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Estudio bíblico de 1 Corintios 12:1-9a

1 Corintios 12:1-9

Llegamos hoy, amigo oyente, al capítulo 12 de esta Primera carta a los Corintios. La primera sección de 1 Corintios trataba sobre asuntos relacionados con la naturaleza humana o carnal. Y entramos aquí a una nueva sección en esta epístola, la cual trata sobre los dones espirituales. Esta sección está formada por los capítulos 12 al 14. En el capítulo 12 tenemos "la concesión de los dones;" en el capítulo 13, "la energía de esos dones", y en el capítulo 14 encontramos "el ejercicio de los dones". Leamos entonces el versículo 1 de esta capítulo 12 de 1 Corintios, que comienza un párrafo centrado en la idea de que

Los dons fueron dados para mantener la unidad en la diversidad

Comencemos, pues, leyendo el primer versículo:

"No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales".

En algunas versiones de la Biblia la palabra dones aparece en letra cursiva, lo cual significa que la palabra no se encuentra en el idioma original del Nuevo Testamento. Fue añadida con el propósito de clarificar el concepto, aunque esta adición quizás no ha contribuido a ampliar el significado. La palabra usada en el griego es "pneumatika", que quiere decir literalmente "espirituales", es decir, cosas pertenecientes al Espíritu, o que provienen del Espíritu, en contraste con las cosas que son carnales. En realidad no sería necesario añadir la palabra "dones". Recordemos que en el capítulo 3, el apóstol Pablo estaba discutiendo con los Corintios las divisiones que había entre ellos y dijo, en el versículo 1, "De manera que yo, hermanos, no puedo hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo". Así que, al comienzo él les habló en respuesta a las preguntas que en realidad concernían a las conductas carnales, o pertenecientes a la naturaleza humana y sus reacciones naturales. Ésas son las cosas en las que tenían interés los creyentes inmaduros. Por ejemplo, el espíritu partidista, las divisiones, las discusiones relacionadas con las preferencias por uno u otro líder de la iglesia, el adulterio, el acudir a los tribunales por otros creyentes, los problemas sexuales, el arreglo de la mujer, el largo del cabello, el ágape o encuentros sociales, y la glotonería o la embriaguez en la Cena del Señor. Por eso, aquella sección tuvo un carácter correctivo y disciplinario.

Ahora, en esta segunda sección, que comienza aquí con el capítulo 12, tenemos los asuntos espirituales y tuvo un carácter constructivo. Y pensamos que el apóstol Pablo está dando, por así decirlo, un suspiro de alivio al llegar al capítulo 12 y cambiar de tema. Por supuesto que Pablo estaba dispuesto a hablar con ellos sobre las otras cosas, pero lo que él quería verdaderamente era tratar el tema de las cosas espirituales.

Estamos de acuerdo en que en la comunidad cristiana deben tratarse temas de actualidad, para que todos puedan contrastar ciertas tendencias contemporáneas con la ética Bíblica y cristiana. Normalmente existe un gran interés por tratar temas populares, que están de moda, porque están presentes en la literatura y en los medios de difusión, así como temas relacionados con la defensa de la fe cristiana. Sin embargo, sería preocupante que los programas de instrucción de las comunidades cristianas no dieran el debido énfasis a los asuntos espirituales. Porque es muy importante tener un conocimiento de los recursos espirituales que se encuentran a nuestro alcance para reforzar nuestra fe, y para poder disponer del poder de Dios ante las crecientes necesidades de nuestra vida cristiana en un contexto tan secularizado como el nuestro. Es que cada vez surgen más situaciones complejas, que no pueden enfrentarse con un mero conocimiento intelectual de la Biblia y de la fe cristiana. Porque requieren un tratamiento que tenga en cuenta el contexto espiritual hostil que nos rodea.

Bien, ahora hemos llegado pues, a una sección de tres temas principales, que Pablo discutiría y que tienen que ver con la unificación espiritual, con la ley del amor, y con el triunfo que tiene el creyente a causa de la resurrección de Cristo. Debemos decir de paso que se da la circunstancia de que los dones espirituales, son uno de los asuntos espirituales aquí tratados. Así que, observemos lo que aquí se dijo, para comprender las enseñanzas de Pablo sobre este asunto. Leamos el versículo 2 de este capítulo 12 de la Primera Epístola a los Corintios:

"Sabéis que cuando erais paganos os dejabais arrastrar hacia los ídolos mudos".

