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Estudio bíblico de 1 Juan 5:4-6

1 Juan 5:4-6

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por la Primera Epístola del Apóstol Juan, y nos encontramos en el capítulo 5, el último, de esta breve pero profunda epístola. Comenzaremos con el versículo 4 y el tema es "Dios es vida". Anteriormente hemos visto, en la primera sección del capítulo 5, que podemos tener "victoria sobre el mundo"; lo encontramos en los cinco primeros versículos. En nuestro programa anterior habíamos llegado hasta el versículo 4, pero no concluimos nuestro estudio de ese versículo. Vamos a comenzar leyendo este versículo una vez más:

"Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe."

Este versículo es importante. Juan mencionó aquí, la victoria. ¿Cuál es la victoria que ha vencido al mundo, entendiendo que se refiere a nuestra sociedad actual? La respuesta correcta es nuestra fe. Es la fe que nos salva, y es la fe que nos guarda. Nosotros somos salvos por la fe; andamos por fe. Somos hijos nacidos en la familia de Dios, y hemos nacido en la familia de Dios por fe en Jesucristo.

Ahora, tenemos un enemigo, y Juan ya nos habló anteriormente sobre este enemigo. Juan dijo: No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. En el mundo que nos rodea existe lo que, según la Biblia, es "de la carne", aquello que batalla contra el espíritu, abarca todo lo que nos aparta de Dios, y es provocado y promovido por el enemigo de Dios, el diablo. Esta es la cruda realidad de este mundo que nos rodea y en el que vivimos.

Hay una ilustración en el Antiguo Testamento que creemos puede ayudarnos a comprender mejor este punto. Nos referimos a la historia sobre la entrada de Josué a la tierra prometida. La tierra prometida llamada Canaán, no es un cuadro idílico del cielo, aunque existen cantos e himnos que hablan como si fuera el lugar a donde los creyentes llegan después de su muerte. Pero esto no es lo que Dios nos enseña en Su Palabra. En realidad, Canaán representa una condición y manera de vivir de los creyentes aquí, y ahora. Es cierto que nosotros podemos elegir vivir en "el desierto", y creo que hay muchos creyentes que viven como en un desierto. No hay disfrute y nada agradable en el desierto, aunque ellos, los no creyentes creen que se lo están pasando bien, aunque sea a ratos. No es muy agradable estar en el desierto. La marcha a través del desierto no fue algo fácil para el pueblo de Israel. Pero, en la tierra prometida, Canaán, allí es donde experimentaron el cumplimiento de la promesa de Dios, y fueron muy bendecidos, como nosotros, espiritualmente hablando, somos bendecidos con toda clase de bendiciones espirituales. Ahora, cuando Josué entró a esta tierra, él no la recibió en una bandeja de plata. Y si usted y yo, amigo oyente, en el día de hoy, no estamos disfrutando de estas bendiciones espirituales que nos corresponden como hijos de Dios, entonces debemos reconocer que tenemos que pelear una batalla,. El enemigo retiene su poder sobre el territorio, y no nos permitirá disfrutar de nuestra libertad o la victoria, sin presentar una cruel batalla.

Cuando Josué entró a la tierra prometida, había tres enemigos que se presentaron delante de él. Hasta que no los venció, no pudo tomar toda la tierra conquistada. El primero enemigo fue Jericó, y Jericó representa el mundo. Ese fue el primer lugar que Josué atacó. Era obvio que lo que él estaba tratando de hacer era dividir la tierra en dos zonas, y conquistar una zona a la vez.

Ahora, el segundo enemigo era la pequeña ciudad de Hai. Le recordamos que Jericó representa al mundo, y la pequeña ciudad de Hai, representa "la carne". Josué envió un pequeño ejército contra esa ciudad pensando que sería fácil conquistarla; sin embargo, ese fue el único lugar donde Josué sufrió una gran derrota. Hay muchos creyentes, amigo oyente, que vencen al mundo, pero siempre son vencidos por "la carne", es decir, las pasiones humanas. O sea, que hay muchos creyentes en el presente que no practican cosas mundanas, superficiales o que ofenden a Dios; pero, estos creyentes asisten a la iglesia, y se entregan a los chismes. Satisfacen los caprichos de la carne. Es decir, estos creyentes pueden hacer sonar las trompetas alrededor de Jericó, y salir victoriosos de la prueba, pero no pueden hacer lo mismo alrededor de la ciudad de Hai.

