Estudio bíblico de 1 Samuel 20:2-21:8
1 Samuel 20:2-21:8
En nuestro programa anterior comenzamos a estudiar el capítulo 20 del primer libro de Samuel. Y en el versículo 1 de este capítulo, vimos cómo David preguntó a Jonatán, "¿Qué he hecho yo?" Porque nunca había hecho nada contra Saúl. Por el contrario, le había ayudado. Pero Saúl nunca se comportó como un rey. Dios sabía que no era un rey y tampoco era el hombre que Él había escogido. El pueblo había querido tener un rey y quisieron que Saúl fuera ese rey. Dios les dio lo que pidieron, pero como en los tiempos de Moisés, castigó su rebeldía. Recordemos que en el desierto los hijos de Israel se quejaron de la dieta que Dios les había provisto y exigieron comer carne. De modo que Él les envió codornices en abundancia, les dio lo que pidieron, pero fue evidente que, en su descontento permanente, no estaban confiando en Dios. Si hubieran confiado en el Señor, habrían estado satisfechos del maná y en lo que Dios les proveyese, disfrutando de gozo y paz en sus vidas. Señalamos el hecho de que muchos cristianos hoy en día pretenden anticiparse a los planes de Dios. Le piden esto, aquello y lo otro y no están dispuestos a esperar confiadamente, dejando que Dios actúe en sus vidas, y les envíe sus bendiciones. Muchas veces Dios nos concede nuestras peticiones y nos sorprendemos por la forma en que ha contestado la oración. Pero la verdad es que a veces, después e haber pedido algo con mucha insistencia, al fin Él nos concede nuestra petición, aunque en algunos casos ocurre que lo que hemos recibido no resulta bueno para nosotros y, en consecuencia, permanecemos insatisfechos. En el caso de los israelitas, ellos nunca debieron haber tenido a Saúl por Rey, porque fue causa de muchos problemas. Aquí vemos que David estaba perplejo. No podía comprender el motivo por el cual que Saúl le perseguía. Y continuamos hoy leyendo el versículo 2 de este capítulo 20 del primer libro de Samuel:
"Él le dijo: De ninguna manera; no morirás. Mi padre no hace ninguna cosa, ni grande ni pequeña, que no me la descubra; ¿por qué, pues, me ha de ocultar mi padre este asunto? No será así."
Jonatán le dijo a David que si su padre tomaba medidas para matarlo, él se enteraría y se lo comunicaría a David. Y leemos en el versículo 3:
"David volvió a jurar, diciendo: Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia delante de tus ojos, y dirá: Que Jonatán no sepa esto, para que no se entristezca. Pero, ¡vive el Señor y vive tu alma!, que apenas estoy a un paso de la muerte."
¡Qué declaración! Y no sólo era así en el tiempo de David, estimado oyente, sino que también es así en la actualidad. Sea que viajemos por un medio u otro y ante cualquier circunstancia que tengamos que vivir, usted y yo siempre estamos a solo un paso de la muerte. Hay solo la brevedad de un latido de corazón entre usted y la muerte, que puede llegar en cualquier momento. Es por eso que debemos estar preparados para pasar a la eternidad y a la presencia de Dios. ¡Cuántos son los que han hecho sus arreglos para esta vida, pero que nunca se han preparado para la próxima vida! ¿Es usted estimado oyente, uno de aquellos que confía en Cristo Jesús como su Salvador personal? Si usted muriera en este momento, ¿partiría usted para estar con el Señor? No aplace usted más el paso de aceptar a Cristo Jesús como su Salvador y Señor.
Volviendo ahora a nuestro estudio, leamos el versículo 4 de este capítulo 20 del primer libro de Samuel:
"Jonatán dijo a David: Haré por ti lo que desee tu alma."
Jonatán fue un verdadero amigo para con David. Es maravilloso tener un amigo como Jonatán. En el libro de los Proverbios, capítulo 18, versículo 24 leemos: "El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amistoso; y amigos hay más unidos que un hermano". Un hermano, estimado oyente, puede abandonarle a uno algunas veces, pero un verdadero amigo nunca le abandonará. Se nos dice que un amigo o amiga, es como un hermano o hermana en tiempo de angustia. Una persona nos demuestra mejor su amistad cuando nos hallamos en dificultades. Cuando David se encontró en esa situación, Jonatán demostró que era su amigo y que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para proteger a David. Y David respondió a Jonatán aquí en el versículo 5:
"David respondió a Jonatán: Mañana será la luna nueva, y yo acostumbro sentarme con el rey a comer; pero tú dejarás que me esconda en el campo hasta pasado mañana por la tarde."
