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Estudio bíblico de Hebreos 7:20-8:2

Hebreos 7:20 - 8:2

Hoy llegamos, en nuestro estudio de la epístola a los Hebreos, al capítulo 7, versículo 20. Recordemos que finalizamos el programa anterior diciendo que en nuestra situación actual, nosotros acudimos a Dios por medio de Cristo. Hemos visto que el Señor Jesucristo es un sacerdote perpetuo, y es un sacerdote perfecto. El sacerdocio Aarónico no pudo satisfacer los requisitos necesarios para establecer una relación con Dios. Pero ahora tenemos un sacerdote perfecto, y ese sacerdote es el Señor Jesucristo. Él ha provisto la salvación para usted y para mi. Dios nos ha sacado de la esfera de Adán y nos ha colocado en Cristo. Dijo el apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios capítulo 5, versículo 17, "si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas". Ya no estamos más unidos a Adán, sino que estamos unidos al Cristo viviente.

Vamos a resumir el contraste entre el sacerdocio de Aarón y el sacerdocio de Melquisedec, de la siguiente manera.

Sacerdocio de Aarón - Sacerdocio de Melquisedec

La ley frente al Poder

La ley restringe - el poder permite

El mandamiento es externo - La vida es interna

Vida carnal, física frente a la interminable (vida eterna)

Carácter cambiante frente al carácter inmutable

Debilidad e improductividad frente a la cercanía de Dios

Nada era perfecto frente a la realidad de una esperanza mejor

Continuemos, pues, leyendo los versículos 20 y 21 de este séptimo capítulo de Hebreos:

"Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec."

En el Salmo 110 se encuentra una profecía del hecho de que el Mesías, el Señor Jesucristo, como sacerdote sería de la línea de Melquisedec. Dice el citado Salmo 110, en el versículo 4: "Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec". Un factor que hace que el sacerdocio de Cristo sea superior es el simple hecho de que se apoya no sólo en la Palabra de Dios sino sobre el juramento de Dios. Todo lo que el Antiguo Testamento nos dijo sobre la tribu de Leví es que ellos fueron separados para una función particular, con respecto a ellos, no se pronunció ningún juramento. Y dice el versículo 22:

"Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; pero éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable."

Así es que ahora no sólo tenemos un sacerdocio mejor en Jesucristo, sino que también constituye un pacto mejor. Cristo es nuestro Sumo Sacerdote. Él sirve en un santuario superior, a través de un pacto mejor, y elaborado sobre promesas mejores, veremos este tema ampliado en los capítulos 8 al 10. El sacerdocio del Señor Jesucristo es superior en todos los aspectos.

Volvamos a leer el versículo 23, a partir del cual gira alrededor de la idea de que:

Cristo en su persona es un Sacerdote perpetuo

"Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar"

En otras palabras, que el sacerdocio Aarónico del Antiguo Testamento siempre terminaba en la muerte. Aarón murió, de la misma manera en que murió Moisés. Pensamos que la muerte de Aarón, si no fue más importante, fue una pérdida tan importante para Israel como lo fue la muerte de Moisés. En su muerte, los israelitas perdieron a su sumo sacerdote, aquel que había estado con ellos a través del desierto, aquel que los conocía y comprendía. Entonces, tendrían que tener un nuevo sacerdote. Pero en nuestro caso, nosotros no tenemos un sacerdote cambiante, porque Cristo siempre vivirá para interceder por nosotros. Dice el versículo 24 de este séptimo capítulo de Hebreos:

"Pero éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable."

El Señor Jesucristo no va a morir más. Él murió una vez por nuestros pecados, pero no morirá nunca más. Él está en su lugar todo el tiempo para ayudarle a usted.

