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Estudio bíblico de Efesios 6:5-9

Efesios 6:5-10

Continuamos hoy nuestro estudio de este último capítulo de la epístola a los Efesios. En este capítulo de la sección práctica de esta epístola, se considera a la Iglesia como un soldado. El creyente es un buen soldado de Jesucristo. El entrenamiento o instrucción del soldado comenzó en el hogar como un niño, en su relación con sus padres. A continuación el apóstol abordó el tema de las relaciones entre amos y esclavos.

Es que el Cristianismo es esencialmente una relación personal con Dios a través de Jesucristo. Una vez que alguien deposita su fe en Él, el Espíritu de Dios comienza en esa persona un proceso de transformación que afecta a su conducta personal, y a la totalidad de sus relaciones con los demás.

Leamos los versículos 5 y 6 de este capítulo 6 de Efesios:

"Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenales con respeto y temor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios."

La primera parte del versículo 6, en otra versión dice: "No lo hagáis sólo cuando os estén mirando, como los que quieren ganarse el favor humano". Este versículo 6 exhorta a la obediencia a los amos terrenales, aclarando que la esclavitud se aplicaba a la parte física, al cuerpo del esclavo, y no a su alma. La obediencia debía practicarse con respeto, temor y sinceridad. Esto no implicaba rebajarse a una actitud baja y despreciable de servilismo o adhesión ciega a la autoridad del amo. Quería decir que debían tratar al amo con respeto y dignidad.

Y añadió el apóstol con sencillez de vuestro corazón, es decir, con sinceridad, sin ninguna sombra de doblez, sin falsedad, sin halago ni adulación fingida, actitudes estas que jamás deberían estar presentes en la vida de un cristiano.

La obediencia del esclavo debía practicarse como si fuera a Cristo mismo. Esto muestra que el esclavo había sido elevado desde una indigna condición de degradación en la cual trabajaba lo menos posible, con resentimiento y resignación, cuando su amo le estaba vigilando. En su nueva condición como cristiano, era un esclavo de Cristo, y Cristo le había hecho libre. Tenía que mirar más allá de su amo en la tierra, intentando agradar a su Amo en el cielo. Como esclavo, su amo en la tierra sólo podía controlar su cuerpo. Los esclavos de Cristo le habían rendido a Él sus almas, incluso la totalidad de su personalidad. Recordemos que el apóstol Pablo mismo se calificó a sí mismo como un esclavo de Jesucristo.

El versículo 7 añade "Servid con buena voluntad". Esto indica que sus actitudes debían reflejar su servicio cristiano. Cuando un hijo de Dios, fuera un esclavo o un amo, empleado o jefe, llega hasta el punto en que la motivación de su vida es agradar a Cristo, entonces los obstáculos entre los que obedecen a la autoridad y los que la ejercen, o entre los que controlan el capital y los empleados, son fácilmente pasados por alto.

En nuestra época existe un tipo de esclavitud que no sólo afecta al cuerpo, sino también a la mente. Esta esclavitud es más perniciosa y letal que aquella esclavitud del Imperio Romano. Hay muchísimas personas hoy que están dispuestas a hacer cualquier sacrificio con tal de satisfacer sus necesidades físicas, o que entregan su mente a cualquier ideología novedosa, a la cual se le puede poner cualquier nombre.

¿Y qué puede quebrar las cadenas y grilletes del ser humano? Sólo el poder del Evangelio de Cristo. Sólo Él puede dar esa libertad. Dijo Juan en 8:36, "si el hijo os liberta, seréis verdaderamente libres". Únicamente Cristo ofrece esa libertad. Pensemos en la enorme cantidad de personas que están en la actualidad atrapados y esclavizados por las drogas y el alcohol. En cada parte de nuestra personalidad hay una tendencia a caer en la esclavitud.

Tendríamos que ser esclavos de Cristo, y de nadie más. Saulo de Tarso, a quien conocemos como el apóstol Pablo, era esclavo de una ideología. Era un fariseo. Cuando él vino a Cristo, fue liberado. Sin embargo, se rindió inmediatamente a un nuevo Amo y, como vimos en los Hechos 9:6, le dijo: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" Se había convertido en un esclavo de Jesucristo.

