Estudio bíblico de 1 Corintios 8:12-9:24
1 Corintios 8:12 - 9:24
Continuamos nuestro estudio del capítulo 8 de esta Primera Epístola a los Corintios. Y en nuestro programa anterior, vimos cómo Pablo presentó un gran principio. Y decía Pablo, que comer o dejar de comer ciertos alimentos, no tenía nada que ver con que Dios nos aceptase. Los alimentos, como la carne en este caso, no tienen nada que ver con nuestra relación con Dios. Recordemos que Simón Pedro tuvo problemas con este tema. El había sido educado en el punto de vista de que algunos alimentos eran impuros, de acuerdo con la ley de Moisés. En el incidente relatado en los Hechos 10:14, vemos que cuando contemplando una visión, un lienzo descendió del cielo y el Señor le dijo que se levantase y comiese de aquellos alimentos, Pedro se negó a hacerlo, respondiendo: "Señor no; porque ninguna cosa común o impura he comida jamás". (Observemos que le dijo "Señor" pero, al mismo tiempo no le estaba obedeciendo). Entonces el Señor le dijo: "lo que Dios limpió, no lo llames tú común". En otras palabras, Dios ya no hacía distinción entre animales puros e impuros. Aquella época ya había pasado y los cristianos podrían comer cualquier animal que desearan.
Pablo, pues, había establecido allí un gran principio. Lo que comamos o dejemos de comer, es este caso la carne, no nos coloca en una situación más privilegiada ante Dios. El creyente, ejerciendo la libertad que tiene, puede obrar como así lo desee en estos asuntos. Usted puede comer de cualquier animal que quiera. Así que entonces el comer carne no era una cuestión de estar acertado o equivocado. Era una preocupación que concernía a otros. El creyente tenía la libertad de comerla si así lo deseaba. Pero, ¿qué pasaba entonces con la preocupación por los demás? Ese creyente tenía el conocimiento, pero ¿y el amor? ¿Amaba ese creyente maduro al creyente débil? ¿le preocupaba que su actitud de libertad le afectase al que era débil en su fe? Muchos de nosotros, que estamos comprometidos con el ministerio cristiano, no hacemos ciertas cosas, con el propósito de no ofender a otros. Hay muchas cosas que yo me sentiría en libertad para hacer, pero no las hago. ¿Por qué? Bueno, mi decisión está basada en el amor cristiano. Y no quiero perjudicar a un creyente débil, poco desarrollado en la fe, y que aún no ha alcanzado la madurez cristiana. De otra manera, por causa de mi ejemplo, él podría dejarse arrastrar por prácticas que él no está preparado para asimilar espiritualmente, y yo no quisiera ser responsable de contribuir a que se aleje del Señor. Deberé recordar que, por un tiempo, será un creyente débil, hasta que alcance un mayor desarrollo en su madurez espiritual. Es que como consecuencia de esta enseñanza, operamos en base a un principio diferente. No se trata entonces de si una cierta actitud o actividad es acertada o equivocada. Es una cuestión del efecto que puede causar en el creyente débil en su fe, o en otros como por ejemplo, un vecino o amigo. Después de todo, el conocimiento sin amor, puede llegar a ser un elemento peligroso, perjudicial. Está relacionado con la forma o la manera en que uno lo traslada a la experiencia, y eso es actuar con una motivación.
Continuamos hoy con el versículo 12, de este capítulo 8, de la Primera Epístola a los Corintios, y leemos:
"De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis".
Cuando somos responsables de que un creyente se aparte del Señor, estamos afectando a Cristo mismo. Veamos ahora este último versículo del capítulo 8, de la Primera Epístola a los Corintios. El versículo 13 dice:
"Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no hacer tropezar a mi hermano".
Aquí está pues la motivación para la acción en estos asuntos. El apóstol Pablo iba a referirse a este principio más adelante, en el capítulo 10, de esta misma epístola, versículo 23 donde dice: "Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica".