Hace un tiempo nos escribió un oyente indicando en su carta que él regresaba a su hogar tarde, por la noche, por causa de su trabajo. El Espíritu de Dios ministra la Palabra de Dios a este hombre, aun siendo una hora avanzada de la noche. El Señor Jesucristo sabía todo de esa persona, desde mucho antes de que ella escribiera su carta para hablarnos de su situación. No la conocíamos, ni sabíamos que estuviera escuchando el programa de radio. Pero el Señor sabía todo acerca de ella porque el ejerce un sacerdocio inmutable. Él está ocupando Su lugar y de servicio 24 horas al día. Eso indica que a cierta hora de la noche, Él no sólo conoce a esa persona, la comprende, y le ayuda en su comprensión de la Palabra de Dios. Nos alegramos por poder presentar la Palabra de Dios de esta manera hoy, porque tenemos la seguridad de que el Espíritu de Dios estará sirviendo a esa persona. El Señor Jesús es el Gran Sumo Sacerdote. Mientras dicha persona está escuchando, nosotros, posiblemente, ya estaríamos descansando en otro lugar del continente. Pero mientras estamos durmiendo hay un Sumo Sacerdote allí, junto a aquella persona y a todos aquellos que escuchan o leen Su Palabra, que hará que esa Palabra resulte efectiva en sus vidas. ¡Cuán maravilloso que es esto! Démosle a Él toda la gloria y la alabanza que merece. Ahora, llegamos a un versículo tremendo; y en cierta forma, pensamos que este es el versículo clave de toda esta sección, y que constituye el corazón, la esencia misma del evangelio. Leamos el versículo 25 de este séptimo capítulo de Hebreos:

"Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos."

La frase comienza con los términos "Por eso", aquí tenemos esta pequeña bisagra sobre la cual gira una gran puerta. Gira hacia lo que ha sido dicho antes, y gira también hacia lo que está por delante.

Dice también "viviendo siempre", afirmando, en primer lugar, que Cristo no está muerto, sino que vive. Precisamente en este momento, Él está vivo. Nosotros ponemos el énfasis en la muerte y resurrección de Cristo, pero deberíamos ir un poco más allá de este hecho. Nosotros hoy tenemos mucho que ver con un Cristo viviente. Ya no le conocemos a Él en un cuerpo físico, o con criterios humanos: le conocemos como nuestro Gran Sumo Sacerdote a la diestra de Dios. Amigo oyente, ahí es donde debemos colocar el énfasis. Él murió aquí para salvarnos, pero Él vive allí en el cielo para mantenernos salvos.

Y dice esta significativa frase: "puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios". Él puede continuar salvándole. "Perpetuamente" aquí quiere decir "para siempre", es decir, completamente. Jesucristo puede salvarnos completa y perfectamente. Él es el Gran Pastor que, hasta este mismo instante nunca jamás ha perdido una oveja. ¿Quiere usted saber algo? Él nunca perderá una oveja. Si usted es una de sus ovejas, podría llegar a pensar que se va a perder, pero Él se encuentra allá arriba para ayudarle, y está observándole, velando por usted.

Continúa el versículo 25 diciendo: "viviendo siempre para interceder". "Interceder" implica intervenir. Jesucristo interviene a favor nuestro. El apóstol Pablo escribió en su carta a los Romanos capítulo 5:10, "seremos salvos por su vida". Por su parte, el apóstol Juan escribió en su primera carta, capítulo 2, versículo 1: "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo". Un abogado es lo que significa el término griego "paracleto", es decir, un consolador, alguien que se coloca a nuestro lado. Es Jesucristo, el Justo, como terminó diciendo el apóstol Juan. Todo lo que Él hace es bueno, correcto. Todo lo que Él hace es Justo. Bien dijo Pablo que "seremos salvos por su vida."

¡Cuán maravilloso es saber que tenemos a un Cristo viviente! Usted no está solo, amigo oyente. El sentarse a llorar y lamentarse por un problema alegando que uno está solo, que nadie se encuentra cerca para ayudar y que no sabe a quién dirigirse para buscar ayuda, podría ser una reacción infantil. Estimado oyente, ¿qué cree usted que Jesucristo está haciendo allí arriba? ¿Es usted consciente de Su presencia? ¿Por qué no recurre a Él?