Se suponía que David tenía que estar en el palacio a la hora de comer, pero tenía miedo de ir. Ye dijo a Jonatán que pensaba desaparecer por tres días. Y continuó diciendo aquí en los versículos 6 y 7:
"Si tu padre hace mención de mí, dirás: Me rogó mucho que lo dejara ir corriendo a Belén, su ciudad, porque todos los de su familia celebran allá el sacrificio anual. Si él dijera: Está bien, entonces tendrá paz tu siervo; pero si se enoja, sabrás que por su parte está decretada mi perdición."
Así, pues, pensaba David enterarse de los verdaderos sentimientos de Saúl. Y proseguimos leyendo aquí en los versículos 8 hasta el 17 de este capítulo 20 del primer libro de Samuel:
"Harás, pues, misericordia con tu siervo, ya que has hecho a tu siervo contraer un pacto contigo ante Jehová; si hay maldad en mí, mátame tú, pues no hay necesidad de llevarme hasta tu padre. Jonatán le dijo: Nunca te suceda tal cosa; antes bien, si me entero que mi padre ha determinado hacerte mal, ¿no te lo avisaría yo? Dijo entonces David a Jonatán: ¿Quién me avisará si tu padre te responde ásperamente? Jonatán dijo a David: Ven, salgamos al campo. Y salieron ambos al campo. Entonces dijo Jonatán a David: ¡Señor, Dios de Israel, sea testigo! Cuando le haya preguntado a mi padre mañana a esta hora, o pasado mañana, si todo marcha bien para con David, entonces te lo haré saber. Pero si mi padre intenta hacerte mal, traiga el Señor sobre Jonatán el peor de los castigos, si no te lo hago saber para que te vayas en paz. Que el Señor esté contigo como estuvo con mi padre. Si para entonces estoy vivo, usa conmigo la misericordia del Señor, para que no muera, y nunca apartes tu misericordia de mi casa. Cuando el Señor haya eliminado uno por uno a los enemigos de David de la faz de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David. Así hizo Jonatán un pacto con la casa de David, diciendo: Demándelo el Señor de manos de los enemigos de David. Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque lo amaba, lo amaba como a sí mismo."
Jonatán se dio cuenta que David, su cuñado, probablemente sucedería a Saúl en el trono. Por tanto, le pidió que cuando llegara al poder, su propia relación con la casa de David no fuera olvidada. Y se hicieron planes a fin de que estos dos amigos pudieran comunicarse. Jonatán sabía que estaba bajo observación para ver si se comunicaba con David, y por tanto tenía que tener mucho cuidado. El plan requirió que Jonatán saliera a tirar saetas. No despertaría ninguna sospecha que él saliera muchas veces para practicar el tiro al arco, porque Jonatán era guerrero. David por su parte, estaría escondido en el campo. Jonatán saldría al campo con su criado y tiraría una flecha. Si tiraba la saeta mucho más allá de David, esto significaría que las intenciones de Saúl eran malas en cuanto a David y que David debía huir. Pero si tiraba la saeta más cerca de David, sabría entonces que todo estaba bien y que podría regresar con seguridad. Los versículos 24 al 34 nos relatan la triste y acalorada discusión que tuvo lugar en el palacio, entre Saúl y Jonatán.
Al tercer día Jonatán salió al campo para tirar las saetas. No había manera alguna de que Saúl supiera que su hijo estaba por entregarle un mensaje a David. Las noticias en cuanto a Saúl, no eran favorables en manera alguna. Saúl había puesto en claro el hecho de que quería a toda costa matar a David. Así que Jonatán arrojó la flecha para que fuese a caer más allá de David, lo cual significaba que éste debía huir. Jonatán entonces dio instrucciones a su criado para que recogiera las flechas que había arrojado y regresase a la ciudad. Cuando el criado se fue, David y Jonatán se encontraron y hablaron. Leamos ahora el versículo 42:
"Jonatán dijo entonces a David: Vete en paz, porque ambos hemos jurado en nombre del Señor, diciendo: Que el Señor esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre. Se levantó David y se fue; y Jonatán volvió a la ciudad."
De aquel momento en adelante la vida de David estaría en peligro, por lo cual tendría que huir. Pero lo interesante fue el pacto que los dos amigos hicieron. Veremos más adelante que Jonatán cumplió su parte del pacto. Fue un fiel y verdadero amigo a David hasta el fin de su vida. David también fue fiel a su amistad con Jonatán y con sus descendientes.
