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Estudio bíblico de Malaquías 3:4-7

Malaquías 3:4 - 7

Retomamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro bíblico de Malaquías, analizando sus profecías y cómo éstas impactaron su sociedad, así como también la aplicación práctica que podemos extraer para nuestra vida.

Retomamos pues nuestra lectura en el capítulo 3, cuyo comienzo, según comentamos en nuestro programa anterior, se inicia con el mensaje de Malaquías en el que se mencionan a dos mensajeros que harían su aparición en algún momento del futuro.

El primer mensajero debía preparar el camino para el segundo. El primer mensajero, como ya mencionamos, fue Juan, el Bautista. El segundo, denominado "mensajero del Pacto", sería el mismo Señor Jesucristo. También apuntamos, si usted lo recuerda, que los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, es decir, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, coinciden absolutamente al personificar en Juan el Bautista el cumplimiento de la profecía relativa al "primer mensajero". Sin embargo, ninguno de ellos cita al así llamado "mensajero del Pacto" como algo que había tenido cumplimiento en la primera venida de Cristo. ¿Por qué? Porque Jesús vino a la Tierra como Redentor y Salvador, pero este segundo mensajero que hace su aparición en este versículo no viene a traer "gracia", sino "juicio". Malaquías anunció que este segundo mensajero vendría como juez, para establecer Su reino y a pacificar la tierra. "Y vendrá súbitamente a su templo", dice el versículo 1. No pronto, sino súbitamente, Él vendrá, es decir, sin aviso previo. "El ángel del pacto, a quien deseáis vosotros, he aquí viene, ha dicho el Señor de los ejércitos". (Versículo 1 del capítulo 3 de Malaquías).

Por todo ello, los versículos que mencionamos al concluir nuestro anterior programa revelaban que tenían que ver con la segunda venida de Cristo. Porque, por ejemplo, a Él aquí se le llama "Señor". Y a Él pertenece el templo. Y aquí se nos decía: "Ha dicho el Señor de los ejércitos". De modo que, definitivamente todo ello alude al Señor Jesucristo en Su Segunda venida. Y en el versículo 3 se dice de Él: "Y se sentará para afinar y limpiar la plata". O en otras palabras, todos aquellos que vayan a entrar en el Reino deberán ser limpiados. Porque Él es quien purifica. Él es quien refina. Él quita toda la escoria del mineral de hierro, porque cuando éste es calentado al rojo vivo, al derretirse, se puede separar la escoria del metal refinado. Él es pues, en este sentido, el refinador, el purificador de la plata.

Hasta aquí hemos retomado algunas ideas que ya mencionamos en nuestro anterior programa. Leamos pues a partir del versículo 4, que dice así:

"Y será grata al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, y como en los años antiguos."

Con estas palabras, Malaquías anuncia que sólo después de que el sacerdocio fuese purificado y su pueblo limpiado, el pueblo volvería a poder ofrecer lo que agrada al Señor, como en los mejores días de su pasada historia.

¿Y por qué agradarán al Señor dichas ofrendas? Porque las personas que las ofrezcan habrán sido limpiadas y purificadas. Y este versículo implica que Dios no tiene ningún interés en que usted le ofrezca rituales u ofrendas de cualquier tipo si su corazón no está sintonizado con el suyo. ¿Qué puede interrumpir esta conexión entre usted y Dios? El pecado, que, aunque es una palabra no demasiado popular, hoy en día significa "errar el blanco", es decir, "no dar en el blanco". Para que se entienda mejor, a lo que aludimos es, "errar el centro de una diana". Según la Biblia, esto ocurre cuando le damos la espalda a Dios para hacer nuestra propia voluntad, en lugar de la Suya. Cuando le desobedecemos, estamos fallando en nuestro compromiso con Él, y como consecuencia, nuestra relación se deteriora y se interrumpe nuestra conexión espiritual con Él. Dios, que es Santo, no puede tolerar en Su presencia el pecado, la impureza moral, la desobediencia. Dios no acepta esa clase de actitudes o acciones.

Continuemos con nuestra lectura en la primera parte del versículo 5, que dice así:

"Y vendré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y adúlteros"

Nuevamente, el profeta Malaquías enfrenta la situación creada por la práctica que se había generalizado por todo el pueblo de Israel, con los divorcios, el adulterio y el matrimonio con mujeres paganas. Éstas fueron las cuales introdujeron en Israel el culto a sus otros falsos dioses, ante la pasividad de sus nuevos maridos hebreos y la desidia y dejadez de los sacerdotes.

Y dice la última parte del versículo 5:

"Contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y los que hacen injusticia al extranjero, no teniendo temor de mí, dice el Señor de los ejércitos."

Escuchando estas palabras, podemos pensar: ¿qué testimonio estaban ofreciendo los propios israelitas a las naciones extranjeras acerca de su fidelidad a Dios? ¿Cómo podrían otros pueblos respetar la fe en el Señor si los propios hebreos no lo hacían, contraviniendo públicamente las normas dictadas por Éste?

