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Estudio bíblico de Zacarías 8:15-9:4

Zacarías 8:15 - 9:4

Continuamos hoy, estimado amigo oyente, nuestro viaje por el libro del profeta Zacarías, uno de los últimos libros del antiguo Testamento, la primera parte de las Sagradas Escrituras, o como también la llamamos, La Biblia.

Pero antes de retomar nuestra lectura en el versículo 15 del capítulo 8, recordemos brevemente nuestra historia: Zacarías está respondiendo a la pregunta de la delegación de judíos que ha venido a Jerusalén desde Betel. Su pregunta era acerca de si era correcto o no de continuar practicando ciertos ritos que recordaban la antigua destrucción del templo. El profeta Zacarías les respondió que lo que importaba no era el rito en sí, o el cumplimiento de una ceremonia, sino el estado del corazón de la persona. Dios, les dijo Zacarías, no cambiará su intención, ni su propósito por causa de ningún ritual humano. Y a lo largo de todos estos versículos, Zacarías estableció un contraste entre el juicio pasado de Israel, su cautiverio y esclavitud en Babilonia, y la restauración futura que ha sido prometida. En vista del cautiverio vivido en el pasado, la nación debía arrepentirse y vivir en rectitud. En vista de las bendiciones futuras que les fueron prometidas, Israel debía arrepentirse y vivir en justicia. De esta manera, Zacarías estaba invitando a la delegación de visitantes judíos a mirar hacia el futuro, cuando Israel sería colocado en un lugar de bendición y privilegio y los pesados ayunos pasarían a convertirse en fiestas.

El apóstol Pablo escribió en su Carta a los Romanos, en el capítulo 9, versículos 15 y 16: "Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia". Usted recuerda que fue Moisés quien le preguntó a Dios si iba a destruir a los hijos de Israel. Y Dios le respondió: "Yo te voy a escuchar, Moisés, pero no te voy a escuchar porque tú eres Moisés, porque yo mostraré gracia a aquellos a quienes mostraré gracia, y tendré misericordia del que yo tenga misericordia".

Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. De modo que, no depende de aquel que corre por medio de un rito, ni tampoco de aquellas personas que son muy religiosas, cumplen y hasta asisten con frecuencia a una iglesia, sino de Aquel que es Dios. Es el Señor Jesucristo quien demuestra misericordia hacia su vida y la mía, y no debido a nuestra práctica regular de ciertos ritos, sino por amor hacia usted, y hacía mí: ¿No es una verdad sorprendente y, a la vez, maravillosa? Y, amigo oyente, hoy, nosotros podemos decir nuevamente con el apóstol Pablo: "Por la gracia de Dios soy lo que soy". (1 Corintios 15:10)

Retornando al libro de Zacarías, leemos lo que le dijo a esta delegación de visitantes de Betel, en el versículo 15 del capítulo 8:

"Así al contrario he pensado hacer bien a Jerusalén y a la casa de Judá en estos días; no temáis."

Lo que Dios estaba diciendo a través del profeta era que: "Independientemente del rito que realicéis, Yo sigo demostrando mi fidelidad y misericordia con vosotros."

Las tristezas del juicio pasado dieron paso a los juramentos de bendiciones futuras. Y, como veremos a continuación, las bendiciones prometidas estarán supeditadas a la obediencia a Dios, según sus propios parámetros. Tal obediencia sólo puede hacerse una realidad por el poder del Espíritu en la vida de una persona que ha sido transformada por la gracia de Dios a través de la fe.

Escuchemos lo que Dios dijo en el versículo 16 de este capítulo 8 de Zacarías:

"Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas."

¿Ha confiado usted ya, amigo oyente, en Jesús como su Salvador personal? Usted puede ser salvo por gracia y misericordia de Dios. Dios le ama, incluso aunque usted no lo ame a Él. Ahora bien, debemos prestar atención a lo que Él también dice: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". (Juan 14:15). Si usted le ama, estimado oyente, demuéstrelo cumpliendo Sus mandamientos, aun sabiendo que su salvación no depende de esta obediencia, pero sí su equilibrio, bienestar, paz y alegría.

Es por eso que Zacarías le dice a esta delegación de judíos: "Estas son las cosas que habéis de hacer: hablad verdad cada cual con su prójimo". Hoy en día parece ser que la mentira, o las mal llamadas "verdades a medias", presuponen o se dan por hecho en cualquier ámbito de la vida. El hombre y la mujer del siglo XXI apenas puede moverse sin pensar que alguien le va a engañar: la publicidad, el marketing, las promociones engañosas, los premios "con truco", la letra pequeña de los contratos bancarios, etc. Tampoco podemos confiar en los políticos, sean del signo y color que sean. Hasta la ciencia y el arte han sido pasto de numerosos engaños y embustes. La verdad es que hoy vivimos una crisis de confianza.

