Estudio bíblico de 2 Samuel 7:1-17
2 Samuel 7:1-17
Continuando nuestra marcha por el Segundo libro de Samuel, llegamos hoy al capítulo 7, que se destaca por los siguientes hechos. Natán fue el primero en aprobar el deseo de David de construir una casa para Dios. Más tarde, por medio de la Palabra de Dios, Natán le prohibiría a David que construyera la casa. Sin embargo, prometería a David beneficios y bendiciones en su descendencia. Este capítulo 7 finaliza con la oración de David y su alabanza. El Pacto de Dios con David, hace que este capítulo sea uno de los grandes capítulos de la Biblia. El mensaje de la Biblia desde este punto en adelante, se apoya en la promesa que Dios le hizo aquí a David. David anhelaba profundamente edificar el Templo para alojar el arca de Dios, y hasta el profeta estaba de acuerdo con él en su plan. Pero Dios apareció más tarde a Natán para corregirle, porque Dios no permitiría que David edificara el templo, porque David era un hombre de guerra que había derramado mucha sangre. Dios reconoció el mérito de su anhelo, y prometió en cierto sentido y en su momento, edificar una casa a David. Dios prometió que un rey y un reino vendría del linaje de David, como lo expresan los versículos 12, 13 y 16. Ahora, no solo se refería a Salomón, sino también a Cristo, descendiente de David, y a Su reino eterno. Dios confirmó esto con un pacto. Dijo Dios en el Salmo 89, versículos 34 al 37: "No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi santidad, y no mentiré a David. Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mi. Como la luna será firme para siempre, y como un testigo fiel en el cielo". Ahora, David comprendió que un rey nacería de su linaje, el cual sería más que un hombre.
Los profetas del Antiguo Testamento basaron sus predicciones acerca del reino, en esta promesa. Leemos en Jeremías, capítulo 23, versículo 5: "Vienen días, dice el Señor, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra". El Nuevo Testamento comenzó con este punto. El apóstol Pedro comenzó con este tema en el día de Pentecostés, en el capítulo 2 de los Hechos. Y también el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 1. El Nuevo Testamento terminó con el mismo tema en el capítulo 22 del Apocalipsis. Hay por lo menos 59 referencias directas a David en el Nuevo Testamento.
El capítulo 7 del Segundo libro de Samuel, trata el tema del pacto de Dios con David. Francamente, es muy difícil entender a los profetas de aquí en adelante, sin conocer este Pacto. Uno de los motivos por los cuales muchos se confunden en el estudio de la profecía, es porque no prestan la debida atención a un capítulo como este. Este capítulo 7 del Segundo libro de Samuel, es uno de los capítulos más importantes en todo el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento se inicia con estas palabras de Mateo 1:1",Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham". Eso tiene importancia, porque las promesas que Dios hizo a David fueron y serían cumplidas en la profecía. Cuando el ángel Gabriel se apareció a María, el evangelista Lucas nos dijo en el capítulo 1 de su evangelio, versículos 30 al 32, que le dijo a María:"María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David su padre". Aquí puede verse que Dios estaba cumpliendo Su promesa a David. El apóstol Pedro, comenzó con el capítulo 7 de este Segundo libro de Samuel, cuando predicó en el día de Pentecostés. Leemos en el capítulo 2 del libro de los Hechos de los Apóstoles, versículos 29 y 30, que Pedro dijo: "Hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia en cuanto a la carne levantaría al Cristo para que se sentara en su trono", También vemos lo mismo al leer el resto de este capítulo 2 de los Hechos, versículos 25 al 36. Pedro se refirió en esa ocasión a lo que Dios había prometido a David. También el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos, dijo en el capítulo 1, versículos 1 al 3: "Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras; evangelio que se refiere a su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne."
El Nuevo Testamento termina con las siguientes palabras pronunciadas por el Señor Jesucristo en el capítulo 22 de Apocalipsis, versículo 16: "Yo, Jesús, he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana". Y éstas son solo unas pocas, entre las 59 referencias a David en el Nuevo Testamento.
