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Estudio bíblico de Judas 1:20-25

Judas 20 - 25

Llegamos hoy, amigo oyente, a nuestro último estudio del libro del apóstol Judas el cual contiene observaciones sobre lo que los creyentes deben o no deben hacer en los días de la apostasía, si se quieren mantener firmes en su fe en Cristo Jesús. Recordemos que este libro sólo tiene un capítulo, y en nuestro programa anterior comentamos que en los versículos 20 al 23 el apóstol Judas recomendó siete acciones que se deben emprender para mantenerse estables y firmes en la Fe.

La primera recomendación la encontramos en el versículo 20, que comenzaba diciendo muy cariñosamente: "Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe". Aquí no se refería el apóstol a la fe o a la creencia personal, sino a la FE como la define la Palabra de Dios. En el primer capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se relataron los comienzos de la existencia de la primera iglesia cristiana leemos que ellos -los nuevos creyentes en Jesucristo- continuaban en la doctrina de los apóstoles. Ésa es la FE. La FE es la VERDAD que a través de la Palabra de Dios ha llegado hasta nosotros, a través de los siglos y las edades. Así fue que, el apóstol Judas recomendó que, para mantenerse firmes, los creyentes en Cristo se debían edificar, construir y fortalecer, basados sobre la FE como nos enseña la Palabra de Dios.

La segunda recomendación fue: "orando en el Espíritu Santo". Ésta era una frase poco usual, y en realidad, la encontramos solamente otra vez en las Escrituras, en la epístola a los Efesios, cuando el apóstol Pablo mencionó la armadura de Dios con la que todos los hijos de Dios deben vestirse para estar firmes y protegidos. En el capítulo 6, versículo 18, leemos: "Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu". Pablo recomendó el tomar, o empuñar la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es la espada poderosa y eficaz, aunque es necesaria cierta práctica para hacer un buen uso de la misma.

Es necesario y útil el ejercitarnos en el uso de la Biblia, la Palabra de Dios. Tenemos que aprender cómo usarla; tenemos que conocer los libros que contiene, y saber encontrar pasajes bíblicos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. También es muy útil el subrayar los textos bíblicos importantes, aquellos que nos han impactado y fortalecido en ciertos momentos de necesidad espiritual. Es vital conocer nuestra Biblia y saber manejarla, porque ella es la espada con la que podemos combatir las dudas, las tentaciones y Dios siempre nos hablará por medio de ella, porque es Su Palabra. Es necesario saber lo que Dios nos dice a nosotros, antes de decirle, o pedirle algo a Él, porque en nuestra debilidad, podemos decir muchas cosas insensatas. Así es que, volviendo a nuestro versículo 20, debemos tomar la espada del Espíritu, pero también necesitamos edificar, fortalecer y consolidar nuestra Fe.

La segunda recomendación del apóstol Judas fue que tenían que estar orando en todo tiempo y con súplica en el Espíritu. El apóstol Pablo también recomendó a los creyentes en Éfeso el orar en el Espíritu. Orar en el Espíritu es muy diferente a lo que acostumbramos a hacer cuando le presentamos a Dios una larga lista de pedidos de todo lo que queremos y esperamos que Él haga por y para nosotros. Hay muchos asuntos de los cuales hablamos con Dios, de las cosas que queremos; y siempre le estamos pidiendo algo; así suelen ser nuestras oraciones. Ahora, no queremos que nos entienda mal, amigo oyente. El pedir y suplicar forma parte de la oración, pero, ¿cuánto espacio y tiempo ocupa la alabanza, el agradecimiento, y la adoración? Una oración también debe ser adoración y alabanza al Dios Todopoderoso. Es sorprendente ver la cantidad de cosas que le podemos pedir a Dios; la lista es interminable y también es sorprendente comprobar las pocas cosas que podemos recordar para darle gracias a Él. ¡Cuán pequeña, breve y hasta mezquina resulta nuestra memoria, así como nuestra alabanza a Dios! Deberíamos darle gracias a Dios por todo, por el día de hoy; el día puede ser muy hermoso, o muy lluvioso, pero debemos darle gracias a Dios por regalarnos la vida, y por permitirnos vivirla. La gratitud es un buen ejercicio, no solamente con los demás que nos rodean, sino especialmente con Dios, que es soberano y dueño de todo. Es un buen ejercicio personal escribir y anotar los favores, bendiciones y regalos que Dios nos hace a diario, algunos pequeños y otros mayores, pero reflexionar y recordar Sus bendiciones nos mueve a expresar una gratitud más profunda y sincera.

