Estudio bíblico de Números 11:16-12:16
Números 11:16-12:16
Continuamos hoy estudiando el capítulo 11 de Números y en nuestro programa anterior, estábamos hablando de la queja de Moisés. Vimos en los versículos 10 al 15, cómo Moisés elevó su queja a Dios. Y dijimos que Moisés no era un hombre perfecto. Era simplemente un ser humano sencillo, usado poderosamente por Dios. Ahora, Moisés dijo, que prefería morirse, a tener que sufrir la convivencia con esa multitud. Y creemos que estamos de acuerdo, pues era muy difícil soportar a esa gente. Hay muchos creyentes en posiciones de liderazgo que se han sentido como Moisés. Se han quejado al Señor de que la carga era demasiado grande para ellos. Se han cansado de soportar las críticas, las quejas, los lamentos, y las dificultades. Pero veamos ahora en el versículo 16, la respuesta del Señor para Moisés. Leamos el versículo 16 de este capítulo 11 de Números:
"Entonces el Señor dijo a Moisés: Reúneme a setenta hombres entre los ancianos de Israel, de los que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales, tráelos a la puerta del Tabernáculo de reunión, y que esperen allí contigo."
Moisés se equivocó al quejarse de esta manera a Dios. Moisés dijo que él era el que estaba llevando el peso de todo el pueblo. Bueno, él no era el que estaba llevando esa carga. Dios nunca le pidió hacer eso. Dios era quien les estaba soportando a ellos y también a Moisés. Pero, Moisés no confiaba completamente en el Señor. Ahora Dios dice: "Está bien Moisés, te ayudaré, si eso es lo que quieres." Dios, paciente y bondadosamente, provee entonces algunos asistentes para que le ayuden a Moisés. Setenta ancianos fueron nombrados para ayudarle.
A propósito, este grupo de setenta ancianos, continuó actuando durante toda la historia de Israel. En los tiempos de nuestro Señor Jesucristo, se llamaba el Sanedrín. Una noche este grupo se reuniría y decidiría dar muerte al Señor Jesucristo. Creemos que quizá el pueblo no necesitaba realmente a este grupo.
Continuemos ahora con el versículo 17 y veamos lo que dice el Señor:
"Yo descenderé y hablaré allí contigo; tomaré del espíritu que está en ti y lo pondré en ellos, para que lleven contigo la carga del pueblo y no la lleves tú solo."
Dios había llamado a Moisés para dirigir al pueblo, y Dios proveería la fuerza para capacitar a Moisés. Dios siempre provee la fuerza necesaria. Nunca pide que hagamos más de lo que podemos hacer. Si usted amigo oyente, cree que está trabajando demasiado, bueno, quizá es posible que realmente esté demasiado recargado de trabajo. Quizá esté haciendo más de lo que Dios quiere que usted haga. Dios no agobia de esta manera a los suyos. Continuemos con el versículo 18:
"Pero al pueblo dirás: Purificaos para mañana y comeréis carne, porque habéis llorado a oídos del Señor, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto!. El Señor, pues, os dará carne, y comeréis."
Vemos que Dios dijo: "¿Quieren comer carne? Pues bien, voy a darles carne." Leamos los versículos 19 y 20:
"No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis al Señor que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos de Egipto?."
Es interesante leer el comentario que el Espíritu de Dios hace en cuanto a este incidente. El Salmo 106 es un salmo histórico y leemos allí en el versículo 15: "Y él les dio lo que pidieron; pero envió mortandad sobre ellos." Ahora, Dios oyó su queja y contestó sus oraciones. Nos imaginamos que algunos andarían contando cómo Dios les había contestado las oraciones. Pero observemos las consecuencias de su actitud.
Nunca debemos perder de vista el hecho de que siempre debemos hacer que sean conocidas nuestras peticiones delante de Dios, con expresiones de gratitud, como lo dice el Apóstol Pablo en su carta a los Filipenses, capítulo 4 y versículo 6. Estemos agradecidos, porque sabemos que Dios oirá y contestará nuestras oraciones, aunque la mayoría de las veces se de el caso que Dios conteste que no, la cual será la mejor respuesta. Hemos descubierto a través de los años, que muchas veces la negativa de Dios ha sido la mejor respuesta. A veces, las cosas por las cuales oramos no constituyen lo que es mejor para nosotros. Si imploramos y se lo rogamos, Dios contestará nuestra oración, según nuestro deseo. Pero nos hará sentir finalmente la insatisfacción resultante de haber pedido lo que no convenía. Y creemos que eso nos sucede muchas veces a los cristianos.
Y es que tendríamos que aprender a orar siguiendo las normas expuestas en la Palabra de Dios. Sobre esto, lo dice el Apóstol Santiago en su carta, capítulo 4, versículos 2 y 3: ". . . no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites". Ahora, Dios le dice a Moisés, que por un mes entero, comerán carne hasta el punto en que llegue a serles repugnante. Haría esto porque habían despreciado al Señor y habían llorado delante de El. Leamos los versículos 21 y 22:
"Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el pueblo en medio del cual yo estoy, ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán un mes entero! ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les baste? ¿O se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan lo suficiente?"
