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Estudio bíblico de 2 Reyes 19:33-20:19

2 Reyes 19:33-20:19

Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 19 del Segundo Libro de Reyes. Y en nuestro programa anterior, estuvimos considerando la segunda respuesta de Dios al rey Ezequías, por medio del profeta Isaías. Y vimos que Dios contestó la oración de Ezequías y envió al profeta Isaías para decirle a Ezequías, que su oración había sido escuchada y que Dios destruiría al ejército de Asiria. Vimos también, que Dios le reprochó a Asiria su jactancia. Luego, el Señor se dirigió a Ezequías y le describió un período de amplia cosecha de 3 años. En otras palabras, ellos podrían disfrutar de lo que Asiria había sembrado, y sólo tendrían que sembrar ellos mismos al tercer año. Senaquerib y su ejército no estarían más allí para cosechar el fruto. O sea que, Dios le estaba diciendo a Ezequías, que la ciudad de Jerusalén evadiría la destrucción y que el pueblo que sobreviviría la invasión, aumentaría en número. Dios estaba prediciendo el fracaso del ataque de Senaquerib. La estrategia y las tácticas arrasadoras de los asirios, no tendrían éxito esta vez contra Jerusalén. O sea que, el rey de Asiria no tendría éxito en su esfuerzo contra el pueblo de Dios.

Muchas naciones habían caído ante esta nación terrible, y los asirios eran temidos en todo el mundo antiguo. Habían llegado a la muralla de Jerusalén y se habían retirado. Ahora Dios dice que los asirios estarían nuevamente allí, pero, que no les sería posible cercar o sitiar a la ciudad. El hecho es que ni siquiera dispararían una sola flecha contra la ciudad. Ahora, piense en esto por un momento. Habría allí unos doscientos mil soldados alrededor de la muralla de Jerusalén. De entre tantos hombres, un soldado podría haber tenido un gran deseo de disparar una flecha sobre la muralla. Pero, si un solo hombre disparara una flecha sobre la muralla de Jerusalén, comprobaría que Isaías no era un verdadero profeta de Dios. Pero, veremos aquí que Isaías en verdad, era un verdadero profeta. Leamos los versículos 33 y 34 de este capítulo 19, del Segundo Libro de Reyes, en los cuales continuó hablando Isaías de parte del Señor:

"Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice el Señor. Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David, mi siervo."

Dios hace muchas cosas por amor a Su nombre. Hizo muchas cosas por amor a David. David tendría un descendiente que nacería de una virgen, y ése sería el Señor Jesucristo. Y Dios hace muchas cosas por amor a Él. Dios salva a los pecadores que confíen en Él como su Salvador personal. Y cuando un creyente ora al Padre en el nombre de Jesús, Dios el Padre responde por amor a Cristo. Y bien, continuemos con el versículo 35:

"Aconteció que aquella misma noche salió el ángel del Señor y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. A la hora de levantarse por la mañana, todo era cuerpos de muertos."

Aquellos habitantes de la ciudad que se levantaron, encontraron en el campo enemigo un panorama desolador. Leamos los versículos finales de este capítulo 19 del Segundo Libro de Reyes, los versículos 36 y 37, que describen como:

Senaquerib fue asesinado por sus hijos

"Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó a Nínive, donde se quedó. Y aconteció que mientras él adoraba en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer lo hirieron a espada y huyeron a tierra de Ararat. En su lugar reinó Esar-hadón, su hijo."

Aquí vemos que su muerte fue el resultado de un complot de palacio. Es interesante que la profecía en cuanto a Asiria se cumplió literalmente en ese entonces. Llegamos ahora a