Los ídolos no tenían voces, por supuesto, no podían hablar, eran completamente mudos. En otra ocasión Pablo dijo de ellos que no eran "nada". Los ídolos no significaban absolutamente nada. Por lo tanto, aquello carne ofrecida a los ídolos no había sido contaminada. Pero desgraciadamente, no todos comprendieron eso. En el Salmo 115, versículo 5, el salmista, hablando de los ídolos dijo: "Los ídolos tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven". También podemos leer en Habacuc, capítulo 2, versículo 18, lo siguiente, "¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo, la estatua de fundición que enseña mentira, para que el artífice confíe en su obra haciendo imágenes mudas?"

Lo interesante es que Pablo entonces hablaría de los dones que el Dios viviente daba a los creyentes. Así que, primero, les recordó la época en que no eran creyentes y se dejaban arrastrar ciegamente tras los ídolos mudos. Notemos lo que él dijo en el versículo 3:

"Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios dice de Jesús: ¡Sea anatema, o maldito!; como tampoco nadie puede exclamar: ¡Jesús es el Señor!, sino por el Espíritu Santo".

Ésta fue una gran verdad presentada por el apóstol Pablo. Se trata de la realidad absoluta de la vida cristiana. ¿Y sabe usted, estimado oyente, lo que es? Es el señorío de Jesucristo. Usted no puede quitarle importancia o menospreciar al Señor Jesús bajo la influencia del Espíritu Santo. Sería imposible. De la misma manera, resulta imposible reconocer que Jesús es el Señor si no uno no está hablando por el poder del Espíritu Santo. Por supuesto, que nosotros podemos quizás pronunciar la palabra "Señor;" pero recordemos que el Señor mismo dijo en el evangelio según San Mateo, capítulo 7, versículos 22 y 23: "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad". ¿Por qué se llegará a esa situación? Porque el decir "Señor, Señor" fue para ellos únicamente una profesión superficial. El Señor Jesús no era realmente el Señor de sus vidas.

Aceptar que Jesucristo sea el Señor es una convicción del alma. ¿Cuál es la verdad central de la fe cristiana? Hay quienes dicen que es la cruz de Cristo. Y permítanos decir estimado oyente, que no estamos totalmente de acuerdo con esto. Aunque usted llega a la cruz de Cristo para ser salvo, no permanece en ese lugar. Usted no se queda allí. Tiene que continuar y unirse al Cristo viviente, y eso es lo que tiene mayor importancia.

Lo que Simón Pedro dijo en el día de Pentecostés y con lo que concluyó su grandioso mensaje fue, "Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo". Esto lo encontramos en el libro de los Hechos, capítulo 2, versículo 36. Jesús es el Señor, Él es soberano. Y esa soberanía del Señor Jesucristo es lo importante en la vida cristiana.

El Espíritu Santo ordena la obediencia del alma y su lealtad al Señor Jesús. Y la iglesia verdadera está formada por aquellos que se han reunido alrededor de esa verdad, interpretada por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo interpreta el señorío de Jesús en mi vida. Recordemos la gran pregunta que hizo Jesús, en Mateo 16:15, "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Jesús está aún haciendo la misma pregunta. Usted podrá tener cualquier ocupación, profesión, o nivel social en esta vida. Pero quienquiera que sea usted, en el lugar en que se encuentre, o en la situación que esté, Jesús le está preguntando a usted: ¿Y usted, quién dice que soy yo? Esa fue la pregunta que Jesús les formuló a Sus discípulos. Y Simón Pedro hablando por todo el grupo de discípulos le respondió, "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Él es el ungido. Él es el Rey; Él es el Señor. Ninguna persona, estimado oyente, está capacitada para servir a la iglesia de Cristo si ella no ha sido dominada primero por Jesucristo. Ya hemos visto esto antes en esta epístola y en esta ocasión volvió a enfatizarlo una vez más.

La obra unificadora del Espíritu Santo hoy es revelar a todos los creyentes el señorío de Jesús. Veamos cómo se lleva a cabo esa obra. En el versículo 4, nos dice,

"Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo".

