Estudio bíblico: El mensaje a Efeso - Apocalipsis 2:1-7
El mensaje a Éfeso - (Ap 2:1-7)
(Ap 2:1-7) "Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no los son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios."
Introducción al estudio de las siete cartas
Los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis forman una unidad bien diferenciada dentro del libro. Están compuestos por siete cartas dirigidas a siete iglesias de la provincia romana de Asia. Esta serie de siete es la primera que vamos a encontrar en este libro, que será seguida por otras: los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas de la ira de Dios.
En cuanto a su contenido, tiene que ver con "las cosas que son" que ya vimos en (Ap 1:19), y que sirve de esquema general del libro de Apocalipsis. Es verdad que algunas personas tienen mucha prisa por llegar a la sección de Apocalipsis donde se tratan las cosas "que han de ser" y casi ignoran estas cartas, pero es imprescindible ver cómo el Señor corrige a su Iglesia, le anima y le enseña para que viva de un modo que sea influyente en su tiempo y pueda estar así preparada para las cosas que van a acontecer en el futuro.
Entendemos que cada una de estas cartas está dirigida a una iglesia real que existía en aquel momento. Ahora bien, ¿por qué el Señor eligió sólo a estas siete iglesias para enviarles una carta? Es verdad que en aquel momento había más iglesias en esa zona, pero seguramente estas fueron elegidas por ser representativas de todas las iglesias en todos los tiempos. Observamos que forman una colección muy interesante porque cada una es diferente, sus circunstancias son distintas y también lo son sus virtudes y defectos. Veamos algunos contrastes entre ellas:
A la iglesia en Éfeso Dios le felicita porque odiaban las cosas que él odiaba, pero sin embargo, les reprocha que habían dejado su primera amor. Eran por lo tanto una iglesia que odiaba lo malo pero no amaba lo bueno. En cambio, en la iglesia en Tiatira ocurría todo lo contrario; en ella había amor, pero no expresaban ningún tipo de odio frente al pecado. Y por último, encontramos la iglesia en Laodicea, en la que no había ni amor ni odio, no eran ni fríos ni calientes.
En Esmirna el diablo iba a echar a algunos en la cárcel y serían encerrados por diez días. En cambio, en Filadelfia Dios se presenta ante ellos como el que tiene la llave y abre y ninguno cierra.
Los creyentes de la iglesia de Pérgamo retenían el nombre de Cristo y no habían negado su fe, llegando alguno de ellos a dar su vida por su testimonio fiel. En cambio, en Sardis encontramos que los creyentes ya estaban muertos aunque tenían nombre de que vivían.
Esto nos lleva a preguntarnos cómo debemos interpretar estas cartas. Algunos han sugerido que cada una de estas iglesias representan distintos periodos históricos, sin embargo, desde el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés, los rasgos descritos en cada una de estas iglesias han existido en todas las épocas. Por lo tanto, creemos que es más correcto entender que estas siete iglesias son representativas de todas las iglesias en todos los tiempos. Fijémonos bien, siempre ha habido iglesias que:
Como Éfeso han dejado su primer amor.
Como Esmirna han sufrido persecución y han tenido temor al sufrimiento.
Como Pérgamo han sido tolerantes y se han apartado de la pureza doctrinal.
Como Tiatira han contemporizado con el mundo y se han vuelto inmorales.
Como Sardis están moribundas.
Como Filadelfia sólo tienen un poco de fuerza.
Como Laodicea son autocomplacientes.
Las amonestaciones del Señor a cada una de estas iglesias nos sirven de advertencia también a nosotros en este tiempo. Su propósito en esta sección preliminar es hacernos notar que el juicio de Dios va a comenzar siempre por su propia casa (1 P 4:17). Él quiere que su iglesia sea purificada del pecado para que pueda soportar las pruebas venideras y también para que no sea condenada junto con el mundo (1 Co 11:32).
Al estudiar cada una de las cartas veremos que hay un esquema general que puede resumirse en estos puntos:
Un saludo: "Al ángel de la iglesia que está en ..."
Un título del Cristo glorificado tomado del capítulo 1.
Una sección encabezada con las palabras "Yo conozco" con la que se inicia la alabanza de aquello que la iglesia tiene de bueno (salvo en el caso de Laodicea).
