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Estudio bíblico de Hageo 2:13-23

Hageo 2:13-23

Al continuar hoy nuestro estudio en el libro del profeta Hageo, vamos a considerar el cuarto, y el último de los mensajes que Hageo pronunció en nombre de Dios. La fecha que se le adjudica fue, como seguramente lo recordarán nuestros amigos oyentes que habitualmente siguen este programa de "La Fuente de la Vida", el 24 de Diciembre del año 520 A.C. En nuestra lección anterior estudiamos los versículos anteriores al pasaje que hoy nos ocupa, y vimos que Hageo se presentó ante los sacerdotes para plantearles dos preguntas muy concretas. Como ya hemos comentado anteriormente, la única ley que el pueblo de Israel consideraba, y acataba, era la ley de Moisés. Esta ley, aunque era amplia, sin embargo no cubría todos los detalles y circunstancia de la vida de Israel. Cuando se presentaba algún asunto que no estaba contemplado en la ley, ellos debían ir ante los sacerdotes con sus consultas. Esa disposición la leímos en el libro de Deuteronomio capítulo 17, versículos 8 al 11. En ese pasaje, Dios ofreció esa vía alternativa para aquellos problemas difíciles que no estaban considerados en la ley de Moisés. Por la naturaleza de sus preguntas el profeta Hageo se presentó ante esos líderes espirituales, los sacerdotes. La primera pregunta fue: "cuando algo limpio, santificado, toca algo inmundo, algo sucio ¿se santificado lo inmundo?" La respuesta fue un "no" rotundo. La santidad no se puede comunicar, o transferir, de esa manera; y la segunda pregunta fue: "si lo que es santificado, limpio, toca algo inmundo, sucio, ¿llegará entonces a ser inmundo, lo que es limpio?" Por supuesto, la respuesta de los sacerdotes fue "sí".

Por tanto, cuando algo santo y algo inmundo se tocan o entran en contacto, entonces, ambos elementos se convierten en inmundas, o sucias; ese principio se puede aplicar a cualquier aspecto de la vida humana. Como indicamos en nuestro programa anterior, ese principio ocurre, por ejemplo, en la química, cuando se, toman dos probetas de ensayo; llenamos una probeta con agua limpia, y la otra, con un poco de tinta negra. Si en el agua echamos unas gotas de tinta, el resultado será que el agua limpia aparecerá manchada. Y si se echa agua limpia en la probeta que contiene la tinta, el agua limpia nunca transformará a la tinta en agua limpia. También se puede aplicar esa ley a la esfera espiritual: nunca aquello que es inmundo, sucio, se transformará en algo santo y limpio, solamente por contacto. Este principio también es aplicable a lo moral. No se puede jugar, o tratar con aquello que es sucio e inmundo, y esperar salir indemne, limpio. Si se juega con barro, amigo oyente, lo lógico es que se va a ensuciar.

Este principio también es aplicable a la esfera de lo religioso. El hecho de que se entre por las puertas de una iglesia, participe en las ceremonias, se sepa de memoria pasajes bíblicos, se canten los himnos y hasta se llegue a depositar un donativo, todo ello no hace a una persona un cristiano, un hijo de Dios, No podemos llegar a formar parte de la familia de Dios sólo por cumplir con una serie de principios, costumbres o tradiciones. La fe no es transferible, no se llega a formar parte, verdaderamente, de la Familia de Dios, por estar en contacto con creyentes genuinos, por hacer lo que ellos hacen.

En el capítulo 17 del libro del profeta Jeremías, versículo 9, leemos: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? ¡Qué descripción más triste tenemos del corazón humano! Realmente, nadie puede afirmar categóricamente que se conoce asimismo, a fondo; cuando nos encontramos ante una situación nueva, nunca antes vivida, entonces probablemente descubriremos facetas insospechadas, desconocidas, que forman parte de nuestro ser íntimo. Todos podemos llegar a ser agresivos, violentos, engañadores, mentirosos, egoístas, y muchas otras cosas negativas que jamás hubiéramos imaginado fueran posibles. Si usted y yo pudiéramos contemplarnos a nosotros mismos, de la misma manera en que Dios nos ve, no podríamos soportarnos a nosotros mismos. No nos damos cuenta en realidad de lo malos que somos. El Señor Jesucristo presentó este tema de una manera muy clara, cuando dijo. lo que Mateo recogió en su evangelio capítulo 15, versículo 18: Pero lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto contamina al hombre.

