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Estudio bíblico de Éxodo 29:1-46

Exodo 29

Tema: El sacrificio y la consagración de los sacerdotes; el holocausto continuo; La promesa de Dios de tener su morada entre los israelitas.

En el capítulo anterior leímos algo sobre la designación de Aarón y sus hijos para ejercer el sacerdocio en el tabernáculo o tienda de reunión de los israelitas en su viaje por el desierto. Consideramos también ciertos detalles sobre las vestiduras sacerdotales, como el efod, el pectoral, el Urim y el Tumim. Destacamos igualmente el valor significativo y profético de los materiales y colores utilizados, como figuras que anticipaban la persona de Cristo, su obra de salvación e intercesión a favor de los suyos.

El capítulo 29 es un capítulo extenso y no todo su contenido, ni la lectura de algunas de sus partes podría resultar de interés. Las partes significativas de los versículos que no leamos, serán resumidas en el comentario que hagamos de los versículos leídos. Estoy seguro de que el Espíritu de Dios quiere usar ciertos detalles de este capítulo para que podamos aprovechar sus enseñanzas principales y obtener beneficio de ellas. Dios ha incluido en la Biblia grandes lecciones espirituales y Su Palabra constituye un alimento indispensable para el ser humano.

El primer párrafo del capítulo trata sobre

La consagración de los sacerdotes

La consagración para un creyente no es algo que él hace por sí mismo. Es algo que Dios hace por nosotros y se apoya sobre la obra terminada de Cristo. Leamos los versículos 1 al 4:

"Esto es lo que les harás para consagrarlos para que me sirvan como sacerdotes: toma un novillo y dos carneros sin defecto; y pan sin levadura, y tortas sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untados con aceite; los harás de flor de harina de trigo. Los pondrás en una cesta, y los presentarás en la cesta junto con el novillo y los dos carneros. Después harás que Aarón y sus hijos se acerquen a la entrada de la tienda de reunión, y los lavarás con agua."

Después de que Aarón y sus hijos fuesen consagrados, debían realizarse 3 sacrificios de animales. Cada uno de los 3 debía ser llevado a cabo de forma diferente. Y el lavamiento prefiguraba la regeneración de la cual habla el Nuevo Testamento. La carta del apóstol Pablo a Tito 3:5 nos recordó que El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo. Como el texto mismo lo afirma, el lavamiento aquí mencionado tiene que ver con la regeneración. En este sentido, la pila de agua del tabernáculo se refería a un tipo de lavamiento diferente.

Después de que se lavaran conforme al rito de la ceremonia, el relato continúa describiendo como Moisés iba a colocar las vestiduras rituales sobre Aarón, ropas que ya describimos al estudiar el capítulo 28. Leamos los versículos 5 al 9:

"Y tomarás las vestiduras y pondrás sobre Aarón la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, y lo ceñirás con el cinto tejido del efod; y pondrás la tiara sobre su cabeza, y sobre la tiara pondrás la diadema santa. Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y lo ungirás. También harás que sus hijos se acerquen y pondrás túnicas sobre ellos. Y les ceñirás los cinturones a Aarón y a sus hijos, y les atarás las mitras, y tendrán el sacerdocio por estatuto perpetuo. Así consagrarás a Aarón y a sus hijos."

Aarón debía ser ungido con aceite, que sería derramado sobre su cabeza, como símbolo de la elección para ese servicio especial. Sus hijos no serían ungidos con aceite, pero sí tenían que vestirse con el atuendo de los sacerdotes. Decíamos que la consagración es una acción de Dios y no algo que nosotros hacemos. A veces habremos presenciado actitudes de consagración en las que algunas personas han prometido a Dios hacer algo. Yo mismo he hecho grandes promesas a Dios en el pasado y no he logrado cumplirlas en la forma en que lo hubiera deseado. Y no me agrada considerar esa actitud como una consagración, que no es lo que yo le prometo a Dios. La consagración es, más bien, venir a El con las manos vacías, confesando nuestra debilidad, y nuestra incapacidad para hacer cualquier cosa y después, permitirle a Dios que haga el resto.

Si lees las oraciones de Moisés, Elías, David y Samuel en el Antiguo Testamento, y de Pablo en el Nuevo Testamento, encontrarás que aquellos hombres no vinieron a Dios en base a lo que ellos eran, a quienes eran, o a lo que le habían prometido a Dios hacer. A veces, he escuchado a personas hacer grandes promesas de entrega, sacrificio y dedicación a Dios; promesas que, desafortunadamente, no han podido cumplir porque nosotros, en realidad, no tenemos mucho que ofrecer a Dios. ¿No te parece? Quizás tu crees que tienes mucho que ofrecerle, pero yo no. Lo importante es, pues, acercarnos a El con nuestras manos vacías para permitirle que El las llene.

