Estudio bíblico: Peligros en los buenos tiempos - 2 Crónicas 32:27-31

Serie:   Ezequías   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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Peligros en los buenos tiempos (2 Crónicas 32:27-31)

(2 Cr 32:27-31) "Y tuvo Ezequías riquezas y gloria, muchas en gran manera; y adquirió tesoros de plata y oro, piedras preciosas, perfumes , escudos, y toda clase de joyas deseables. Asimismo hizo depósitos para las rentas del grano, del vino, y del aceite; establos para toda clase de bestias, y apriscos para los ganados. Adquirió también ciudades, y hatos de ovejas y de vacas en gran abundancia; porque Dios le había dado muchas riquezas. Este Ezequías cubrió los manantiales de Gihón la de arriba, y condujo el agua hacia el occidente de la ciudad de David. Y fue prosperado Ezequías en todo lo que hizo. Mas en lo referente a los mensajeros de los príncipes de Babilonia, que enviaron a él para saber del prodigio que había acontecido en el país, Dios lo dejó, para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón."
(Is 39:1-2) "En aquel tiempo Merodac-baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y presentes a Ezequías; porque supo que había estado enfermo, y que había convalecido. Y se regocijó con ellos Ezequías, y les mostró la casa de su tesoro, plata y oro, especias, ungüentos preciosos, toda su casa de armas, y todo lo que se hallaba en sus tesoros; no hubo cosa en su casa y en todos sus dominios, que Ezequías no les mostrase."
La destrucción inesperada de las fuerzas armadas asirias, que hasta entonces se habían considerado invencibles, fue una noticia que se propagó como un reguero de pólvora. Los judíos temerosos de Dios expresaron su agradecimiento y gozo "trayendo a Jerusalén ofrenda a Jehová, y ricos presentes a Ezequías rey de Judá" (2 Cr 32:23), mientras que los pueblos paganos, que no reconocieron la mano de Dios en la aniquilación de los asirios, colmaron a Ezequías con toda clase de honras y elogios.
El breve comentario del cronista: "y fue muy engrandecido delante de todas las naciones" (2 Cr 32:23), deja entrever las serpientes venenosas que se escondían detrás de los laureles recibidos.
Después de los meses que estuvieron cercados, y la escasez y necesidad que esto conllevó, ahora sobrevino la abundancia para Ezequías y su pueblo. Habiendo él despojado hacía muy poco el templo y su propia casa del oro y de la plata para entregárselo a los asirios (2 R 18:14-16), empobreciendo con ello a Jerusalén, ahora tenía que hacer depósitos para almacenar las riquezas y la abundancia repentina de oro, plata y piedras preciosas.
Además fue necesario edificar depósitos para la cantidad de alimentos, establos para los ganados y casas para las muchas personas que ahora venían a Judá. Osea, un milagro económico mucho mayor que el milagro económico que vivió Alemania después de la Segunda Guerra Mundial.
"Y tuvo Ezequías riquezas y gloria..."
"Dios le había dado muchas riquezas."
"Y fue prosperado Ezequías en todo lo que hizo."

El peligro de las riquezas

Es sabido que para el hombre no hay peor cosa que un período de abundancia, y los creyentes no están exceptuados de esto.
En el (Sal 62:11), el rey David nos dejó el siguiente sabio consejo: "Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas". Y una generación después, Agur oró: "...No me des pobreza ni riquezas" (Pr 30:7-8).
Nuestro Señor Jesucristo avisó repetidas veces del "engaño de las riquezas" (Mt 13:22) y el apóstol Pablo le dijo a Timoteo que "la piedad acompañada de contentamiento" era una ganancia que valía la pena (1 Ti 6:6).
Juan Wesley (1703-1791), habiendo reconocido claramente el peligro del dinero para su vida, dijo: "El dinero nunca se queda conmigo, me quemaría, si se quedara. Lo echo de mí lo más rápido posible, para que no pueda entrar a mi corazón"
Y William MacDonald, quien ha reflexionado y escrito mucho sobre el dinero y las posesiones, opina: "La avaricia no es lógica. Nos esforzamos por recibir cosas, que no necesitamos, para impresionar a personas que no queremos".

