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Estudio bíblico de Números 27:6-28:8

Números 27:6-28:8

Continuamos hoy estudiando el capítulo 27 de Números que comenzamos en nuestro programa anterior, y decíamos que Moisés estaba encarando un problema que, en realidad, no sabía cómo resolver. Por tanto, tuvo que acudir directamente al Señor. Ahora, el problema era que Zelofehad había muerto en el desierto, junto con la vieja generación, y había dejado cinco hijas, pero no tenía ningún hijo varón. Y según la ley de aquel entonces y de acuerdo con la ley mosaica, parecía que sólo eran los hijos varones, quienes podían heredar una propiedad. Al parecer, las mujeres simplemente quedaban excluidas. Por otra parte, era verdad que las leyes de las otras naciones, sí las excluían. ¿Qué iban a hacer entonces? Bueno, estas hijas de Zelofehad parece que eran bastante emprendedoras. De modo que se dirigen a Moisés y le piden que les dé heredad entre los hermanos de su padre.

Se oye mucho, hoy en día, hablar sobre la situación de los derechos de la mujer. Y en verdad, la Biblia misma tiene mucho que decir en cuanto a este Tema. Hay quienes han tratado de hablar en contra de la Biblia, diciendo que es un libro que favorece siempre al hombre a expensas de la mujer. Pero al leer la Biblia, vemos que la Palabra de Dios les reconoce a las mujeres sus derechos. Un versículo clave en cuanto a la igualdad entre el hombre y la mujer se encuentra en Gálatas capítulo 3, versículo 28, donde el apóstol Pablo, por inspiración divina, dice que en Cristo: ". . . no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús."

Volviendo ahora al pasaje en cuestión, aquí en Números capítulo 27, vemos que Moisés realmente no sabe qué hacer. Por eso decide llevar su causa delante del Señor. Ahora, veamos qué es lo que Dios responde a Moisés. Leamos los versículos 6 y 7 de este capítulo 27 de Números:

"y el Señor respondió a Moisés: Bien dicen las hijas de Zelofehad. Les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre, y traspasarás la heredad de su padre a ellas."

Vemos aquí que sin duda alguna, Dios respalda los derechos femeninos. Esta es una de las leyes más extraordinarias que se pueda imaginar. Viviendo en una época en que la legislación en estos asuntos es normal, es muy difícil para nosotros situarnos en aquellos tiempos, cuando trataban a las mujeres, como propiedades o bienes. En realidad las trataban casi como animales. Pero lo peor es que esto todavía ocurre en muchos lugares del mundo, donde carecen de cualquier derecho.

La mujer de hoy en día, debe dar gracias por la Palabra de Dios, porque fue la Biblia la que primero reconoció a las mujeres sus derechos. Creemos que lo que dice el versículo 7, aquí en el capítulo 27 de Números, constituye un gran logro social. Dice el Señor: Bien dicen las hijas de Zelofehad. Les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre. Ahora, basándose en ese caso, Dios les da un principio de conducta y una ley. Esto lo vemos ahora en los versículos 8 al 11. Leamos estos versículos:

"Y a los hijos de Israel les dirás: Cuando alguien muera sin dejar hijos, traspasaréis su herencia a su hija. Si no tiene hija, daréis su herencia a sus hermanos; y si no tiene hermanos, daréis su herencia a los hermanos de su padre. Si su padre no tiene hermanos, daréis su herencia al pariente más cercano de su familia, y de este será. Para los hijos de Israel esto será una norma de derecho, como el Señor mandó a Moisés."

Recuerde que este fue un gran paso adelante, que tuvo lugar alrededor de 1500 años antes de que Cristo viniera al mundo. Y es por esto que tenemos que decir que admiramos el carácter audaz y emprendedor de estas mujeres, y la fe que demostraron. El escritor a los Hebreos nos dice en el capítulo 11 de su carta, versículo 6, que: Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan. Estamos seguros que estas cinco eran mujeres de fe, que querían poseer la heredad de su padre. Realmente, no era la costumbre de la época ni había ninguna ley entonces, que declarara que ellas podían heredar la tierra. Pero pidieron con fe, y en respuesta a su fe, Dios les dio su heredad. De modo que, la fe era el único recurso que tenían las cinco hijas de Zelofehad, cuando solicitaron la posesión de la heredad de su padre.

Hay una maravillosa lección para nosotros. La Biblia dice en Efesios 1, versículo 3, que Dios: ". . . nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo." Estamos seguros que Dios nos oye y nos contesta, no sólo en cuanto a las bendiciones espirituales, sino también en relación con las cosas materiales. Creemos que la mayoría de nosotros, en algunos casos podríamos compararnos con indigentes, porque ante una situación de apremio, no nos acercamos a Dios como Sus hijos, para pedirle lo que necesitamos. Dios quiere ser bueno con nosotros. Pero, según el apóstol Santiago lo dice en el capítulo 4 de su carta, versículos 2 y 3: no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, pero no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.

Tenemos posesiones, maravillosas posesiones espirituales en Cristo Jesús y nada le agrada más a Dios, que se las pidamos por la fe. Estas mujeres, pues, vinieron en la simplicidad de su fe y pidieron la posesión que pertenecía a su padre. Y ya que nosotros tenemos posesiones espirituales. ¡Pidámoslas! Digámosle a nuestro Padre Celestial que queremos la heredad que nos corresponde y que queremos tener estas bendiciones espirituales. ¡El nos quiere bendecir!

Pasamos ahora a un Tema totalmente diferente que es tratado en la segunda mitad de este capítulo. Es como un traspaso del mando, o por lo menos los preparativos para designar a un sucesor de Moisés, porque

Moisés debe prepararse para su muerte

Llegamos aquí a una sección un poco triste. Hemos estado siguiendo a Moisés por mucho tiempo. En realidad, él es el autor de los libros del Antiguo Testamento que hemos estudiado hasta ahora, y por tanto, hemos estado con él desde el Génesis. Pues bien, en este momento del relato tiene que prepararse para partir de esta escena terrenal. Leamos los versículos 12 hasta el 14 de este capítulo 27 de Números:

"El Señor dijo a Moisés: Sube a este monte Abarim y verás la tierra que he dado a los hijos de Israel. Después que la hayas visto, tú también serás reunido con tu pueblo, como fue reunido tu hermano Aarón. Pues fuisteis rebeldes a mi mandato en el desierto de Zin, en la rencilla de la congregación, no santificándome en las aguas a los ojos de ellos. Estas son las aguas de la rencilla de Cades, en el desierto de Zin."

¿Se acuerda usted de esa escena? Es una referencia al episodio en que Moisés golpeó dos veces esa peña, después que Dios le había dicho que le hablara. Moisés se había enfadado, no obedeciendo a Dios. Esta peña, que ya había sido golpeada una vez muchos años antes, en un episodio narrado en Éxodo 17, era una figura de Cristo, y Moisés no había protegido el significado de aquella figura cuando desobedeció a Dios. Cristo, a quien señalaba esta roca, fue herido una sola vez por nosotros y en la actualidad provee el agua viva para nosotros. Y como Moisés desobedeció en algo de tanta importancia, pues sólo puede mirar la tierra desde lejos, y no se le permite entrar en ella.

El Dr. McGee nos cuenta que cuando él era profesor en el seminario, solía hacerles algunas preguntas capciosas a sus estudiantes. Una de ellas era si había o no entrado Moisés en la tierra prometida, y la mayoría de los estudiantes decían que no, que no había entrado. Pero, de vez en cuando había un estudiante más perspicaz que contestaba que sí, que Moisés había entrado en la tierra prometida. Y, claro que entró, estimado oyente. Pues estuvo allí con el Señor Jesucristo, en el monte de la transfiguración. Claro es que eso ocurrió después de su muerte. En esta ocasión, Moisés sólo pudo contemplar la tierra prometida por un momento y Dios no le permitiría entrar en ella. Y es un hecho, que la desobediencia impide que nosotros entremos en nuestras posesiones espirituales. El dudar o no creer en Dios siempre conduce a la desobediencia. Y esto fue exactamente lo que le sucedió a Moisés. Veamos ahora cómo es escogido el sucesor de Moisés. Leamos los versículos 15 hasta el 19:

"Entonces respondió Moisés al Señor: El Señor, Dios de los espíritus de toda carne, ponga sobre la congregación un hombre que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la congregación del Señor no sea como rebaño sin pastor. El Señor dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, hombre en el cual hay espíritu, y pon tu mano sobre él. Preséntalo luego ante el sacerdote Eleazar y ante toda la congregación, y le darás el cargo en presencia de ellos."