El relato Bíblico nos lleva ahora a tratar más concretamente el Tema de

Los sacrificios de la consagración

Leamos el versículo 10:

"Entonces llevarás el novillo delante de la tienda de reunión, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del novillo."

Como indicamos anteriormente, después de que Aarón y sus hijos fueran consagrados, debían tener lugar 3 sacrificios de animales, cada uno de ellos de manera diferente. Primero debía sacrificarse el novillo, como ofrenda por el pecado. El sumo sacerdote y su familia ponían sus manos sobre la cabeza de aquel becerro. Hay gente que piensa que la imposición de manos transmite algo mágico o espiritual. No es así. Este no es el propósito de la imposición de manos. La imposición de manos sobre un animal significaba identificación. Cuando un pecador venía ante el altar y ponía sus manos sobre la cabeza del animal que había traído para el sacrificio, significaba que el animal estaba ocupando el lugar que a aquel pecador le hubiera correspondido.

Aquel animal ocupó el lugar de Aarón. Moriría por él porque éste era un pecador. Y los sacerdotes se identificaban con los animales que morían en su lugar. De esta manera, reconocían su propio pecado y la necesidad de ser limpiados por medio de la sangre. Así era el holocausto. Cuando estudiemos el libro de Levítico examinaremos estas ofrendas detalladamente. Incluso, al principio mismo de la Biblia, en el jardín del Edén, hubo un holocausto. En cuanto a nuestro relato sobre el Tabernáculo en el desierto, el altar que hemos identificado como el altar de bronce es llamado, a veces, altar del holocausto, porque allí se ofrecía el sacrificio principal, el primer sacrificio, en el que la víctima se quemaba por completo, a diferencia de otros sacrificios que eran consumidos por el adorador y los sacerdotes. Este sacrificio, el holocausto, expone la persona de Cristo, es decir quién es El. Y el altar nos habla de su obra, es decir, de lo que El he hecho por nosotros.

El segundo sacrificio afectaba a uno de los carneros. Como acabamos de decir, sería también un holocausto, o sea que la víctima debía consumirse por completo sobre el altar. La sangre del carnero sería rociada por todos los lados del altar y el carnero debía ser lavado y cortado en pedazos.

El tercer animal para el sacrificio sería el otro carnero. Su sangre debía ser puesta sobre la oreja derecha, sobre el dedo pulgar de las manos derechas y sobre el dedo pulgar de los pies derechos de Aarón y de sus hijos, como un símbolo de que habían sido lavados y consagrados al Señor. La sangre en la oreja pudo haber significado la dedicación para escuchar la Palabra de Dios; la de los pulgares pudo ser un símbolo de la santidad al hacer la obra de Dios y la sangre colocada en los pies, para señalar el andar en pureza y cuidadosamente en el servicio de Dios. El resto de la sangre, debía rociarse sobre el altar alrededor. Y también debía tomarse de la sangre que estaba en el altar y el aceite de la unción para rociarlos sobre los sacerdotes, y sus vestiduras, quedando de esta manera consagrados, ellos y sus vestiduras.

Adelantándonos a nuestra lectura, pasemos ahora a los versículo 26 y 27, que tratan el Tema de la comida de los sacerdotes:

La comida de los sacerdotes

"Entonces tomarás el pecho del carnero de la consagración de Aarón, y lo mecerás como ofrenda mecida delante del Señor; y esa será tu porción. Y consagrarás el pecho de la ofrenda mecida y la pierna de la ofrenda alzada, lo que fue mecido y lo que fue alzado del carnero de consagración, de lo que era para Aarón y de lo que era para sus hijos."

Un detalle interesante es que no mecían esta ofrenda de derecha a izquierda, sino de atrás para adelante, en dirección al altar y los sacerdotes, simbolizando que dicha ofrenda estaba siendo presentada a Dios. El pecho del carnero era una ofrenda mecida, que quedaba reservada para que la comiesen Aarón y sus hijos. También en el libro del Levítico, veremos que una parte de la ofrenda iría para Aarón y los sacerdotes como su parte. Es que como a los Levitas, miembros de la tribu de Leví, no se les había asignado ninguna tierra para su cultivo en la distribución que se hizo a la nación, Dios les proveyó su sustento de esta manera. Los Levitas tenían que ejercer su servicio en el tabernáculo y, más adelante en la historia, en el Templo, y recibirían, por lo tanto, una parte de la ofrenda. De esa manera, los israelitas contribuyeron al sostén y a las diversas necesidades del funcionamiento del tabernáculo y posteriormente del Templo.

