Estudio bíblico de Miqueas 2:2-11
Miqueas 2:2 - 11
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por el libro del profeta Miqueas. Estamos en el capítulo 2, que iniciamos en nuestro programa anterior, y habíamos comenzado a ver lo que este capítulo nos decía en el versículo uno. Éste es el segundo mensaje del profeta, y él describe los pecados de manera específica. Como vimos en el programa anterior, los hombres malos se acostaban allí en sus camas por la noche, no sólo cometiendo graves pecados, sino que planeaban y tramaban las maldades del día siguiente. Tanto de día como de noche, practicaban el mal, eso los caracterizaba.
Miqueas dijo de ellos que eran capaces de practicar tanta maldad porque "tienen en su mano el poder". (Miqueas 2:1). Dios podría haber intervenido para frenar tanta injusticia y maldad, pero no lo hizo. Él permitió que el mal siguiera su curso. El cuadro que el profeta describió en esta sección es terrible.
Amigo oyente, la verdad es que estamos convencidos de que si una persona vive de espaldas a Dios, alejada y rebelde a las leyes de Dios, esa persona no podrá llevar una vida tranquila y en paz con sus semejantes. El corazón humano que no ha experimentado el poder transformador del amor y del perdón de Dios, es y será egoísta, y siempre buscará su propia satisfacción. Somos pecadores por naturaleza, estamos espiritualmente muertos en nuestros delitos y pecados; es decir, muertos para con Dios y las cosas de Dios.
En el versículo 2 de este capítulo 2 de Miqueas, el profeta fue muy específico cuando dijo: "Codician las heredades, y las roban". Es decir, aquí se presentan dos pecados: la codicia y la violencia. Veamos lo que dice en su totalidad este versículo 2:
"Codician las heredades, y las roban; y casas, y las toman; oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad."
Estas personas codiciaban las heredades, las posesiones de los demás, y las toman violentamente. Tenemos un ejemplo en la historia de Israel, protagonizada por el rey Acab y la reina Jezabel. Usted recordará que el rey Acab codiciaba una viña, propiedad de un hombre llamado Nabot. Acab era como un niño malcriado, que todo lo que veía y que despertaba su deseo de poseerlo, lo quería de inmediato. Fue su esposa, la reina Jezabel, cuya maldad quedó también registrada, quiso complacer a su esposo. Actuó inmediatamente para obtener esa viña a cualquier precio. Simplemente decidieron eliminar a Nabot, asesinándolo a traición. Pues bien, éste sólo es un ejemplo de la mentalidad y el proceder de aquellos que estaban encabezando el gobierno en los tiempos del profeta Miqueas. Con estos ejemplos de corrupción y maldad, el pueblo comenzó a practicar la misma moralidad de sus gobernantes. Los ricos se apoderaban de los campos y propiedades ajenas, porque tenían el dinero y el poder para hacerlo.
En la actualidad, y con frecuencia, el pequeño comerciante no tiene mucha oportunidad de avanzar en la sociedad y cultura contemporánea que hemos producido. Las oportunidades suelen estar bajo el control de grandes corporaciones, y compañías. En el pueblo de Israel se había difundido el gran pecado de la codicia.
No podemos nunca comprender a una persona que llega a tener varios millones de euros, o de dólares, y permaneciendo aún insatisfechas siempre quieren tener un poco más. Parece que cuando se obtiene un millón, se quiere llegar al segundo millón, y así sucesivamente, en un proceso que no termina, porque el ser humano es insaciable. Bueno, esas personas no pueden saciarse comiendo más, durmiendo más; divirtiéndose más, ni bebiendo más, ni dejándose controlar por las drogas. Hay un dicho antiguo que dice, que el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre. Ésa es la historia de la humanidad. Y Miqueas estaba hablando de una situación como la que estamos considerando.
