Estudio bíblico de Salmos 132-136
Salmos 132 al 136
Hoy llegamos a otro Salmo de los Peregrinos, el Salmo 132, que habla de una confianza en las promesas de Dios, y entonces la fe se convierte en algo sumamente importante. Siempre ha habido interrogantes en cuanto al autor de este Salmo. David fue mencionado 4 veces en este poema, pero no creemos que él lo haya escrito. Algunos estudiosos de la Biblia han señalado sus dudas al respecto. Uno de ellos, Delitzsch, dice: "Este salmo está de acuerdo con la forma de hablar que tenía Salomón". Y también Perowne dice: "Es perfectamente natural que Salomón escribiera un cántico para tal ocasión, hablando de los primeros esfuerzos realizados por su padre para preparar la habitación para el Señor". Su creencia es que fue escrito por el rey Salomón, cuando el Arca del Pacto fue removida del Tabernáculo que David había preparado para Él en Jerusalén, y estaba siendo trasladada al templo que Salomón había construido. Esta idea parece corresponder mejor con el contenido de este Salmo, y en realidad la única mención que tenemos del Arca en los Salmos se encuentra en este Salmo.
Necesitamos destacar, sin embargo, que el hijo de David que se mencionó en este Salmo no fue Salomón, sino el más importante descendiente de David, el Señor Jesucristo. Con estos antecedentes en mente, examinemos este Salmo. Ya que los peregrinos se encontraban en Jerusalén, habían acudido al templo donde se encontraba el propiciatorio o tapa del arca, lugar donde podían acercarse a Dios. Escuchemos lo que dice este Salmo al comenzar aquí en los primeros cinco versículos:
"Acuérdate, Señor, de David y de toda su aflicción. De cómo juró al Señor y prometió al Fuerte de Jacob: No entraré en el aposento de mi casa ni subiré al lecho de mi descanso; no daré el sueño a mis ojos ni a mis párpados adormecimiento, hasta que halle lugar para el Señor, morada para el Fuerte de Jacob".
Recordemos que en el Segundo libro de Samuel, capítulo 7, se mencionó que el deseo del corazón de David era el de construir una casa para Dios. Podemos apreciar en ese pasaje que ésa era la irresistible ambición de su vida. Su palpitante deseo era edificar un templo para el Arca de Dios. Ahora vemos que el versículo 8 dice:
"Levántate, Señor, al lugar de tu reposo, tú y el Arca de tu poder".
Éste era evidentemente la canción que ellos entonaban cuando el Arca era llevada hacia el templo que Salomón había construido. Y la gloria del Señor llenó el templo de la misma manera en que lo había hecho con el Antiguo Tabernáculo. Leamos ahora el versículo 11:
"En verdad juró el Señor a David y no se retractará de ello: De tu descendencia pondré sobre tu trono".
Ahora, ésta fue una referencia al Señor Jesucristo. Quizá alguien pregunte: ¿Podemos estar seguros de ello? Sí, estimado oyente. Podemos afirmarlo porque los hijos o descendientes de David no estaban a la altura de la descripción de Aquel que algún día se sentaría en el trono de David. Cuando estudiamos en los libros de Reyes y de Crónicas pudimos seguir la descendencia de David, y comprobamos que un rey malvado era reemplazado por otro y así sucesivamente. Muy pocos de ellos llegaron a ser buenos reyes, y solamente cinco pudieron ver una renovación en la nación. Veamos ahora lo que dice el versículo 12, de este Salmo 132:
"Si tus hijos guardan mi pacto y mi testimonio, que yo les enseño, sus hijos también se sentarán sobre tu trono para siempre".
Es que los descendientes de David no cumplieron el pacto con Dios y su misión de testimonio. Por esta razón fueron expulsados de su tierra y enviados al cautiverio en Babilonia. Pero aunque la línea de descendencia de David había pecado, el pacto de Dios no fue anulado y llegará el momento en que un descendiente suyo se sentará en su trono. De ello habla el Nuevo Testamento cuando comienza diciendo en Mateo 1:1, "Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham". El Señor Jesucristo es el "hijo de David" del cual el salmista estaba escribiendo. Escuchemos ahora, lo que dicen los versículos 13 hasta el 15:
"Porque el Señor ha elegido a Sion; la quiso por morada suya. Éste es para siempre el lugar de mi reposo. Aquí habitaré, porque la he querido. Bendeciré abundantemente su provisión; a sus pobres saciaré de pan".
