Estudio bíblico: Nehemías: Con la pala en una mano y la espada en la otra - Nehemías 4:1-23
Con la pala en una mano y la espada en la otra (Nehemías 4)
¡Esto no lo podemos tolerar más; es insoportable; no debemos permitir que sigan adelante con este proyecto!
Odio y enojo brotan como saetas de fuego de los ojos de Sanbalat.
Es un sesentón delgado, de cara curtida y arrugada como un bandoneón. Sus ojos de águila parece que se clavan en forma sucesiva en los miembros de la audiencia como hundiéndoles las garras.
Los comandantes militares reunidos en una ciudad de Samaria mueven sus cabezas en un gesto calculado de aprobación. Uno de los más condecorados pide la palabra:
— Nosotros estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario, pero tiene que ser hecho en forma tal que no despierte sospechas. Ese Nehemías tiene muy buenas conexiones en el gobierno, es uno de los confidentes más respetados del rey Artajerjes.
Sanbalat hace una mueca arrugando la mitad de su cara, expresando el desprecio que siente por el gobernador de Jerusalén. Está que no se puede aguantar un minuto más. Está que explota. Su rostro enrojecido luce como uno de esos letreros de tránsito que dicen: "PARE".
— ¿Qué están haciendo esos judíos enclenques? ¿Acaso piensan que van a poder ofrecer sacrificios como lo hacían antes que el templo de Salomón fuera destruido? — La voz de Sanbalat se torna ronca, y con ironía prosigue — ¡Ni que pudieran juntar el polvo de las cenizas y volver a tener las mismas piedras que fueron quemadas! Yo creo que lo que ese Nehemías está haciendo representa un peligro, con repercusiones imprevisibles y muy perjudiciales para nosotros.
Cada vez que Sanbalat manda su andanada de quejas e insultos contra Nehemías el general Xujizzi aprueba en forma repetida con su cabeza. Los otros militares a su mando de inmediato repiten la misma señal como si se contagiaran o estuvieran programados.
Toma la palabra un alto oficial del gobierno amonita llamado Tobías. Su voz expresa el sarcasmo venenoso de su personalidad. Aparenta unos cuarenta y tantos años; está vestido con un ostentoso atavío que trata inútilmente de disimular su abdomen distendido por muchas comilonas. Sus escasos cabellos y barba son grisáceos. Sus ojos se mueven en todas direcciones y parece que saltaran como si fueran langostas.
— Amigos — dice —, no tenemos por qué preocuparnos. Este muro que están construyendo no les va a servir para nada. No les va a defender de nadie. Yo creo que están perdiendo el tiempo. ¡Miren! — y les señala una jaula donde han encerrado a una zorra —, si un animalito de estos se subiera al muro, se viene abajo como si fuera de arena.
Un fuerte aplauso y una carcajada general son la respuesta de los presentes.
Mientras tanto, en Jerusalén, Nehemías está haciendo la obra de la reconstrucción de las fortificaciones que rodean a Jerusalén. La muralla está destruida en muchas partes y la ciudad está expuesta a cualquier ataque.
Los ayudantes vienen y van con preguntas y problemas que Nehemías soluciona. El gobernador de Jerusalén está vestido correctamente, pero sin lujos. Es un hombre de unos cincuenta años. Su rostro muestra el aspecto de un hombre inteligente, rápido y seguro de sí mismo.
Se acercan unos mensajeros que traen un comunicado urgente y secreto:
— Gobernador, nos envían los ancianos del pueblo de Zijuzzo. Nos hemos enterado de que hay planes para atacar la parte más baja de la muralla mañana de noche.
— ¿Quiénes son? — pregunta Nehemías.
Los enviados responden lentamente, como mordiendo cada palabra:
— Son Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de Asdod.
Por unos momentos el rostro de Nehemías empalidece. Sus ojos negros y sinceros se abren y su frente se arruga. Unos segundos después la tranquilidad vuelve a su semblante. Nehemías se arrodilla, y los enviados lo imitan. Levanta sus manos hacia el cielo y ora:
— ¡Escucha, oh Dios nuestro, porque somos objeto de desprecio! Devuelve su afrenta sobre sus cabezas... No cubras su iniquidad ni su pecado sea borrado de delante de ti!(Neh 4:4-5).
Nehemías se levanta y su rostro refleja la paz que sólo el Señor puede dar.
— Volvamos a trabajar fuerte. Nos falta poco para llegar a la mitad (Neh 4:6).
Llegan nuevamente otros correos dando cuenta del inminente peligro:
— El enemigo ha convocado una nueva reunión para discutir el problema de la construcción de la muralla. Han resuelto juntar un gran grupo de guerreros y atacar en conjunto la parte más vulnerable del muro.
— ¿Qué vamos a hacer? — preguntan los ayudantes del gobernador —; la embestida es inminente y se nos viene una fuerte partida.