Eso quiere decir que hay una distribución de dones. Para lograr esa unidad, Dios da diferentes dones a individuos diferentes. La palabra griega que aquí se utiliza para dones es "charismaton". No se refiere de manera definitiva a las lenguas o a otro don en particular. Esta palabra se refiere a todos los dones que el Espíritu concede a los creyentes de la iglesia. Leamos el versículo 5:

"Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo".

Es decir, hay diversas maneras de servir, pero el mismo Señor, el Señor Jesucristo. No importa cual es el don que usted pueda tener. Es el Señor Jesús el que está usando ese don, y Él lo está utilizando para Su gloria. Notemos ahora lo que se dice en el versículo siguiente, en el versículo 6:

"Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo".

Alguna versión traducen "diversidad de operaciones", otra traduce "diversas funciones" y otra, "diversos poderes para actuar". Podemos decir que aquí se hace referencia a la energía. Pero es el mismo Dios que actúa en todos, y Él es quien obra en el creyente.

Esta afirmación nos recuerda que hay un Dios, pero Él es una Trinidad. Los miembros de la Trinidad obran juntos, hay una unidad. Pero hay una variedad, una diversidad en la unidad. Usted debe saber eso. El Espíritu Santo concede los dones, el Señor Jesucristo administra esos dones, es decir que están bajo Su dirección, y Dios el Padre provee el poder y Él da la energía a esos dones. Y todo esto ha sido provisto con un sólo propósito, y es el de glorificar, exaltar el señorío de Jesucristo.

Leamos ahora el versículo 7, de este capítulo 12 de la Primera carta a los Corintios:

"Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos".

En primer lugar, nos gustaría ahora dar una definición de lo que es un don. ¿Qué es un don del Espíritu? Es la capacidad para el servicio. Es una función. Podemos explicarlo de otra manera. Un don en el sentido espiritual, quiere decir que el Espíritu Santo está haciendo una obra, un servicio especial, por medio de un creyente y usando al creyente para realizarlo. A esto quisiéramos añadir que tiene que ser hecho en el poder del Espíritu de Dios. Desde un nivel ya personal, cada uno de nosotros puede decir: "Yo, nada soy". No tengo nada y no tengo ninguna utilidad ni para Dios, ni para los hombres. Ésta no es una actitud piadosa, es la realidad. Pero Él me dio un don y yo lo debo ejercitar, debo ponerlo en acción. Con eso quiero decir que creo que esa es la única manera por la que el Espíritu de Dios se puede manifestar en mi vida.

Y la manifestación especial del Espíritu se la ha dado a cada uno para el bien de todos, para el bien común. Eso es exactamente lo que significa un don: es una manifestación del Espíritu.

Esto no quiere decir necesariamente que es el ejercicio de un don natural. Puede ser que un hombre o una mujer tengan el don musical del canto, para poder cantar con una voz maravillosa. Pero el que canta, no lo hace con el Poder del Espíritu Santo; entonces puedo decir que Dios no lo puede usar y no lo está usando. Ésa es una de las razones por las cuales la música cristiana a veces alcanza un bajo nivel. Es simplemente porque hay músicos que piensan que todo lo que necesitan es talento y preparación. Piensan que si tienen esos elementos, ya lo tienen todo y que el Señor ya no prescindirá de ellos. La experiencia nos ha enseñado a reconocer cuándo un músico ha añadido un atractivo espiritual, algo positivo a la reunión, al servicio religioso, y cuando no lo ha hecho. Pero queremos dejar bien claro que creemos que el Espíritu Santo puede utilizar la capacidad natural de un creyente, si éste se lo permite, si está dispuesto a ello. Pero el talento natural, por sí mismo, no logrará ningún provecho espiritual, a menos que esté bajo el control del Espíritu Santo.

Hay otras personas que no tienen un talento natural en particular y entonces piensan que tendrán que ser espectadores permanentes, en una actitud pasiva, de todo lo que allí tenga lugar. Ésa, estimado oyente, ha sido la equivocación más grandes que hayan podido cometer en la iglesia.

Este versículo 7 ha enfatizado la frase a cada uno, nos ha dicho que cada creyente tiene un don. Cada creyente. Usted, estimado oyente, si es creyente, tiene un don.

