Estudio bíblico de Zacarías 7:12-8:3
Zacarías 7:12 - 8:3
Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro del profeta Zacarías, y hemos llegado al capítulo 7. Habíamos finalizado el programa anterior con una pregunta muy importante que habían formulado un grupo de judíos que vinieron de Betel, personas que pertenecían a las llamadas "diez tribus perdidas"; también habíamos mencionado que su pregunta revelaba un desconocimiento de Dios y sus dudas eran producto de su vida apartada de Él. Ellos ayunaban, de acuerdo con la ley, habían llorado y lamentado el recuerdo de glorias pasadas, cumplían los ritos y ceremonias de la religión, pero Dios no les había respondido. Y el pueblo se preguntaba la razón del silencio aparente de Dios.
Pero, vino Palabra de Dios al profeta Zacarías, y éste, como Su mensajero, les presentó el pensamiento de Dios de una manera muy clara: cuando un corazón está bien, en orden y en paz con Dios, el rito, o el cumplimiento de la ley, también está bien, pero cuando la condición del corazón está mal, en rebeldía, frío y calculador, el rito o las ceremonias no pueden ayudar. Todo depende del estado y la condición del corazón de aquel que se acerca a Dios.
Y ese era el problema, que las vidas del pueblo de Israel no estaba en sintonía con Dios; todo el pueblo vivía sólo para aumentar su riqueza y su poder, y eso les había llevado a olvidarse de Dios, Su Dios, quien los había liberado de la cautividad y los había llevado de regreso a su tierra, la Tierra Prometida.
Este principio espiritual continúa vigente también para nosotros, los que nos llamamos "cristianos" en este siglo 21. Mientras no arreglemos nuestra vida delante de Dios, no merece la pena, ni el esfuerzo en ser una persona "religiosa". Dios ve el fondo del corazón, hasta el rincón más recóndito y escondido, y sabe perfectamente la condición íntima de cada uno, la suya, estimado oyente, y también la mía. Podremos pretender ser muy espirituales, muy religiosos, cumplir con todos los preceptos, pero si esta observación de todas las reglas es sólo una formalidad, y nuestro corazón está vacío, entonces somos unos hipócritas religiosos. A esa clase de personas el Señor Jesucristo las llamaba "hipócritas". Para Jesucristo, los "hipócritas" eran aquellos que pretendían practicar los ritos de la religión, pero sin que esta obediencia a la ley cambiara para nada la condición de su corazón. El Señor Jesucristo comparó a este tipo de personas a un vaso que está limpio y lavado por fuera, pero que dentro está podrido.
Éste era el problema que de esta gente. Dios les había señaló mandado obediencia a los Diez Mandamientos. Primero, Él les señaló aquellos mandamientos que se relacionaban con el hombre, que les marcaba pautas claras de cómo había que comportarse en los negocios, en la vida social, en la vida del hogar. Pero una y otra vez, el pueblo se apartaba de este decálogo divino, y cuando los profetas, con ordenes muy claras dadas por Dios confrontaban al pueblo con estas verdades, el pueblo se daba cuenta de su triste condición espiritual. Éstas eran las circunstancias por las cuales Dios no había escuchado, ni respondido, sus oraciones.
En nuestro programa anterior estuvimos hablando de que el pueblo de Israel, el pueblo escogido por Dios, no quisieron escuchar a Dios. El versículo 11 del capítulo 7, dice: "Antes volvieron la espalda y taparon sus oídos para no oír". La actitud del pueblo era semejante a la de un niño que no se comporta como es debido, y que llega hasta a desafiar a aquel que le reprende, para volver a hacer lo mismo, sólo como para ver si realmente se le iba a castigar, o por lo contrario, podría hacer su voluntad impunemente.
Pues, bien, este grupo de personas, esa delegación que vino de Betel representaba una triste realidad, porque toda la nación vivía apartada de Dios; sus corazones eran fríos e insensibles, y toda evidencia espiritual se reducía a un mero cumplimiento de ritos que les parecían excesivos y pesados. La verdadera razón por la cual Dios permitió que Su amado pueblo escogido fuera llevado a la cautividad en Babilonia, y que allí tuvieran que vivir por 70 años una vergonzosa esclavitud, no fue porque no tuvieran luz o les faltara conocimiento; Dios se había cansado de llamarles, advertirles, y de marcarles los límites de Su buena voluntad; Dios había enviado a los profetas que les habían transmitido los reiterados mensajes de amor, perdón, pero también de juicio, pero, ellos, Su pueblo, no quisieron escuchar. "Taparon sus oídos y le volvieron la espalda a Dios".