Como ya hemos anticipado, los profetas del Antiguo Testamento basaron su mensaje acerca del reino, en la promesa que Dios le dio a David, aquí en el capítulo 7 del Segundo libro de Samuel. Usted encontrará que todos los profetas del Antiguo Testamento siempre volvieron a David y a las promesas de Dios a él, en cuanto al reino. Después de todo, ¿qué es el reino de los cielos, sino el reino que Dios le otorgó a David? Por ejemplo, escuchemos a Jeremías en su profecía, capítulo 23, versículo 5: "Vienen días, dice el Señor, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra. Este llegaría a ser el himno lema de los profetas. Comencemos ahora, leyendo los primeros 3 versículos de este capítulo 7 del Segundo libro de Samuel, en los cuales vemos
El deseo de David de construir un templo
"Aconteció que cuando ya el rey habitaba en una casa, después que el Señor le había dado paz con todos sus enemigos de alrededor, dijo el rey al profeta Natán: Mira ahora, yo habito en casa de cedro, mientras que el Arca de Dios está entre cortinas. Natán respondió al rey: Anda, y haz todo lo que está en tu corazón, porque el Señor está contigo."
Ahora, vamos a considerar los antecedentes de estos versículos. Hemos visto que David tomó a Jerusalén y la convirtió en su capital. Luego Hiram rey de Tiro edificó un palacio para David en el monte de Sión. Por último, David trajo el arca a la ciudad de Jerusalén. Una noche cuando David estaba en su palacio, empezó a pensar en el arca. Quizás era una noche lluviosa en Jerusalén. Y David debió haberse despertado oyendo el rumor de la lluvia sobre ese hermoso palacio que su amigo Hiram, le había construido. Y entonces pensó en el arca de Dios, que todavía se encontraba en una simple tienda o carpa, es decir, en el tabernáculo. Quizá aún pudo oír el golpeteo de las cortinas de esa tienda sacudiéndose a causa del viento, mientras pensaba: "Yo quiero construir una casa para Dios."
Pues, bien, David mandó a buscar a Natán el profeta y le contó lo que había en su corazón y dijo: "yo habito en casa de cedro, mientras que el arca de Dios está entre cortinas". Natán le dijo entonces, que siguiera con sus planes. Y aquí, estimado oyente, vemos un caso en el que un profeta se equivocó, y queremos decir, que se equivocó de veras. Natán dijo: "Anda, y haz todo lo que está en tu corazón, porque el Señor está contigo". Bueno, quizás cualquiera de nosotros le hubiera dicho lo mismo. Comprendemos, pues, cómo se sintió Natán. Los planes de David le parecían buenos. Natán no pudo pensar en nada que fuera mejor que la construcción de una casa para Dios. Pero, Natán se equivocó. Como ya hemos indicado, antes de cometer su gran pecado, David ya era un hombre de guerra, y había derramado mucha sangre. Y entonces Dios le dijo que no permitiría que él construyera un templo. Sin embargo, era un deseo que David tenía en su corazón y Dios reconoció su gesto. Creemos que nos hemos equivocado en llamarlo el Templo de Salomón, porque fue David el que reunió todos los materiales e hizo los arreglos con el contratista. Salomón simplemente llevó a cabo los planes. Debiera llamarse realmente, el Templo de David. Pero continuemos leyendo ahora los versículos 4 hasta el 6 de este capítulo 7 del Segundo libro de Samuel:
"Aconteció aquella noche, que vino palabra del Señor a Natán, diciendo: Ve y di a mi siervo David: Así ha dicho el Señor: ¿Tú me has de edificar una casa en la que yo more? Ciertamente no he habitado en casas desde el día en que saqué a los hijos de Israel de Egipto hasta hoy, sino que he peregrinado en una tienda que me servía de santuario."
Dios tuvo que corregir a Natán y le dijo: "Tú tendrás que corregir la opinión que le diste a David. Ve y dile a David que yo aprecio mucho el hecho de que me quiera construir una casa. Nunca le pedí que lo hiciera. Tampoco le pedí a nadie más de mi pueblo que lo hiciera". Dios se había reunido con Su pueblo en una tienda o carpa. En otras palabras, Dios se había identificado con Su pueblo. Es por eso que hace más de 2000 años Jesucristo descendió a la tierra y asumió nuestra forma humana para identificarse con nosotros. El apóstol Juan lo expresó así en el evangelio según San Juan, capítulo 1, versículo 14: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad; y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre". Aquella palabra "habitó" significa que "acampó o instaló su tienda" aquí, entre nosotros. En lugar de reunirse con el hombre en una tienda endeble, hecha de lino, Dios se reunió con el hombre en una tienda endeble hecha de carne y hueso, es decir, en un cuerpo humano. Vino a la tierra y se identificó con nosotros. Dios, estimado oyente, siempre se ha identificado con Su pueblo. Leamos ahora el versículo 7 de este capítulo 7 del Segundo libro de Samuel:
"En todo cuanto he andado con todos los hijos de Israel, ¿he dicho acaso de alguna de las tribus de Israel, a quien haya mandado apacentar a mi pueblo de Israel: ¿Por qué no me habéis edificado una casa de cedro?"
