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Estudio bíblico de Génesis 32:1-32

Génesis 32

Hay en la Biblia capítulos especialmente importantes, y éste es uno de ellos porque relata el momento culminante en la vida de Jacob. Podríamos decir que es el punto de inflexión de su vida. Sin embargo, de ninguna manera podríamos considerarlo como el momento de su conversión. Porque, a pesar de que era un hombre dominado por su naturaleza material, aun así, era un hombre perteneciente a Dios, aunque a veces no mostró evidencias al respecto. Excepto vagamente, en algunas ocasiones en que Dios se le apareció y él reaccionó. Esto debiera ser una advertencia para que no juzguemos a las personas, tratando de determinar si son cristianos o no, por su apariencia exterior o por su forma de vivir. Solo Dios lo sabe.

Como representante y testigo de Dios en el mundo, Jacob se comportó de forma indigna. No podía continuar de esa manera y Dios tuvo que ocuparse de él. Expresándolo de otra forma, Dios tuvo que quebrantarle para poder disponer de él. El Señor suele ejercer disciplina sobre nosotros. Como dice el autor de la carta a los Hebreos, en el Nuevo Testamento, " . . . el Señor al que ama, disciplina". Y El obra en nosotros por medio de ese método. Tenemos otro ejemplo en otro personaje estudiado, Lot quien, aunque no lo parecía, era un hijo de Dios. El apóstol Pedro en su segunda carta, capítulo 2:7 y 8 habló de él diciendo que " . . . sentía su alma justa atormentada". Fue como si Dios le hubiese hecho pasar a través del fuego. Escapó del incendio de Sodoma y Gomorra, pero el Señor le probó haciéndole pasar por el fuego de las pruebas. En el caso que nos ocupa, en la experiencia de Jacob, le llevó un período de veinte años vivir un duro proceso en que Labán abusó de él y que Dios permitió para transformar su carácter. Este capítulo 32 nos acerca al momento crítico en que Dios iba a tratar con él de una manera especial para convertirle en un digno representante suyo. Y como una introducción, me agradaría encabezar este capítulo con unas palabras del profeta Isaías, quien en su capítulo 40:29, escribió: "El da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor". Leamos los versículos 1 al 5, para comenzar a considerar la

Crisis en la vida de Jacob

"Y cuando Jacob siguió su camino, los ángeles de Dios le salieron al encuentro. Y al verlos, Jacob dijo: Este es el campamento de Dios; por eso le puso a aquel lugar el nombre de Mahanaim. Entonces Jacob envió mensajeros delante de sí a su hermano Esaú, a la tierra de Seir, región de Edom. Y les dio órdenes, diciendo: Así diréis a mi señor Esaú: Así dice tu siervo Jacob: He morado con Labán, y allí me he quedado hasta ahora. Tengo bueyes, asnos y rebaños, siervos y siervas; y envío a avisar a mi señor, para hallar gracia ante tus ojos."

Dios estaba comenzando a intervenir directamente en la vida de Jacob para llevarle a experimentar una etapa fructífera en la que él llevase a cabo un servicio vital y de testimonio para la causa de Dios. Podemos verle aún como un hombre ingenioso, que no podía evitar obrar con astucia, incluso después de sus recientes problemas con Labán. Estaba regresando a su tierra y recordaba la última vez que, hacía ya veinte años, había visto a su hermano Esaú, cuando éste se desahogaba amenazándole. ¿ No resulta ahora sorprendente verle expresarse de esta manera, llamando a su hermano "mi señor Esaú" y refiriéndose a sí mismo como "tu siervo Jacob". Este no era antes su lenguaje, cuando había manipulado la obtención del derecho de primogenitura y robado la bendición. Quizás había aprendido algo de sus experiencias dolorosas en casa de Labán. Dice el versículo 6:

"Y los mensajeros regresaron a Jacob, diciendo: Fuimos a tu hermano Esaú, y él también viene a tu encuentro y cuatrocientos hombres con él."

