Estudio bíblico de Zacarías 12:6-14
Zacarías 12:6 - 14
Continuamos hoy, estimado amigo oyente, nuestro viaje por este libro del profeta Zacarías. Como ya hemos mencionado en nuestros programas anteriores, al comenzar el estudio de este libro profético, Zacarías nos presentó un gran cuadro panorámico en el que Dios revelaba, por medio de visiones y palabras proféticas, parte de su plan de los acontecimientos futuros.
Hemos comentado la exposición del programa profético de Dios, que fue revelado al profeta y que están relacionados con el futuro. En el programa anterior vimos como el profeta hablaba acerca del Mesías, pero al que el mundo iba a rechazar, porque no iba a venir de la forma regia y espléndida como se le esperaba. El Señor Jesucristo, el "Emanuel - Dios con nosotros" vino a este mundo de manera nada espectacular, todo había sido ya profetizado, pero el pueblo le rechazó. Le vendieron por 30 piezas de plata, una cantidad que se pagaba por un esclavo que tuviera un defecto físico. Y todos estos detalles estaban ya anunciados con varios siglos de antelación. El Hijo de Dios fue rechazado entonces de la misma manera en que es rechazado, ignorado, y ridiculizado, hoy en todo el mundo. Pero, aun así, hay muchos que están acudiendo a Él en el presente, y le están encontrando como su Salvador personal.
Cuando el Señor Jesucristo ascendió a los Cielos, Él dijo que había venido en nombre de Su Padre Celestial, pero la gente, el pueblo lo rechazó. Él también habló acerca de "uno" que vendría en su propio nombre, y que a "ése" sí le recibirían.
Bueno, ese "alguien", o ese "uno" que Él mencionó, no ha venido todavía, pero vendrá algún día. En el texto que estudiamos, escrito por el mandato de Dios, se le llamó "el pastor inútil" o "pastor necio", y se le identifica claramente en ese cuadro profético como el Anticristo.
Habíamos ya mencionado que, a diferencia con el Mesías rechazado, este personaje será aceptado, honrado y seguido por todas las naciones, pero él no va a traer el reinado de paz, el llamado milenio. Él traerá, y comenzará el período llamado "de la Gran Tribulación."
Al llegar en nuestro estudio a esta segunda profecía, a este segundo juicio que comienza en el capítulo 12, comprobamos que está relacionada con la segunda venida de Cristo. Veremos que, como resultado de la actividad del Anticristo, Jerusalén es sitiada, y el enemigo se aproxima por todas partes. En nuestro programa anterior hablamos de que Dios había prometido intervenir en su favor.
Vamos a continuar aquí con nuestro estudio de esta sección en particular, donde veremos que Dios ayudará a Su pueblo en esa ocasión. Podremos preguntarnos: "¿Por qué interviene Él a favor de aquellos que le habían rechazando?" Lo veremos dentro de algunos instantes; leamos lo que dice el versículo 6 de este capítulo 12 de Zacarías:
"En aquel día pondré a los capitanes de Judá como brasero de fuego entre leña, y como antorcha ardiendo entre gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra a todos los pueblos alrededor; y Jerusalén será otra vez habitada en su lugar, en Jerusalén."
Recordemos, estimado amigo oyente, que estamos hablando de la ciudad de Jerusalén. No se está aquí hablando de alguna otra capital del mundo, de Roma, o de Washington, Berlín, o de cualquier otra gran ciudad. Se está hablando aquí de un lugar geográfico muy concreto, localizado en Judá, Jerusalén. Nuevamente en el versículo 7 de este capítulo 12 de Zacarías, se les menciona juntos, dice:
"Y librará el Señor las tiendas de Judá primero, para que la gloria de la casa de David y del habitante de Jerusalén no se engrandezca sobre Judá."
En este texto, que comienza con una promesa positiva de liberación, vemos que el Señor cuida la dignidad de las personas, y que le desagrada la discriminación y el rechazo de personas que provienen de otras regiones, con otras costumbres y formas de vida. El Señor ya organizó Su plan de liberación para prevenir esa tentación natural y tendencia humana, de mirar despectivamente a las personas que son distintas a nosotros.
Dios sabía que si Él se manifestaba primero a Jerusalén y a la casa de David, entonces ellos mirarían con desprecio y soberbia al resto de los judíos, que eran de su mismo pueblo, pero de otras regiones. Podrían interpretarlo como que eran mejores, o favoritos. También el Señor Jesucristo tuvo en cuenta ese sentimiento de superioridad; podemos recordar que mencionó que "los primeros serán los postreros (los últimos) y éstos serán los primeros". Es muy probable que, cuando lleguemos al Cielo, estimado amigo oyente, nos llevaremos muchas sorpresas. Una de las sorpresas más grandes será encontrar allí a personas que no pensábamos que podían o debían estar allí. Y faltarán otros, que según nuestro criterio, sí deberían acompañarnos allí. Esa seguramente será nuestra primera sorpresa. Después, seguramente, comprobaremos quienes fueron las personas que Dios ha reconocido como Sus siervos, los que trabajaron fielmente en aquello que Él quería que hicieran; y seguramente también seremos sorprendidos.
