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Estudio bíblico de Zacarías 2:6-13

Zacarías 2:6 -13

Continuamos hoy, estimado amigo oyente, nuestro recorrido por el libro del profeta Zacarías.

Nos situamos nuevamente en el capítulo 2, retomando la sección en la cual se menciona a un varón que con un cordel o vara se dirigía a tomar las medidas de la ciudad de Jerusalén.

Esta visión fue dada al profeta Zacarías para indicar que Dios tenía planes para esta ciudad, actuando a favor de sus habitantes, como del templo del Señor, que estaba situado allí. Y aunque esta profecía tenía una aplicación local, su cumplimiento perfecto sólo tendría lugar en el futuro, al inicio del Reino de Dios, el reino que durará mil años y sólo comenzará cuando Jesús regrese en la llamada "segunda venida". Sólo entonces esta profecía se cumplirá completamente.

Dios tiene un propósito con Israel y nada, ni nadie, podrán impedirlo; ni sus enemigos, ni las guerras, ni la política, ni cualquier factor humano. Sin embargo, parece lógico que los israelitas del tiempo de Zacarías pensasen que Dios les había abandonado. Sus circunstancias parecían contradecir cualquier profecía respecto al engrandecimiento del pueblo de Israel. Por aquel entonces, objetivamente, Israel no era más que un reino dividido, devastado y, su pueblo había quedado reducido a la esclavitud.

Pero Dios quería que los israelitas supieran que Él no sólo no los había abandonado, sino que tenía la determinación de cumplir Su propósito eterno en ellos, y en su nación, Israel.

Aunque estas profecías aluden directamente a la nación de Israel, encontramos en ellas, sin embargo, grandes principios perfectamente válidos para todos nosotros. Estos principios y promesas recorren toda la Biblia de comienzo a fin, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, siendo especialmente visibles en los libros del Nuevo Testamento.

Si observamos la historia a través de las miles de profecías bíblicas, podremos constatar cómo algunas han sido cumplidas ya en el pasado mientras que otras, en cambio, se cumplirán en el futuro.

Veamos ahora lo que nos dice el versículo 5 de este capítulo 2 de Zacarías:

"Yo seré para ella, dice el Señor, muro de fuego en derredor, y para gloria estaré en medio de ella."

Por medio de estas palabras, Dios estaba prometiendo que no sólo sería una protección alrededor de la ciudad, sino que además estaría en el medio de ella. Es decir, que la gloria o Shekinah, volvería a estar en el templo de Jerusalén, aunque esta promesa no fue cumplida durante aquellos días, sino que lo será más adelante, en un futuro.

Si miramos hacia atrás en la historia bíblica, Dios está reafirmando la misma promesa que le hizo a Abraham, después de haber librado a Lot. Dios le dijo: "Yo soy tu escudo. Yo soy tu protección". Sin embargo Abraham tenía temor en la batalla, dado que estaba seguro de que su vida se hallaba en peligro. Entonces, Dios le prometió: "Yo soy tu escudo". Dios le estaba diciendo que Él le iba a proteger. Y en el capítulo 15 de Génesis, versículo 1, leemos: "No temas Abraham; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande". Esto significa esencialmente que Dios cumplirá todo aquello que Él ha prometido, y eso es lo que ahora, en esta situación, ante Zacarías, estaba afirmando a esta ciudad. "Yo seré la gloria en medio de la ciudad". ¿Cuándo tendrá esta profecía pleno cumplimiento? Cuando el Señor Jesucristo venga de nuevo, inaugure su nuevo reino y entre al templo milenario de la ciudad de Jerusalén.

Un cuadro similar se nos ofrece en el libro del profeta Ezequiel. Como ya hemos mencionado anteriormente, los libros de Daniel, Ezequiel, Zacarías y Apocalipsis son los cuatro Apocalipsis de la Biblia. Todos ellos apuntan hacia el futuro, cuando el reino de Dios será establecido sobre esta tierra.

Vamos a trasladarnos por un momento al libro de Ezequiel, al capítulo 43, donde se mencionó "la gloria que vendrá". ¿A qué se está refiriendo Ezequiel? Leamos lo que dice con sus labios el profeta: "Me llevó luego a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente; y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas". Estas palabras aluden a la segunda venida del Señor Jesús. Al regreso prometido del Mesías al Templo. La profecía afirmó que Él vendrá del oriente. Y hoy día, cualquier turista observador verá cómo esta prominente puerta está clausurada y rodeada de miles de tumbas, algunas musulmanas, pero la mayoría judías, poblando el valle de Hebrón y llegando hasta la ladera del monte de los Olivos. ¿Por qué tantos hebreos han tenido sepultura en este lugar? Porque creen que serán resucitados cuando se cumpla esta profecía, y estarán presentes cuando el Mesías venga de nuevo y cruce esta puerta en Jerusalén.

Continuemos unos instantes más en el libro de Ezequiel, en su capítulo 43 y versículos 2 al 7: "Y la tierra resplandecía a causa de su gloria. Y el aspecto de lo que vi era como una visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que vi junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro. Y la gloria del Señor entró en la casa por la vía de la puerta que daba al oriente. Y me alzó el Espíritu y me llevó al atrio interior; y he aquí que la gloria del Señor llenó la casa. Y oí uno que me hablaba desde la casa; y un varón estaba junto a mí, y me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde posaré las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre."

Fíjese ahora en las últimas palabras mencionadas: "para siempre". Y como bien sabemos, esta no es una profecía que se haya cumplido hasta el día de hoy, sino que lo será cuando el Señor Jesucristo venga de nuevo y establezca su reino en la tierra.

El versículo 7 de Ezequiel continua diciendo: "Y nunca más profanará la casa de Israel mi santo nombre, ni ellos ni sus reyes, con sus fornicaciones, ni con los cuerpos muertos de sus reyes en sus lugares altos".

Ahora, volviendo una vez más a Zacarías, leamos los versículos 5 y 6:

"Yo seré para ella, dice el Señor, muro de fuego en derredor, y para gloria estaré en medio de ella. Eh, eh, huid de la tierra del norte, dice el Señor, pues por los cuatro vientos de los cielos os esparcí, dice el Señor."

Ya habíamos comentado en nuestro programa anterior, el extraño comienzo de este versículo 6, donde dice: "Eh, eh", como deseando llamar la atención específicamente hacia el hecho de que Dios quería que los oyentes prestasen toda su atención. Porque lo que vino a continuación fue algo muy importante. Fue una advertencia: "Huid de la tierra del norte."

Eso implicaba que de inmediato debían salir de Babilonia. ¿Por qué? Porque Babilonia iba a caer, iba a ser destruida. Dios la iba a derribar.

Volvamos de nuevo a esas visiones que observamos en nuestro programa anterior, donde nos aparecían las figuras de los cuernos y los carpinteros.

En nuestro anterior programa, mencionamos los cuatro cuernos y su significado: Los cuatro cuernos representan cuatro naciones o imperios que habrían de dominar el mundo conocido y los carpinteros representan el instrumento que Dios utilizaría para cincelar la historia según su propósito.

Estos cuatro poderosos reinos fueron Babilonia, Media y Persia, Grecia y Roma. La historia nos dice que uno a uno fueron cayendo. Cada uno de ellos intentó, sucesivamente, aniquilar al pueblo de Israel, sin lograrlo siendo destruido por otro imperio mayor.

Pero hubo un imperio que no fue totalmente destruido, sino que en larga decadencia vio como la llama de su poder y su gloria se iba apagando hasta ser casi extinguida: Nos referimos al imperio romano, quizá al más poderoso que haya existido jamás.

Ahora bien, si hacemos caso a la profecía bíblica, ¿quién será el "carpintero", utilizando la imagen que se nos ofreció Zacarías, que vendrá a destruir este cuarto imperio, dando así por cumplida la profecía?

Aunque entra dentro lo interpretable, es muy posible que este cuarto imperio, el romano, vaya a ser levantado de nuevo, renaciendo de sus propias cenizas. Tan poderoso y fabuloso será este nuevo imperio, que sólo podrá ser destruido por el mismo Señor Jesucristo, cuando Él retorne a este mundo. Jesús, el carpintero de Nazaret. Y Él es el hombre con el cordel o vara de medir al cual se refiere Zacarías, y que se enfrentará al llamado anticristo, estableciendo finalmente y con su victoria el reino de Dios en la tierra, que durará por mil años.

Sigamos ahora avanzando con el versículo 6 del capítulo 2 de Zacarías:

"Eh, eh, huid de la tierra del norte, dice el Señor, pues por los cuatro vientos de los cielos os esparcí, dice el Señor."

Dios estaba advirtiendo de que debían regresar a su tierra, aunque Él les iba a esparcir a los cuatro vientos, es decir, a los cuatro puntos cardinales de la tierra. Y eso fue exactamente lo que Él hizo.

En el versículo 7 dice:

"Oh Sion, la que moras con la hija de Babilonia, escápate."

Y continúa en el versículo 8:

"Porque así ha dicho el Señor de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo."

