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Estudio bíblico: La Segunda Venida de Cristo - Apocalipsis 19:11-21

Serie:   Apocalipsis
Autor: Luis de Miguel
España
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El jinete del caballo blanco - (Apocalipsis 19:11-21)

Introducción

En el pasaje anterior estuvimos contemplando la escena de una boda, pero ahora hay un cambio drástico, y somos llevados a considerar la visión de un jinete guerrero. Este no es otro que nuestro glorioso Señor Jesucristo, que aquí es descrito en su deslumbrante regreso a la tierra para destruir a sus enemigos e inaugurar su reino. Como veremos, en el momento de su venida, la bestia y el falso profetas serán arrojados a un lago de fuego que arde con azufre, y el resto de sus enemigos serán destruidos.
La Segunda Venida de Cristo es absolutamente esencial para el cumplimiento y consumación de su obra redentora y de las numerosas promesas que Dios hizo a lo largo de todas las Escrituras. Será entonces cuando establecerá su reino en este mundo en toda su plenitud, y todos los demás reinos que han dominado la escena de la historia humana serán desplazados. El día del hombre dará paso al "día de Jehová" y entonces se cumplirá lo que el apóstol Pedro describió como "la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo" (Hch 3:21). Será el momento en que Cristo reinará y restaurará la ruina causada por el pecado y Satanás.
Todos los creyentes de todas las épocas han anhelado este glorioso acontecimiento con el que comenzará la culminación de la historia de la redención. No hay otra opción. El desánimo es generalizado cuando se piensa en que este mundo pueda llegar a convertirse en un lugar mejor para vivir. Parece una utopía inalcanzable. Los políticos han perdido la confianza de la mayoría de los ciudadanos y sus planes de cambio difícilmente logran despertar el optimismo. Y si lo hacen, muy pronto empezamos a ver que es más de lo mismo. Sólo el Señor Jesucristo puede lograr algo diferente para este mundo, y su Segunda Venida dará lugar al comienzo de un nuevo orden definitivo.
Pero no sólo eso, sino que servirá también como justa vindicación del Señor Jesucristo. Recordemos que en su primera venida a este mundo, Cristo fue humillado, despreciado, aborrecido, y finalmente, crucificado. La gran mayoría del mundo se quedó con esa imagen de un Cristo derrotado. Pero la paciencia de Dios ha impedido que Cristo venga antes, dando de este modo la oportunidad para que muchos pecadores se arrepientan, pero finalmente, Dios tiene el deber moral de vindicar a su Hijo, y su Segunda Venida en gloria será ese momento.
Por otro lado, él es el legítimo heredero del trono en la tierra. La bestia y el falso profeta son usurpadores que han tomado lo que no les pertenece. Pero para ocupar su trono, primero es necesario suprimir toda rebelión y juzgar a los impíos. Este será otro de los propósitos de su Segunda Venida. Entonces Cristo será "Rey de reyes y Señor de señores" también en esta tierra, como lo es en el cielo.
Servirá también para vindicar el carácter de Dios, su justicia y santidad. Porque a pesar de que este mundo ha rechazado a Dios en sus vidas y tampoco quieren observar sus leyes en el funcionamiento de sus instituciones, sin embargo, cada vez que algo va mal, Dios es el principal culpable. ¿Cómo puede ser que después de haberle dejado fuera de este mundo, todavía sigan acusándole de haber fallado en su deber de gobernar este mundo? Ellos no pueden pedirle cuentas a Dios porque tienen lo que ellos mismos han elegido.
Sin embargo, también los creyentes se han preguntado con frecuencia hasta cuándo la maldad y la injusticia continuarán en este mundo sin que Dios haga nada. Este era el problema que turbó al salmista:
(Sal 94:3-7) "¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Jehová, se gozarán los impíos? ¿Hasta cuándo pronunciarán, hablarán cosas duras, y se vanagloriarán todos los que hacen iniquidad? A tu pueblo, oh Jehová, quebrantan, y a tu heredad afligen. A la viuda y al extranjero matan, y a los huérfanos quitan la vida. Y dijeron: No verá JAH, ni entenderá el Dios de Jacob."
A la vista de todo esto el salmista implora a Dios que se muestre. Está perplejo porque Dios no interviene, ¿cómo puede ser eso? Y mientras tanto, el impío se vuelve cada vez más descarado, más cínico, jactándose de que no hay nadie que le observe ni que le vaya a pedir cuentas por su maldad. ¿Hasta cuando, oh Dios?, pregunta angustiado. La preocupación del salmista tenía que ver con la vindicación del nombre de Dios. Todas estas cosas parecían poner en tela de juicio el carácter moral de Dios y también su capacidad para ponerle freno.
La contestación a esta importante cuestión la encontramos en los salmos que le siguen (Salmos 95 al 99), donde el tono es completamente diferente. En ellos se aprecia que el salmista rebosa de alegría, está lleno de cánticos de alabanza a Dios. ¿Cuál es la razón para este cambio? La venida del Señor en poder y gloria a este mundo para reinar, juzgar y establecer justicia.
(Sal 96:10-13) "Decid entre las naciones: Jehová reina. También afirmó el mundo, no será conmovido; juzgará a los pueblos en justicia. Alégrense los cielos, y gócese la tierra; brame el mar y su plenitud. Regocíjese el campo, y todo lo que en él está; entonces todos los árboles del bosque rebosarán de contento, delante de Jehová que vino; porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad."
Cuando él venga a reinar en este mundo, su nombre será vindicado. Entonces nadie tendrá duda alguna sobre su justicia, poder y santidad. En ese momento todo pecado e injusticia será juzgada.

