Estudio bíblico de Juan 10:7-26
Juan 10:7-26
Continuamos hoy estudiando el capítulo 10 del evangelio según San Juan. Y en nuestro programa anterior, estábamos hablando de la alegoría que hizo el Señor Jesús sobre redil, contenida en los primeros 6 versículos de este capítulo 10.
Señalamos también que el evangelio de Juan, no registra ninguna de las parábolas de nuestro Señor. Registra las metáforas y las alegorías, tales como "Yo soy la Luz del mundo" y "Yo soy el Pan de vida". Y dijimos que éstas no son parábolas, sino figuras del lenguaje que tienen por objeto hacernos conocer algo acerca de Dios. Pero vemos aquí que aun así, los líderes religiosos no comprendieron lo que Jesús les decía.
En el capítulo 13 del evangelio según San Mateo, versículo 9, el Señor Jesucristo dijo: "...El que tiene oídos para oír, oiga". Es posible tener oídos y sin embargo no oír, es decir, no percibir las palabras como Palabra de Dios. Estimado oyente, ¿cómo oye usted las palabras de Jesús? Fue en relación con esa diferencia en el oír, a la cual nuestro Señor se refirió cuando citó del profeta Isaías, en el capítulo 13 de Mateo, versículo 14, diciendo: "De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis."
Hasta aquí hemos hablado de la Puerta del redil. Hablemos ahora de la Puerta de las ovejas. Leamos los versículos 7 y 8, de este capítulo 10 de San Juan:
"Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores, pero no los oyeron las ovejas."
Aquí, Jesús presentó otra alegoría. Había hablado en cuanto a la puerta del redil, pero entonces dio otro paso, y dijo que El era la puerta de las ovejas. El Señor Jesús era la puerta para los que salían de Israel. Acaban de expulsar de la sinagoga al ciego. Había sido echado fuera del redil. Inmediatamente, el Señor Jesús vino a este hombre y se reveló a él. Cuando el Señor Jesús se reveló a este hombre, se constituyó en la Puerta para él. Este hombre había sido traído fuera del redil, al Señor Jesucristo, para seguirle. Ésta fue la segunda gran verdad que nuestro Señor declaró en este capítulo 10.
Hay un buen ejemplo de esta verdad en el libro de Éxodo, capítulo 33, versículos 7 al 11. El tabernáculo permanecía en el centro del campamento de Israel, pero después del pecado de los israelitas, Moisés decidió dejarlo alejado del campamento. Entonces, Moisés les dijo que si querían llegar a Dios, tenían que salir del campamento. Cualquiera que quisiera ser identificado con Dios, tenía que apartarse del pecado de la nación de Israel.
Nuestro Señor declararía este mismo principio en el capítulo 15 de este evangelio de Juan, cuando dijo: "Yo soy la vid verdadera,. . . vosotros los pámpanos". La vid en el Antiguo Testamento era una figura de la nación de Israel. Jesús estaba diciendo que ya no era la relación con la nación de Israel, sino la relación con Él, lo que unía a los pámpanos con la vid. Debían salir del judaísmo, del ritualismo, y venir a Él. Estaba diciendo que Él era la Puerta por la cual tenían que entrar. Ahora, recordemos que estaba hablando con las autoridades religiosas. A propósito, algunos de estos mismos hombres acudirían a Jesús, después de Su resurrección.
Y hablemos entonces sobre la Puerta. Leamos los versículos 9 y 10, de este capítulo 10 del evangelio según San Juan:
"Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia."