En otras palabras, el edificar el templo había sido idea de David, y no un mandato de Dios. Pero Dios le atribuyó a él el mérito de querer construir un templo. Y continúa Dios hablando a Natán y le dijo aquí en los versículos 8 y 9, de este capítulo 7 del Segundo libro de Samuel:
"Ahora, pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueras príncipe de mi pueblo Israel; y he estado contigo dondequiera que has ido, he exterminado delante de ti a todos tus enemigos, y te he dado nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra."
Ahora Dios le recordó a David lo que había hecho por él, y lo que haría con él. Dios le dijo: "David, tú fuiste un joven pastor, te elegí y te he hecho soberano sobre Mi pueblo". En el Libro de Dios, David está clasificado como uno de los hombres más grandes que jamás haya vivido en la tierra. Y creemos que es posible comparar a David con cualquier estadista de la historia, calificándole como un gobernante extraordinario. Continuemos ahora con el versículo 10 y parte del versículo 11:
"Además, yo fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré allí, para que habite en él y nunca más sea removido, ni los inicuos lo aflijan más, como antes, en el tiempo en que puse jueces sobre mi pueblo Israel"
Esto es lo que Dios haría. Tomemos nota de las promesas de Dios. Primera, "Yo fijaré un lugar a mi pueblo Israel; - Segunda - lo plantaré allí, para que habite en él y nunca más sea removido". Estimado oyente, eso fue dicho hace muchísimo tiempo. En realidad, Dios dijo eso hace más de 3000 años, y todavía no ha ocurrido. Pero Dios cumplirá Su promesa. Y en el versículo 11 de este capítulo 7 del Segundo libro de Samuel, el Señor continuó diciendo:
"y a ti te haré descansar de todos tus enemigos. Asimismo el Señor te hace saber que él te edificará una casa."
Dios dijo a Natán: "Ve y dile a David que yo le haré una casa". David había dicho: "Quiero construir una casa para Dios". Y Dios le dijo: "David, tu no puedes hacerla. Tus manos están manchadas con sangre. No te permitiré construir una casa, pero sé cuál es el deseo de tu corazón. Y te atribuiré el mérito de querer honrarme de esa manera, pero Yo te construiré una casa a ti". ¿No es esa acaso la forma de actuar del Señor? Estimado oyente, no se puede en realidad, superar al Señor.
En cuanto a nosotros, hacemos tan poco por Él que nunca nos hallamos en una posición en la que El pueda hacer muchísimo por nosotros. Podemos aprender una lección de David. David quería hacer algo importante para Dios, pero Dios hizo algo mucho más importante por él. Leamos ahora el versículo 12:
"Y cuando tus días se hayan cumplido y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual saldrá de tus entrañas, y afirmaré su reino."
Hemos leído en el Nuevo Testamento que el Señor Jesucristo fue descendiente de David, como lo expresó el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 1, versículo 3. Ahora, Dios dijo a David: "levantaré. . . de ti a uno de tu linaje, . . . y afirmaré su reino". Dios no estaba hablando en cuanto a Salomón. Dios se estaba refiriendo al Señor Jesucristo. Y en el versículo 13, el Señor continuó diciendo:
"Él edificará una casa para mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. "
Ahora, en este versículo Salomón era el tema; él era el próximo en la línea de sucesión. Sin embargo, el reino se extendería más allá de Salomón, proyectándose hacia el futuro, como lo vemos en las palabras "y yo afirmaré para siempre el trono de su reino". Esta declaración se refería al trono de David. El Señor Jesucristo algún día se sentará en el trono de David. Ése fue el mensaje del ángel Gabriel a la virgen María, en el evangelio según San Lucas, capítulo 1, versículo 32, cuando dijo: "Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David su padre". Ahora, escuchemos con atención las palabras del versículo 14 de este capítulo 7 del Segundo libro de Samuel:
"Yo seré padre para él, y él será hijo para mí. Si hace mal, yo lo castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres;"
Esta es otra promesa de Dios. De una manera única Dios dijo: "Yo seré a Padre para él". En Su resurrección el Señor Jesucristo le dijo a María Magdalena, en el capítulo 20 del evangelio según San Juan, versículo 17: "Suéltame, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios". Ahora, Dios es el Padre del Señor Jesucristo, debido a Su posición en la Trinidad. Pero, Dios es Padre mío también por la regeneración. El evangelista Juan dijo en el capítulo 1 de su evangelio, versículo 12: "Mas a todos los que le recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". Cuando yo recibí a Cristo como mi Salvador personal, me dio el derecho de convertirme Su hijo. Ese derecho es concedido a todos aquellos que simplemente creen en Su nombre. Dios dijo: "Yo seré padre para él, y él será hijo para mí."
