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Estudio bíblico de Hageo 1:1-4

Hageo 1:1-3

Continuamos hoy, amigo oyente, el recorrido que iniciamos en nuestro programa anterior por este breve libro de Hageo, y como dijimos al principio, usted va a encontrar que este es un libro diferente a cualquiera de los otros que hemos estudiado, y que han sido escritos por los profetas. Hageo le dio mucho énfasis a la Palabra del Señor. Vamos a leer el versículo 1 que ya leímos anteriormente, de este capítulo 1 de Hageo, que dice:

"En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo"

En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes. El profeta nos dio la fecha precisa de esta profecía, que fue el 1 de Septiembre del año 520 AC, en el calendario judío. Este libro del profeta Hageo nos facilita su comprensión al comentar esas fechas exactas. Como mencionamos en la introducción, las fechas están relacionadas con el gobernante no judío llamado Darío. Las fechas no estaban relacionadas con el rey de Israel o de Judea porque Hageo las escribió durante "el tiempo de los Gentiles"(o de las naciones), que comenzó con la cautividad en Babilonia y continúa hasta el día de hoy. El Señor Jesucristo dijo, siglos más tarde, y hablando sobre los israelitas: "Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan".

Hageo continuó y escribió: Vino palabra del Señor por medio del profeta Hageo. A medida que estudiemos este breve libro nos encontraremos reiteradamente con esta frase que hace referencia a la Palabra de Dios. Hageo aclaró y explicó que él no comunicaba sus propios pensamientos si no que anunciaba la Palabra de Dios para su pueblo.

Vino palabra del Señor por medio del profeta Hageo a Zorobabel, hijo de Salatiel. El nombre Zorobabel significa "sembrado en Babilonia". Zorobabel nació en la cautividad, en Babilonia. Su nombre no era hebreo sino pagano. Él pertenecía al linaje de David, el nieto de Joacim (1 Crónicas 3:17, 19), y fue nombrado por Ciro como gobernador de Judea (Esdras 5:14).

Y continuó Hageo: Hijo de Salatiel, gobernador de Judá y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote. Josadac era el Sumo Sacerdote durante el tiempo de la invasión babilónica (1 Crónicas 6:15). Éste sacerdote era el personaje religioso más relevante, y como podemos observar, Dios envío su mensaje primeramente a los líderes, a los gobernantes civiles y a los religiosos.

Cuando los Israelitas por fin regresaron de la cautividad en Babilonia a su propia tierra, regresaron con gran entusiasmo, con grandes planes para reedificar el templo. Pero se encontraron con obstáculos gigantes que requerían esfuerzos y sacrificios enormes. Después de haber sufrido ese tiempo de privación, de arduo y esforzado trabajo, el pueblo comenzó a sentirse muy desanimado al intentar reedificar el templo. Las dificultades aumentaban y parecían insalvables. Por lo tanto, comenzaron a analizar y racionalizar su situación hasta decidir que no era el tiempo de reedificación. En otras palabras, el pueblo judío trató de consolarse pensando que por las dificultades que enfrentaban, evidentemente no era Dios quien deseaba que realizasen esa tarea. Había llegado a colocar los fundamentos del templo, pero la oposición de los Samaritanos era tan fuerte que simplemente pararon todas las obras con la siguiente excusa "bueno, todavía no ha llegado el tiempo apropiado". Continuemos nuestra lectura con el versículo 2 de este primer capítulo del libro del profeta Hageo:

"Así ha hablado el Señor de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa del Señor sea reedificada."

Si usted lee el libro de Nehemías, verá que cuando los israelitas estaban reconstruyendo las murallas de Jerusalén, se enfrentaron con una oposición tremenda. Bueno, pues ellos tuvieron la misma clase de oposición cuando se encontraban reedificando el templo, hasta tal extremo que el pueblo llegó a pensar que ese no era el tiempo ni el momento adecuado para emprender esta gran tarea.

Observemos que Dios dijo: Este pueblo dice. Generalmente Dios se refería a Su pueblo como Mi pueblo, pero en esta ocasión no lo hizo así. Con este cambio de actitud El quiso dar a entender que El desconocía a aquella gente, que no se estaban comportando como si fueran Su pueblo, y que estaba disgustado con ellos. Estaban viviendo fuera de la esfera de Su Voluntad, y estaban encubriendo su desobediencia con una excusa que pretendía ser piadosa, diciendo que ese no era el momento conveniente para reedificar la casa del Señor.

Lo que el profeta Hageo iba a comunicarles indudablemente les molestaría. Iba a colocar el bisturí divino en la llaga, en ese lugar sensible en el cual El tocó sus vidas, así como toca hoy la Palabra de Dios las vidas de muchos creyentes. ¿Por casualidad no habrá usted oído decir a algún creyente que ha abandonado una tarea o que desistió de ir a un determinado lugar porque no era la voluntad de Dios? Generalmente algunos creyentes alegan que el Señor los guió a hacer alguna otra cosa que no habían previsto hacer. Algunas veces este tipo de razonamiento oculta una excusa que cubre muchas omisiones y abandono de responsabilidades. De esta manera resulta fácil evadirse de realizar cierta tarea cuando al realizarla aparecen dificultades. En algunos proyectos, a veces, algunos comienzan a racionalizar la situación, llegando a la conclusión de que son partidarios de no hacer nada, y que tanto el esfuerzo como el dinero deberían invertirse de otra manera. En el relato Bíblico que nos ocupa, cuando el pueblo comenzó a reedificar el templo y los trabajos se complicaron, llegando a ser muy arduos, lo primero que se les ocurrió decir fue: "este no es tiempo del Señor para llevar a cabo esta reedificación."

El pueblo al cual se estaba dirigiendo el profeta Hageo racionalizó la situación de la misma manera. Fue como si Dios hubiera quitado el vendaje para dejar al descubierto la llaga que allí se encontraba. Y usted puede estar seguro de que dicho vendaje no era una de esas tiritas que se despegan fácilmente de una herida, sin causar dolor. Él lo arrancó de la herida, y les debió doler mucho.

Ahora, aquí tenemos el mensaje número 1, entregado el 1 de Septiembre del año 520 A.C. (en el orden en el que lo incluimos en nuestro Bosquejo General, presentado en nuestro programa anterior.) Escuchemos lo que el profeta les respondió aquí en los versículos 3 y 4:

"Entonces vino palabra del Señor por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta?"

Todos los miembros de este pueblo que habían dicho que aquel no era el momento para reedificar la casa del Señor, habían construido sus propias casas. O sea, que para sus propias necesidades de vivienda, sí, era el momento de construir. Y además, el Señor destacó que sus casas eran artesonadas, es decir, que estaban hermosamente decoradas, y que ofrecían un aspecto lujoso. Así que durante 15 años, mientras estaban edificando sus cómodas y bien construidas casas, la casa del Señor había permanecido en ruinas. El contraste era demasiado evidente, pero a aquel pueblo debió parecerle la cosa más natural.

Lo que aquí nos resulta sorprendente leer acerca de aquella paradójica situación, es algo bastante generalizado en la actualidad. Hay personas que se comprometen a realizar diversas tareas o a apoyar diversos esfuerzos de desarrollo de la obra cristiana, pero apenas comienzan a aparecer dificultades, rápidamente se plantean dudas sobre la viabilidad de un proyecto o simplemente deciden que aquello a lo cual se habían comprometido no constituía la voluntad del Señor. Ahora bien, cuando hay promesa o un proyecto que beneficia a los intereses propios, de una persona o de una familia, aunque aparezcan dificultades y no se vean claras las implicaciones económicas, los creyentes continúan adelante llevando a cabo lo que se habían propuesto originalmente.

Por otra parte, y teniendo en cuenta la precariedad del entorno y la escasez de medios adecuados en la zona en que se encontraban, nos preguntamos cómo en los tiempos del profeta Hageo los israelitas pudieron construir casas tan lujosamente decoradas. Seguramente se enfrentaron con grandes dificultades de suministro de materiales, y de mano de obra, etc., pero quedó claro que no estaban dispuestos a hacer frente a los mismos problemas para edificar la casa del Señor. Por ello y como dijimos anteriormente, la excusa que manifestaron fue que tal empresa, en aquel momento, no formaba parte de la voluntad del Señor.

Por todo ello produce cierto cansancio escuchar este tipo de excusas para no realizar acciones que constituyen la voluntad de Dios. A veces se interpreta que porque algo es duro y difícil, porque nos va a costar algo de nuestro esfuerzo, tiempo y recursos, entonces no puede ser la expresión de la voluntad de Dios. Con toda seguridad, esa no es la forma de interpretar la voluntad divina para nuestras vidas. En algunas ocasiones, la voluntad del Señor implica problemas y dificultades. Solo tenemos que leer un poco de historia y repasar la vida de grandes siervos de Dios de la historia Bíblica y de los siglos de historia del cristianismo, para comprobar que algunos líderes elegidos por Dios no tuvieron ciertamente una vida libre de decepciones, privaciones y no pocas aflicciones.

Nos preguntamos, qué diría Abraham a las personas de nuestra generación, por cuyas mentes cruza el siguiente pensamiento: "no, no es posible que ésta sea la voluntad de Dios para mi vida". El patriarca Abraham vivía en la ciudad de Ur de los Caldeos. Este hombre, que iba a ser el padre de los israelitas tenía una posición económica próspera, y por lo tanto cómoda, en aquella sociedad. En aquellos tiempos aquella sociedad, caracterizada por un progreso constante y en la cual las personas de grandes recursos podían disfrutar de los mejores lujos de esa época. Un día Dios le dijo que saliera de aquella ciudad. Para el patriarca habría sido fácil racionalizar la situación, pensando en las siguientes posibilidades: que él no había interpretado correctamente el mensaje del Señor; que El no le pediría que dejara ese lugar de residencia; que no le había permitido prosperar y desarrollar una familia en una sociedad de tanta abundancia para después, repentinamente, ordenarle que abandonara todo lo que no se pudiera llevar.

Pero amigo oyente, en este sentido, los ejemplos se multiplican, y hay miles de misioneros que dejaron sus propios países de origen, en los cuales vivían una vida digna. Muchos de ellos con títulos académicos o que se destacaron en las áreas de la teología, la filosofía, la ciencia y la enseñanza Bíblica. Y en la actualidad se encuentran por los campos misioneros de la casi totalidad de los países de la tierra. Muchos de ellos viven en zonas eminentemente conflictivas, cuyos pueblos experimentan grandes convulsiones sociales, y en donde existen graves problemas de orden público o de seguridad. En muchos casos las condiciones ambientales o climáticas, o las tragedias de la pobreza, no garantizan ni la buena salud ni la supervivencia. Así es que hombres y mujeres están realizando grandes sacrificios. Están llevando a cabo pequeños y grandes proyectos, con escasez de colaboradores, de medios humanos, de recursos, muchas veces en precarias condiciones de salud, y en zonas donde son incluso vigilados o perseguidos por proclamar su fe ¿Por qué persisten ellos denodadamente en tareas que, humanamente hablando, parecen imposibles de lograr? Porque un día sintieron el llamado de Dios a la obra misionera y creyeron que esa era la voluntad del Señor para sus vidas, es decir, que proclamaran el mensaje de salvación y las verdades del Evangelio en diversas naciones del mundo. Pero en muchas ocasiones, el llamado a una vida dedicada a Dios no requiere el trasladarse a otros pueblos del mundo sino que consiste en simplemente consagrar nuestro tiempo dentro de los ministerios de una iglesia o congregación, o en obras y proyectos de toda índole que manifiesten a las personas el amor de Dios por la humanidad. Nos preguntamos si no habrá muchos cristianos que habrán desoído ese mandato de Jesucristo, optando por una vida cómoda, que no requiriera enormes esfuerzos o sacrificios, ni enfrentarse con oposición o la persecución.

