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Estudio bíblico: La oración a solas -

Autor: Wolfgang Bühne
Alemania
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La oración a solas

(Lc 5:15-16) "Sin embargo, su fama se extendía cada vez más, y se juntaban a él muchas multitudes para oírle y para ser sanadas de sus enfermedades. Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba."
Después de ser bautizado en el Jordán, Jesús fue "lleno del Espíritu Santo" y fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado del diablo (Lc 4:1-2). Cuarenta días estuvo en ese entorno espantoso llevado de acá para allá y "tentado por el diablo". Pero cada punto de la táctica sutil satánica fracasó, porque el Señor no tenía pecado y era fiel. Cuando Satanás, fracasado y vencido, se marchó "por un tiempo" (Lc 4:13), el Señor volvió a Galilea "en el poder del Espíritu" (Lc 4:14).
En los versículos que siguen leemos cómo venían las gentes de Capernaum y las ciudades de alrededor para "oírle y ser sanados de sus enfermedades". Podríamos poner como título aquí: "Avivamiento en Galilea". Hasta de Judea y de Jerusalén venían las multitudes, a pesar de que suponía varios días de camino (Lc 5:17). Y entre ellos estaban también los teólogos de su tiempo, que querían escuchar al predicador de Nazaret y ver sus milagros.
Se levantaban olas de entusiasmo. Ya se había corrido la voz en todo el país del poder de sus palabras y también sus milagros. Hoy diríamos que las puertas estaban abiertas de par en par para el evangelio. Posiblemente algunos de sus discípulos, entusiasmados, se frotarían las manos con satisfacción opinando que "Al hierro candente, batir de repente". Visto estratégicamente, las condiciones para la evangelización no podían ser mejores.
Pero, precisamente entonces, la Biblia nos dice que el Señor Jesús no aprovechó este momento tan favorable. No se dejó impulsar por el "viento en popa" de las oportunidades favorables y de su popularidad. Y tampoco lo hace hoy. Se retiró al silencio y a la soledad del desierto para orar. La Versión de Lutero (1912) traduce este pasaje así "más él se evadió", lo cual expresa que sin llamar la atención se apartó conscientemente del ruido y del gentío para orar. No hizo de su fidelidad en la oración una demostración o provocación, sino que se "retiró discretamente".
Esta actitud también la vemos claramente en (Mr 1:35), donde Marcos nos narra que "levantándose muy de mañana, aún muy de noche, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba".
En esta ocasión, también se alejó de la multitud que lo buscaba. Pero parece que en medio de la noche también se alejó de forma "inadvertida" de sus discípulos que estaban durmiendo, para buscar la conversación con su Padre hasta rayar el alba.
Naturalmente nos surgen las preguntas: ¿Qué necesidad tenía el Señor de eso? ¿No vivía en contacto constante con el Padre y en una actitud de oración con Él? ¿No eran sus palabras éstas: "yo oraba [siempre]"? (Sal 109:4).
El caso es que nuestro Señor, siendo verdadero Dios y hombre perfecto, buscaba el silencio y la soledad para poder hablar con el Padre tranquilamente y sin ser estorbado por nadie. ¡Qué vergüenza debió causar este ejemplo a los discípulos de entonces y también a los de hoy en día!
Siendo nosotros seguidores tan débiles y pecaminosos, ¡cuánta más necesidad tenemos de buscar y cultivar con todo ahínco tiempos de comunión con Dios en oración!

¿Cuál fue la consecuencia de las oraciones de Jesús en la soledad?