La presentación del Guerrero divino

(Ap 19:11-16) "Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES."
Juan vuelve a ver "el cielo abierto", como en (Ap 4:1), pero en esta ocasión no es para que él pueda entrar y recibir allí una nueva visión, sino para ver al Señor Jesucristo viniendo en gloria y poder a este mundo.
En este punto, es importante que observemos que quien viene es el mismo Señor Jesucristo en persona, con su cuerpo glorificado, en la plenitud de su majestad. El no enviará a un ángel o arcángel, ni siquiera al Espíritu Santo, que ya vino el día de Pentecostés. Será el mismo Jesús que ascendió al cielo, tal como los ángeles anunciaron a los discípulos que estaban presentes en aquella ocasión:
(Hch 1:9-11) "Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo."
Será una escena deslumbrante, y nadie podrá oponerse a su señorío y majestad. La grandeza de su venida dejará en la sombra los eventos más espectaculares que jamás se hayan conocido en nuestra historia; ni las coronaciones de los más grandes emperadores, ni las entradas triunfantes de los césares por las calles de Roma con sus victoriosas legiones pueden ofrecer un punto de comparación con lo que será la venida en gloria del Señor Jesucristo.
Veamos la descripción que Juan nos ofrece de él:
1. "Y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero"
En su primera venida como Salvador, Cristo cabalgó sobre un pollino hijo de asna y así entró humilde en Jerusalén (Mt 21:1-11), cumpliendo la profecía de Zacarías (Zac 9:9). Pero su segunda venida será completamente distinta; entonces los cielos serán abiertos y vendrá irrumpiendo en nuestro mundo de una forma dramática. Todo ojo le verá cuando descienda del cielo sobre "un caballo blanco" con gran gloria y poder, rodeado de sus santos ángeles. No hay duda de que aquí es presentado como un guerrero victorioso.
Notemos también que Cristo es descrito con diferentes nombres a lo largo de este pasaje. Aquí vemos que "se llamaba Fiel y Verdadero". Con esto se establece un fuerte contraste con los "falsos cristos" que le habían precedido, y en particular con la bestia y el falso profeta, que habían conseguido engañar al mundo con "señales y prodigios mentirosos" (2 Ts 2:9) (Ap 12:9). A diferencia de todos ellos, Cristo es absolutamente digno de confianza, y nadie será jamás defraudado por él.
La demostración de que él es fiel y verdadero lo vemos aquí en el cumplimiento de sus promesas. Por fin, después de tanto tiempo, Cristo viene a poner fin a los males de este maltrecho planeta de la manera en que lo habían anunciado las Escrituras.
2. "Y con justicia juzga y pelea"
El hecho de que sea fiel y verdadero le permite también juzgar con justicia. Él no es movido por malas motivaciones cuando juzga y pelea. A diferencia de otros conquistadores que este mundo ha conocido, a él no le mueve la codicia, la ambición, el orgullo o el poder. Su único interés es la verdad y la justicia. Aquí vemos el cumplimiento de lo que Isaías había anunciado en relación al Mesías:
(Is 11:3-5) "Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura."
La justicia será una de las características del Mesías y de su reino.
Es verdad que en nuestro mundo moderno, es muy difícil encontrar que el mismo juez sea el verdugo, pero en Cristo ambas funciones aparecen unidas: juzga y pelea. Podemos decir que su compromiso con la justicia es total y absoluto.
3. "Sus ojos eran como llama de fuego"
Una de las razones por las que puede juzgar con justicia es porque su mirada lo penetra todo, y no hay cosa que se pueda esconder de él.
(He 4:13) "Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta."
Pero notemos que de sus ojos salían como llamas de fuego, lo que indica que no sólo ve lo que ocurre, sino que también se indigna ante las injusticias y de su mirada sale fuego consumidor.
4. "Y había en su cabeza muchas diademas"
Son símbolos de autoridad que sugieren majestad, dominio. Y el hecho de que tenga "muchas", tal vez tenga que ver con que él tomará las coronas de todos los reyes de la tierra. Esta era la costumbre en la antigüedad; cuando un rey conquistaba a otro, tomaba su corona (2 S 12:30). Como más adelante vamos a considerar, él es el "Rey de reyes y Señor de señores".
Notemos que a diferencia del dragón que tenía siete diademas (Ap 12:3), o de la bestia que tenía diez (Ap 13:1), Cristo tiene "muchas diademas". Su autoridad no está limitada como la de ellos.