Esta profecía no se ha cumplido en nuestro tiempo en Jerusalén, lo cual es evidente cuando uno visita esta ciudad en la actualidad. Pero el Señor y David vieron en el futuro algo que nosotros no podemos ver hoy.
Aparentemente este es el salmo que los peregrinos cantaban cuando llegaban a Jerusalén y al templo, donde Dios había prometido reunirse con Su pueblo. Y llegamos así al:
Salmo 133
Éste es un cántico gradual de David. Es breve pero se parece a una joya preciosa. Ha sido llamado el Salmo de la hermandad. Y ciertamente es un Salmo de comunión, que expresa alegría por el compañerismo de los creyentes en Cristo. El peregrino no sólo había llegado a Jerusalén con su esposa e hijos, sino también con sus amigos. Y estaban pasando juntos buenos momentos de camaradería. Recordemos que estos provenían de todas las regiones del mundo conocido, y habían estado sufriendo persecución entre los no creyentes. Y para ellos era una experiencia alegre reunirse con los de su propio pueblo, que estaban adorando a Dios con ellos. Leamos el versículo 1 de este Salmo 133:
"¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten los hermanos juntos en armonía!"
La lección para nosotros es que como cristianos, se nos dice en Efesios 4:3, que debemos procurar mantener la unidad del espíritu en el vínculo de la paz. Los creyentes son uno, al estar unidos a Cristo. Por ello este Salmo destaca lo bueno, lo positivo de que todos los cristianos convivan en armonía. Ahora, el versículo 2, de este Salmo dice:
"Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras"
Este versículo se refería a la ocasión en que Aarón fue ungido como sumo sacerdote y también nos habla del sacerdocio del Señor Jesucristo. Alguien ha dicho que en este versículo podemos apreciar la fragancia de una hermosa rosa. Este magnífico ungüento era derramado sobre el sacerdote para indicar que él era un sacerdote para Dios. En esta escena podemos ver una imagen del Señor Jesucristo. Él, no sólo es Rey, sino que también es nuestro Sumo Sacerdote. En el Salmo 45, versículo 7, se dice de Él: "Te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros". En el libro de Ezequiel, capítulo 39, versículo 29 leemos sobre un día futuro, y como el ungüento descendió sobre Aarón, así Dios derramará Su Espíritu. Por cierto, ése es el significado de la profecía que se encuentra en Joel, que habla del derramamiento del Espíritu Santo sobre Israel en un día futuro, lo cual no llegó a cumplirse en el día de Pentecostés. Sin embargo en el día de hoy nosotros somos bautizados con el Espíritu Santo, lo que nos coloca en el cuerpo de los creyentes en Cristo. Y Cristo es nuestro gran sumo sacerdote. Y ya que esto es cierto, deberíamos procurar guardar la unidad que el Espíritu logró.
El salmista concluyó diciendo que la convivencia de los creyentes juntos es, como dice el versículo 3,
"Como el rocío del Hermón, que desciende sobre los montes de Sion, porque allí envía el Señor bendición y vida eterna".
Llegamos ahora al:
Salmo 134
Éste es el último de estos Salmos para el viaje de los peregrinos. Y podemos decir que hemos llegado a nuestro destino. El salmo fue la canción final de alabanza del peregrino. Éste se encontraba ya en el templo y alzó su voz en alabanza junto con la multitud. Hay aquí como un gran "amén", un triple amén. Escuchemos lo que dicen los dos primeros versículos de este Salmo 134:
"Mirad, bendecid al Señor, vosotros todos los siervos del Señor, los que en la casa de Jehová estáis por las noches. Alzad vuestras manos al santuario y bendecid al Señor".
