algo raro o extraño nos hubiera ocurrido si el mundo no nos acepta, porque el sistema de valores del mundo no nos va a aceptar. Y Juan dejó bien en claro en toda esta epístola, que él simplemente nos estaba transmitiendo las enseñanzas que el Señor Jesucristo mismo impartió. En Juan 15:18-19 el Señor Jesús dijo: 18»Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. 19Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia.
Sería paradójico que algunos maestros o predicadores de nuestro tiempo se hicieran populares en círculos o públicos en los cuales el Señor Jesucristo no sería popular si estuviera en esta tierra.
El hijo de Dios tiene que reconocer que los que defienden el sistema de valores del mundo lo detestarán e ignorarán. Siempre ha habido un elemento de ofensa en el mensaje de la Cruz, pero deberíamos procurar evitar el magnificar esa ofensa al ser desagradables, ofensivos y antipáticos. Muchos cristianos manifiestan estas actitudes y son rechazados, no por ser cristianos, sino por destacarse por este comportamiento irrespetuoso que caracteriza a muchas personas, sean creyentes o no. Deberíamos asegurarnos que el rechazo sufrido por Cristo y el que nosotros tengamos que enfrentar se deban a la misma razón. Continuemos leyendo el versículo 14 de este capítulo 3 de la primera epístola de Juan:
"Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano permanece en muerte."
Pensemos en esta frase: Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida. Usted puede saber si es o no es un hijo de Dios. Esta idea de que usted y yo no podemos saberlo es una grave equivocación. La Palabra de Dios nos dice que podemos saber si hemos pasado de muerte a vida. ¿Y cómo lo sabemos? En que amamos a los hermanos. ¿Tiene usted amor en su corazón para sus hermanos en la fe? Una de las grandes y mayores experiencias que uno puede tener es cuando viaja de un lugar a otro, y puede conocer a creyentes que son realmente personas extraordinarias. Es algo realmente sorprendente. Recuerdo que cuando estuve en países que se encuentran del otro lado del Océano Atlántico, en Hispanoamérica, tuve la oportunidad de conocer a creyentes y de disfrutar de la hospitalidad de personas a las que nunca antes había conocido, pero son fieles oyentes de este programa de radio, Fue como compartir hermosos momentos de compañerismo con la propia familia, sintiendo ese amor que nos une en el Señor Jesucristo, y que derriba barreras lingüísticas y culturales, Ahora, ¿cómo pudo suceder eso? Bueno, ellos son hijos de Dios y yo también, al haber reconocido al mismo Salvador y Señor, y poder compartir la misma fe, la misma esperanza de Su regreso y las bendiciones que El derrama sobre los Suyos. Pues bien, de esa relación y de ese sentimiento nos estaba hablando Juan en estos versículos. ¿Ama usted a los hermanos? Cuando usted se encuentra con alguien que pertenece a Cristo, es decir, con un hermano o con una hermana, entonces puede hablar de Él y compartir temas e inquietudes espirituales.
El versículo 14 finaliza diciendo: El que no ama a su hermano, permanece en muerte. Hay quienes no parecer sentir ninguna preocupación e interés por otros hijos de Dios. Pero esta no es la actitud normal de un creyente. Usted y yo debemos sentir esa sensibilidad especial hacia los demás creyentes, aunque nunca los hayamos visto antes. Y ese amor por los hermanos en la fe es una prueba de nuestra propia salvación. En lo que se refiere a nuestro corazón, a nuestra vida interior, no hay mayor prueba o evidencia de esta salvación que compartir con los demás, gracias a la obra de Cristo en la cruz y que nos ha hecho pasar de la muerte a la vida, de la perdición y el alejamiento de Dios, a la salvación y relación con Dios y con los que por los mismos motivos que nosotros, le pertenecen como hijos. Juan continuó desarrollando este tema tan importante, y veamos lo que dijo ahora en el versículo 15 de este capítulo 3 de su primera epístola:
"Todo aquel que odia a su hermano es homicida y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él."
Aquí vemos que comenzó el versículo con una frase fuerte, severa. Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida. Fue Juan quien dijo eso, no lo estamos diciendo nosotros. Y nuevamente, él estaba citando al Señor Jesucristo. En el evangelio según San Mateo, podemos leer lo que el Señor Jesucristo mismo dijo en el capítulo 5, versículos 21 y 22: 21Habéis oído que fue dicho a los antiguos; "No matarás", y cualquiera que mate será reo ante el tribunal. 22Mas yo os digo que todo aquel que se enojare con su hermano, será reo ante el tribunal; y cualquiera que injuriare a su hermano, será reo ante el Sanedrín; y cualquiera que le maldijere, será reo del infierno de fuego. Por cierto, éstas fueron palabras sumamente severas. El Señor Jesús dijo que si usted tiene odio en su corazón hacia su hermano, significa que es un homicida. La envidia y los celos conducen al odio, y el odia al homicidio. ¿Cuántos homicidas se encontrarán hoy a nuestro alrededor? Con esta norma que Dios ha puesto ante nosotros, hay más homicidas fuera de la cárcel que dentro de ella.