No tiene pues sentido discutir si algo es correcto o equivocado. La cuestión importante es el efecto que una acción puede causar al llamado hermano débil, que aún no ha desarrollado la madurez cristiana. Todas las cosas son lícitas para el creyente. La libertad del cristiano no puede estar regulada por el legalismo, que es una tendencia a la aplicación literal de las leyes. No está limitada por reglas de conducta. Su libertad está limitada por el amor. Su motivación debería ser la de no ofender a otro hermano, sino la de ser una bendición para él. Ésta es, pues, la forma de determinar la conducta cristiana. Ésta es la motivación para la conducta cristiana. Así que mi conocimiento me dice que es perfectamente correcto hacer algo. Pero mi amor por otro creyente inmaduro evitará que lo lleve a cabo. Pasemos ahora, a
1 Corintios 9:1-24
En el capítulo 8 Pablo trató el tema de la libertad cristiana referida a comer carne que había sido ofrecida a los ídolos. El principio presentado establecía que en asuntos dudosos, la motivación del cristiano debía ser la consideración por otros creyentes. No tenía que hacerse nada que ofendiera o fuese causa de tropiezo al creyente inmaduro.
Pablo mencionó este principio varias veces en la epístola a los Corintios. Vemos que en el capítulo 6 de esta Primera carta a los Corintios, Pablo realizó una declaración útil para el creyente. En el capítulo 6, versículo 12, dijo: "Todas las cosas me son lícitas, pero no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar de ninguna". Después, en el 8:8, dijo: "Pero la comida no nos recomendará a Dios, pues ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos". Y luego él volvió a repetir el principio en el capítulo 10, versículo 23 de esta carta donde dijo: "23Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica". Después continuó diciendo que nadie buscase su propio bien, sino el bien de los demás. Por este motivo, decimos que la libertad cristiana tiene sus límites.
Pablo entonces iba a ilustrar este asunto de la libertad cristiana en otra área, más bien de carácter personal. Expondría sus propios derechos como apóstol, su derecho oficial. Él iba a hablar de su derecho a ser apoyado económicamente por la Iglesia. Pablo tenía el derecho de esperar que la Iglesia cuidara de él personalmente y de sus necesidades como predicador del evangelio. Y él usó estos asuntos personales para ilustrar la libertad cristiana. Usted puede ver que en primer lugar defendió su derecho oficial como apóstol. Ya tenía la costumbre de defender su apostolado porque su posición había sido desafiada en muchos lugares. Ahora, en el capítulo 9, versículo 1, él dijo:
"¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?"
Y la respuesta a esa pregunta era: "Sí, Pablo, eres un apóstol". La forma en que esta pregunta fue formulada en el idioma original griego, exigía una respuesta afirmativa. Luego preguntando Pablo: ¿No soy libre?
Y la respuesta claro era, "Sí". Luego preguntó: ¿No he visto al Señor nuestro? Ésa era la prueba de que era un apóstol. Una de las cualificaciones para ser un apóstol era la de haber visto personalmente a Jesucristo. Pablo había cumplido ese requisito. Luego dijo: ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Los creyentes de Corinto eran la evidencia de su apostolado y él la defendió. Dijo en el versículo 2:
"Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy, porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor".
Quizás otros no le reconocían como apóstol, que realmente lo era. Pero ellos sí tenían que reconocerle como tal, por el hecho de ser creyentes en el Señor. Para ellos, los creyentes de la iglesia de Corinto, era evidente que él era un apóstol. Ahora él dijo en los versículos 3 y 4, de este capítulo 9, de la Primera carta a los Corintios:
"Contra los que me acusan, esta es mi defensa: ¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber?"