Nehemías una vez más ora a Dios (Neh 4:9). Llama a los jefes de familia y les dice:
— De aquí en adelante cada familia será responsable de una parte de la muralla. Recuerden, cuando ustedes estén protegiendo la fortificación, no solamente están amparando a Jerusalén sino que están defendiendo a sus esposas, a sus hijos y a sus hermanas.
— Señor gobernador — dice uno de los principales del pueblo —, los acarreadores están cansados, la cantidad de escombro es muy grande; yo creo que no podemos hacer este trabajo, y menos ahora que hay peligro de que nos ataquen.
Nehemías, con voz resuelta, responde:
— Vamos a trabajar por turnos. La mitad de los hombres van a trabajar y la otra mitad van a usar el tiempo de descanso actuando como centinelas, con sus armas prontas. Todos tienen que estar armados y preparados para combatir. Que cada obrero trabaje con una mano en la obra y que con la otra esté pronto con la lanza.
Algunos de los magistrados hacen un gesto como diciendo: "Vamos a ver qué pasa". Otros, con fe, demuestran su agradecimiento elevando sus ojos al cielo. Nehemías nuevamente se levanta y, a viva voz y con firmeza, exclama:
— ¡No teman delante de ellos! Acuérdense del Señor grande y temible, y combatan por sus hermanos, por sus hijos, por sus hijas, por sus mujeres y por sus casas (Neh 4:14).
Otros de los principales murmuran entre sí diciendo:
— ¡Pero qué va a pasar si nos asalta un fuerte contingente de guerreros y no podemos hacerles frente!
El gobernador de Jerusalén reitera con convicción las palabras:
— El Señor es "grande y temible". Yo sé que "la obra es grande y amplia, y nosotros estamos distanciados en la muralla, lejos los unos de los otros. En el lugar donde oigan el sonido de la corneta [trompeta), allí reúnanse con nosotros. Y nuestro Dios combatirá por nosotros" (Neh 4:14,19,20).
— Excelencia — dice uno de los guerreros — ¿va usted a exponerse en caso de ataque?
Nehemías con firmeza responde:
— Donde suene la trompeta, yo estaré con ustedes... Yo sé que el Señor permanece con nosotros y él es grande y temible.
La historia bíblica y nosotros
Podemos clasificar a la mayoría de los creyentes en tres grupos:
1) Los "hiperespirituales", 2) los "prácticos" o "realistas" y 3) los "intermedios". Estos últimos son un grupo heterogéneo que combina los dos anteriores en proporciones variadas.
Los "hiperespirituales" son aquellos que siempre hablan de la importancia de orar. En general tienen una tendencia a no hacer mucho. Si se aproxima un huracán oran intensamente y dejan las ventanas con sus vidrios expuestos como de costumbre. Son los creyentes que orarían al Señor para que envíe un ángel para que cocine y aderece el gran almuerzo que la iglesia local tiene planeado. Como el Señor no envía el ángel razonan que no oraron lo suficiente.
Los "prácticos" o "realistas", por el contrario, si saben que se aproxima una gran tormenta se apresuran con toda su energía a hacer todo lo que pueden. Colocarán de inmediato tablas de protección delante de los vidrios de las ventanas, y quizás se acuerden de orar pidiendo la dirección del Señor luego de que han terminado la tarea. A veces los creyentes jóvenes oran que el Señor les prospere en su vida pero no están dispuestos a tener la disciplina del estudio de un oficio o de una profesión. Aun en ocasiones quieren salir "a servir al Señor de inmediato" pero les falta una preparación esencial sobre la vida.
En Nehemías vemos un ejemplo de aquel que tiene un excelente equilibrio entre lo espiritual y lo práctico. Él está dispuesto a orar en cada momento que surge una dificultad; sin embargo, toma las precauciones que son necesarias. Él ora a Dios y, al mismo tiempo, establece una guardia de día y de noche (Neh 4:9).
Frente a la amenaza de un ataque por sorpresa hace que los trabajadores se dediquen en forma alternada al trabajo y a la defensa.
Nehemías ha recibido una comisión definitiva del Señor. Sabe que lo que está haciendo es la voluntad divina y no tiene duda de que el Señor le va a ayudar. Sin embargo, manda a los trabajadores que cada uno trabaje "con una mano... y en la otra tenían la espada" (Neh 4:17).
Nehemías con sus hombres trabajando en la restauración del muro nos hace pensar en nuestra vida cristiana. Nuestra labor secular y para el Señor tiene que ser como la de estos hombres: con una mano trabajando y con la otra teniendo la espada (Ef 6:10-18).
