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Estudio bíblico de Efesios 6:1-9

Efesios 6:1-8

Estimado oyente, continuamos hoy con el último capítulo de esta epístola del apóstol Pablo a los Efesios. En los primeros nueve versículos de este capítulo 6, tenemos la relaciones del soldado. Luego en los versículos 10 al 12, se describe al enemigo del soldado. En los versículos 13 al 18 vemos la protección del soldado. Después, en los versículos 19 al 22, vemos el ejemplo del soldado; y como podemos ver, el apóstol Pablo fue un buen soldado de Jesucristo. Y finalmente, tenemos la bendición del soldado, en los versículos 23 y 24.

La primera parte del capítulo se inicia con instrucciones para hijos, padres, siervos y amos. Esto puede parecer ajeno a la vida de un soldado. Sin embargo, la preparación de un soldado no comienza en el campamento militar; comienza cuando él es un niño en el hogar.

Lamentablemente, uno de los grandes problemas de nuestros jóvenes en el día de hoy, y también de algunas personas mayores, es que ellos cuando eran niños, no recibieron una formación apropiada en sus hogares. Y una preparación adecuada requiere disciplina. Leamos el primer versículo de este capítulo 6, de la epístola a los Efesios, que comienza a hablarnos sobre

Las relaciones del soldado

"Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo."

Aquí dice que es justo, porque está de acuerdo con la voluntad de Dios. Es una actitud justa porque Dios lo ha dispuesto de esa manera.

La primera lección que un soldado debe aprender es la obediencia hacia aquellos que tienen autoridad sobre él. Porque tiene que obedecer órdenes. Esta preparación básica se aprende en el hogar. Después de que el soldado ha aprendido a obedecer, entonces está en una posición en la que puede ser ascendido al grado de oficial, en el cual él dará órdenes a otros. El saber dar órdenes depende mucho de cómo el soldado ha aprendido a obedecer. El entrenamiento básico se recibe en el hogar por medio de la relación entre padres e hijos, y después en las relaciones laborales entre jefes y empleados. Las victorias de la vida cristiana son ganadas en el hogar y en el puesto de trabajo.

Recordemos que fue dicho que el Señor Jesús, como un hijo, fue a Nazareth y estuvo sometido a José y María, sus padres terrenales.

Hay dos factores esenciales que deben ser considerados en este versículo y en esta sección:

1. Se supone que Pablo estaba hablando sobre el hogar cristiano, un hogar como aquel al cual él se había estado refiriendo en el capítulo 5, al tratar el tema de la relación matrimonial. La obediencia de los hijos hacia los padres está limitada a la esfera de "el Señor". Los padres cristianos tienen el privilegio de reclamar a sus hijos para el Señor. Creemos que todos deberíamos hacerlo. Incluso cuando sólo uno de los padres es un creyente, él puede reclamar a sus hijos para Dios. El apóstol Pablo dijo en Primera de Corintios 7:14, "Porque el esposo no creyente ha sido santificado por la unión con su esposa, y la esposa no creyente ha sido santificada por la unión con su esposo creyente". Por supuesto, esto no significa que el hijo es un creyente simplemente porque tiene un padre cristiano. Significa que el padre tiene derecho a reclamar a ese hijo.

2. La palabra para "obedecer" aquí es diferente a la palabra que se encuentra en 5:22. La esposa ha de someterse. La esposa ocupa un lugar de igualdad con el marido, y la sumisión es meramente una cuestión de dirección. Aquí el hijo tiene que obedecer, en el mismo sentido que un siervo tiene que hacerlo; la misma palabra se usó en el versículo 5.

La desobediencia a los padres es la última y más baja forma de rebelión que ocurrirá en la tierra. Dijo Pablo en Segunda de Timoteo 3:1 y 2: "1También debes saber que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos. 2Habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanidosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos". Así que la desobediencia a los padres será una de las características de los últimos días. Hoy ya se oye de muchos casos en los cuales los hijos rechazan la autoridad de los padres y hay casos de agresión e incluso de asesinato a padres. Ésta es una señal que nos indica los tiempos en que estamos viviendo.