Más tarde veremos que los filisteos matarían a Saúl y a Jonatán, y que David llegaría al trono. Ahora, lo apropiado y seguro para él habría sido exterminar a todo miembro de la casa de Saúl. Eso quería decir que si Jonatán tuviera un hijo, habría sido matado también. Y el hecho es que Jonatán tendría un hijo. Lo vamos a conocer más adelante en esta historia. Su nombre sería Mefi-boset y sufriría de cojera. Ahora, cuando Saúl y Jonatán murieran, un siervo llevaría al muchacho y lo escondería. Pero veremos que David cumpliría lo que había prometido a Jonatán. David encontraría al muchacho, lo llevaría al palacio, le haría sentar en su mesa; le daría de comer, y le cuidaría. ¿Por qué? Porque cumpliría el pacto que había hecho con Jonatán, en aquella ocasión en que su amigo le mostró su lealtad y misericordia.
Más adelante tendremos ocasión para entrar con más detalle en este tema. Pero por ahora permítanos dirigir su atención al maravilloso significado de esta historia. David mostró bondad a Mefi-boset por causa de Jonatán. Dios, estimado oyente, ha mostrado bondad para con usted y para conmigo, por el Señor Jesucristo. No es debido a quiénes seamos ni a lo que hayamos hecho, que Él nos ha salvado. Nuestra salvación es una realidad por ser Cristo quien es y por lo que Él ha hecho por nosotros. Dijo el Señor Jesucristo mismo, en el evangelio según San Juan, capítulo 3, versículo 16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna". Debido a que Su Hijo murió por nosotros, Dios extiende Su favor hacia nosotros, por Jesús.
Después que David y Jonatán hablaron, Jonatán regresó al palacio. Creemos que se sintió muy triste porque sabía que su padre estaba completamente decidido a matar a su amigo David. También sabía que tendría que vivir separado de su amigo, porque David tendría que huir tan lejos de Saúl como le fuera posible.
Y así concluimos nuestro estudio de este capítulo 20 del primer libro de Samuel. Llegamos ahora a
1 Samuel 21:1-8
El tema general de los capítulos 21 y 22, se refiere a que David implicó a los sacerdotes y reunió a sus valientes soldados. Saúl, por su parte, mató a los sacerdotes de Dios. Y este capítulo 21, considerado en su totalidad, incluye los siguientes episodios: David huyó a Ahimelec, el sacerdote de Nob, y alimentó a sus hombres con el pan sagrado. Luego, David huyó a Aquis rey de Gat en el país de los filisteos. David tomó la espada de Goliat y simuló estar loco. Ahora, en el principio de este capítulo encontramos a David huyendo para salvar su vida. Leamos el primer versículo de este capítulo 21 del primer libro de Samuel, para ver como
David implicó a los sacerdotes
"Vino David a Nob, adonde estaba el sacerdote Ahimelec; este salió a su encuentro, sorprendido, y le preguntó: ¿Por qué estás tú solo, sin nadie que te acompañe?"
David se sintió muy solo al huir de Saúl. Ahora, David tenía consigo a sus acompañantes que le servían, y por lo tanto, no estaba totalmente solo en aquel sentido. Se sentía solo en el sentido en que ninguno de los seguidores de Saúl estaban con él. Y respondió entonces David al sacerdote Ahimelec, aquí en los versículos 2 al 4:
"Respondió David al sacerdote Ahimelec: El rey me encomendó un asunto, y me dijo: Nadie sepa cosa alguna del asunto a que te envío, y de lo que te he encomendado. He citado a los criados en cierto lugar. Ahora, pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes, o lo que tengas. El sacerdote respondió a David y dijo: No tengo pan común a la mano, solamente tengo pan sagrado; pero lo daré si es que los criados se han guardado al menos de tratos con mujeres."
El pensamiento de esta porción de la Escritura es simplemente, que el único pan que el sacerdote tenía era pan consagrado, y no debía ser comido sino solo por el sacerdote, y eso solamente durante ciertas horas. Solo estaba permitido comerlo durante el cambio del pan cada día de reposo. Y David respondió al sacerdote y le dijo, aquí en los versículos 5 y 6:
"David respondió al sacerdote: En verdad las mujeres han estado lejos de nosotros ayer y anteayer; cuando yo salí, ya los cuerpos de los jóvenes estaban puros, aunque el viaje es profano; ¿cuánto más no serán puros hoy sus cuerpos? Así que el sacerdote le dio el pan sagrado, porque allí no había otro pan sino los panes que se consagran al Señor, los cuales habían sido retirados de la presencia del Señor, para colocar panes calientes el día que tocaba retirarlos."
Aunque Israel tenía su religión que le había sido dada por Dios, y este pan había sido consagrado para fines religiosos, estaban allí presentes algunos hambrientos que necesitaban comida. Ese pan habría llegado a ser común si no se hubiera podido usar para alimentar a quienes tuvieran hambre. Eso es lo que David estaba diciendo.