2 Reyes 20:1-19

Y en este capítulo, el tema gira alrededor de la enfermedad de Ezequías y su sanidad. Se relatan los siguientes eventos: Ezequías oró y su vida fue prolongada. El sol retrocedió 10 grados, como señal de esa promesa. El profeta Isaías predijo el cautiverio babilónico, y por último, Ezequías murió, y Manasés su hijo, ascendió al trono de Judá. Como veremos más adelante en nuestro estudio, Ezequías enfermó y creyó que la hora de su muerte había llegado. Oró que el Señor le sanara, y Dios oyó su oración. Ahora, creemos que éste es un caso que quizás hubiera sido mejor que hubiera muerto en el tiempo señalado. Pues veremos, que después de su mejoría, Ezequías cometió tres hechos insensatos, y fueron los siguientes. Primero, permitió que los embajadores de Babilonia, vieran todos sus tesoros. En segundo lugar, engendró a Manasés, quien llegó a ser el peor de todos los reyes. Y en tercer lugar, el corazón de Ezequías se llenó de soberbia. Tengamos en cuenta que Ezequías fue un rey extraordinario. Después de David, no hubo otro como él. Hizo lo recto ante los ojos del Señor conforme a todo lo que David su padre hizo. Ése fue el testimonio de Dios sobre él. Leamos pues el versículo 1, para considerar

La enfermedad de Ezequías

"En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y el profeta Isaías hijo de Amoz fue a verlo y le dijo: El Señor dice así: Ordena tu casa, porque vas a morir, ya no vivirás."

Esta enfermedad de Ezequías se relata tres veces en las Escrituras. La tenemos aquí en este capítulo 20 del Segundo Libro de Reyes; también en el capítulo 32 del Segundo Libro de Crónicas, y finalmente, en el capítulo 38 de la profecía de Isaías. Ahora, cada relato nos proporciona un detalle adicional a la imagen total. Creemos que fue una tarea difícil para Isaías comunicarle una sentencia de muerte al rey Ezequías. Sin embargo, la sentencia de muerte está sobre cada uno de nosotros, aunque no sabemos el día y la hora de su cumplimiento. El escritor a los Hebreos, dijo en el capítulo 9, versículo 27:"Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio". Esta es una cita divina. Aun si cada uno de nosotros supiéramos el momento exacto en que vamos a morir ¿no cambiaríamos nuestro modo de vivir? En fin, debemos vivir sabiendo que esa será la meta final.

Vamos a continuar leyendo la historia de la experiencia de Ezequías. Leamos los versículos 2 y 3:

"Entonces él volvió su rostro a la pared y oró así al Señor: Te ruego, Señor, te ruego que hagas memoria de que he andado fielmente delante de ti y con corazón íntegro, que he hecho las cosas que te agradan. Y Ezequías lloró amargamente."

Creemos comprender cómo se sintió Ezequías. Supóngase usted, que le informaran que tiene una grave enfermedad y que ni usted ni el médico supiera cuál será el resultado. (El Dr. McGee, autor de estos estudios bíblicos, dijo que durante todo su ministerio ha visitado a quienes sufren de cáncer. A él le fue posible comprender cómo se sentirían pero, dijo que nunca se le pasó por la mente que algún día él también lo padecería. Confesó que se quedó aturdido cuando el médico le informó que tenía esa enfermedad. No lo podía creer. Cuando finalmente tuvo que aceptarlo, los médicos no le pudieron dar ninguna seguridad de que le podrían sanar completamente. Y añadió que esa experiencia le hace a uno cambiar sus valores y prioridades, y que entonces él deseó vivir de tal manera que agradara al Señor.)

Continuando con nuestro relato, diremos que Ezequías comprendió que sólo Dios podía ayudarle. Cuando se dirigió a Él en oración, le recordó al Señor que había vivido ante Él haciendo lo que a Él le agradaba. Ahora, observemos lo que Dios hizo. Leamos los versículos 4 hasta el 6:

"Y antes que Isaías saliera hasta la mitad del patio, le habló el Señor a Isaías y le dijo: Vuelve, y dile a Ezequías, príncipe de mí pueblo: Así dice el Señor, el Dios de David, tu padre: He oído tu oración, he visto tus lágrimas y voy a sanarte: dentro de tres días subirás a la casa del Señor. Añadiré a tus días quince años y te libraré a ti y a esta ciudad de manos del rey de Asiria. Ampararé a esta ciudad por amor a mí mismo y por amor a David, mi siervo."

El Señor había visto las lágrimas de Ezequías. Y estamos seguros que Él ha visto las lágrimas suyas, y las mías. Y el Señor le informó al rey que sería sanado y que su vida sería prolongada durante unos quince años más. Leamos ahora el versículo 7, que nos anuncia

La recuperación de Ezequías

"Isaías dijo: Tomad una masa de higos. La tomaron, la pusieron sobre la llaga y sanó."

