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Estudio bíblico de Juan 9:26-10:6

Juan 9:26-10:6

Continuamos hoy estudiando el capítulo 9 del evangelio según San Juan. Y en nuestro programa anterior estábamos considerando la reacción de los padres del hombre que había sido ciego, ante el milagro de Jesús. Y dejamos a este hombre que había sido sanado, ante un tribunal, respondiendo al segundo interrogatorio que le hacían los judíos. Y la última respuesta que vimos en el versículo 25, que había dado este hombre que había sido sanado, fue: "Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo". Y dijimos que éste es el testimonio de cualquier pecador que ha sido salvado. "Habiendo yo sido ciego, ahora veo. Encontrándome yo en las tinieblas espirituales, ahora estoy disfrutando de la luz espiritual. Cuando antes andaba sin conocer a Cristo, ahora le conozco como mi Salvador personal". El punto clave de cualquier testimonio, es simplemente éste: el paso de la ceguera, o sea, las tinieblas, a la luz. Continuemos hoy leyendo los versículos 26 al 29 de este capítulo 9 del evangelio según San Juan:

"Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Él les respondió: Ya os lo he dicho y no habéis escuchado, ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? Entonces lo insultaron, y dijeron: Tú eres su discípulo, pero nosotros, discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés, pero respecto a ése, no sabemos de dónde ha salido."

Ahora vemos que los fariseos realmente se hallaban en un apuro. Hicieron los mejores esfuerzos por hallar aunque fuese un pequeño defecto del cual pudieran aprovecharse para explicar el milagro que acababa de hacer Jesús. A ellos no les era posible explicarlo todo tan fácilmente, como presumen hacer algunos críticos incrédulos de hoy en día. El hombre que había sido sanado estaba allí mismo y podía ver con claridad lo que sucedía a su alrededor.

Creemos que el hombre comenzó a comprender lo que hacían y se puso algo sarcástico. Por supuesto que ellos no querían ser los discípulos de Jesús. Y el hombre comprendió esto, pero les preguntó con ironía si a ellos les gustaría ser Sus discípulos. E hizo otra observación interesante. Ahora, los fariseos no sólo eran tan ciegos que no podían ver la Luz del Mundo, sino que también eran sordos y por lo tanto, tampoco podían oír. Continuemos con los versículos 30 al 34:

"Respondió el hombre y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde ha salido, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ése oye. Nunca se ha oído decir que alguien abriera los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer. Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y lo expulsaron."

Las autoridades religiosas le injuriaron. Podemos observar una vez más, que cuando los hombres no tienen una respuesta, empiezan a utilizar la burla y a ridiculizar. En realidad, ellos mismos eran los responsables de que el ciego que había sido sanado, siguiera un razonamiento lógico y llegase a la conclusión de que sólo un hombre de Dios podría hacer semejante milagro. En este hombre no había ninguna duda de que había sido sanado, y por lo tanto estaba más y más convencido que este Hombre, Cristo Jesús, provenía de Dios. Recordemos que él todavía no había visto a Jesús.

Estos líderes religiosos no tenían pues una respuesta. No podían hacer frente a los argumentos, ni dar una explicación satisfactoria. Los hechos les confundían y les contradecían. ¿Qué hicieron entonces? Pues optaron por expulsar al hombre. Es decir, le excomulgaron. Esta excomunión le excluía del templo, y también le impediría poder participar en la vida comercial. Francamente, hacía de él un paria, casi como si estuviera leproso, porque quedaba excluido de toda actividad religiosa y social. Pero veamos entonces lo que ocurrió. El Señor Jesús apareció en escena. Leamos los versículos 35 al 38:

"Oyó Jesús que lo habían expulsado y, hallándolo, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues lo has visto; el que habla contigo, ése es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró."