El pecado del orgullo

Aunque en este punto no es fácil reconstruir el orden histórico de los acontecimientos en la vida de Ezequías, parece ser, sin embargo, que la honra y las riquezas recibidas se le subieron a la cabeza, tal como parecen indicar estas palabras: "Mas Ezequías no correspondió al bien que le había sido hecho, sino que se enalteció su corazón" (2 Cr 32:25).
Qué razón tenía un cierto puritano inglés cuando oró: "¿Soy rico? ¡Qué pronto me enaltezco! Sabes, que todo esto son trampas, por haber tanta corrupción en mí, siendo yo mismo la mayor trampa para mí mismo".
C. H. Spurgeon lo expresó así con su lenguaje tan gráfico: "Ezequías gozó de la bendición, pero no se humilló ante el Dador. Pensó en el fruto, pero se olvidó del árbol. Bebió de la corriente, pero no pensó en la fuente. Sus campos bebieron el roció, pero no fue lo suficientemente agradecido al cielo de donde cae el rocío. Robó la madera del altar del amor y lo quemó sobre la estufa del orgullo".

La terapia de Dios

¿Cómo nos trata Dios, cuando todos los bienes y bendiciones que recibimos de Él no producen en nosotros una actitud de humildad y agradecimiento?
Nuestro Señor tiene un remedio efectivo para poner nuestra cabeza otra vez en su sitio y librarnos de todo orgullo, engreimiento y altivez. Este medicamento es amargo, pero es capaz de curar a fondo:
"Mas en lo referente a los mensajeros de los príncipes de Babilonia, Dios lo dejó, para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón" (2 Cr 32:31).
Cuando las bendiciones y muestras inmerecidas de la gracia de Dios dan lugar a que no demos a Dios la gloria, atribuyéndolas a nuestra fidelidad, obediencia y supuesta madurez espiritual, entonces muchas veces al Señor sólo le queda un remedio para llevarnos a una evaluación sana de nuestra persona y a una sobriedad necesaria: Se retira de nosotros por algún tiempo, de modo que estamos entregados a nosotros mismos y a nuestra naturaleza envilecida.
Para nosotros no es difícil citar (Ro 7:18) y aceptar la doctrina del Nuevo Testamento sobre nuestra propia corrupción, y defenderla incluso. Pero otra cosa es estar profundamente convencido por propia experiencia de que en nosotros "no mora el bien". Si esto realmente fuera así, entonces la presunción y la arrogancia no podría extenderse en nuestra propia vida, ni tampoco en nuestras iglesias.
Si en verdad creemos ser algo "no siendo nada" (Ga 6:3), el Señor tiene que retirarnos su gracia y protección por algún tiempo, para que por propia experiencia echemos un vistazo al abismo de nuestra corrupción y reconozcamos como Ezequías lo que está "en nuestro corazón".
Siempre y en cualquier lugar somos capaces de cometer todo pecado, si Dios nos deja por un momento.
Spurgeon dio en el clavo cuando escribió: "En los mejores creyentes hay suficiente pecado para hacer de él el peor transgresor si Dios le abandonara. Uno que se conocía a sí mismo muy poco, escribió que estaba tan lleno de Cristo que no había lugar para el diablo; pero a mí me pareció verle asomar en esas palabras tan blasonadoras. Queridos hermanos, espero que no sea necesario que Dios nos enseñe nuestra vanidad de la misma manera que se la enseñó a Ezequías... Probablemente no hay otra manera de enseñarnos tan a fondo la maldad de nuestro corazón, como cuando quedamos entregados a sus puñaladas. Quizás no reconozcamos nunca nuestra necedad, hasta que nos sea concedido actuar como necios, pero ¡que el Señor nos guarde, para que esto no tenga que ocurrir! ¡Es mejor aprender con el dolor que con el pecado! Es mejor estar en el calabozo de Dios que darse la gran vida en el palacio del diablo".
Ya hemos mencionado cómo Dios pudo utilizar a Jorge Whitefield (1714-1770) tan extraordinariamente para bendición y salvación de multitudes de personas en Inglaterra y América. Pero quizá debamos buscar el motivo en su juventud, cuando reconoció muy profundamente los abismos de su propio corazón, lo cual se le quedó grabado de forma duradera. Siendo un evangelista de 25 años de edad, durante su viaje a América escribió en su diario: "A Dios le ha agradado mostrarme un poco lo desechable que soy ... Más y más he tenido que reconocer lo corrupto que soy... Un misterio de iniquidad, que había anidado en mi corazón, me ha sido desvelado... Estoy ciego, lleno de orgullo y amor propio..."
En otro lugar escribió lo siguiente: "Fui extremamente agobiado por sentir los pecados que he cometido, y por lo torcido de mi naturaleza; pero después irrumpió el conocimiento de la libertad de la gracia divina y Su amor eterno con tanta luz y poder en mi alma, que mi lengua me negó su servicio y caí delante de Dios en adoración muda..."

