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Estudio bíblico: La cuestión del tributo - Marcos 12:13-17

Autor: Luis de Miguel
España
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La cuestión del tributo - Marcos 12:13-17

(Mr 12:13-17) "Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra. Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos? Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea. Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De César. Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él."

Introducción

Nos encontramos en la última semana antes del tremendo desenlace de la cruz. Cristo se hallaba rodeado de la maldad y de las maquinaciones de sus enemigos que buscaban por todos los medios la forma de desacreditarle ante el pueblo y destruirle. Por esta razón, a lo largo de estos pasajes vemos cómo los diferentes grupos del judaísmo se presentan ante Jesús con preguntas maliciosas que tienen como único fin tenderle una trampa en la que poder atraparlo. Sin embargo, a pesar de ello, su figura se acrecienta, manifestando con especial realce su autoridad espiritual.
En el pasaje que estudiamos ahora, veremos cómo dos grupos rivales del judaísmo se unieron para presentarle una pregunta sobre un tema que mantenía dividida a la sociedad judía de su tiempo: la cuestión del pago del impuesto a Roma.
Sin duda, su propósito era enfrentarlo con las multitudes o con el poder político de Roma. Pero Cristo, no sólo salió airoso de la situación, sino que aprovechó la ocasión para continuar su enseñanza sobre el tema de la autoridad. En los pasajes anteriores hemos visto la autoridad de Cristo frente a los gobernantes religiosos del judaísmo, mientras que ahora vamos a considerar su autoridad frente a los poderes políticos de su día.
Veremos también que otro tema que se nos presenta aquí es si Jesús era un "rebelde político" y si establecería su Reino por medio de un llamamiento a la desobediencia civil. Sin lugar a dudas, estos temas siguen siendo de mucha actualidad en nuestros días.

"Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos"

Mientras enseñaba en el templo, Jesús fue abordado por una extraña delegación. A más de uno le resultaría sorprendente ver llegar juntos a un grupo de fariseos con otro de herodianos. No debemos olvidar que existía una profunda enemistad entre ambos. Mientras que los herodianos constituían un partido político que apoyaba al gobierno de Roma y a la dinastía de Herodes, simpatizando además con los valores de la cultura helenista, los fariseos por el contrario eran una secta religiosa del judaísmo que se caracterizaban por su patriotismo y por defender los principios de la Ley de Dios conforme a la tradición de los ancianos. Difícilmente podríamos imaginarnos dos grupos más opuestos, pero sin embargo, dejaron a un lado sus diferencias y se aliaron contra Jesús porque lo veían como un mayor oponente. Y por supuesto, ésta no fue la última ocasión en la que el poder religioso y el político se han unido contra Cristo y su Evangelio.

La pregunta

1. El propósito de la pregunta
Primeramente notemos cuáles eran las intenciones reales de su pregunta. Ellos no deseaban aprender de Jesús, ni tampoco tenían un deseo genuino de resolver alguna cuestión ética o moral que les preocupara. De hecho, a pesar del lenguaje que emplearon en su planteamiento, ninguno de ellos aceptaba la autoridad espiritual de Jesús, ni estaban dispuestos a seguir sus indicaciones.
Quedaba claro que tenían segundas intenciones, y que su propósito era tenderle una trampa, inducirle a decir algo que pudiesen emplear más tarde para acusarle. Y el Señor Jesús percibió esta maldad e hipocresía en sus opositores.
2. La forma en la que presentaron la pregunta
Antes de presentar su pregunta, hicieron varias afirmaciones acerca de la forma de enseñar de Jesús que eran ciertas y que siguen siendo un modelo a seguir por todos nosotros.
"Maestro, sabemos que eres un hombre veraz... que con verdad enseñas el camino de Dios". Le reconocían como un Maestro que enseñaba el camino de Dios con verdad.
"Que no te cuidas de nadie". Admitían también que no se dejaba sobornar por nadie, sino que era fiel a Dios en su enseñanza, no acomodando su mensaje a lo que agradaba a la gente. Es decir, era independiente en su juicio y sólo actuaba en conciencia ante Dios, sin que influyeran en su enseñanza lo que pensaran sus amigos o sus enemigos.
"No miras la apariencia de los hombres". Siempre enseñaba lo mismo, sin importarle con quien hablara. Para él era lo mismo tratar con un pobre que con un rico, con un sabio que con un ignorante, con un amo o con un esclavo.
Sin embargo, en los labios de aquellos hombres, estas grandes verdades se convertían en una adulación repugnante e hipócrita. Su verdadero propósito era disipar las sospechas que pudiera tener Jesús y comprometerle a dar una respuesta con la que perdiera toda su reputación ante el pueblo o le enfrentara con el gobierno romano. De alguna manera querían forzarle a manifestar su pensamiento sobre un tema muy conflictivo sin temor a los presentes.
Pero no se dieron cuenta de que sus palabras se volvían contra ellos mismos, pues al reconocerle como un Maestro que enseñaba con verdad el camino de Dios, mientras que no estuvieran dispuestos a sujetarse ni a su enseñanza ni a su autoridad, se hacían culpables.
Dicho todo esto en cuanto a la situación por la que atravesó Jesús, no estará de más que nosotros mismos recordemos que debemos ser especialmente cautelosos cuando la gente nos lisonjea. Tengamos cuidado, porque por lo general, los halagos vienen con un dardo venenoso detrás de ellos.