La oración es algo más que palabras entusiastas y de regocijo. Creemos que la oración se puede considerar como un verdadero ministerio. El apóstol Pablo pidió ayuda a los hermanos romanos en el capítulo 15, versículo 30, de la epístola a los Romanos cuando escribió: "Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios". La palabra utilizada para expresar "ayuda" aquí es "agonizar", y de allí proviene la palabra "agonizar". Y así es como debemos orar. En el capítulo 8, versículo 26, de su epístola a los Romanos, el apóstol Pablo también escribió: "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles".

Amigo oyente, usted y yo muchas veces no sabemos por cuáles cosas debemos orar. Estamos desorientados como niños pequeños. Si usted ha tenido la oportunidad de salir de compras con un niño, se habrá dado cuenta que el niño pide muchas cosas que no le convienen. El niño entra en una tienda y pide todo lo que ve, y esa actitud se asemeja a nuestras oraciones a Dios. Cuando oramos le pedimos a Dios que nos dé esto, aquello, y lo otro; pero resulta, que Él no lo hace. ¿Por qué? La explicación es sencilla: Dios no nos concede lo que pedimos porque no estamos orando controlados por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo intercede por nosotros, y debemos aprender esto. Hace algunos años un maestro de la Biblia nos envió una definición de la oración que nos parece muy acertada: "La oración es el Espíritu Santo hablando a través del creyente, en el nombre de Cristo, al Padre". Ésta es una definición muy buena de la oración. Debemos aprender a orar.

Usted recordará que los discípulos del Señor Jesucristo le habían escuchado orar en muchísimas ocasiones, y entonces se acercaron a Él y le dijeron: "Señor, enséñanos a orar". (Lucas 11:1). Muchos de nosotros necesitamos esa lección. A lo largo de cada vida se aprenden muchas cosas, pero tristemente existe muy poca instrucción sobre cómo aprender a orar a Dios. Esa sí que es una lección que nosotros deberíamos aprender y ejercitar en un mundo tan confuso y desorientado como el nuestro. Regresamos a nuestro estudio de Judas, y continuamos con el versículo 21:

"Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna."

La tercera recomendación fue "conservaos en el amor de Dios". Dios ama a los creyentes, a Sus hijos, y a través de toda esta epístola, hemos podido observar que Judas usó ese calificativo, "amados". Judas les amaba, y era correspondido con el amor que ellos le profesaban. Pero, aquí, en su carta él les transcribió un mensaje de Dios, y les reafirmó que eran amados de Dios. Dios ama a cada criatura, a cada persona de forma individual, sea o no un hijo y miembro de la familia de Dios. Amigo oyente, usted no puede evitar que Dios le ame. Es cierto que usted puede alejarse y renegar de ese amor. Hemos utilizado una ilustración anteriormente, que volvemos a repetir aquí, con el ejemplo del sol que está brillando. El sol está en el firmamento y brilla, y usted no puede evitar su luz y su resplandor. Pero si usted se encuentra dentro de una casa, o debajo de un paraguas, entonces los rayos del sol no caerán directamente sobre usted. Bueno, de la misma manera, usted puede poner un techo sobre su vida, aislarse y ocultar los detalles de su vida diaria; eso sería como colocar un techo aislante, de alejamiento o aislamiento de la voluntad y del amor de Dios. Usted puede colocar un techo de indiferencia y rechazo, pero entonces, usted no va a poder experimentar el calor del amor de Dios en su vida. Aun así, y a pesar de todo, usted no podrá evitar que Dios le ame. Nosotros deberíamos permitir que Su amor, el amor de Dios, inunde y llene nuestro corazón y nuestra vida. ¡Qué diferente sería este mundo si más personas permitieran que Dios les llenara de Su amor, su paz y su perdón!