Una crítica de la iglesia (salvo en los casos de Esmirna y Filadelfia).
Una advertencia.
Una exhortación que comienza con las palabras "El que tiene oído, oiga...".
Una promesa que comienza con la expresión "Al que venciere yo le daré...".
La ciudad de Éfeso
Aunque Pérgamo era oficialmente la capital de la provincia de Asia, Éfeso era su mayor ciudad. En ella se encontraba la sede de los tribunales y del gobierno proconsular (Hch 19:38).
En el tiempo en que Juan escribía, era un gran puerto de mar, situado cerca de la desembocadura del río Caístro. Este hecho la convertía en la puerta de Asia.
Desde la perspectiva religiosa se destacaba el culto que se rendía a Artemisa ("Diana de los efesios") (Hch 19:35). Su templo fue el templo griego más grande jamás construido, llegando a ser considerado como una de las siete maravillas del mundo. Pero entre los efesios tenían también mucho arraigo las artes mágicas (Hch 19:19).
En Éfeso se celebraban los juegos atléticos más famosos de Asia, que atraían a personas de toda la provincia.
En cuanto a la iglesia en Éfeso debemos decir que tuvo grandes privilegios espirituales. Fue establecida por el apóstol Pablo, que pasó en aquella ciudad más de dos años (Hch 19:8-10). Por ella pasaron grandes predicadores y maestros de la época: Timoteo residió allí por algún tiempo (1 Ti 1:3); también estuvieron Aquila, Priscila y Apolos (Hch 18:24-26); y una antigua tradición asegura que el apóstol Juan vivió allí en su ancianidad. El apóstol Pablo les escribió una carta y ahora en el libro de Apocalipsis vemos que el Señor mismo les envió otra por medio del apóstol Juan.
Pero esta metrópoli, una vez poderosa, es hoy un montón de ruinas que sólo sirven para la distracción de los turistas.
El destinatario de la carta
El saludo está dirigido "al ángel de la iglesia en Éfeso" (Ap 2:1), aunque en realidad, no hay duda de que la carta está destinada a toda la iglesia en general.
El remitente de la carta
El mensaje proviene del Cristo glorificado a quien se describe como "el que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro".
Jesucristo se nos presenta aquí "andando" entre las iglesias. En (Ap 1:13) no se menciona que estuviera caminando entre los candeleros, pero aquí se añade este detalle para darnos a entender que él está recorriendo las iglesias examinando con ojos de fuego su condición espiritual. Y mientras se mueve en medio de las iglesias, Cristo sostiene con firmeza a los pastores en su mano.
Como ya hemos mencionado, él juzga a sus iglesias antes de proceder a juzgar al mundo. Y al fin y al cabo, lo que nos debe importar es su veredicto. De nada sirve que una iglesia sea alabada o despreciada por los hombres. Lo que realmente importa es lo que Cristo piensa de cada iglesia.
Cristo alaba a su iglesia
En estas cartas, siempre que es posible, se alaba a aquellas iglesias que más tarde van a ser reprendidas por algún defecto.
Lo primero que nos dice es que el Cristo exaltado conoce lo que sucede entre su pueblo: "Yo conozco..." (Ap 2:2-3). ¿Cuáles eran estas cosas que el Señor conocía de la iglesia en Éfeso y por las que le alaba?
"Tus obras y tu arduo trabajo". Ellos habían tenido que hacer un gran trabajo, llegando a estar exhaustos, para enfrentar a algunos falsos apóstoles. Esto les había llevado a agotar todas sus reservas de energía. Luchar contra ellos les había exigido tal concentración mental que había acabado con sus fuerzas.
"Tu paciencia". No se trata de la resignación que acepta lo que venga y agacha la cabeza sin oponer resistencia, sino más bien, lo que aquí se describe, es una actitud valerosa que acepta el sufrimiento y las pérdidas sin hundirse ni abandonar.
"Que no puedes soportar a los malos". Expresa el celo de los efesios en su cuidado de la disciplina dentro de la iglesia.
"Y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos". No eran crédulos, sino que por el contrario probaban a aquellos que pretendían ser apóstoles. Esto implica que conocían bien la sana doctrina y esto les permitía diferenciar el error.