La expresa mención de que "Y librará el Señor las tiendas de Judá primero" dará algo que pensar a Jerusalén, y a la casa de David. Luego, en el versículo 8 de este capítulo 12 de Zacarías, leemos:
"En aquel día el Señor defenderá al morador de Jerusalén; el que entre ellos fuere débil, en aquel tiempo será como David; y la casa de David como Dios, como el ángel del Señor delante de ellos."
Seguramente recordará, estimado amigo oyente, al rey David quien fue un gran soldado. Él tomó esta nación esparcida y dividida, y los unió con gran esfuerzo. David fue un gran administrador, un gran soldado, un gran general. Fue un personaje muy hábil y poseía una gran capacidad estratégica. Con este guerrero en mente, Zacarías profetizó que "en aquel día", todo hombre, aun el más débil, sería fuerte como lo fue David.
Puede asombrarnos la frase de que "la casa de David será como Dios", pero la comprenderemos si tenemos conocimiento de un importante dato: del linaje de David, nació siglos más tarde UNO que es Dios, Cristo, el Mesías, el Emanuel "Dios con nosotros", el Señor Jesucristo. Él nació de la joven virgen María, de la casa y linaje, descendiente del árbol genealógico de David, en la aldea de Belén, porque ella debía empadronarse en ese lugar. José, su marido, también era descendiente de la casa de David, aunque él no tuvo nada que ver con el nacimiento de Jesucristo. Así es como comienza el Nuevo Testamento. Continuemos leyendo el versículo 9 de este capítulo 12 de Zacarías:
"Y en aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén."
Habrá una gran concentración de naciones; veremos esta profecía con más detenimiento cuando estudiemos, algo más adelante, el libro de Apocalipsis. Todas estas profecías que están relacionadas con el futuro convergirán en el último libro de la Biblia llamado "el Apocalipsis". Así es que, por las profecías sabemos que en aquel día vendrá contra Israel el enemigo, para aniquilar a toda la nación. Ahora, ¿por qué los va a proteger Dios y les liberará? Aquí se nos da la explicación. La encontramos en el versículo 10 de este capítulo 12 de Zacarías, donde leemos:
"Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito."
Ésta es otra razón por la cual no creemos que el presente regreso de muchos judíos a la tierra de Israel, sea el cumplimiento de las profecías. Tanto esta Escritura como las profecías de Joel mencionan que Dios derramará sobre ellos el Espíritu de Gracia, es decir, el Espíritu Santo. Dios derramará el Espíritu Santo sobre esta gente durante ese período, y ellos serán Sus testigos. Dios prometió protegerlos durante el período de la Gran Tribulación, para que el ángel selle a las 144.000 personas que estarán viviendo en Israel. (Apocalipsis 7:4)
Desde que los habitantes de Israel se constituyeron como nación en 1.948, no creemos que tuvo lugar el anunciado derramamiento del Espíritu de Dios sobre el pueblo. Cuando esto ocurra, ellos reconocerán a Cristo como su Salvador. Y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito - escribió Zacarías en el versículo 10. Pues, bien, ése será el cumplimiento del gran "día de la expiación", cuando levantarán sus ojos a Cristo y le reconocerán como su Mesías. El capítulo 13 de este libro de Zacarías desarrollará este tema. Como un adelanto mencionamos el versículo 1 del capítulo 13:
"En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia."
Y más adelante en el versículo 6 del mismo capítulo 13, leemos:
"Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos."
En aquel día, ellos mirarán a Aquel que traspasaron. Y Le preguntarán: "¿Qué heridas son éstas en Tus manos? Nosotros no esperábamos que nuestro Mesías, nuestro Rey, viniera con heridas como las que Tú tienes en Tus manos, en Tus pies, y en Tu costado". Y Él les contestará: "Con ellas fui herido en casa de mis amigos". Él les dirá: "Yo vine antes, pero no me aceptaron, no me recibieron. Ahora he regresado, y ahora comienzan a lamentarse". Él los llamará "amigos", de la misma manera en que llamó "amigo" a Judas, después que éste le hubo traicionado: "Amigo, ¿a qué vienes?"
Hemos hablado de la razón por la cual Dios defenderá a Jerusalén. Zacarías profetizó que Dios derramará el Espíritu de Gracia, el Espíritu de Dios, sobre ellos; y, estimado amigo oyente, ésa es la única manera por la cual podemos tener el Espíritu de Dios en nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es acercarnos al Señor Jesucristo como pecadores arrepentidos, pedirle perdón, aceptarle y recibirle a Él como nuestro Salvador personal. No sólo Dios borrará todos nuestros pecados y faltas con la sangre de Jesucristo, sino que a partir de ese momento morará el Espíritu Santo de Dios en nosotros. Cuando el apóstol Pablo escribía a los creyentes de Corinto, él los llamó niños, inmaduros, carnales. Aun así, él les preguntó: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?" (1 Corintios 6:19) Él, el Espíritu de Dios, no morará en mí, o no me llenará, porque yo sea una persona especialmente santa, o mejor que las demás. Es sólo y únicamente por Su gracia que Dios nos da de Su Espíritu.
