Estudio bíblico de Marcos 12:1-44
Marcos 12
Observemos que en este capítulo y en el siguiente, el relato no nos presenta ningún milagro. Habíamos afirmado previamente que Marcos era el Evangelio de la acción, con un énfasis en los milagros. De acuerdo con esta premisa, parece que la acción ahora disminuye hasta detenerse. En realidad, esta es la calma que precede a la tormenta. Porque después veremos una acción muy intensa.
He preparado un breve bosquejo de este capítulo, que voy a presentar en primer lugar:
1. Jesús avivó el conflicto contra los jefes religiosos con la parábola de la viña (vv. 1-12).
2. Jesús desbarató el argumento de los fariseos y herodianos sobre el pago de impuestos al Cesar (vv. 13-17)
3. Jesús rebatió el escepticismo de los saduceos con respecto a la resurrección (vv. 18-27)
4. Jesús calmó la inquietud de un escriba acerca del más importante de los mandamientos (vv. 28-34),
5. Jesús cuestionó la versión de los escribas sobre el Mesías y citó al Salmo 110 (vv. 35-40)
6. Jesús expuso la forma Bíblica de dar una ofrenda, evaluando las 2 monedas de la viuda (vv. 41-44)
Ahora el relato nos ofrece acción, pero de un tipo diferente. El Señor Jesús era el Cordero de la Pascua y fue sometido a un detenido examen antes de ser sacrificado. (Recordemos que en el Antiguo Testamento, el cordero de la pascua era retenido para ser examinado cuidadosamente para comprobar que no tenía ningún defecto). Toda una oleada de ira de los seres humanos pasaría sobre Su cabeza dentro de unos pocos días. Este no era un período de calma e inactividad sino un marco para el encuentro más feroz con los jefes religiosos. Fue como si ambas partes hubiesen reunido el mejor armamento y la más elaborada estrategia para la batalla entre el cielo y el infierno, entre la luz y la oscuridad, entre Dios y Satanás. Difícilmente un período así podría ser calificado como de inacción y cese de hostilidades. Los 3 años de escaramuzas periódicas de Jesús con los responsables religiosos culminaron en una áspera confrontación verbal. El tomó la iniciativa, obtuvo una victoria en el área de los argumentos y ellos cesaron en sus intentos de atraparle por ese medio. Habían esperado obligarle a decir algo que volviese a la gente contra El, pues todas las preguntas que le habían formulado habían sido malintencionadas.
El precipitó esta acción pronunciando su parábola más penetrante, clara y directa de Su ministerio, la de la viña. El significado era evidente. El capítulo, pues se inicia con esta parábola. Leamos el versículo 1:
"Entonces comenzó a hablarles en parábolas: Un hombre planto una viña y la cerco con un muro, cavo un estanque debajo del lagar y edifico una torre; la arrendó a labradores y se fue de viaje."
La viña representaba a la nación de Israel, de acuerdo con el libro del profeta Isaías 5:1-7. El trajo la "vid" de Egipto. Figurativamente hablando, plantó a esa nación. Les dio una religión que provenía de Dios. Fueron el único pueblo que jamás tuvo una religión de origen divino y la presencia visible de Dios. Las iglesias, a través de toda su historia, nunca han tenido esa manifestación visible de la divinidad. Y ahora, esta parábola aludía a los jefes religiosos de aquel tiempo. Continuemos leyendo los versículos 2 al 12:
"Al tiempo de la vendimia envió un siervo a los labradores para recibir de los labradores su parte de los frutos de la viña. Pero ellos, echándole mano, lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías. De nuevo les mandó otro siervo, y a él lo hirieron en la cabeza y lo trataron vergonzosamente. Y envió a otro y a éste lo mataron; y así con otros muchos, golpeando a unos y matando a otros. Todavía le quedaba uno, un hijo amado; y les envió a este último, diciendo: Respetarán a mi hijo. Pero aquellos labradores se dijeron entre sí: Este es el heredero; ¡venid, matémosle, y la heredad será nuestra! Y echándole mano, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará, entonces, el dueño de la viña? Vendrá y destruirá a los labradores, y dará la viña a otros. ¿Ni aun esta Escritura habéis leído: La piedra que desecharon los constructores, esa, en piedra angular se ha convertido; esto fue hecho de parte del Señor, y es maravilloso a nuestros ojos? Y procuraban prenderle, pero temían a la multitud, porque comprendieron que contra ellos había dicho la parábola. Y dejándole, se fueron."
