Estudio bíblico de 2 Samuel 18:6-19:23
2 Samuel 18:6-19:23
En nuestro programa anterior, comenzamos a estudiar el capítulo 18 de este Segundo libro de Samuel. Y vimos como David pasó revista al pueblo que tenía consigo y puso sobre ellos, jefes de millares y jefes de centenas. Y dividió todo este ejército en tres partes. Una tercera parte la colocó bajo el mando de Joab; otra tercera parte bajo el mando de Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab, y la última parte, la colocó al mando de Itai geteo. Además, David se ofreció a salir con ellos a la batalla, pero vimos que el pueblo no quiso que él saliera con ellos. Por lo tanto, antes de que la batalla empezara, David dirigió unas palabras a su ejército. Y les dijo que él haría lo que bien les parecía a ellos. Y colocándose a un lado de la entrada de la ciudad, habló a Joab, Abisai y a Itai, y les pidió que trataran benignamente al joven Absalón. Y todo el pueblo escuchó cuando el rey dio esta orden acerca de Absalón a todos los capitanes.
Dijimos que éste fue uno de los capítulos más tristes en la vida de David. El capítulo del pecado de David es quizá el capítulo más sórdido; pero éste es el más triste porque relata la muerte de su hijo Absalón. Ahora, este pedido de David a sus soldados revela el amor tierno que tenía hacia su hijo. Y creemos que muchos de los hombres, quizá se sonrieron cuando oyeron la petición de David al marchar a la batalla; pero creemos que otros debieron sentirse ofendidos. Absalón siempre había sido un perturbador, un agitador como lo llamaríamos hoy y ellos habrían tenido mucho gusto en eliminarlo. Absalón era como David en muchos aspectos. Y David quería salvarle; no quería que muriera. Y continuamos hoy con los versículos 6 al 8 de este capítulo 18 del Segundo libro de Samuel, y dicen:
"Salió, pues, el pueblo al campo, contra Israel. La batalla se libró en el bosque de Efraín. Allí cayó el pueblo de Israel ante los siervos de David, y aquel día se hizo allí una gran matanza de veinte mil hombres. La batalla se extendió por todo el territorio, y aquel día el bosque causó más muertes que la espada."
Ésta era una guerra civil, una guerra terrible. Absalón encabezó la rebelión contra su propio padre. Absalón no reconoció el hecho de que David era veterano de muchas batallas. Era un estratega y un General, y Absalón no tenía ninguno consigo que pudiera equipararse a esa capacidad que tenía David, ni con la experiencia de los tres capitanes que acompañaban a David. Por eso, los hijos de Israel que siguieron a Absalón perdieron la batalla. Se enredaron en el bosque de Efraín cuando trataron de huir del ejército de David. Quedaron bloqueados, y el mismo bosque llegó a ser la causa de la muerte de muchos, más que la espada del adversario. Habían escogido el lugar equivocado para presentar la batalla contra David. Leamos los versículos 9 y 10 de este capítulo 18, que inician el relato de cómo
Absalón fue muerto por Joab
"Iba Absalón en un mulo y se encontró con los siervos de David. El mulo entró por debajo de las ramas espesas de una gran encina, y se le enredó la cabeza en la encina a Absalón, que quedó suspendido entre el cielo y la tierra; pero el mulo en que iba siguió adelante. Lo vio uno y avisó a Joab diciendo: He visto a Absalón colgado de una encina."
Al parecer, la cabeza de Absalón se quedó enredada en las ramas de una gran encina, mientras iba galopando sobre un mulo por el bosque. Estaba huyendo y cuando se enredó en el árbol, el mulo siguió sin detenerse, dejando a Absalón en una situación apremiante única. Ahora, bajo otras circunstancias, este incidente ofrecería una imagen cómica pero en este caso fue un incidente trágico. Continuemos con los versículos 11 hasta el 13 de este capítulo 18 del Segundo libro de Samuel:
"Joab respondió al hombre que le daba la noticia: Y si lo viste, ¿por qué no lo mataste enseguida, derribándolo en tierra? Me hubiera placido darte diez siclos de plata y un cinturón. El hombre dijo a Joab: Aunque me dieras mil monedas de plata, no extendería yo mi mano contra el hijo del rey; porque nosotros oímos cuando el rey os ordenó a ti, a Abisai y a Itai: Mirad que ninguno toque al joven Absalón. Por otra parte, habría yo hecho traición contra mi vida, pues al rey nada se le esconde, y tú mismo estarías en contra mía."