"Y has sufrido y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor a mi nombre y no has desmayado ". En toda esta lucha los cristianos efesios se habían mostrado trabajadores incansables, a quienes las dificultades no les habían hecho desmayar de su celo por el Señor.
"No puedes soportar a los malos". Una vez que los impostores eran puestos al descubierto, mostraban su absoluto rechazo hacia ellos.
Algunas consideraciones acerca de esto:
Como ya hemos visto, la iglesia de Éfeso aborrecía ciertas cosas: "No puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos", "aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco". Esto nos lleva a preguntarnos si los cristianos debemos sentir odio hacia ciertas cosas. Y aquí vemos que esta es una de las virtudes que el Señor alaba de esta iglesia. Lo importante es que aquellas cosas que aborrecemos sean las mismas que el Señor aborrece. Y un detalle importante es que los efesios aborrecían las "obras de los nicolaítas", y aunque no sabemos exactamente en qué consistían, si que notamos que el objeto de ese odio no eran las personas sino sus obras.
Observamos también que los creyentes en Éfeso habían cuidado de poner en práctica la exhortación que Pablo les había hecho en Mileto (Hch 20:17-38). El apóstol se refirió a dos dificultades que los pastores tendrían: de fuera entrarían lobos rapaces, hombres impíos, emisarios de Satanás que no perdonarían el rebaño de Dios (Hch 20:29); y de dentro se levantarían hombres que hablarían cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos (Hch 20:30). Ante estos peligros, Pablo les rogó que guardaran el rebaño que el Señor había ganado al precio de su propia vida (Hch 20:28). Y en esta carta de Apocalipsis vemos que los ancianos de Éfeso había seguido fielmente las instrucciones de Pablo. Ellos se habían entregado totalmente a librar a la iglesia de esas falsas doctrinas y prácticas.
Aunque no conocemos la naturaleza específica del error de los nicolaítas, aquí aprendemos que hemos de guardarnos de los falsos maestros. Para ello será necesario que pongamos a prueba a aquellos que pretendiendo ser siervos de Dios llegan a la iglesia y desconocemos su doctrina. Pero esto, a decir verdad, es realmente difícil e impopular en nuestros días. El clima de relativismo que se respira a nuestro alrededor ha entrado en la iglesia, y nos ha influido de tal manera que ya prácticamente no hay nada que se considere una herejía o un error doctrinal. Es extraño escuchar que una iglesia tache de falso maestro a un enseñador. Resulta curioso que aunque es posible encontrar varias alternativas totalmente opuestas sobre cada doctrina bíblica, sin embargo, prácticamente nunca se habla de falsos maestros. Y esto es aún más extraño si tenemos en cuenta que el Señor y sus apóstoles nos advirtieron de que vendrían y estarían entre nosotros. El problema no es que no los haya, sino que se asume la postura cómoda del relativismo, en que lo moderno es que cada uno piense lo que quiera y que todos nos respetemos. Otros afirman, sin demostrarlo nunca con las Escrituras, que hay doctrinas fundamentales y otras que son importantes pero no fundamentales o esenciales. A partir de ahí, es fácil aceptar cualquier doctrina extraña simplemente catalogándola de no fundamental. No hay duda de que el cristianismo moderno tiene un serio problema en este punto, algo que por otro lado, la iglesia en Éfeso había resuelto con éxito.
Cristo reprende a su iglesia
Sin embargo, todo lo que los cristianos de Éfeso estaban haciendo bien no excusa lo que hacían mal, y el Señor les iba a hacer un serio reproche por ello. El problema era que ellos se habían concentrado tanto en odiar lo malo, que se habían olvidado de amar lo que el Señor ama.
Lo que les dice exactamente es que ellos habían "dejado su primer amor" (Ap 2:4). ¿A qué se refiere por el "primer amor"?
Tal vez se refiere al primer entusiasmo que tenían cuando descubrieron el amor de Dios y se convirtieron.
Quizá con el paso del tiempo la primera generación de creyentes habían muerto y los nuevos convertidos ya no tenían el mismo celo por las cosas de Dios. Podríamos pensar que muchos eran hijos de creyentes que se habían "criado" en la iglesia y habían llegado a asumir el evangelio sin tener una experiencia de conversión auténtica.