Todo el pueblo de Israel había quebrantado los mandamientos de Dios, y por lo tanto, eran culpables ante Dios. Ningún ritual religioso les podría ayudar, porque todas las ceremonias eran ejecutadas por pura formalidad, como cumpliendo un pesado deber. En el versículo 12 de este capítulo 7 de Zacarías, leemos:
"Y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que el Señor de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte del Señor de los ejércitos."
La histórica destrucción de la ciudad de Jerusalén por el rey Nabucodonosor fue un evento trágico, sangriento y doloroso, pero más lo fue el hecho que toda la población fue llevada cautiva y reducida a una vergonzosa esclavitud. Y eso ocurrió a pesar de que todo el pueblo era religioso; no habían dejado de cumplir ciertos ritos y rituales, pero la triste realidad era que sus corazones estaban lejos de Dios. Su pueblo había llegado a ser una deshonra para Él, el Dios todo Santo. Continuemos en el versículo 13:
"Y aconteció que así como él clamó, y no escucharon, también ellos clamaron, y yo no escuché, dice el Señor de los ejércitos"
Dios reconoció que Él había clamado para llamar la atención de Su pueblo, que en cierta manera hasta había argumentado con ellos, pero Su pueblo no Le había escuchado. Pero cuando comenzaron los problemas, y Dios comenzó a cumplir las advertencias que reiteradamente les había hecho llegar a través de los profetas, el pueblo no comprendía porque Dios permitía que fuesen llevados a la cautividad. Se quejaban contra su destino, contra Dios, y clamaban para que Él les ayudase a regresar a su lejana tierra. Pero Dios dijo: "Yo no les escuché".
Hay tantas oraciones, estimado amigo oyente, que Dios no escucha, a las que Él no presta atención. A veces podemos ver algún programa de televisión, muy sentimental, que relata alguna historia muy conmovedora de una persona que realmente nunca había prestado atención alguna a Dios, pero que ante un hijo moribundo se acuerda del Creador, ya sea para recriminarle Su falta de atención y cuidado, o todo lo contrario, para rogarle Su divina providencia y quizá hasta espere un milagro como consecuencia de sus fervientes plegarias.
Pero, estimado amigo oyente, no creemos que Dios les vaya a escuchar. La Palabra de Dios nos enseña que primeramente debemos arreglar nuestros asuntos con Dios, debemos confesarle lo que somos, y lo que hemos hecho, antes de poder llegar a Él en oración. No podemos jugar con Dios al escondite, ni engañarle o intentar comprarle con promesas que no pensamos o no podemos cumplir. Dios ve las profundidades del corazón y conoce todas las intenciones del mismo. Pero, sigamos con el versículo 14 de este capítulo 7 de Zacarías, leemos:
"Sino que los esparcí con torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues convirtieron en desierto la tierra deseable."
Ahora, tomemos nota de esto, amigo oyente. Dios dijo que Él había convertido en desierto la tierra deseable. Él no sólo había juzgado a la gente, sino que había juzgado a la tierra. Muchas personas que visitan la llamada Tierra Santa, Israel, observan desilusionados grandes extensiones áridas y sin vegetación. ¿Y ésta es la tierra donde Dios había prometido que iba a fluir la leche y la miel?, se preguntan. Así era en tiempos pasados. Toda esa zona había sido un lugar muy parecido al Jardín de Edén, pero eso fue hace mucho tiempo. Ahora podemos encontrar campos llenos de rocas y piedras, todo muy seco y desolado. Pero antes sí había sido una tierra deseable, rica, fértil, un sitio deseable para vivir. Una de las pruebas de que las profecías no han sido cumplidas con respecto a esa tierra, es el hecho de que esa región no ha sido restaurada aún. Sí, es cierto que miles de judíos ya han regresado a la tierra prometida por Dios, y que se les ha reconocido como una nación, el Estado de Israel, pero también es cierto que no han conocido la paz en esa conflictiva zona.
¿Podríamos llamar a ese lugar "la tierra prometida" en la situación actual en que se encuentra? ¿Podríamos culpar a Dios por las dificultades que pasan a diario?
Pero, estimado amigo oyente, esa tierra que es desértica y desolada, a pesar de los grandes cambios que ha experimentado por la reforestación de grandes zonas, y la utilización de las más modernas tecnologías para convertir la tierra seca en campos fértiles, toda esa región será algún día una tierra deseable.