Justo después de narrarnos el tiempo de oración que tuvo Jesús, Lucas nos cuenta que los fariseos y doctores de la ley "habían venido de todas las aldeas de Galilea y Judea y Jerusalén", para escuchar la enseñanza de Jesús. Atentos y al mismo tiempo con actitud crítica estaban sentados delante de Él y fueron testigos de que "el poder del Señor estaba con él para sanar" (Lc 5:17).
Aquí vemos de nuevo claramente la correlación entre la oración intensa en secreto y el poder espiritual en público.
Y yo me pregunto si los muchos casos de hermanos dotados que han agotado sus fuerzas y sufren hoy en día de burnout o síndrome del quemado, podrían haber evitado esta situación, si durante el día hubiesen planeado un tiempo de comunión con Dios a solas, y lo hubiesen realizado costase lo que costase.

¿Qué podemos aprender de nuestro Señor en este sentido de cómo practicaba la oración?

1. El mucho trabajo no debe ser motivo para renunciar a la oración o para reducir el tiempo dedicado a ella. Todo lo contrario: ¡Cuanto más tareas y trabajo, más sosiego y oración necesitamos!
A Martín Lutero le preguntaron una vez cómo sería su día de trabajo al día siguiente, a lo cual respondió: "Trabajo, trabajo de sol a sol. En verdad, tengo tanto que hacer, que pasaré las primeras tres horas en oración."12
Para Lutero, el mucho trabajo no era un argumento para restringir el tiempo de oración, ¡todo lo contrario!
Jorge Whitefield (1714-1770), a sus 23 años era un predicador tan popular y apreciado en Londres que "ya no podía ir a pie como acostumbraba", sino que tenía que dejarse llevar en un carruaje, para "eludir las aclamaciones y hosanas de las multitudes."13
Uno de sus biógrafos escribió de él: "Su nombre estaba en boca de todos. Miles y diez miles preguntaban por él. Su posición era peligrosa. Su popularidad para con las grandes multitudes podrían haberlo arruinado, pero la gracia de Dios lo guardó".14
Pero el 8 de enero de 1738 dio las espaldas a las multitudes de Londres y se embarcó en un barco de vela en el que cruzaría el Atlántico y el cual lo llevaría a Georgia (Estados Unidos). El viaje que entonces duraba meses y estaba lleno de peligros, lo empleó para distribuir las horas del día estrictamente y reservar varias horas para la comunión con Dios en oración y para leer la Biblia, lo cual hizo hasta su muerte siempre de rodillas.
El día de su partida anotó en su diario: "El que no esté dispuesto a ocultarse, cuando Dios lo pide, después de haber estado en el centro de la atención pública, no merece llevar el nombre de cristiano."15
Por mi propia experiencia debo confesar que precisamente en los períodos de mucha actividad y estrés "para el Señor", por ejemplo, durante la época de campamentos, conferencias, campañas misioneras, etc., mi tiempo reservado para la oración salía perdiendo. A veces, incluso, quedó suspendido por completo.
Precisamente los cometidos que requieren gran fuerza espiritual no los preparamos mediante la quietud intensa delante del Señor ni quedan marcados por ella. Lo que ningún deportista de competición se podría permitir, a saber, ir a la competición agotado y famélico, nos lo permitimos nosotros, los siervos de Dios. Y después nos maravillamos y quejamos por no haber tenido bendición y victoria. Es paradójico, ¡pero es la triste verdad!
A. W. Tozer escribió: "Ten cuidado de orar más que predicar. Pásate más tiempo con Dios a solas que con las personas públicamente. Mantén tu corazón abierto para el Espíritu de Dios, para que te pueda influenciar. Cuida más la relación con Dios que la amistad con las personas. Entonces siempre tendrás suficiente pan para los hambrientos."16
2. Es bueno escoger un lugar y una hora del día en que se pueda estar sin ser estorbado por nadie.
Si preguntamos a los creyentes por las razones que les impiden tomarse más tiempo para la oración, la mayoría de ellos responden: "Por falta de calma interior y exterior".
Nuestro Señor escogió lugares solitarios como el desierto o un "lugar desierto" o el Monte de los Olivos, para retirarse a orar. Casi siempre lo hacía muy temprano por la mañana "cuando aún era muy de noche". Es decir, un lugar y una hora del día que excluían ampliamente estorbos exteriores, siendo al mismo tiempo la mejor condición para que el alma pudiera tener calma.