En los versículos 3 y 4 que ya hemos leído, podemos observar que el profeta Hageo estaba dejando en claro que éstas no eran sus propias palabras, sino que eran las Palabras de Dios. Quizás estas palabras del profeta deberían conducirnos a formularnos una pregunta crítica sobre nuestra propia vida: ¿cuánto de nuestros recursos y tiempo estamos gastando o dedicando para nosotros mismos, y cuánto estamos haciendo para Dios y Su obra? Como vemos, este mensaje del profeta, que es realmente el mensaje de Dios, y que expresa Su Voluntad para los Suyos, contiene una apelación a la responsabilidad de cada uno de los creyentes.

Una vez más hacemos referencia a la excusa expresada por los israelitas: "este no es precisamente el momento apropiada para reedificar la casa del Señor". Pero como leemos en este relato Bíblico, Dios les respondió: "¿Entonces, cómo tenéis tiempo para arreglar vuestras propias casas?" En aquellos días, y después de ellos a través de la historia de la iglesia, ha habido mucha hipocresía en casos similares. La paradójica actitud de aquellos israelitas del tiempo de Hageo se ha vista reproducida en todas las generaciones de cristianos desde aquellos tiempos sin excluir, por supuesta a la generación actual.

Ya habíamos afirmado que el mensaje de Hageo molestaría y crearía desagrado entre sus oyentes. Aquel profeta nunca buscó los halagos ni la popularidad, Su llamado de atención debió dejar la sensación que produce en nosotros el sonido de un despertador, que nos transmite urgencia y nos despierta de la comodidad del sueño. Resulta interesante comprobar que cada vez fabrican estos aparatos de manera que emitan los sonidos más agradables, e incluso graciosos, para mitigar el impacto desagradable que nos producen. Vivimos en una sociedad que no desea ser despertada de su letargo espiritual, y a la que desagrada que molesten con consejos, mensajes de advertencia o alarmas de peligros. Un famoso personaje Bíblico, Juan el Bautista, perdió su cabeza por intentar despertar la conciencia de una sociedad y por las calamidades que les anunció. Porque su mensaje trastocaba el estado de inmoralidad y corrupción en que estaba sumida aquella sociedad.

En los tiempos de Hageo el pueblo acababa de salir del cautiverio de Babilonia y el mensaje del profeta les perturbaba la tranquilidad que, después de años de esclavitud, creían tener derecho a disfrutar. El profeta entonces se encontraba en una situación difícil: como diríamos popularmente, estaba entre la espada y la pared. Sin embargo, y con elocuencia, intentó despertar y motivar a su pueblo para que llevara a cabo una empresa que honraría el nombre de Dios, y su método fue muy peculiar, aunque no fue original en absoluto. Tal método no se utiliza en nuestros días, pero es innegable que sus principios son efectivos para todos los tiempos, incluso en nuestros días.

Bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Dios mediante, en nuestro próximo programa veremos cómo el profeta llevó a cabo sus propósitos y continuaremos nuestro estudio de este breve libro de Hageo. Mientras tanto, le sugerimos que usted lea todo este capítulo 1 de Hageo para familiarizarse con su contenido y comprender mejor el alcance de las reformas que aquel siervo de Dios quiso impulsar, transmitiendo con valentía un mensaje de difícil aceptación, impopular e inquietante, pero que aun hoy señala importantes carencias de nuestra vida cristiana práctica. Y reiteramos nuestro deseo de mantener un contacto fluido con nuestros oyentes. Nuestro tiempo disponible no nos permite contestar preguntas concretas en el tiempo de emisión del programa. Así que le animamos a ponerse en contacto con nosotros en las direcciones y teléfono que se indicarán al final del programa. Si surgen dudas, tendremos la oportunidad de aclararlas. Y si algo que hayamos dicho al exponer las Sagradas Escrituras ha producido un efecto positivo en su vida, proveyéndole consuelo y ayuda espiritual, nos alegrará tener noticias suyas, Continuaremos, pues, juntos, esta etapa en la cual nos encontramos de este extenso viaje que estamos realizando "a través de la Biblia", esperando que estos estudios sean de inspiración, estímulo y fortaleza en su vida diaria.

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