Usted habrá notado que este versículo dice que la gente se apoderaba de las propiedades ajenas. Pues Dios no sólo le dio esa tierra a la nación de Israel y los situó allí, sino que le dio a cada tribu una sección concreta de la tierra. A cada persona le dio una heredad en la tribu de la cual él formaba parte, y esa era su heredad. Dios mencionó ciertas leyes para que esa persona no la perdiera para siempre. Porque se enseñaba que cada jubileo, es decir cada 50 años, la hipoteca sobre la heredad era cancelada, y cada propiedad era devuelta a su dueño original. Pero debemos recalcar que hay muchos años en un jubileo, 50 años. Así es que si uno perdía su propiedad, digamos 2 años después del jubileo, entonces tendría que esperar 48 años para recuperar su casa o propiedad otra vez. Y uno puede padecer mucha hambre en ese lapso de tiempo, y eso es lo que Dios estaba condenando aquí. Ellos, los ricos, se estaban aprovechando, aunque Él había hecho una ley para proteger a los pobres. Esta gente siempre encontraba la forma de quebrantar o evitar cumplir con esa ley. Ahora, en el versículo 3 de este capítulo 2, dijo Miqueas:
"Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí, yo pienso contra esta familia un mal del cual no sacaréis vuestros cuellos, ni andaréis erguidos; porque el tiempo será malo."
Este versículo es bastante interesante. Dios dijo: "Yo los condeno porque ustedes pueden acostarse allí en sus camas y maquinar cómo hacer el mal". Y después Dios dijo: "Yo voy a maquinar el mal contra ustedes". Ahora, ¿qué es lo que Él quiso decir con esto? ¿Iba Dios a causarles un mal? ¡Por supuesto que no, amigo oyente! Dios no iba a hacer el mal desde Su propio punto de vista, el cual es el punto de vista correcto. Pero sí sería un mal desde el punto de vista de ellos. Porque Dios se proponía castigarles. Y a ellos, no les iba a gustar esa experiencia. Por ello, iban a llamar a lo que les sucediera, un mal.
Podemos escuchar a gente, aun a los creyentes, criticar a Dios por permitir que ciertas cosas sucedan. En otras palabras, lo que estaba el pueblo diciendo era que Dios está haciendo el mal. Bueno, volviendo a nuestra realidad actual, Dios nos lo explicaría de la siguiente manera: "Yo voy a hacer el mal, desde vuestro punto de vista. Si queréis continuar pecando, yo voy a deteneros. Yo voy a juzgaros por esto". A nivel personal cada uno podrá decir que esta experiencia es mala, y hay muchas personas que suelen decir: "¿Por qué permite Dios que suceda esto a nuestra nación, o a nosotros, o a mi? Somos personas buenas. Hemos hecho esto y aquello, y siempre hacemos el bien a los demás. Ayudamos a los necesitados. ¿Por qué pues, permite Dios que esto suceda?" Amigo oyente, desde su propio punto de vista, o podríamos decir, desde el punto de vista de muchas personas en el presente, podría parecer que Dios está haciendo el mal. Pero Él no está actuando mal. En realidad, siempre juzga al pecado. Dice: "Voy a juzgarles, voy a castigarlos."
Y Él dijo: "He aquí, yo pienso contra esta familia un mal del cual no sacaréis vuestros cuellos". Es decir, que Dios tenía la intención de colocar alrededor de sus cuellos las cadenas de la esclavitud. Los hijos de Israel fueron llevados prisioneros a Asiria, una de las naciones más brutales que hayan existido en la superficie de esta tierra; y fueron llevados con cadenas. Y Dios dijo: "Ni andaréis erguidos, porque el tiempo será malo". Por cierto, estas personas eran muy orgullosas.
En nuestro tiempo hay naciones que son muy orgullosas, y tendrán que rendir cuentas ante Dios por esa actitud. Ésa es la filosofía que presenta aquí el profeta Miqueas. Él estaba hablando aquí del carácter de los hombres de su tiempo, y ¿qué diremos de los hombres de nuestro tiempo? El profeta nos estaba hablando de una manera muy franca, por cierto, y continuó diciendo ahora en el versículo 4 de este capítulo 2 de Miqueas:
"En aquel tiempo levantarán sobre vosotros refrán, y se hará endecha de lamentación, diciendo: Del todo fuimos destruidos; él ha cambiado la porción de mi pueblo. ¡Cómo nos quitó nuestros campos! Los dio y los repartió a otros."
Es decir, que se aproximaba una gran confusión y gran lamento, un lamento muy triste. Esta expresión que tenemos aquí, "y se hará endecha de lamentación" es algo bastante fuera de lo común en el idioma hebreo. Tenemos nuestras dudas de que se pueda expresar exactamente en nuestro propio idioma lo que Miqueas estaba diciendo. Pero sí, nos reveló cuán trágico era lo que estaba ocurriendo. La gente era muy pesimista. Parecía no tener ya ninguna esperanza. Ellos estaban diciendo: "Del todo fuimos destruidos". Y así era, porque Asiria ya estaba haciendo incursiones en esa tierra. La realidad fue que, cuando ellos llegaron finalmente, marcharon hacia las propias puertas de Jerusalén, hubo quienes dijeron: "Bueno, Jerusalén ya estaba en pecado entonces. ¿Por qué no lo envió Dios al cautiverio?" La verdad, amigo oyente, es que yo nunca he podido llegar a comprender bien las formas de obrar de Dios, porque en el capítulo 12 del libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando Herodes arrestó a Jacobo, le dio muerte. Arrestó a Simón Pedro en la misma ocasión, pero él salió libre. Bueno, ¿por qué permitió Dios esto? En el libro de Epístola a los Hebreos, también leemos que algunos pudieron evitar ser muertos por la espada, mientras que otros fueron muertos. Por ejemplo, leemos en Hebreos, capítulo 11, versículo 37: "Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada". Y luego en el versículo 34, de ese mismo capítulo 11 de Hebreos, dice: "Apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada". Bueno, estas personas obraron por la fe. Y Dios permite que las cosas ocurran de esta manera. Él está logrando Su propósito, usted puede estar seguro de ello. Volviendo ahora al caso del pueblo de Israel, nos damos cuenta que ellos estaban apartándose de Dios. Y al estar apartándose de Dios, estaban siendo destruidos completamente. Y esto ocurría en el reino del norte. Sin embargo, en el reino del sur y bajo el reinado de Ezequías, tuvo lugar una renovación espiritual y en muy poco tiempo después de que Miqueas escribiera estas palabras. Esto explica la razón por la cual Dios les dio a ellos unos cuantos días más de gracia. Bien, sigamos adelante. En el versículo 5 de este capítulo 2 de Miqueas, leemos:
"Por tanto, no habrá quien a suerte reparta heredades en la congregación de Jehová."
Es decir, que no habría allí más adoración de Dios. Y luego, en los versículos 6 y 7, leemos:
"No profeticéis, dicen a los que profetizan; no les profeticen, porque no les alcanzará vergüenza. Tú que te dices casa de Jacob, ¿se ha acortado el Espíritu de Jehová? ¿Son estas sus obras? ¿No hacen mis palabras bien al que camina rectamente?"
Esto es algo bastante interesante. Este era un momento en el que Dios iba a interrumpir la corriente del Espíritu de profecía. ¿Por qué? Porque la gente no Le escuchaba. Como consecuencia esto produciría una gran hambre por la Palabra de Dios. Pero lo importante en estos versículos es lo siguiente: el Señor aquí respondió declarando que Él también estaba maquinando lo que para ellos sería un mal. Y lo que ellos llamaban mal, en realidad lo sería, porque Dios los iba a castigar. En nuestro tiempo, la Palabra de Dios será recibida por personas que le obedezcan, y será rechazada por aquellos que no la obedezcan. Y aunque estas palabras sean severas, el pueblo de Dios las obedecerá. El pueblo de Dios las aceptará. Y el pueblo de Dios, en este instante, de la manera en que estamos tratando este pasaje de las Escrituras, estamos seguros que puede decir que este mensaje de juicio no es algo muy apetecible, que este mensaje no es como el del Salmo 23, ni tampoco como el capítulo 14 del evangelio según San Juan, pero este capítulo que estamos estudiando se encuentra en la Palabra de Dios. Y en cuanto a Dios se refiere, Él le da tanta importancia como a los demás capítulos de la Biblia. En realidad, debemos destacar que Él no puso este mensaje en el Salmo 23, ni tampoco en el capítulo 14 del evangelio según San Juan, sino que lo colocó aquí en los capítulos 1 y 2 de Miqueas, para que usted y yo pudiéramos recibirlo en un contexto histórico de pecado y desobediencia. Pero hoy, el pueblo de Dios lo acepta. Por supuesto, lo acepta porque Dios lo dice, y ellos responden a Su Palabra. Y a causa de esta actitud, Dios los consuela, Dios los guía, y Dios los bendice. Ahora, el versículo 8 de este capítulo 2 de Miqueas, dice:
"El que ayer era mi pueblo, se ha levantado como enemigo; de sobre el vestido quitasteis las capas atrevidamente a los que pasaban, como adversarios de guerra."