Por supuesto que llegará un momento en la vida de un joven en el que comenzará a distanciarse de sus padres porque tendrá que independizarse y al casarse, comenzar a construir su propio hogar. Dios quiere que a partir de cierta edad el joven comience a valerse por sí mismo. Este esfuerzo por independizarse es, por supuesto, diferente a la desobediencia.

Ahora, en los versículos 2 y 3, de este capítulo 6, de la epístola a los Efesios, leemos:

"Honra a tu padre y a tu madre que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra."

Creemos haber aprendido que los Diez Mandamientos no son la norma para la vida cristiana. Pero ello no quiere decir que uno pueda quebrantarlos. Por ejemplo, un joven en su hogar, tiene que honrar a su padre y a su madre, y todos tenemos que honrarlos a ellos durante toda su vida, por medio de la vida que vivimos. Es interesante observar que todos los Mandamientos son repetidos en el Nuevo Testamento, con excepción del que se refiere al día del sábado. El mandamiento de honrar al padre y a la madre lleva consigo la promesa de una larga vida para quienes lo cumplen (ver Éxodo 20:12) y esa promesa es repetida aquí. Es el primer mandamiento con una promesa. Los otros mandamientos prometieron algo para el caso de que no fueran obedecidos, pero no prometieron nada si eran cumplidos.

Creemos que hay dos ejemplos en las Sagradas Escrituras de aquellos que no siguieron ese mandamiento, y cuya vida fue bastante corta: Sansón y Absalón. Sansón, un juez, murió cuando era joven. Absalón se rebeló contra su padre David y lo mataron siendo joven. Notemos ahora lo que dice el versículo 4, de este capítulo 6, de la epístola a los Efesios:

"Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor."

Note usted: Criadlos en disciplina y amonestación o instrucción. Hay que criarlos según la disciplina y la instrucción del Señor. Ningún mandamiento como éste fue dado a los padres que estaban bajo la ley. Es que, bajo la gracia siempre existen unas responsabilidades mutuas y obligaciones interactivas. Un padre no debe que desahogar una disposición mala sobre su hijo, o castigarle en un acceso de cólera. La obligación de los padres es la de enseñarle a los hijos las verdades de las Sagradas Escrituras, y la de vivirlas ellos ante sus propios hijos. No se debe irritar a un hijo. Y como creyente, estimado oyente, usted debe vivir en el hogar como un creyente.

Nos damos cuenta que cuando aquí dice: padres, se incluye también a las madres. Por una parte el énfasis está en el padre, pero también la madre está incluida en esta recomendación.

Ahora, los hijos no deben ser irritados, provocados a sentir ira, pero esto no quiere decir que ellos tengan que ser tratados como si fueran débiles o demasiado delicados. El escritor del Libro de Proverbios tuvo mucho que decir acerca de esto. Él dijo en 13:24: "El que detiene el castigo a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige". Ahora, en el Libro de Proverbios 19:18 también podemos leer: "Castiga a tu hijo mientras haya esperanza; pero no se excite tu ánimo hasta destruirlo". En el capítulo 22, versículo 15, de Proverbios, leemos: "La necedad está ligada al corazón del muchacho; pero la vara de la corrección la alejará de él". También en el capítulo 23 de este Libro de Proverbios, los versículos 13 y 14 nos dicen: "No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Castígalo con vara, y librarás su alma del sepulcro". Y una última cita de Proverbios, en 29:15, 17 dice: "La vara y la corrección dan sabiduría; pero el muchacho consentido avergüenza a su madre. . . Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma".

Se cuenta del padre que castigaba a su hijo y le decía: "Hijo, esto me duele más a mí que a ti". A lo cual el muchacho le contestó: "Sí, pero no en el mismo lugar".