El hombre que vio colgado de la encina a Absalón, se quedó impresionado cuando vio que Joab quería que Absalón fuera muerto, siendo el príncipe e hijo de David. Ahora, Joab por su parte no podía entender por qué el soldado no había matado a Absalón. Pero, el soldado se sintió igualmente horrorizado de la actitud de Joab en cuanto a esto. Y el soldado le dijo entonces: "El rey nos dijo que no tocáramos al joven, y si yo le hubiera hecho algo, tú mismo me habrías castigado". Pero Joab no tenía tiempo para discutir con él. Tenía que hacer algo y se dispuso a hacerlo inmediatamente. Veamos lo que nos dicen los versículos 14 al 17:
"No malgastaré mi tiempo contigo?respondió Joab. Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, quien estaba aún vivo en medio de la encina. Luego diez jóvenes escuderos de Joab rodearon a Absalón, lo hirieron y acabaron de matarlo. Entonces Joab tocó la trompeta, y el pueblo dejó de perseguir a Israel, porque Joab detuvo al pueblo. Tomando después a Absalón, lo echaron en un gran hoyo en el bosque y levantaron sobre él un montón muy grande de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda."
Con la muerte de Absalón, la rebelión llegó a su fin. Joab no tenía ningún derecho de matar a Absalón, especialmente después que David hubiera dado la orden de que no se debía matar a Absalón. Sin embargo, Joab estaba cansado de todos los males que Absalón había causado, y sabía que la muerte de este muchacho terminaría con esa rebelión. Continuemos ahora con los versículos 19 al 22, ahora:
"Entonces Ahimaas hijo de Sadoc dijo: ¿Correré ahora y daré al rey la noticia de que el Señor ha librado su causa de manos de sus enemigos? Respondió Joab: Hoy no llevarás la noticia; la llevarás otro día. Hoy no darás la noticia, porque el hijo del rey ha muerto. Ve tú, y di al rey lo que has visto, dijo Joab a un etíope. El etíope hizo una reverencia ante Joab y salió corriendo. Entonces Ahimaas hijo de Sadoc volvió a decir a Joab: De todos modos, yo correré ahora tras el etíope. Joab le dijo: Hijo mío, ¿para qué has de correr tú, si no recibirás recompensa por la noticia?"
Joab no estaba decidido a dejar que Ahimaas llevara las noticias de la muerte de Absalón, a David, porque no tenía toda la información necesaria para enviarla al rey. Y veamos entonces, lo que ocurrió en los versículos 23 y 24 de este capítulo 18 del Segundo libro de Samuel, que comienzan un párrafo dedicado a mostrarnos como
David lloró por Absalón
"De todos modos, yo correré, respondió él. Pues corre, le dijo él. Corrió, pues, Ahimaas por el camino de la llanura y se adelantó al etíope. David estaba sentado entre las dos puertas. El atalaya había ido a la azotea sobre la puerta en el muro y, alzando sus ojos, miró y vio a uno que corría solo."
Llegamos ahora a una de las escenas más conmovedoras de la Biblia. David estaba sentado entre las dos puertas de la entrada de la ciudad, esperando ansiosamente las noticias que pudieran traerle. Continuemos leyendo los versículos 25 al 29:
"El atalaya dio un grito y lo hizo saber al rey, el cual dijo: Si viene solo, buenas noticias trae. Mientras el hombre venía acercándose, vio el atalaya a otro que corría. Dio voces el atalaya al portero diciendo: Ahí viene otro hombre corriendo solo. También éste es un mensajero?dijo el rey. El atalaya dijo de nuevo: Me parece que el primero corre como Ahimaas hijo de Sadoc. Ése es hombre de bien y viene con buenas noticias, dijo entonces el rey. Cuando Ahimaas se acercó, dijo al rey en alta voz: Paz. Y postrándose en tierra delante del rey, le dijo: Bendito sea el Señor, tu Dios, que ha entregado a los hombres que habían levantado sus manos contra mi señor, el rey. ¿El joven Absalón está bien??preguntó el rey. Ahimaas respondió: Vi yo un gran alboroto cuando me envió Joab, el siervo del rey, pero no sé qué era."
