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Estudio bíblico de 1 Samuel 7:7-9:15

1 Samuel 7:7-9:15

Continuando con nuestro estudio en el capítulo 7 de este primer libro de Samuel, vamos a leer los versículos 7 hasta el 11 de este capítulo 7, para considerar

La victoria de Ebenezer

"Cuando supieron los filisteos que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los filisteos contra Israel; al oír esto, los hijos de Israel tuvieron temor de los filisteos. Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros al Señor, nuestro Dios, para que nos guarde de manos de los filisteos. Tomó Samuel un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto al Señor; y clamó Samuel al Señor por Israel, y el Señor lo escuchó. Mientras Samuel sacrificaba el holocausto, los filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel. Pero el Señor tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, los atemorizó y fueron vencidos delante de Israel. Los hijos de Israel salieron de Mizpa, siguieron a los filisteos y los hirieron hasta abajo de Bet-car."

Aquí Dios le dio una gran victoria a Israel, y ésta fue la primera victoria que habían ganado en mucho tiempo. Además ésta fue una victoria de gran importancia estratégica para Israel. Antes de esta batalla los israelitas habían caído en idolatría y en una amarga rebelión. Cuando empezaron a volverse a Dios, Samuel les exigió una confesión de sus pecados y una promesa de volverse a Dios. Ahora, cuando hicieron esto, el resultado fue una victoria notable sobre los filisteos. Leamos ahora el versículo 12:

"Tomó luego Samuel una piedra, la colocó entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, porque dijo: Hasta aquí nos ayudó el Señor."

El nombre Eben-ezer significa: "piedra de ayuda". La declaración de Samuel "Hasta aquí nos ayudó el Señor" la convertía en una piedra de recuerdos, que miraba hacia el pasado. Era también una piedra de reconocimiento, una piedra para el presente. Y por otra parte era una piedra de revelación, y una piedra para el futuro.

A veces acostumbramos a reflexionar sobre el pasado. Recordemos lo que el Señor habló por medio del apóstol Pablo en su carta a los Filipenses, en el capítulo 1, de esa carta, versículo 6: "estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo". Estimado oyente: ¿Le ha traído Dios a usted hasta aquí? ¿Le está guiando hoy? ¿Le ha ayudado hasta aquí? Si Él le ha guiado y ayudado, entonces usted también puede decir: "Hasta aquí me ayudó el Señor". Y confiar sin lugar a dudas, que si Él le ayudó hasta este momento, no cabe duda de que Él continuará ayudándole.

Estamos seguros de que todos podemos decir: "Hasta aquí nos ayudó el Señor". Josué, por ejemplo pudo decir en el capítulo 24 de su libro, versículo 15: "pero yo y mi casa serviremos al Señor". David también pudo decir en el Salmo 107, versículos 1 y 2: "Alabad al Señor, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia. Díganlo los redimidos del Señor, los que ha redimido del poder del enemigo". Yo personalmente quiero decir que el Señor es bueno, estimado oyente.

Hace tiempo un comerciante me comentó lo siguiente: "¿Sabe que el uso del tiempo puede ser semejante a la terminología bancaria? El ayer, es un cheque ya cancelado; el mañana, es una nota de crédito; pero el día de hoy, es dinero en efectivo. Úselo sabiamente". Samuel, pues, levantó una piedra de reconocimiento. Estimado oyente, ¿Reconoce usted la presencia de Dios en ciertos momentos de su vida? Eso es lo que quiso decir Samuel con esa piedra de Eben-ezer. Esa piedra, era además una piedra de revelación. No solamente significaba "hasta aquí", sino también "de aquí en adelante". El salmista David, en el Salmo 23:1, dijo: "El Señor es mi pastor" y después, mirando al futuro añadió: "nada me faltará". Una vez alguien dijo: "Tengo interés en el futuro porque espero pasar el resto de mi vida allí, y quiero estar razonablemente seguro de cómo va a ser". Y el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 8, versículo 28 dice: "Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". El Dr. Torrey siempre decía que este versículo aquí en Romanos, capítulo 8, versículo 28, era como una almohada suave para el corazón cansado. Todos necesitamos una piedra de Eben-ezer. Esperamos estimado oyente, que usted tenga una en su vida. Leamos ahora el versículo 13 de este capítulo 7 del primer libro de Samuel:

"Así fueron sometidos los filisteos y no volvieron a entrar más en el territorio de Israel; y la mano del Señor estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel."

