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Estudio bíblico de Salmos 17-18

Salmos 17 y 18

Continuamos nuestro estudio hoy en el libro de los Salmos y llegamos al Salmo 17. Tenemos aquí, una oración de David cuando éste se encontraba en gran peligro. La pregunta que surge aquí es: ¿cuándo fue escrita? Parece ser una oración que surgió de una experiencia en el desierto. Probablemente se refiere a los días en que Saúl y sus hombres lo tenían acorralado y casi logran capturarlo. Este Salmo nos revela la misma confianza de David en Dios que vimos en el Salmo anterior. Pero en un análisis final, habla primordialmente de nuestro Señor Jesucristo. Este Salmo puede también ser una oración para nosotros en la actualidad, cuando nos encontramos en situaciones similares de pruebas, ansiedad, y peligro.

Antes de leer el primer versículo, permítanos recordarle, amigo oyente, una vez más, que estamos aquí en una nueva serie de Salmos. Estos Salmos se nos presentan en series, y ésta comienza con el Salmo 16, ese tan destacado Salmo mesiánico, que consideramos en nuestro programa anterior, y continúa hasta llegar al Salmo 24. En esta sección que tenemos ante nosotros, vamos a encontrar a Cristo en la profecía. Ahora, usted puede notar al entrar en este Salmo, que este es un Salmo maravilloso. En el primer versículo de este Salmo 17, leemos:

"Oye, Señor, una causa justa; atiende a mi clamor. Escucha mi oración hecha de labios sin engaño".

Tenemos entonces ante nosotros una oración de David quien, al ser perseguido por el rey Saúl se encontraba en un grave peligro. Esta oración surgió del fondo del alma de un hombre que dijo lo que realmente estaba sintiendo. En una situación como ésta, él no iba a fingir, diciendo una cosa por otra. Aquí mencionó a sus labios sin engaño para recalcar que no había falta de sinceridad en lo que estaba diciendo. Y dijo en el versículo 2, de este Salmo 17:

"De tu presencia proceda mi defensa; vean tus ojos la rectitud".

Aquí el declaró su integridad ante Dios, sometiéndose al examen divino, para que Él le hiciera justicia, Yo no sé qué pediría usted, estimado oyente, pero yo no pediría a Dios justicia, sino compasión, misericordia. Luego en el versículo 3, dijo:

"Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; me has puesto a prueba y nada malo hallaste. He resuelto que mi boca no cometa delito".

Lo interesante es que cuando el Señor probó a David, Él sí que encontró algo; y cuando Él me probó a mí, también encontró algo. Y me imagino, estimado oyente, que cuando Él lo prueba a usted, bueno, también encontrará algo. Estas palabras deben ser aplicadas en primer lugar a Cristo.

Cuando el salmista habló en el versículo 1 de que su oración no salió de "labios engañosos", vemos en esas palabras una imagen perfecta del Señor, pues él sí que es perfecto. Hablando de Él, el apóstol Pedro dijo en su primera carta 2:22, Él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca. Y Pedro continuó diciendo en el versículo 23 de este mismo pasaje: Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente. (Muchos de nosotros hubiéramos deseado haber puesto un candado en nuestras bocas, y no haber dicho tal y cual cosa. Pues bien, aquí tenemos a alguien que nunca dijo algo que estuviera mal. Y la gente se maravillaba de las palabras que salían de Su boca.) Escuchemos ahora al Salmista con el versículo 4, en este Salmo 17:

"En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios yo me he guardado de las sendas de los violentos".

Ahora, "Las sendas de los violentos", por supuesto, se refiere a Satanás. Debido a su presencia en el mundo, todo hijo de Dios debería permanecer alerta. David estaba en territorio enemigo, y fue consciente de ello cuando se estaba escondiendo del rey Saúl. De la misma manera, nosotros también nos encontramos en territorio enemigo, bajo la jurisdicción del enemigo de Dios. Recordemos que en el libro de Apocalipsis capítulo2:13, el Señor Jesucristo dijo, refiriéndose a la iglesia de Pérgamo: Yo conozco tus obras y donde habitas: donde está el trono de Satanás. (Pero Él elogió a esa iglesia por haber sido fiel al nombre del Señor y no haber negado su fe.) Yo no sé donde está usted en la actualidad, estimado oyente, pero recuerde que se encuentra en ese territorio enemigo que acabamos de mencionar, y no lejos de lo que la Biblia llama el trono de Satanás.

