Estudio bíblico: La conversión de Saulo - Hechos 9:1-30
La conversión de Saulo (Hechos 9:1-30)
Consideraciones generales
Es importante que hagamos un alto de vez en cuanto para contemplar el amplio panorama de esta historia de los primeros tiempos de la Iglesia, como si fuera por medio de un telescopio, notando las etapas vencidas y por vencer en el desarrollo del plan divino para la extensión del Evangelio desde Jerusalén hasta los fines del mundo. Hemos notado que los capítulos 6 y 7 señalan la transición que pone fin al testimonio exclusivo de la iglesia-comunidad de Jerusalén; el huracán de fanática oposición a la predicación de Esteban, cuyo mensaje comenzó a minar el monopolio de los judíos, dio lugar a una persecución general organizada por el genio y el celo del joven rabino, Saulo de Tarso, que, a su vez, extendió el Evangelio por el testimonio de los esparcidos. En el capítulo 8, el Evangelio fue recibido por los samaritanos cismáticos como también por un magnate de Etiopía, temeroso de Dios. Soplan vientos de libertad espiritual por la tierra de Israel, pero aún no se vislumbra claramente que la consumación de la obra ha de ser la evangelización universal de los gentiles. Hemos de echar una mirada anticipada al capítulo 10, que narra la manera en que Pedro fue llevado a abrir la puerta del Reino a los gentiles en la casa de Cornelio, y notar que poco después se fundó una iglesia conjunta de convertidos judíos y gentiles en la gran ciudad de Antioquía en Siria, puente entre Oriente y Occidente. Proyectando la mirada aún más adelante, conviene tomar en cuenta que el capítulo 13 señala el principio de una obra sistemática de evangelización de los gentiles que el Señor encomendó en primer término a Bernabé y Saulo, quedando este último como el apóstol y maestro de los gentiles por excelencia.
En este extendido panorama, lleno de bendita esperanza para las naciones, hemos de situar la conversión y la comisión de Saulo, notando, antes de entrar en el detalle de este dramático acontecimiento, que él había de ser el gran instrumento, el vaso de elección, en las manos del Señor de la Iglesia y la mies, para llevar a cabo la última etapa, la de extender el testimonio de Cristo Jesús hasta los extremos de la tierra. Desde luego Dios iba preparando muchos otros instrumentos para tan vasta labor, pero había de corresponder a Pablo el "apostolado", el privilegio de recibir tanto el contenido ampliado del mensaje de vida, como el plan para ocupar el territorio señalado; al mismo tiempo había de dar a la Iglesia su "constitución" por medio de la revelación del misterio que le era encomendado (Ef 2-3) (Col 1:24-2:7) (1 Ti 1:12-17) (2 Ti 1:8-12) (Hch 26:16-20).
Unas palabras del profesor F. F. Bruce ("The Book of the Acts", pág. 209) enfocan clara luz sobre Pablo, como el "instrumento escogido" para tan magna obra: "Nos es imposible pensar cómo se habría extendido el cristianismo por el Imperio Romano aparte de la obra de Pablo. Él era por excelencia un instrumento escogido en las manos de Cristo, preparado para su gran cometido mucho antes de su conversión y, según su propia frase, apartado para él desde su nacimiento (Ga 1:15) (Ro 1:1). Había nacido "hebreo", hijo de padres hebreos, recibiendo luego la mejor formación intelectual y religiosa que podía proveer el judaísmo contemporáneo; no sólo eso, sino que heredó también una buena medida de cultura helenística, además del privilegio tan estimado de la ciudadanía romana. Cuando, a su debido tiempo, Dios "reveló a su Hijo en" Saulo de Tarso, dedicó la totalidad de esta rica herencia, juntamente con sus destacadas cualidades naturales a la gran labor de la evangelización de los gentiles. Fue colocado tardíamente en el rango de los apóstoles, pero, a pesar de ello, pudo escribir más tarde: "He trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1 Co 15:10).