Un hijo nunca debería ser castigado cuando uno de sus padres está enfadado. Ello está claramente expresado en este pasaje. Nunca, pues, se debe provocar e irritar a un hijo, lo cual ocurrirá si él ve que estamos simplemente desahogando nuestro enfado o una disposición o actitud negativa hacia él. Se trata de ejercitar una disciplina que logre el propósito de corregir, es decir, correctiva y no vengativa.

Recordemos la última cita que leímos en el Libro de Proverbios capítulo 29:17, "Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma". Un hijo en un hogar cristiano tiene que recibir instrucción cristiana para que pueda llegar a tener una relación vital con Cristo y para que sea fortalecido cuando tenga que enfrentarse al sistema de valores imperante en el mundo. Todo padre debiera tener el privilegio de guiar a su propio hijo al conocimiento de Cristo como su Salvador personal.

Recordemos la última frase del versículo 4: criadlos en disciplina e instrucción del Señor. Observemos una vez más que se trata de la disciplina del Señor. Eso quiere decir que la disciplina y la instrucción tienen que ser administradas en el nombre del Señor. Esto es importante. El apóstol Pablo trató el tema de la sumisión primero en el hogar, en la relación entre marido y mujer, y después, en la relación entre padres e hijos. A partir de ahora veremos que salió de la esfera del hogar hacia la calle, al mundo de las relaciones laborales. Se trata de una situación diferente, porque en ese ámbito no existen los vínculos del amor, como es el caso en el hogar. Sin embargo, los hijos de Dios que están controlados por el Espíritu Santo tendrán que ser sumisos entre sí. Ahora, en los versículos 5 al 8, tenemos este tema de los siervos. Leamos estos versículos:

"Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios. Servid de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno haga, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre."

Siervos o esclavos, dice aquí: obedeced a vuestros amos terrenales, o sea, aquellos bajo cuya autoridad están aquí en este mundo con temor y temblor, es decir, con respeto. Otra versión del versículo 6 lo traduce así: "no lo hagáis sólo cuando os estén mirando, como los que quieren ganarse el favor humano", es decir, tratando siempre de impresionar al jefe. El servicio debía efectuarse como siervos de Cristo y buscando sinceramente la voluntad de Dios.

Hay una responsabilidad propia del creyente que trabaja como un empleado, y otra responsabilidad sobre el que desempeña la función de jefe. En los días de Pablo había una división mucho más marcada de la que hay ahora, pues se trataba de una relación entre el esclavo y su amo. Recordemos que toda esta sección comenzó en el capítulo 5:21, que decía Someteos unos a otros en el temor de Dios.

Se estima que la mitad de una población de 120 millones de personas del Imperio Romano eran esclavos. El cristianismo nunca atacó el mal de la esclavitud en general, como sistema. Pero hay que destacar que llegó hasta el esclavo en su degradación y le elevó, reafirmando su libertad en Cristo. La misma naturaleza del evangelio condenó a la esclavitud. Con el tiempo quebró los grilletes que se colocaban en los pies de los esclavos para impedirles andar y las cadenas de sus mentes y almas. Multitudes de esclavos creyeron en Cristo, como pudimos ver en Romanos 16, donde muchos de los nombres mencionados eran esclavos o miembros de la guardia pretoriana, que era la guardia de los emperadores romanos. De esa manera el cristianismo, al establecer una nueva relación entre las personas como miembros de la familia de Dios, destacó que el principio que sustentaba a la esclavitud estaba equivocado.

El versículo 5 que hemos leído dice Esclavos obedeced a vuestros amos. El mandato a obedecer revela que el Cristianismo no instigó una revolución contra la injusta práctica de la esclavitud. Más bien predicó un evangelio que era más revolucionario que cualquier otro sistema. Las revoluciones, en general, siempre han tenido efectos colaterales negativos, dejando odios y resentimientos que se han prolongado por siglos. El Evangelio de Cristo ha derribado toda pared intermedia de separación, la cual en nuestro tiempo equivale a los prejuicios y discriminación raciales que existen y enfrentan a unas razas con otras, y ha reemplazado esa barrera de separación por el amor fraternal.