Recordemos una vez más que este peregrino había venido de un lugar donde estaba bajo sospecha. La gente le había criticado, calumniado, había mentido acerca de él. Sus vecinos no eran muy buenos que digamos, Pero al fin había llegado a Jerusalén, se encontraba en el santuario levantando sus manos y bendiciendo al Señor. Y en el versículo 3, dijo:
"¡Desde Sion te bendiga el Señor, el cual ha hecho los cielos y la tierra!"
Aquí vemos que el peregrino bendecía a Dios y, a su vez, esperaba la bendición sobre su propia vida. Éste es un gran Salmo de adoración, que debería ser incorporado a nuestra adoración.
Aquí habría que decir que en algunas congregaciones cristianas el servicio religioso es demasiado formal. Por supuesto que no debería haber en estas reuniones de adoración arranques puramente emocionales, que no tienen nada que ver con el control del Espíritu Santo. Pero el excesivo formalismo disuade a muchos de expresar lo que sienten realmente al exaltar el nombre de Dios y destacar lo maravilloso que Él es y lo que ha hecho y hace por nosotros. Por otra parte, hay que reconocer que en otras congregaciones cristianas, los creyentes se expresan con libertad y uno es consciente que están sintiendo lo que dicen y cantan, a la vez que son conscientes de la presencia del Señor. Y llegamos ahora al:
Salmo 135
Dejamos ahora los Salmos Peregrinos, y vamos a considerar estos Salmos de Alabanza. El Salmo comienza con la frase "Alabad el nombre del Señor" y termina con la misma frase. Este Salmo se encuentra en un paréntesis de "Aleluyas". En él, Israel alabó a Dios por la liberación experimentada en el pasado. Constituye un llamado a alabar a Dios. Dice en los primeros tres versículos:
"¡Alabad el nombre del Señor! Alabadlo, siervos del Señor, los que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios. Alabad al Señor, porque él es bueno; cantad salmos a su nombre, porque él es benigno".
Nosotros no expresamos con la frecuencia que debiéramos, lo bueno que es Dios. ¿Estimado oyente, le ha dicho usted hoy a alguien que Dios es bueno? Aquí el salmista nos dio un ejemplo de cómo alabarle. Leamos ahora los versículos 6 y 7, de este Salmo 135:
"Todo lo que el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. Hace subir las nubes de los extremos de la tierra; hace los relámpagos para la lluvia; saca de sus depósitos los vientos".
Dios es quien creó el clima. No es alguna persona que está en la oficina meteorológica, y la prueba de ello es que a veces no se acierta con el pronóstico. El meteorólogo tiene ante sí algunos instrumentos científicos o imágenes de satélites y puede calcular aproximadamente lo que puede suceder. Pero Dios es quien permite el clima, y el ser humano tiene que saber que las leyes de la naturaleza han sido alteradas por la maldad y el egoísmo humano. De ahí las catástrofes naturales que están azotando a este planeta de manera creciente. Por ello, cuando algunos se preguntan por qué Dios permite que tales catástrofes ocurran, nosotros nos preguntamos qué se pretende con tales críticas. ¿Es que esperamos que Dios utilice su fuerza controladora para evitarlas, mientras el ser humano continúa al mismo tiempo destruyendo la naturaleza y los recursos naturales de la tierra que Dios mismo ha creado para nuestro bien? Hay otra forma de reaccionar ante estas desgracias. Tenemos que recordar que Dios, además de ser el Creador, es también el Redentor del ser humano. Hay muchas preguntas que Dios no nos ha contestado. Pero Él nos pide que confiemos en Él. Porque Él quiere solucionar el problema de la maldad humana atacando la raíz del mal y liberando al hombre del dominio ejercido por esa maldad, que destruye no sólo a los seres humanos, sino también a la naturaleza.
Después, el Salmista comparó al Dios viviente con los ídolos. Leamos los versículos 15 al 18, de este Salmo 135:
"Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca y no hablan; tienen ojos y no ven; tienen orejas y no oyen; tampoco hay aliento en sus bocas. Semejantes a ellos son los que los hacen y todos los que en ellos confían".