Finalmente estaban los gabaonitas, que aquí representan la figura y la acción del diablo. Ellos engañaban y obraban astutamente. Ellos engañaron a Josué, porque el diablo es el mejor mentiroso desde el principio de la historia.

Volvamos ahora al versículo 4, y observemos este versículo en referencia a Jericó. Leemos aquí: Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. Ahora, usted es un hijo de Dios, entonces, usted puede vencer al sistema del mundo. ¿Cómo puede lograrlo? Dijo aquí Juan: Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. Amigo oyente, la victoria no se logra luchando, sino por tener y ejercer la fe.

Observemos otra vez a Jericó. ¿Cómo se apoderó Josué de la ciudad de Jericó? Jericó era una ciudad enemiga que estaba delante de él, y él tenía que apoderarse de esa ciudad. ¿Cómo iba Josué a conquistar y derrotar a esa ciudad? ¿Luchando? No, Josué no luchó, porque Dios le dio instrucciones precisas. Dios le dijo: "Yo no quiero que tú asaltes esta ciudad. No quiero que utilicéis los arietes y tratéis de entrar por allí destruyendo las puertas. Lo que Yo quiero es que marchéis alrededor de la ciudad, pero, en lugar de colocar al ejército al frente de todo, o a una guardia especial, tú debes asignar allí a los sacerdotes con el arca. Ellos llevarán también los cuernos, y harán sonar esos cuernos. Las trompetas sonarán cuando pasen alrededor de la ciudad, pero no atacarán a la ciudad."

Ésta táctica de guerra que Dios le indicó a Josué era un método fuera de lo común. Con toda seguridad, la ciudad de Jericó se había preparado para soportar el ataque de esta gente que había cruzado el Jordán cuando éste río estaba crecido, algo que parecía imposible, y que les fue como una señal de las cosas que vendrían. La ciudad de Jericó quedó completamente cerrada, y los habitantes de la ciudad se prepararon para defenderse a sí mismos. Nos imaginamos que la guardia situada encima de la entrada principal habría avisado que se aproximaba todo el ejército de Israel. Este ejército marchó hasta las mismas puertas de Jericó, detrás de las cuales se encontraba el ejército esperando. El ejército de Jericó estaba listo para la lucha, pero cuando llegaron los hijos de Israel allí, continuaron su marcha. Marcharon alrededor de los muros de la ciudad una sola vez, y después de haberlo hecho eso, sencillamente regresaron a su campamento. Seguramente esa misma noche los generales de Jericó trataron de descifrar la estrategia de los israelitas, y se habrían preparado para el ataque del próximo día. Los centinelas volvieron a anunciar la llegada inminente del ejército enemigo, cuando lo vieron acercarse. Nuevamente se prepararon para la batalla; si los enemigos trataban de derribar las puertas, detrás de ellas encontrarían a los soldados listos para derramar aceite o agua hirviendo sobre ellos, o matarlos lanzando flechas, lanzas, y piedras.

Pero, el ejército israelita no reaccionó tal como se esperaba; sencillamente volvieron a marchar alrededor de la ciudad. Repitieron la misma maniobra por seis días, y para entonces, la gente dentro de Jericó estaban totalmente desconcertada.

El séptimo día, cuando el ejército israelita marchó alrededor de la ciudad una vez más, los comandantes generales de Jericó pensaron que ya no se los iba a atacar. El comportamiento de los israelitas parecía más una locura que una extraña estrategia muy fuera de lo común. El centinela encima de la muralla gritó desde las alturas a los generales: "Esperen un momento. No están regresando a su campamento, sino que están marchando alrededor de la ciudad otra vez. Así lo repitieron hasta siete veces. También hicieron sonar las trompetas, y los muros de Jericó se derrumbaron, y al caer los hijos de Israel entraron a la ciudad. Probablemente estaban rodeando completamente toda la ciudad, y el ejército dentro ya prácticamente habría abandonado la idea de tener que luchar con los invasores, y es así que fueron tomados por sorpresa.