Eso es exactamente lo que se dice en griego: defensa, aunque otras versiones traducen "respuesta". Fue como si Pablo estuviera ante un tribunal y fuese acusado en cuanto a su apostolado. Él estaba presentando su propia defensa, ante aquellos que le estaban juzgando. ¿Y cuál fue su defensa? Alegar que, como un apóstol del Señor Jesucristo, él tenía derecho a comida y bebida. Como apóstol, por supuesto, tenía esa libertad, que, en aquel momento, estaba siendo restringida por otros. Todo este asunto tiene que ver con la declaración que él hizo en el capítulo anterior, 8:13, cuando dijo: "si la comida hace que mi hermano tropiece, no comeré carne jamás, para no hacer tropezar a mi hermano". Ahora, él tenía derecho a comer carne, pero no iba a hacerlo. Y, de paso, podemos decir que este era un ejercicio de su libre voluntad, ¿no le parece? La voluntad libre consiste en poder hacer algo y luego, optar por no hacerlo. En un sentido, se trata de una libertad superior, quizás el sentido más alto de libertad que existe. Porque si usted, estimado oyente, no puede hacer algo, y no lo hace, bueno, ahí no hay ningún ejercicio de libre voluntad. Pero, si usted tiene la capacidad de hacer algo, y elige la opción de no hacerlo, esa es una demostración que su libre voluntad. Luego Pablo continuó diciendo aquí en el versículo 5:
"¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una hermana por esposa, como hacen también los otros apóstoles, los hermanos del Señor y Cefas?"
Evidentemente, los hermanos del Señor, aquí, eran sus hermanos Santiago y Judas. Suponemos que ellos estaban casados y que en sus viajes misioneros ellos iban acompañados de sus respectivas esposas. Y el apóstol Pedro también estaba casado. Y Pablo decía que él también tenía esa misma libertad, pero el había optado por no tener una esposa, porque creía que, de haber estado casado, al tener que llevar una esposa como compañera de sus viajes, su ministerio sería limitado, restringido.
Pablo dijo que él también tenía derecho a llevar a una esposa consigo, porque tenía esa libertad para hacerlo así, pero que había decidido permanecer soltero. Después de todo, él era un misionero pionero, y su vida se desarrollaba en condiciones duras. Y como hemos visto antes, probablemente, era viudo. Y luego continuó diciendo en el versículo 6:
"¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho a no trabajar?"
Pablo se preguntó si Bernabé y él eran los únicos que no tenían derecho a ser mantenidos por la comunidad. No tenían que salir necesariamente como misioneros, porque su salvación no habría quedado afectada si se hubieran quedado en casa. Su siguiente tema sería el pago de los predicadores. Y continuó en los versículos 7 al 9:
"¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? ¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la Ley? En la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla".
En aquellos días, se utilizaba al buey para quebrantar la mies tendida en la era, para poder separar el grano de la paja. La era consistía en un espacio de tierra firme y limpia, a veces empedrado. Se colocaba al buey en un lugar donde caminaba en círculo sobre el trigo. Un trabajador lanzaba la paja al aire con una horquilla, y el viento separaba la paja y se la llevaba; y el grano, entonces, caía sobre la era. Ahora, ellos no le ponían bozal al buey que trillaba; ¿por qué? Porque el buey estaba trabajando y uno debía permitirle comer mientras trillaba el grano, así es que no se le debe poner bozal. Ésa es la manera cómo Dios mostraba Su cuidado por los bueyes y por tal motivo, dictó esa ley. La aplicación para este pasaje bíblico era que, figurativamente hablando, no se le debía poner un bozal al predicador. Porque él debía ser alimentado, mantenido, para poder realizar su trabajo.
Y con la conclusión de la ilustración de no poner bozal al buey que estaba trabajando para sus amos, Pablo aplicó ese principio a los pastores y maestros. Dio no sólo cuida de los animales, sino que se preocupa por los predicadores. Por lo tanto él, como apóstol que alimentaba espiritualmente a otros, tenía el derecho a ser alimentado materialmente. Y Pablo siguió diciendo en los versículos 10 y 11, de este capítulo 9 de la Primera Epístola a los Corintios:
"¿Se preocupa Dios por los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Sí, por nosotros se escribió esto, porque con esperanza debe arar el que ara y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿será mucho pedir que cosechemos de vosotros lo material?"
Pablo mencionó eso también en su carta a los Gálatas 6:6, diciendo que "al que se le enseña la palabra, que comparta toda cosa buena con el que le enseña". Si algunos nos han dado bendiciones espirituales, riquezas espirituales, entonces debemos compartir con ellos las bendiciones materiales que ellos necesitan para su supervivencia. Ahora, él continuó diciendo en el versículo 12:
"Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros?"
Sin embargo, no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo.