El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. J. Vernon McGee, relataba que en cierta ocasión un hombre le confesó que había sido un gran hipócrita por mucho tiempo. Era miembro de una hermosa iglesia en el centro de su ciudad. El participaba en todas las ceremonias oficiales. Había sido miembro de toda clase de comisiones. Pero, para decir verdad, él se dio cuenta un día que no era salvo, no era creyente. Durante la semana él hacía cosas que un creyente no debía hacer, porque él era un hipócrita religioso. Cierto día este hombre descubrió que era un pecador y que necesitaba un Salvador, a Jesucristo, y eso fue lo que transformó su vida por completo.

¿Se da cuenta usted, estimado amigo oyente? El corazón es el que debe ser cambiado, no las formas exteriores, si no, nuestro interior. El Señor Jesucristo, hablando de este mismo tema, también recogido en el evangelio de Mateo, capítulo 7, versículos 16 y 17, dijo: Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. Usted puede apreciar que este es el principio. Y da resultado. Luego, continuó diciendo en los versículos 18 al 20 de ese mismo capítulo 17 del evangelio de Mateo: No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. Del corazón mana la vida, amigo oyente, y el corazón, nuestro ser interior, debe ser cambiado.

En el Antiguo Testamento, el rey Josías, uno de los pocos reyes buenos de la historia de Judá, llevó a cabo una masiva reforma religiosa, que encontramos relatada en los capítulos 22 y 23 del Segundo Libro de los Reyes. Aun cuando el rey Josías era incuestionablemente sincero, el profeta Jeremías veía que el retorno de la nación a los caminos de Dios, no lo era. La acusación de Jeremías fue convalidada después de la muerte de Josías, pues, los habitantes de Judá regresaron rápidamente a su conducta anterior, alejándose de Dios. Fue entonces cuando Dios, a través de este profeta, le dijo a Israel en el capítulo 2 de su libro, versículo 22: Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de Mi, dijo el Señor. Tenemos que admitir que todo el pecado, aunque nos parezca insignificante y pequeño, ante el Dios tres veces santo, es como basura nauseabunda.

¡Y, cuán cierto es eso, amigo oyente! Todos los jabones perfumados no pueden limpiar la mancha de nuestro pecado, y hacer que un corazón se convierta en limpio, aceptable ante Dios. Usted recuerda lo que Simón Pedro el apóstol, le dijo a Simón el mago: . . . tu corazón no es recto delante de Dios. (Hechos 8:21b) Dios demanda un corazón limpio, amigo oyente. El Apóstol Pablo en su epístola a los Efesios, capítulo 6, y versículo 6, dice: no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios. Y luego en la epístola a los Hebreos, capítulo 10, versículo 22, leemos: acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

Ahora, ¿cómo puede ser limpiado el corazón de un hombre que por su propia naturaleza tiene un corazón inmundo? ¿Qué se puede hacer? No, amigo oyente. Recuerdo un original cartel de propaganda de una lavandería, que decía: "Nosotros limpiamos de todo, menos la reputación". El escritor de los Proverbios formuló la siguiente pregunta: ¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado? (Proverbios 20:9) Bueno, Dios tiene la respuesta, Dios tiene la perfecta receta. Él dijo en Isaías, capítulo 1, versículo 18: Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Y el Apóstol Pedro escribió en su primera epístola, capítulo 1, versículos 18 y 19: sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin mancha y sin contaminación. Ahora, ¿qué puede lavar y limpiar mi pecado? Sólo, única y exclusivamente ¡la sangre de Jesucristo! Amigo oyente, aquí se nos declara uno de los grandes principios. Dios dijo: "La razón por la cual vosotros no habéis sido bendecidos es porque no se han acercado a Mí, lo han hecho con corazones y manos inmundas, y pensasteis que si comenzaban a hacer alguna obra, entonces, eso era aceptable para Mí. En el versículo 14 de este capítulo 2 de Hageo, leemos:

"Y respondió Hageo y dijo: Así es este pueblo y esta gente delante de mí, dice el Señor; y asimismo toda obra de sus manos; y todo lo que aquí ofrecen es inmundo."

¿Por qué? Bueno, ellos pensaban que con un corazón "humano", natural, sin arrepentimiento, sin regenerar, inmundo, podían hacer algo para Dios, y que sólo por hacer "algo", eso iba a agradar a Dios. Pues, no era así, en absoluto. Esa es la razón por la cual una persona que no se ha acercado a Dios como pecador, que pide perdón y pide ser limpiado por la sangre de Jesucristo, una persona incrédula, no puede hacer nada para ganarse la simpatía, el favor o la bendición de Dios. Continuamos en el versículo 15, y leemos:

"Ahora, pues, meditad en vuestro corazón desde este día en adelante, antes que pongan piedra sobre piedra en el templo del Señor."

En otras palabras, Él les dijo: "Desde este día en adelante, Yo los voy a bendecir. Pero hasta ahora no he podido hacerlo". Y agrega en los versículos 16 y 17:

"Antes que sucediesen estas cosas, venían al montón de veinte efas, y había diez; venían al lagar para sacar cincuenta cántaros, y había veinte. Os herí con viento solano, con tizoncillo y con granizo en toda obra de vuestras manos; mas no os convertisteis a mí, dice el Señor."

Como podemos observar, amigo oyente, el corazón de ellos, el pueblo, no se había vuelto auténticamente, sinceramente hacia Dios, pero ahora sí habían recapacitado, se habían arrepentido y se habían vuelto hacia Dios. Y Dios dijo en los versículos 18 y 19:

"Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento del templo del Señor; meditad, pues, en vuestro corazón. ¿No está aún la simiente en el granero? Ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo ha florecido todavía; mas desde este día os bendeciré."

Dios dijo: "Ahora que vuestro corazón es un corazón recto ante Mí, Yo os bendeciré. Pero la razón por la cual no habíais sido bendecidos antes, aunque habíais estado haciendo muchas cosas, es que vuestro corazón no era recto delante de Mi". Como podemos comprobar, estimado amigo oyente, todo aquello que habían hecho, aquellos que habían reedificado el templo, ahora también estaban llevando a cabo todas las ceremonias y ritos en el templo. Pero Dios les advirtió que todo eso no los salvaba; cuando Él los había enviado a la cautividad, ellos habían estado haciendo todas estas mismas cosas en el templo. Pero Dios les dijo: "A pesar de tanto trabajo, tantas obras, sin embargo, vuestro corazón no estaba bien ante Mi".

Estimado amigo oyente, podemos ser muy religiosos, asistir y participar fervorosamente en alguna iglesia cristiana, podemos formar parte de comisiones, juntas y comités que organizan actos benéficos, ser muy filantrópicos, y hasta quizá ser muy generosos en donativos y caridad, pero todo ello no nos hace ganar "puntos" ante Dios. A Dios no se le puede comprar de ninguna manera. Dios ve las intenciones del corazón, y sabe perfectamente que si buscamos su favor es para beneficio propio, o por el puro placer de agradarle, de honrarle, de reforzar nuestra comunión y nuestra intimidad con Él, el Dios Todopoderoso, Creador de cielos y tierra, el amante Padre Celestial, aquel que fervientemente desea que usted conozca el grandioso Plan que Él tiene para su vida. Pero, recuerde estimado amigo oyente, que sólo con desearlo, o estar en contacto con otros cristianos, o celebrar algunos ritos y ceremonias, nada de esto puede limpiar el corazón. Ahora, en el versículo 20 leemos:

"Vino por segunda vez palabra dl señor a Hageo, a los veinticuatro días del mismo mes, diciendo:"

Ahora, aquí tenemos una palabras de esperanza para el futuro. Tenemos una fecha muy precisa aquí: es el mismo día 24 de Diciembre. Pero, en los versículos 20 y 21 leemos:

"Vino por segunda vez palabra del Señor a Hageo, a los veinticuatro días del mismo mes, diciendo: Habla a Zorobabel gobernador de Judá, diciendo: Yo haré temblar los cielos y la tierra"

Este fue el mensaje para el gobernador civil, el hombre que figura y pertenece al linaje de David; ésta es una promesa personal que Dios le dirigió a él. Leamos el versículo 21 otra vez, y también el 22:

"Habla a Zorobabel gobernador de Judá, diciendo: Yo haré temblar los cielos y la tierra; y trastornaré el trono de los reinos, y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones; trastornaré los carros y los que en ellos suben, y vendrán abajo los caballos y sus jinetes, cada cual por la espada de su hermano."

Dios hará temblar a todas las naciones. En otras palabras, Él va derrocar a todas las naciones. En aquellos días, en los días de los profetas, confiaban en los carros y caballos de guerra. Ahora, tenemos armas de destrucción mucho más sofisticados. Dios dijo que Él removerá todo esto. Ahora, en el versículo 23, leemos:

"En aquel día, dice el Señor de los ejércitos, te tomaré, oh Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío, dice el Señor, y te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí, dice el Señor de los ejércitos."

Ahora, un anillo de sellar es un sello que autentifica, rubrica y autoriza la firma de algún decreto o ley de parte de la autoridad competente, ya sea un rey, o un gobernador. Este hombre Zorobabel era parte de la familia y del linaje de David. El Mesías no vendría solamente a través de la rama de David, sino que iba a llegar también a través de Zorobabel. Es muy interesante leer la genealogía del Señor Jesucristo en los evangelios de Mateo, capítulo 1, y el de Lucas, capítulo 3, donde se encuentra mencionadas ambas genealogías, las del rey David y la Zorobabel, el gobernante. Ya sabemos que Dios cumplió también esta promesa.

Ahora, él dijo: En aquel día. Cuando leemos esta frase tan especial, sabemos que siempre se refiere a algo que ocurrirá en un futuro, que se refiere al día cuando el Señor Jesucristo regresará a esta Tierra, al final del período de la Gran Tribulación.

Este breve libro, amigo oyente, coloca al Señor Jesucristo en Su lugar, como el Gobernante moral, como el Gobernante civil, el Rey que gobernará sobre esta tierra algún día. Este libro es muy importante. De modo que, aquel insignificante y pequeño templo, que nada tenía que ver con el esplendor del templo de Salomón, tuvo un lugar y un propósito muy importante en la historia del pueblo de Israel.

Tenemos que recordar que para Dios las apariencias, no valen nada, ni las buenas obras, ni una actitud piadosa, ni un comportamiento muy cristiano. Dios ve el corazón, y Dios sabe cuánto de lo que hacemos realmente por amor a Él y por amor a los demás.

Y bien, estimado amigo oyente, hemos llegado al final de nuestro estudio del libro del profeta Hageo. Confiamos que las lecciones que aquí hemos intentado comunicar, hayan sido de verdadera bendición y ayuda. En nuestro próximo programa, continuaremos nuestro camino hacia el final del Antiguo Testamento e iniciaremos un interesante estudio del siguiente libro, que será, el libro del profeta Zacarías. Como siempre, esperamos que Dios, por medio de Su Espíritu Santo, ilumine y haga muy claras las profundas enseñanzas que Él nos ha legado en las Sagradas Escrituras, la Biblia. Y muy sinceramente, pedimos a Dios por nuestros amigos oyentes, para que cada uno pueda experimentar personalmente la profunda paz que sólo nuestro Padre Celestial puede darnos sin límites, por puro amor.

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