Este mensaje debió aterrorizarle, ya que no sabía el significado de semejante despliegue. Esaú no había manifestado sus intenciones a los mensajeros de Jacob. Y aunque éste seguramente habría interrogado a fondo a sus siervos, no pudo deducir si se acercaba hacia él con intenciones de vengarse o no. Continuemos leyendo los versículos 7 y 8:

"Entonces Jacob tuvo mucho temor y se angustió; y dividió la gente que estaba con él, y las ovejas, las vacas y los camellos, en dos campamentos y dijo: Si Esaú viene a un campamento y lo ataca, entonces el campamento que queda escapará."

Considerándose en una mala situación distribuyó a su gente en la mejor situación defensiva posible. Observemos cómo clamó a Dios en su aflicción, leyendo los versículos 9 al 12:

"Y dijo Jacob: Oh Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Isaac, oh Señor, que me dijiste: Vuelve a tu tierra y a tus familiares, y yo te haré prosperar, indigno soy de toda misericordia y de toda la fidelidad que has mostrado a tu siervo; pues con sólo mi cayado crucé este Jordán, y ahora he llegado a tener dos campamentos. Líbrame, te ruego, de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque yo le tengo miedo, no sea que venga y me hiera a mí y a las madres con los hijos. Y tú dijiste: "De cierto te haré prosperar, y haré tu descendencia como la arena del mar que no se puede contar por su gran cantidad."

Este hombre apeló a Dios invocándole como al Dios de Abraham y el Dios de su padre, Isaac, Sus palabras nos permiten detectar un cambio en su vida. Es la primera vez que le oímos decir, "indigno soy de toda misericordia y de toda la fidelidad que has mostrado a tu siervo". Por primera vez reconoce que es un pecador delante de Dios y se acerca a Él, no confiando en sus propios méritos o recursos sino apelando a Él como el Dios de la promesa. Es bueno recordar aquí que hay hoy en día muchas personas, incluso algunas llamadas "cristianas" que no solo se niegan a reconocen su condición de pecadoras, sino que, además, se indignan si alguien las califica de esta manera. Debemos reconocer la realidad que todos somos pecadores, salvados por la gracia de Dios. Y que mientras los seres humanos se encuentren en esta vida, llevan su propia y naturaleza humana, caracterizada por su tendencia a la injusticia, el egoísmo y el bienestar propio. Esta naturaleza no es apropiada para entrar al cielo, a la presencia de Dios. Lo único que puede producir un cambio real es una intervención directa y personal de la gracia y el poder de Dios. Es por ello que a los que se convierten en cristianos, al aceptar y creer en la obra de Cristo en la cruz, Dios les implanta por su Espíritu Santo una nueva naturaleza, ya que la vieja naturaleza, humanamente hablando, no tiene arreglo. Y al ver a nuestro personaje, Jacob, reconociendo su indignidad, podemos concluir que cuando un ser humano comienza a acercarse a Dios con esta actitud de humilde reconocimiento de su condición personal, Dios mismo va a comunicarse con él.

Aquella debió ser una noche difícil para él y después de encomendarse o Dios, como leemos en los versículos, 13 al 23:

Jacob se preparó para su encuentro con Esaú

"Y pasó la noche allí. Entonces de lo que tenía consigo escogió un presente para su hermano Esaú: doscientas cabras y veinte machos cabríos, doscientas ovejas y veinte carneros, treinta camellas criando con sus crías, cuarenta vacas y diez novillos, veinte asnas y diez asnos; y los entregó a sus siervos, cada manada aparte, y dijo a sus siervos: Pasad delante de mí, y poned un buen espacio entre manada y manada. Y ordenó al primero, diciendo: Cuando mi hermano Esaú te encuentre y te pregunte, diciendo: ¿De quién eres y adónde vas, y de quién son estos animales que van delante de ti?, entonces responderás: "Son de tu siervo Jacob; es un presente enviado a mi señor Esaú; y he aquí, él también viene detrás de nosotros. Ordenó también al segundo y al tercero, y a todos los que iban tras las manadas, diciendo: De esta manera hablaréis a Esaú cuando lo encontréis, y diréis: He aquí, tu siervo Jacob también viene detrás de nosotros. Pues dijo: Lo apaciguaré con el presente que va delante de mí. Y después veré su rostro; quizá me acepte. El presente pasó, pues, delante de él, y él durmió aquella noche en el campamento Y aquella misma noche se levantó, y tomó a sus dos mujeres, a sus dos siervas y a sus once hijos, y cruzó el vado de Jaboc. Los tomó y los hizo pasar el arroyo, e hizo pasar también todo lo que tenía."