Puede referirse también a que ya no se amaban entre ellos como lo hacían antes.
O que no amaban a las almas perdidas ni se preocupaban por predicarles el evangelio.
Sin duda, todas estas posibilidades podrían ser ciertas e indicarían que algo grave estaba ocurriendo entre ellos. Pero pensando en la causa principal del problema debemos recordar lo que Jesús respondió cuando le preguntaron cuál era el mayor mandamiento de la ley de Dios. Él dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento" (Mt 22:37-38). Probablemente, a lo que se refiere el texto de Apocalipsis cuando dice que habían dejado su primer amor, era a que habían dejado de amar a Dios por encima de todas las demás cosas. Fijémonos que no dice que habían dejado de amar, sino que habían dejado su "primer amor". Su amor por el Señor había quedado relegado a otra posición, ya no era lo más importante en sus vidas.
¿Cuál pudo ser la causa por la que llegaron a esta situación?
Como hemos visto, ellos habían luchado mucho para mantener la sana doctrina frente a los falsos apóstoles. Y uno de los peligros de esta lucha es que los creyentes pueden acabar centrando sus energías en amar más la doctrina que la persona de Cristo.
La oposición constante a los falsos apóstoles y maestros, algo totalmente legítimo, pudo haberles llevado a tener un espíritu constante de censura y de crítica hacia todas las demás personas. Al tener que disciplinar a los herejes, es fácil desarrollar un espíritu duro y crítico que destruye el amor.
Habían trabajado arduamente por mantener la santidad dentro de la iglesia, pero esto puede derivar en ocasiones en un legalismo externo que sin duda mata el "primer amor".
El mucho trabajo y tensión que genera estar constantemente pendiente de personas impías que se introducen en la iglesia con la intención de hacer daño, puede quitarnos el tiempo y el deleite para estar a solas con el Señor.
Veamos algunos de los síntomas que nos permiten identificar si hemos perdido el primer amor:
La vitalidad espiritual que es fruto de una comunión viva con el Señor es reemplazada por una rutina ortodoxa. La espontaneidad y frescura espiritual es sustituida por las frases aprendidas. Hay una pérdida de gozo en el servicio al Señor. La vida de iglesia se convierte en algo monótono, mecánico, aburrido, carente de interés. Las predicaciones de la Palabra ya no nos dicen nada.
Se coloca todo el énfasis en la sana doctrina y se olvida el amor al Señor y a los hermanos, lo cual no sirve de nada (1 Co 13:2-3). El amor por los hermanos es sustituido por un espíritu crítico que nos lleva a censurar todo lo que hacen. Nos cuesta trabajo amarles, perdonarles o mostrarles misericordia. Nos relacionamos únicamente con aquellos que nos caen bien y nos dan la razón en lo que pensamos.
Hay un enfriamiento en la vida espiritual que se manifiesta en la falta de oración y comunión auténtica con el Señor. Esto nos lleva a centrarnos en nosotros mismos y en lo que a nosotros nos complace. Hay un olvido de los demás y sus necesidades. Se abandona la evangelización. Se pierde la sensibilidad y somos incapaces de soportar la más mínima crítica. Finalmente, en muchos casos, todo esto da lugar a divisiones dentro de las iglesias.
Es fácil entender esto. Por ejemplo, si miramos a una pareja de enamorados, nos damos cuenta de que sólo tienen ojos el uno para el otro, sienten admiración mutua y sólo desean estar juntos. En cambio, podemos encontrarnos con un matrimonio que después de los años siguen juntos por inercia, pero cada uno de ellos tiene sus propias aficiones y amigos, y ya no disfrutan de estar juntos. Han perdido su primer amor.
Un llamamiento al arrepentimiento
(Ap 2:5) "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."
En primer lugar les hace un llamamiento al arrepentimiento, y a continuación les advierte de las consecuencias que tendría para la iglesia si no obedecían.
