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Estudio bíblico de Josué 22:1-23:8

Josué 22:1-23:8

Anteriormente dijimos que cuando los israelitas cruzaron el Jordán, su paso ilustró la muerte y la resurrección de Cristo. El apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 6, versículo 4, nos dijo que: ". . . por el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y morimos para ser resucitados y vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el glorioso poder del Padre".

Ahora, cuando los israelitas pasaron el Jordán, llegaron a ser ciudadanos de la tierra prometida. De allí en adelante, serían identificados para siempre con esa tierra. Ahora, en el momento que salieron de la tierra prometida, se constituyeron en judíos errantes. Como usted recordará, los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manases, es decir, las dos tribus y media, no aceptaron su herencia en aquella tierra con las otras tribus. Se quedaron al otro lado del Jordán, es decir, al lado oriental. Podían tomar posesión de la tierra que quisieran tener en esa zona, si sólo enviaban a sus ejércitos a la tierra prometida, al otro lado del río Jordán, para ayudar a conquistarla. Y eso fue lo que hicieron. Y cuando la guerra fue ganada, entonces, regresaron a casa. Los primeros tres versículos de este capítulo 22 de Josué nos dicen:

"Entonces Josué llamó a los rubenitas, a los gaditas, y a la media tribu de Manasés, y les dijo: Vosotros habéis guardado todo lo que Moisés siervo de Jehová os mandó, y habéis obedecido a mi voz en todo lo que os he mandado. No habéis dejado a vuestros hermanos en este largo tiempo hasta el día de hoy, sino que os habéis cuidado de guardar los mandamientos de Jehová vuestro Dios."

Poco antes de salir las dos tribus y media, Josué las llamó para una reunión y las elogió por haber hecho un buen trabajo. Les dijo que habían hecho lo correcto en ayudar a sus hermanos. Y luego, les dirigió una advertencia, aquí en el versículo 5, que vamos a leer:

"Solamente que con diligencia cuidéis de cumplir el mandamiento y la ley que Moisés siervo de Jehová os ordenó: que améis a Jehová vuestro Dios, y andéis en todos sus caminos; que guardéis sus mandamientos, y le sigáis a él, y le sirváis de todo vuestro corazón y de toda vuestra alma."

A estas tribus se les advirtió que, aunque habían escogido residir al otro lado del Jordán, aún debían seguir el sistema mosaico. Ahora, después de que Josué les amonestara en cuanto a su deber, les despidió con una bendición. Leamos el versículo 6 de este capítulo 22 de Josué:

"Y bendiciéndolos, Josué los despidió, y se fueron a sus tiendas."

Ahora, las dos tribus y media volvieron a sus tiendas. Dice aquí el versículo 10 de este capítulo 22 de Josué:

"Y llegando a los límites del Jordán que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de grande apariencia."

Al parecer, edificaron este altar al lado occidental del Jordán. Era "un altar de grande apariencia" o de grandioso aspecto. Esto quiere decir que podría ser visto desde una gran distancia. Era una estructura imponente. Los eruditos Bíblicos buscaron las ruinas de este altar en la ribera oriental del río Jordán. Pero finalmente un arqueólogo descubrió las ruinas en el lado occidental del río, donde se encuentran hoy, en un lugar prominente, con el aspecto de un gran altar. Edificaron este monumento para que les recordara algo. Pero cuando los demás israelitas se enteraron de lo que habían hecho, se disgustaron y se reunieron en Silo. Escuche usted lo que dice aquí el versículo 12:

"Cuando oyeron esto los hijos de Israel, se juntó toda la congregación de los hijos de Israel en Silo, para subir a pelear contra ellos."

Los hijos de Israel creyeron que las dos tribus y media estaban edificando un altar sobre el cual ofrecer sacrificios. Creían que era un esfuerzo para dividir a la nación. Pasando ahora a los versículos 16 y avanzando hasta la primera parte del versículo 18, leemos:

"Toda la congregación de Jehová dice así: ¿Qué transgresión es esta con que prevaricáis contra el Dios de Israel para apartaros hoy de seguir a Jehová, edificándoos altar para ser rebeldes contra Jehová? ¿No ha sido bastante la maldad de Peor, de la que no estamos aún limpios hasta este día, por la cual vino la mortandad en la congregación de Jehová, para que vosotros os apartéis hoy de seguir a Jehová? Vosotros os rebeláis hoy contra Jehová, y mañana se airará él contra toda la congregación de Israel."

Los hijos de Israel acusaron a las dos tribus y media de estar edificando un altar a Baal. Se acordaron de cuando Balaam había causado que Israel pecara, seduciéndoles para casarse con las moabitas, y así cometer un adulterio espiritual. Dios juzgó a Israel enviando serpientes entre ellos. Habían sido juzgados una vez, y tenían miedo de que les sucediera otra vez lo mismo. Sin embargo, las dos tribus y media tenían una buena explicación de lo que habían hecho. Leamos los versículos 21 al 23 de este capítulo 22 de Josué:

"Entonces los hijos de Rubén y los hijos de Gad y la media tribu de Manasés respondieron y dijeron a los cabezas de los millares de Israel: Jehová Dios de los dioses, Jehová Dios de los dioses, él sabe, y hace saber a Israel: si fue por rebelión o por prevaricación contra Jehová, no nos salves hoy. Si nos hemos edificado altar para volvernos de en pos de Jehová, o para sacrificar holocausto u ofrenda, o para ofrecer sobre él ofrendas de paz, el mismo Jehová nos lo demande."

No habían edificado un altar sobre el cual ofrecer sacrificios. El altar era simplemente un recuerdo de que todavía pertenecían a la nación de Israel. Debió haber sido un modelo ampliado del altar del holocausto que se hallaba en el tabernáculo, pero no tenían intención alguna de ofrecer sacrificios en él. Ahora, el versículo 24 dice:

"Lo hicimos más bien por temor de que mañana vuestros hijos digan a nuestros hijos: ¿Qué tenéis vosotros con Jehová Dios de Israel?"

Las dos tribus y media fueron sinceras en lo que habían hecho, y las otras nueve tribus y media aceptaron su explicación. Pasemos al versículo 31 y leamos:

"Y dijo Finees hijo del sacerdote Eleazar a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a los hijos de Manasés: Hoy hemos entendido que Jehová está entre nosotros, pues que no habéis intentado esta traición contra Jehová. Ahora habéis librado a los hijos de Israel de la mano de Jehová."

Los hijos de Israel se dieron cuenta de que habían sido precipitados en acusar a las dos tribus y media. Y esto me recuerda que algunos cristianos hoy en día, a veces actuamos de esa manera. Hablamos y hacemos las cosas que no debiéramos hablar y hacer, y somos sinceros al pensar que estamos defendiendo la Palabra de Dios, cuando en realidad no la estamos defendiendo. Los hijos de Israel simplemente cometieron un error al entrar en acción contra sus hermanos con la idea de comenzar una guerra. Ahora, leamos al versículo 34, que dice:

"Y los hijos de Rubén y los hijos de Gad pusieron por nombre al altar Ed; porque testimonio es entre nosotros que Jehová es Dios."

A primera vista la edificación de este altar parecía una cosa buena y muchos comentaristas han puesto su sello de aprobación sobre ella. Pero, una explicación superficial sobre los motivos para edificar ese altar, no sería satisfactoria. En el tabernáculo estaba el altar de bronce para los sacrificios, y no debía haber ningún otro. Ahora, en el capítulo 12 de Deuteronomio, versículo 27 dice: ". . . y ofrecerás tus holocaustos, la carne y la sangre, sobre el altar del Señor tu Dios; y la sangre de tus sacrificios será derramada sobre el altar del Señor tu Dios, y podrás comer la carne."

A Israel se le dijo que destruyese todos los otros altares. En Éxodo capítulo 34, versículo 13, leemos estas palabras: "Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera." Debía haber una sola excepción en Deuteronomio, capítulo 27, versículos 4 al 8, donde a Israel se le mandó tomar doce piedras del río Jordán y disponerlas como un testimonio memorial. Las dos tribus y media nunca pasaron el Jordán, y el río realmente las separó de sus hermanos. Este altar reconocía esta división; constituía la prueba evidente del hecho de que estaban divididos. Abrió paso para la división más tarde. En aquel momento, se trata de una división entre el oriente y el occidente. Aquí estaban nueve tribus y media frente a dos tribus y media; pero más tarde habría una división entre el norte y el sur, con diez tribus en el norte contra dos tribus en el sur.