El Señor no cayó en la trampa de Satanás, como muchos de nosotros con frecuencia caemos. Leamos ahora los versículos 5 y 6 de este Salmo 17, donde David continuó diciendo:

"Afirma mis pasos en tus caminos, para que mis pies no resbalen. Yo te he invocado por cuanto tú, Dios, me oirás; inclina a mí tu oído, escucha mi palabra".

David evidentemente supo que su oración había sido oída. El Señor Jesucristo se identificó con los Suyos. Cuando Él oró, Dios le escuchó. Podemos estar seguros, estimado oyente, que Él oye y contesta nuestras oraciones cuando estamos pasando por problemas. Y continuó orando David, lo que leemos en los versículos 7 y 8:

"Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu derecha, de los que se levantan contra ellos. Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas"

Recordemos que años antes, Dios había usado una expresión similar cuando le dijo a Israel, en el libro de Éxodo capítulo 19: "Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y como os tomé sobre alas de águila y os he traído a mí". Qué cuadro el que tenemos del lugar donde hemos sido colocados: "bajo la sombra de sus alas". Como vemos en Mateo 23:37, muchos años más tarde el Señor Jesucristo dijo de Jerusalén, ¡Jerusalén, Jerusalén, tú que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, pero no quisiste!, Observemos que quiso juntarlos debajo de sus alas. Ese es también el cuadro que tenemos aquí. Leamos ahora, los versículos 9 al 12, de este Salmo 17:

"De la vista de los malos que me oprimen, de mis enemigos que buscan mi vida. Envueltos están en su gordura; con su boca hablan arrogantemente. Han cercado ahora nuestros pasos; tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra. Son como león que ansía agarrar su presa y como leoncillo que está en su escondite".

En estos versículos David continuó clamando a Dios con la confianza de que Él había escuchado su oración. Para finalizar este Salmo leamos ahora, los versículos 13 al 15:

"Levántate, Señor; sal a su encuentro, derríbalos; libra mi vida de los malos con tu espada, de los hombres, con tu mano, Señor, de los hombres de este mundo, para quienes lo mejor es esta vida, y cuyo vientre está lleno de tus bienes. Sacian a sus hijos y aun les sobra para sus pequeños. En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza".

Aquí tenemos a David escondido en una cueva, y él clamó a Dios para que Él lo librara. Él sabía que iba a ser librado por Dios, y sabía también que un día él estaría en Su presencia. Pero en ese momento, el enemigo parecía ser fuerte y poderoso.

Esta es la posición del hijo de Dios en la actualidad pero tenemos la ayuda de recurrir a nuestro Padre celestial. Y esto es lo que el Señor hizo cuando estaba en esta tierra. Así lo hizo David cuando se estaba enfrentando a graves peligros.

¡Qué Salmo este para ayudar a aquellos que se encuentran hoy en problemas!, y especialmente, cuando somos conscientes de tener enemigos. La mayoría de nosotros, que estamos del lado de Dios tenemos enemigos. Ellos parecen ser una parte normal de nuestra vida cristiana.

Salmo 18

Este fue otro gran Salmo escrito por David. Citaremos nuevamente la opinión del especialista Bíblico Perowne:

"En este magnífico himno el poeta real explica algunos bocetos grandiosos de la historia de su vida; el relato de su maravillosa liberación y las victorias que el Señor le dio. Un registro también, de su propio corazón, la verdad de su afecto hacia Dios, y la integridad de propósito, por medio del cual él siempre había sido influenciado. A través de esa vida tan accidentada, perseguido como lo había sido por Saúl antes de llegar al trono, y constantemente acosado después de haberse convertido en rey por rivales que disputaban su autoridad y que procuraban robar el corazón de su pueblo, obligado a huir para proteger su vida a causa de su propio hijo, y ocupado después en largas y feroces guerras contra naciones extranjeras, una cosa nunca lo había abandonado, y fue el amor y la presencia del Señor. Por su ayuda, subyugó a todos los enemigos, y ahora en su vejez, echando una mirada retrospectiva al pasado con agradecimiento devoto, él cantó este gran himno de alabanza al Dios de su vida". Hasta aquí, las palabras del teólogo Perowne.

Ahora, todo esto fue verdad. Esa es, creemos nosotros, la interpretación local, contemporánea del Salmo. Este Salmo es en realidad un duplicado del Segundo libro de Samuel, capítulo 22. Y cuando estudiamos ese libro pasamos rápidamente por algunos detalles pero ahora trataremos el contenido más detenidamente.