Toda la conducta pecaminosa que acabamos de leer en este versículo evidencia que está dirigido contra personas que no tienen ningún temor de Dios. Las prácticas ocultistas estaban prohibidas desde hacía mil años, en los tiempos del Éxodo judío de Egipto, en torno al año 1.445 A.C, cuando los israelitas salieron libres, tras 430 años de esclavitud. Sin embargo, estas prácticas siguieron realizándose hasta los tiempos del Nuevo Testamento. El adulterio, así mismo, era una transgresión de la Ley de Dios, al igual que el perjurio (mentir en un juicio), la extorsión y la opresión.

Finalicemos ahora la lectura de este versículo 5, que dice así:

"No teniendo temor de mí, dice el Señor de los ejércitos."

Y continuando con la lectura del versículo 6:

"Porque yo el Señor no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos."

Bien, llegamos ahora, amigo oyente, a la denominada sexta denuncia que el profeta Malaquías hace hacia su pueblo. De alguna manera, es como si Dios estuviera siguiendo un esquema de preguntas y respuestas, es decir, Dios hace una declaración y, a continuación, ellos, el pueblo, le retan a Él, para que les dé pruebas. Los israelitas deseaban conocer la respuesta a sus preguntas.

De esta manera, en esta especie de diálogo divino, Dios, presenta ocho cargos contra la nación y el pueblo le replica realizando 8 preguntas, en las cuáles podemos detectar cierto tono de desvergüenza y osadía. Dios responderá de forma bastante diplomática, pero muy firme, intentando persuadirles de continuar recorriendo por un camino que les podría acabar llevando a la destrucción total.

Mirando hacia atrás es fácil preguntarse cómo fue posible que el propio pueblo de Dios hubiera pensado que Él se había vuelto injusto, o que había actuado en contra de Israel. A pesar de todas sus rebeliones contra su Dios, la historia de este pueblo se debía a la inmutabilidad de la voluntad de Dios y a Su fidelidad hacia el "pacto" que acordó con los patriarcas de Israel: Abraham, Isaac y Jacob. La verdad, estimado oyente, es que Dios no ha cambiado, ni ellos tampoco. Él seguía siendo tan fiel y justo como siempre; y ellos tan infieles e injustos como de costumbre.

Si recordamos la historia de aquellas gentes, tras haber sufrido un periodo de esclavitud y cautividad de 70 años, un pequeño grupo o remanente había regresado a su hogar, a Palestina. Una vez en casa, comenzaron a restaurar, con no demasiado entusiasmo, la ciudad de Jerusalén, así como a reedificar su antiguo Templo, que había quedado semidestruido. La nación israelita había ya sufrido en sus propias carnes los rigores del sufrimiento de la esclavitud, como la de sus antepasados, en Egipto y cuando regresaron a sus hogares, encontraron nuevas dificultades, severas persecuciones, desaliento y una desmoralización generalizada. Quizá, más de uno pensó que el regreso implicaría una nueva y merecida vida fácil, cómoda y feliz, tal vez una recompensa divida después de tanto y tan inmerecido sufrimiento en las tierras del destierro.

Pero no sucedió así. Tanto la experiencia del destierro, como la del difícil retorno, constituyeron métodos de disciplina de parte Dios para corregir su mala conducta. Sin embargo, el pueblo, lejos de arrepentirse, endureció su corazón. Este fue el terreno de abono de muchas de las actitudes hipócritas que enfrentaría Jesús cuando 400 años después viniera a este mundo.

Por eso Dios, mediante los mensajes de los profetas, intentó de muchas maneras y en numerosas ocasiones, que Su pueblo se volviera hacia Él, siempre con escasa y poco entusiasta respuesta. El profeta Malaquías, tal y como estamos viendo, presentará ante el pueblo estas ocho denuncias o acusaciones. Y la respuesta que observamos en ellos nos habla mucho de la verdadera actitud de su corazón: hay una negación de las imputaciones que Dios les hace, sorpresa, frustración, resentimiento, etc. Veamos ahora la sexta acusación de Dios por medio de Malaquías.

Dios no se había vuelto injusto, ni había actuado contra Israel. Lo que los judíos habían calificado como "injusticias de Dios" no se debían a que Él fuera injusto o arbitrario, sino a Su gran paciencia y misericordia. En el siguiente versículo, el 7, veremos un llamado genuino al arrepentimiento. Aquí encontramos que el pueblo está siendo reprendido por sus pecados de una religiosidad falsa e hipócrita. Y esta es la sexta pregunta sarcástica que el pueblo hace a Dios, ante Su acusación. Y Dios va a llamarles a hacer algo. Y aquí concluimos, con este breve paréntesis que teníamos sobre la profecía de los dos mensajeros. Veamos pues qué nos dice el versículo 7 de este capítulo 3 de Malaquías:

"Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho el Señor de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?"