Ahora, la última parte de este versículo 14, aquí en el capítulo 7 del Segundo libro de Samuel, es una declaración bastante extraña. Dice: "Si hace mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres". El obispo Horsley presentó una traducción interesante de esta frase y fue la siguiente: "Cuando el pecado o la culpa sea cargada sobre Él, yo le castigaré con vara de hombres". Eso es exactamente lo que Dios estaba diciendo entonces. Dios dijo: "Cuando el pecado o la culpa sea cargada sobre Él, yo seré su Padre, y Él será mi Hijo". Ésa es la relación única entre Dios el Padre y Dios el Hijo. Pero, la frase "si hace mal" quiere decir, "cuando el pecado sea cargado sobre Él". Es decir, cuando el pecado mío y el suyo, estimado oyente, fueron cargados sobre Jesús, podemos decir que por Sus heridas hemos sido sanados, salvados. Murió en la cruz por usted y por mí, estimado oyente. Fue entregado a la muerte por nuestras transgresiones y rebeliones. Fue por ese motivo que murió en la cruz. El apóstol Pedro en su primera carta universal, capítulo 2, versículo 24, dijo: "Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. ¡Por su herida habéis sido sanados!" Fuimos sanados del pecado cuando el pecado fue cargado sobre Él. El profeta Isaías dijo lo siguiente en cuanto al Señor, en el capítulo 53 de su profecía, versículo 10: "El señor quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento". Aquel que vendría del linaje de David llevaría los pecados del mundo.
Isaías continuó hablando acerca del Señor Jesucristo, cuando dijo en el mismo capítulo 53, versículo 4 al 6: "Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, pero nosotros le tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre Él el castigo, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Señor cargó en Él el pecado de todos nosotros". Dice aquí, "y por su llaga fuimos nosotros curados". ¿Curados de qué? Somos curados del pecado. El pecado, estimado oyente, es la enfermedad terrible que aflige a toda la humanidad. Es por eso que Dios dice: "Yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres". Volviendo ahora al capítulo 7 de este Segundo libro de Samuel, leamos el versículo 15:
"pero no apartaré mi misericordia de él como la aparté de Saúl, a quien quité de delante de ti."
En otras palabras, aunque el linaje de David pecara lastimosamente, Dios llevaría a cabo hasta el fin Su propósito para David y su descendencia. Y Dios hizo exactamente eso. Trajo al Señor Jesucristo al mundo. Y concluyó Dios, diciendo aquí en el versículo 16 de este capítulo 7 del Segundo libro de Samuel:
"Tu casa y tu reino permanecerán siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente."
Dios consideró que este tema era importante, porque en el Salmo 89, versículos 34 al 37, que ya hemos citado al principio, leemos: "No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi santidad y no mentiré a David. Su descendencia será para siempre y su trono como el sol delante de mi. Como la luna será firme para siempre, y como un testigo fiel en el cielo". Observemos que dice aquí, "como la luna será firme para siempre". Ahora, después de estudiar las rocas que los astronautas trajeron de la luna, los científicos dijeron que el universo, probablemente tiene entre 3 a 5 billones de años de antigüedad. Dios dijo que establecería el trono de David, así como estableció la luna. Dios hizo un pacto con David y no lo anularía. Y el versículo 17 de este capítulo 7 del Segundo libro de Samuel, dice:
"Así, conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, habló Natán a David."
Estas palabras concluyen este párrafo en el cual vimos el deseo de David de construir un templo y la respuesta de Dios por medio del profeta Natán. Solo nos queda concluir con una reflexión sobre la fragilidad de las promesas humanas y la fidelidad de Dios. Estimado oyente, Dios es fiel y cumple sus promesas. Si usted confía en el Señor Jesucristo como su Salvador y le entrega su vida, puede tener la absoluta seguridad de que Él le irá transformando progresivamente por medio de Su Espíritu. Dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Tesalonicenses 5:24, "Que Dios mismo, el Dios de paz, os haga perfectamente santos y os conserve todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sin defecto alguno, para el regreso de nuestro Señor Jesucristo". Y prestemos atención a sus últimas palabras: El que os ha llamado es fiel, y lo cumplirá.
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