Anteriormente hemos visto la reacción de sus vecinos, de los fariseos, de sus padres y ahora, en cuarto lugar, vemos la escena en que este hombre que había sido sanado, tuvo su encuentro con Jesús. Este hombre había defendido al Señor Jesús y había vencido con sus argumentos. Pero las autoridades religiosas le habían expulsado del templo. Y sucedió algo maravilloso porque precisamente entonces, el Señor Jesús se le acercó. Y estimado oyente, es Jesús quien siempre busca al ser humano. El Señor había estado preparando a este hombre. Ahora, era necesario que él pusiera su fe en el Hijo de Dios, y el Señor se acercó a él con esta pregunta crucial: "¿Crees tú en el Hijo de Dios? Es que este hombre había pasado por experiencias que le habían fortalecido su fe, aclarado su modo de pensar. El Señor sabía que él estaba listo para dar este paso final. Tenía una actitud abierta, honesta y sincera. Preguntó, quién era el Hijo de Dios para poder creer en Él. Podemos ver la ansiedad espiritual de este hombre. Quería llegar más lejos. Quería llegar a conocer a Jesús, el Cristo, o sea el Mesías prometido.

Jesús le habló afectuosamente, asegurándole que podía ver al Hijo de Dios y que era Él mismo, el que le estaba hablando. El hombre entonces creyó y le adoró. Éste es uno de los casos más extraordinarios de fe que tenemos en toda la Palabra de Dios. Nuestro Señor Jesucristo condujo a este ciego paso a paso, y le trajo a Sus pies, donde él pudiera decirle: "Creo, Señor", y luego adorarle.

Así son los pasos que todo pecador debe dar. En un principio todos somos ciegos. Somos pecadores perdidos, y ni siquiera vemos nuestra condición perdida. Luego llegamos a Cristo. Él se revela a nosotros y nuestros ojos son entonces abiertos y vemos quién es Él y lo que Él ha hecho por nosotros. Luego la pregunta es: ¿Cree usted? La respuesta de este hombre también puede ser la respuesta suya, estimado oyente, si es que usted quiere ser salvo. "Creo, Señor". Y usted entonces se postrará delante de Él para adorarle. Leamos ahora el versículo 39:

"Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo, para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados."

Esta declaración parece extraña. El Señor dijo que algunos tienen ojos pero que no ven. Tienen los ojos físicos y ven las cosas sólo desde el punto de vista físico, pero son ciegos espiritualmente. Si un hombre admite que es ciego y viene a Jesús como ciego, Jesús le da visión espiritual. Lo que Jesús quiso decir era que Él vino para emitir su fallo sobre los impíos como juez. Los que no ven y recobran la vista, son los que, admitiendo su incapacidad, confían en Jesús para salvación. Los que ven y son cegados, son aquellos cuya confianza en sí mismos y su orgullo les ofusca y no ven las maravillas de Jesús. Él no les condena haciéndoles ciegos, sino que se ciegan a sí mismos al rechazarle y Satanás contribuye a esa ceguera (2 Co. 4:4). El apóstol Pablo escribió en su primera carta a los Corintios, capítulo 2, versículo 14: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente". Los fariseos tenían ojos. Creían que veían, eran hombres religiosos y devotos, pero sin embargo, continuaban en su ceguera espiritual.

Los paganos están perdidos. Están en las tinieblas. Sin embargo, el Señor conduce a cada persona por una serie de pasos. Si hay cualquiera que quiera saber de Jesús y que viva en una tierra pagana, estamos seguros que el Señor le alcanzará con el evangelio. El que oye predicar la Palabra de Dios y la proclamación del evangelio, está ante la presencia de la Luz. Esa Luz revela su ceguera. Jesús dijo en Mateo 6:23: "Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?" Si usted sabe las verdades en cuanto a Jesucristo, la Luz del mundo, pero no las cree, estimado oyente, es ciego y ya no hay nada más que ofrecerle. Si usted ha estado en la presencia del Salvador del mundo y le ha rechazado, no hay entonces otro Salvador que ofrecerle. Continuemos leyendo ahora los versículos 40 y 41 de este capítulo 9 del evangelio de Juan:

"Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso también nosotros somos ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora, porque decís: "Vemos", vuestro pecado permanece."

Comenzamos con un ciego que fue sanado a fin de que viera tanto física como espiritualmente. Y terminamos con las autoridades religiosas que estaban trágica y completamente enceguecidas, pero que creían que podían ver. En la misma presencia de Cristo, en la presencia de la Luz, en presencia de la revelación de Dios, dijeron que no tenían ningún pecado.