Con este pensamiento comenzamos ahora el capítulo 8 de Zacarías.
En este capítulo encontramos la tercera explicación de parte de Dios como respuesta para esta gente, cuando ellos preguntaron: "Bueno, nosotros hemos llevado a cabo el ritual y la liturgia, ¿por qué no nos ha bendecido Dios?" Y la respuesta fue esta: que "cuando el corazón anda bien, el ritual está bien". Pero, "cuando el corazón anda mal, entonces el ritual está mal". O sea que, el ritual en sí no era lo que determinaba una respuesta de Dios. El propósito que Dios siempre tuvo en mente en cuanto a Israel no iba a ser cambiado por ningún ritual o ceremonia. Practicando ciertos ritos o ceremonias no harán cambiar el plan y el propósito de Dios. Él llevará a cabo Su plan y Su propósito, hagamos lo que hagamos. Esto lo veremos ahora a continuación en este capítulo 8 de Zacarías.
En este capítulo encontraremos ciertas palabras que se repiten, y que por ello adquieren una especial importancia. Casi podríamos encontrar el significado de este capítulo englobado en estas cinco palabras. Una de ellas es la expresión "el Señor de los ejércitos". Esta es la interpretación muy literal que sigue el Dr. Unger. Ahora, "el Señor de los ejércitos" es una expresión que se repite 18 veces en este capítulo. Por lo tanto, Dios, "el Señor de los ejércitos" adquiere una importancia vital en este capítulo. La palabra "Jerusalén" es otra de estas palabras, que Zacarías menciona 6 veces. A la palabra "Sion" la mencionó una vez. Jerusalén es una ciudad geográficamente ubicada en Israel, en el medio oriente. Nunca ha cambiado, aún sigue en el mismo lugar. Cuando Dios dijo "Jerusalén", quiso decir exactamente "Jerusalén". Luego, tenemos la palabra "celo", que es mencionada tres veces. La palabra "remanente" se menciona dos veces.
Probablemente usted recordará que sólo había un remanente de las doces tribus que regresó a su tierra. No eran sólo miembros de las dos tribus del sur. Muy pocos regresaron, aun de Judá; fueron menos de 60.000 personas que regresaron a su tierra. Ahora, las otras palabras destacadas, las que se repiten, son: "Así ha dicho el Señor". Esta expresión ocurre 11 veces. Y cuando Dios repite algo, amigo oyente, esto significa: "Así dice el Señor". No es lo que nosotros podamos decir, o lo que diga algún otro hombre, sino que aquí tenemos lo que Dios está diciendo.
A veces los temas que tratamos en este programa no son del agrado de todos los oyentes que nos sintonizan. Ahora, honestamente no estamos transmitiendo este programa para llegar a ser "populares", estimado amigo oyente, porque si así fuera, cambiaríamos nuestro estilo y adaptaríamos el contenido del programa para que tuviera más popularidad; pero, lo que estamos tratando con cada lección que exponemos es "enseñar la Palabra de Dios". Pero, en realidad es Dios quien lo está diciendo, porque nosotros solamente estamos leyendo lo que dice la Palabra de Dios. Estamos recorriendo toda la Biblia, libro por libro. Probablemente es esa la razón por la cual el libro del profeta Zacarías no es muy popular, porque nos habla directamente al corazón y a la mente, y a la mayoría de las personas no les entusiasma escuchar ciertas verdades que incomoden. Pero también estamos agradecidos, y a la vez muy sorprendidos, de ver la gran cantidad de personas que hoy están escuchando la Palabra de Dios.
Con este pensamiento en mente entramos a este capítulo 8 de Zacarías. En este capítulo, y especialmente en los primeros 8 versículos veremos que el propósito final de Dios no había cambiado en cuanto a Su pueblo, a la nación de Israel, ni con respecto a esa tierra, como tampoco con la ciudad de Jerusalén. En estos tiempos, Dios todavía no está cumpliendo las profecías relacionadas con Israel. Hoy, en la actualidad, Él está ocupado con la Iglesia, Él está llamando para Sí, un cuerpo de creyentes para formar la Iglesia. Y la iglesia e Israel son dos asuntos completamente diferentes.