Aleccionados en cuanto a la importancia del momento, pasaremos a la consideración del detalle del llamamiento de Saulo de Tarso.
El viaje de Saulo a Damasco (Hch 9:1-2)
1. Continúa la persecución
Saulo seguía "respirando amenazas y muerte contra los discípulos del Señor", recordando la expresión la embestida de los dragones fabulosos, cuya respiración era fuego mortífero que devoraba a sus víctimas. Es posible pensar que la misma violencia de su ataque contra quienes confesaban a Jesús como el Cristo tuviera una explicación psicológica, pues podría obedecer al esfuerzo de hacer callar la voz de su propia conciencia, o tranquilizar las dudas que habían empezado a formularse en los estratos más hondos de su alma, al haber oído y contemplado el testimonio fiel de gran número de los santos, en el amargo trance de su dolor y muerte. Acontecimientos como el de su conversión no se producen en un vacío psicológico y espiritual, y ya iba "dando coces contra el aguijón".
2. La autorización para la extradición de refugiados nazarenos en Damasco
A primera vista parece extraño que Saulo pudiese pedir autorización del sumo sacerdote para buscar y traer a Jerusalén a los discípulos que habían huido a Damasco, fuera de las fronteras de Israel, pero es un hecho establecido que la jurisdicción del Sanedrín y de su presidente se extendía a ciertos efectos hasta los judíos de la Diáspora, siempre que no hubiera impedimento de parte de los gobernadores romanos; constan hechos históricos del uso de estos derechos, incluso el de la extradición; o sea, la devolución de refugiados, por medio de trámites oficiales, a su nación de origen. Hubo en Damasco una colonia de judíos de más de diez mil personas, que dispondría de varias sinagogas. Los discípulos no se separaban aún de tales sinagogas, de modo que allí Saulo podría buscar los refugiados y llevarlos a la capital.
De paso podemos notar la gran antigüedad de la ciudad de Damasco, que contaba con una larga historia aun en los tiempos de Abraham, y que todavía es la capital de Siria. En los años que interesan a nuestra historia era ciudad importante de la provincia romana conjunta de Siria-Cilicia, pero, por residir allí un gran número de árabes del reino árabe nabateo, el rey Aretas ejercía cierta autoridad sobre esta colonia por medio de un etnarca, llamado por Pablo en (2 Co 11:32) "el gobernador del rey Aretas".
Sin duda Saulo presentía los perjuicios que afectarían los intereses del judaísmo si el mensaje del Nazareno, que se había proclamado con tanta potencia en Jerusalén, se extendiera por muchas de las sinagogas de la Dispersión, y por ende, la visión que le caracterizaba, unida con su infatigable energía, le impelían a cortar el mal antes de que se agravara más. Tal fue su pensamiento, pero había de aprender que existía un plan mucho más elevado y completo que el suyo, madurado ya en la Eternidad y manifestado en Cristo, que le forzaría a abandonar sus mezquinos proyectos para someterse a los designios del Omnipotente.
3. "Este Camino"
Los enemigos del Evangelio reconocían que los discípulos de Jesús seguían "un Camino" distinto de las normas del judaísmo oficial, petrificado éste en un ritual vacío y en unas tradiciones que desvirtuaban la Palabra. Es corriente que ciertas enseñanzas, que dan por resultado una manera característica de vivir y obrar, se denominen el "camino", como por ejemplo el "Tao" de la China confuciana; pero quizá hallamos en el uso del vocablo en los Hechos un eco de la gran declaración del Maestro: "Yo soy el Camino". Los cristianos hallan su Camino personificado en aquel que murió, resucitó y ascendió con el fin de abrirles la puerta del Cielo. Hallamos el mismo término en (Hch 18:26) (Hch 19:9,23) (Hch 22:4) (Hch 24:14,22).
