A pesar de que casi todos los libros de la Biblia enfatizan la enorme importancia y las serias consecuencias de la oración, y a pesar de que gran parte de la Biblia consiste exclusivamente de oraciones, lamentablemente, la oración juega casi siempre un papel secundario en nuestra propia vida y la tenemos muy descuidada.
El ministerio de nuestro Señor comenzó con oración y terminó con oración. Su obra estaba enmarcada por la oración y mostraba una total dependencia de su Padre. Una vida fructífera para gloria y gozo de Dios y de bendición para nuestro prójimo, debería comenzar y terminar con oración, como señal de nuestra dependencia de Dios. Cada día, cada cometido, toda nuestra vida, debería estar enmarcada por la oración.
El Señor buscaba lugares retirados a donde apartarse a orar. Esta fue su costumbre durante todo su ministerio. Sin duda, había una relación directa entre su vida de oración privada y el poder de su ministerio público. El Señor Jesucristo debe ser un ejemplo para todos nosotros. A lo largo de este estudio encontrará algunos consejos prácticos para tener un tiempo de oración a solas con Dios cada día.
La fuerza espiritual y nuestra eficacia no dependen de nuestro talento sino, sobre todo, de nuestra comunión con el Señor y nuestra vida de oración. Ya sea que tengamos un "don para servir" o un "don para hablar" o que aún no hayamos descubierto el don que nos ha sido concedido, sin oración perseverante no recibiremos poder espiritual ni experimentaremos eficacia.
El conocimiento espiritual no depende del intelecto, ni es automáticamente el resultado de una buena educación. Sin la iluminación por parte del Espíritu Santo nos quedaremos sin discernimiento espiritual. Esta es otra razón por la que continuamente debemos orar a Dios pidiendo que nos conceda este tipo de conocimiento.
Si practicamos una vida de oración constante en la presencia del Señor, unido al estudio regular de la Biblia y la obediencia, veremos como nuestras vidas cambian progresivamente.
Ya sabemos por experiencia que un ejemplo tiene más efecto que muchas palabras. En sus conversaciones con los discípulos y también en sus sermones públicos, el Señor habló muchas veces sobre la oración, animando a orar. Pero, su ejemplo al orar, evidentemente retó a sus discípulos más que sus palabras podían hacerlo. El hecho de que vivía lo que predicaba, despertó en los discípulos el deseo de llegar a ser hombres de oración como Él.
En estos tiempos, cuando el valor de la disciplina espiritual no está muy en boga entre los creyentes, puede ser una ayuda alentadora considerar lo que la Biblia y el ejemplo de Jesucristo dicen al respecto.
La Biblia y la historia de la iglesia están llenas de ejemplos de hombres y mujeres que oraban con disciplina a pesar de sus debilidades y faltas humanas. Ellos aprendieron a pasar tiempo a solas con Dios en oración antes de ocuparse de todas las demás actividades, y Dios bendijo ricamente sus ministerios. Aquí tenemos algunos de esos ejemplos.
La lucha del Señor en Getsemaní es la última escena de oración de nuestro Señor, que los discípulos advirtieron. Recordemos que su ministerio público comenzó a orillas del Jordán con una oración, y con una oración concluye el Señor su obra para honra de Dios, encomendando su espíritu confiadamente en las manos del Padre.