Resultaba bastante obvio sobre qué estaba hablando en esta parábola. Los siervos que Dios había enviado eran los profetas. El "hombre" que tenía la viña, mencionado al principio, era Dios el Padre. La viña era la nación de Israel. Dios había elegido y protegido a esta nación. Los labradores eran los jefes religiosos. Finalmente, El había enviado a Su Hijo que, por supuesto, era el Señor Jesús, el hijo amado del Padre. De una manera especial El había venido primero a Israel como nación. Decía en el Evangelio de Mateo 15:24: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pero El también había venido para todo el mundo, según el Evangelio de Juan 3:16. Aunque aquí el Señor dirigió un impacto deliberado y directo a los responsables religiosos que estaban frente a El. Ellos ya habían tramado su muerte y El estaba exponiendo esos planes en público. Conocía el interior del ser humano y les estaba diciendo a aquellos personajes lo que iban a hacer. Había profetizado cada uno de sus pasos y anticipado sus movimientos. Les estaba acusando de asesinato antes de que lo cometiesen. Esta parábola constituyó, pues, un incidente notable. Después Jesús predijo el juicio de los jefes religiosos, cuyo cumplimiento ocurriría en el año 70 D.C. cuando el romano Tito destruiría la ciudad y les llevaría cautivos. Incluso al ver en la actualidad el Coliseo romano, podemos recordar que fue construido por esclavos judíos.
Hay aquí un detalle importante, en la siguiente frase: "la piedra que desecharon los constructores, esa, en piedra angular se ha convertido" Es como si tuviéramos 2 parábolas en una; la de la viña y la de la piedra. Cristo fue una piedra de tropiezo, una roca ofensiva para aquellos religiosos, pero mucha gente se volvió a El y, como resultado, El se convirtió en la piedra principal de un edificio. Esta realidad tendrá su cumplimiento final cuando El regrese a la tierra, Encontramos una descripción de esto en el libro de Zacarías 4:7, que dice; ¿Quién eres tú, oh gran monte? Ante Zorobabel, te convertirás en llanura; y él sacará la piedra principal entre aclamaciones de ?¡Que hermosa es! ¡Qué hermosa!
Los jefes religiosos habrían detenido al Señor Jesús en esta ocasión para ejecutarle, pero temían la reacción del pueblo. Porque esta parábola de la viña hizo estallar una guerra verbal y sus adversarios le enviaron más delegaciones para hablar con El. Leamos los versículos 13 al 15:
"Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra. Y cuando ellos llegaron, le dijeron: Maestro, sabemos que eres veraz y que no buscas el favor de nadie, porque eres imparcial, y enseñas el camino de Dios con verdad. ¿Es lícito pagar impuesto al César, o no? ¿Pagaremos o no pagaremos? Pero El, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me estáis poniendo a prueba? Traedme un denario para verlo."
La pregunta era una obra maestra. Ellos le adulaban pero El les llamaría hipócritas. No aceptaría su adulación. Por cierto, El había aceptado lo que el fariseo Nicodemo le había dicho en otra ocasión porque era sincero, pero estos fariseos no.
¿Por qué les pidió una moneda? El iba a usar la propia moneda de ellos; en realidad, yo creo que El mismo no disponía de una. Y esto es digno de reflexión. El Señor de la gloria estaba en este mundo sin dinero en su bolsillo. ¿Puedes imaginarlo? Así que ellos le facilitaron la moneda pedida. Leamos los versículos 16 y 17:
"Se lo trajeron, y El les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Y ellos le dijeron: Del César. Entonces Jesús les dijo: Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaban de El."
Si El les hubiese respondido que sí, que debían pagar impuestos al César, habría sido como reconocer que el César estaba en un mayor nivel que Moisés, y que el Mesías. Si hubiese respondido que no, habría sido acusado de insurrección contra el César. Sus adversarios debieron pensar que le habían hecho caer en la trampa, pero estaban totalmente equivocados. Tuvieron que sorprenderse de su respuesta.
Esa respuesta de Jesús nos revela que el creyente, el hijo de Dios, tiene una doble responsabilidad. La moneda tiene 2 caras. Hay 2 áreas de responsabilidad en nuestra vida. El ser humano tiene, por una parte, una responsabilidad terrenal o física y por otra, una obligación celestial o espiritual. Los ciudadanos del cielo pagan sus impuestos aquí en la tierra. Y los peregrinos aquí en la tierra deben depositar su riqueza eterna en el cielo. Así podemos ver que El silenció a aquellos Herodianos que deseaban afianzar el poder de la casa real de Herodes. Continuemos leyendo sobre la siguiente pregunta que le plantearon a Jesús: leamos los versículos 18 y 19:
"Y algunos saduceos (los que dicen que no hay resurrección) se le acercaron, y le preguntaban, diciendo: Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si el hermano de alguno muere y deja mujer y no deja hijo, que su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano."