Dios usó medios naturales para sanar a Ezequías. Pero, también usa medios sobrenaturales. El apóstol Santiago dijo en el capítulo 5 de su carta, versículos 14 y 15: "¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados."

Por supuesto, estas indicaciones no excluyen en modo alguno la intervención del médico. El principio general es que los dirigentes de la Iglesia también deben ser llamados, para que puedan orar por el enfermo.

Creemos que su enfermedad bien pudo haber sido cáncer. Dios le anunció la prolongación de su vida y al mismo tiempo le dijo que se pudiese un producto natural como la masa de higos sobre su llaga. Es evidente que Dios es soberano para sanar directamente, o para utilizar medios naturales terapéuticos. Los tratamientos y las medicinas no están en contradicción con la intervención de Dios. No olvidemos que cuando nos encomendamos a Él, confiamos que Él controle el proceso de nuestra recuperación. Continuemos leyendo ahora el versículo 8 de este capítulo 20 del Segundo Libro de Reyes:

"Y Ezequías había dicho a Isaías: ¿Qué señal tendré de que el Señor me sanará y que dentro de tres días subiré a la casa del Señor?"

Ezequías pidió una señal que mostrara que su vida sería prolongada. Pero recordemos que no siempre será la voluntad del Señor prolongar una vida. En la iglesia primitiva por ejemplo, Santiago fue un mártir, ejecutado por Herodes. Por otra parte, Pedro fue liberado de la cárcel. Ahora, no sabemos por qué uno fue liberado, mientras el otro tuvo que morir como un mártir. Todo eso depende de la providencia de Dios y queremos que Su voluntad sea hecha. Debemos orar para que Dios nos humille y nos ayude a aceptar Su voluntad, para que nuestros deseos estén en armonía con Sus propósitos para nosotros. Pero, por otra parte, creemos que podemos decirle a Dios lo que pensamos o deseamos con respecto a una determinada situación. Y luego, podemos descansar confiadamente sabiendo que Él controla nuestra situación particular. Bien, continuemos con los versículos 9 hasta el 11 de este capítulo 20 del Segundo Libro de Reyes:

"Respondió Isaías: Esta señal tendrás del Señor, de que el Señor hará lo que ha dicho: ¿Quieres que la sombra avance diez grados o que retroceda diez grados? Ezequías respondió: Fácil cosa es que la sombra decline diez grados, pero no que la sombra retroceda diez grados. Entonces el profeta Isaías clamó al Señor, e hizo retroceder la sombra los diez grados que había avanzado en el reloj de Acaz."

Aquí podría tratarse de gradas o escalones de una escalera por la que se subía a la terraza construida por el rey Acaz, que Dios utilizó en esta ocasión para darle una señal a Ezequías, o de un reloj de sol. Ahora, después de su sanidad, leamos los versículos 12 y 13 de este capítulo 20 del Segundo Libro de Reyes, porque el relato nos hará ver

La insensatez de Ezequías

"En aquel tiempo Merodac-baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió mensajeros con cartas y presentes a Ezequías, porque había oído que Ezequías había caído enfermo. Ezequías los atendió y les mostró toda la casa de sus tesoros, la plata y el oro, las especias y ungüentos preciosos, su depósito de armas y todo lo que había en sus tesoros. Ninguna cosa quedó que Ezequías no les mostrara, tanto en su casa como en todos sus dominios."

Ahora, este fue un gesto amable por parte de la realeza de Babilonia, envió a Ezequías un regalo y un mensaje deseándole que se mejorara. Luego, Ezequías respondió haciendo algo insensato. Dejó que los embajadores de Babilonia vieran todos los tesoros que Salomón había acumulado. Las riquezas del mundo estaban allí, lo cual no era de conocimiento público. Pero Ezequías fue generoso. Pero, Dios, no le agradó este acto de Ezequías y veamos lo que le dijo. Leamos los versículos 14 al 17:

"Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey Ezequías, y le preguntó: ¿De dónde vinieron esos hombres y qué te dijeron? Ezequías le respondió: De lejanas tierras han venido, de Babilonia. Isaías le volvió a preguntar: ¿Qué vieron en tu casa? Ezequías respondió: Vieron todo lo que había en mi casa. Nada quedó en mis tesoros que no les mostrara. Entonces Isaías dijo a Ezequías: Oye esta palabra del Señor: Vienen días en que todo lo que está en tu casa y todo lo que tus padres han atesorado hasta hoy será llevado a Babilonia, sin quedar nada, dice el Señor."