Judas continuó presentando la cuarta recomendación, también en el versículo 21, cuando escribió:

"... esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna."

Amigo oyente, Dios tiene interés y cuidado por nosotros; eso es la misericordia de Dios. Dios es misericordioso. Él es rico en misericordia. Él es capaz de salvarle a usted, porque Él tiene gran anhelo de mostrarle su amor, su protección, y su cuidado. Dios salva por pura gracia, y es así como nos muestra Su misericordia. Su misericordia nos acompaña en cada instante de nuestra vida. Es por misericordia que Dios nos soporta, y continúa amando, a pesar de nuestros vaivenes, alejamientos y rebeldías. El Señor nos provee día a día con Su misericordia y con Su gracia, amigo oyente.

Leamos el versículo 22 de esta epístola o carta del apóstol Judas:

"A algunos que dudan, convencedlos."

Ésta fue la quinta recomendación. Sobre la correcta traducción de este versículo hay algunas opiniones diferentes entre los estudiosos del griego. El Dr. McGee, autor de estos estudios bíblicos que les ofrecemos en "La Fuente de la Vida", ha optado por la que estamos leyendo ahora. Hay muchas personas honestas, sinceras, que tienen dudas, y debemos demostrar paciencia con ellas. El Dr. J. Vernon McGee contaba que para él, siendo un predicador y un maestro de la Biblia, le era muy difícil ser paciente con la gente. En un estudio bíblico que tenía todos los jueves, una señora en particular siempre hacía muchas preguntas. Él pensaba que ella trataba de atraparle, o que quería hacerle tropezar o confundirle con sus preguntas. Una señora, miembro de la iglesia, siempre la acompañaba. Un jueves, cuando esta señora hizo una pregunta, el Dr. McGee le contestó de una manera un poco cortante, y ella dio media vuelta y se fue. La otra señora que la acompañaba se le acercó al Dr. McGee y le pidió que fuera paciente con ella. Le explicó que su amiga era una mujer muy inteligente, pero que había estado mezclada en muchos cultos y sectas; que estaba muy confundida, y estaba tratando de encontrar una salida. El Dr. McGee, dándose cuenta de la situación difícil que estaba pasando la oyente, prometió demostrar más paciencia. Así fue que, cuando esta señora se presentó nuevamente con sus preguntas, él respondía según la Biblia, y no habían pasado tres meses, cuando ella decidió aceptar al Señor Jesucristo como su Salvador personal.

Amigo oyente, estamos viviendo en una época en la que se pone en duda la Palabra de Dios. Hay muchos que creen, pero tienen problemas y dudas, y es bueno demostrar paciencia con ellos. Después, en el versículo 23, leemos:

"A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne."

Esta fue la sexta recomendación: "A otros salvad, arrebatándolos del fuego". Judas se refirió a aquellas personas que consideramos como pecadores perdidos, sin esperanza, más allá de la salvación eterna. Pero es sorprendente ver que Dios quiere y puede llegar a las almas por muchos medios y a través de variados caminos; incluso las ondas de un programa de radio pueden llegar a un alma necesitada de Cristo, de su perdón, Su esperanza y su amor. Dios sabe dónde se encuentran y cómo están, y los atrae hacía sí con paciencia infinita y todo Su amor. El apóstol Judas escribió: "A otros salvad, arrebatándolos del fuego". ¡Qué declaración tremenda! En el libro del profeta Zacarías, capítulo 3, versículo 2, leemos: "Y dijo el Señor a Satanás: el Señor te reprenda, oh Satanás; el Señor que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es este un tizón arrebatado del incendio?" Dios quería salvar a Jerusalén, y para describir Su interés por salvarla la describió como "sacar un tizón del incendio". La gran misericordia de Dios puede y quiere salvar a todos los pecadores de Su justo Juicio y de la condenación eterna que aguarda a los que negaron y rechazaron a Dios.