5. "Y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo"
En este pasaje aparecen varios nombres de Cristo, y cada uno de ellos nos da a conocer algo de su carácter y persona. Pero debemos admitir también que hay profundidades de Cristo que no podemos llegar a conocer. El es infinitamente más grande de lo que nadie puede entender, y debemos aceptar nuestras limitaciones.
En este sentido pleno, "nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre" (Lc 10:22). No hay duda de que hay una relación entre los miembros de la Trinidad que va más allá de lo que ninguna mente humana puede entender.
6. "Estaba vestido de una ropa teñida en sangre"
Hay dos posibilidades totalmente válidas que pueden explicar este hecho.
En primer lugar, sus vestidos están manchados de su propia sangre que fue derramada en el Calvario. Esto explicaría que ya estuvieran manchados antes de haber comenzado la batalla. Y coincidiría con la forma en que Juan se refiere habitualmente a Cristo como "el Cordero que fue inmolado".
La segunda opción es que la sangre que manchaba su vestido fuera la de sus enemigos derrotados. En este caso podríamos ver el cumplimiento de una profecía de Isaías:
(Is 63:1-3) "¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿éste hermoso en su vestido, que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar. ¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha pisado en lagar? He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas."
7. "Y su nombre es: El Verbo de Dios"
Juan ya había hablado anteriormente del Señor Jesucristo en estos términos (Jn 1:1) (1 Jn 1:1). Y dicho sea de paso, este es uno de los detalles que sirven para vincular estos tres escritos de Juan.
En cuanto al significado de este nombre, tiene que ver con el hecho de que de la misma manera que las palabras o los verbos sirven para revelar los pensamientos del hombre, Cristo es la máxima expresión de la revelación de la mente, la voluntad, el carácter y los propósitos de Dios al hombre. Como explicaría el autor de Hebreos, no hay revelación más clara de Dios que la que encontramos en el Hijo (He 1:3).
Es oportuno volver a recordar este título de Cristo en este contexto, porque el justo juicio de Dios también forma parte de la revelación de su carácter.
8. "Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos"
Juan no especifica si estos "ejércitos celestiales" están compuesto por santos, por ángeles o por ambos. En todo caso, la victoria final no depende de ellos. Notemos que no portan armas, y sus vestidos no son tampoco apropiados para una guerra. En realidad, parece que su papel consiste en acompañar al victorioso Mesías a la tierra para participar en su reino.
9. "De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones"
La "espada aguda" que Juan ve en la boca de Cristo es un símbolo del poder de la Palabra de Dios.
(He 4:12) "Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón."
Una vez más se recoge aquí una profecía del Antiguo Testamento:
(Is 11:4) "Juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío."
La Palabra de Dios tiene un poder increíble. Fue por su palabra que fueron creados los cielos y la tierra. Y por esa misma palabra serán juzgados y condenados los impíos.
10 "Y él las regirá con vara de hierro"
Después de someter a las naciones con su "espada aguda" que sale de su boca, gobernará a las naciones "con vara de hierro". Con esto se describe la firmeza de su gobierno. Por un lado cumplirá sin excepciones ni dilaciones todo lo que indica la Palabra, pero también defenderá a los pobres de cualquier clase de injusticia.
11. "Y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso"
Nuevamente se enfatiza que él es el encargado de juzgar a las naciones y derramar la ira de Dios.
12. "Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de Señores"
Estos títulos ya habían sido aplicados al Cordero anteriormente (Ap 17:14), y sirven para describir a Cristo como el supremo gobernante del mundo, y anticipar su triunfo soberano sobre sus enemigos.
Se hace eco de la declaración de Moisés:
(Dt 10:17) "Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho."
Cuando Jesús murió en la cruz, el título que Pilato puso sobre ella fue: "Éste es Jesús, el rey de los judíos" (Mt 27:37). Y no hay duda de que esa afirmación era cierta, pero debemos decir que Cristo es mucho más que el rey de los judíos, él es el Rey de todas las naciones y no hay autoridad que esté por encima de él.