El gran encuentro (Hch 9:3-9)
1. Lucas describe el encuentro
La historia de la conversión de Saulo se halla tres veces en los Hechos, dos en la boca del protagonista mismo (Hch 22:3-16) (Hch 26:9-19) y aquí, según la narra Lucas como historiador. Las distintas narraciones concuerdan en todo lo esencial, pero el detalle y el espacio que se dedica a las distintas fases del acontecimiento varían según la intención del relato. El hecho de no hallarse en la historia básica de nuestra porción ciertos detalles que refiere Pablo más tarde no debe echar duda sobre su autenticidad, pues sólo indica que Lucas se limita a los aspectos que interesan a esta fase de su narración. Los relatos se complementan y el cuadro total se destaca del estudio de todos ellos.
Suponemos que Saulo iría acompañado por una escolta digna de su misión y credenciales, pero es más probable que un rabino judío viajase a pie que no montado a caballo. Habían pasado por todo el valle del Jordán desde Jericó hasta las fuentes del río cerca del monte Hermón: una ruta que traería a la memoria de unos fieles israelitas muchos momentos —felices y desgraciados— de la historia de su nación. A través de pequeños estados que rodeaban la cordillera del Antilíbano y teniendo a la vista impresionantes paisajes, llegarían a la provincia de Siria. Quizá llegaron a vislumbrar las torres de Damasco, cuajadas de historia, antes de interrumpirse el viaje tan dramáticamente.
En el lugar del encuentro, Saulo se halló rodeado súbitamente de una luz brillante que vino del Cielo, y que, según su relato ante Agripa, fue más deslumbrante que el sol de mediodía: hora ésta de la visión. Pablo cayó en tierra, y de en medio de la luz oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". Sus otras referencias al suceso nos hacen saber que no sólo oyó la Voz, sino que vio al Señor en medio de la gloria celestial (1 Co 15:8). Lucas sólo nota la breve conversación: "¿Quién eres, Señor?", y la contestación: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues" con el mandato de que se levantara para entrar en la ciudad donde recibiría instrucciones más amplias. Los acompañantes de Pablo quedaron mudos de terror, percibiendo el resplandor de la luz celestial, oyendo la voz, pero sin entender quizá las palabras articuladas (Hch 22:9). Desde luego, no discernieron la Persona que hablaba, aunque es posible que entendiesen bien las respuestas de Saulo. El efecto de la visión sobre los acompañantes es parecido al que se nota en cuanto a una visión que recibió Daniel (Dn 10:7). Habiendo recibido el mandato, y retirándose el Señor, Pablo se levantó, pero sin la vista de sus ojos, de modo que hizo su entrada en Damasco cogido de la mano de alguien que le llevara a la casa donde había de hospedarse, la de Judas en la calle llamada "la derecha", que aún atraviesa toda la ciudad de Damasco.
Un rasgo de la narración de Lucas es la brevedad de la conversación entre el Señor y Saulo en el camino, y el papel preponderante de Ananías al hacer el primer contacto con Saulo, como portavoz de los términos detallados de su comisión.
2. El resplandor del Cielo (Hch 9:3)
Para Saulo, empapado de las narraciones del Antiguo Testamento, una luz más brillante que el sol a mediodía, que bajaba del Cielo, sólo pudo significar la "gloria de Jehová": la gloria que señalaba una manifestación de la Presencia divina. Su Interlocutor, pues, era Jehová, a quien había querido servir, hasta el punto de violentar todos sus sentimientos humanitarios. La declaración: "Yo soy Jesús" (Hch 9:5), señala un momento de intenso dramatismo. El Interlocutor divino, reconocido por Saulo como el Dios del Antiguo Testamento, se anuncia como Jesús, el perseguido por Pablo. En un momento de tiempo, pues, Saulo tuvo que identificar en su pensamiento y en su lealtad los dos Seres que había considerado como totalmente opuestos: Jehová, a quien adoraba y a quien anhelaba servir, y Jesús de Nazaret, a quien había considerado como un ser indigno, un Mesías impostor. No es de extrañar que perdiera la vista física durante algunos días; lo extraño es que pudiera sobrevivir a un golpe que alcanzó a lo más recóndito de su ser, destrozando en un instante todo el sistema de ideas, sentimientos, anhelos, amores y odios que había sido forjado a lo largo de los años por su gran inteligencia y fuerte personalidad, dentro del marco de su lealtad a las tradiciones de sus padres y su sincero deseo de servir a Jehová (1 Ti 1:13). La respuesta "¿Qué quieres que haga?" expresa el rendimiento de la fortaleza de su voluntad ante el Señor, quien se había dignado manifestarse a él, parándole en medio de su loca carrera de persecución. Saulo nunca volvió atrás, ni en su más íntimo pensamiento; desde aquel día del feliz Encuentro todo su vivir era Cristo, y el morir sería ganancia porque le llevaría a la presencia del Amado.