Hay ocasiones en que los cristianos pasan por momentos de gran dolor y sufrimiento. Son tiempos en los que parece que una situación hubiera desbordado los límites de resistencia, los límites de lo tolerable y entonces, las emociones controlan totalmente las expresiones de dolor. Hemos visto a cristianos llorando amargamente e incluso dirigirse a Dios diciéndole que Él los había abandonado. Muchos de ellos recapacitan luego, cuando les aseguramos que tenemos un Cristo que vive, que comprende nuestros dolores y angustias, y que siempre está dispuesto a interceder por nosotros. Aunque nosotros le fallemos o pasemos por momentos de incredulidad, dominados por la tristeza, Él permanece fiel. Por ello, estimado oyente, resulta reconfortante tener la seguridad que Él se encuentra allá en el trono, controlando toda aquella situación que nos rodea y nos abate. Vamos a leer ahora el versículo 26 de este séptimo capítulo de Hebreos:

"Tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos"

La expresión "nos convenía" significa que Cristo es precisamente lo que necesitábamos. Él es quien cumple los requisitos. No podríamos tener a nadie mejor que Cristo.

Se nos dice que Él es "santo", y esto señala a su relación con Dios. Él es Santo.

Él es "inocente", está libre de toda malicia, picardía y astucia. Cuando Cristo le libra a usted del castigo porque ha pecado, no es porque Él sea un abogado muy astuto. Lo hace porque Él fue quien pagó absolutamente el castigo del pecado por usted. Y ese castigo ya ha sido absolutamente pagado.

Él está "sin mancha". Esto indica que Él está libre de cualquier impureza moral. Amigo oyente, debemos decir que ésta es la respuesta de Dios a las películas blasfemas, canciones y literatura de nuestro tiempo. La Biblia dejó bien claro que el Señor Jesús estuvo libre de la impureza moral.

Y no sólo eso, sino que Él era "apartado de los pecadores". Él fue como nosotros, pero diferente a nosotros. Él pudo mezclarse con los pecadores, y ellos no se sentían incómodos en su presencia. Pero Él no era uno de ellos. Sus enemigos le acusaron de asociarse con publicanos y pecadores. Por cierto que lo hizo, pero Él no era una de ellos. Él era "apartado de los pecadores". Continuemos leyendo el versículo 27 de Hebreos 7:

"Que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo."

Aquí destacamos que el Señor Jesús no necesitó ofrecer ningún sacrificio por su propio pecado, porque no tenía ninguno.

El sacrificio continuo del Antiguo Testamento debió irse convirtiendo en algo viejo y bastante fatigoso. Habría resultado normal de que cuando los sacerdotes se encontraban ante el recipiente en que se lavaban las manos y los pies, se preguntaran cuántas veces habían estado allí ese día para realizar el mismo ritual que, por su monotonía debió convertirse en algo rutinario.

Realmente tiene que haberse convertido en una práctica aburrida. Si Aarón por casualidad hubiera estado escuchándoles la conversación, creemos que les habría dicho: "Estoy de acuerdo con vosotros en que este ritual se convierte en una tarea fatigosa, pero ¿sabéis lo que Dios está tratando de decirnos? Él está intentando decirnos que el pecado es algo terrible y que requiere el derramamiento de sangre. Pero Él es el que va a venir algún día para morir en una cruz por nosotros. Cuando así lo haga, no va a haber más derramamiento de sangre, porque Él habrá pagado el castigo del pecado". Leamos ahora el versículo 28:

"La Ley constituye sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, constituye al Hijo, hecho perfecto para siempre."

El Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento tenía que ofrecer un sacrificio por sí mismo. El Señor Jesús nunca lo hizo.

Tenemos hoy un Sumo Sacerdote que puede conmoverse, y a quien podemos acercarnos. Se encuentra en Su lugar para poder ayudar y Él nos comprende. Pero Él es "santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores". Y así llegamos al:

Hebreos 8

Y con esto llegamos al capítulo 8, entramos ahora a una nueva sección que hemos llamado: "Cristo, como nuestro Sumo Sacerdote, ejerce sus funciones en un Santuario Superior, por medio de un pacto mejor, basado en promesas mejores". Esta sección se extiende desde el 8:1 hasta el 10:39.