El anuncio de la derrota de los impíos

(Ap 19:17-18) "Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes."
Tenemos ante nosotros un nuevo anuncio de un ángel. En primer lugar, notemos que "estaba en pie en el sol", un lugar claramente visible para hacer un anuncio de importancia. Desde allí "clamó a gran voz", con el fin de ser bien escuchado.
Ahora bien, en esta ocasión el anuncio va dirigido a "todas las aves que vuelan en medio del cielo". Su propósito es reunirlas para "la gran cena de Dios". Por supuesto, no debemos confundir esta cena con la cena de las bodas del Cordero (Ap 19:9). Aquí los invitados son las aves carroñeras, y su propósito es presentarlo como su estremecedora contrapartida al banquete nupcial del Señor con su Iglesia.
Lo que tenemos ante nosotros es un escenario dantesco, que describe el campo de batalla después de la victoria del Mesías.
Esto nos recuerda las palabras de Jesús cuando hablaba de su Segunda Venida:
(Mt 24:27-28) "Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas."
Y la profecía de Ezequiel:
(Ez 39:17-20) "Y tú, hijo de hombre, así ha dicho Jehová el Señor: Di a las aves de toda especie, y a toda fiera del campo: Juntaos, y venid; reuníos de todas partes a mi víctima que sacrifico para vosotros, un sacrificio grande sobre los montes de Israel; y comeréis carne y beberéis sangre. Comeréis carne de fuertes, y beberéis sangre de príncipes de la tierra; de carneros, de corderos, de machos cabríos, de bueyes y de toros, engordados todos en Basán. Comeréis grosura hasta saciaros, y beberéis hasta embriagaros de sangre de las víctimas que para vosotros sacrifiqué. Y os saciaréis sobre mi mesa, de caballos y de jinetes fuertes y de todos los hombres de guerra, dice Jehová el Señor."
Según Ezequiel, después de que las aves se hayan saciado, todavía llevará siete meses para enterrar los cadáveres restantes (Ez 39:12).
Todo esto resulta especialmente curioso porque todavía no hemos visto la batalla y ya se nos ha presentado el campo lleno de cadáveres. Seguramente sea una forma de decir que contra el Señor no hay fuerza que pueda prevalecer, ni siquiera que se pueda levantar. No hubo lugar para una batalla, fueron derrotados en un instante sin que pudieran hacer nada contra el Señor Dios Todopoderoso.
Notemos que la victoria es absoluta y universal. Las aves son llamadas a comer "carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, y carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes". No falta ninguno, todas las fuerzas del mal han sido derrocadas y destruidas. Pensemos en los reyes y capitanes, tirados en el campo, sin que nadie los entierre y sirviendo de comida para las aves.
Quizás lo que tenemos aquí sea otra descripción de la gran batalla que tuvo lugar en Armagedón (Ap 16:12-16). Encontramos otras alusiones a ella en el profeta Ezequiel (Ez 38-39), y en Zacarías (Zac 14). En este relato los reyes de la tierra se reúnen para pelear contra Israel, pero el conflicto se resuelve por la repentina destrucción que se produce por la aparición del Mesías. Aunque puede que esta batalla descrita por Ezequiel se refiera a la que encontramos en (Ap 20:7-10) y que tiene lugar después del milenio.