¡Saludos de Babilonia!

Evidentemente ya se había corrido la voz del milagro de la curación de Ezequías aún más allá de las fronteras del país. Añadido a ello habrá sido un tema de gran interés, y un enigma en Babilonia, el milagro del reloj de sol (2 R 20:11). Sea como fuera, la razón principal por la que el rey de Babilonia, Merodac-baladán, de repente empezó a interesarse por Ezequías y el pequeño país de Judá, fue la victoria increíble sobre los asirios. Por eso envió a sus diplomáticos con una carta y un regalo a Jerusalén.
Las felicitaciones cordiales por la convalecencia del rey fueron, por supuesto, un hábil pretexto para indagar sobre Ezequías, su poder, su riqueza y el secreto de su victoria sobre la potencia mundial de Asiria. Pues, la Babilonia floreciente acababa de liberarse del dominio de los asirios y necesitaba aliados, y quizá también las riquezas enigmáticamente grandes en las cámaras del tesoro del rey de Judá.
No es muy probable que tales diplomáticos de tan alto nivel aparecieran de repente e inesperadamente con su séquito delante de Ezequías. Los servicios secretos del rey hace tiempo que tenían a estos hombres en el punto de mira, de modo que habrían preparado a Ezequías para esta visita sin aviso previo.
Pero su reacción ante la llegada de los babilonios muestra que Dios le había dejado. En lugar de consultar al profeta Isaías y entrar con él en la presencia de Dios, como lo había hecho anteriormente para pedir de Dios sabiduría y dirección, aquí se pone de manifiesto su ingenuidad e incapacidad de reconocer el peligro amenazador para su país.
Las riquezas y los honores aparentemente habían robado el sano juicio de Ezequías. Su temor de Dios ausente en ese momento le cegó para no ver las "minas" escondidas que el enemigo pudo colocar tan hábilmente y sin impedimentos.

¡Entusiasmo y alegría en la corte real!

En (Is 39:2) leemos la primera reacción de Ezequías al llegar los enviados de Babilonia: "Y se regocijó Ezequías..."
¡Qué honor, recibir visita de tan alto rango y de tan lejos! A Ezequías, tan halagado, no le saltó la alarma al oír la procedencia de los diplomáticos: "¡Babilonia!"
¿No conocía los juicios de Dios que Isaías había profetizado sobre Babilonia (ver Isaías 13)? Bien que Babilonia en ese momento no representaba la potencia mundial a la que ascendió después bajo Nabucodonosor, no obstante, "Babilonia", desde hacía generaciones, era para todo israelita sinónimo de orgullo, arrogancia y glorificación del hombre.
¡Qué oportunidad tuvo Ezequías para dar humildemente testimonio del Dios de Israel, de su grandeza, gloria y poder! Así hubiera dado importantes y nuevas informaciones a los diplomáticos babilónicos para que lo contaran en su patria.
Pero lamentablemente Ezequías fracasó. Se "regocijó", no porque la visita le diera la oportunidad de testificar de la salvación y la ayuda por medio del Dios de Israel, sino porque le permitió ensalzar su propia persona, como veremos en el último capítulo.
Qué necesario es tomarnos muy en serio la oración de Spurgeon: "¡Guárdame en todos mis caminos! ¡Guárdame en el valle, para que no murmure por mi baja condición! ¡Guárdame en la cumbre para que no me maree por el orgullo de estar tan enaltecido! ¡Guárdame en la juventud, cuando las pasiones son fuertes! ¡Guárdame en la vejez cuando me creo ser muy sabio, siendo un necio mayor que los mismos jóvenes! ¡Guárdame cuando esté en el lecho de la muerte, para que no te niegue al final! ¡Guárdame en la vida, guárdame en la muerte, guárdame en el trabajo, guárdame en el sufrimiento, guárdame en la lucha, guárdame en el reposo, guárdame en todo lugar, porque te necesito en todas partes, oh mi Dios!"
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