Jesucristo es el Camino. Él es el único Camino. Ha venido para traernos una vida abundante. Es por eso que Pedro predicó que: "En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos." (Hechos 4:12)
El ladrón viene para robar, para matar y para destruir. Jesús, estimado oyente, vino a salvar a los pecadores. El Buen Pastor vino para darnos vida, una vida abundante. Hagamos ahora un breve repaso de este pasaje. 1) En el versículo 1, encontramos la Puerta del redil. El redil era la nación de Israel. Jesús conduciría a Sus ovejas del judaísmo, de un sisTema legal. 2) En el versículo 7, tenemos la puerta de las ovejas. Jesús era la Puerta para los que salían del judaísmo. Por ejemplo, el ciego que fue sanado no tuvo a dónde ir después de la excomunión. Y en el capítulo 2 de los Hechos, versículo 40, leemos estas palabras: "... Sed salvos de esta perversa generación". 3) En el versículo 9, tenemos la puerta misma. Él es la Puerta de la salvación, tanto para el judío, como para el no judío. Y llegamos ahora al punto 4 de este mensaje de Jesús: El Buen Pastor. Leamos los versículos 11 hasta el 13 de este capítulo 10 de San Juan:
"Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Pero el asalariado, que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye porque es asalariado y no le importan las ovejas."
Ahora, ¿Cómo es posible que Jesús sea la Puerta y el Pastor al mismo tiempo? Bueno, no había puertas como las que tenemos en las casas hoy en día, ni tenían candado para guardar el redil. El hombre que lo guardaba dormía atravesado en la entrada, de modo que él mismo era la puerta. Jesús no es solamente la Puerta, sino que también es el Buen Pastor, el que se queda allí mismo en la entrada. Él es la Puerta que se abre y conduce a la vida eterna, y también es el que protege a los Suyos.
Jesús también fue llamado el Cordero de Dios. Ahora, ¿Cómo puede ser el Cordero de Dios y al mismo tiempo el Buen Pastor? Esto puede parecer una metáfora mixta, pero es una de las verdades más gloriosas en las Escrituras. Jesús es "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo", como vimos en el capítulo 1 de este evangelio, versículo 29. Bajó de la gloria y se identificó con nosotros, los que somos las ovejas. El hecho de que llegó a ser un Cordero, enfatiza la humanidad de Jesucristo. Al mismo tiempo, Él es el Buen Pastor, lo cual resalta su deidad. Sólo Él es digno y poderoso para salvarnos. Ningún otro ser humano podía hacer esto. Realmente, tenía que ser un Dios.
El Señor Jesús tiene una triple relación con su rebaño, que es conocido como Su iglesia. En primer lugar, es el Buen Pastor. En el v. 11 El mismo definió al Buen Pastor cuando dijo: Yo soy el Buen Pastor: el buen pastor, su vida da por las ovejas. En segundo lugar, El es el Gran Pastor, como dijo el escritor a los Hebreos en el capítulo 13 de su carta, versículos 20 y 21: "Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda buena obra". Su obra hoy, es vigilar o cuidar a Sus ovejas. Así que, como puede verse también en el Salmo 23, Él es el Gran Pastor de las ovejas. Y en tercer lugar, Él es el Príncipe de los pastores. Esto nos habla del futuro. El apóstol Pedro escribiendo en su primera carta, capítulo 5, versículo 4, dijo: "Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria."
El asalariado no se preocupa por cuidar las ovejas. Los fundadores de algunas de las otras religiones del mundo, hicieron muy poco por sus seguidores. Líderes de sectas religiosas modernas, realmente se están enriqueciendo a costa de sus seguidores. En contraste con ellos, el Buen Pastor, el verdadero Pastor, da Su vida por las ovejas y las protege. Leamos ahora los versículos 14 y 15, de este capítulo 10 del evangelio según San Juan. Dice el Señor:
"Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas."
Tenemos aquí una maravillosa relación. Él conoce a Sus ovejas, y Sus ovejas le conocen. El apóstol Pablo escribió las siguientes palabras en su carta a los Filipenses, capítulo 3 y versículo 10: "... a fin de conocerle, y el poder de su resurrección". Conocerle estimado oyente, es amarle. Y Él conoce las ovejas. Uno debe leer lo que Dios dijo en cuanto a los Pastores, por medio del mensaje del profeta Ezequiel en el capítulo 34 de su libro.
Ahora, fíjese usted que esta fue la tercera vez que Jesús dijo que Sus ovejas le conocían. Conocer a Jesucristo estimado oyente, es de suma importancia, y todo lo demás llega a ser secundario. Por eso mismo hemos dejado de discutir o argumentar sobre lo que no es esencial, en cuanto a la religión y en relación con ciertos detalles. Lo verdaderamente importante, es conocer a Jesucristo. ¿Oye usted Su voz? ¿Conoce al Pastor?