Y estimado oyente, usted va a ser igual que su dios. ¿Qué es lo que usted adora? Porque usted adora algo. Puede ser el oro, la plata, y en realidad aunque no tiene por qué tener la forma de un ídolo. Mucha gente adora al dinero y eso es la codicia o forma moderna de idolatría. ¿Cuál es su dios, estimado oyente? Cualquiera que sea su dios, si no es el Dios vivo y verdadero, se parecerá a los ídolos que describe este salmo, que tienen boca, pero no hablan, y que tienen oídos, pero no oyen. Sólo el Dios vivo y verdadero puede escucharle a usted. Sólo Él puede hablarle. Y ya que, como decíamos, usted va a parecerse a su dios, sería una buena idea que adorase al Dios vivo y verdadero. Y el último versículo de este Salmo 135, el versículo 21, dice:
"Desde Sion sea bendecido el Señor, que mora en Jerusalén. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!"
Realmente, el Señor es digno de ser alabado. Éste es, pues, un magnífico salmo de alabanza. Y llegamos ahora al:
Salmo 136
Es otro Salmo Aleluya. Expresa gratitud por la misericordia de Dios en la creación, en la redención, en la lucha contra los enemigos, y por la gloria futura. Leamos el primer versículo de este Salmo 136, que dice:
"Alabad al Señor, porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia".
Él tiene gran abundancia de misericordia y su compasión nunca se acabará. Luego, los dos versículos siguientes, los versículos 2 y 3, dicen:
"Alabad al Dios de los dioses, porque para siempre es su misericordia. Alabad al Señor de los señores, porque para siempre es su misericordia"
Y cada uno de los versículos de este Salmo mencionó a la misericordia de Dios. La exaltó. Recordemos que en Efesios 2:4 el apóstol Pablo dijo que Dios es rico en misericordia por su gran amor por nosotros. Yo quiero la misericordia de Dios, y Él la tiene en abundancia. Algunos oyentes nos escriben diciendo que han cometido algún pecado y preguntan: ¿Cree usted que Dios me perdonará? Estimado oyente, Él es rico en misericordia. Si usted realmente quiere ser perdonado, Él le perdonará. Porque Dios nos trata de acuerdo con su compasión y misericordia.
Ésta fue una alabanza a Dios el Creador. Y observemos que cada versículo incluyó el estribillo: "Porque para siempre es su misericordia". Leamos ahora los versículos 5 al 9 de este Salmo 136:
"Al que hizo los cielos con entendimiento, porque para siempre es su misericordia; al que extendió la tierra sobre las aguas, porque para siempre es su misericordia; al que hizo las grandes lumbreras, porque para siempre es su misericordia: el sol para que señoree en el día, porque para siempre es su misericordia; la luna y las estrellas para que señoreen en la noche, porque para siempre es su misericordia".
La sección que sigue es de alabanza a Dios por su misericordia en librar a los israelitas del cautiverio en Egipto. Y con cada paso de esa liberación, el salmista repitió "porque para siempre es su misericordia". Y concluyó destacando la misericordia de Dios en proporcionarles una tierra. Leamos los versículos 21 y 22:
"Y dio la tierra de ellos en heredad, porque para siempre es su misericordia. En heredad a Israel su siervo, porque para siempre es su misericordia".
Después tenemos la sección final de este gran Salmo, que tiene un significado para usted, para mí, y para los israelitas. Dicen los versículos 23 al 26 de este Salmo 136:
"Al que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros, porque para siempre es su misericordia; y nos rescató de nuestros enemigos, porque para siempre es su misericordia. Al que da alimento a todo ser viviente, porque para siempre es su misericordia. ¡Alabad al Dios de los cielos, porque para siempre es su misericordia!"
Yo no sé cual será su reacción, estimado oyente, pero yo siento la necesidad de unirme a ese coro pronunciando esa expresión de alabanza, ¡Aleluya, Alabad al Señor! Después de haber exaltado la grandeza de nuestro Dios, caigamos sobre nuestras rodillas y adorémosle. Él es digno de recibir esa alabanza. Y cuando estemos postrados, Él nos levantará, con Su misericordia, con Su compasión.
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