Creemos que se puede decir que desde entonces y en adelante, los filisteos nunca más serían los enemigos tan dominantes ni formidables que habían sido antes de esta batalla. Ésta fue una batalla significativa y por eso se erigió esta piedra en memoria de ella. Este monumento fue erigido a unos 6 kilómetros al noroeste de Jerusalén, y a la vista de la ciudad. Leamos ahora los versículos 15 al 17, los últimos versículos de este capítulo 7 del primer libro de Samuel:

"Samuel juzgó a Israel todo el tiempo que vivió. Hacía cada año un recorrido por Bet-el, Gilgal y Mizpa. Juzgaba a Israel en todos estos lugares. Después volvía a Ramá, porque allí estaba su casa. Allí juzgaba a Israel y también allí edificó un altar al Señor."

Así fue la historia. Samuel era entonces profeta y juez de Israel. Podríamos decir que era el juez del distrito, pues, iba desde Bet-el hasta Gilgal, y a Mizpa, y de regreso a Ramá, donde tenía su residencia, y así sucesivamente. Estos lugares mencionados se encuentran en la región al norte de Jerusalén.

Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 7 del primer libro de Samuel. Y llegamos ahora a

1 Samuel 8

Las palabras del profeta Oseas, en el capítulo 13 de su profecía, versículo 11, pueden escribirse sobre el resto del primer y segundo libro de Samuel. Dice en el capítulo 13:11 de Oseas: "Te di un rey en mi furor, y te lo quité en mi ira". Samuel fue un gran juez y un hombre de Dios. Se crió en el tabernáculo, donde vio la maldad de los hijos del sumo sacerdote Elí, y observó como Dios los juzgó. Sin embargo, veamos lo que hizo, al leer el versículo 1, de 1 Samuel 8:

"Aconteció que cuando Samuel envejeció puso a sus hijos por jueces sobre Israel."

Samuel nombró a sus hijos como jueces para sucederle a él, a pesar de que eran indignos e incompetentes para el oficio. Ésta fue una gran equivocación de Samuel. Es verdad que él era un gran juez, un profeta notable, y un gran hombre de Dios. Pero desgraciadamente fue un fracaso como padre, de la misma manera que Elí había sido. Leamos ahora los versículos 2 y 3:

"Su hijo primogénito se llamaba Joel, y el segundo, Abías; ambos eran jueces en Beerseba. Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, sino que se dejaron llevar por la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho."

Estos eran los hijos de Samuel. Eran totalmente deshonestos. Es extraño, ¿no le parece? Hoy en día vemos también la misma cosa. Muchos preguntan: "¿Por qué es que puede haber una familia muy cristiana en la Iglesia, y sin embargo, su hijo, o su hija, se convierte en un joven inmoral, en un vago entregado a los vicios? Muchas veces no hay ninguna explicación sobre como llega a producirse tal situación. Pues bien, Samuel era un gran hombre, un hombre de Dios, y ya hemos visto lo que hicieron sus hijos. Continuemos ahora con los versículos 4 y 5 de este capítulo 8 del primer libro de Samuel:

"Entonces todos los ancianos de Israel se reunieron y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron: Tú has envejecido y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, danos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones."

Los israelitas pidieron entonces un rey. Estaban influenciados, por supuesto, por las naciones que estaban a su alrededor. Dieron como motivo, la avanzada edad de Samuel y la desobediencia de sus hijos. Al querer tener un rey, rechazaron entonces la autoridad de Dios y de Samuel. Continuemos con los versículos 6 y 7 de este capítulo 8 del primer libro de Samuel:

"Pero no agradó a Samuel que le dijeran: Danos un rey que nos juzgue Y Samuel oró al Señor. Dijo el Señor a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que ellos digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos."

El hecho de que Samuel hizo jueces a sus hijos le dio al pueblo una excusa para pedir un rey. Sin duda, ésta fue una situación angustiosa para Samuel. Pero Dios le consoló transmitiéndole la certeza de que el rechazo de Israel no iba dirigido hacia él sino contra Dios mismo. Los problemas de los hijos de Samuel eran un pretexto, y el rechazo del pueblo a la soberanía de Dios era la razón real. Entonces Samuel amonestó a Israel acerca de las implicaciones que habría al tener un rey. Les aclaró que un rey reinaría sobre ellos, reclutaría a sus hijos como soldados, a sus hijas como cocineras y criadas, y que tomaría parte de sus campos, viñedos y olivares y animales para sí mismo. Les advirtió que finalmente, clamarían de angustia y que cuando llegase ese día, Dios no les respondería. Y veamos la actitud del pueblo, aquí en los versículos 19 al 22:

"Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No. Habrá un rey sobre nosotros, y seremos también como todas las naciones. Nuestro rey nos gobernará, saldrá delante de nosotros y hará nuestras guerras. Oyó Samuel todas las palabras del pueblo y las repitió a oídos del Señor. Pero el Señor dijo a Samuel: Oye su voz y dales un rey. Entonces dijo Samuel a los varones de Israel: Volveos cada uno a vuestra ciudad."