Para llegar a un correcto arrepentimiento debían seguir tres pasos:
"Recuerda de dónde has caído". Debían recordar su primer estado. El primer paso para llegar al arrepentimiento es darnos cuenta de que hemos perdido algo, y para ello es útil recordar dónde estábamos. Quizá se habían ido deslizando poco a poco sin advertir lo que les estaba sucediendo, por eso les ayudaría volver a pensar en su primera situación. Todavía estaba en sus memorias el íntimo compañerismo que habían disfrutado en el pasado con Dios y con los hermanos. Tendrían que hacer como el hijo pródigo, quien después de haberlo malgastado todo, recordó cómo vivía en el hogar de su padre y tomó la decisión de volver a él (Lc 15:17-18).
"Arrepiéntete". Debían arrepentirse. Esto implicaría una terminante ruptura con el mal que les llevara a hacer las primeras obras. De nada sirve reconocer un problema si no se hace algo concreto para resolverlo, y el arrepentimiento es el primer paso en la dirección correcta.
"Haz las primeras obras". Debían cambiar. El arrepentimiento que no nos conduce a un cambio de vida no es auténtico.
La iglesia debía saber que podía arrepentirse y volver a su estado inicial, pero si no lo hacía genuinamente, Dios le dice: "Vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar. La seriedad de estas palabras nos hacen ver la peligrosa situación en la que se encontraban. No podían continuar por más tiempo por la misma senda, de otro modo, sería un desastre espiritual que les llevaría a perder su condición de iglesia del Señor.
Notemos que el Señor les dice, "vendré pronto a ti", y aquí no se refiere a su Segunda Venida, sino a una venida para traer un juicio local sobre esa iglesia. El juicio consistiría en "quitar el candelero de su lugar". Al fin y al cabo, en el estado espiritual en que se encontraban, ya habían perdido su capacidad para extender la luz de la verdad del evangelio. Habían perdido su influencia sobre la comunidad que tenían a su alrededor y Dios iba a juzgar esa situación quitándoles ese privilegio.
Seguramente ellos seguían ocupados en sus actividades religiosas mostrando una total ortodoxia, pero sin amor por el Señor y por las demás personas. Se reunirían domingo tras domingo para cantar sus himnos y escuchar los sermones, pero sin poder causar un impacto espiritual en las personas. La luz se habría apagado definitivamente, y aunque el cartel en la puerta del edificio siguiera identificándola como una iglesia cristiana, el Señor dice que habrían dejado de serlo.
¡Cuántos locales de iglesias que en otro tiempo fueron fieles al Señor, hoy han sido convertidos en salas de baile, de juego, en museos, o sencillamente están cerrados! Es triste ver que esto está ocurriendo en muchas partes de Europa.
Un llamamiento a escuchar la voz del Señor
(Ap 2:7) "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias"
Todavía había solución, pero era imprescindible que escucharan urgentemente la voz de Dios. Esta misma frase se repite en cada una de las otras cartas y nos muestra la continua actividad del Espíritu Santo llamando la atención a las iglesias.
Ahora bien, debían escuchar de verdad, de una forma diferente a como lo estaban haciendo desde hacía tiempo.
Una promesa para el que venciere
(Ap 2:7) "Al que venciere, le daré de comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios"
Esto nos recuerda nuevamente que la vida cristiana es una vida de lucha continua. Ahora bien, ¿quiénes son los que logran vencer y a quién o qué es lo que hay que vencer?
Entendemos que se trata de vencer al pecado, y en el caso concreto de los efesios, ellos debían arrepentirse de su estado de esterilidad espiritual para recuperar su primer amor.
Pero ¿quién puede vencer el pecado? En este versículo encontramos una referencia a los primeros capítulos de Génesis. Allí, en el huerto del Edén (llamado en griego "paraíso"), estaba el árbol del conocimiento del bien y del mal, del cual Dios les había mandado que no comiesen. Pero nuestros primeros padres desobedecieron y por ello fueron expulsados del Edén. Después de esto, y para que no pudieran comer de otro árbol que también había allí, el árbol de la vida, Dios puso querubines y una espada encendida que impedía su acceso a él. A partir de ese momento empezaron a morir. Podrían haber comido del árbol de la vida, pero Dios no quería mantener una aberración así eternamente sobre la tierra, así que se lo impidió y los hombres comenzaron a morir.
