Estudio bíblico de 1 Samuel 15:4-16:2
1 Samuel 15:4-16:1
Continuamos hoy nuestro estudio en el capítulo 15 del primer libro de Samuel. Y en nuestro programa anterior, vimos en los primeros 3 versículos de este capítulo 15, cómo Dios dio algunas instrucciones precisas con respecto a Amalec, instrucciones que dio al rey Saúl. Y dijimos que si usted no conocía la historia de Amalec, es posible que considerara estas instrucciones como muy extremas y severas. Pero si usted ha seguido esta historia en el Antiguo Testamento, reconocerá que los amalecitas se oponían a Dios con un rechazo total. Eran rebeldes contra Él y Dios dijo que los juzgaría debido a esta rebelión. El hecho es que esta gente si se les hubiera permitido vivir, probablemente habrían causado en el futuro aún mayores dificultades que las que podemos imaginarnos. Lo comprobaremos más adelante al llegar al libro de Ester, porque uno de los descendientes de alguien que Saúl salvó, trataría de destruir totalmente a la nación hebrea y habría tenido éxito si no fuera por la intervención de Dios. Cuando uno mira las cosas desde la perspectiva de Dios, estimado oyente, entonces muchas veces puede entender su acción inmediata. Continuaremos hoy nuestro estudio leyendo los versículos 4 hasta el 6, de este capítulo 15 del primer libro de Samuel:
"Saúl convocó, pues, al pueblo y les pasó revista en Telaim: doscientos mil de a pie y diez mil hombres de Judá. Vino Saúl a la ciudad de Amalec y se emboscó en el valle. Entonces dijo Saúl a los ceneos: Idos, apartaos y salid de entre los de Amalec, para que no os destruya juntamente con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de Israel cuando subían de Egipto. Se apartaron los ceneos de entre los hijos de Amalec."
Vemos aquí que Saúl convocó al pueblo y los contó. Luego llegó a una ciudad de Amalec y les advirtió a los ceneos que salieran de entre los amalecitas antes de que fueran destruidos. Recordemos que los ceneos eran los descendientes del suegro de Moisés; tenemos las referencias Bíblicas en Jueces 1:16 y 4:11-17. Éste fue un acto de misericordia que ninguna nación pagana había practicado hasta ese momento. Ahora hasta este episodio, Saúl había sido obediente. Continuemos con los versículos 7 hasta el 9 de este capítulo 15:
"Y Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, que está al oriente de Egipto. Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y a todo el pueblo lo mató a filo de espada. Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; pero destruyeron todo lo que era vil y despreciable."
Saúl casi cumplió con la orden que Dios le había dado. Pero creyó que era una lástima destruirlo todo, de modo que salvó a Agag, soberano de los amalecitas. Ahora, Saúl no tenía más derecho de salvarlo a él que el que tenía de salvar al campesino más humilde entre los amalecitas. Esta nación estaba entregada completamente a la maldad, y el rey, más que todos los demás, debía haber sido juzgado en aquel entonces. Saúl tampoco tenía derecho alguno de salvar de la destrucción a lo mejor del ganado. Parece que lanzó este ataque con el único objetivo de obtener un gran botín y despojos, precisamente lo que Dios le había prohibido hacer. En aquella ocasión en particular, los israelitas fueron el instrumento que Dios usó para traer su juicio sobre los amalecitas. Continuemos con los versículos 10 y 11 de este capítulo 15 del primer libro de Samuel:
"Vino luego esta palabra del Señor a Samuel: Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras. Se apesadumbró Samuel y clamó al Señor toda aquella noche."
No fue solamente el pueblo el que había elegido a Saúl, sino también Samuel. Samuel amaba a Saúl y quería que saliera bien como rey. Él quizá quería que Saúl, aun más que David, que reinaría después, tuviera éxito. Sin embargo, Dios en ese momento había desechado a Saúl, y Samuel, que era obediente a Dios debía ejecutar las órdenes de Dios. Saúl había sido desobediente, y el juicio entonces vendría sobre él. Leamos ahora los versículos 12 y 13, que inician un párrafo en el cual
Saúl fue reprendido
"Madrugó Samuel para ir al encuentro de Saúl por la mañana; y avisaron a Samuel: Saúl llega a Carmel y se ha erigido un monumento; después se dio vuelta y siguió adelante para bajar a Gilgal. Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú del Señor; yo he cumplido la palabra del Señor."
Saúl dijo que había sido obediente, pero observemos la respuesta mordaz que Samuel le dio, aquí en los versículos 14 y 15:
"¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos? preguntó entonces Samuel. De Amalec las han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas al Señor tu Dios, pero lo demás lo destruimos, respondió Saúl."
Escuchemos a Saúl al comenzar a hacer uso del lenguaje ambiguo en un esfuerzo por encubrir su mala conducta bajo falsas apariencias. Dijo que había tenido un motivo muy piadoso para salvar algunos animales. Quería tener animales excelentes para ofrecerlos en sacrificio al Señor. Éste fue un esfuerzo por tratar de encubrir su desobediencia. Ahora, cuando su desobediencia se descubrió, observemos que trató de culpar al pueblo de lo que había sucedido, como veremos en el versículo 21, donde diría: "mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo que estaba destinado a la destrucción". Pero el relato indicó, en el versículo 9, que ésa había sido la actitud de "Saúl y el pueblo". Y Saúl, como rey, era responsable.
Samuel, informó luego a Saúl lo que el Señor le había dicho. Y veamos lo que Saúl respondió a Samuel, aquí en los versículos 20 y 21:
"Saúl respondió a Samuel: Al contrario, ¡he obedecido la voz del Señor! Fui a la misión que el Señor me envió, traje a Agag, rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas. Pero el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo que estaba destinado a la destrucción, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios, en Gilgal."
Saúl aquí no solamente trató de culpar a otros, sino que hasta dijo que había obedecido la voz del Señor. Ahora, observemos cuidadosamente que él no dijo, "Mi Dios, ni nuestro Dios, sino el Señor tu Dios". No estaba dispuesto pues a asumir ninguna responsabilidad por haber preservado a los animales, aunque quedó establecido sin duda alguna que él era el culpable. Y Samuel le dijo aquí en los versículos 22 y 23:
"Entonces Samuel dijo: ¿Acaso se complace el Señor tanto en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a las palabras del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar y prestar atención mejor es que la grasa de los carneros. Como pecado de adivinación es la rebelión, como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto rechazaste la palabra del Señor, también él te ha rechazado para que no seas rey."
Éste es uno de los pasajes más notables de las Escrituras. Aquí vemos que Dios desechó a Saúl como rey debido a su rebelión y desobediencia. Éste es un mensaje importante para cualquiera que se considere un hijo de Dios. Hoy en día parece que está de moda un acercamiento informal y amistoso hacia el Señor Jesucristo. Por ejemplo, hay algunas canciones que se cantan en las que los creyentes manifiestan ser amigos de Jesús. Pero, debemos tener mucho cuidado de no crear una impresión errónea de Jesucristo al presentar nuestro compañerismo con Él usando este tipo de expresiones. Cuando usted, estimado oyente, dice que Jesús es amigo suyo, ¿qué es lo que quiere decir? En realidad, usted le está haciendo descender a su propio nivel. Si yo dijera que el presidente de mi país, por ejemplo, es un amigo mío, estaría colocándole en mi propio nivel. Pero supongamos que el presidente dijera por radio y televisión que yo soy su amigo; entonces eso me elevaría a su nivel. Cuando empezamos a hablar de Jesús como nuestro amigo, no estamos necesariamente expresando una realidad basada en la Biblia. El Señor Jesucristo dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 15, versículo 14: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando" Estimado oyente, ¿es usted obediente a Jesús? ¿Cómo puede alguno de nosotros atreverse a llamar a Jesús amigo si no le está obedeciendo? Y desobedecerle constituye una rebelión contra Dios.
Cuando uno se encuentra con alguien que es total y permanentemente desobediente al Señor, debe concluir que tal persona de ninguna manera pertenece al Señor. Ahora, no estamos diciendo que las obras tengan algo que ver con la salvación. Estamos diciendo simplemente que si usted es hijo de Dios, habiéndole llegado a conocerle mediante Jesucristo, le obedecerá. Él también dijo en el mismo evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 15: "Si me amáis, guardad mis mandamientos" Creemos que si usted le dijera al Señor, "No te amo", Él le respondería, "Olvídate entonces de guardar mis mandamientos". Lo importante, estimado oyente, es estar correctamente relacionado con el Señor Jesucristo. Ser hijo de Dios es conocerle de una manera muy personal. Eso es lo que distingue al cristianismo de todas las demás religiones del mundo. Usted puede ser miembro de cualquier religión sin conocer su fundador, pero usted no puede ser cristiano, sin conocer de una manera personal al Señor Jesucristo. Y conocerle es tener la vida eterna. Volvamos ahora a este capítulo 15 del primer libro de Samuel y continuemos leyendo el versículo 24:
"Saúl dijo a Samuel: He pecado, pues he desobedecido el mandamiento del Señor y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado."
Vemos aquí la baja motivación de este hombre. Dijo que por miedo al pueblo y por lo tanto, había obedecido los deseos de ellos. Es decir, que Saúl quería complacer a todos. En la actualidad, hay muchos que son como Saúl. Hay algunos, incluso, que tratan de agradar a todos y hasta comprometen su mensaje, privándolo de elementos que puedan incomodar, porque quieren llevarse bien con todo el mundo. Así también fue como Saúl se enfrentó a esta situación. Ahora, es verdad que Saúl confesó que había pecado, pero su arrepentimiento no era genuino. Y continuó hablando aquí en los versículos 25 al 29 y dijo:
"Vuelve conmigo para que adore al Señor. No volveré contigo, porque rechazaste la palabra del Señor y el Señor te ha rechazado para que no seas rey sobre Israel?respondió Samuel a Saúl. Samuel se volvió para irse, pero él se asió de la punta de su manto, y este se desgarró. Entonces Samuel le dijo: El Señor ha desgarrado hoy de ti el reino de Israel y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú. Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta."
Dios había hecho rey a Saúl y entonces le quitó el reino, debido a su pecado. No era Dios quien había cambiado de idea o de actitud, sino Saúl. Saúl había pecado y por lo tanto, Dios tenía que juzgarle. Y dijo Saúl entonces en el versículo 30 de este capítulo 15 del primer libro de Samuel:
"Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y que vuelvas conmigo para que adore al Señor, tu Dios, dijo Saúl."
Ya hemos dicho que el arrepentimiento de Saúl no era genuino. Observemos cómo encubría su pecado. Le estaba diciendo a Samuel que fuesen a cumplir juntos los ritos de adoración, y así el pueblo no sabría que había sido desechado como rey. Quiso arrepentirse, pero no quería pagar la pena de su desobediencia. Fue hipócrita hasta el fin. Y los versículos 31 al 33 dicen:
"Volvió Samuel en compañía de Saúl, y adoró Saúl al Señor. Después dijo Samuel: Traedme a Agag, rey de Amalec. Agag vino hacia él alegremente. Y decía: Ciertamente ya pasó la amargura de la muerte. Samuel dijo: Como tu espada dejó a las mujeres sin hijos, así tu madre quedará privada de su hijo entre las mujeres. Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante del Señor en Gilgal."
Agag vino Samuel con una aparente tranquilidad, porque se vio en una situación delicada. Entonces Samuel mató a Agag. Ahora, seguramente para algunos aquellas fueron medidas demasiado severas. Pero no olvidemos nunca, que Dios es un Dios de juicio, y que Él juzgará todo pecado y maldad. Y nos alegramos que sea Dios quien va a juzgar. Damos gracias a Dios que nadie puede obrar con maldad impunemente. Puede haber aquellos, aun los que están en algún puesto de eminencia, que creen que no serán juzgados o condenados por su pecado, deshonestidad y adulterio; pero Dios los juzgará. Debe quedar claro que nadie se librará de las consecuencias de su pecado. De modo que, Samuel ejecutó aquí el juicio de Dios sobre este soberano vil y malvado, Agag. Leamos ahora los finales versículos 34 y 35 de este capítulo 15 del primer libro de Samuel:
"Se fue luego Samuel a Ramá, y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl. Nunca más vio Samuel a Saúl en toda su vida. Y lloraba Samuel por Saúl, porque el Señor se había arrepentido de haberlo hecho rey de Israel."
Cuando la Biblia dice que Dios se arrepintió pareciera dar a entender que Él hubiera cambiado de parecer. Pero la verdad es que Dios no había cambiado de opinión. Dios dijo desde el principio que si Saúl no se comportaba bien, le quitaría. Saúl pecó, y por lo tanto Dios lo apartó de su puesto como rey. Simplemente cumplió Su palabra porque Dios aún aborrece el pecado y lo juzga. Saúl había sido una elección del pueblo, y había fracasado. Sin embargo, vemos aquí que Samuel lloró por él. Creemos que Samuel amaba sinceramente a Saúl. Muchísimo más de lo que amaría después a David. Y lamentó profundamente ver fracasar a este hombre. Es por eso que sus palabras a Saúl fueron tan duras y severas; porque procedían de una persona que le amaba. Además, estas palabras de Samuel también procedían del corazón de Dios. Estimado oyente, el amor de Dios no le disuadirá de juzgar a los pecadores. Él puede amarlos y de todas formas, ejecutar Su juicio. Recordemos que nuestro Dios, es un Dios santo y justo, así como también es un Dios amante.