Dios dijo entonces: "Vosotros sois mi pueblo, pero ahora sois mis enemigos". Y una de las causas de este castigo era la forma en que estaban tratando a los pobres. Dios siempre estuvo del lado de los pobres. Por causa de esta situación Él tenía que imponer su justicia. Amigo oyente, Él dijo: "de sobre el vestido quitasteis las capas atrevidamente a los que pasaban". Esto puede ser una referencia a lo que ellos usaban para cubrirse cuando dormían. Así es que puede decirse que les estaban arrebatando sus derechos a descansar debidamente. Ésta fue una de las maneras que usaban para robar a los pobres, y el versículo 9 dice:
"A las mujeres de mi pueblo echasteis fuera de las casas que eran su delicia; a sus niños quitasteis mi perpetua alabanza."
Pensamos que aquí ellos estaban agravando el problema de un pueblo que vivía en una miseria extrema, y Dios no les permitía que arrojaran los muebles a la calle, especialmente los de una viuda. Y este versículo 9 termina diciéndonos: "a sus niños quitasteis mi perpetua alabanza". Dios está diciendo que estos niños iban a crecer despreciándole, iban a crecer en rebelión contra Él. Y por cierto, esta situación está ocurriendo en nuestros días. Quizá Dios nos haya estado hablando en muchas formas diferentes. Pensamos que la rebelión de la juventud fue permitida por Dios para tratar de sacudirnos y despertarnos de nuestro letargo. Pero, debemos decir que lamentablemente no ha dado mucho resultado. Luego, en el versículo 10, leemos:
"Levantaos y andad, porque no es este el lugar de reposo, pues está contaminado, corrompido grandemente."
Lo que ellos decían aquí era que estaban tratando de resolver sus propios problemas y luego descansar sin estar en paz con Dios. Ellos estaban tratando de solucionar sus problemas sin la ayuda de Dios, y como resultado, no conseguían lo que pretendían. Ahora, en el versículo 11, leemos:
"Si alguno andando con espíritu de falsedad mintiere diciendo: Yo te profetizaré de vino y de sidra; este tal será el profeta de este pueblo."
Aquí leemos un comentario caracterizado por un sarcasmo mordaz. Dios dijo que la clase de profetas que ellos querían tener eran aquellos que podían aprobar el pecado. Y hablando francamente, amigo oyente, en nuestro programa no tratamos de decir las cosas que le puedan agradar o consolar, a menos que lo afirme la Palabra de Dios. Y cuando la Biblia habla de juicio, nosotros también lo mencionamos. Y eso es lo que tenemos en este pasaje. Sabemos que hablar de juicio y castigo no es muy popular. Hay muchas personas, que no quieren escuchar a nadie que hable de la profecía cuando ésta habla de que hay un castigo futuro para aquellos que permanezcan rebeldes ante Dios.
Pero, amigo oyente, si nosotros amamos al Señor, vamos a obedecer Sus mandamientos. Los profetas que en aquellos días sólo buscaban la popularidad no estaban condenando los pecados del pueblo de Israel. Tales profetas estaban diciendo cosas buenas, populares, y anunciando un futuro prometedor para agradar a la gente. Pero no estaban denunciando los pecados del pueblo.
En nuestro próximo programa, vamos a considerar un pasaje muy destacado. Es breve, pero es una de esas declaraciones que despiden un rayo de luz sobre cada uno de estos capítulos, en los cuales estamos examinando el lado oscuro del pueblo de aquella época. Pero después, vemos que se nos presentan destellos de luz que iluminan la totalidad de esta obra. Esto lo vamos a comprobar a partir de nuestro próximo programa.
Mientras tanto, le sugerimos leer el resto de este capítulo 2 de la profecía de Miqueas que estamos estudiando. De esta forma estará usted al tanto de lo que consideraremos en nuestro próximo encuentro.
Confiamos en que usted volverá a acompañarnos en este extenso viaje que estamos realizando "A través de la Biblia". Amigo oyente, es nuestra oración ¡que Dios le guíe y bendiga al estudiar Su Palabra!
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