"¿Es lícito dar tributo a César?"

Después de una introducción llena de halagos, finalmente hicieron su petición. Como ya hemos dicho, podríamos pensar que tenían una auténtica preocupación sobre un tema difícil para el que querían recabar la opinión de Jesús con el fin de recibir orientación, pero la realidad era muy diferente; toda la sociedad judía era muy sensible frente al asunto del tributo a Roma, y por eso despertaba las opiniones más enfrentadas, así que lo usaron con el fin crearle problemas y destruirle. Veamos algunas de las razones por las que el pago obligatorio de impuestos a los romanos era comprensiblemente muy impopular para muchos judíos.
Primeramente, les ocurría lo que a todo el mundo, y es que a nadie le gusta pagar impuestos por razones meramente económicas.
Pero en su caso se agravaba por sentimientos nacionalistas. El asunto les recordaba a los judíos que eran una nación vasalla, conquistada por el Imperio de Roma. Para muchos de ellos, pagar el tributo suponía aceptar como legítimo el dominio romano, y eso era algo a lo que no estaban dispuestos.
Y por otro lado, intervenían también cuestiones religiosas. No debemos olvidar que la moneda usada para pagar el tributo llevaba la imagen del emperador, quien se atribuía carácter divino y pretendía tener autoridad suprema tanto en asuntos políticos como en los espirituales.
A la vista de todo esto, no es difícil darnos cuenta de que la pregunta había sido formulada con verdadera astucia y estaba pensada para ponerle entre la espada y la pared.
Si aceptaba pagar el impuesto, inmediatamente sería acusado de antipatriota y de llevar a las multitudes a la sujeción a Roma. Algunos añadirían también que con esa actitud estaría ofendiendo a Dios, que era el único al que se debía pagar todo tributo, y eso sin contar la imagen del emperador y la inscripción que había en la moneda empleada para el pago del tributo que a todas luces resultaba blasfema. Pero aún había mas: los profetas habían anunciado claramente que cuando viniera el Mesías, Dios concedería a Israel una liberación completa del dominio gentil por medio de él. ¿Era Jesús el Mesías esperado? ¿Pero cómo podría ser el Mesías si les mandaba pagar un impuesto gentil?
Y por otro lado, si se hubiera negado a pagar el impuesto, no hay duda de que los mismos herodianos lo habrían llevado ante el gobernador romano Poncio Pilato denunciándole como un demagogo que incitaba al pueblo a rebelarse contra la autoridad de Roma.
Pero la cuestión suscitada en este pasaje nos lleva a preguntarnos también por otros temas.
En otros estudios hemos considerado que el Señor Jesucristo enseñaba reiteradamente a sus discípulos que él no iba a establecer su Reino dirigiendo un levantamiento armado que terminara con el poder opresor de Roma, pero podía quedar la duda de si él pretendía liberar a su pueblo por medio de la desobediencia civil, una desobediencia no violenta al estilo de Gandhi.
Otros muchos se siguen preguntando hoy día si un creyente debe pagar impuestos a un gobierno que hace un mal uso de ellos. ¿Es justo pagar ese dinero que hemos ganado con tanto esfuerzo a un gobierno que en muchas ocasiones lo derrocha y en otras lo usa para un propósito al que como cristianos nos oponemos totalmente?
Por otro lado, si su Reino no se iba a manifestar inmediatamente de forma visible, ¿cuál sería la relación de ese Reino con los otros reinos de este mundo? ¿Y cómo afecta esto a sus súbditos?

"¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea"

El Señor se dio cuenta del dilema en el que querían meterlo, pero no por eso eludió la pregunta. Sin embargo, antes de contestarles, pidió que ellos le dejaran una de las monedas con las que se pagaba el tributo. Al hacer esto, Jesús tenía una doble intención:
Por un lado quería poner de manifiesto que ellos estaban usando esta moneda en la vida cotidiana, y esto era así porque les resultaba muy útil en sus negocios, por lo tanto, si se beneficiaban con su uso, en consecuencia debían aceptar también las obligaciones resultantes y pagar los impuestos sin esconderse detrás de motivos religiosos. Ellos tenían que darse cuenta de que desde el momento en que habían empezado a utilizar la moneda romana, implícitamente habían aceptado también la autoridad del emperador, que era quien garantizaba su valor y quien exigía el impuesto.
Y en segundo lugar, quería inspeccionar la moneda con ellos, en especial su imagen y la inscripción que aparecía en ella. Al hacerlo, ellos tuvieron que reconocer que la imagen de la moneda era de César. Concretamente, en una de sus caras se podía leer "Tiberio César, hijo del divino Augusto", y en la otra cara decía "Máximo Pontífice". No cabe duda de que el Imperio usaba estas monedas para promover el culto al emperador. Pero aunque muchos judíos se mostraban muy rígidos en sus normas espirituales, sin embargo, cuando les interesaba no dudaban en hacer serias excepciones.

"Dad a César lo que es de César"

Finalmente Cristo contestó a su pregunta con una frase que ha llegado a ser conocida en el mundo entero. Sin embargo, no era el tipo de respuesta que los judíos esperaban; ellos querían una respuesta directa, pero Jesús no usó un "sí" o un "no", sino que contestó de una manera que les obligaba a pensar.
Primero observamos que el planteamiento de Cristo giró en torno a la cuestión de la "propiedad": "¿de quién es la moneda?". Y una vez que los judíos admitieron que era de César, Cristo dijo que le dieran lo que era suyo. Este detalle es muy importante, porque al hacer esto, el Señor estaba afirmando que César estaba actuando dentro de sus legítimos derechos de propiedad al exigir el impuesto. Y también, que el Reino que Cristo estaba estableciendo en este mundo en su primera visita, no entraba en conflicto en este sentido con el imperio de César.
Aquí aprendemos que Cristo no estaba llamando a sus seguidores a dar pasos políticos para derrocar el gobierno de Tiberio César, por cruel y corrupto que éste fuera. Es una comprensión totalmente errónea de los métodos y estrategias del Mesías suponer que la fe en él había de llevar a sus seguidores a intentar restaurar la antigua idea de Israel como un estado teocrático, por medio de programas de desobediencia civil o guerra abierta contra los imperialistas gentiles.
Todo esto se ve confirmado por la enseñanza que encontramos en otras partes del Nuevo Testamento:
(Ro 13:1-7) "Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están puestos para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra."
(1 P 2:13-14) "Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como superior, ya a los gobernantes, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien."
De estos textos se desprende claramente que el gobierno secular ha sido ordenado por Dios, y que por lo tanto, todo creyente tiene el deber de sujetarse a él. Y no hemos de olvidar que el gobernante al que se refería Pedro era Nerón, uno de los emperadores romanos más depravados, degenerados e inmorales de la historia. El estado ha sido ordenado por Dios, puesto que sin leyes la vida sería un caos. Esto no quiere decir que ésta forma de gobierno goce del total beneplácito de Dios, ni que sea su solución definitiva para este mundo, pero tenemos que admitir que es un mal menor en un mundo caído hasta que Cristo mismo venga a reinar. Y por esta razón, todos los cristianos deberíamos ser ciudadanos ejemplares.
Otra de las exhortaciones que recibimos en el Nuevo Testamento tiene que ver con nuestra colaboración con las autoridades civiles por medio de nuestras oraciones:
(1 Ti 2:1-2) "Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad."
Por otra parte, la sujeción a los gobernantes implica también el pago de los impuestos requeridos por ellos. Veamos otra ocasión en la que le preguntaron a Jesús si él pagaba los impuestos y reflexionemos sobre su contestación:
(Mt 17:24-27) "Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? El dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. Sin embargo, para no ofenderles, vé al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti."
La pregunta en cuestión era si Jesús pagaría y la respuesta fue que sí. Ahora bien, en su razonamiento se aprecia que él, como Hijo y heredero de todo, no tendrían el deber de pagar, pero sin embargo lo hizo para no ofender. A la vista de esto, todos los cristianos tenemos el deber de replantearnos nuestra actitud ante las autoridades y el pago de los impuestos mirando el ejemplo del Señor Jesucristo.