¿Sabe usted que algunas de las personas más dogmáticas en sus creencias hoy en día, son algunos ateos y aquellos que muestran más devoción a un culto? Dicen que ven, pero son ciegos. Rechazan al Señor Jesucristo y por eso continúan en su estado de pecado y ceguera espiritual.

Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 9 del evangelio según San Juan. Y entramos ahora a

Juan 10:1-6

Éste es el capítulo que tiene que ver con el Buen Pastor. En él veremos a Jesús como siervo, enfatizando Su humanidad, y como igual a Dios, resaltando Su deidad. Veremos ahora Su

Humanidad - Cristo en forma de siervo

Los antiguos rediles de aquel entonces, todavía existen en muchos pueblos de aquella tierra. Había un redil público, y por la noche todos los pastores que vivían en aquel pueblo, traían sus ovejas al redil, para que pasaran la noche allí. Su costumbre era entregar las ovejas al portero del redil, quien las cuidaba, y entonces se iban a sus hogares para pasar la noche. A la mañana siguiente, los pastores se identificaban ante el portero, quien les permitía entrar por la puerta para llamar a sus ovejas.

Comencemos nuestro estudio leyendo los versículos 1 y 2 de este capítulo 10 de Juan:

"De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. Pero el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es."

Y ahora, con este discurso sobre la puerta del redil, presentó Sus credenciales que le identificaban como el Mesías, el Hijo de Dios. El redil aquí representa a la nación de Israel. Jesús les estaba diciendo que Él había entrado por la puerta. Siguió diciendo, que cualquiera que no entrara por la puerta, sino que penetrase por otra parte, era un ladrón y salteador. Y ésta era una declaración importante que Jesús hacía en cuanto a Sí mismo. Él dijo que había entrado por la puerta, es decir, que había entrado legalmente. Que había entrado en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. Entró según lo establecido por la ley. Como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas capítulo 4, versículo 4, donde dice: "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley."

Jesús entró por el linaje de David conforme a la profecía (Lucas 1:32). Nació en Belén conforme a la profecía (Miqueas 5:2). No sólo era del linaje de David, sino que también fue nacido de una virgen conforme a la profecía (Isaías 7:14) En el tiempo que nació, era un retoño del tronco de Isaí, conforme lo encontramos en Isaías 11:1. Ahora, esto es interesante. En aquellos tiempos, el linaje real de David había descendido al mismo nivel del campesino. No había más majestad real. En el Antiguo Testamento vemos que Isaí también había sido un campesino en Belén; de hecho, criaba ovejas. Su hijo David fue ungido con aceite, y por lo tanto ese linaje, se convirtió en el linaje real. Pero cuando nació el Señor Jesús, fue simplemente una rama del tronco de Isaí, el campesino. Era simplemente un carpintero, y hasta llevó la ropa de carpintero. ¡Con cuanta precisión se cumplieron todas las profecías!

Y luego vino, conforme a la ley mosaica. Le llevaron al templo cuando tenía ocho días. Una y otra vez, Jesucristo aclaró que no había venido para destruir la ley, sino para cumplirla. Él era el Mesías, y así había entrado por la puerta. Ningún otro podía tener las credenciales que Él tenía. Cualquier otro habría sido ladrón y salteador, habría tenido que entrar por otra parte, y no hubiera podido presentar credencial alguna. Hemos visto en el capítulo anterior que el ciego sanado había sido excomulgado, excluido del templo. Los líderes religiosos habían rechazado al Señor Jesús y ahora le estaban desafiando. Recordemos que le habían preguntado: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?" Y el Señor dejó muy claro que ellos eran ciegos. Entonces vemos que Él presentó Sus credenciales. La que aparece en este capítulo fue una gran declaración. Israel era el redil y Jesús era el Buen Pastor. Y es precisamente en esta área que los líderes religiosos le acusaban. Ellos no creían que Él tenía las credenciales como para ser el Mesías. Por eso, Jesús les dijo en el versículo 25, de este capítulo 10: "Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí."

Continuemos ahora leyendo el versículo 3 de este capítulo 10:

"A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca."