El Señor ha elevado a los que trabajan como empleados a una alta posición. El ha dignificado el trabajo. Da lo mismo si se trata de un magistrado, de alguien sentado en su oficina, de un obrero de la construcción, de otro que está excavando en las profundidades de la tierra, o trabajando la tierra como un agricultor. Si esa persona es un hijo o una hija de Dios puede decir con propiedad: "estoy sirviendo al Señor". Leamos ahora el versículo 9 de Efesios 6:

"Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas."

Aquí se habla a los que ejercen la autoridad. Si usted ejerce autoridad sobre otros, recuerde que es como todos los demás. Dios no tiene favoritismos, es decir, que no favorece a algunas personas más que a otras. Lo que se ha dicho para los que están bajo autoridad, se aplica también a usted, que cae bajo la misma categoría, ya que usted también tiene a un Jefe, que es Cristo. Ésta es la relación cristiana entre los que mandan y obedecen. Hay responsabilidades en ambas partes. Los que ejercen la autoridad no deben aprovecharse de su posición, ni abusar de su poder. No deben amenazar a sus subordinados, y todos somos conscientes de que muchas personas sufren de acoso laboral. En presencia de Cristo, todos se encuentran en la misma posición y condición: son hermanos en Cristo.

Tenemos un ejemplo práctico de este principio en la carta del apóstol Pablo a Filemón. Filemón era un amo que tenía un esclavo llamado Onésimo. Éste huyó de su amo y, de acuerdo con las leyes de aquella época, su amo podía haber causado su muerte. Sin embargo, después de que Onésimo confió en Cristo, Pablo le envió de regreso a su amo Filemón con una carta personal para él. Y esto es lo que Pablo le escribió, como vemos en los versículos 15 y 16 de su epístola: "15Quizá se apartó de ti por algún tiempo para que lo recibas para siempre, 16no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto más para ti, tanto como persona como hermano en el Señor". O sea, que perteneciendo a Cristo, ambos eran hermanos.

Nadie podrá decir que el Cristianismo no es práctico. Lo es, y además, funciona. El problema es que en muchos círculos llamados cristianos, lo hemos mantenido encerrado en un escaparate, en una exposición protegida por un cristal. Después de todo, si el Cristianismo no puede salir del santuario e introducirse en la vida secular, hay algo que está radicalmente mal. Si la fe en Cristo se aplica a la vida normal y corriente, funciona. Y sus efectos se sienten en las complejas relaciones humanas que hemos descrito en este pasaje.

Bien, llegamos ahora al tema de este capítulo que es "La Iglesia como soldado", y al párrafo en el cual tratamos el tema:

El enemigo del soldado

Hemos visto al cristiano en sus relaciones: le vimos en el hogar, y allí es donde Dios comienza con él. Y luego vimos que Dios tiene algo que decirle cuando él sale al exterior, al mundo, donde él puede ser un empleado o un jefe, y como un hijo de Dios tiene que contribuir al bienestar de la sociedad contemporánea. Tiene que producir algo de una forma o de otra.

Ahora tenemos que hablar del enemigo del soldado, porque se presenta una batalla en la cual tiene que luchar. Uno de los asuntos mal entendidos en el día de hoy es que el hijo de Dios se encuentra en una batalla, y que la batalla se está desarrollando a un nivel espiritual.

Si los deberes y responsabilidades normales no se cumplen fielmente, no podrá haber victorias espirituales en la esfera de las conquistas cristianas. Frecuentemente nos preguntamos porqué observamos, por una parte, una enseñanza sistemática de la Biblia y sus doctrinas y, por otra parte, un nivel de vida espiritualmente bajo. Parece que el conocimiento estuviera acumulado en la mente, pero no se transmitiera a los pies que transitan por esta vida. Existe un peligro en considerar que todo lo que necesitamos es acumular conocimientos y un vocabulario con el cual expresar elocuentemente los fundamentos de la fe cristiana, pero que al mismo tiempo podemos vivir vidas cristianas descuidadas, negligentes. Esta actitud implica no entender cuál es el lugar donde realmente se libra la batalla espiritual.