"Y a Dios lo que es de Dios"

1. El César no tiene autoridad absoluta
El Señor completó su contestación con un segundo mandamiento: "Y a Dios lo que es de Dios". De esta manera delimitaba el alcance del primer mandamiento. Lo que viene a decir es que todas nuestras lealtades terrenales están limitadas por nuestra lealtad superior a Dios.
Nos sujetamos a los gobernantes terrenales porque Dios nos lo manda.
Pero sin embargo no podemos hacer todo lo que el César dice. El cristiano no puede decir "¡César es el Señor!", porque para él, Cristo es el único Señor. Y siempre debe ser así: es imprescindible ser leales a Cristo por encima de cualquier gobierno terrenal. Aunque el Señor advirtió de que esta lealtad les costaría a algunos la vida: (Lc 21:12) "Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre".
Es especialmente cierto que el estado no puede legislar a quién adoramos, quién gobierna nuestras conciencias, o quién constituye la máxima autoridad en nuestras vidas. Como hemos visto en la inscripción de la moneda, el emperador pretendía gobernar también en el ámbito espiritual, por eso se hacía reconocer como "Sumo Pontífice" o "Sumo Sacerdote". Pero Cristo rechaza estas demandas del César, porque aunque reconoce la legitimidad de su autoridad humana, esta autoridad no es absoluta, ya que él mismo está también bajo la autoridad de Dios.
Los apóstoles resumieron con claridad este principio: "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5:29).
Este incidente tuvo que ser muy importante para los primeros lectores de este evangelio, que eran romanos. Los siervos de Cristo debían ser leales al estado en el pago de impuestos, que era su deuda por los beneficios que otorgaba el gobierno a los ciudadanos. Sin embargo, debían negarse a adorar al Emperador, pues sólo Dios merece adoración.
2. Nuestros deberes hacia Dios
Ahora vamos a centrarnos en las obligaciones y deberes que como criaturas tenemos hacia Dios. Inmediatamente nos damos cuenta de que el Señor eleva su nivel de exigencia a un plano infinitamente superior que el de la obediencia civil.
Comencemos por preguntarnos ¿qué es de Dios? Y la respuesta tiene que incluir necesariamente todo lo que somos y tenemos. De la misma manera que la moneda era de César porque tenía su imagen, el hombre lleva la imagen de Dios y por lo tanto le pertenece (Gn 1:27).
Ahora bien, ¿cómo puede el hombre pagar a Dios lo que es suyo? Lo cierto es que tenemos que reconocer que por mucho que nos esforcemos en amar a Dios sobre todas las cosas, con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente y corazón, nunca llegaremos a conseguir hacerlo tal como a él se merece. Ante este reconocimiento de nuestro propio fracaso como hombres pecadores, sólo tenemos la opción de refugiarnos bajo su misericordia y su gracia esperando su perdón una vez que hemos manifestado un arrepentimiento auténtico.
3. Jesús separó lo del César de lo de Dios
Por último, podemos ver que el Señor estableció una división entre la Iglesia y el Estado. Sus discípulos deberían ser al mismo tiempo ciudadanos del Reino de Cristo y del reino de este mundo, siguiendo las directrices que hemos considerado más arriba.
Esta advertencia del Señor debería haber servido para no unir la Iglesia con el Estado, pero con el tiempo, el cristianismo degeneró precisamente en esa dirección, llegando el mismo papa a ostentar el título de "Sumo Pontífice" que antes tenía el emperador romano, y estableciendo para la iglesia un estado terrenal en este mundo. Por supuesto, el no haber hecho caso a lo que nos enseña aquí el Señor ha resultado muy dañino para el cristianismo durante siglos, siendo una de las principales causas de descrédito.
4. Conclusión
El Señor había contestado a ambos grupos. Había denunciado la santurronería de los fariseos y les había dicho que no debían rehusar pagar sus tributos a César. Pero al mismo tiempo, había condenado también la mundanalidad de los herodianos que no daban a Dios lo que le pertenecía.
Al final todos "se maravillaban de él", lo que no quiere decir que estuvieran dispuestos a seguir la ruta marcada por su enseñanza. ¡Qué nosotros no nos quedemos sólo impresionados por la sabiduría demostrada por el Señor en su contestación, sino que pongamos por obra lo que él nos enseña!

Preguntas

1. ¿Cuál fue el propósito de los halagos que le hicieron a Jesús? ¿Qué podemos aprender de esto para nuestras propias vidas?
2. ¿Qué características resaltaron en Jesús como Maestro?
3. ¿Por qué era impopular el pago de impuestos entre la mayoría de los judíos? ¿Por qué la pregunta que le hicieron le podía crear problemas a Jesús?
4. Razone sobre lo que implica la frase "Dad al César lo que es del César".
5. Razone sobre lo que implica la frase "Dad a Dios lo que es de Dios".

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