Y así concluimos nuestro estudio de este capítulo 15 del primer libro de Samuel. Llegamos ahora a
1 Samuel 16:1-2
En este capítulo veremos que Dios eligió a David para suceder a Saúl y envió a Samuel a Belén para ungir a David como rey de Israel. Y como Saúl sería abandonado por Dios, David sería traído a la corte para tocar el arpa y de esa manera calmaría el espíritu malo de Saúl.
En este capítulo 16 llegamos a un nuevo tema. Veremos que hay un contraste marcado entre Saúl y David. David era el hombre de Dios, mientras que Saúl, era el hombre de Satanás. En el capítulo 15 vimos el rechazo de Dios hacia Saúl. Dios no le había dado a Saúl solamente una oportunidad, sino varias ocasiones para que le obedeciera, pero Saúl se había mostrado totalmente desobediente a Dios. Al Señor no le era necesario esperar para ver los resultados del reinado de Saúl. Él ya lo sabía de antemano. Pero Saúl necesitaba saberlo. Y también Samuel necesitaba saberlo, porque él amaba a Saúl. Y el pueblo tenía que estar enterado porque ellos habían elegido a Saúl.
Y hoy, estimado oyente, nosotros también necesitamos saber si somos genuinos hijos de Dios. Por tal motivo, somos sometidos a prueba y necesitamos la ayuda del Espíritu de Dios porque como nos dice el escritor a los Hebreos en el capítulo 12 de su carta, versículo 6: "Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo". El Señor pone a prueba a aquellos que ama. Éste era el método de Dios en los tiempos de Saúl, y es Su método también en la actualidad. El apóstol Santiago en su carta universal, capítulo 1, versículo 12 dijo: "Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman". En nuestra historia fue Saúl el sometido a prueba, con grandes oportunidades de tener éxito, pero a pesar de ello, fracasó.
Ahora, nuevamente, ¿porqué esa extrema cirugía de matar a los amalecitas y a Agag? Amalec era hijo de Esaú. Los amalecitas pelearon contra los hijos de Israel cuando estos trataban de entrar en la Tierra Prometida. Y Dios dijo que haría guerra contra Amalec de generación en generación, y que por fin los juzgaría. Los amalecitas tuvieron como unos quinientos años para cambiar su manera de ser y arrepentirse. Pero ellos volvieron sus espaldas definitivamente contra Dios, y por tanto Dios los juzgó.
Llegamos ahora al momento en que Dios eligió a David para suceder a Saúl como rey. Dios envió a Samuel a Belén para ungir a David como rey. En contraste con Saúl que había sido elegido por el pueblo, David fue escogido directamente por Dios mismo. Y aunque Dios tendría sus dificultades con él, también Dios tiene dificultades con todos nosotros, ¿no es cierto? Leamos, pues, el primer versículo de este capítulo 16 del primer libro de Samuel:
"Dijo el Señor a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás por Saúl, habiéndolo yo rechazado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de entre sus hijos me he elegido un rey."
Como podemos ver aquí, Samuel estaba a favor de Saúl. Samuel amaba a Saúl y no soportaba verle desechado por Dios. Le había dolido dar a Saúl el ultimátum de que había sido rechazado y descartado como rey. Así que la tristeza de Samuel hizo más dramático este proceso.
En este programa hemos destacado la amistad con el Señor Jesucristo, así como las evidencias de esa amistad, que debieran hoy llevarnos a examinarnos en un área tan importante como el de nuestra relación con Dios. Viene bien recordar las palabras de la carta de Santiago 4:4: "¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios". Y la palabra "mundo" aquí, incluye a todas las realidades que se interponen, como un obstáculo entre nosotros y Dios, que nos apartan de la obediencia a Su Palabra, que enfrían nuestro amor por Él, que nos distancian del pleno disfrute de Su amistad. ¿Cuál será nuestra respuesta?
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