Luego, Zacarías añadió: "Juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas". Esta expresión, "en vuestras puertas", indica el lugar donde se celebraban los tribunales en aquel día. Y cuántas personas hoy han confesado haber mentido aun estando declarando bajo juramento. Juzgad - dice aquí - según la verdad. Él no está hablando aquí del hecho de juzgar. Él no está diciendo que uno no debe juzgar. Usted y yo vamos a juzgar, ya sea honesta o deshonestamente. Eso quiere decir que no debemos desear o codiciar aquello que es posesión del prójimo.

Y la última parte de este mismo versículo 17, añade:

"Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso; porque todas estas son cosas que aborrezco, dice el Señor."

¿Nunca se ha preguntado, estimado oyente, qué cosas aborrece Dios? Dios es amor. Pero Dios también aborrece. De la misma manera, usted no podría amar sin aborrecer algo. Por ejemplo, si usted ama la verdad, aborrecerá entonces la mentira. Y Dios aborrece ciertas cosas: Dios aborrece las mentiras. Dios aborrece la codicia. Dios aborrece muchas cosas que, en el mundo, en nuestra sociedad, consideramos "normales".

Continuando con nuestra lectura, los versículos 18 y 19 de este capítulo 8 de Zacarías, dicen así:

"Vino a mí palabra del Señor de los ejércitos, diciendo: Así ha dicho el Señor de los ejércitos: El ayuno del cuarto mes, el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo, y el ayuno del décimo, se convertirán para la casa de Judá en gozo y alegría, y en festivas solemnidades. Amad, pues, la verdad y la paz."

La cuarta y última respuesta de Zacarías a la delegación de Betel los hace darse cuenta de que los días nacionales de ayuno y lamento serán transformados en fiestas de júbilo y regocijo. En realidad, ésta fue la respuesta a la pregunta original que leímos en el capítulo 7 versículo 3. Y además de los ayunos de los meses quinto y séptimo, se tenían otros dos ayunos adicionales: En el cuarto mes se conmemoraba la ruptura de los muros de Jerusalén y en el décimo mes recordaban el comienzo del último asedio contra la ciudad, que comenzó en el 588 a.C.

De alguna manera, Dios les estaba indicando: "Yo nunca os he obligado a realizar ayunos o ritos religiosos. Y los días que vosotros señalasteis para guardar esos complicados rituales, los voy a cambiar por días de fiesta y celebración. Se convertirán para la casa de Judá en gozo y alegría, y en festivas solemnidades. Amad, pues, la verdad y la paz". En los versículos 20 y 21 de este capítulo 8 de Zacarías, leemos:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Aún vendrán pueblos, y habitantes de muchas ciudades; y vendrán los habitantes de una ciudad a otra, y dirán: Vamos a implorar el favor del Señor, y a buscar al Señor de los ejércitos. Yo también iré."

Estas palabras apuntan hacia el futuro, al momento en que Jerusalén, según las profecías bíblicas, llegará a ser la capital, no sólo la capital política, sino la capital religiosa de la tierra. Y continúa diciendo el versículo 22:

"Y vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar al Señor de los ejércitos en Jerusalén, y a implorar el favor del Señor."

¿Qué vemos aquí? Que Israel será restaurada por completo en la gloria del milenio, o periodo de mil años que, según la Biblia es cuando Jesús regresará por segunda vez a la Tierra para gobernar durante un periodo de mil años. Los gentiles, es decir, los no judíos, de todo el mundo harán una peregrinación a Jerusalén para implorar el favor del Señor. Continuemos con el versículo 23:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros."

Cuando leemos: "En aquellos días" ¿Qué significa? Esta es una expresión que ya hemos venido escuchando una y otra vez y significa los días en los que es inaugurado el reino mesiánico en la tierra, periodo de tiempo en el que los judíos serán de verdad los mensajeros de Dios, como fue su propósito original, y traerán multitudes a Cristo. La proporción de 10 a 1 representa la inmensa cantidad de gente que vendrá a Jerusalén. El Mesías, que estará en mitad de Israel durante el milenio, será la mayor atracción del mundo. Y al ver que los judíos son tan bendecidos en su reino, las personas exigirán que les permitan acudir a conocer al Rey y Salvador.

Y con esto, amigo oyente, llegamos al fin de este interludio histórico.