David solo tenía una pregunta que hacer a Ahimaas, y fue: "¿El joven Absalón está bien?" Pero Ahimaas no tenía toda la información necesaria para dársela al rey. No sabía que se había ganado la batalla, y que Absalón había muerto. Estimado oyente, hay tantos mensajeros por todas partes hoy, que están informando a la familia humana, de que Dios dice que todo está bien. Pero, estimado oyente, todo no está bien. El hombre es pecador. Necesita un Salvador. El ser humano tiene que saber que el Hijo de Dios murió en la cruz por él. Las personas necesitan nacer otra vez. En aquellas circunstancias trágicas, Ahimaas no tenía el mensaje que David tenía que haber recibido. Y leemos en los versículos finales, de este capítulo 18, versículos 30 al 33:
"Llegó luego el etíope, y dijo: Traigo buenas noticias para mi señor, el rey: hoy el Señor ha librado tu causa de manos de todos los que se habían levantado contra ti. El rey preguntó entonces al etíope: ¿El joven Absalón está bien? El etíope respondió: Que a los enemigos de mi señor les vaya como a aquel joven, y a todos los que se levanten contra ti para mal. Entonces el rey se turbó, subió a la sala que estaba encima de la puerta y lloró. Mientras iba subiendo, decía: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío!"
Una vez más, David preguntó si su hijo Absalón estaba bien. Su principal preocupación no era saber quién había ganado la batalla sino recibir noticias sobre la seguridad de Absalón. Y el etíope tenía la información correcta. Y con delicadeza le dijo a David que Absalón había muerto. Luego, el relato se concentra en el duelo de David por su hijo. Y es la expresión de dolor más conmovedora de toda la Biblia. Es en este momento donde uno se siente impulsado a decir: "Señor, tú has castigado ya a David lo suficiente por su pecado. Haz que se detenga el juicio sobre Tu hijo David."
Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 18 del Segundo libro de Samuel. Y llegamos ahora a
2 Samuel 19:1-23
El tema de este capítulo es la restauración de David al trono y en este pasaje cabe destacar los siguientes eventos: Los israelitas desearon traer de vuelta al rey. Simei, fue perdonado y Mefi-boset disculpado. Barzilai fue despedido en paz y Quimam disfrutó del favor del rey. David regresó a Jerusalén y fue restaurado a su trono, después que Joab le reprochase por la expresión pública de su dolor por Absalón. Evidentemente Absalón era el hijo favorito de David y su elegido para que le sucediera en el trono. David era un gran rey, pero no había sido un buen padre. Veremos también en este capítulo, que David salvó la vida de Simei. La primera sección del relato expone
El reproche de Joab a David
Las noticias de la muerte de Absalón causaron gran angustia a David. El había tenido un amor tierno y profundo hacia su hijo, y por eso sufrió un dolor extremo cuando murió el muchacho. Ahora, ¿Por qué se angustió tanto David? Bueno, creemos que hay varias razones. En primer lugar, no creemos que David estuviera seguro en cuanto a la salvación de Absalón. Recordemos que cuando nació el primer hijo de David y Betsabé, el niño enfermó gravemente y David ayunó y oró por varios días. Pero cuando David oyó que el niño había muerto, se levantó, se lavó, fue a adorar a la casa de Dios y se dispuso a comer. Entonces sus siervos no pudieron entender su actitud. Pero, él les explicó con toda claridad su sentir diciéndoles: "Yo voy hacia él, pero él no volverá a mi". Él sabía dónde estaba el pequeño. Sabía que estaba en el reino celestial. Sin embargo, cuando Absalón murió, su muerte quebrantó completamente su corazón. ¿Por qué? Porque David no estaba seguro de la salvación de Absalón. No sabía dónde estaría su hijo. Francamente, creemos que David creía que su hijo no era salvo, y fue por eso que se quedó quebrantado anímicamente. Y más aún, aunque David era un gran rey, no había sido un buen padre. Y estamos seguros que hasta David mismo fue consciente de ello. Nunca tuvo éxito en ser la clase de padre que debió haber sido; y Absalón fue un ejemplo de ese fracaso de David.