Como vemos, su actitud hacia Dios era desafiante, descarada y de desafío. Seguramente ellos pensaban: "Tú dices que nosotros debemos regresar a Ti y ni siquiera sabíamos que nos habíamos alejado. Hemos ido al templo, a todas las reuniones y ceremonias. Hemos cumplido, hemos dado nuestro diezmo. ¡A qué te estás refiriendo, que no te entendemos, Oh Dios?"

Como podemos ver, estimados amigos oyentes, tan alejado estaba su corazón de Dios que ni siquiera entendían Su mensaje. No se daban cuenta, y no tenía conciencia de su verdadera situación. De la misma manera, este mensaje de Malaquías nos resulta familiar en nuestros propios tiempos. Porque, ¿no es verdad que algunas iglesias están más preocupadas en el ritualismo, es decir, el culto al propio ritual, que al mismo Dios? Pero Dios les dice: "Volveos porque os habéis apartado de mí".

Ahora, ¿qué quiere decir Dios con la expresión de que se vuelvan a Él? Quiere decir, que se arrepientan. Pero, ¿qué es el arrepentimiento? Esta palabra deriva del griego "metánoia", que quiere decir, "cambiar la forma de pensar". Quiere decir, el darse cuenta de que uno está caminando en la dirección equivocada y que debe dar un cambio de sentido hacia la dirección opuesta. Se trata de ir en la dirección correcta.

Sin embargo, los cristianos solemos cometer el error al pensar que este llamado al arrepentimiento está dirigido sola y exclusivamente a los incrédulos, es decir, a aquellos que no creen en Dios, ni en la obra de Jesús. Y por supuesto que es así, pero principalmente este llamado es para los propios cristianos, tal y como podemos ver a lo largo de todo el Nuevo Testamento, y en especial en el llamado de Dios al arrepentimiento de las Iglesias en el libro del Apocalipsis.

A los incrédulos se les pide, principalmente, que crean; a los cristianos, que se arrepientan. Por ejemplo, consideremos el mensaje del Apóstol Pablo en la epístola a los Tesalonicenses, que está en el Nuevo Testamento de la Biblia. Él dijo: "Y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo". Cuando el Apóstol Pablo fue a la ciudad de Tesalónica, no les predicó contra la idolatría, que estaba muy extendida, ni contra los malos hábitos, o los vicios, como por ejemplo, el alcoholismo. Nuestro mensaje hoy al mundo es el que Pablo le presentó al carcelero de Filipos hace casi 2.000 años: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo". (Hechos 16:31). Pues, bien, en la Palabra creer se encuentra comprendido todo el arrepentimiento que una persona necesita. El Apóstol Pablo en Tesalónica, ¿qué fue lo que predicó? ¿Arrepentimiento? ¡No, estimado amigo oyente! Él predicó a Cristo y les dijo: "Yo quiero decirles algo en cuanto al Señor Jesucristo y la forma en la que Él murió por nuestros pecados". Y entonces ellos se volvieron a Jesucristo. Y cuando se volvieron a Él, le dieron la espalda a los ídolos. Y ese "dar la espalda, el volverse de los ídolos, fue su expresión de su arrepentimiento. Por ello, decirle a alguien: "arrepiéntase", no es suficiente.

Y hoy en día, hay muchos hijos de Dios, muchos creyentes que están en una situación muy similar a la del "hijo pródigo", una de las parábolas más conocidas de Jesucristo. Hay muchos que hoy están apartados, alejados del corazón de Dios. A estos Él les llama la atención y les dice que hoy tienen la oportunidad de arrepentirse y regresar a Su hogar, a la Familia de Dios. Y no nos estamos refiriendo a las personas agnósticas, a aquellas que se denominan ateas, ni a los incrédulos, sino a todos aquellos cristianos que, al igual que una de las siete Iglesias del Apocalipsis, han "perdido su primer amor" hacia Cristo. Para ellos, Jesús ya no es una prioridad. Tal vez acudan regularmente a la iglesia, pero más por costumbre que por un intenso deseo de reencontrarse cara a cara con Él en su templo. Dios dice: "Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros".

Y de la misma manera que el Hijo Pródigo no recibió un castigo cuando regresó al hogar, sino que tuvo un gran recibimiento, incluso le organizaron una gran fiesta, así Dios le está esperando a usted, amigo y amiga, que nos escucha. Dios le espera con los brazos abiertos y un inmenso anhelo de mantener con usted una verdadera historia de amor, personal e íntima, de Padre a hijo.

Estimado oyente: Dios le ama, esa es la Verdad. Si usted ya es cristiano, aproveche esta ocasión para renovar su relación con Él, su compromiso con Él, su Amor por Él y su fidelidad a Él.

Si, por el contrario, usted no es cristiano, sólo debe saber que Dios le está esperando a que usted decida tomar la mayor decisión de su vida: acercarse a Él y comenzar a disfrutar de una vida diferente, de una vida mejor, una vida plena, satisfecha, plenamente realizada.

Y aquí nos detenemos por hoy. Esperamos volver a encontrarle en nuestro próximo programa, donde seguiremos profundizando en este interesante libro del profeta Malaquías. Hasta entonces, que Dios le bendiga abundantemente.

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