En este milagro apreciamos la divinidad del Señor Jesucristo, demostrada al resucitar a un hombre que llevaba muerto cuatro días, pero también vemos con la misma claridad su perfecta humanidad cuando se conmueve y llora ante su tumba. Un milagro asombroso que nos recuerda que él es la Resurrección y la Vida.
En los Evangelios vemos al Señor Jesús sanando a los enfermos y recibiendo constantes ataques de los fariseos. Pero en este pasaje lo contemplamos en un aspecto bien distinto. Lo encontramos en la celebración de una boda. ¡Y qué bueno que fuera invitado, porque con su presencia solucionó un grave problema que ese matrimonio tenía!...
Cada vez que el Señor Jesús hacía un milagro lo hizo por un profundo sentimiento de compasión hacia las personas necesitadas. También en esta ocasión. Aquí se compadece por la situación espiritual, política, económica, social y física de aquella multitud. ¡Qué bueno que este sea nuestro Dios!
Seguramente a todos nos ha pasado más de una vez que durante algún período de nuestras vidas sólo hemos visto fracaso, pruebas y dificultades. Esa fue la experiencia de los apóstoles que se sentían desanimados después de una noche infructuosa de trabajo. Pero todo cambió al amanecer con la presencia del Señor...
Este milagro nos sirve para comprobar cómo aquellos que quieren conocer al Señor cada vez tienen una visión más clara de él, mientras que los que le rechazan, cada vez se endurecen más...
Aquel hombre enfermo, impotente y debilitado por largo tiempo, es un símbolo muy real de los efectos del pecado en la vida. Pero después de encontrarse con Jesús, el paralítico fue completamente sanado y se le capacitó para vivir una vida victoriosa sobre el pecado.
El evangelio de Juan comienza presentándonos al Señor Jesucristo en la eternidad, en la íntima comunión con el Padre. Nos habla también de su divinidad y de algunos de sus atributos: Creador, Luz y Vida. Y finalmente nos explica su triunfo sobre las tinieblas.
Después de haber tratado acerca de la divinidad del Verbo en la eternidad, el evangelista comienza a explicarnos las diferentes reacciones de las personas cuando se encarnó. A lo largo del estudio podremos comprobar que este mundo no ha cambiado tanto como a veces imaginamos.
Nos encontramos aquí con uno de los hechos más grandes del evangelio: la encarnación del Dios eterno. El evangelista nos dice que Jesucristo es el Dios Hombre en quien se hallan dos naturalezas perfectas, la divina y la humana en una sola persona indivisible para siempre.