Al dar este pan a David y a sus hombres, el sacerdote estaba quebrantando la letra de la Ley, pero no el espíritu de la Ley. Recordemos que los fariseos desafiaron al Señor Jesucristo en cuanto a la violación de la ley, la cual Él jamás violó. El Señor refutó sus acusaciones refiriéndose a este incidente en la vida de David, en el capítulo 2 del evangelio según San Marcos, versículos 23 al 28, leemos: "Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, mientras andaban, comenzaron a arrancar espigas. Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito? Pero él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición (o consagrados), de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban? También les dijo: El sábado o día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo."
Lo que el Señor estaba diciendo era: "Si le fue posible a David hacerlo y estuvo bien, aquí hay Uno Mayor que David, y que también puede hacer lo mismo". David comió el pan sagrado porque tenía necesidad. Cristo estaba diciendo que la necesidad humana sustituía todos los ritos y leyes ceremoniales. Volviendo al capítulo 21 del primer libro de Samuel, leamos ahora el versículo 7:
"Y estaba allí aquel día, detenido delante del Señor, uno de los siervos de Saúl, cuyo nombre era Doeg, el edomita, el principal de los pastores de Saúl."
Entre la multitud aquel día en el tabernáculo había uno que sería como Judas Iscariote. Su nombre era Doeg y era edomita. Estaba al servicio de Saúl, y veremos que más adelante traicionaría a David y al sumo sacerdote. David tuvo mucho que decir en cuanto a este hombre en el Salmo 52. Continuemos leyendo el versículo 8, de este capítulo 21 de 1 Samuel:
"David dijo a Ahimelec: ¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Porque no he traído ni mi espada ni mis armas, por cuanto la orden del rey era apremiante."
Ahora, quisiéramos dirigir su atención hacia algo que es importante aquí en este versículo 8, de este capítulo 21 que acabamos de leer. Se relaciona con la manera en que las Escrituras pueden ser citadas incorrectamente. Hemos oído decir a veces que ciertas cosas tienen que hacerse para el Señor rápidamente, porque los asuntos del rey requieren prisa o urgencia. En primer lugar, David no tenía ni espada ni lanza, debido a que había tenido que huir con prisa. David tampoco se hallaba aquí cumpliendo una misión para su rey. Sin embargo, esta frase se cita muchas veces para justificar ciertas actitudes de pretender llevar a cabo con urgencia y precipitación ciertos asuntos en el Reino de Dios, sin separar siquiera un período de tiempo para buscar la dirección divina al respecto.
Ahora, ¿se ha fijado usted alguna vez en la paciencia con que actúa Dios? Actuaría de aquella manera en la vida de David. Ahora veremos que David sería entrenado en cuanto a esto, en las cuevas de la tierra. Ése fue el método de Dios. En este sentido, estimado oyente, Dios no tiene prisa. Moisés tenía prisa y quería liberar a los hijos de Israel unos cuarenta años antes de lo que Dios había considerado oportuno. Pero la verdad era que Moisés tampoco estaba listo. Por lo tanto, Dios le colocó en el desierto y lo educó durante cuarenta años hasta que estuviera preparado para ejecutar la misión que Él le encomendaría. Y cabe destacar que Dios mismo envió a Su Hijo al mundo treinta y tres años antes de que fuese la cruz. Si hay algo que caracteriza la forma de obrar de Dios no es la prisa, el apresuramiento sino el hecho de que Dios trabaja lenta y pacientemente, abarcando ciertos factores que con frecuencia desconocemos. Pero, ¡cuán impacientes nos ponemos a veces! Yo mismo, estimado oyente, estoy procurando aprender el arte de esperar en el Señor. Eso es algo que todos necesitamos aprender. Y David también necesitaba aprender la lección de la paciencia. A través de los siglos, Dios ha tenido que educar de esta manera a las personas que le han servido. Y, como ya hemos indicado, Dios se mueve y actúa a un ritmo diferente al nuestro. Si usted quiere ver un ejemplo de cómo Él trabaja, considere el tiempo que lleva fabricar un diamante, o cuánto tiempo le lleva crecer y desarrollarse a un árbol secuoya, conocido por sus grandes dimensiones y majestuoso porte. Por lo tanto, la obra de Dios no requiere esa actitud de apresuramiento y precipitación, con las que muchos actúan impulsados por su activismo impaciente. Ése no es el método de Dios. Estimado oyente, cuando usted recibe al Señor Jesucristo como su Salvador, Su Espíritu Santo viene a morar en usted; y por medio de Su Espíritu, el comienza a actuar en su vida. Su acción constituye un proceso que lleva su tiempo, pero el Creador es como un gran artesano que va transformando a las personas a Su semejanza. Como bien dijo San Pablo en Filipenses 1:6: "el que comenzó a hacer en vosotros su buena obra, la irá llevando a fin mientras llega el día en que Jesucristo regrese."
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