Pablo tenía, entonces, el derecho para ser apoyado económicamente en su trabajo a favor de aquellos creyentes. Sin embargo, no quería hacer nada que fuera un obstáculo para la extensión del evangelio de Cristo. Por lo tanto, no recibía ninguna remuneración. Y se mantenía a sí mismo trabajando en su profesión, que era la fabricación de tiendas. Sin embargo, el método que Dios ha establecido es que aquellos que desarrollan un ministerio espiritual en beneficio de los creyentes y, en consecuencia, en beneficio de toda la iglesia, deben ser mantenidos por aquellos que se benefician de su ministerio. Luego, el apóstol Pablo dijo en los versículos 13 y 14:
"¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del Templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio".
Ése es el método que Dios utiliza, estimado oyente. Y no hay nada malo en que una persona dedicada al servicio del Señor, que está siendo una bendición para los demás, sea apoyada por ellos. Hemos descubierto que en su mayoría, cuando la gente recibe una bendición, apoya a las personas y al lugar donde está recibiendo la bendición. Luego Pablo continuó diciendo en el versículo 15:
"Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo, porque prefiero morir, que permitir que alguno me prive de esta mi gloria".
Pablo no recibía sueldo. Por ello pudo decir que la iglesia de Corinto no le estaba manteniendo económicamente. Él no recibía nada de aquellos creyentes. Ya hemos visto que él vivía de la fabricación de tiendas. Luego él dijo en el versículo 16:
"Si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme, porque estoy bajo el deber de hacerlo; pues ¡ay de mí si no predico el evangelio!"
Comprendemos perfectamente el sentimiento de Pablo cuando hizo aquella declaración. Francamente hablando, sentimos el peso de esa necesidad. No nos atreveríamos a dejar de proclamar la Palabra de Dios. Por supuesto que no perderíamos nuestra salvación si no anunciáramos más el Evangelio, pero continuamos haciéndolo porque sentimos una fuerza, un impulso interior. Y además amamos la tarea de enseñar y predicar el Evangelio; nos agrada hacerlo. Continuó, pues, el apóstol Pablo y dijo en los versículos 17 y 18 de este capítulo 9 de la Primera Epístola a los Corintios:
"Por eso, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si lo hago en contra de mi voluntad, de todos modos, un encargo se me ha confiado. ¿Cuál, pues, es mi recompensa? Que, predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, sin hacer pleno uso de mi derecho a vivir de mi trabajo en el anuncio del evangelio".
Pablo no predicaba motivado por una intención oculta, ni tampoco nosotros. Sin embargo, Dios ha prometido una recompensa. Y, en cuanto a nosotros, estamos convencidos de que no seremos defraudados. Ahora, el apóstol Pablo dijo aquí en el versículo 19:
"Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número".
El apóstol tuvo la libertad de convertirse él mismo en un esclavo. Y entonces vemos que expuso este testimonio tan conocido de su propio ministerio. Leamos los versículos 20 al 23:
"Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la Ley como sujeto a la Ley (aunque yo no esté sujeto a la Ley) para ganar a los que están bajo la Ley; a los que están sin Ley, como si yo estuviera sin Ley (aunque yo no estoy sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin Ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por amor del evangelio, para hacerme copartícipe de él".
Es como si el apóstol Pablo se viese a sí mismo como en una pista de carreras, como un atleta que está corriendo. ¿Y corriendo para qué? Para recibir un premio. Por ello dijo en el versículo 24:
"¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis".
En una competición atlética, sólo uno puede llegar primero. Pero en la carrera espiritual, todos podemos ganar el premio, si estamos difundiendo la Palabra de Dios. Y lo hacemos porque, al haber aceptado al Señor Jesucristo como Salvador, sentimos el impulso del Espíritu Santo, que nos hace ver las grandes necesidades del ser humano, tal como Dios las ve, con ese amor con que pudo exclamar por medio del profeta Isaías (45:21 y 22) "¿No soy yo el Señor? No hay más Dios que yo, un Dios justo y salvador; no hay ninguno fuera de mí. Volveos a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra; porque yo soy Dios, y no hay ningún otro".
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