Estudio bíblico de Éxodo 18:1-19:5
Exodo 18:1-19:5
En nuestro programa anterior, el relato nos describió el incidente que se produjo cuando el pueblo se quejó por la falta de agua, así como la provisión de agua cuando Moisés, siguiendo instrucciones de Dios, golpeó una roca, de la cual brotó agua en abundancia. El texto registraba igualmente el primer enfrentamiento de los israelitas con los amalecitas, pueblo descendiente de Esaú, hijo de Isaac y hermano de Jacob. También leímos algo sobre la presentación de Josué, a quien Dios estaba preparando para suceder en el futuro a Moisés.
Este capítulo desarrolla el siguiente
Tema: Jetro, el suegro de Moisés, trajo a la esposa de Moisés y a sus dos hijos para que se reuniesen con él; Moisés agasajó a Jetro, quien le aconsejó nombrar jueces, consejo que Moisés aceptó. Después, Jetro regresó a su país.
En primer lugar, destacaremos algunas
Observaciones
En este capítulo 18, llegamos a la última de las 7 experiencias vividas por los israelitas entre su salida de Egipto y el Monte Sinaí. Dios había estado dirigiendo a Moisés directamente, por medio de revelaciones. En este pasaje Moisés recibió también consejos inspirados por la sabiduría humana.
El primer párrafo nos detalla
La visita de Jetro, suegro de Moisés
Jetro, sacerdote de Madián, visitó a su yerno Moisés. Le trajo a su esposa y a sus hijos. Al reunirse todos tuvieron lo que podríamos llamar una reunión familiar. Leamos los versículos 1 al 4:
"Y Jetro, sacerdote de Madián, suegro de Moisés, oyó de todo lo que Dios había hecho por Moisés y por su pueblo Israel, cómo el Señor había sacado a Israel de Egipto. Entonces Jetro, suegro de Moisés, tomó a Séfora, mujer de Moisés, después que éste la había enviado a su casa, y a sus dos hijos, uno de los cuales se llamaba Gersón, pues Moisés había dicho: He sido peregrino en tierra extranjera, y el nombre del otro era Eliezer, pues había dicho: El Dios de mi padre fue mi ayuda y me libró de la espada de Faraón."
Moisés había llegado a la región de Madián con toda la multitud de los israelitas, donde se produciría la reunión de Moisés con su mujer e hijos. Aparentemente cuando ellos se dirigían hacia Egipto, después de aquella experiencia de encuentro con el Señor, relatada en Exodo 4: 24, en la que ella le había calificado como "esposo de sangre", Moisés la había enviado de regreso a su hogar paterno, inmediatamente después de dicho incidente o poco después de él. Ningún pasaje Bíblico registra el hecho de que ella haya estado en Egipto cuando tuvo lugar la salida de los israelitas. Pero ahora Jetro, su padre, la trajo a ella y a sus hijos a Moisés, reuniéndose así toda la familia. Continuemos leyendo los versículos 5 al 7:
"Y vino Jetro, suegro de Moisés, con los hijos y la mujer de Moisés al desierto, donde éste estaba acampado junto al monte de Dios. Y mandó decir a Moisés: Yo, tu suegro Jetro, vengo a ti con tu mujer y sus dos hijos con ella. Salió Moisés a recibir a su suegro, se inclinó y lo besó; y se preguntaron uno a otro cómo estaban, y entraron en la tienda."
Hay un detalle interesante que destacar. Y es la excelente relación entre Moisés y su suegro. Eran amigos que se llevaban muy bien. Moisés le contó todo lo que Dios había hecho para conducir a los israelitas fuera de Egipto. Y Jetro demostró un gran interés en los Temas que Moisés le expuso. De hecho, Moisés había salido a recibir a su familia; incluso se nos dice que besó a su suegro y no se nos informa que haya saludado de esa manera a su esposa. Tampoco se destaca aquí que Moisés estuviese feliz por ver a sus hijos. Estos detalles parecen confirmar nuestra conclusión previa de que las relaciones entre los miembros de aquella familia no eran como debían haber sido.