Los personajes de la Biblia, y también de la historia de la Iglesia, parecen coincidir en el hecho de que levantarse temprano para poder orar con toda tranquilidad antes de empezar el trabajo, conlleva una bendición especial. El refrán "al que madruga, Dios lo ayuda" refleja una gran verdad.
Tenemos un gran ejemplo en nuestro Señor. Pero también es interesante estudiar, qué personas de la Biblia han sacado buen provecho de su "tiempo devocional" por la mañana. Leemos una y otra vez de Abraham, Moisés, Gedeón y Samuel que se levantaban temprano, para buscar a Dios en oración, o para obedecer a Dios.
Lo leemos también de David en varios lugares de los libros de Samuel. Él mismo describe en los Salmos sus costumbres y experiencias con la oración al comienzo del día:
(Sal 119:147-148) "Me anticipé al alba, y clamé; esperé en tu palabra. Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en tus mandatos."
(Sal 5:3) "Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré a ti, y esperaré."
En el desierto de Judá, David oró:
(Sal 63:1) "DIOS, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré."
Watchman Nee opina así, instigando un poco: "La vida cristiana enfermiza que predomina hoy entre los hijos de Dios, no es tanto debido a graves problemas, sino debido al hecho de que no se madruga. No conozco a nadie que viva cerca del Señor, que se levante tarde".17
Por supuesto, no debemos ni queremos hacer una ley de estas observaciones, ni ejercer presión sobre las conciencias. Hay creyentes quienes, por motivos del trabajo, por su salud u otras circunstancias, no pueden buscar el encuentro con Dios por la mañana.
Cuando nuestros siete hijos aún eran pequeños, no era fácil para mi esposa Ulla hallar el momento para leer la Biblia y orar con tranquilidad en medio del ajetreo cotidiano. Lo que hacía era ocultar su cabeza debajo de una manta o paño en algún momento del día, y entonces los niños ya sabían que mamá se encontraba en su "cuartito de oración". Todos sabían que no debían molestarla por algún tiempo, y se esforzaban en ser más considerados, hacer menos ruido y aplazar sus rivalidades para más tarde.
Hay madres que tienen un juguete muy especial que dan a sus niños, cuando quieren tomarse su tiempo devocional; o bien les ponen un CD muy querido. Otras desaparecen en la alcoba, o si no hay otro remedio, se meten al cuarto de baño. Algunas leen el texto bíblico en alta voz, de forma que los niños también puedan beneficiarse. Eso variará según la edad, el carácter y las circunstancias, y al principio no será fácil acostumbrar a los niños a ello. Pero cuando se haya convertido en una costumbre fija, será de mucha ayuda y con toda seguridad será un buen ejemplo para los hijos.
Todos aquellos que pueden planear el transcurso del día bajo circunstancias normales, deberían hacer caso de los consejos de John Piper. Esta cita es de su libro: "Cuando el gozo se ha desvanecido": "La disciplina para levantarse temprano no es tan difícil como la disciplina de acostarse. Antes esto no era así. Cuando no existía la electricidad, ni la radio, ni la televisión, ni el internet, no era difícil acostarse poco después de haberse hecho de noche. No había mucho que hacer. Hoy en cambio, tenemos que luchar contra la fuerte tentación de quedarnos despiertos y tener diversión. Por eso tenemos que emprender la lucha contra el cansancio que nos vence por la mañana al abrir nuestra Biblia, y esa lucha hay que pelearla por la noche, no por la mañana. Cuando hayas decidido la hora en que el despertador te llame a la oración, tienes que decidir la hora en que te vas a acostar, para que no estés rendido cuando suene el despertador. Si necesitas alguna cantidad de cafeína para no dormirte por la mañana, eso lo dejaré a tu conciencia. Quizá por eso Dios creó el café. Si lo usamos para no dormirnos durante la oración, entonces lo habremos empleado bien. Es mejor que tomarlo para quedarse despierto para tantas otras cosas."18
3. No hagas de tu tiempo devocional una demostración de tu piedad y no permitas que nazca en ti el orgullo.
Recordemos que el Señor se apartó inadvertidamente, sin llamar la atención, para orar en un lugar desierto y tranquilo. Él practicaba lo que había enseñado a sus discípulos en (Mt 6:5-6) sobre la oración pública: no hacerlo como los hipócritas que oran en lugares públicos para ser vistos y admirados, sino en un cuarto a puerta cerrada, "en secreto".