Llegamos ahora a la tercera y última división del libro de Zacarías. La hemos denominado "oráculos proféticos" que abarcan los capítulos 9 al 14. El primer "oráculo profético", del capítulo 9 al 11, se relaciona con la primera venida de Cristo, y el "segundo oráculo", de capítulo 12 al 14, se relaciona con la segunda venida de Cristo.

En esta tercera y última sección, queridos amigos, vamos, de alguna manera, a recorrer el mismo terreno que ya hemos explorado durante los programas anteriores. Nos estamos refiriendo a las diez visiones que, programa a programa, hemos ido comentando del libro del profeta Zacarías. La profecía comienza con Israel, en los días de Zacarías. Los judíos eran pocos y bastante desanimados. Acababan de regresar de los 70 años de cautiverio babilónico y estaban, al fin, reconstruyendo su sagrado templo.

En medio de este panorama, dos profetas, Zacarías y Hageo, fueron enviados por Dios como profetas para animar y motivar al pueblo a reedificar el templo. Y luego, la profecía avanza hacia el futuro inmediato, donde Dios les iba a bendecir, aunque no de manera permanente, ni incondicional, tal y como veremos en el capítulo 9. A través de los siglos, Dios tenía un plan y un propósito. Primero, Jesús vendría como el Salvador, y, en la futura segunda venida, vendrá como Rey y Soberano. La primera venida culminó con una cruz; la segunda, comenzará con una corona.

En los primeros 8 versículos de este capítulo 9, el primer oráculo que antes mencionábamos presenta una serie de juicios anunciados en contra de las naciones que rodean a Israel, así como la liberación prometida a Israel. La mayoría de los intérpretes bíblicos concuerdan en que se trata de una profecía sobre las victorias del famoso conquistador Alejandro Magno, dada unos 200 años antes de que él conquistara Palestina. Sus acciones proveen, por otro lado, una analogía del regreso de Cristo para juzgar a las naciones y salvar a Israel al final de la Gran Tribulación o periodo de gran sufrimiento para toda la Tierra durante los últimos tiempos, justo antes de la segunda venida de Cristo.

En el versículo 1 de este capítulo 9 de Zacarías, leemos:

"La profecía de la palabra del Señor está contra la tierra de Hadrac y sobre Damasco; porque al Señor deben mirar los ojos de los hombres, y de todas las tribus de Israel."

Esto es similar a lo que vimos en el libro de Isaías, y aquí tenemos el juicio de Dios, avanzando desde el norte, desde el occidente, de donde vendrá Alejandro Magno. Y este lugar mencionado aquí, Hadrac, se encuentra en el norte. Damasco también se encuentra en ese lugar, ambos lugares fuera de la tierra prometida. Y en el versículo 2 dice:

"También Hamat será comprendida en el territorio de éste"

Y Hamat también estaba en el norte muy cerca del mar de Galilea. Y el versículo 2 completo de este capítulo 9 de Zacarías, añade:

"También Hamat será comprendida en el territorio de éste; Tiro y Sidón, aunque sean muy sabias."

Estas ciudades, Tiro y Sidón, eran muy ricas; eran ciudades comerciales muy conocidas por aquel entonces. Sus habitantes se sentían seguros tras sus inexpugnables fortalezas. Tiro ocupaba una isla a casi un kilómetro de la playa y tenía muros de 46 metros de altura. Era una ciudad tan impenetrable que el rey Salmanasar "el asirio", la sitió durante cinco años y no pudo conquistarla. Nabucodonosor trató de hacerlo durante 13 años, sin éxito. Pero a diferencia de ellos, Alejandro Magno fue el instrumento de Dios para construir un pasadizo con los escombros que quedaron de la ciudad costera que Nabucodonosor destruyó, y la arrasó en 7 meses, en el 332 a.C. Más adelante en la lectura, en los versículos 3 y 4 de este capítulo 9 de Zacarías, leemos lo siguiente:

"Bien que Tiro se edificó fortaleza, y amontonó plata como polvo, y oro como lodo de las calles, he aquí, el Señor la empobrecerá, y herirá en el mar su poderío, y ella será consumida de fuego."

Anteriormente, el profeta Ezequiel nos había advertido en cuanto a esto, y aquí lo leemos nuevamente.

Bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. Continuaremos con nuestro estudio en el próximo programa. Mientras tanto, le sugerimos que usted lea todo este capítulo 9 del libro del profeta Zacarías, para familiarizarse con el contenido de este pasaje.

Será entonces, hasta nuestro próximo programa, amigo oyente, ¡que las bendiciones de Dios llenen su vida y la de su familia al acercarse más a Él, y buscarle con toda la sinceridad de su corazón!

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