Moisés pregunta a Dios cómo piensa solucionar este problema. Dios le contesta que lo hará. No debemos, amigo oyente, preguntarle al Señor cómo llevará a cabo alguna de Sus obras, después que El ha dicho que la hará. La hará de la manera que El quiera realizarla. Continuemos con los versículos 23 al 25:
"Entonces el Señor respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano del Señor? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no. Salió Moisés y comunicó al pueblo las palabras del Señor. Luego reunió a los setenta hombres entre los ancianos del pueblo, y los reunió alrededor del Tabernáculo. Entonces el Señor descendió en la nube y le habló. Luego tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta hombres ancianos. Y en cuanto se posó sobre ellos el espíritu, profetizaron; pero no volvieron a hacerlo."
Ahora, no había más poder que antes. Había más organización, pero no había más poder, porque el mismo Espíritu estaba distribuido entre ellos. A continuación leamos los versículos 26 al 30:
"En el campamento habían quedado dos hombres, uno llamado Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu. Estaban estos entre los inscritos, pero no habían venido al Tabernáculo. Y profetizaron en el campamento. Un joven corrió a avisar a Moisés, y le dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento. Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus jóvenes, y le dijo: Señor mío Moisés, no se lo permitas. Moisés le respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta, y que el Señor pusiera su espíritu sobre ellos. Luego Moisés volvió al campamento con los ancianos de Israel."
Josué era muy fiel y leal a Moisés y eso era algo digno de destacar. Pero aún más notable es el hecho de que esta actitud revela que Moisés no tenía celos. No tenía celos de que otros también pudieran profetizar.
Leamos el versículo 31 de este capítulo 11 de Números, que nos explica cómo
Dios provee las codornices
"Entonces el Señor envió un viento que trajo codornices del mar y las dejó sobre el campamento, un día de camino de un lado y un día de camino del otro lado, alrededor del campamento, y casi dos metros de altura sobre la superficie de la tierra."
Note usted, que el Señor, realmente les da codornices para comer. Es difícil incluso imaginar la abundancia de la provisión divina en esta ocasión. Dice el versículo 32:
"El pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche y todo el día siguiente, recogiendo codornices. El que menos, recogió diez montones, y las tendieron a secar alrededor de todo el campamento."
No tenían instalaciones refrigerantes, y por eso, tenían que cocinar de una vez, todas esas codornices. Pero veamos lo que sucedió leyendo los versículos 33 al 35:
"Aún tenían la carne entre sus dientes, antes de haberla masticado, cuando la ira del Señor se encendió contra el pueblo, y lo hirió el Señor con una plaga muy grande. Y llamaron a aquel lugar Kibrot-hataava, por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso. De Kibrot-hataava partió el pueblo a Hazerot, y se quedó en Hazerot."
Como usted ve, demostraron una verdadera glotonería, aunque habían despreciado el maná que Dios les había provisto antes. Y Dios, amigo oyente, juzga tales cosas y todavía lo hace. Recuerde que el Apóstol Pablo escribió en su primera carta a los Corintios, capítulo 11, versículo 31 y 32: "Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; pero siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo"... Y así, amigo oyente, concluimos nuestro estudio del capítulo 11 de Números. Y llegamos ahora a
Números 12:1-16
En este capítulo, el relato nos lleva a conocer los celos de María y de Aarón y el castigo de María.
La Biblia no nos dice mucho sobre la vida de hogar de Moisés. Por lo que sabemos, no creemos que el suyo fuera un hogar feliz. Ahora, el incidente registrado en este capítulo consistió en un problema familiar que ocurrió durante el viaje desde Sinaí hasta Cades Barnea. Encontraremos aquí una rebelión en las posiciones más altas entre el liderazgo del pueblo de Israel. Leamos el versículo 1 de este capítulo 12, que nos relata el origen de este problema, producido por
Los celos de María y Aarón
"María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer etíope que había tomado, pues él se había casado con una mujer etíope."
No creemos que esta mujer casada con Moisés fuera la hija del sacerdote de Madián. Si este fuera el caso, habría sido llamada madianita. La última vez que oímos hablar de Séfora, primera mujer de Moisés a quien había conocido durante su exilio en el desierto, antes de la salida del pueblo de Egipto, fue cuando su padre la trajo a Moisés al monte Sinaí (Éxodo 18:2). No sabemos si regresó con su padre a su hogar o si había muerto. ¿Y entonces quién es esta esposa etíope? La Biblia no nos dice nada al respecto. Al parecer, ésta es otra mujer que Moisés había tomado como esposa. Y esto provee a María y Aarón un pretexto para que traten de cuestionar la autoridad de Moisés. Ahora, el versículo 2 dice:
"Decían: ¿Solamente por Moisés ha hablado el Señor? ¿No ha hablado también por nosotros?. Y lo oyó el Señor?"
