Estudio bíblico de Daniel 4:23-37
Daniel 4:22-37
Continuamos estimado oyente estudiando el capítulo cuatro de este capítulo tan significativo de este libro, capítulo centrado en la persona del rey Nabucodonosor. El capítulo cuatro abarca los siguientes temas: (1) "El testimonio de Nabucodonosor" (versículos 1 al 3); (2) "El sueño de Nabucodonosor" (versículos 4 al 18); (3) "El sueño interpretado por Daniel" (versículos 19 al 27); (4) "La enfermedad mental de Nabucodonosor" (versículos 28 al 33) y finalmente, (5) "El sueño de Nabucodonosor cumplido y su razón restaurada" (versículos 34 al 37).
En el día de hoy consideraremos el texto a partir de la tercera sección, que desde el versículo 19 trató sobre la interpretación del sueño por parte de Daniel.
Antes de comenzar la lectura asignada para el día de hoy diremos que éste fue el segundo sueño que Daniel interpretó para este rey. Él había visto un gran árbol que llenaba completamente la tierra; este árbol, un árbol frondoso, de hoja perenne, proveía sombra, fruta, protección y refugio para todos los que vivían sobre la tierra. Los versículos 20 al 22 lo expresaban de la siguiente manera:
"El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte, cuya copa llegaba hasta el cielo, que se veía desde todos los confines de la tierra, cuyo follaje era hermoso y su fruto abundante, en el que había alimento para todos, debajo del cual vivían las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra."
El árbol representaba a Nabucodonosor. Había crecido, se había hecho fuerte y se había engrandecido. Él era el gobernante mundial su poder alcanzaba a todo el mundo civilizado de su época. O sea que en este pasaje se presentó una imagen personal del rey Nabucodonosor, y también una imagen de su dominio.
Comencemos entonces la lectura específica para nuestro programa de hoy leyendo los versículos 23 y 24, Daniel continuó exponiendo la interpretación a este sueño de Nabucodonosor y dijo:
"En cuanto a lo que vio el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo y decía: Cortad el árbol y destruidlo; mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce en la hierba del campo; que lo empape el rocío del cielo, y con las bestias del campo sea su parte hasta que pasen sobre él siete tiempos; esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor, el rey"
Como ya hemos visto, amigo oyente, el árbol (o sea Nabucodonosor) iba a ser cortado, pero no iba a ser rechazado completamente. Nabucodonosor tendría que vivir como las bestias del campo y entre ellas por 7 años, y él ni siquiera iba a reconocer quien era. Continuamos leyendo los versículos 25 y 26, de este capítulo 4 de Daniel, que dicen:
"Que te echarán de entre los hombres y con las bestias del campo será tu habitación, con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere. Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, después que reconozcas que es el cielo el que gobierna."
Daniel aclaró aquí por qué este sueño había sido dado a Nabucodonosor, y por qué él iba a tener esta experiencia. Nabucodonosor se había llenado de orgullo, lo cual fue puesto en evidencia cuando hizo construir esa enorme estatua y obligó a toda la humanidad a postrarse y adorarle. Este hombre ciertamente estaba lleno de orgullo, y Dios iba a humillarlo. Él sería sacado del palacio y conducido a los pastos, donde viviría con los bueyes y olvidaría que clase de hombre era. Sin embargo, Dios también iba a liberar a Nabucodonosor de su demencia.
Evidentemente Nabucodonosor sufría de histeria; algunos de los síntomas que fueron evidentes en su vida son característicos de esta forma de anormalidad o trastorno mental. Uno de los síntomas es un emocionalismo excesivo, realmente, una especie de psicosis maníaco-depresiva. En un determinado instante el paciente se encuentra alegre y es muy amistoso, pero después, al siguiente instante, se muestra antagonista y malhumorado. Es una neurosis síquica. La persona afectada demuestra tanto su melancolía y tristeza como una radiante alegría con una gran facilidad e intensidad. O sea, que cambia con gran rapidez de un estado de euforia a un estado de depresión. Hay muchas personas que tienen síntomas leves de esta enfermedad y lo podemos comprobar en la vida de relación con otras personas que presentan un humor cambiante, que pasan de rebosar de alegría a mostrar su mal genio de una forma que va más allá de lo normal. Pero volviendo al hombre que estamos hoy estudiando, para Nabucodonosor éste era un verdadero problema. En su caso se trataba de un problema funcional y no de un problema estructural; es decir que no era el resultado de alguna herida producida en su cerebro.
La histeria de Nabucodonosor también se manifestaba en una amnesia. Aquellos que están aquejados por esta enfermedad mental no saben quienes son por un período de tiempo. Por ejemplo, en las instituciones mentales, hay quienes creen ser personajes famosos. En nuestro caso, Nabucodonosor pensaba que era un animal.