Los saduceos tenían una ideología que, en ciertos aspectos, era más bien secular y negaban lo sobrenatural. Por cierto, lo que ellos afirmaron era correcto. Se referían a la ley del pariente que actuaba como redentor, la del matrimonio por levirato, ilustrada en el libro de Ruth y que establecía que si un esposo moría sin dejar heredero varón, su hermano, o en su defecto, el pariente más próximo, debía casarse con la esposa del difunto. El primer hijo de esa unión recibiría el nombre del hermano muerto y era considerado como su hijo. Esta práctica tenía el propósito de evitar la extinción de una línea de familia, para mantener intacta la herencia familiar. O sea, que los saduceos conocían bien las Sagradas Escrituras. Continuemos leyendo los versículos 20 al 24:
"Hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. Y el segundo la tomó, y murió sin dejar descendencia; y asimismo el tercero; y así los siete, sin dejar descendencia. Y por último murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Pues los siete la tuvieron por mujer. Jesús les dijo: ¿No es ésta la razón por la que estáis equivocados: que no entendéis las Escrituras ni el poder de Dios?"
Yo diría que ésta era la misma dificultad que tienen en la actualidad los que son tan críticos ante la Biblia. El Señor les dijo a los saduceos que ellos ignoraban 2 verdades: (1) el verdadero significado de las Sagradas Escrituras y no solo su contenido; (2) el poder de Dios para vencer la muerte y dar vida. Jesús amplió cada una de estas verdades empezando por la segunda. Leamos el versículo 25:
"Porque cuando resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dados en matrimonio, sino que serán como los ángeles en los cielos."
Ello no significa que un hombre y una mujer que estuvieron juntos en la tierra, no podrán estar juntos en el cielo. Simplemente, no estarán allí juntos como marido y mujer, porque no establecerán un hogar ni tendrán que tener y criar hijos para preservar la raza humana. Los saduceos tampoco creían en los ángeles, que son inmortales. Pero así será la vida futura para los seres humanos que hayan establecido una relación con Dios. A continuación, Jesús les expuso la primera verdad. Leamos los versículos 26 y 27:
"Y en cuanto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el pasaje sobre la zarza ardiendo, cómo Dios le habló, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? El no es Dios de muertos, sino de vivos; vosotros estáis muy equivocados."
Ellos desconocían el poder de Dios y alegaban que la idea de una resurrección estaba ausente del Antiguo Testamento. Por eso, en este pasaje, en el que se afirma que hay vida después de la muerte, Jesús citó el episodio de la zarza ardiendo, que vimos al estudiar el libro del Exodo, cuando Dios se había identificado con Moisés, dando a entender que los patriarcas estaban vivos y que El tenía una relación continua con ellos, aunque hubiesen muerto mucho antes. Ni Moisés, ni Abraham, ni Isaac estaban muertos, aunque sus cuerpos estaban enterrados en Hebrón. Ellos habían partido de esta tierra y se encontraban en la presencia de Dios, disfrutando de la fidelidad al pacto que El había establecido con ellos. Están en el mismo lugar en que los cristianos que mueren en comunión con el Señor también se encuentran. Y ahora, otra persona vino al encuentro de Jesús. Leamos los versículos 28 y 29:
"Cuando uno de los escribas se acercó, los oyó discutir, y reconociendo que les había contestado bien, le preguntó: ¿Cuál mandamiento es el más importante de todos? Jesús respondió: El más importante es: Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es;"
Esta es una cita del libro de Deuteronomio 6:4. No es uno de los Diez Mandamientos, pero es una de las declaraciones doctrinales más importantes del Antiguo Testamento. Israel tenía que proclamar la unidad de la Deidad en un mundo de politeísmo e idolatría. Así también hoy, la iglesia debe proclamar la Trinidad en un mundo caracterizado por el ateísmo, que niega la existencia de Dios, y por el unitarianismo, que niega la verdad Bíblica de la Trinidad. Continuemos leyendo el versículo 30:
"y amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza."
Por cierto, ¿cumples tú este mandamiento? Si dices que no necesitas a Cristo como Salvador y que obedeces a Dios, yo te haría la siguiente pregunta: ¿Amas a Dios con todo tu corazón, mente y alma? Si no es así, entonces estás quebrantando Su mandamiento y necesitas un Salvador. Yo sé que necesito un Salvador. No estoy a la altura de lo que Dios requiere. Yo le amo, aunque no como debiera. Y dicen los versículos 31 al 34:
"El segundo es éste: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. Y el escriba le dijo: Muy bien, Maestro; con verdad has dicho que El es uno, y no hay otro ademas de El; y que amarle con todo el corazón y con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y los sacrificios. Viendo Jesús que él había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y después de eso, nadie se aventuraba a hacerle más preguntas."