Ahora, ésta que así habla es la hermana mayor de Moisés. María podía decir: "Bueno, ¿Y quién se cree Moisés que es? Aun me acuerdo del tiempo cuando él era sólo un pequeño bebé en la cesta y yo le cuidaba. Si yo no le hubiera protegido, ¿dónde estaría él ahora?" Y vemos que Aarón, el sumo sacerdote, el hermano mayor, secundó su actitud. Continuemos leyendo el versículo 3:
"Moisés era un hombre muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra."
Es interesante notar que de Moisés y de nuestro Señor Jesucristo, se dijo que ambos eran humildes. Recordemos que ante Dios, la mansedumbre no es una debilidad. La mansedumbre consiste en obediencia a Dios y en una sumisión a Su voluntad. Ahora, el versículo 4, dice:
"Luego dijo el Señor a Moisés, a Aarón y a María: «Salid vosotros tres al Tabernáculo de reunión». Y salieron ellos tres."
Aquí vemos que este es, estrictamente, un asunto de familia. Veamos entonces lo que ocurre leyendo los versículos 5 hasta el 9:
"Entonces el Señor descendió en la columna de la nube y se puso a la puerta del Tabernáculo. Llamó a Aarón y a María, y se acercaron ambos. Y el Señor les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros un profeta del Señor, me apareceré a él en visión, en sueños le hablaré. No así con mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, claramente y no con enigmas, y verá la apariencia del Señor. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?. Entonces la ira del Señor se encendió contra ellos; luego se fue."
Dios dice, que es El quien escoge a los profetas, y que Moisés es mayor que los demás. Que él es más fiel que todos Sus siervos. Y Dios trataría con él de una manera diferente, a la que se relacionó con cualquier otro profeta. Dios trató con Moisés, de una manera directa. Y notamos que esto es verdad al estudiar el Antiguo Testamento. Dios apareció en sueños a Abraham, y se reveló en sueños a José, pero Dios trató con Moisés cara a cara. Moisés es diferente a todos los demás. Más tarde veremos que Dios dice en Deuteronomio 18:18: "Un profeta como tu les levantaré en medio de sus hermanos; pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande". Aquel profeta, que sería como Moisés, es el Señor Jesucristo mismo. Veamos ahora el castigo de la hermana de Moisés. Leamos el versículo 10, donde se describe
El castigo de María
"Tan pronto la nube se apartó del Tabernáculo, María se llenó de lepra, y tenía la piel blanca como la nieve. Cuando Aarón miró a María y vio que estaba leprosa"
Los dos hermanos se habían portado con una gran insensatez. María contrajo la lepra, enfermedad que le vino como severo castigo del Señor y esto les demoró a todos allí en el campamento. Moisés, demostrando su actitud bondadosa y su actitud de perdonar, oró entonces al Señor por ella; pero aunque Dios la sanó, tuvo que ser excluida del campamento, por siete días. Y el pueblo no podía seguir en su marcha, mientras ella estuviera expulsada del campamento. Leamos ahora los versículos 15 y 16:
"Así María fue expulsada del campamento durante siete días, y el pueblo no siguió adelante hasta que se reunió María con ellos. Después el pueblo partió de Hazerot, y acamparon en el desierto de Parán."
Ahora, ¿por qué no fue atacado Aarón por la lepra? Bueno, porque Aarón era el sumo sacerdote y si hubiera contraído la lepra, no podría haber ejercido el sacerdocio. Y en ese caso, Israel no habría tenido ningún intercesor para interponerse entre ellos y Dios. De esta manera y en esta ocasión, Dios no utilizó este asunto de familia para juzgarle. Fue Aarón quien imploró a Moisés diciéndole, en el versículo 11: "¡Ah! Señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado; porque locamente hemos actuado, y hemos pecado." El castigo fue causado por los celos de los dos, pero María era la que había tomado la iniciativa, pues vemos que su nombre es mencionado en primer lugar y el verbo "hablo", en el versículo 1, en el idioma hebreo original, está expresado en la forma femenina, traduciéndose "ella habló". Así, Aarón no había sido el líder de esta rebelión, sino solo un seguidor. Era débil y manejable, característica que también observamos en Exodo 32, en relación con el grave incidente del becerro de oro. Los pecados de la envidia y los celos habían surgido en el corazón de María, y Dios la castigó justamente. Y así, amigo oyente, concluimos nuestros estudio del capítulo 12 de Números. En nuestro encuentro de hoy hemos visto a Dios juzgar dos situaciones graves que se presentaron en la marcha de Israel por el desierto. En la primera, Dios castigó la rebelión e ingratitud de los israelitas, revelado en su desprecio a la provisión de Dios, y en la segunda, la rebelión y los celos en el seno de la familia de Moisés. Y en cuanto a nosotros hoy, haríamos bien en hacer nuestra la oración del rey David, hombre consciente de sus debilidades y pasiones, cuando en el Salmo 139:23 y 24, dirigió a Dios la siguiente oración:
"Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guiame en el camino eterno."
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