Seguramente usted es consciente que este pasaje no enseña que un homicida no puede ser salvo. Cristo pagó el castigo por todos los pecados - incluso el de arrebatarle la vida a otra persona. Sin embargo, cuando un individuo es salvo, ya no vivirá más controlado por el odio.
Recordemos que el énfasis del apóstol Juan en este pasaje recae sobre las dos naturalezas del creyente. Cuando usted se convierte en un hijo de Dios, no se libera de su vieja naturaleza. Más bien, usted tiene dos naturalezas - una vieja naturaleza y una nueva naturaleza. Hemos visto que la nueva naturaleza es la única naturaleza que puede agradar a Dios. El ser humano en su estado natural es incapaz de agradar a Dios, y su mente carnal está en enemistad contra Dios. Por lo tanto, como creyentes, hay momentos en que nos apetece orar, y otros momentos en los cuales no sentimos deseos de orar. Si somos hijos Suyos, Dios espera que manifestemos abiertamente, que pongamos en evidencia Su naturaleza, esa naturaleza que El nos ha dado. Continuemos leyendo ahora el versículo 16 de este tercer capítulo de 1 Juan:
"En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos."
Dijo aquí el apóstol: En esto hemos conocido el amor. En algunas versiones de la Biblia, después de esta frase, "de Dios", que no se encuentran en los mejores manuscritos. Fueron añadidas como una clarificación, aunque creemos que no son necesarias. Este ha de ser nuestro ejemplo---la forma en que Dios amó. ¿Y cómo amó Dios? Pues entregando a Su Hijo. Esta fue la norma que el apóstol colocó ante nosotros.
Y añade el versículo, la conclusión: también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. No sé en cuanto a usted, amigo oyente, pero algunos no hemos alcanzado ese nivel en nuestra vida. ¿Sabe usted cuántos expondrían o entregarían sus vidas por usted? ¿Y cuántos de nosotros estaríamos verdaderamente dispuestos a arriesgar o entregar nuestras vidas por otra persona? Hoy no vemos este espíritu, esta actitud puesta en evidencia como debiera ser.
Esa fue la verdadera prueba de que Dios nos ama; entregó a Su Hijo a morir por nosotros. Bueno, esta fue la norma; El es nuestro ejemplo. Y Juan dijo que, en consecuencia, nosotros tendríamos que estar dispuestos a entregar nuestras vidas por los hermanos, Hasta que usted y yo lleguemos a ese alto nivel, no estamos poniendo en evidencia el amor que deberíamos tener por los hermanos.
Ahora bien, ¿cómo se hace realidad este amor en acción? Leamos el versículo 17 de este tercer capítulo de 1 Juan:
"Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?"
El apóstol Juan estaba diciendo que el amor no es simplemente un sentimiento; es algo que se expresa a sí mismo en acción. El apóstol Santiago también tuvo mucho que decir sobre este tema en su epístola. En ella, en el 2:15-16, escribió lo siguiente: 15Y si un hermano o una hermana están desnudos y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y saciaos», pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Lo que él está diciendo aquí es que el amor no es un sentimiento. Es como si un hermano que está pasando por una necesidad se acerca a otro y toda la respuesta que recibe es "hermano, voy a orar por usted". Lo verdaderamente importante es si nuestro amor se pone en evidencia en lo que estamos haciendo o no. Resultaría trágico que, habiendo tenido en esta tierra toda abundancia de bienes materiales, muchos creyentes lleguen ante la presencia de Cristo sin haberlos utilizado para la causa de Cristo.
El amor verdadero se pone en acción. Podemos verlo en un hogar, donde el amor se demuestra en los hechos, en el esfuerzo personal de cada uno para procurar el máximo bienestar de toda la familia, tanto en gestos, trabajos, grandes y pequeños detalles y en la preocupación compartida por las necesidades comunes. ¿Pero qué diremos del amor de los creyentes? Pues que debería ponerse en movimiento, en acción: Deberían comenzar haciendo cosas los unos por los otros. Hasta que ese amor no se dé en la realidad de la vida diaria, será la mayor demostración de hipocresía. Uno expresa su amor por los hermanos por medio de lo que hace por ellos, no por lo les dice. En este sentido, nuestra lengua es buena y rápida para correr y llegar más lejos que nuestras manos y pies. Pero para el verdadero cristianismo es un asunto del corazón y, dicho de forma realista, no de la cabeza o la lengua. En este pasaje el apóstol Juan nos dijo, de forma definitiva, que si somos hijos de Dios, expresaremos esta clase de amor.
Estimado amigo, por hoy, nuestro tiempo ha llegado a su fin. Le invitamos cordialmente a que continúe acompañándonos por este recorrido que estamos llevando a cabo en la primera epístola del apóstol Juan .Le aconsejamos que lea usted lea el resto de este capítulo 3, y se familiarice con su contenido, para que esté mejor preparado para asimilar nuestro próximo estudio, que forma parte de nuestro viaje "a través de la Biblia".
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