David también reconoció que en ese momento estaba recibiendo los males causados por el pecado que había cometido. Dios le había dicho que el conflicto no se apartaría jamás de su casa, a causa de su pecado. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Y veremos que desde la muerte de Absalón en adelante, David fue un hombre caracterizado por un espíritu abatido. Creemos igualmente que parte de su dolor se debió a su desilusión. En verdad había esperado que Absalón le sucediera en el trono. Ahora, aunque le afligió el hecho de que Absalón se rebelara contra él, aun así David no abandonó la esperanza de que Absalón fuera el próximo rey. En esta ocasión, pues, el dolor de David fue tal, que llegó hasta a perturbar a Joab, quien decidió reprender a David por ello.
Bueno, comencemos ahora el estudio del texto de este capítulo 19 del Segundo Libro de Samuel, leyendo los primeros dos versículos:
"Entonces avisaron a Joab: El rey llora y se lamenta por Absalón. Y se convirtió aquel día la victoria en luto para todo el pueblo; porque aquel día oyó decir el pueblo que el rey estaba afligido por su hijo."
Éste debía haber sido un gran día de victoria y de alegría porque el enemigo había sido derrotado. Sin embargo, para David, éste no fue, de ninguna manera, un día de victoria. Por el contrario, fue un tiempo de dolor y tristeza indecibles. Y leemos en el versículo 3:
"Y entró el pueblo aquel día en la ciudad escondiéndose, como suele entrar a escondidas el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla."
Los soldados del ejército de David probablemente se habían estado alegrando porque habían ganado la batalla, pero en cambio salieron del campo de batalla después de la victoria y entraron en Jerusalén como si hubieran sido derrotados. ¿Por qué? Porque Absalón había muerto y el corazón de David había sido quebrantado. Y el versículo 4 de este capítulo 19 del Segundo libro de Samuel, nos dice:
"Pero el rey, cubierto el rostro, clamaba en alta voz: ¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío!"
¡Cuánto amaba David a este joven! ¡Qué expresión tan tierna fue ésta! Ahora, Joab había sido directamente responsable por la muerte de Absalón. No estamos seguros sobre si David alguna vez se enteró de cómo había muerto su hijo. Seguramente oyó varias versiones sobre su muerte. Pero, probablemente, David no quiso llegar al fondo de lo que realmente ocurrió. Y leemos en los versículos 5 y 6:
"Entonces Joab entró en la casa donde estaba el rey y le dijo: Hoy has cubierto de vergüenza el rostro de todos tus siervos, que hoy han librado tu vida, la vida de tus hijos y de tus hijas, la vida de tus mujeres y de tus concubinas, amando a los que te aborrecen y aborreciendo a los que te aman; porque hoy has declarado que nada te importan tus príncipes y siervos; hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento."
Ahora, es cierto que David habría preferido que otros murieran en vez de su hijo Absalón. Eso era muy evidente. Joab estaba reprochando a David aquí porque estaba tan angustiado debido a la muerte de su hijo, que se había convertido en su enemigo y habría dado muerte a David si hubiera tenido la ocasión. Por eso Joab le habló de esa manera al rey David. Y el versículo 8 nos relata el momento en que
David fue restaurado al trono
"Entonces se levantó el rey y se sentó a la puerta. Cuando se avisó a todo el pueblo: El rey está sentado a la puerta. Y vino todo el pueblo delante del rey."
El pueblo necesitaba entonces un lugar de encuentro. Todos estaban desanimados. Habían vivido una situación triste y delicada. El que había encabezado la rebelión había sido muerto pero, en lugar de regocijarse, el pueblo estaba presenciando el dolor más grande que David jamás había expresado. Sin embargo, después que Joab le habló al rey, David fue a la puerta para manifestar al pueblo cuan profundamente apreciaba la lealtad que le habían demostrado. Leamos ahora los versículos 9 y 10:
"Y todo el pueblo discutía en todas las tribus de Israel diciendo: El rey nos ha librado de manos de nuestros enemigos y nos ha salvado de manos de los filisteos; pero ahora ha huido del país por miedo de Absalón. Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, ha muerto en la batalla. ¿Por qué, pues, estáis callados respecto de hacer volver al rey?"