Tenían que nombrar a un sucesor para ocupar el lugar de Moisés. Tenía que ser un hombre controlado por el Espíritu. Y permítanos, amigo oyente, poner en claro que la imposición de manos, no fue lo que le convirtió en una persona controlada por el Espíritu. Este rito de por sí, no le dio ningún poder. Lo que sí indica, es una identificación o colaboración con alguien en una empresa y para cumplir cierto propósito. Usted recordará que la Iglesia, según el libro de los Hechos, puso sus manos sobre Pablo y Bernabé, y les envió a Antioquía. Ahora, ¿les dio esto algún poder especial? ¡De ninguna manera! El poder viene por el Espíritu Santo de Dios. Por medio de la imposición de manos, la Iglesia reconoció así su asociación con estos dos hombres en su empresa misionera. Este es el verdadero significado de este rito.

Josué, entonces, es el que va ser sucesor de Moisés. Después que Moisés entregue su responsabilidad en esta obra, este hombre, Josué, la asumirá. Aprenderemos mucho más en cuanto a este hombre, cuando en nuestro estudio lleguemos al libro de Josué. Y queremos decir aquí, que creemos que Josué fue el hombre más sorprendido en todo el campamento, cuando le escogieron como sucesor de Moisés. En cierto sentido, él era el hombre más improbable para suceder a Moisés. ¿Sabe Ud. por qué? Porque era una persona común y corriente. Ninguno sale diciendo aquí, que Josué tenía un gran potencial, una gran capacidad para ser líder, ni ninguno de estos elogios que tanto se oyen en la actualidad. Al parecer, Josué no tenía estas cualidades. Era un hombre normal. Y esto es muy importante reconocerlo, porque Josué revela lo que Dios puede hacer con una persona normal y corriente.

Y tenemos que decir, que los libros de Josué y Jueces siempre nos han servido de muchísimo ánimo. Apreciamos mucho estos dos libros, porque revelan el hecho de que Dios puede lograr por medio de hombres normales. Si una persona se entrega a El, Dios la tomará y la utilizará. Esto quiere decir que, me puede usar a mí, y puede usarle a usted también, estimado oyente.

Por lo tanto, Josué es el escogido. Es nombrado para ocupar el lugar de Moisés. A su debido tiempo, después de la muerte de Moisés, que se describe al fin del libro de Deuteronomio, Josué asume el cargo. Leamos entonces, los versículos 22 y 23 de este capítulo 27:

"Moisés hizo como el Señor le había mandado, pues tomó a Josué y lo presentó ante el sacerdote Eleazar y ante toda la congregación. Puso sobre él sus manos y le dio el cargo, como el Señor había mandado por medio de Moisés."

Y aquí concluye el capitulo 27 de Números. Llegamos ahora a

Números 28:1-8

En este capítulo 28 tenemos una exposición de la ley de las ofrendas. Realmente, tanto el capítulo 28, como el capítulo 29 de Números, tratan este Tema de la ley para las ofrendas.

Ahora que Israel estaba preparado para entrar en la tierra prometida por medio de un censo que pasaba revista a todos los hombres aptos para la guerra, y al haberse nombrado a Josué como comandante, debían tratarse el Tema de la vida espiritual del pueblo. Las ofrendas ya habían sido instituidas pero aquí, para completar el cuadro total, se repasan todos los sacrificios nacionales que debían ofrecerse durante todo el año.

Como en el libro de Levítico ya hemos considerado estas ofrendas en detalle, aquí solo recalcaremos ciertos puntos particularmente interesantes y significativos.

A veces nos preguntamos: ¿por qué será que Dios presenta tantos detalles sobre estas ofrendas? Podría parecer extraño, especialmente en estos tiempos en los que ya no se ofrecen sacrificios de sangre. Nos preguntamos si todas estas instrucciones les habrán parecido tediosas a los israelitas. ¡Cuán escrupulosos tenían que ser en cada aspecto de la ofrenda que se presentaba a Dios! ¿Por qué tantos detalles? Hay una cosa aquí que es tan maravillosa, que no queremos que usted la pierda de vista. En realidad, lo que se resalta en este pasaje Bíblico, es el carácter precioso de Cristo. Podríamos decir que aquí, en estos sacrificios, se describe la gloria permanente de Jesucristo. Leamos, pues, los primeros dos versículos de este capítulo 28:

"Habló el Señor a Moisés y le dijo: Manda a los hijos de Israel y diles: Cuidaréis de presentarme a su tiempo mis ofrendas, mi pan con las ofrendas quemadas de olor grato para mí."