No sería bueno, por ejemplo, durante una campaña misionera o un retiro, hacer sonar el despertador a las cinco de la mañana con gran estruendo, levantarse de la cama apresuradamente, abrir la Biblia con mucho ruido y caer aparatosamente sobre sus rodillas, para demostrar al compañero de cuarto "poco espiritual" la propia devoción y causarle una mala conciencia.
Los que de esta manera, u otra parecida, ponen en un escaparate su "devoción", no deben asombrarse si tarde o temprano le es quitada.
Si puedes, búscate o hazte un lugar donde puedas orar regularmente.
Leemos de nuestro Señor Jesús que tenía la costumbre de retirarse al Monte de los Olivos. A veces incluso dormía allí (Lc 21:37) y allí también tenía un sitio determinado donde acostumbraba orar (Lc 22:39-40).
Naturalmente, nuestra vida de oración no debe depender de nuestro entorno. No obstante, puede ser de ayuda tener un lugar que nos sea familiar, donde no puedan distraernos el teléfono móvil o fijo, el internet, y los muchos aparatos o circunstancias, para poder hallar la calma interior y exterior, para derramar nuestro corazón ante Dios, o adorarlo.
En mi caso, un viejo sillón de mi suegro en mi cuarto de trabajo es testigo silencioso de mis preocupaciones, alegrías y motivos de oración. Otros tendrán un rincón familiar en el comedor, en la cocina, en el sótano, en el desván o en cualquier parte al aire libre, donde tengan su tiempo devocional.
John Piper nuevamente nos da valiosos consejos: "No pienses que el lugar tiene que ser cómodo, porque un lugar cómodo nos invitará a dormirnos. Tiene que ser un cuarto separado para que nada te distraiga y para que puedas hablar en alta voz, cantar y llorar. Tarde o temprano llorarás; cuando luches por el alma de tu hijo adolescente, o pelees por tu matrimonio, o trabajes arduamente por acabar con el orgullo en tu vida. Tienes que estar solo."19
David Brainerd (1718-1747) fue uno de los primeros misioneros que se atrevió a ir solo a las tribus de indios de América del Norte, para aprender su lengua, vivir entre ellos y predicarles el Evangelio. Durante su corta vida sufrió de varias enfermedades. Tuvo temporadas de gran desaliento, vivió recaídas en su trabajo, pero también períodos de bendecido avivamiento. Su diario es el legado que nos ha dejad,o y para muchos misioneros ha sido y es un reto decisivo para dedicar su vida al Señor. Es un testimonio de cómo este hombre practicó una vida de oración intensa. Él también tenía un lugar en el bosque donde acostumbraba a ir y orar. Su diario nos lo cuenta:
"28 de junio de 1744: Pasé la mañana leyendo varios pasajes de la Sagrada Escritura y en ferviente oración a favor de los indios, para que Dios estableciera su Reino en medio de ellos y los hiciera entrar en su Iglesia. Hacia las nueve me retiré a mi lugar acostumbrado en el bosque, y allí disfruté de nuevo de alguna ayuda en la oración. Mi gran preocupación era la conversión de los paganos a Dios y el Señor me ayudó a implorar a favor de ella. Hacia el mediodía fui cabalgando hasta el poblado de los indios, a fin de predicarles, y en el camino mi corazón se elevó a Dios en oración a favor de ellos. Pude decirle libremente a Dios que Él sabía que la causa en la cual estaba ocupado no era mía, sino que era su propia causa, y que sería para su gloria la conversión de los pobres indios."20
De Brainerd se cuenta también la siguiente historia: Brainerd sentía que debía llevar el Evangelio a una tribu salvaje de indios que habitaban en los bosques casi impenetrables para los demás hombres de aquel tiempo. Los amigos del misionero le dijeron que era cierto que jamás volvería con vida; con todo, él resolvió ir. Llevó consigo una pequeña tienda de campaña en la que dormía. Después de muchos días de viaje se acercó al pueblo o campamento principal de la tribu, y entonces se detuvo para orar a Dios y suplicar su bendición sobre los indios a los cuales deseaba llevar el Evangelio de salvación. El misionero creía que ningún ojo lo veía sino el de Dios; pero los cazadores indios lo habían visto cuando plantaba su tienda y se apresuraron a ir al poblado para informar al jefe de la tribu que un hombre blanco estaba cerca. En seguida se