Fijemos por un momento nuestra atención en esta expresión bastante fuera de lo común y que sólo se repite en las Escrituras en dos ocasiones más: "porque el que os toca, toca a la niña de su ojo".

¿Qué quiere decir esta curiosísima expresión? Un oftalmólogo nos diría que nuestro ojo es similar a una cámara de fotos: capta las imágenes del mundo externo para que nuestro cerebro las interprete y darnos lo que conocemos como "visión". La pupila, conocida popularmente como "la niña del ojo" es el círculo negro en el centro del Iris (la parte de color, negro, color miel, azul o verde). Su función es la del diafragma, que al igual que en una cámara de fotos, regula la entrada de luz al ojo y se contrae con mucha luz o se dilata en la oscuridad.

La niña del ojo es, así, algo muy delicado y muy sensible a cualquier estímulo, especialmente a uno desagradable como puede ser el tacto: pocas cosas producen tanto dolor como que alguien nos meta el dedo en nuestros ojos. Y lo que Dios está diciendo aquí que SU nación es para Él tan importante como la niña de Sus ojos. Dios nunca estará ciego o insensible hacia "la niña de Sus ojos".

Más adelante, en el versículo 9, leemos:

"Porque he aquí yo alzo mi mano sobre ellos, y serán despojo a sus siervos, y sabréis que el Señor de los ejércitos me envió."

Por medio de estas palabras, los judíos iban a recibir la confirmación de que había sido el mismo Dios el que había enviado al profeta Zacarías. Sigamos ahora lo que nos dice el versículo 10:

"Canta y alégrate, hija de Sion; porque he aquí vengo, y moraré en medio de ti, ha dicho el Señor."

Él está prometiendo a la Hija de Sion, que es Israel, que morará en medio de ella, lo cual debería ser motivo de alegría y orgullo para el pueblo de Israel.

Continuando en los versículos 11 y 12:

"Y se unirán muchas naciones al Señor en aquel día, y me serán por pueblo, y moraré en medio de ti; y entonces conocerás que el Señor de los ejércitos me ha enviado a ti. Y el Señor poseerá a Judá su heredad en la tierra santa, y escogerá aún a Jerusalén."

¿A qué se refirieron estas palabras? La profecía avanza el hecho histórico de que Israel siempre estaría rodeada de naciones enemigas y que, en un futuro, éstas formarían una coalición para destruir a Israel. Pero entonces, de alguna manera, el Señor de los ejércitos será su protector, y habitará en medio de su pueblo. "Y el Señor poseerá a Judá su heredad": Dios estaba afirmando aquí que Él va a poseerles como Su heredad. Y dice en este versículo 12:

"Y escogerá aún a Jerusalén."

Lo cual parece indicar que en aquel momento aún no la había escogido, pero avanza el hecho de que en algún otro, en el futuro, sí lo haría.

Viajemos por un instante al libro de Isaías, a su capítulo 2, versículos 2 y 3: "Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Señor como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del señor, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del señor".

Resulta evidente pensar que estas palabras no se han cumplido aún y que se refieren, más bien, al milenio venidero, en el que Jesucristo reinará sobre toda la tierra.

Veamos ahora lo que nos dicen los versículos 12 y 13 del capítulo 2 de Zacarías:

"Y el Señor poseerá a Judá su heredad en la tierra santa, y escogerá aún a Jerusalén. Calle toda carne delante del Señor; porque él se ha levantado de su santa morada."

En aquel día, cuando Él regrese como rey conquistador, toda la tierra quedará sumida en un colosal silencio.

Podemos imaginar, estimado amigo, el efecto motivador y reconfortante que estas maravillosas palabras habrán causado en el corazón de los oyentes de Zacarías. Estas palabras, de esperanza y aliento para el futuro, habrán alegrado los tristes corazones de los contemporáneos del profeta.

Pero también pueden servirnos de aliento para nosotros hoy en día. Porque Dios tiene un plan y un propósito para cada uno de nosotros, y Él está obrando en su vida y en la mía, de manera imperceptible o evidente. Porque, como escribió el apóstol Pablo a la iglesia de los filipenses, "Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad". (Fil. 2:13). Estimado amigo que nos está escuchando, queremos transmitirte nuestro deseo de que hoy pueda andar con Él, yendo en la misma dirección a la que Él se dirige, y porque Él dirige toda la historia.

Bien, nos detenemos aquí por hoy. Continuaremos, si Dios quiere, en nuestro próximo programa y confiamos que usted nos honrará de nuevo con su atención. Hasta entonces, estimado amigo oyente, ¡que Dios les bendiga mediante su Palabra, que es la Fuente de Vida eterna para usted!

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