El portero aquí representa al Espíritu Santo. El Espíritu de Dios vino sobre Él y todo lo que Jesús realizó, lo llevó a cabo mediante el poder del Espíritu de Dios. El Espíritu Santo estaba abriendo los oídos de Sus ovejas para que éstas oyesen Su voz. Y Sus ovejas respondieron. Esto se relaciona con el capítulo anterior. Esos líderes religiosos eran ciegos espiritual y físicamente, y además eran sordos. Ni siquiera oyeron Su voz. Pero Él llamó a los Suyos por nombre y les condujo fuera. El ciego por ejemplo, le oyó llamar. Simón escuchó Su llamado, y Jesús le cambió el nombre por el de Pedro, que quiere decir piedra. Llamó a Santiago, a Juan, a Natanael, y a Felipe. Se detuvo bajo un árbol sicómoro en Jericó y llamó a Zaqueo. Llamó pues a Sus ovejas por nombre.

Y quisiéramos insertar aquí, que nosotros creemos que cuando el Señor llame a los Suyos del mundo, cuando Él recoja a Su Iglesia, los muertos en Cristo serán levantados, y nosotros, los que vivamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire. Creemos que entonces llamará por nombre a cada creyente. Creo que le oiré decir personalmente mi propio nombre. ¡Y eso será maravilloso! Porque Él conoce mi nombre. Y lo pronunciará en esa ocasión. Y si usted estimado oyente, cree en Él, también a usted le llamará. Y usted le oirá pronunciar su propio nombre.

Jesús, pues, condujo a las ovejas fuera del redil, de la nación de Israel, del judaísmo. Aquí, los líderes religiosos ya habían expulsado al ciego del templo y Jesús, entonces, iba a conducir a esta oveja fuera del judaismo. Leamos el versículo 4:

"Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz."

No solamente llama a Sus ovejas por nombre, sino que también las guía fuera del redil. Ahora, en ese tiempo, no marcaban a las ovejas con hierro candente. El pastor llamaba a las ovejas y las ovejas conocían su voz. El pastor las guiaba fuera y ellas le seguían. Asimismo las ovejas del Buen Pastor le seguirán, porque conocen Su voz.

Es una cosa maravillosa saber hoy en día, que cuando se predica la Palabra de Dios, Jesús está llamando a Sus ovejas. El Espíritu de Dios es el portero que abre los corazones, y las ovejas oyen la voz. El sacará a Sus ovejas de algún sisTema legal, o quizá hasta de una iglesia o comunidad donde no se estén alimentando, y ellas le seguirán.

Permítanos decir que no es posible engañar permanentemente a las ovejas de Dios. Es verdad que las ovejas por un tiempo pueden meterse en alguna secta falsa, o en algún culto determinado, pero la oveja al fin reconocerá la voz del Pastor. Donde quiera que la Palabra de Dios sea fielmente predicada y enseñada, las ovejas la oirán. Podemos confiar en ello porque nuestro Señor dijo en el versículo 27 de este mismo capítulo 10: "Mis ovejas oyen mi voz". Continuemos ahora leyendo los versículos 5 y 6 de este capítulo 10 de San Juan:

"Pero al extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo Jesús, pero ellos no entendieron qué era lo que les quería decir."

Y aquí, quisiéramos señalar que el evangelio de Juan no registra ninguna de las parábolas de nuestro Señor Jesucristo. Registra las metáforas y las alegorías tales como "Yo soy la luz del mundo", y "Yo soy el pan de vida". Éstas no son parábolas sino figuras del lenguaje utilizadas para hacernos saber algo acerca de Dios. Tienen por objeto arrojar luz sobre un Tema, para que lo comprendamos mejor. Y veremos, a menos que seamos ciegos como eran estos líderes religiosos, que no entendieron lo que Él les decía. Sufrían de ceguera espiritual.

El Señor dijo en Mateo 13:9, "El que tenga oídos para oír, oiga". Es que es posible tener oídos y no oír, es decir, no percibir las palabras como Palabra de Dios. Estimado oyente: ¿cómo escucha usted las palabras de Jesús? A ello se refería el Señor cuando en Mateo 13:14, citó estas palabras del profeta Isaías: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis.

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