Observemos el énfasis sobre el pronombre mí. Mi ofrenda, mi pan, mis ofrendas encendidas en olor grato a mí. Recordemos que en el libro de Levítico, que había 2 clases de ofrendas. De las cinco diferentes ofrendas, tres de ellas eran ofrendas de olor grato y dos eran ofrendas de olor no grato. Las ofrendas de olor grato, hablan de la persona de Cristo, y las de olor no grato, hablan de la obra de Cristo de su redención a favor suyo y mío. Ahora, aquí Dios está hablando sobre ofrendas de olor grato, llamándolas mis ofrendas. Estas ofrendas no representan lo que Cristo ha hecho por nosotros, ni nuestros pensamientos acerca de El, sino lo que Dios piensa sobre El.

Ahora, ¿qué significa esto para Ud. y para mí? Hoy se habla mucho sobre la adoración, o de servicios religiosos de adoración. Pero, ¿cuánto hay realmente de adoración en nuestras reuniones? ¿Cuánto habrá de actividad humana sin un objetivo concreto? La verdadera adoración es pensar o conectarnos con los pensamientos de Dios, junto con El, en comunión con El. Esta ofrenda de olor grata de la cual Dios habla como mi ofrenda, mi pan, mi sacrificio, representa lo que Dios piensa de Cristo. Y, estimado oyente, Dios está plenamente satisfecho con lo que Cristo hizo en la cruz por Ud. y por mí. ¿Qué le parece esto a usted? ¿Está usted satisfecho con lo que Cristo hizo por Ud. en la cruz? ¿Está Ud. descansando hoy en esa obra? La invitación divina es, también hoy, la siguiente: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. ¿Ha traído usted la carga de su pecado a la cruz? ¿Le ha recibido como su Salvador? ¿Está Ud. satisfecho con El? Estimado oyente, si El no fuera quien es, el Hijo de Dios, entonces lo que El hizo, no tiene significación alguna. La verdadera adoración consiste en un reconocimiento de quién es El, es decir, en una adoración de Su Persona. En otras palabras, es identificarnos con los pensamientos de Dios sobre Su Persona. Leamos ahora el versículo 3, de este capítulo 28:

"También les dirás: Esta es la ofrenda quemada que presentaréis a Jehová: dos corderos sin tacha, de un año, cada día, será el holocausto continuo."

Aquí tenemos que el capítulo comienza con una ofrenda de olor grato, el holocausto, que habla de la persona de Cristo y en la que el humo se elevó ascendiendo hacia Dios. Leamos ahora los versículos 4 al 8:

"Ofrecerás un cordero por la mañana, y el otro cordero lo ofrecerás a la caída de la tarde; y la ofrenda de cereales será de dos kilos de la mejor harina amasada con un litro de aceite de oliva. Este es el holocausto continuo de olor grato que fue ordenado en el monte Sinaí como ofrenda quemada para el Señor. La ofrenda de vino será de un litro por cada cordero, y se ofrecerá derramándolo en el santuario, en honor del Señor. Ofrecerás el segundo cordero a la caída de la tarde; y se le añadirá una ofrenda de cereales y una ofrenda de vino iguales a la ofrenda de la mañana. Es una ofrenda quemada de olor grato al Señor."

Esta ofrenda, pues, debía ser ofrecida todos los días, por la mañana y por la noche. Un holocausto continuo que ascendía en olor grato a Dios. Y este sacrificio se proyectaba hacia el futuro, señalando a la obra del Hijo de Dios. Por tal motivo nos recuerda, una vez más las palabras registradas en el Evangelio de Juan 1:29, con las que Juan el Bautista presentó a Jesús, ante aquellos que iban seguirle, y ante los seres humanos de todos los tiempos, y que hoy repetimos al anunciar el Evangelio, el mensaje de las buenas noticias y con las cuales nos despedimos hoy: ¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!

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