En la frase "a cada uno", en el original se usa la palabra "anthropos", que es un término genérico que, de hecho, abarca a todos, es decir, al hombre, la mujer, joven o señorita, niño o niña. No importa quién sea usted. Si usted es un hijo de Dios, usted tiene un don. Y usted ha sido colocado en un cuerpo de creyentes como un miembro del cuerpo, y debe funcionar como miembro del cuerpo de Cristo.

Recordemos que el versículo 7 nos dice que a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho, es decir, para el bien de todos. Ahora, ¿cuál es el propósito de un don? La edificación espiritual de la iglesia, el cuerpo de los creyentes. Es para edificar el cuerpo de creyentes. No es algo que se puede ejercitar de manera egoísta, sino que es para proveer ayuda espiritual a los demás creyentes.

Luego, Pablo nombrará algunos de los dones. Ahora, no todos ellos fueron mencionados en este libro, porque algunos aparecen en otras secciones de las escrituras. Pablo va a decir más adelante, "Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también en Cristo". Nosotros, pues, somos miembros del cuerpo de Cristo, estamos unidos a Cristo. Y ya que estamos en Cristo, somos miembros de ese cuerpo, y debemos funcionar como miembros del mismo. Una de las experiencias más emocionantes en la vida de una persona joven, o de un joven creyente, es el darse cuenta de cual es su don, y utilizarlo en la iglesia.

Pablo, pues, estaba diciendo que el don es la manifestación del Espíritu. Es lo que el Espíritu Santo puede hacer a través de un creyente. Creemos que Dios puede dar a cada creyente un don, como hemos mencionado. Se le ha dado, se nos dice, a cada persona sin distinción. Usted quizá no tenga un talento para cantar o para predicar o enseñar, pero si usted es un hijo de Dios, usted tiene un don. Y ha sido colocado en el cuerpo de creyentes. Y usted debe utilizar ese don para el provecho espiritual de la iglesia. Pablo mencionó aquí unos pocos dones. Leamos entonces, el versículo 8:

"A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu"

"Sabiduría" aquí quiere decir percepción de la naturaleza interior de la verdad. No creemos que todos puedan entender la Biblia. Ésa es la razón por la cual todos necesitamos maestros, y el Señor nos ha dado maestros. Sabiduría es, entonces, una percepción de la naturaleza de la verdad de la Palabra de Dios. El "conocimiento" se refiere a la investigación de la verdad, a profundizar en la verdad. Hay muchas personas que no tienen tiempo para profundizar en lo que la Palabra de Dios dice, para sacar de ella las cosas de valor que necesitan aplicar a sus vidas. Luego el apóstol Pablo dijo, lo que leemos en el versículo 9:

"a otro, fe por el mismo Espíritu"

La fe, según nos dicen en las Escrituras en la carta a los Hebreos 11:1, es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Es la plena seguridad de recibir aquello que se espera, es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos. Y ése es un don, que algunas personas tienen. Hay una sencilla historia que ilustra la fe. Un amigo cuenta que oyó a dos niñas que jugaban juntas, contando sus monedas. Una dijo: "Yo tengo cinco centavos". La otra respondió, "Yo tengo diez". "No", dijo la primera, "tú tienes solamente cinco centavos como yo". Pero replicó rápidamente la segunda, "mi padre me dijo que cuando llegara a casa esta noche me daría cinco centavos". La fe de la niña le hacía considerar lo prometido como un hecho, como si ya hubiera obtenido lo que aún no veía ni tenía, porque le había sido prometido por su padre.

Estimado oyente, en este programa hemos recordado la pregunta de Jesús a los suyos, registrada en Mateo 16:18, "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Y seguramente recordará usted, que dijimos que Jesús continúa formulando hoy la misma pregunta. Y al despedirnos, quisiéramos, que usted la escuchara como personalmente dirigida a usted. Como si usted hubiera estado allí aquel día frente a Jesús y Él, fijando su mirada en usted le hubiera preguntado: "¿Y para usted, quien soy yo?" Y trasladando aquella escena a este momento, preguntamos ¿Es Cristo alguien importante para usted? ¿O la verdad es que no significa mucho en su vida? Por su obra en la cruz, y por la victoria de Su resurrección, Él puede ser hoy su Salvador, su Señor. Jesús desea escuchar su respuesta, y una respuesta de fe. Usted tiene la palabra.

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