Continuemos leyendo los versículos 8 al 12:
"Y Moisés contó a su suegro todo lo que el Señor había hecho a Faraón y a los egipcios por amor a Israel, todas las dificultades que les habían sobrevenido en el camino y cómo los había librado el Señor. Y se alegró Jetro de todo el bien que el Señor había hecho a Israel, al librarlo de la mano de los egipcios. Entonces Jetro dijo: Bendito sea el Señor que os libró de la mano de los egipcios y de la mano de Faraón, y que libró al pueblo del poder de los egipcios. Ahora sé que el Señor es más grande que todos los dioses; ciertamente, esto se probó cuando trataron al pueblo con arrogancia. Y Jetro, suegro de Moisés, tomó un holocausto y sacrificios para Dios, y Aarón vino con todos los ancianos de Israel a comer con el suegro de Moisés delante de Dios."
Jetro probablemente habrá reaccionado con escepticismo cuando, en Madían, Moisés había anunciado que él iba e liberar a los israelitas de su esclavitud de Egipto. Quizás Jetro les dijo a sus vecinos. "Yo no se qué le ha sucedido a mi yerno. Es un hombre de grandes ideas. Cree que Dios le ha elegido para liberar a los israelitas y sacarlos de Egipto. Yo simplemente no creo que el Dios a quien él sirve pueda hacer eso". Bueno, la verdad es que Dios lo hizo y ello aparentemente hizo que Jetro llegase a un conocimiento personal de Dios, lo cual parece evidente por el hecho de que ofreció sacrificios a Dios junto con Moisés y los ancianos dirigentes de Israel.
El párrafo que sigue, nos relata que
Moisés aceptó el consejo de Jetro de nombrar jueces
Leamos los versículos 13 al 18:
"Y aconteció que al día siguiente Moisés se sentó a juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta el atardecer. Cuando el suegro de Moisés vio todo lo que él hacía por el pueblo, dijo: ¿Qué es esto que haces por el pueblo? ¿Por qué juzgas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta el atardecer? Y respondió Moisés a su suegro: Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios. Cuando tienen un pleito, vienen a mí, y yo juzgo entre uno y otro, dándoles a conocer los estatutos de Dios y sus leyes. Y el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que haces. Con seguridad desfallecerás tú, y también este pueblo que está contigo, porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no puedes hacerlo tú solo."
Jetro quería y respetaba mucho a Moisés y estaba entusiasmado con él. El haber traído a su familia para que se reuniese con Moisés, le permitió quedarse por algunos días allí. Así pudo comprobar lo ocupado que estaba ejerciendo como juez ante el pueblo y ofreció una sugerencia para aligerar la carga de responsabilidad que llevaba Moisés. De tales consejos y sus resultados nos hablan los versículos 19 al 27, que leeremos a continuación:
"Ahora, escúchame; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Sé tú el representante del pueblo delante de Dios, y somete los asuntos a Dios. Y enséñales los estatutos y las leyes, y hazles saber el camino en que deben andar y la obra que han de realizar. Además, escogerás de entre todo el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, hombres veraces que aborrezcan las ganancias deshonestas, y los pondrás sobre el pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez. Y que juzguen ellos al pueblo en todo tiempo; y que traigan a ti todo pleito grave, pero que ellos juzguen todo pleito sencillo. Así será más fácil para ti, y ellos llevarán la carga contigo. Si haces esto, y Dios te lo manda, tú podrás resistir y todo este pueblo por su parte irá en paz a su lugar. Moisés escuchó a su suegro, e hizo todo lo que él había dicho. Y escogió Moisés hombres capaces de entre todo Israel, y los puso por cabezas del pueblo, como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez. Ellos juzgaban al pueblo en todo tiempo; el pleito difícil lo traían a Moisés, mas todo pleito sencillo lo juzgaban ellos. Y Moisés despidió a su suegro, y éste se fue a su tierra."