Para abreviar también la lectura, nos adelantaremos hasta el versículo 38, leyendo hasta el 40, donde se habla de

El holocausto continuo

"Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día, continuamente. Ofrecerás uno de los corderos por la mañana y el otro cordero lo ofrecerás al atardecer; y ofrecerás una décima de un efa de flor de harina mezclada con un cuarto de hin de aceite batido, y para la libación, un cuarto de hin de vino con un cordero."

Aquí se hace una referencia a las ofrendas diarias para el servicio del tabernáculo, ya no para la ordenación de los sacerdotes. Es interesante observar que las ofrendas diarias contenían elementos básicos de la dieta cotidiana del pueblo, como carne, harina, aceite y vino. En este caso también, el libro del Levítico nos ofrecerá los detalles de este sacrificio que se ofrecía de forma continua. Esta ofrenda consistía en un sacrificio diario, en el que se presentaba un cordero por la mañana, y otro cordero al atardecer. Nos habla del hecho del que el pueblo requería un recordatorio constante de que se necesitaba a alguien que ocupase el lugar de las personas en el sacrificio, y de que su pecado merecía la muerte. Hacía falta un derramamiento de sangre para pagar su pecado. Estas ofrendas diarias constituían, en las propias palabras del texto Bíblico, "un olor agradable al Señor". En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo, en su carta a los Efesios 5:2, vió el sacrificio de Cristo a la luz de aquella antigua ofrenda, cuando dijo: andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma.

Este pasaje Bíblico termina recalcando la importancia de las ofrendas diarias en la vida de aquel pueblo que viajaba por el desierto. El Señor había prometido que habitaría precisamente en aquel lugar, entre ellos. Como el pecado siempre ha constituido una barrera insalvable entre el ser humano y Dios, la relación de compañerismo y de comunión con Dios se establecería y se fortalecería, fundamentada en la sangre derramada por los pecados. Cuando los sacerdotes se consagraran y sirvieran al Señor, entonces Dios moraría con ellos, para que supieran que El era Jehová su Dios. Aquí hay que destacar algo importante. El hecho de que Dios condescendiera a habitar en una tienda de reunión, que llamamos el tabernáculo, nos habla elocuentemente de su profundo amor e interés por su pueblo.

Y, recordando este sacrificio, este holocausto continuo, recordemos que la carta a los Hebreos 9:26, destacaba esta verdad diciendo: De otra manera le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. Por supuesto, este versículo se refiere al sacrificio del Señor Jesucristo. Porque la sangre de los toros, machos cabríos y corderos no podía quitar el pecado; pero la sangre de Jesucristo, sí podía y puede hacerlo. Su sacrificio fue apropiado. EL Señor se ocupó de forma adecuada del problema del pecado. Murió una sola vez. Al llegar el tiempo determinado por Dios apareció para quitar el pecado por medio del sacrificio de sí mismo.

Después de haber examinado las ceremonias de consagración de los sacerdotes, el holocausto continuo y el simbolismo de los detalles del ritual de aquel santuario en el desierto, terminamos este programa con algunas reflexiones sobre la actitud de Dios con los seres humanos. El puso todo los medios de su parte para remover el problema del pecado, que las Sagradas Escrituras consideran una barrera infranqueable entre el ser humano y Dios. Dios se hizo carne, se encarnó en esta humanidad caída y bajo el control de la esclavitud del pecado. Envió a Su Hijo y El habitó entre nosotros, como lo expresó el Evangelista Juan. Le envió para morir en una cruz, en la que llevó nuestros pecados, pagando nuestra deuda, en nuestro lugar. Su obra de remover el obstáculo del pecado quedó completamente terminada y después resucitó, consumando su victoria, que es también nuestra victoria y la de todos aquellos que crean en El, que un día también resucitarán para entrar en la vida eterna y estar para siempre en la presencia de Dios. Y así, Dios habrá cumplido su propósito eterno, de tener comunión, compañía, una relación de compañerismo con sus criaturas, para compartir con ellas todo lo que El ha creado en ese universo que es tan inmenso que escapa a nuestra observación limitada de nuestra existencia en esta tierra.

Y como el señor Jesucristo, en los días de su vida en el mundo, dio a conocer a Dios, ofreciendo con su persona una imagen de Dios, El mismo expresó Su deseo de reunirse con los suyos, con su iglesia, cuando el pecado y las fuerzas del mal estuviesen próximos a su derrota definitiva. Por tal motivo, finalizamos hoy con aquella declaración de Jesús, efectuada a sus discípulos en una reunión privada, no mucho antes de que los poderes de aquella época le llevasen a la cruz para ser crucificado. Podemos leerla en el Evangelio según Juan 14:1 al 3

"No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros. Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros."

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