Otro síntoma que identifica a la histeria es el egocentrismo extremo y el orgullo. En Nabucodonosor este trastorno se convirtió en una obsesión (como podremos ver en Daniel 4:30). Hemos visto como en los primeros versículos de este capítulo 4, concretamente desde el versículo 4 hasta el 10, él habló mucho de sí mismo, lo cual evidenciaba su carácter egocéntrico.
El orgullo es una de las cosas que Dios detesta y es algo que caracteriza al ser humano. Al antiguo César Augusto dijo de una ciudad que había conquistado: "La encontré construida con ladrillos, y la dejé como paja": Y se expresó de esa manera porque la había destruido totalmente. Otro de los césares hizo también la siguiente declaración: "Encontré a Roma de madera, y la dejé de mármol". Es que el orgullo es el pecado principal y dominante de la familia humana. Pero, ¿qué tiene el ser humano para sentirse orgulloso? El profeta Jeremías, en su capítulo 9, versículos 23 y 24 dijo: "Así ha dicho el Señor: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan. Dice el Señor".
La salvación de Dios excluye al orgullo. El orgullo es algo que usted no puede tener cuando viene a Cristo para recibir la salvación. El apóstol Pablo dijo en su primera carta a los Corintios capítulo 2, versículos 1 y 2: "1Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría, 2pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado". En cuanto a nosotros, no tenemos nada de lo cual enorgullecernos. Nuevamente, el apóstol escribió, también en su primera carta, capítulo 4, versículo 7: "7porque ¿quién te hace superior? ¿Y qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?" Y finalmente, en la segunda carta a los Corintios capítulo 10, versículo 17 y 18 escribió el apóstol Pablo: "17Pero el que se gloría, gloríese en el Señor. 18No es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba". El orgullo es el pecado número uno en la lista de las cosas que Dios detesta, como podemos ver en el libro de los Proverbios en el capítulo 6, versículos 16 al 19. No leeremos este pasaje, pero en él, el orgullo aparece primero en una lista de actitudes y características de los efectos del pecado en la naturaleza humana. Por otra parte, el Señor Jesús nos dio el ejemplo máximo y final de humildad. Recordemos aquella gran declaración del apóstol Pablo en la carta a los Filipenses, capítulo 2, versículo 8, que dice: "Más aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz."
Finalmente, otra característica de la histeria es que en la conducta humana se manifiesta en ciclos. En el caso del rey Nabucodonosor, fue un ciclo de siete años. Continuemos leyendo, en el cuarto capítulo de Daniel, el versículo 27:
"Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad."
Este hombre, Nabucodonosor estaba inquieto y alterado en su propio corazón. No tenía paz. Él había traído la paz al mundo, pero una vez lograda esa estabilidad, ya no había nadie que desafiara su autoridad en esta época en particular, pero él estaba viviendo en pecado. Daniel le dijo que se arrepintiera, que renunciara a sus pecados. Él necesitaba volverse a Dios y vivir una vida practicando la justicia. Por ello Daniel le advirtió que se arrepintiera, para que fuera anulado el juicio que se acercaba. Aún había esperanza de liberación. Nabucodonosor podría conocer la paz y la tranquilidad que solo Dios podía proporcionarle. Creemos que ésta fue la última advertencia de parte de Dios al rey Nabucodonosor.
Amigo oyente, mucha de las anormalidades mentales y emocionales que vemos en la actualidad son realmente el resultado de problemas espirituales. No decimos que todas esas anormalidades tienen ese origen, porque sabemos que a veces existe una base estructural para tales problemas. Sin embargo, muchos de los trastornos afectivos-mentales que observamos en las vidas de las personas, tienen su raíz en la condición espiritual del ser humano. Hay esperanza para ellos, hay una paz disponible, si solamente acuden a Cristo y le reconocen como Salvador y Señor.
Leamos ahora los versículos 28 al 30 de este cuarto capítulo de Daniel, donde veremos el cumplimiento trágico de esta visión, en la:
Enfermedad mental de Nabucodonosor
"Todo esto vino sobre el rey Nabucodonosor: Al cabo de doce meses, paseando por el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?"
Nabucodonosor no prestó atención a la advertencia de Daniel. Pasó un año de gracia antes de que cayera sobre él el juicio. ¡Qué paciente es Dios! Pero su gracia, compasión y paciencia no son comprendidas por los malvados. En conexión con esto podemos leer Eclesiastés 8:11, que dice: "Si no se ejecuta enseguida la sentencia para castigar una mala obra, el corazón de los hijos de los hombres se dispone a hacer lo malo."