La bestia y el falso profeta son apresados

(Ap 19:19-21) "Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos."
Ahora Juan retrocede un poco en el tiempo para presentarnos las fuerzas del mal alistadas para la batalla: "Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos". Será sin duda una sorprendente concentración de ejércitos de todas las naciones de la tierra dirigidos por la bestia, y "reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército".
Pero sin que medie la descripción de ninguna batalla, "la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen".
Aunque las fuerzas del mal parecían muy poderosas, fueron como nada en la presencia de Cristo. Los venció con su palabra, sin que mediara batalla alguna: "Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo". De la misma manera que había hablado a la higuera y ésta se secó; o que habló a los violentos vientos y encrespadas olas que se levantaron en el mar y estas se apaciguaron; o que habló a la legión de demonios que habitaban en el gadareno y tuvieron que huir al instante; o que habló a los soldados que fueron a prenderle y todos tuvieron que retroceder cayendo a tierra; del mismo modo Cristo dirá su sentencia y todos los ejércitos serán destruidos en un momento. Ni los hombres, ni la bestia, ni el falso profeta con todos sus milagros, podrán ofrecer resistencia alguna ante la majestad de Cristo.
Cuando la bestia hizo su aparición acompañada del falso profeta, todas las gentes se decían: "¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?" (Ap 13:4). Aquí tenemos la respuesta: El Señor Jesucristo. Ahora vemos que ambos fueron apresados y "lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre". Por el momento, parece que Satanás no es enviado con ellos, aunque lo será más tarde (Ap 20:10). Y allí acabarán también todos los hombres impíos después de ser juzgados (Ap 20:15).
Nada queda ya de todo lo que la bestia y el falso profeta habían organizado. Lo que en otro tiempo parecía indestructible, ha desaparecido en un momento, sin esfuerzo alguno. Todo su jactancioso orgullo con el que se rebelaron contra Dios queda en nada. Sus cuerpos quedan tendidos en el campo, sin dignidad alguna, "y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos".

Comentarios

Ecuador
  Melva Molina  (Ecuador)  (09/08/2022)

Como siempre muy agradecida por sus enseñanzas. Que Dios lo continúe usando en este ministerio. Bendiciones

Puerto Rico
  Luis Miranda  (Puerto Rico)  (01/09/2021)

Me gustó mucho el estudio del regreso de Cristo en el caballo blanco para hacernos justicia a todos los que les esperamos.

México
  Jose Raimundo Herrera Santoyo  (México)  (28/10/2020)

sobre lo escrito que tiene nuestro señor jesucristo de rey de reyes señor de señores lo tiene escrito en su manto quiero que se especifique por favor muchas gracias.

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