En este Salmo hay un contenido más profundo que el que el citado expositor nos ha dado. Algunas de las expresiones que se llaman figuras poéticas son más que figuras retóricas. Estas expresiones hablan del Hijo de Dios, del Ungido de Dios, de Cristo nuestro Salvador en Sus sufrimientos. Y algunos han llamado a este Salmo: "de las fauces de la muerte al trono de Jehová".

Estamos viviendo en una época en la que se está diciendo mucho acerca del amor. Y muchos piensan que el tema del amor es ajeno al Antiguo Testamento. Pero observemos como comienza este Salmo 18 en el versículo 1:

"Te amo, Señor, fortaleza mía".

¿Cuándo fue la última vez que usted le dijo a Dios que le amaba? Creemos que una de las cosas más maravillosas que usted puede hacer es decirle que le ama. La alabanza a Dios comienza porque Él nos ama y nos ha provisto la salvación. Él nos protege, y hoy por Su providencia, nos está cuidando. Observemos que Él es llamado "fortaleza mía". Leamos el versículo 2:

"Señor, roca mía y castillo mío, mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio".

Él llamó al Señor su fortaleza, su roca, su castillo y su libertador. En todos estos aspectos Él era su Salvador. Después dijo nuevamente que Él era su fortaleza y añadió que era su escudo, la fuerza de su salvación y su alto refugio. La frase "la fuerza de mis salvación" debería traducirse en realidad "el cuerno de mi salvación". Es interesante recordar que asiéndose a los cuernos del altar una persona estaría a salvo de quienes la atacaran. Y así es como nosotros debemos asirnos hoy a nuestro Dios. El Señor, nuestro Salvador es como nuestro cuerno de refugio. Y es una torre inexpugnable. Una torre alta es un buen lugar para protegerse, y para tener una visión y una perspectiva de la vida. Muchos de nosotros deberíamos subir a esa torre alta. Realmente, este versículo contiene nombres excelentes para describir a Dios.

Pero lo que nos interesa mucho aquí es el adjetivo posesivo mí, y el pronombre mío. David dijo, "oh Señor, Roca mía y castillo mío, mi libertador. Dios mío, fortaleza mía. Una cosa es hablar sobre los atributos de Dios y decir que Él es omnipotente. Pero lo importante es poder decir que Él es mi fortaleza. Una cosa es decir que Dios es un pastor, y David podía haber dicho, el Señor es un pastor, y lo era. Pero es completamente diferente decir: El Señor es mi pastor.

Cuando usted se dirige a la estación del ferrocarril, y allí espera a un ser querido, digamos a su hijo, llega a ese lugar y encuentra que hay mucha gente esperando el mismo tren. Puede haber muchos jóvenes en el lugar y personas que los esperan. Todos son seres queridos que sonríen y se saludan unos a los otros. Pero de pronto usted ve a uno. Él es diferente, ¿Y sabe por qué es diferente? Porque él es su hijo. Puede haber muchos padres allí, y ante esa escena entrañable uno no puede menos que sonreír. Pero entonces de repente aparece uno que es diferente de todos los demás. ¿Y qué lo hace diferente? Es que es su hijo y usted puede utilizar ese adjetivo, mi hijo, o el pronombre posesivo, es mío.

Estimado oyente, ¿puede usted decir hoy, EL Señor es Mi pastor? ¿Puede usted decir: Él es Mi alto refugio o Mi torre, Él es Mi fortaleza, Él es Mi escudo, Él es Mi castillo, Mi libertador, Mi roca, la fuerza de Mi salvación y Mi Dios? Después, el salmista dijo en el versículo 3 de este Salmo 18:

"Invocaré al Señor, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos".

La alabanza es algo que se da a alguien que es digno de recibirla. El salmista clamó a Dios porque Él era digno de ser alabado. Y dijo en el versículo 4:

"Me rodearon los lazos de la muerte y los torrentes de la destrucción me atemorizaron".

Una vez más el Salmo parece extenderse y tocar la persona del Señor Jesucristo. El Obispo Horne dijo en un comentario: "Supongamos que el rey Mesías, al igual que Su antiguo progenitor, está sentado sobre el trono. Desde allí imaginémonos que Él está echando una mirada retrospectiva a los sufrimientos que había padecido, las batallas en las cuales había luchado, las victorias que había logrado. Y recordando esto, nosotros podremos en alguna medida imaginar la fuerza de las palabras "Con todas las ansias de mi cariño te amo, oh Señor, fortaleza mía, por medio de cuya unión he terminado mi obra, y ahora estoy exaltado para alabarte en aquellos que han sido redimidos". Siempre que cantemos este Salmo pensemos que lo estamos cantando en unión a nuestro Salvador, resucitado de los muertos; una consideración que seguramente nos incitará a hacerlo con la gratitud y devoción apropiadas". Hasta aquí la cita.