Ahora, ¿cómo se apoderaron los hijos de Israel de la ciudad de Jericó? ¿Por medio de la lucha? No, amigo oyente, ellos no tuvieron que luchar. Ellos estuvieron marchando alrededor de la ciudad, según las órdenes que les fueron dadas, no por Josué, sino por ese invisible Capitán de las huestes del Señor. Francamente, amigo oyente, hemos tenido que reflexionar mucho sobre este pasaje. Parecía que había un conflicto y no era por la caída de los muros de Jericó, un hecho suficientemente documentado y probado como verídico por las excavaciones arqueológicas. Lo desconcertante fue porqué un hombre como Josué, con una probada habilidad como líder militar usó una táctica como ésta. Es cierto que Dios ordenó que así se debía proceder, pero seguimos pensando que probablemente Josué no estuviera de acuerdo con las tácticas empleadas.

La respuesta descansa en un incidente ocurrido anteriormente cuando Josué vio a un hombre en el borde del campamento del ejército (Lea Josué 5:13-15) con una espada desenvainada. Josué se le acercó y no le dijo: ¿Quién le ordenó que desenvainara esa espada? En realidad la pregunta de Josué, fue: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? (Josué 5:13) Así es como ha sido traducido el texto, y es una buena traducción, pero en realidad lo que significa es: "¿Quién le dijo a usted que podía desenvainar esa espada? ¿Quién dio esa orden?" Josué pensaba que él era el comandante del ejército. Pero, cuando esta persona se dio la vuelta, y estuvieron frente a frente, Josué se dio cuenta que era una persona sobrenatural. Personalmente creo que este hombre no era otro sino el Cristo pre-encarnado. Entonces Josué cayó de rodillas, le adoró y se postró a Sus pies.

De modo que, Josué aprendió una lección: que él no estaba a cargo de todo en realidad. El puesto de comando no estaba en su propia tienda, sino que estaba en el cielo. Así que, antes de comenzar la batalla de Jericó, Josué aprendió que no era realmente él quien estaba a cargo. El cuartel general no estaba localizado en su tienda si no en los cielos con el Capitán de los ejércitos del Señor, como así se identificó el hombre Y ese personaje que él vio, dijo en respuesta a la pregunta de Josué, que si él era de los suyos, o de los enemigos: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. (Josué 5:14a) En otras palabras: "Esta batalla que estás peleando, es una batalla espiritual, como también una batalla física, y Yo soy el Capitán". Así que el General Josué tenía que recibir órdenes del Capitán del ejército del Señor, y fue esta autoridad quien había ordenado que debía marchar alrededor de la ciudad. Entonces Josué no tuvo ninguna dificultad en obedecer a esta autoridad. Si usted se hubiera encontrado con Josué y le hubiera preguntado por qué estaba cometiendo semejante locura, creemos que él hubiera respondido que quizá parecía una locura, pero que, después de todo, él estaba obedeciendo órdenes.

Ahora, si usted ha tenido alguna experiencia o conocimiento de cómo se procede en el ejército, sabrá que ningún soldado raso jamás le responde a un Capitán. Cuando su Capitán le dice que vaya a hacer esto o aquello, el soldado no se detiene a decir: "Bueno, yo he estado pensando que hay una forma mejor de hacerlo". ¿Ha escuchado usted alguna vez que un soldado le diga a su Capitán que "No"? Lo único que él contesta es: "Sí, mi Capitán". Él va y hace inmediatamente lo que su Capitán le ha ordenado.

En cierta ocasión, unos soldados tuvieron problemas con su Comandante en la unidad en la que se encontraban. Habían salido durante la noche sin permiso, y cuando regresaron al día siguiente, el Capitán que se había dado cuenta de sus actividades, les mandó que cavaran un hueco. Él les dijo: "Quiero que hagan este hueco de dos metros de largo, uno de ancho, y que sea de dos metros de profundidad". Estos soldados así lo hicieron. Cuando concluyeron su labor, fueron e informaron al Capitán. El Capitán salió, fue a ver y observó el hueco que habían cavado y dijo: "Ahora quiero que lo llenen de nuevo con la tierra que sacaron". Y tuvieron que hacerlo, aunque pareciera una locura. Pero estos soldados estaban obedeciendo órdenes.

Pues bien, Josué estaba obedeciendo órdenes también. Él era una persona obediente, y él creía en el Capitán. Y como podemos leer en el Nuevo Testamento, en el capítulo 11 de la epístola a los Hebreos, versículo 30, que dice: Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días. Por la fe fueron derribados. No fue por la lucha, sino por la fe que cayeron los muros de Jericó.