Ahora, la séptima y última cosa que mencionó Judas en el versículo 23 fue la siguiente: "Aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne".

Nuevamente tenemos ante nosotros la palabra carne de la que hablamos en el programa anterior. Se refiere a la parte psicológica del hombre, a los sentidos. Algunos eruditos trataron de presentar una palabra que expresara esta parte psicológica del hombre, y pensaban que la palabra "alma" no era adecuada. Hay aquellos que llaman a ésta la parte egoísta del hombre. Pero, ésa no es una buena definición tampoco, porque hay personas muy generosas, pero que en realidad no creen en Dios. Lo que Judas recomendaba era que los hijos de Dios debían aborrecer aun la ropa, es decir, cualquier cosa que la carne, los sentidos y las pasiones humanas producen, que son, también, producto de esta vieja naturaleza, que Dios no puede utilizar. Cualquier cosa que nosotros pudiéramos hacer "en la carne", por nuestros propios esfuerzos, y nuestra propia voluntad, Dios no lo quiere. Él lo detesta.

Ahora, esta epístola concluyó con una hermosa bendición. Confiamos, estimado amigo oyente, que el contenido de este breve libro de un solo capítulo haya sido de verdadera bendición para usted. Así que como conclusión, Judas consideró conveniente expresar esta maravillosa bendición. Leamos los versículos 24 y 25:

"Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén."

Estas frases constituyen una maravillosa bendición. Si usted tiene interés y deseos de conocer al Señor Jesucristo y saber el lugar que debería ocupar en su vida, especialmente en estos días tan complejos de rechazo a la Palabra de Dios, entonces aquí el apóstol se lo presentó muy claramente: "Nuestro Señor Jesucristo, nuestro Salvador. El único Dios, Él es Dios, y es Señor". Él debería ser el Señor de nuestra vida. Y a Él debemos dar la gloria. Debemos glorificarle no sólo con palabras, sino con nuestro diario vivir; debemos admitir Su grandeza y majestad, y podemos decirle cuán grande y maravilloso es Él, cuán poderoso y misericordioso; podemos y debemos adorarle como el Rey de Reyes, y Señor de Señores. Y podemos y debemos hablar de Su potencia, porque a Él se le ha dado todo el poder y la autoridad. Este universo no se ha escapado de Sus manos, de Su control. A Él le pertenece toda la autoridad, amigo oyente, y le guste o no, llegará el día cuando usted deberá arrodillarse ante Él. Toda autoridad le pertenece a Él. Y en estos días de apostasía, los hijos de Dios necesitan dar gloria al nombre del Señor Jesucristo, y mantenerle en alto ante este mundo enloquecido en el cual vivimos. Bien, amigo oyente, así es como llegamos al final de nuestro estudio de este maravilloso libro de Judas.

Y como ya mencionamos en otras ocasiones, confiamos que esta etapa de nuestro estudio haya sido de especial bendición para usted. Dios mediante, en nuestro próximo programa, volveremos al Antiguo Testamento para comenzar nuestro estudio en el libro del profeta Hageo. Le invitamos pues, a sintonizarnos a esta misma hora y en este mismo punto del dial. Será entonces, hasta nuestro próximo programa, y como siempre recalcamos, que nuestras oraciones le acompañan para presentarle ante el Trono de la Gracia y la Misericordia de nuestro poderoso y gran Dios.

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