¡Qué cuadro! Y estimado oyente, este es uno de esos Salmos en los que podemos unirnos a Él cantando.

Escuchémosle ahora, al recordar su experiencia. Y creo que aquí se presenta a la vida de David de una forma limitada, y más especialmente, la vida del Señor Jesús, que debió pronunciar las palabras del versículo 4 que leímos antes, Me rodearon los lazos de la muerte y los torrentes de la destrucción me atemorizaron, palabras que podemos unir a los versículos 5 y 6, que dicen:

"Los lazos del sepulcro me han rodeado, me tendieron redes de muerte. En mi angustia invoqué al Señor y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su Templo y mi clamor llegó hasta sus oídos".

Observemos nuevamente la expresión mi Dios. ¿Y qué sucedió? Dios respondió. ¿Y qué sucedió cuando el Señor Jesucristo salió de la tumba? Nos lo dice el versículo 7:

"La tierra fue conmovida y tembló; se conmovieron los cimientos de los montes y se estremecieron, porque se indignó él".

Dios estaba enojado por lo que los pecadores le habían hecho a Su Hijo. Y los Evangelios nos dicen que cuando fue apartada la piedra del sepulcro de Jesús hubo un terremoto. Lo demás que debió ocurrir en el cielo y que se corresponde con los versículos siguientes, no lo sabemos. Leamos los versículos 8 al 11:

"Humo subió de su nariz y de su boca fuego consumidor; carbones fueron por él encendidos. Inclinó los cielos y descendió, y había densas tinieblas debajo de sus pies. Cabalgó sobre un querubín y voló; voló sobre las alas del viento. Puso tinieblas por su escondite, por cortina suya alrededor de sí; oscuridad de aguas, nubes de los cielos".

Hubo tinieblas cuando el Señor Jesucristo fue crucificado. ¿Y quién hizo todo esto? Bueno, el versículo 13 dice:

"Tronó en los cielos el Señor, el Altísimo dio su voz: granizo y carbones de fuego".

Este Salmo comenzó usando el pronombre mío. Después en el versículo 7 cambió, y habló de lo que Dios había hecho. Ahora, en el versículo siguiente, se mencionan los pronombres Él y yo. Leamos los versículos 16 y 17:

"Envió desde lo alto y me tomó, me sacó de las muchas aguas. Me libró de mi poderoso enemigo y de los que me aborrecían, pues eran más fuertes que yo".

Aquí dice: "Me libró de mi poderoso enemigo". Estimado oyente, ¡cómo necesitamos usted y yo una relación personal, vital con Dios! Enfrentémonos con Él. Él nos ha librado del enemigo. ¿Necesita usted ayuda hoy? ¿Necesita tener un compañero? Permítanos recomendarle uno. Él nunca lo abandonará, nunca le dejará sólo, nunca le abandonará. Él dijo (en Mateo 28:20): "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Y esa es la razón por la cual yo dependo de Él mucho más de lo que dependo de otras personas. Y ese es también el motivo por el cual usted debería depender de Él, en lugar de depender de cualquier ser humano. El Salmo 118:8 dice: Es mejor confiar en el Señor que depositar la confianza en el hombre. Y avanzando hacia el final del Salmo 18, el versículo 48 dice:

"El que me libra de mis enemigos e incluso me eleva sobre los que se levantan contra mí. Me libraste de hombre violento".

Pensamos que este "hombre violento" es Satanás. Leamos ahora, los versículos finales de este Salmo 18, los versículos, 49 y 50:

"Por tanto yo te confesaré entre las naciones, Señor, y cantaré a tu nombre. Grandes triunfos da a su rey y hace misericordia a su ungido, a David y a su descendencia para siempre".

Y Dios extiende Su misericordia para con nosotros hoy. Este maravilloso Salmo concluye con una nota de alabanza a Dios. Estimado oyente, que haya alabanza en su boca y en la mía, en su vida y en la mía, en su corazón y en el mío hacia Dios. ¡Alabado sea Dios! El Salmo 107:1-2 dice: 1Alabad al Señor, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia.2 Díganlo los redimidos del Señor, los que ha redimido del poder del enemigo. Si los redimidos no dicen que el Señor es bueno, nadie más en el mundo lo dirá. Así que los redimidos tendrían que recordarlo, y decirlo. Estimado oyente, ¿es usted uno de ellos?

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