Ahora, ¿cuál es la lección que podemos aprender de aquí para nosotros en el día de hoy? ¿Cree usted que podemos vencer al mundo luchando contra él? El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, contaba que esa fue la razón por la cual él, cuando era Pastor, nunca tomó parte en ningún movimiento de reforma, no importaba cuán importante pareciera. Muchos de ellos eran proyectos muy buenos, pero él nunca formó parte de ninguna comisión, o comité. Él pensaba que no había sido llamado para esa tarea. No se vence al mundo luchando contra él.

Ahora, la tarea de Josué no era luchar, sino creerle a Dios. Él le creyó a Dios, y los muros fueron derribados. Amigo oyente, nosotros somos salvos por fe, y si vamos a vencer al mundo, no lo vamos a vencer luchando contra él. Vamos a vencerlo por la fe. Esa es la única forma en que usted y yo podemos tratar con el mundo en el cual vivimos. Y creemos que este es el gran mensaje que tenemos aquí. Ahora, en el versículo 5 de este capítulo 5 de la Primera Epístola del Apóstol Juan, dijo:

"¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?"

Aquí tenemos la fe en la persona del Señor Jesucristo, y fe en el futuro. Y Él será quien va a vencer. Leamos ahora el versículo 6, que inicia un párrafo o sección titulada

La seguridad de la salvación

"Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad."

Recordemos que en la crucifixión de Jesús, Sus huesos no fueron quebrantados, en cumplimiento de una profecía de las Sagradas Escrituras. Con el propósito de apresurar la muerte, a veces los soldados romanos quebraban las piernas de los condenados que colgaban de la cruz. Pero en Juan capítulo 19, versículos 33 al 35, se nos dice lo siguiente: 33Pero cuando llegaron a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. 34Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. 35Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Juan estuvo presente en la crucifixión de Cristo y él observó un detalle que nadie más vio. Lo más probable es que él se encontraba más cerca de la cruz que los demás apóstoles. El observó que cuando el soldado clavó la lanza en el costado de Cristo, de allí salieron sangre y agua.

Aquí en su epístola, Juan aplicó este detalle. Él lo enfatizó en su Evangelio, y en esta epístola el apóstol volvió a aquella escena y dijo: 6Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre. ¿De qué nos habla el "agua"? Nos habla de la Palabra de Dios. El Señor Jesús le dijo a Nicodemo, como vemos en Juan 3.5, De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. El agua es la Palabra viviente aplicada por el Espíritu de Dios. Aquí en 1 Juan dice Este es Jesucristo, que vino mediante agua....refiriéndose a la Palabra de Dios que el Espíritu usa. Al añadir....y sangre.... Ésta se refiere a la muerte de Cristo. Y el versículo continúa diciendo; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre.

Y el texto continúa diciendo, Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Es el Espíritu quien puede hacer que estas verdades cobren vida, y ahora vamos recordar una declaración llamativa; el Señor les dijo a los discípulos que entre Su muerte y resurrección, y el día de Pentecostés debían quedarse en Jerusalén y no hacer nada, permanecer inactivos, es decir, que no tenían que dar testimonio de su fe, ¿Por qué? Porque ellos no podrían llevar a cabo ese ministerio con eficacia sin el Espíritu Santo. Por lo tanto, si alguien ha de salvarse, no solo la muerte redentora de Cristo es esencial, sino también la acción del espíritu de Dios en los corazones y en las vidas. Nos estimula mucho leer cartas de oyentes a este programa de radio, porque ellas demuestran que la Palabra de Dios, tomada por el Espíritu de Dios puede aplicar la sangre de Cristo a los corazones y vidas, Cristo murió por nuestros pecados, pero el Espíritu de Dios debe hacer real ese hecho a nosotros. Estimado oyente, solo el Espíritu de Dios puede hacer que la muerte de Cristo sea una realidad para usted, y solo el Espíritu de Dios puede lograr que la resurrección de Cristo sea real para usted.

Amigo oyente, vamos a concluir nuestro estudio de hoy y nos permitimos sugerirle que lea este capítulo 5 de la primera epístola de Juan detenidamente, para estar más familiarizado con el texto del próximo programa.

Si tiene una duda o pregunta le rogamos que nos escriba o se ponga en contacto con nosotros, y con la ayuda de Dios, trataremos responderle adecuadamente. Pedimos a Dios Su bendición y paz sobre su vida. ¡Qué Dios le bendiga y guarde!

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