Esta claro que Moisés estaba sumamente ocupado en solucionar los problemas y litigios que surgían, y en aplicar las instrucciones de Dios para la vida y buena convivencia de todos. Las recomendaciones de Jetro eran buenas y bien intencionadas, procurando que Moisés cuidase mejor su salud y pudiese concentrarse en Temas fundamentales. Su meta era quitar gran parte del peso que llevaba Moisés, al tener que ocuparse de tomar decisiones sobre la totalidad de los asuntos sometidos a su criterio, tanto los de mayor como los de menor importancia. Alguien podría preguntarse si aquella fue una buena sugerencia, porque no vino directamente de Dios, quien hablaba con Moisés cara a cara. No lo sabemos, pero el relato Bíblico y la experiencia demuestran que, en diversas ocasiones, Dios ha comunicado Su voluntad sobre el camino a seguir a través de personas, circunstancias, escritos, y de todos los medios a su alcance. En una ocasión incluso utilizó un asno para hablarle a un profeta que no quería obedecer a Dios; el episodio se encuentra registrado en el libro de Números 22. En cuanto a Jetro, resultan significativas las palabras que pronunció al presentar su consejo a Moisés, especialmente cuando dijo: "Si haces esto, y Dios te lo manda, tú podrás resistir y todo este pueblo por su parte irá en paz a su lugar". En consecuencia, Moisés procedió a implantar el sisTema propuesto y parece que funcionó adecuadamente; al menos el texto Bíblico no registra ninguna indicación de desaprobación por parte de Dios.
Llegamos así a
Exodo 19:1-5
Tema: Israel llegó al Monte Sinaí; Moisés comunicó al pueblo el mensaje de Dios; el pueblo se preparó para el tercer día, cuando el Señor descendería ante todos los israelitas sobre el Monte Sinaí; se le advirtió a la gente que no tocase el monte; y la presencia de Dios descendió sobre el monte Sinaí.
Observaciones
Los capítulos 19 hasta el 24, tratan el Tema de la ley. Los israelitas llegaron al Monte Sinaí y allí acordarían aceptar la ley, es decir los 10 mandamientos. Pero sigamos el desarrollo de los acontecimientos desde que
Los israelitas llegaron al monte Sinaí
Leamos los versículos 1 y 2:
"Al tercer mes de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, ese mismo día, llegaron al desierto de Sinaí. Partieron de Refidim, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon en el desierto; allí, delante del monte, acampó Israel."
Los israelitas habían llegado al Monte Sinaí, lugar donde recibirían la ley. Dios iba tratar a su pueblo con misericordia, dándoles la oportunidad de decidir si querían continuar viviendo bajo Su dirección, como lo habían hecho a lo largo del período y camino recorrido desde que salieron de Egipto hasta que llegaron al citado monte, o si mas bien preferían aceptar y recibir la ley. Llegamos así a un párrafo que describe como
Moisés entregó el mensaje de Dios y el pueblo respondió
Aunque en nuestro programa de hoy solo abarcaremos los versículos 3 al 5, que leeremos a continuación:
"Y Moisés subió hacia Dios, y el Señor lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo os he tomado sobre alas de águilas y os he traído a mí. Ahora pues, si en verdad escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra;"
Los israelitas habían viajado desde Egipto hasta el Monte Sinaí protegidos por la gracia y misericordia de Dios.
Dios les recordó lo que había hecho a los egipcios y la manera milagrosa en que les había transportado, como dice el texto, sobre alas de águilas. Quizás debiéramos decir algo sobre el águila y su significado en la Biblia. El águila es un ave de rapiña, lo cual es corroborado por el antiguo libro del patriarca Job 9:26, que dice: Se deslizan como barcos de juncos, como águila que se arroja sobre su presa. En el Evangelio según Mateo 24:28, vemos que el Señor Jesucristo dijo: Donde esté el cadáver, allí se juntarán las águilas. Sin embargo, el águila ha sido utilizada en las Sagradas Escrituras como un símbolo de Dios y de la deidad. En el libro del profeta Ezequiel la deidad se ha representado por el rostro de un águila. En el cuarto capítulo del Apocalipsis, último libro de la Biblia, la deidad está ilustrada por un águila que volando. El águila es admirada por sus alas, adecuada figura de la deidad, y por su capacidad de elevarse a las alturas. Después de estas imágenes, parece que comprendemos mejor el versículo 4, que decía:
"Vosotros habéis visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo os he tomado sobre alas de águilas y os he traído a mí."