Lo que ocurrió fue simplemente lo siguiente. Los que habían desertado y se habían pasado al lado de Absalón, ahora que él estaba muerto, no sabían qué hacer. Y por fin decidieron que lo mejor sería traer de vuelta al rey David. Y leemos en el versículo 11:
"Entonces el rey David mandó decir a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: Hablad a los ancianos de Judá y decidles: ¿Por qué vais a ser vosotros los últimos en hacer volver el rey a su casa, cuando la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerlo volver a su casa?"
Al parecer, incluso en la tribu de Judá había habido una gran deserción hacia el grupo rebelde de Absalón. Y David les reprochó por su deslealtad. Veamos lo que David les dijo aquí en los versículos 12 al 14 de este capítulo 19 del Segundo libro de Samuel:
"Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois. ¿Por qué, pues, seréis vosotros los últimos en hacer volver al rey? Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía? Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si no te hago general de mi ejército para siempre, en lugar de Joab. Así inclinó el corazón de todos los hombres de Judá, como el de un solo hombre, para que enviaran a decir al rey: Vuelve tú y todos tus siervos."
Aquí vemos que hubo una decisión unánime de hacer regresar a David al trono. Continuemos leyendo los versículos 15 al 17:
"Volvió, pues, el rey, y llegó hasta el Jordán, mientras Judá venía a Gilgal para recibir al rey y hacerlo pasar el Jordán. También Simei hijo de Gera hijo de Benjamín, que era de Bahurim, se dio prisa y descendió con los hombres de Judá a recibir al rey David. Con él venían mil hombres de Benjamín; asimismo Siba, criado de la casa de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte siervos, los cuales pasaron el Jordán delante del rey."
Ahora, recordemos que Simei fue el que maldijo a David cuando salían de Jerusalén, arrojándole piedras. Sin embargo, en este momento quiso ser el primero en darle la bienvenida. Y continuamos en los versículos 18 al 21:
"Y cruzaron el vado para hacer pasar a la familia del rey y complacer sus deseos. Simei hijo de Gera se postró delante del rey cuando éste pasó el Jordán, y le dijo: ¡No me culpe mi señor por mi falta! ¡No recuerdes los males que tu siervo hizo el día en que mi señor, el rey, salió de Jerusalén, ni los guarde el rey en su corazón! Porque yo, tu siervo, reconozco haber pecado, pero soy hoy el primero de toda la casa de José que he descendido para recibir a mi señor, el rey. Entonces intervino Abisai hijo de Sarvia y dijo: ¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al ungido del Señor?"
Ahora, David era una persona generosa. Era un hombre que sabía perdonar. Y entonces dijo aquí en el versículo 22 de este capítulo 19 del Segundo libro de Samuel:
"Pero David respondió: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Acaso ha de morir hoy alguien en Israel? ¿Acaso no sé que hoy vuelvo a ser rey de Israel?"
David estaba diciendo: "¿Por qué debo hacer caso a este hombre? Yo sé que soy rey de Israel". David estaba satisfecho porque Dios le había restaurado a su posición en el trono; ¿por qué había de preocuparse por lo que dijera un hombre como Simei? ¿Por qué tendría que matarle? A nuestro derredor, estimado oyente, vemos que hay tantos cristianos hoy en día que permiten que ciertas pequeñeces les preocupen. Incluso, a veces se trata de asuntos insignificantes. Si Dios le ha bendecido a usted, eso es lo realmente importante. Y entonces debería vivir viendo todas las demás cosas en su verdadera perspectiva, es decir, tal como Dios las ve. Es necesario aprender a vivir por encima de todo aquello que pueda irritarnos innecesariamente.
Y leemos ahora el versículo 23 de este capítulo 19 del Segundo libro de Samuel:
"Luego el rey dijo a Simei: No morirás. Y el rey se lo juró."
O sea que, la decisión final de David en cuanto a Simei fue no castigarlo. El hecho es que David no quiso entrar en trato alguno con este hombre. Con todo, el rey aceptó la victoria con la misma serenidad con que había aceptado su derrota y destierro. Es evidente que la relación de una mujer, de un hombre, con Dios permite superar las consecuencias del pecado en la vida. Cuando uno confía en el Señor Jesucristo como su Salvador, el Espíritu Santo viene a morar en una persona, y la capacita para progresar espiritualmente hasta adoptar una nueva manera de vivir, de afrontar las cambiantes situaciones de la vida, de considerar a sus semejantes y de evaluar todo lo que le suceda desde el punto de vista de Dios.
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