El altar de bronce en el tabernáculo simbolizaba la obra redentora de Cristo. Fue un lugar de unidad. Y estimado oyente, en nuestro tiempo, a nosotros nos resulta posible reunirnos con cualquier persona que exalte a Jesucristo. En el evangelio según San Juan, capítulo 17, versículos 20 y 21, el Señor Jesús oró: "Pero no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mi, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste." Estos versículos hablan de una unidad orgánica de aquellos que están unidos a Cristo. El altar del Antiguo Testamento nos hablaba de la muerte de Cristo como un sacrificio.

Así como las dos tribus y media habían edificado un altar incruento que había dividido a Israel, en la actualidad ciertas tendencias teológicas han dividido a la Iglesia. Han acusado a los que creemos en la veracidad de las Sagradas Escrituras de ser cismáticos, pero son los que apoyan esas tendencias los que se han alejado de su énfasis en la cruz y de la creencia en la deidad de Cristo. Figurativamente hablando, a los que sostienen tales tendencias, no les agrada, como a los hombres de nuestro relato, un altar para sacrificios. Es como si ellos adoraran ante un altar donde no se ha ofrecido ningún sacrificio, o que no recuerda ningún sacrificio. Ellos tienen a un Cristo no sacrificado, un Cristo incruento. Como aquellas dos tribus y media, su conducta revela que se han apartado de la verdad. Nuestro Señor Jesucristo dijo en el capítulo 7 del evangelio según San Mateo, versículos 16 y 17: "Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero árbol malo da frutos malos."

Algunos siglos más tarde el Señor Jesús cruzaría el mar de Galilea y llegaría al país de los gadarenos. Los que vivían allí eran de la tribu de Gad. Todavía vivían al otro lado del Jordán. Nuestro Señor se encontró allí con un hombre poseído por los demonios, que vivía en los sepulcros, y Cristo expulsó los demonios del hombre, haciendo que entraran en algunos cerdos. Los gadarenos se ocupaban en el negocio de cerdos. ¿Puede usted imaginarse a un judío ortodoxo implicado en el comercio de cerdos? Es decir, que no habían obedecido los mandamientos de Dios. Estaban viviendo en el lado equivocado del Jordán, que sus antecesores habían escogido en el reparto del territorio de Canaán.

Resumiendo, las tendencias que hemos mencionado han dividido a la iglesia; es como si hubieran erigido un altar atractivo; prefieren a un Cristo incruento que, en realidad, nunca existió, sin deidad en Él, y sin capacidad para salvar a la humanidad. Estimado oyente, permítanos preguntarle, en un sentido espiritual, ¿ha pasado usted el Jordán? ¿Ha entrado usted en el reposo de la redención que Cristo le ofrece? Si no lo ha hecho, ahora es el momento preciso de dar este paso. Y llegamos ahora a

Josué 23:1-8

En este capítulo encontramos la exhortación de Josué antes de su muerte. Este capítulo comienza con el último mensaje de Josué a los líderes de Israel. En verdad, habló desde su lecho de muerte. Esto es algo que había llegado a ser una costumbre en el Antiguo Testamento. Jacob llamó a sus doce hijos y pronunció profecías con respecto a cada uno de ellos, antes de morir. Mucho después en la historia Moisés reunió a las doce tribus para darles sus últimas palabras, antes de subir al monte Nebo para morir. Ahora, Josué que había sido líder de Israel por cuarenta años y que les había traído hasta la tierra prometida les daría su mensaje final antes de morir. Leamos pues, los primeros 3 versículos de este capítulo 23 de Josué:

"Aconteció, muchos días después que Jehová diera reposo a Israel de todos sus enemigos alrededor, que Josué, siendo ya viejo y avanzado en años, llamó a todo Israel, a sus ancianos, sus príncipes, sus jueces y sus oficiales, y les dijo: Yo ya soy viejo y avanzado en años. Y vosotros habéis visto todo lo que Jehová vuestro Dios ha hecho con todas estas naciones por vuestra causa; porque Jehová vuestro Dios es quien ha peleado por vosotros."