El rey estaba a punto de sufrir un quebranto nervioso, un colapso. Dirigió su mirada hacia la magnificencia de su gran reino; Pero Dios ya le había dicho que ese reino se lo había dado Él. A pesar de ello, Nabucodonosor, mirando con admiración a aquella gran ciudad dijo: "¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué?"
A través de la historia ha habido multitud de hombres y mujeres que han tratado de edificar pequeños imperios, y los han contemplado con orgullo. A veces hemos aconsejado a los predicadores jóvenes que no intenten edificar un pequeño imperio de su iglesia. Conocemos algunos que han comenzado a trabajar con ese objetivo y al pasar un poco de tiempo les hemos visto preocupados e infelices. El trabajar con esas miras no trae la paz de estar cumpliendo con la voluntad de Dios. Un pasaje como este del libro de Daniel, que estamos estudiando, constituye toda una advertencia a aquellos que, con la mejor de las intenciones, están tratando de construir una gran estructura que no figura en los planes y propósitos de Dios para ellos. Nosotros hemos optado por tratar de edificar las vidas de las personas, no una grande y poderosa organización. Así que esa sería la mejor forma de empezar una obra para Dios, construyendo espiritualmente las vidas de las personas, y tenemos la seguridad de que el Señor nos permitirá tener lo que Él quiere que tengamos. Bien, veamos entonces que le sucedió al rey Nabucodonosor; continuemos leyendo los versículos 31 al 33 de este cuarto capítulo de Daniel:
"Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino te ha sido quitado; de entre los hombres te arrojarán, con las bestias del campo será tu habitación y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere. En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor: Fue echado de entre los hombres, comía hierba como los bueyes y su cuerpo se empapaba del rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como las de las aves."
El rey Nabucodonosor salió del palacio y se fue a vivir con en contacto directo con la naturaleza. Dios trató con este hombre personalmente. Cuando él se apartó de la normalidad y de la racionalidad, su reino se le fue de las manos. Los dementes de aquella época eran más bien apartados de la vida en sociedad, en vez de ser ingresados en una institución mental para seguir un tratamiento médico. Bajo circunstancias normales, Nabucodonosor nunca habría podido regresar al trono; sin embargo, Dios prometió que regresaría después de que hubiera aprendido la lección.
La historia confirmó este evento en la vida de Nabucodonosor. El Dr. Newell, en un libro sobre Daniel, citó la siguiente nota de Albert Barnes: "El historiador Josefo atribuyó a Berosus, historiador de Babilonia, una referencia sobre una extraña enfermedad sufrida por el rey Nabucodonosor antes de su muerte".
Ahora, leamos el versículo 34 del capítulo 4 de Daniel, donde comenzamos a comprobar la realidad del:
El sueño cumplido y la razón de Nabucodonosor restaurada
"Al fin del tiempo, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo y mi razón me fue devuelta; bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre: Su dominio es sempiterno; su reino, por todas las edades."
Aquí vemos que su capacidad de comprensión le volvió, y entonces añadió estas breves palabras a su testimonio personal, testimonio que ya hemos leído porque fue presentado al principio de este capítulo 4. Y continuó diciendo el rey en el versículo 35:
"Considerados como nada son los habitantes todos de la tierra; él hace según su voluntad en el ejército del cielo y en los habitantes de la tierra; no hay quien detenga su mano y le diga: ¿Qué haces?"
Así que el rey Nabucodonosor había finalmente aprendido que Dios era quien dirigía todas las cosas, Él es quien estaba en control del universo. En sus palabras finales vemos que el rey aceptó este castigo que había le había venido como la voluntad de Dios para su vida, rindiendo su mente orgullosa a la voluntad de Dios. Esta actitud es la que muchos creyentes deberían tener en la actualidad. Y encontramos las palabras finales de Nabucodonosor en los versículos 36 y 37 de este cuarto capítulo de Daniel:
"En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia."
A Nabucodonosor se le devolvió la razón. Fue restaurado a su posición de rey de Babilonia, y sus oficiales y funcionarios le rodearon nuevamente. Su reino no corrió peligro alguno durante el prolongado período que duró su ausencia, y se le dio mayor grandeza y majestad porque había llegado a tener un conocimiento del Dios vivo y verdadero.
Vamos a detenernos aquí por hoy, amigo oyente, y Dios mediante, en nuestro próximo estudio, vamos a considerar el capítulo 5 de este libro de Daniel. Le sugerimos que lea este capítulo en su estudio personal, y le invitamos a que nos acompañe en este recorrido a través de la Biblia, en el cual nos encontramos estudiando este interesante libro de Daniel.
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