Muchos esperarían ver actuar al enemigo espiritual del soldado cristiano en ciertos lugares de dudosa reputación. Pero debemos reconocer que su principal área de actuación se encuentra en donde menos esperaríamos encontrarle. Y nos referimos a los círculos cristianos, sin excluir, por supuesto, a la iglesia. La batalla espiritual tiene lugar precisamente allí donde hay alguien exponiendo la Palabra de Dios, donde un grupo de cristianos o una congregación cristiana se apoya en esa Palabra. Ése es el lugar que el diablo quiere destruir y, por la tanto, donde se desarrolla esa lucha espiritual.

¿Sabe usted cuál era el lugar más peligroso donde uno podía haber estado la noche en que Jesús fue arrestado? ¿Era entre los fariseos? ¿En los sectores marginales de aquella sociedad donde abundaban los maleantes y criminales? No. El lugar más peligroso para estar era el aposento alto donde se encontraba Jesucristo. ¿Y sabe por qué? Porque allí era donde aquella noche se encontraba Satanás. El relato Bíblico nos indicó que entró en Judas Iscariote para traicionar a Jesús. Allí estaba el enemigo. Si pudiéramos escucharles hoy, estamos seguros de que tanto Judas Iscariote como Simón Pedro nos darían testimonio del hecho que aquel era el lugar más peligroso, el más vulnerable para estar aquella noche en Jerusalén. Es necesario que reconozcamos el lugar donde se está desarrollando la batalla espiritual.

Ahora, dijimos al comenzar nuestro estudio en esta epístola a los Efesios se podía comparar al libro de Josué. Que Josué era para el Antiguo Testamento, lo que el libro de Efesios es para el Nuevo Testamento. Josué condujo a los israelitas a través del río Jordán para entrar en la tierra de Canaán. Pero había enemigos en aquella tierra. Había batallas en las que luchar y victorias por conquistar.

El río Jordán no es una figura de nuestra muerte y la tierra prometida no es una figura del cielo. Ese río en realidad nos habla de la muerte y resurrección del Señor Jesucristo; y usted y yo, desde un punto de vista espiritual, podemos cruzar, por medio de la muerte y resurrección de Cristo, por el desierto de este mundo hacia Canaán. Y esa experiencia tiene lugar en la actualidad. El hijo de Dios debería estar viviendo en el día de hoy en Canaán. Recordemos que Canaán no representa al cielo; no podría ser de ninguna manera porque cuando los hijos de Israel entraron en esa tierra, allí había enemigos con quienes enfrentarse y batallas en las que luchar. Usted y yo como creyentes, estamos, espiritualmente hablando, implicados como soldados en esa lucha. El enemigo ya ha sido identificado y la batalla se encuentra ante nosotros.

Ahora, cuando Josué entró a esa tierra, allí había tres enemigos que se le enfrentaron. En primer lugar estaba la ciudad de Jericó, que se destacaba inmediatamente en el camino a recorrer. Jericó representa sistema de valores del mundo actual. Lo que Jericó era para Josué, el mundo de hoy lo es para el creyente. A Josué se le indicó que debería marchar alrededor de la ciudad, y no que luchase contra ella. No podemos vencer al mundo luchando contra él. Sería un error utilizar ese método. Dice 1 Juan 5:4-5, "4porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" La única manera en que podemos vencer al mundo es por medio de nuestra fe y confianza en Dios. También dice la misma 1 Juan 2:15, "15No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él". Los elementos del sistema del mundo son transitorios, y el hijo de Dios no debería amarlos, hasta el punto de apegarse a ellos. Nuestra experiencia en el mundo debería parecerse a la de los israelitas en Canaán aprendiendo, por supuesto, de sus errores.