Ezequías organizó una excursión a los embajadores de Babilonia. Los recibió con todos los honores y les mostró todo. Estas visitas, claro, hicieron un inventario de todas las riquezas, y lo llevaron de vuelta a Babilonia para esperar el momento adecuado en que necesitaran oro. Entonces, cuando necesitaran más riquezas, sabrían donde encontrarlas. Y continuó el Señor hablando por medio del profeta Isaías, y dijo en los versículos 18 y 19:

"Y algunos de los hijos que salgan de ti, que hayas engendrado, los tomarán para que sean criados castrados en el palacio del rey de Babilonia. Entonces Ezequías dijo a Isaías: La palabra que has hablado de parte del Señor es buena. Pues pensaba: Al menos en mis días habrá paz y seguridad."

Isaías le dijo a Ezequías lo que le ocurriría a su descendencia. Serían llevados cautivos y llegarían a ser criados en el palacio del rey de Babilonia. Pero, no nos agrada la respuesta que Ezequías le dio a Isaías. En realidad, no constituyó ninguna confesión de pecado. Quiso más bien disfrutar de la paz en sus propios tiempos, y no mostró ningún interés en su descendencia sobre la cual caería la catástrofe venidera.

Los dos últimos versículos de este capítulo 20 del Segundo Libro de Reyes nos hablan de la muerte de Ezequías, acontecimiento que dejaremos para nuestra consideración en nuestro próximo programa porque nuestro tiempo por hoy ya ha concluido. Hoy hemos prestado una atención al dramático anuncio que el profeta Isaías, de parte de Dios, le comunicó al rey Ezequías, diciéndole que iba a morir. Sus palabras fueron tajantes. Le dijo: "Ordena tu casa, porque vas a morir". Este incidente nos recuerda una parábola que Jesús pronunció en el Nuevo Testamente, concretamente, en el Evangelio de Lucas 12:16-21. Un hombre rico, cuyas tierras habían producido una gran cosecha, se puso a pensar dónde guardaría los frutos cosechados. La lucha por adquirir los bienes materiales era, evidentemente, la única preocupación de su vida. Se existencia se limitaba a trabajar arduamente y acumular riquezas. Entonces llegó a la conclusión de que lo mejor sería derribar sus graneros y construir otros más amplios para poder así guardar toda su cosecha y el resto de sus bienes. De esa manera, en sus pensamientos, intentó disfrutar por anticipado de idea de tener asegurado un futuro de muchos años de seguridad y prosperidad. Pero un día Dios le anunció: "Necio, vas a morir esta misma noche: ¿para quién será lo que tienes guardado?" Y la conclusión de la parábola fue: "Esto le pasa al hombre que acumula riquezas para sí mismo, pero no es rico delante de Dios". La tragedia de aquella persona consistió en que, jamás se le pasó por la mente que su vida era fugaz, que estaba muerto espiritualmente, y que se enfrentaría con la muerte sin estar preparado para presentarse delante de Dios. Recordemos la advertencia de la cita Bíblica que presentamos al principio de nuestro programa, del escritor a los Hebreos, capítulo 9, versículo 27:"Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio". ¡Cuán diferente es la situación del cristiano! El cristiano, en quien Cristo habita, disfruta de una nueva vida y posición únicas y poderosas, que le proporcionan una nueva escala de valores. Y como dijo San Pablo en su carta a los Efesios 2, por medio de los cristianos, Dios quiere mostrarle a toda la creación, las verdaderas riquezas, las riquezas que permanecen después de la muerte, las riquezas eternas, las riquezas de Su gracia y misericordia manifestadas en la redención de los seres humanos, cuyos pecados han sido perdonados al haber aceptado la obra redentora de Cristo en la cruz, confirmada por Su resurrección. Por ello el apóstol añadió: "Por gracia sois salvos por medio de la fe". Y esa salvación no la hemos conseguido nosotros mismos hemos conseguido, por nuestro esfuerzo o mérito personal, sino que nos ha sido concedida por Dios. Por todo ello, estimado oyente, esa salvación está a su alcance ahora mismo.

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