Lo que el escriba dijo era verdaderamente cierto. Amar a Dios y a nuestro prójimo es más importante que todas las ofrendas, donaciones y sacrificios. Quizás convenga repetir que si tú no estás a la altura de ese nivel de amar a Dios con todo tu corazón, mente, alma y fuerzas, y de amar a tu prójimo como a ti mismo, entonces, necesitas un Salvador. Este episodio dio por finalizado un período de pregunta formuladas a Jesús. Sus adversarios no pudieron comprometerle y Jesús pasaría a hacer las preguntas. Leamos los versículos 35 al 37:
"Y tomando la palabra, Jesús decía mientras enseñaba en el templo: ¿Por qué dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo por el Espíritu Santo: El Señor dijo a mi Señor: sientate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. David mismo le llama Señor. ¿En qué sentido es, pues, su hijo? Y la gran multitud le escuchaba con gusto."
Aquí Jesús estaba enseñando sobre su propio nacimiento virginal. ¿Cómo podía David, en el Salmo 110, donde estaba hablando de un futuro descendiente suyo, llamarle su Señor? Bien, la única manera en que pudo llamarle su Señor, era que éste era realmente El Señor. La única forma en que El podía ser El Señor era siendo alguien más importante que simplemente un descendiente de David. El tenía que nacer de una virgen para ser el Hijo de Dios. O sea que, el Mesías era el hijo o descendiente de David, y el Señor de David al mismo tiempo. Esta verdad implicaba entonces que el Mesías es Dios (o Señor de David) así como hombre (o descendiente de David). Este era la gran verdad que nuestro Señor Jesús estaba enseñando.
Observemos también que Jesús atribuyó el Salmo 110 a David, diciendo que David había escrito este Salmo por el Espíritu Santo, y que este Salmo estaba hablando de El como el Mesías.
Continuemos leyendo los versículos 38 al 40:
"Y en su enseñanza les decía: Cuidaos de los escribas, a quienes les gusta andar con vestiduras largas, y aman los saludos respetuosos en las plazas, los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes; que devoran las casas de las viudas, y por las apariencias hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación."
Jesús estaba enseñando que el privilegio crea responsabilidad. Denunció a los escribas porque sus vidas estaban en contradicción con lo que las Sagradas Escrituras enseñaban. Ellos serían juzgados más severamente que aquellos que no habían oído la Palabra de Dios.
El incidente final de este capítulo nos muestra a Jesús haciendo algo tan osado, que solo El como Dios podría hacerlo. Se puso a mirar como la gente ofrecía sus ofrendas. Leamos los versículos 41 y 42:
"Jesús se sentó frente al arca del tesoro, y observaba cómo la multitud echaba dinero en el arca del tesoro; y muchos ricos echaban grandes cantidades. Y llegó una viuda pobre y echó dos pequeñas monedas de cobre, de muy poco valor."
El había observado que los ricos echaban mucho dinero. Eran los grandes donantes. Estaban contribuyendo generosamente, pero El no les elogió por ello, sino que fijó su atención en la viuda, que contribuyó con 2 monedas. Comparada con la riqueza de aquel templo, imaginemos lo poco que significaba su ofrenda. Proporcionalmente, ella había dado la mayor cantidad, porque era todo su sustento. Pero Jesús con su actitud hizo como si aquellas monedas equivaliesen al mismo oro del cielo, convirtiéndolas en algo más valioso que cualquier persona rica pudiese ofrecer. ¿Por qué? Porque El vio que ella no se reservó nada para sí misma y se lo entregó todo a El. Su amor y devoción estaban presentes en aquella ofrenda. Verdaderamente, ésta es la forma en que El evalúa a las personas y a sus bienes materiales.
Algunos se preguntan con qué cantidad o porcentaje debieran contribuir a la obra de Dios. Pero una pregunta válida podría ser: ¿cuánto te reservas para ti mismo? Lo importante no es la cantidad que entregas. Después de todo, no se te exige ni una cierta cantidad ni ningún porcentaje. La pregunta esencial es personal: ¿cuánto amas a Dios realmente? El Señor es el único que tiene el derecho de observar este aspecto tan íntimo de entregar una ofrenda. Aquella viuda no dio nada que tuviese un gran valor material y quizás el tesorero del templo no le prestó mucha atención. Pero al dar a Dios con sacrificio, demostró su fe y se confió a sí misma a Dios para que El proveyera sus necesidades. Cada vez que se repite una actitud ejemplar como ésta, el Señor atribuye a esas 2 monedas de la viuda el valor del oro del cielo, porque El conoce la situación personal de cada uno y llega con su mirada a lo más profundo del corazón humano.
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