Un cristiano no lo es sólo por haber hecho una profesión de fe por Cristo, considerándose así un hijo de Dios, y por asistir a una iglesia los domingos. Si es o no un cristiano verdadero se pondrá en evidencia por su lealtad hacia quienes tienen autoridad sobre él en el mundo laboral, hacia su familia en la vida del hogar, y hacia quienes tienen autoridad espiritual sobre él en la iglesia. Cuando alguien que profesa ser cristiano es desleal en estas áreas de la vida, lo más probable es que también sea desleal en su relación con Cristo. Y con toda seguridad no será un testigo efectivo de Cristo.

El versículo 6 exhorta a la obediencia a los amos terrenales, aclarando que la esclavitud se aplicaba a la parte física, al cuerpo del esclavo, y no a su alma. La obediencia debía practicarse con respeto, temor y sinceridad. Esto no implicaba rebajarse a una actitud baja y despreciable de servilismo o adhesión ciega a la autoridad del amo. Quería decir que debían tratar al amo con respeto y dignidad.

Y añadió el apóstol con sencillez de vuestro corazón, es decir, con sinceridad, sin ninguna sombra de doblez, sin falsedad, sin halago ni adulación fingida, actitudes estas que jamás deberían estar presentes en la vida de un cristiano.

La obediencia del esclavo debía practicarse como si fuera a Cristo mismo. Esto muestra que el esclavo había sido elevado desde una indigna condición de degradación en la cual trabajaba lo menos posible, con resentimiento y resignación, cuando su amo le estaba vigilando. En su nueva condición como cristiano, era un esclavo de Cristo, y Cristo le había hecho libre. Él tenía que mirar más allá de su amo en la tierra, intentando agradar a su Amo en el cielo. Como esclavo, su amo en la tierra sólo podía controlar su cuerpo. Los esclavos de Cristo le habían rendido a Él sus almas, incluso la totalidad de su personalidad. Recordemos que el apóstol Pablo mismo se calificó a sí mismo como un esclavo de Jesucristo.

El versículo 7 añade Servid con buena voluntad. Esto indica que sus actitudes debían reflejar su servicio cristiano. Cuando un hijo de Dios, fuera un esclavo o un amo, empleado o jefe, llega hasta el punto en que la motivación de su vida es agradar a Cristo, entonces los obstáculos entre los que obedecen a la autoridad y los que la ejercen, o entre los que controlan el capital y los empleados, son fácilmente pasados por alto.

En nuestra época existe un tipo de esclavitud que no sólo afecta al cuerpo, sino también a la mente. Esta esclavitud es más perniciosa y letal que aquella esclavitud del Imperio Romano. Hay muchísimas personas hoy que están dispuestas a hacer cualquier sacrificio con tal de satisfacer sus necesidades físicas, o que entregan su mente a cualquier ideología novedosa, a la cual se le puede poner cualquier nombre.

¿Y qué puede quebrar las cadenas y grilletes del ser humano? Sólo el poder del Evangelio de Cristo. Sólo Él puede dar esa libertad. Dijo Juan en 8:36, "si el hijo os liberta, seréis verdaderamente libres". Únicamente Cristo ofrece esa libertad. Pensemos en la enorme cantidad de personas que están en la actualidad atrapados y esclavizados por las drogas y el alcohol. En cada parte de nuestra personalidad hay una tendencia a caer en la esclavitud. Por ello, no hay fuerza humana capaz de romper esas ataduras. Estimado oyente, se requiere un poder sobrehumano, sobre natural. Sólo el poder de Dios traerle la liberación que usted necesita.

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