Creemos que Dios está en el proceso de separar, y preparar, a Su Iglesia. Dios tiene Su calendario, Dios es el único que sabe qué y cuándo ocurrirá. La Palabra de Dios no nos informa cuándo, o en qué momento Él quitará a la iglesia removiéndola de este mundo. Pero, cuando Él haya finalizado esto, entonces Dios se volverá nuevamente hacía Su pueblo. Y estas profecías que estamos contemplando hoy delante de nosotros están diciendo sencillamente en este capítulo 8, que el actual regreso de su pueblo a la tierra de sus antepasados, la "Tierra Prometida", es en realidad sólo una sombra de lo que será un día. Dios estaba diciendo aquí que este era sólo un presagio, un bosquejo en miniatura, de aquel regreso a esa tierra y que ocurrirá en un futuro que sólo Él, el Dios Soberano, conoce. Veamos entonces lo que dicen los primeros dos versículos de este capítulo 8 de Zacarías:
"Vino a mí palabra del Señor de los ejércitos, diciendo: Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Celé a Sion con gran celo, y con gran ira la celé."
Cuando Dios habla de ser un Dios celoso, estimado amigo oyente, no es equiparable a los celos de un hombre celoso. Pero, sí nos indica que Dios piensa de la misma manera. Nos da cierta pena escuchar a una mujer decir: "¿Sabe?, mi marido no es celoso". Bueno, amigo oyente, a mi entender, eso significa que no la ama. Y Dios dijo esto en relación con Su pueblo, pero también lo manifestó en cuanto a la Iglesia de hoy.
Amigo oyente, cuando miramos a nuestro alrededor y observamos a las personas que nos rodean, podemos ver fácilmente que muchos viven para el hoy, para el presente; no piensan ni quieren reflexionar sobre la brevedad de la vida, ni siquiera tienen en consideración que todos sus actos tienen una repercusión sobre su futuro. Viven a su aire, a su manera, como la letra de esa famosa canción melódica "A mi manera". Muchos ignoran que un día tendrán que enfrentarse con Alguien a quien han ignorado, o hasta han blasfemado, que es nuestro Dios Soberano, el dueño y creador de todo el Universo. Es terrible pensar que Dios desde el principio de la humanidad ha querido tener un contacto personal, ha deseado tener comunión con sus criaturas a las que creó a Su imagen y semejanza y sin embargo, Dios ha recibido, y sigue recibiendo tanta indiferencia, y hasta desprecio o las más injustas acusaciones. Y aquellos que nos llamamos cristianos, no todos son conscientes de ese privilegio. Hay muchos que sólo son "seguidores de Cristo" durante el domingo, pero los demás 6 días de la semana, nadie podría imaginar su supuesta relación con Dios. Si ésta es nuestra manera de vivir, podemos estar seguros que Dios nos juzgará por nuestra hipocresía. Dios es celoso de Sus hijos, y no puede ser burlado, o engañado, jamás. Pero qué gran consuelo para el alma es leer en Su Palabra: "Si confesáis vuestros pecados, Él os perdonará". Tiene que haber una confesión, y no podemos restablecer nuestra comunión con Él, si hay pecado en nuestra vida, estimado amigo cristiano.
Continuamos aquí con la lectura y veamos lo que nos dice el versículo 3 de este capítulo 8 de Zacarías:
"Así dice el Señor: Yo he restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte del Señor de los ejércitos, Monte de Santidad."
Estas palabras no se cumplieron en aquel entonces, en el tiempo de Zacarías, ni en los siguientes siglos. Esto es una profecía que se refiere y será cumplida en un futuro. Dios lo expresó de una manera muy clara, que Él regresará un día a Sión. Y Él también indicó, sin lugar a duda, que un día morará en medio de Jerusalén, y que Jerusalén se llamará "la ciudad de la verdad".
En la actualidad en esta ciudad conviven más religiones de las que pudiéramos imaginarnos. Muchas organizaciones tienen su sede allí, y hay multitud de cultos y sectas. Todavía Jerusalén no ha llegado a ser "la ciudad de la verdad" ni "el monte del Señor de los ejércitos, monte de santidad". Esa ciudad será santa cuando Él regrese a ese lugar. Esta profecía, que vamos a considerar con más detalle en nuestro próximo programa, mira hacia el futuro. Llegará el día cuando todo esto será cumplido. Amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy, y continuaremos, en nuestro próximo programa.
Mientras tanto, estimado amigo oyente, le sugerimos leer los siguientes versículos de este capítulo 8 de Zacarías para estar mejor informado para nuestro próximo estudio. Será pues, hasta nuestro próximo programa. Es nuestra oración ¡que usted pueda experimentar la preciosa y cálida presencia de Dios que colmará su vida de Sus ricas y abundantes bendiciones!
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