Tenemos al verdadero pináculo de esta magnífica epístola a los Hebreos ante nosotros en este capítulo, aunque en realidad comenzó en al capítulo anterior, en el versículo 25, que decía: "25Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos". Este versículo constituye la clave para esta sección. Es que el énfasis recae sobre el hecho de que el Señor Jesucristo se encuentra vivo. No está muerto. No está en una cruz. No yace en una tumba. Él resucitó de entre los muertos y el énfasis recae sobre nuestro Cristo viviente. Entonces el versículo 26 del capítulo 7 dice: "26Tal sumo sacerdote nos convenía (es lo que necesitamos): santo (en su relación con Dios), inocente (nunca hace nada para causar un daño, nunca está impulsado por el enojo), sin mancha (libre de toda impureza moral), apartado de los pecadores (en su vida y carácter, aunque se encuentra precisamente aquí entre nosotros y quiere que vengamos a Él) y hecho más sublime que los cielos (El está en la presencia de Dios)"; El valor del sacrificio está declarado en el versículo 27, "27que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo". Su sacrificio no consistió en plata, oro, toros o machos cabríos; ¡Él se ofreció a Sí mismo! No hay nada de mayor valor que Él. El versículo 28 dice: "28La Ley constituye sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, constituye al Hijo, hecho perfecto para siempre". Cuando usted confía en Jesús, no deposita su confianza en un simple hombre; sino que usted la deposita en el Dios-hombre. Porque Él es un hombre, puede comprenderlo, compadecerse y satisfacer su necesidad. Él es un sacerdote real. Es un sacerdote justo. Es un sacerdote promotor de la paz. Es un sacerdote personal. Él es lo que es, para usted, personalmente. Él no heredó su cargo ni función. Es decir, Él no provino de la línea de descendencia de Aarón. Él es un sacerdote eterno.

Ahora aquí en el capítulo 8 de nos dice que nuestro Sumo Sacerdote el Señor Jesús sirve en un santuario superior, por medio de un pacto mucho mejor, que ha sido establecido en base a promesas mejores.

Leamos ahora el primer versículo de este octavo capítulo, que inicia un párrafo titulado:

El verdadero tabernáculo

"Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos"

Aquí se habla del "punto principal". Y es que el autor estaba juntando todo lo explicado, como ya hemos dicho, éste es como el pináculo de la carta a los Hebreos.

Dice aquí "el cual se sentó a la derecha del trono". Cristo hizo algo que ningún sacerdote del Antiguo Testamento jamás hizo. No había ningún sacerdote de la línea de descendencia de Aarón que alguna vez tuviera una silla para sentarse. ¿Por qué? Porque tenía trabajo que hacer. Ahora que Cristo ha muerto, todas se han cumplido y no necesitamos preguntarnos si estamos haciendo bastante para merecer la salvación. Todo lo que necesitamos hacer es volvernos a Jesucristo y confiar en Él como nuestro Salvador. Él se sentó porque había terminado nuestra redención. Y, finalmente por hoy, leamos el versículo 2 de este octavo capítulo de Hebreos:

"Él es ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre."

Bezaleel fue el maestro artesano que hizo los hermosos elementos del mobiliario del tabernáculo. El propiciatorio o tapa del arca y los candeleros eran de oro y ricamente decorados. Todo ello fue el resultado de la mano del hombre, aunque el Espíritu Santo lo dirigió en su trabajo. En contraste, el Señor Jesucristo sirve en el tabernáculo que Él mismo ha hecho en el cielo. Y aquí debemos poner punto final a nuestro estudio de hoy. Estimado oyente, le invitamos a acompañarnos en nuestro próximo programa, en el que continuaremos con el resto del capítulo 8 y como es nuestra costumbre, le recomendamos que lea detenidamente los versículos restantes de este capítulo, para familiarizarse con su contenido.

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