Los hijos de Israel cumplirían su deseo. Dios iba a darles un rey. Lo que había ocurrido en los tiempos de Moisés, todavía era cierto en aquellos días. Leemos en el Salmo 106, versículos 13 al 15: "Bien pronto olvidaron sus obras; no esperaron su consejo. Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto y tentaron a Dios en la soledad. Y él les dio lo que pidieron; pero envió mortandad sobre ellos". Dios les concedería el deseo de tener un rey, pero no sería ventajoso para ellos. La guía de Dios se les revelaría indirectamente, por medio del profeta. Y como veremos, Dios no hablaría directamente al rey sino a través del profeta, quien transmitiría las palabras de Dios al rey. Y el rey las aceptaría, o las rechazaría, según el mismo decidiese. Y así concluimos nuestro estudio de este capítulo 8 del primer libro de Samuel. Llegamos ahora a

1 Samuel 9:1-15

El tema de este capítulo gira alrededor de la elección de Saúl como rey, y de su ungimiento como rey. Por lo tanto el próximo párrafo lleva el título

Saúl fue elegido como rey

El capítulo 9 del primer libro de Samuel comienza la segunda sección mayor de este libro. La primera sección trataba sobre Samuel, pero ahora el énfasis cambia y recae sobre Saúl. Él fue uno de aquellos individuos extraños con los cuales a veces nos encontramos en la Palabra de Dios. Tal como sucedió con Balaam, Saúl era un hombre difícil de entender y de interpretar. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, hay personalidades enigmáticas, contradictorias, que se mueven a través de las páginas de la Biblia en medio de una oscuridad parcial. Presentan destellos de luz, pero acaban volviendo a las sombras. Tenemos la misma dificultad con Judas Iscariote. Y, ¿qué le parece a usted Demas, quien era compañero del apóstol Pablo, y llamado por Pablo su colaborador, en su carta a Filemón versículo 24? Más tarde, Demas se menciona en la segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo, capítulo 4, versículo 10, como habiendo desamparado a Pablo porque amaba este mundo. No podemos aquí darle ninguna declaración dogmática en cuanto a si Demas fue salvo o perdido. En fin, volviendo a nuestra historia, Saúl no era rey cuando primero lo conocemos. El hecho es que no creemos que alguna vez fuera un verdadero rey, en el sentido estricto de la palabra. Leamos pues el primer versículo de este capítulo 9 del primer libro de Samuel:

"Había un hombre de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis hijo de Abiel hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjaminita."

Cis era el padre de Saúl y pertenecía a la tribu de Benjamín. Repasando la historia de los 12 hijos de Jacob en el Génesis, veremos que la tribu se originó con el hijo menor, Benjamín, quien fue el hijo favorito de Jacob después que éste perdió a José. Ahora, cuando Benjamín nació, su madre murió. Y cuando ella estaba agonizando, le puso por nombre "Benoni", que significaba "hijo de mi tristeza". Cuando Jacob vio a aquel pequeñito, su aspecto debe haberle recordado a su esposa porque dijo: "Lo llamaré Benjamín. Será -Hijo de mi mano derecha-" . Y así, Benjamín se convirtió en el hijo favorito y estuvo protegido por sus hermanos. Después, en el libro de los Jueces, la tribu fue diezmada debido a un trágico episodio de un pecado brutal que ocurrió en esta tribu. Y fue de esta tribu de Benjamín que procedió el primer rey. Volviendo ahora al capítulo 9 de este primer libro de Samuel, leemos en el versículo 2:

"Tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo."

Este muchacho Saúl era un hombre atractivo. Físicamente se veía como un rey, pero en realidad tenía mucho de apariencia y simplemente era como un actor que desempeñaba un papel. No era un rey de corazón. El pueblo, sin embargo, eligió su rey por su apariencia exterior y no según su carácter.