En este párrafo hemos visto la táctica de Jacob, enviando rebaño tras rebaño, siendo cada uno de ellos un espléndido regalo para apaciguar a su hermano. Acababa de orar a Dios, recordándole que El le había pedido que regresase a su tierra y pidiéndole protección. Pero realmente, aún no había aprendido a confiar en Dios. Por ello continuó haciendo sus propios preparativos. Me temo que, con frecuencia, ante situaciones difíciles nosotros obramos de la misma forma. Al orar mencionamos a Dios nuestras cargas o preocupaciones, Y apenas acabamos de orar, volvemos a colocar cada una de nuestras cargas sobre nuestras espaldas y proseguimos nuestro camino soportando su peso. Realmente, no confiamos en Dios como deberíamos confiar.

Aquella noche, Jacob vivió la gran experiencia de su vida. La tierra por donde cruzó el arroyo de Jaboc estaba deshabitada. En su soledad, estaba lleno de dudas y temores. Sus acciones del pasado se volvían ahora contra él. Había tratado mal a su hermano Esaú. Dios nunca le había dicho que obtuviese el derecho de primogenitura y la bendición correspondiente, de la manera que lo hizo. Dios mismo se habría encargado de entregarle todo ello. En aquella noche, Jacob hizo pasar todo lo que tenía a la otra orilla del arroyo de Jaboc quedando él sólo del otro lado. Así, si su hermano Esaú llegaba, podría matarle a él, pero su familia quedaría a salvo. En los versículos 24 al 26, veremos el relato de un extraño e inesperado acontecimiento, pues

Un hombre luchó con Jacob en Peniel

"Jacob se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba. Cuando vio que no había prevalecido contra Jacob, lo tocó en la coyuntura del muslo, y se dislocó la coyuntura del muslo de Jacob mientras luchaba con él. Entonces el hombre dijo: Suéltame porque raya el alba. Pero Jacob respondió: No te soltaré si no me bendices."

Ante este incidente de la lucha, quisiera aclarar algo. Se ha dicho siempre que en esta ocasión, Jacob luchó. En realidad, Jacob no deseaba luchar con nadie. Acababa de dejar atrás a su tío Labán, que no le había mostrado precisamente buenas intenciones y ahora, frente a él se acercaba su hermano Esaú. Verdaderamente, Jacob no estaba en condiciones de competir con nadie. Estaba, como vulgarmente se dice, " entre la espada y la pared " y no sabía hacia dónde dirigirse. Acorralado de esta manera, no creo que hubiera deseado enfrentarse con un tercer adversario. Aquella noche, lejos de querer enzarzarse en una lucha, había deseado quedarse completamente solo. Y surge lógicamente la pregunta. ¿ Quién fue aquel que luchó con Jacob ? Ha habido muchas especulaciones sobre su identidad. Yo creo que aquel personaje no era otro que el Señor Jesucristo en una aparición previa a su llegada a este mundo. Hay evidencias para ello en el libro del profeta Oseas, capítulo 12: 2 al 5

"El Señor tiene también contienda con Judá, y castigará a Jacob conforme a sus caminos; conforme a sus obras le pagará. En el vientre tomó a su hermano por el calcañar, y en su madurez luchó con Dios. Sí, luchó con el ángel y prevaleció, lloró y le pidió su ayuda; en Betel le encontró, y allí El habló con nosotros, sí, el Señor, Dios de los ejércitos; el Señor es su nombre."