El segundo enemigo enfrentado con Josué fue la pequeña ciudad de Hai. Ahora Hai, representa la carne, la parte física, nuestra vieja naturaleza. Josué pensó que sería muy fácil triunfar sobre Hai y por tanto envió a un pequeño contingente. Y entonces sufrieron una tremenda derrota. Cuando los derrotados soldados regresaron, Josué se postró en tierra sobre su rostro y comenzó a lamentarse y a orar ante Dios. Vemos en Josué 7:10-11, que Dios le dijo: "Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado". Y ese pecado tuvo que ser confesado y dejado de lado antes de que Dios les diera la victoria a los israelitas. Y eso es lo que usted y yo tenemos que hacer si queremos vencer a nuestra vieja naturaleza.

Hay muchos creyentes que creen vivir una vida de victoria y están andando alrededor de Jericó en el día de hoy, haciendo sonar la trompeta, de la misma manera en que lo hicieron los hijos de Israel, y diciendo: "Yo no hago esto, yo no hago aquello". En realidad, han sido derrotados por su vieja naturaleza carnal. Son dominados por el temperamento, por el mal genio. Son dominados por el pecado de la calumnia, de la mentira. Cierto cristiano preguntó en una ocasión: "¿Por qué es que yo continúo teniendo una tendencia natural a mentir?" Bueno, eso es lo que esa naturaleza vieja hace con naturalidad. Tenemos que evitar que las inclinaciones de esa naturaleza obtengan una victoria sobre nosotros. No olvidemos que esa antigua ciudad de Hai, representa a esa naturaleza propensa al pecado.

Ahora, en tercer lugar, Josué tuvo que enfrentarse a los gabaonitas. Estos eran individuos bastante astutos. El episodio está relatado en Josué 9:4-11. Ellos en realidad vivían muy cerca de donde se encontraban los hijos de Israel, pero como usted bien puede recordar, engañaron a Josué, y tomaron sacos viejos sobre sus asnos, y odres viejos de vino, rotos y remendados, y zapatos viejos y recosidos en sus pies, con vestidos viejos sobre sí, y todo el pan que traían para el camino era seco y mohoso. Con todo esto, quisieron aparentar que habían hecho un viaje muy largo y llegaron así ante Josué y le dijeron que habían oído hablar mucho de ellos, de cómo Dios les había liberado de Egipto, de sus victorias sobre otros pueblos, y le expresaron su deseo de firmar un tratado con ellos. Estimado oyente, ésa es la forma en la cual el diablo se acerca a nosotros hoy, logrando que sus servidores sean atractivos y convincentes.

Recordemos que el apóstol Pablo escribió lo siguiente en Segunda de Corintios 11:14-15; "14Y esto no es sorprendente, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. 15Así que, no es extraño si también sus servidores se disfrazan de servidores de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras". Y en la misma carta, en 6:17 el apóstol Pablo añadió: "Por lo cual, Salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor".

Los gabaonitas representaban al diablo. Ellos engañaron a Josué y él hizo un tratado con ellos: Fueron los únicos que le causaron problemas. En el caso de la ciudad de Hai, el pecado tuvo que ser confesado y tratado severamente antes de que Dios les diera la victoria, y ésa es la manera en que podemos derrotar a la vieja naturaleza humana. ¿Y qué diremos en cuanto a los gabaonitas? Josué hizo una alianza con ellos y le causaron graves dificultades. Si nos alineamos del lado del enemigo espiritual, seremos derrotados. Entonces, ¿qué podemos hacer? Bueno, no lo podemos vencer por nosotros mismos. No estamos a la altura de semejante enemigo. No podemos hacerle frente al diablo. La Biblia ni siquiera nos dice que debemos luchar contra él. Pero sí nos dice que Dios luchará por nosotros. Escuchemos lo que nos dice el versículo 10 de este capítulo 6, de la epístola a los Efesios:

"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa."

En nuestro próximo programa entraremos en mayores detalles sobre los recursos que el cristiano dispone para resistir en la lucha espiritual, descritos en los próximos versículos. Mientras tanto, estimado oyente, conviene recordar que esa lucha nos supera. Pero si usted es un hijo de Dios por haber depositado su fe en el Señor Jesucristo, cuando sea consciente de su debilidad e impotencia para afrontar las circunstancias adversas de la vida, puede tener la seguridad de que podrá apoyarse en el poder de Dios, en la fortaleza que Él da a los suyos por medio de Su Espíritu.

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