Es digno de destacar, en nuestro tiempo, el peligro de confiar en la apariencia exterior. De ahí la importancia de medios de difusión como la televisión. Muchas veces, la persona que en última instancia controlará los destinos de un país, será la que ofrezca la imagen adecuada en la pequeña pantalla. ¿Por qué? Porque elegimos a las personas por la impresión que nos causan, por su capacidad de comunicación y no según su carácter. ¡Si sólo pudiéramos contemplar el interior para poder ver el verdadero carácter de la gente, entonces nuestra manera de pensar y de elegir, sería diferente!

Los hijos de Israel quisieron tener un rey y Saúl les agradó. Era alto y guapo. No había otro más atractivo. Tenía un porte real. En nuestro tiempo podría haber sido un actor famoso o un célebre presentador de televisión. El problema era que no tenía un corazón de rey. Y leemos en los versículos 3 y 5 de este capítulo 9 del primer libro de Samuel:

"Un día se perdieron las asnas de Cis, padre de Saúl; por lo que dijo Cis a su hijo Saúl: Toma ahora contigo alguno de los criados, levántate y ve a buscar las asnas. Cuando vinieron a la tierra de Zuf, Saúl dijo al criado que tenía consigo: Ven, volvámonos; porque quizá mi padre haya olvidado la preocupación por las asnas y esté intranquilo por nosotros."

Saúl y su siervo habían buscado por todas partes las asnas de su padre y no las pudieron encontrar. Y leemos en los versículos 6 hasta el 8:

"Él le respondió: En esta ciudad hay un varón de Dios; es un hombre muy respetado: todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino. Respondió Saúl a su criado: Vamos ahora; pero ¿qué llevaremos a ese hombre? Porque el pan de nuestras alforjas se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle al varón de Dios. ¿Qué le podemos dar? Entonces replicó el criado y dijo a Saúl: Mira, tengo aquí en mi mano una pequeña moneda de plata; se lo daré al varón de Dios, para que nos indique el camino."

A continuación tenemos una breve explicación insertada por el Espíritu de Dios, que puede resultar de ayuda. Leamos el versículo 9:

"(Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios, decía: Venid y vamos al vidente; porque al que hoy se llama profeta, entonces se le llamaba vidente.)"

Hay aquí un cambio de nombres. Los hombres que negociaban en la nigromancia y el espiritismo eran conocidos como "videntes". Y Dios quería tener un nombre diferente para el hombre que Él escogiera a su servicio, y por lo tanto, fue llamado "profeta". Samuel, entonces, fue el primero de la orden de los profetas. Aunque a Moisés lo llamaron profeta, Samuel, fue realmente el primero de la orden de los profetas, y era de quien estaban hablando aquí Saúl y su siervo. Leamos ahora los versículos 14 y 15 de este capítulo 9 del primer libro de Samuel:

"Ellos subieron entonces a la ciudad; y cuando estaban en medio de ella, vieron a Samuel que venía hacía ellos para subir al lugar alto. Un día antes de la llegada de Saúl, el Señor había hecho a Samuel esta revelación"

Con frecuencia muchos se han preguntado: "¿Cómo se comunicó Dios en el Antiguo Testamento cuando se nos dice que habló con una persona?" Creo que una interpretación literal nos aclara que el Señor utilizó palabras comprensibles, que constituyen el medio normal de comunicación. Y esas palabras fueron las que Samuel oyó.

Comenzamos nuestro programa con la gran victoria sobre los filisteos, que llevó a Samuel a erigir una piedra, una especie de monumento conmemorativo, llamado "Ebenezer", que significa, piedra de ayuda y después pronunció estas palabras. "Hasta aquí nos ayudó el Señor". Dijimos que esa declaración era como un recuerdo, una mirada al pasado, un reconocimiento, o sea, una mirada al presente, y una revelación, orientada hacia el futuro. Aquella fue la declaración normal de alguien que confiaba en la ayuda, dirección, y provisión espiritual y material de Dios a través de las dimensiones del tiempo en la vida de una persona. Estimado oyente, le invitamos a confiar en el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, que en Su obra en la cruz y por medio del poder de Su resurrección, abre la puerta para que usted establezca una relación con Dios. A partir de ese momento, y por medio de Su Espíritu, Él toma nuestra vida pasada, presenta y futura, la transforma, la enriquece, le confiere un verdadero valor y una auténtica calidad humana y espiritual, y la proyecta hacia la eternidad. Como bien dijo el apóstol Pablo en 2 Corintios 5:17: "El que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; han sido hechas nuevas."

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