No hay ningún Pastor como éste. David arriesgó su vida para salvar a sus ovejas de un oso y de un león. Pero el descendiente de David murió por Sus ovejas. Continuemos ahora con el versículo 16:
"Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; a esas también debo atraer y oirán mi voz, y habrá un rebaño y un pastor."
Había otras ovejas, las cuales no eran de este redil, dijo el Señor. Aquel redil era Israel. Pero estas otras también oirían Su voz y habría entonces, un solo rebaño y un solo Pastor. Había existido el redil de Israel, pero ahora habría un solo rebaño que incluirá al judío, al gentil, al rico, al pobre, al siervo y libre, al varón y la hembra, al negro y al blanco. Es decir, gente de todas las naciones y de todas las lenguas y tribus. Continuemos ahora leyendo los versículos 17 y 18, de este capítulo 10 de San Juan:
"Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre."
Jesús dijo que ésta era la voluntad del Padre. El Padre le ama porque murió por nosotros. Nosotros también pues, debemos amarle porque Él murió por nosotros. Ofreció Su alma en ofrenda por el pecado. En la cruz, durante aquellas tres horas de tinieblas, Dios el Padre puso sobre Él el pecado del mundo, y Él sufrió el castigo por usted y por mí. El Buen Pastor dio Su vida por las ovejas.
El Señor Jesús afirmó en el versículo 18 con toda claridad, que Él entregaría Su vida voluntariamente. Jesucristo mantuvo un completo control de cada aspecto de Su propio juicio. Él fijó la hora de Su muerte. Los judíos dijeron que no debía ser detenido ni muerto en un día de fiesta, porque podría desencadenar un alboroto del pueblo. Pero el hecho es que fue crucificado en un día de fiesta. Nunca fue más majestuoso que cuando se dirigió a la cruz, y si uno lee detenidamente los evangelios, se da cuenta de que en aquel entonces, verdaderamente, fue el gobierno romano, la nación de Israel, usted y yo los sometidos a juicio. Él no tenía por que morir, sino que murió voluntariamente por los pecados de todo el mundo. El escritor a los Hebreos dijo en el capítulo 12 de su carta, versículo 2: "Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza". Ningún hombre pudo arrebatarle la vida sin Su permiso. Alegó tener poder para entregar Su vida y para volverla a tomar. Continuemos con los versículos 19 al 21:
"Volvió a haber división entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: Demonio tiene y está fuera de sí. ¿Por qué lo oís? Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?"
Esto se refiere al hecho de que Jesús había dado vista a aquel que había nacido ciego. En aquel día la multitud había reconocido que un demonio jamás habría podido hacer lo que Él hizo. Y se produjo una división. ¿Por qué? Porque algunos eran ovejas y otros no lo eran. Las ovejas oirían, y los otros no.
La cuestión aún es la misma en la actualidad, tal como lo fue en aquel entonces. O el Señor Jesucristo era un loco, o era el Salvador del Mundo. O tenía un demonio, o era el Hijo de Dios. Siempre ha existido esa división. Cuando el apóstol Pablo predicó en Atenas, algunos creyeron y otros no. Cuando nosotros predicamos, algunos creen y otros no creen. No podemos esperar que sea de otro modo.
Creemos que los teólogos críticos son las personas más incoherentes e ilógicas que existen. Jesucristo no puede ser solo un buen maestro y un gran ejemplo, sin ser el Hijo de Dios. O era un fraude, o es el Hijo de Dios. O era un loco, o es Dios y su Salvador. Estimado oyente, Jesucristo le pone a usted entre la espada y la pared. Leamos el versículo 22, de este capítulo 10 y veamos como Jesús afirmó
Su deidad - Cristo como igual a Dios
"Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno."
La fiesta de los Tabernáculos se celebraba en la última parte del mes de Octubre, y la fiesta de Dedicación, en los últimos días de Diciembre. Y por lo tanto, había un intervalo de dos meses. En esta fiesta se recordaba el tiempo en que Judas Macabeo liberó el templo de Antíoco Epífanes, el sirio, quien lo había contaminado. Esto ocurrió en el año 167 A.C. y la fiesta todavía se celebraba en el tiempo de nuestro Señor.