celebró un consejo y se acordó que el hombre blanco debía ser muerto y desollado su cráneo, costumbre que tenían los indios con los enemigos que mataban. Acto seguido cierto número de indios fueron al lugar donde el misionero había ido y aguardaron a corta distancia en acecho esperando el momento cuando vieran salir al hombre blanco de la tienda. Pero como Brainerd continuaba largo tiempo en oración a Dios, los indios perdieron la paciencia, se acercaron a la misma tienda, y mirando de soslayo lo vieron de rodillas y creyeron oírlo hablar con alguien, por lo cual no se atrevieron a hacerle ningún mal. En aquel momento vieron que una gran serpiente de cascabel lentamente metía su cabeza por debajo de la tienda del misionero, y vieron cómo se irguió para acometerlo, disponiéndose para clavar sus colmillos en su cerviz. De repente, la terrible serpiente se retiró como si obedeciera una consigna divina, y desistiendo de su atentado mortal, se escurrió por el lado opuesto por el que había entrado en la tienda. Los indios se quedaron pasmados, y lentamente se retiraron para juntarse con sus compañeros y contarles todo to que habían visto. Entretanto Brainerd estaba tan entregado a la oración que nada sabía de la visita de la serpiente ni de los cazadores que habían ido para matarlo. Le parecía a él como si oyese a Dios que le decía: "Mi rostro irá contigo". Se levantó de la oración y tomó el camino hacia el pueblo, llevando su Biblia en la mano. Para sorpresa suya vio a todo el pueblo salir a su encuentro, pero no para matarlo sino para saludarlo. Lo recibieron con el mayor respeto, como teniéndolo bajo la protección del Gran Espíritu, y convencidos de que, en lugar de mostrarse hostiles a un hombre a quien Dios había guardado del veneno de la serpiente de cascabel, debían hacer la paz con él. Escucharon su predicación y algunos de ellos mostraron disposición de hacer caso de sus súplicas por las que les exhortaba a reconciliarse con Dios, aceptando la salvación por medio de Jesucristo. En los días siguientes vio cómo la tribu fue transformada por medio del evangelio de la gracia de Dios y cómo ésta obedeció al evangelio con una fe genuina.
Adoniram Judson (1813-1873), primer misionero en Birmania, tuvo que sufrir oposición, enemistad y odio increíble por parte de los birmanos. Fue torturado, flagelado y querían dejarlo morir de hambre. Fue enjaulado como un animal y ya estaba decidida la fecha de su ejecución. Pero él tenía en la jungla una pequeña cabaña, adonde se retiraba a veces durante días enteros para recibir nueva confianza, nuevo gozo y nuevas fuerzas en la soledad delante de Dios.
Este misionero experimentado en el sufrimiento transmitió algunos consejos a sus compañeros de armas en la obra misionera: "Organiza tu trabajo de tal forma que sin problema puedas dedicar dos o tres horas diarias no sólo al tiempo devocional general, sino especialmente a la oración personal y la comunión con Dios. Sé consecuente cuando se trate de la causa de Dios. Sacrifícate donde puedas, para poder tener tus horas de oración. Piensa que tu tiempo es corto y que el trabajo y el entorno no deben robarte a tu Dios."
Leemos en la biografía del conocido predicador y autor A. W. Tozer (1897-1963), que gran parte de su amplio tiempo de oración lo pasaba en su oficina de la iglesia. Sus únicos acompañantes eran su Biblia y sus himnarios.
"Colgaba el pantalón de su traje cuidadosamente en una percha y se ponía su jersey y su "pantalón de oración" roto y se sentaba un rato en su sofá anticuado. Después dejaba el sofá y se ponía de rodillas y al final se echaba en el suelo con la cara para abajo y cantaba himnos de alabanza al León de Judá. Nadie tenía la osadía de molestarlo en estos ratos de comunión íntima con Aquel a quien amaba su alma. Pero alguna vez subía las escaleras a su oficina uno de sus cercanos y lo veía accidentalmente en el sofá o en el suelo, donde no se enteraba de nada a su alrededor, y más de uno relató que Tozer lloraba o gemía con la cara hacia abajo sobre su vieja alfombra."21
Puede que califiquemos estas costumbres como "manías" o extravagancias, y movamos la cabeza perplejos; no obstante, son un testimonio de su familiaridad con Dios y de un anhelo por tener comunión con el Señor, lo cual hoy en día es una cosa casi desconocida.