Esta sí que fue una gran demostración de la gracia infinita y maravillosa de Dios. Por gracia, Dios liberó a los israelitas de Egipto llevándoles hasta el Monte Sinaí. Dios les había visto impotentes y desesperados en medio de la esclavitud de Egipto, y les liberó. Recordemos que les liberó por medio de aquella sangre derramada por los corderos. Durante aquella noche en la que el ángel de la muerte pasó de largo, Dios les condujo fuera de aquel país. Llegaron al Mar Rojo, donde Faraón podía haberles destruido. Pero Dios intervino y les hizo atravesar las aguas del mar con su poder. Es que, como elocuentemente nos explica el relato, les transportó como si hubieran viajado sobre las alas de las águilas.
Ya hemos destacado que en su viaje desde Egipto hasta el Monte Sinaí, los israelitas vivieron varias experiencias en las que Dios satisfizo sus necesidades. Les proveyó el pan o maná cuando tuvieron hambre y agua cuando tuvieron sed. Trasformó las aguas amargas de Mara en agua dulce. Les libró del enemigo llamado Amalec. A lo largo del camino recorrido Dios les llevó sobre aquellas alas, de la misma manera en que El nos conduce en la actualidad. El nos guía por Su gracia, bondad y misericordia y nosotros vivimos por la fe.
El pacto del Sinaí fue hecho con Israel como confirmación del pacto de Dios con Abraham, que ya consideramos al estudiar el libro del Génesis. No era legalista porque fue hecho con un pueblo escogido, redimido y ya adoptado. El lugar central lo ocupa la relación espiritual. Y este pacto no era un acuerdo ni un tratado entre dos partes del mismo rango. Era un pacto unilateral, establecido por Dios.
Ya que este pacto cimentaba una relación, las demandas de la santidad de Dios reflejadas en la ley, recaían sobre el pueblo al regular el compañerismo y la comunión entre Israel y Dios, condicionando el goce de sus bendiciones. El versículo 5, que ya hemos leído, no debe ser interpretado como si la permanencia del pacto dependiese de la aceptación u obediencia futura del pueblo. Lo que sí dependía de la obediencia, era el disfrute y gozo de las bendiciones. De esa manera, la santidad había de ser el resultado de la relación que implicaba el pacto.
Tal como veremos al considerar la totalidad del mensaje de las Sagradas Escrituras, aquella ley nos reveló el carácter de Dios, Su santidad, y la debilidad del ser humano. Como diría el apóstol Pablo siglos después en su carta a los Romanos 3, por medio de la ley surge el conocimiento del pecado. La ley fue dada para revelarnos que somos pecadores. Dios nunca pretendió dar la ley como un medio para obtener la salvación. Como dijo el Apóstol Pablo en su carta a los Gálatas 3:24:
De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por fe.
En el mundo romano, el "ayo" aquí mencionado, no era el maestro de escuela sino un esclavo que cuidaba al niño. No tenía una función educativa sino disciplinaria. Era un ayudante del maestro que custodiaba al niño, para que llegara a salvo a la escuela. De la misma manera, la ley es nuestro custodio, que nos toma de la mano y nos conduce a Cristo, el verdadero maestro, que nos muestra el camino hacia Dios. Nos conduce hacia la cruz y nos dice que, como pecadores, y que necesitamos a un Salvador. Y si de esa manera nos acercamos a la cruz, allí somos justificados gratuitamente por su gracia, por medio de la fe, en la salvación, en la redención que hay en Jesucristo.
Esa es la única manera para que un pecador como tú o yo pueda tener paz con Dios. Este es el momento más trascendental por el que puede pasar tu vida. Es el instante en que recibes el perdón, la vida eterna, para comenzar a experimentar aquí y ahora, en esta tierra, tanto en medio de dificultades, sufrimiento o privaciones, como en épocas de bonanza y prosperidad, la paz que solo Dios puede dar, Su fortaleza y su sabiduría para disfrutar de una vida de auténtica calidad. Es decir, un verdadero anticipo de la eternidad. Estimado oyente, te deseo esa experiencia porque, realmente, ¡vale la pena!
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