Observemos que Josué llamó y reunió a los israelitas y les dijo: "Estoy listo para retirarme. Soy anciano y tengo unas palabras finales para vosotros. Habéis visto lo que Dios ha hecho por vosotros." Josué en realidad, dijo lo que el apóstol Pablo diría muchos años después, no mucho antes del final de su vida, en su carta a los Filipenses, capítulo 1, versículo 6. Pablo dijo: ". . .estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de que Jesucristo regrese." Continuemos ahora leyendo los versículos 4 hasta el 6 de este capítulo 23 de Josué:

"He aquí os he repartido por suerte, en herencia para vuestras tribus, estas naciones, así las destruidas como las que quedan, desde el Jordán hasta el Mar Grande, hacia donde se pone el sol. Y Jehová vuestro Dios las echará de delante de vosotros, y las arrojará de vuestra presencia; y vosotros poseeréis sus tierras, como Jehová vuestro Dios os ha dicho. Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra"

Vemos aquí que Josué les estaba pidiendo que hicieran lo mismo que Moisés les había aconsejado hacer. Continuemos leyendo los versículos 7 y 8:

"para que no os mezcléis con estas naciones que han quedado con vosotros, ni hagáis mención ni juréis por el nombre de sus dioses, ni los sirváis, ni os inclinéis a ellos. Mas a Jehová vuestro Dios seguiréis, como habéis hecho hasta hoy."

El gran peligro de cruzar el Jordán, de hacer frente a un enemigo en una tierra extraña, de enfrentarse con lo desconocido por todas partes, y de sentir temor ante todas las situaciones, todo esto había mantenido a Israel espiritualmente cerca del Señor. Pero Josué reconoció que ya que habían entrado en un período de reposo y estaban disfrutando de prosperidad y abundancia, podrían alejarse de Dios. Ésa es la historia de la naturaleza humana, que nunca cambia. Por tal motivo, Josué les estimuló a ser conscientes de su responsabilidad. En realidad les estaba diciendo lo siguiente: "Dios ha hecho obras maravillosas a favor vuestro; ahora, permaneced espiritualmente cerca de Él y obedecedle. Si así lo hacéis, Dios continuará bendiciéndoos". Después les advirtió sobre lo que ocurriría si se alejaban de Dios.

El mayor peligro por el que cualquier pueblo de la tierra puede pasar no son los momentos de graves peligros y sufrimiento, sino las épocas de paz y de prosperidad. Y ése es precisamente el peligro que existe cuando llegamos al punto en que nos sentimos cómodos y disfrutamos de la prosperidad y la abundancia. Parece como si ya no necesitáramos a Dios y comenzamos a alejarnos de Él. En realidad, a pesar de la presión económica y las cargas familiares, estamos aprovechando todas y cada una de las ventajas que nos ofrece la sociedad de consumo. Y cuando se vive en épocas de relativa prosperidad, los seres humanos comienzan a concentrar su mirada en las factores materiales, en el creciente esfuerzo realizado para vivir con una calidad de vida aceptable y en tratar de disfrutar lo más posible de los bienes que se adquieren muchas veces con un considerable sacrificio. En una situación así, parece que la imagen de Dios y de las realidades del mundo espiritual se van difuminando poco a poco, hasta casi desaparecer del centro de atención de las personas. En todo caso, no se piensa en Dios, o se percibe un Dios lejano, que se puede manipular hasta convertirle en un ser que consiente toda conducta, y cualquier idea, que aprecia los empeños humanos en tratar de construir una sociedad mejor. Y otro gran grupo de seres humanos, considerarán la idea de Dios como completamente ajena a las inquietudes del hombre contemporáneo.

Pero ése no es el Dios de la Biblia. El que nosotros conocemos amó al mundo e hizo los medios para rescatar al ser humano para restaurarle a su dignidad original. Y por ello envió a Jesucristo a morir en una cruz, para que todos los que vieran su triste condición de rebelión y pecado, al creer en aquel Salvador que resucitó de los muertos, recibiesen la salvación y liberación de las fuerzas destructivas del pecado y la maldad humana. De esa manera, Dios ha provisto el medio para iniciar una relación directa y personal con todo aquel que acepte la obra que por Su gracia ha hecho en aquella cruz. Estimado oyente Dios continúa esperando. Usted puede hoy entrar a formar parte de esa gran multitud de personas que, alrededor el mundo, en todo pueblo y nación, llevan impreso en sus vidas la persona de Cristo, y la influencia del Espíritu Santo.

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