Volviendo al texto bíblico, Zacarías anunció que cuando ellos, el pueblo judío llegarán a conocer al Mesías, les será quitado el velo de sus ojos, tal como dijo el apóstol Pablo. Y cada persona que abra su corazón a Cristo, le ocurrirá lo que el apóstol Pablo describió de una manera muy clara: ese velo de ceguera y de incredulidad será quitado, y ellos podrán ver a Cristo como su Salvador.
Amigo oyente, esta verdad es vigente, y se puede aplicar a cualquier pecador en este siglo 21. Si usted hoy no tiene la certeza de que pasará la Eternidad con Dios no será porque nunca ha escuchado el evangelio de las "buenas nuevas". Usted estará perdido, amigo oyente, única y exclusivamente porque usted ha tomado la decisión de rechazar a Jesucristo. Usted y yo sabemos que somos responsables por cómo respondemos a esa maravillosa gracia del perdón de Dios. Dios nos salvó, Él nos salvó por la preciosa sangre de Cristo.
Ahora, observemos que en este versículo 11 del capítulo 12 de Zacarías, se vuelve a repetir esta expresión, "en aquel día". A través de todo lo que nos resta por descubrir al estudiar el libro de Zacarías, en realidad hasta el último versículo, Dios continuará hablando acerca de "aquel día".
Ya conocemos el significado de esa expresión de: aquel día. Es ese período de tiempo, como vimos en anteriores programas, que se presenta como, el día del Señor. ¿Qué es lo que quiere decir? El día del Señor comenzará cuando la iglesia deje esta tierra por medio del "rapto", es decir, es llevada al Cielo, arrebatada, quitada, en un momento determinado, ante el estupor y la incredulidad de todos aquellos que rodean y viven alrededor de un creyente; entonces comenzará el período de la Gran Tribulación. Este tiempo difícil continuará hasta la llegada del reino milenario, y durante todo este tiempo se dominará toda rebelión y comenzará el reino eterno. Continuamos con el versículo 11, leemos:
"En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén"
Y ése será el verdadero "día de la expiación" que hoy en día todavía se observa como parte de la tradición hebrea. Ése es el único día en que ellos, el Pueblo de Dios, el pueblo hebreo, debía, o podía llorar. "En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén".
Estimado amigo oyente, permítanos detenernos un momento para reflexionar sobre este tema. ¿Qué es lo que usted piensa en realidad sobre sus pecados? ¿Se ha lamentado alguna vez por ellos? ¿Ha sentido usted tristeza, o pena, se le rompe el corazón, cuando ha cometido algún pecado?
Amigo oyente, usted y yo, somos pecadores ante los ojos de Dios, y todas las cosas buenas que podamos pensar o hacer, son insuficientes para Él. Amigo oyente, si usted y yo pudiéramos contemplarnos de la misma manera en que Dios nos ve, no podríamos tolerarnos a nosotros mismos. Nos libraríamos enseguida de ese orgullo y esa auto-confianza que tenemos. Eso es lo que se necesita hoy; arrepentimiento de parte de los no creyentes, y arrepentimiento y confesión de los ya creyentes. Y en este versículo 11 del capítulo 12 de Zacarías, leemos:
"En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadadrimón en el valle de Meguido."
El profeta se refiere al valle de Meguido, y a la época del rey Josías. Josías era muy amado entre la gente, y cuando él murió, hubo mucho llanto por él. El profeta Jeremías lloró por él, como no lloró por ninguna otra persona. Y en el versículo 12, leemos:
"Y la tierra lamentará, cada linaje aparte; los descendientes de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de la casa de Natán por sí, y sus mujeres por sí"
Este lamento será necesariamente privado. Y continuamos con los dos últimos versículos, los versículos 13 y 14, dicen:
"Los descendientes de la casa de Leví por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de Simei por sí, y sus mujeres por sí; todos los otros linajes, cada uno por sí, y sus mujeres por sí."
Aquí se describe un lamento y un llanto profundo y desgarrador. ¿Cuál es la causa, el origen, de tanto desgarro? La profunda tristeza y el arrepentimiento que se manifestará a través de lamentos y las expresiones de pena, serán por haber rechazado al Mesías, a Cristo, cuando Él vino por primera vez. Pensemos lo que significará, cuando Él regrese por segunda vez, para aquellos que han escuchado el evangelio y le han rechazado. Amigo oyente, ese día se está acercando sobre esta tierra. Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. (Hebreos 3:7-8). Abra, amigo oyente, su corazón ahora mismo y reciba a Cristo como su Salvador personal. Su vida nunca más será la misma.
Terminamos hoy aquí, y confiamos que nos volverá a sintonizar en nuestro próximo programa. Continuamos orando para ¡que Dios le bendiga ricamente!
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