La expresión "Era invierno", era simbólica del hecho de que Jesús había terminado con la nación de Israel. De aquí en adelante, en el evangelio según San Juan, Jesucristo sólo hablaría a los Suyos. No haría otro llamado público. Era demasiado tarde para la siega. El Cordero de Dios estaría recluido en preparación para ir a la cruz y morir por los pecados del mundo.
Amigo y hermano, que nos escucha, permítanos recordarle que es posible jugar demasiado con el factor tiempo. El invierno llegará para usted, y vendrá el día cuando no le será posible testificar más. Si usted va a hacer algo para Cristo, sería mejor que lo hiciese ahora. Por otra parte, si usted aun no ha aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, permítanos recordarle que el invierno puede venir también en cuanto a las oportunidades de salvación. Llegará el tiempo cuando ya será demasiado tarde, demasiado tarde para ser salvo. Uno puede persistir en rechazar al Señor Jesucristo tantas veces y por tanto tiempo que al final, ya no podrá aceptarle. El profeta Jeremías dijo en el capítulo 8 de su profecía, versículo 20: "Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos."
Volviendo ahora al capítulo 10 del evangelio según San Juan, leamos los versículos 23 y 24:
"y Jesús andaba en el Templo por el pórtico de Salomón. Lo rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente."
Había allí un gran pórtico que era para los gentiles, es decir, para los que no eran judíos. Nuestro Señor ya no entraría más en el templo. Era invierno, y andaba por el pórtico de Salomón.
Jesús había manifestado claramente Su identidad y aquellos que le aceptaron comprendieron que Él era el Mesías, el Cristo. Recordemos que Andrés le había dicho a su hermano que había encontrado al Mesías (Juan 1:41). Natanael le reconoció como el Hijo de Dios, el Rey de Israel (Juan 1:49). La mujer samaritana por su parte, comprendió quién era, y los samaritanos le dijeron a ella: Ya no creemos solamente por lo que has dicho, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo. (Juan 4:42). También el que había nacido ciego creyó y le adoró. Pero estos líderes religiosos con sus preguntas sutiles, realmente trataban de culpar a Jesús. Pretendían hacer creer que Jesús era culpable de no facilitar suficiente información, cuando la verdad era que la culpa era de ellos, por no querer creer lo que Dios les había revelado. Pues bien, Jesús había revelado que era el Mesías, y ahora lo declaraba una vez más a las autoridades religiosas. Leamos los versículos 25 y 26 de este capítulo 10 del evangelio según San Juan:
"Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho."
Jesús les dijo que Él tenía las evidencias de que era el Mesías. Sus obras daban testimonio de ello. Había nacido en el linaje de David, conforme a la profecía. Fue presentado por Juan el Bautista. Ningún hombre jamás enseñó como Él enseñó. Ningún hombre había podido declararle culpable de pecado. Cuando Juan el Bautista envió a sus discípulos a que indagaran si Jesús era el Mesías o si debían esperar a otro, Jesús les mandó que fueran y contaran a Juan el Bautista, las obras que Él hacía. Y así, Juan el Bautista sabría que Él tenía las credenciales del Mesías. Es que Su enseñanza, Su vida, y Sus milagros, demostraron que Él era el Mesías.
El problema no radicaba en la falta de credenciales por parte de Jesús. El problema estaba en el corazón incrédulo de las personas. El hecho de que no creyesen demostraba que no eran sus ovejas.
Estimado oyente, las palabras y las obras de Jesús siguen resonando con la misma fuerza en la actualidad. Y la culminación de su misión en la cruz, y su victoria en la resurrección se proyecta hoy ante usted y ante los seres humanos como la única y gran oportunidad de salvación. Le rogamos que le conceda a la invitación de Dios la máxima atención. Aunque se dirige a todos los seres humanos, es eminentemente personal. El Salvador, el Señor, espera, pues, su respuesta.
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