Indicé de fuentes

12 Sanders, Geistliche Leiterschaft, pág. 75
13 Peters, George Whitfield, pág. 48
14 ibid. pág. 36
15 ibid. pág. 54
16 Tozer, Veränder in sein Bild, Bielefeld, CLV, Meditación del 25 de octubre.
17 W. Nee, In Hingabe leben, Bieleveld, CLV, 1991, pág. 137-138
18 J. Piper, Wenn die Freude nicht mehr da ist, (Bielefeld: CLV, 2006), pág. 161
19 ibid. pág. 114-115
20 Das Tagebuch David Brainerds (Wldbröl: H. Dresbaj, o.J.) pág. 81
21 Lyle Dorsett, Voller Leidenschaft für Gott ? La vida de A. W. Tozer (Holzgerlingen: SCM Hänssler, 2009)

Comentarios

Puerto Rico
  Paul Figueroa  (Puerto Rico)  (23/07/2018)

Saludos, bendiciones, estuve leyendo un libro llamado mañanas milagrosas 6 hábitos que cambiarán tu día antes de las 8am habla de una persona que comenzó a madrugar y eso le ayudaba a que su día era tan efectivo pero algo note en lo cual no me edificó nunca mencionó que se levantaba para buscar presencia de Dios sin embarco esto que acabo de leer me impresionó mucho por que si habla que todos estos siervos de Dios se levantaban en la madrugada a buscar la presencia de Dios y esto si me ha edificado bastante. Gloria a Dios, comenzaré a buscar a Dios por la madrugada por que se me hace muy difícil levantarme pero en cuanto logre crear una costumbre de habar con el Señor y El comience a mostrarme cosas sobrenaturales siempre estaré buscando su presencia de Dios ¡¡bendiciones !!

Uruguay
  Estephany  (Uruguay)  (13/07/2018)

Esta genial

Colombia
  Ana Silvia Pulido  (Colombia)  (11/07/2018)

Gracias por este precioso mensaje...Dios le bendiga y les continúe dando sabiduría...

Chile
  Elvira Aguiar  (Chile)  (04/07/2018)

Me ha ayudado mucho y me ha echo muy bien leer este estudio ,al otro día de leer me pude despertar para buscar a Dios en oración y agradeciendo a Dios por esta bendición.

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