3. "Yo soy Jesús, a quien tú persigues" (Hch 9:5)
El Señor, rodeado de su gloria, se identifica plenamente con todos los miembros de su Cuerpo místico, sobre el cual el mismo Pablo había de dar enseñanzas tan preciosas en días futuros. Quien tocaba al menor de sus hermanitos, tocaba la niña del ojo de su Señor (Mt 25:40,45), de modo que Saulo había herido repetidamente al Señor a quien luego había de servir tan fielmente, siendo llamado a beber del mismo vaso amargo de sufrimientos de la mano de los compatriotas que él había presentado tantas veces a los discípulos de Jesús en Jerusalén.
4. Los días de tinieblas (Hch 9:8-9)
Pablo pasó tres días sin ver, sin comer ni beber, meditando el significado del encuentro. Su vida pasada se había hecho añicos, pero, dentro del aturdimiento del golpe, recibía consolación por medio del recuerdo del rostro de su Señor y fue fortalecido por una nueva visión que le preparó para la visita de Ananías (Hch 9:12). Sabía que el fin de lo antiguo significaba el principio de algo nuevo, prometedor de unas infinitas satisfacciones y goces, ya que el Mesías glorificado le había buscado y hallado.
La comisión del apóstol a los gentiles (Hch 9:10-19)
1. Ananías y Saulo
Por razones que hemos de considerar más abajo, el Señor resucitado no detalló los términos de la comisión de su nuevo siervo en el momento de la primera visión, sino que utilizó para completar la obra, a un hermano de Damasco, "varón piadoso según la Ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban" (Hch 22:12). Ananías no dejaba las "costumbres" de su pueblo, pero a la vez conocía íntimamente al Señor, como es evidente por los términos de su conversación con él durante la visión que le fue concedida con anterioridad a su trascendental visita a Saulo de Tarso. Recibimos la impresión de que no era la primera vez que el Señor le había concedido comunicaciones, pues al instante de oír su nombre, contesta: "Señor, heme aquí". Al recibir el mandato de acudir a Saulo, que ya oraba, expuso lo que sabía de tal hombre y de la naturaleza de la misión que le había llevado a Damasco, usando de una franqueza que nos recuerda la de Abraham al conversar con su Señor (Gn 18:23-33); pero no es una franqueza impertinente, sino la de un discípulo de limpio corazón y conciencia, acostumbrado a exponerlo todo delante del Maestro (Hch 9:10,13-14). Al reiterar el Señor sus propósitos en cuanto a Saulo, Ananías acepta la misión, y, al acercarse al ex enemigo, le saluda con cariño fraternal: "Hermano Saulo, , el Señor Jesús, que se te apareció en el camino... me ha enviado...".
2. El significado de la intervención de Ananías
Al detallar los términos de su comisión ante el rey Agripa, Pablo los englobó, dándoles su forma más completa, como si procedieran de la boca del Señor que se le apareció (Hch 26:15-20), ya que no venía al caso en aquella ocasión notar la intervención de Ananías como profeta y enviado del Señor glorificado. Frente a los judíos en los patios del Templo, sin embargo, destaca la figura de Ananías, ya que el papel que desempeñó este "varón piadoso" despertaría la simpatía de su auditorio hebreo. Lo que extraña a algunos es que hiciera falta un intermediario, o, en el caso de que fuese necesario, que el Señor hubiese escogido a este discípulo de Damasco, por otra parte desconocido, y no uno de los apóstoles. Desde luego la forma de entregarse la comisión no favorece para nada las ideas de algunos sobre la "sucesión apostólica". Podemos discernir las razones siguientes:
a) Una razón psicológica y humana: Saulo había pasado por una experiencia que puede asemejarse a un poderoso movimiento sísmico en lo más profundo de su ser. Tres días de descanso le permitiría recobrarse del "shock", y, por su meditación sobre el significado de la Manifestación del Señor, se hallaba en mejores condiciones para recibir instrucciones en cuanto a su obra futura.
b) Una razón histórica, ya que Saulo, hasta el mismo momento de la visión, había sido el caudillo y organizador del movimiento persecutorio en contra de los discípulos del Señor. Convenía, pues, que su comisión le llegara precisamente por medio de uno de los despreciados nazarenos, con los cuales él había de unirse estrechamente desde aquel momento en adelante.
c) Una razón eclesiástica: Convenía que Saulo NO recibiera su comisión de las manos de los Doce, que eran apóstoles antes que él, sino del Señor directamente, sirviéndose de un discípulo que no podía ser considerado como "fuente de autoridad apostólica". En los capítulos 1 y 2 de Gálatas Pablo se esfuerza por hacer ver la unidad de doctrina que existía entre él y los Doce, pero a la vez insiste en que el Señor le llamó por revelación especial, sin que tuviera que subir a Jerusalén hasta que así fuese conveniente por otras razones, y por revelaciones divinas. Los apóstoles que vio en Jerusalén "nada nuevo le comunicaron", aunque le dieron las diestras de compañía, expresando así su comunión en su labor como apóstol para los gentiles. Pablo fue comisionado directamente desde el Cielo para un apostolado que se refería sobre todo a la extensión del Evangelio entre los gentiles, y a la formulación de la doctrina de la gracia, que abarcaba también la administración del "misterio" de Cristo y su Iglesia. Queda patente, pues, que toda la gracia "eclesiástica" no tenía que fluir a través de Pedro según la defectuosa interpretación de (Mt 16:16-19), que forma la base del sistema romanista y de otros de tipo episcopal.
3. Los términos de la comisión (Hch 9:15-16)
Para un análisis de la comisión en su forma más completa, véase el comentario sobre (Hch 26:15-20). Es seguro que Lucas nos abrevia aquí el mensaje que recibiera Ananías para entregar a Saulo, pues sólo consta de los elementos siguientes: a) La declaración de que Saulo era un instrumento escogido (literalmente "vaso de elección"), a pesar de su peligrosa actividad anterior. b) Había de ser portaestandarte para llevar adelante el Nombre de Cristo, que es la manifestación de toda su autoridad y poder. c) Tal misión había de cumplirse en primer término con referencia a los gentiles, para quienes había de ser apóstol por excelencia (Ro 11:13) (1 Ti 2:7). d) Habían de serle proporcionadas oportunidades de testificar ante reyes, lo que se cumplió mayormente durante sus períodos de cautiverio. e) No se excluyó el testimonio ante los hijos de Israel, y veremos que nunca dejó de seguir el orden divino, "al judío primeramente y después al griego", siempre que hubiera colonias de judíos donde podía proclamar a Jesús como el Mesías. Sin embargo, su intento de testificar en Jerusalén fue rechazado con violencia, según la predicción del mismo Señor (Hch 22:18-21). f) El que había hecho sufrir a tantos santos, sería enseñado él mismo a soportar aflicciones sin cuenta al hacer prueba de su ministerio futuro.
A pesar de esta forma escueta de la comisión, los puntos antecedentes revelan todo lo esencial de la obra a la cual fue llamado Saulo. Es importante que nos fijemos en que había de seguir recibiendo revelaciones del Señor glorificado (Hch 22:16), quien había de guiarle e instruirle siempre, tanto en su labor de adalid entre los gentiles como en la entrega de la parte de la Fe apostólica que le correspondía.
4. La imposición de las manos de Ananías (Hch 9:17)
En el Apéndice sobre este tema damos nuestras razones por creer que la imposición de manos es el símbolo de identificación, lo que se ilustra bien aquí. El humilde Ananías, como hemos visto, no se hallaba en ninguna "línea de sucesión apostólica", pero sí representaba el pueblo de Dios afligido, y en aquel momento obraba como profeta y enviado del Señor de la Iglesia. La imposición de manos, con el cariñoso saludo "Saulo, hermano" señalaban el fin de la época de separación y de oposición, y el principio de otra de estrecha comunión. Ananías fue enviado para que Saulo, según el propósito del Señor, recobrara la vista y recibiera la plenitud del Espíritu Santo. El contacto de sus manos simbolizaba perfectamente el cumplimiento de su misión; fue el poder del Señor que hizo que cayesen las escamas de los ojos de Saulo, como señal externa de la nueva vista espiritual que fue otorgada, y por la autoridad del Señor recibió el Espíritu. Según la analogía de (Hch 10:44-48), la plenitud del Espíritu se habrá manifestado antes de su bautismo, y (Hch 9:17) asocia la renovada vista con aquella plenitud, notándose su bautismo (a las manos de Ananías es de suponer) como algo posterior. Más tarde Pablo había de dar lecciones magistrales sobre el simbolismo del bautismo; la formulación de tales lecciones había de esperar futuras revelaciones, pero sin duda Saulo llegó a darse cuenta muy pronto de su muerte y resurrección, su identificación con Cristo en todo cuanto significaba, apreciando las consecuencias para su vida y servicio que se desprendían de tan elevada doctrina (Ro 6:1-11) (Col 2:12).
El testimonio de Saulo en Damasco (Hch 9:19-25)
1. La predicación en las sinagogas (Hch 9:20-22)
Saulo no tuvo que esperar direcciones humanas para empezar a dar cumplimiento a su visión, bien que, como es natural, algunos años habían de pasar antes de que fuese manifiesto a todos que había sido escogido para ser apóstol en el sentido privativo de la palabra. Después de su bautismo volvió a comer, y, cobrando fuerzas físicas y espirituales, se identificó en seguida con los discípulos de Cristo en Damasco, por medio de los cuales ganaría importantes experiencias de la nueva vida cristiana. La pronta predicación de Jesús como Hijo de Dios no pudo por menos que llenar de asombro a los judíos en las sinagogas; nunca presentó las cartas credenciales del sumo sacerdote a los ancianos de los judíos, y, sin que mediara un intervalo que explicara cambio tan radical, empezó a establecer la Fe que había venido para destruir.
2. Jesús, Hijo de Dios y Mesías (Hch 9:20-22)
Al "cruzar la barrera" que antes le había impedido ver la hermosura de Cristo, el gran rabino, profundamente versado en la revelación preparatoria del Antiguo Testamento, e impresionado hasta las fibras más íntimas de su ser por su encuentro personal con el Señor celestial, pasó en seguida a una exacta comprensión de la Persona del Señor Jesucristo como Consumación de las promesas de las Escrituras. Aquí encontramos el título "Hijo de Dios" en la boca del perseguidor convertido, para quien, semanas antes, la confesión de Jesús como el Mesías había constituido pecado de blasfemia. Uniendo las declaraciones "Jesús es el Hijo de Dios"... "Jesús es el Mesías", discernimos el germen de mucho de la cristología que Pablo fue llamado a exponer en sus Epístolas redactadas entre los años 50 a 64. Seguramente citaría, durante aquellos días de sus primeras discusiones con los judíos, la sublime profecía de (Is 9:6): "Un Hijo nos es dado... y se llamará su nombre : Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz".
3. La visita a Arabia
En (Ga 1:15-17) Pablo declara que, después de la revelación recibida, no consultó con carne y sangre (es decir, con otros hombres) ni subió a Jerusalén para verse con aquellos que habían sido apóstoles antes que él, "sino que fui —dice— a Arabia y volví de nuevo a Damasco". Lucas no hace mención de este viaje a Arabia, que no necesitaba ser muy largo, ya que Damasco se hallaba en los confines de la Arabia nabatea, como hemos tenido ocasión de notar. Algunos piensan en una temprana labor de evangelización que luego motivó la antipatía del etnarca del rey Aretas, quien colaboró con los judíos en su intento de matar a Saulo (2 Co 11:32-33). Todo es posible, pero parece ser que el argumento de Pablo en (Ga 1:17) exige que comprendamos que, al no consultar con otros apóstoles, se pusiera a la disposición del Señor con el fin de recibir su guía, su iluminación y sus instrucciones lejos del vaivén de la vida de la ciudad.
Combinando los dos pasajes la solución más razonable parece ser que Saulo pasó algún tiempo con los discípulos en Damasco e inició su ministerio en las sinagogas. En un momento no determinado buscó la tranquilidad de algún lugar cercano situado en Arabia nabatea, dedicándose por lo menos principalmente a la meditación y a la recepción de nueva luz. Es de interés notar los contrastes de (2 Co 11:21-12:10), pasaje que entrelaza las grandes visiones y revelaciones que Pablo recibió del Señor con las "flaquezas" de la carne y de las circunstancias, entre las que cita el ser bajado, en una canasta, de una forma un tanto ridícula, por la muralla de Damasco. Volvió luego a Damasco, continuando en seguida las discusiones con los judíos en las que éstos salían tan mal parados que se confabularon (entre sí y con los árabes) para matarle.
4. La fuga de Damasco (Hch 9:24-25)
Poco hemos de añadir a lo que ya hemos notado al combinar las narraciones de Lucas con las de Pablo en Gálatas y en 2 Corintios. No nos extraña que Saulo empezara a sentir tan tempranamente los efectos del odio homicida de sus compatriotas al testificar por Jesucristo con eficacia y poder. Si él mismo había buscado la muerte de tantos santos anónimos en Jerusalén, ¿cómo podría escapar él, siendo, según los judíos, un renegado y, lo que era más peligroso desde el punto de vista de ellos, un controversista de primer orden, temible adversario por lo tanto del judaísmo oficial?
La frase "entonces sus discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro..." (Hch 9:25) indica que su labor en Damasco no había quedado sin fruto, puesto que algunos le consideraban ya como su padre espiritual.
Un hermano o un amigo debía de tener una casa empotrada en la misma muralla, con una ventana que daba para afuera. Las puertas de Damasco eran estrechamente vigiladas, pero nadie había pensado en la salida de Saulo por una ventana; quizá se hallaba a una altura considerable del suelo, de modo que los amigos necesitaron la canasta y unas sogas para bajarle hasta el suelo, no sin el peligro de ser avistado por algún centinela. La proyectada entrada de Saulo el perseguidor en Damasco, contrastada con su entrada como ciego, además de su huida, al ser bajado por las murallas en una canasta, constituyen hitos que jalonan las etapas de la extraña historia que convirtió al jefe religioso, enemigo del Evangelio, en el vencido por la visión del Glorificado y luego en el valiente heraldo que proclamaba el Nombre de Jesús.
Saulo en Jerusalén (Hch 9:26-30)
1. Pablo describe su visita a Jerusalén
Hemos notado en la Introducción que Lucas, tan exacto en otras materias, no se preocupa por señalar de una forma precisa la duración de las distintas épocas de su narración. "Muchos días" habían pasado antes de que se tramase el complot en Damasco contra la vida de Saulo, que es una expresión muy vaga. En (Ga 1:18) Pablo señala un período de tres años desde su conversión hasta su primera visita posterior a Jerusalén, y, según el propósito de las referencias en su contexto, enfatiza que de los apóstoles sólo había visto a Pedro (con quien permaneció quince días) y Santiago. Desde luego, "tres años", según el modo inclusive de contar, podría indicar un año entero y partes de otros dos. Pablo no determina la duración de su estancia en Jerusalén, ni dice nada acerca de sus actividades allí aparte de los quince días con Pedro, añadiendo solamente: "Después fui a las regiones de Siria y Cilicia" (Ga 1:21).
2. Los primeros contactos con la Iglesia (Hch 9:26-27)
A Lucas le interesan los primeros contactos del ex perseguidor con los santos en Jerusalén. Naturalmente, le tenían miedo en el escenario de sus crímenes de loco fanatismo, pues sería fácil —en el concepto de los discípulos— que buscara contactos con la Iglesia solamente como espía, o como agente provocador que maniobrara con el fin de empeorar la situación de los perseguidos. Fue Bernabé, "hijo de consolación", enterado exactamente del hecho de la conversión de Saulo y de su ministerio posterior en Damasco, quién se hizo responsable por él y le presentó a los apóstoles. En vista de la declaración de Pablo en (Ga 1:19) hemos de entender que los apóstoles mencionados eran Pedro y Santiago, no apareciendo otros en aquella ocasión por razones que ignoramos.
3. El testimonio frente a los helenistas de Jerusalén (Hch 9:28-29)
Saulo no pudo callar, y aun parece ser que pensaba que su testimonio sería notablemente eficaz allí donde los judíos conocían su historia como enemigo del Evangelio. No fue ello el caso, sin embargo, pues los ya endurecidos en contra del Evangelio no habían de admitir el testimonio del destacado renegado de la causa del judaísmo. Al querer continuar el testimonio de Esteban en las sinagogas de los helenistas, se iniciaron prontamente las confabulaciones con el intento de destruir tan potente enemigo. Como dijera el Señor en la visión en el Templo: "No aceptarán tu testimonio acerca de mí" (Hch 22:17-18).
4. Se inician los años en Cilicia (Hch 9:30)
Los hermanos buscaron medios para sacar a Saulo de los peligros de Jerusalén, llevándole a Cesarea, desde donde se dirigió a su provincia nativa de Cilicia. En Tarso hallaría a su familia, y es posible que entonces fuese echado de casa y desheredado por ser nazareno, siendo indigno de una familia de la aristocracia judía de la gran colonia establecida allí. En (Fil 3:8), como detalle de una breve biografía espiritual, Pablo declara: "Por amor del cual (de Cristo Jesús) lo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo", y es probable que hemos de relacionar el momento de esta pérdida total de sus bienes con su regreso a Cilicia que se nota en (Hch 9:30) y en (Ga 1:21).
Después de un período de años no fácil de precisar, Bernabé buscó a Saulo con el fin de que le ayudara en la edificación de la iglesia judaico-gentil de Antioquía en Siria, hallándole en Tarso (Hch 11:25). No podemos suponer que un hombre como Pablo estuviese en silencio durante aquel tiempo, y es probable que durante estos años escondidos por las regiones de Cilicia y Siria (una sola provincia romana) se dedicase tanto a la preparación para el cumplimiento de su misión como al testimonio en las sinagogas. Si todo lo había perdido en lo material, su oficio de hacer tiendas le proveería de lo necesario para vivir. El Señor de la mies controlaba los movimientos de su siervo. Faltaban aún algunos acontecimientos antes de que el apóstol a los gentiles fuese llamado para principiar la evangelización sistemática de las tierras que mediaban entre Siria y Roma.
Temas para meditar y recapacitar
1. Discurra sobre el encuentro entre el Señor glorificado y Saulo el perseguidor en el camino a Damasco, relacionándolo con el plan general del libro.
2. Describa el papel que desempeñó Ananías en la entrega de los términos de su comisión a Saulo. ¿Por qué fue escogido Ananías para esta labor (tres razones)?
3. Describa la vida y el testimonio de Saulo desde su bautismo hasta su salida para Tarso.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
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