Nehemías era un buen conocedor de la psicología humana. Para obtener el máximo arrojo de sus guerreros los coloca a cada uno resguardando sus propias familias. Ellos no van a estar peleando una guerra sin una causa clara; van a estar defendiendo a sus hermanos, hijos, hijas y esposas.
Nehemías era un hombre de una fe profunda en el Dios de Israel. A través de las páginas de su libro vemos el conocimiento que él posee de los atributos divinos. Reconoce que Dios oye y contesta la oración. Para poder atender miles de plegarias simultáneas tiene que conocerlo todo, es decir, ser omnisciente (Neh 4:4).
Sabe que Dios es justo y castiga al que comete afrentas (Neh 4:4). Para poder hacerlo tiene que ser omnipotente; de lo contrario, no podría retribuir a cada uno por sus pecados.
Nehemías está convencido de que Dios es grande y temible; y dado que está de nuestro lado tenemos confianza y no necesitamos tener miedo. ¿Quién puede medir la grandeza de Aquel delante de quien las naciones son como el polvo en una balanza que no pesa nada? (Is 40:15). Nuestra fe en el Señor aumentará al captar los distintos atributos que nos hablan de la majestad de Dios.
La obra de Dios siempre ha estado bombardeada por enemigos. Durante la reconstrucción de la muralla de Jerusalén la primera ola de ataque fue la calumnia, cuando son acusados de conspirar contra el rey. Al mismo tiempo se utiliza la burla (Neh 2:19) con el propósito de desmoralizar. Esto se ve claramente en las palabras burlonas de Tobías: "Si sube una zorra, derribará el muro de piedra que ellos edifican" (Neh 4:3).
En la próxima "oleada de ataque" los adversarios de Judá, al observar que la obra progresa, se enfurecen y deciden atacar y matarlos a todos (Neh 4:11). Una y otra vez, ante cada distinta embestida, Nehemías interrumpe brevemente lo que está haciendo y pronuncia una oración sucinta pero precisa. Él está tan acostumbrado a orar a Dios que puede detener en cualquier momento su actividad y con confianza dirigirse al Señor.
El gobernador de Jerusalén reconoce que el trabajo que tienen de restaurar la muralla es una obra grande (Neh 4:19). También se da cuenta de la debilidad y el peligro que significa el estar separados los unos de los otros. Él plantea el plan a seguir en caso de un ataque sorpresivo. Si un contingente ataca una parte de la muralla que tiene poca protección, se hará sonar la alarma (la trompeta o corneta) y de inmediato un grupo selecto y fuerte de guerreros acudirá a ese lugar. Probablemente no todos, sino una unidad especial ya determinada. Esto es todo lo que ellos pueden hacer, pero cuando lo efectúan tienen la promesa: "Nuestro Dios combatirá por nosotros" (Neh 4:20). Palabras muy semejantes a las del Apóstol: "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Ro 8:31).
Nehemías está indignado con sus enemigos. No solamente porque se oponen a él y a su proyecto, sino porque al hacerlo están afrentando la voluntad divina. Es así que en su oración le implora al Señor que castigue a sus adversarios en cuatro áreas distintas:
1) Que el Señor los condene: "Devuelve su afrenta sobre sus cabezas" (Neh 4:4).
2) Que sean llevados prisioneros a tierra de cautiverio.
3) Que le Señor no cubra la iniquidad de ellos.
4) Que sus pecados permanezcan delante de los ojos del Señor: "...ni su pecado sea borrado de delante de ti" (Neh 4:5).
La frase: "En el lugar donde oigan el sonido de la corneta (trompeta), allí reúnanse con nosotros" trae a nuestra memoria las benditas palabras del Apóstol al decir — refiriéndose a la segunda venida de Jesucristo: "El Señor mismo descenderá del cielo... con trompeta de Dios...seremos arrebatados juntamente con ellos... para el encuentro con el Señor... y así estaremos siempre con el Señor" (1 Ts 4:16-17).
Apuntes
Sanbalat probablemente era el gobernador de Samaria como lo sugieren documentos oficiales.
Tobías posiblemente era el gobernador de Amón o Transjordania; miembro de una dinastía que incluía gobernadores y gente de importancia en la zona. Estaba emparentado con el influyente sacerdote Eliasib (Neh 13:4). Se utiliza el término siervo como nosotros lo usamos para Ministro de Estado.
Gesem o Gasum sería un árabe de mucha influencia en el gobierno. De acuerdo a documentos de la época sería el gobernador de Dedan y rey de Qedar.
Temas para análisis y comentario
1. ¿Cómo respondió Nehemías a las acusaciones y burlas?
2. ¿Cómo actuó Nehemías frente al peligro de un ataque?
3. ¿Qué caracteriza las oraciones de Nehemías?
4. ¿Cuáles son los atributos de Dios que se ven en este capítulo?
5. Importancia del "equilibrio y balance" entre lo espiritual y lo práctico.
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