El veterano Jacob no era el tipo de persona que se daba por vencido fácilmente. No luchaba sino, más bien ofrecía toda la resistencia que podía. Al parecer, finalmente irritado por la resistencia de Jacob, el personaje celestial le derribó. Esta lucha era como un símbolo de toda la vida de Jacob, siempre afanándose y luchando por sus propios medios y fuerzas, para obtener lo que Dios, de todos modos le habría proporcionado. Aquella noche, habrá aprendido que no se consigue nada de Dios, luchando y resistiendo sino, más bien, cediendo, rindiéndose y aferrándose a Él. El antiguo patriarca Abraham había tenido que aprender lo mismo y cuando creyó realmente a Dios, El le consideró una persona justa. Porque cuando se vio en una situación desesperada, en el límite de sus fuerzas, se aferró a Dios con todas sus fuerzas. Pero prosigamos nuestro relato leyendo el desenlace en los versículos 27 al 31, después del cual

El nombre de Jacob cambió a Israel

"Y él le dijo: ¿Cómo te llamas? Y él respondió: Jacob. Y el hombre dijo: Ya no será tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Dame a conocer ahora tu nombre. Pero él respondió: ¿Para qué preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y Jacob le puso a aquel lugar el nombre de Peniel, porque dijo: He visto a Dios cara a cara, y ha sido preservada mi vida. Y le salió el sol al cruzar Peniel, y cojeaba de su muslo."

Es interesante que Dios tuviera que inutilizarle, para vencerle. Como era típico en él, no se daba nunca por vencido. Quizás conocía algunas maneras de inmovilizar o controlar al adversario y pensó que, podría acabar venciéndole. Finalmente, se dio cuenta de que no podría vencer, aunque continuaba tenazmente sin rendirse. Dios, ciertamente podría haber doblegado, con su fuerza muy superior, la fortaleza física de Jacob, pero ello no habría doblegado su voluntad. Por eso Dios tuvo que tocarle con su poder en la coyuntura de la cadera. Un toque del dedo de Dios y éste hombre quedó imposibilitado para continuar resistiendo. ¿ Y por qué se dice que Jacob había luchado con Dios y con los hombres y había prevalecido ? Lo de los hombres podríamos entenderlo. ¿ Pero lo de Dios ? Esto no se refiere a la lucha ý resistencia física de Jacob, como si él hubiera superado a Dios en la contienda, pues Jacob no podía ni siquiera mantenerse en pie. Y de aquel encuentro le quedó una señal física indeleble que, para nosotros sería como un signo de debilidad, pero para él, sería una señal de bendición y fortaleza. La actitud de Jacob que es honrada en este pasaje no se refiere a su empeño en la lucha sino que se refiere a su búsqueda de Dios, a su encuentro con El y a la bendición de El recibida. Y en cuanto al cambio de nombre, En un sentido espiritual, ya no sería Jacob, el nombre que llevaba el engañador, el usurpador. Su nuevo nombre, Israel, que posiblemente significa, "Dios lucha" manifestaría un nuevo carácter en la vida de este hombre. Sus esfuerzos procurando conseguir algo y su lucha habían terminado. Desde aquel momento iba a comenzar a mostrar un carácter y una naturaleza espiritual de dependencia de Dios. Ello no ocurriría inmediatamente, pues en el futuro caería con frecuencia en sus viejos hábitos. Pero a partir de aquella noche iba a iniciar un período progresivo de cambios. Más adelante, al final de su vida, le veremos con un sólido carácter de fidelidad y fe en Dios.

En el Nuevo Testamento tenemos otro ejemplo de un descendiente de Jacob, que llegaría a ser el apóstol Pablo. En el capítulo 7:19 de su carta a los Romanos nos habló de su lucha personal para vivir la vida cristiana: " Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico." El descubrió que su vieja y humana naturaleza no era buena, y más bien le impulsaba a resistir a Dios que a complacerle; pero también se dio cuenta de que había fortaleza y poder en su nueva naturaleza espiritual. En la misma carta y capítulo que hemos citado, exclamaba, en el versículo 24: "¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" Pero un sentimiento de victoria le hizo concluir, "Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro". Al haber tenido un encuentro y experiencia personal de relación con Jesucristo, el apóstol Pablo alcanzaba su victoria personal sometiéndose al Espíritu Santo.

Y así venció Jacob. Alcanzó la victoria, no por luchar ni resistir. Si no, paradójicamente, por entregarse, por rendirse ante Dios. Y tomemos debida nota de esta lección de la vida de Jacob. Después de todo, el apóstol Pablo también nos recordaba que las experiencias de Jacob y de muchos otros han quedado registradas en la Biblia como ejemplo para nosotros.

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