Ahora, en cambio, vemos que al que venciere Dios le dará de comer del "árbol de la vida". ¿Qué es lo que ha cambiado para que ahora Dios sí que esté dispuesto a que el hombre viva eternamente sobre la tierra? Bueno, Dios no permite que todos los hombres coman de ese árbol, sino sólo los que han vencido. Y estos vencedores no son aquellos que se han esforzado lo suficiente y han logrado vencer por sí mismos al pecado, sino que se refiere a aquellos que han creído en Cristo porque se han dado cuenta de que por ellos mismos son incapaces de cumplir totalmente con la ley de Dios. El apóstol Juan confirma esto: "¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5:5). Los creyentes nacidos de Dios pueden comer de ese árbol y vivir por toda la eternidad. Y por supuesto, ese árbol de la vida sólo puede ser Cristo mismo, quien no sólo nos da una nueva vida, sino también una vida eterna.
Los recursos para la renovación
Al llegar a este punto, es interesante que volvamos a ver la forma en la que Cristo se presentó a los efesios al comienzo de su carta, porque allí se recoge un aspecto concreto de su ser que está pensado para ayudarles en sus dificultades. Volvemos a leer:
(Ap 2:1) "El que tiene las siete estrellas en su diestra"
En nuestro estudio anterior dijimos que estas siete estrellas probablemente se referían a los ancianos o pastores de cada iglesia. Y es interesante volver a notar que no son las estrellas quienes apoyan a Cristo, sino Cristo quien sostiene a las iglesias y a sus pastores.
Hay muchas personas que tienen prisa por llegar a ser pastores, pero esa es una labor muy complicada. Una persona de mucha experiencia en la vida cristiana decía que el ser pastor le quita a la persona diez años de su vida en muy poco tiempo.
Podemos pensar por ejemplo en los ancianos en Éfeso; ellos tuvieron la enorme responsabilidad de mantener la pureza doctrinal en la iglesia. ¡Cuántas noches pasarían sin poder dormir pensando en la dificultad de tener que cuidar de las almas de hombres y mujeres de las que un día tendrían que rendir cuentas ante Dios (He 13:17)! Realmente es una tarea muy difícil que puede sobrecargar por completo a una persona. Y por eso es imprescindible no olvidar que todo depende de Cristo y no de los pastores. Es Cristo quien sostiene las estrellas en su mano y no al revés. Cuando se pierde esto de vista y se empieza a pensar que es sobre algún hombre que descansa esta enorme responsabilidad, es fácil quedar hundido y abrumado frente a tal carga. Por eso es imprescindible que cada pastor aprenda a descansar en la mano omnipotente de Cristo.
Y en segundo lugar leemos:
(Ap 2:1) "El que anda en medio de los siete candeleros de oro"
Es probable que el apóstol Juan estuviera preocupado por las noticias que le podrían estar llegando sobre la marcha de algunas iglesias que él había tenido que dejar al ser encarcelado, y que ahora no podía ir a pastorear personalmente. Es fácil sentirse frustrado en una situación así, y quizá por eso Cristo tuvo que confortarle explicándole que él seguía andando en medio de los candeleros.
Los siervos de Dios van y vienen, hoy están y mañana ya no, pero las iglesias no dejan de existir por eso, puesto que en último término no dependen de ningún hombre, sino de Cristo, que nunca deja de andar en medio de los candeleros.
Aunque nuestras responsabilidades sean muy grandes, aprendamos a descansar en la mano de Cristo y dejar la responsabilidad final sobre él.
Comentarios
Abraham Mercader (México) (12/06/2024)
Muy buen estudio... Hoy pude complementar mi enseñanza y pude compartirlo con la Iglesia.
Ángel Ramírez (Venezuela) (14/04/2024)
Excelente estudio, muchísimas gracias, Dios les continúe bendiciendo.
Jorge Pérez (Colombia) (19/03/2024)
Sólo Jesucristo puede llenarnos de ese primer amor, y entender qué es el amor.
William Restrepo (Colombia) (02/10/2023)
Buenas noches es mi primera vez que miro estos estudios y me gustaría saber más de todos estos estudios.
Josseline Gómez (Guatemala) (15/04/2023)
Qué mensaje tan maravilloso, rico en conocimiento y espiritualidad, muchas gracias por compartirlo. DIOS les bendiga siempre.
Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO