Estudio bíblico de 2 Crónicas 1:1-2:5
2 Crónicas 1:1 - 2:5
Llegamos hoy al Segundo Libro de Crónicas. En nuestro programa anterior, vimos que David había reunido todos los materiales para la construcción del templo, así como a las personas que trabajarían en la edificación. Igualmente, David trató de infundir entusiasmo no sólo en los líderes de la nación, sino también en el resto del pueblo. Organizó los servicios del templo, para cuando estuviera finalizado. Proveyó todo el dinero y le dijo a su hijo Salomón que se pusiera manos a la obra.
Ahora, en el Segundo Libro de Crónicas, veremos cómo Salomón pasó a la acción. Cuando uno llega a este Segundo Libro de Crónicas, es de sumo interés notar las diferentes partes en que está dividido. Usted recordará que en el Primer Libro de Crónicas, todo lo que allí fue mencionado tenía que ver con David. El libro comenzó con extensas genealogías. Fueron nueve capítulos dedicados a detallar la descendencia desde Adán hasta David. Y, ¿por qué se citaron estas genealogías? Porque nos conducían hasta David. ¿Y por qué hasta David? Bueno, porque él nos conducía hasta Cristo y el Nuevo Testamento, concretamente el Evangelio de Mateo, comienza con el libro de la genealogía de Jesucristo hijo de David. Ésa fue la finalidad de la inclusión de estas genealogías. Estuvimos, pues, hablando de David. A Saúl se le mencionó sólo en un capítulo; y el resto del libro, desde el capítulo 11 hasta el capítulo 29, esta dedicado completamente al reino de David.
Debemos recordar que en los libros de Crónicas tenemos el punto de vista de Dios, no el del hombre. En los Libros de Samuel y Reyes sí pudimos observar el punto de vista humano. Eso no quiere decir que estos libros no estuvieran inspirados. Sí han sido inspirados por Dios. Pero Él nos dejó en primer lugar el punto de vista humano de este período histórico y después, el punto de vista divino. Y al observar ese punto de vista divino, vimos que el énfasis recayó sobre David. Y, ¿cuál es el énfasis que destacó David? La edificación del templo de Dios.
Al llegar al Segundo Libro de Crónicas, mencionamos dos temas principales. El primero es la edificación del templo y el segundo, es una renovación espiritual. Este libro abarca cronológicamente el mismo período que los libros de los Reyes, aunque se observan ciertos énfasis notables.
En los primeros nueve capítulos tenemos el reino de Salomón. Seis de esos capítulos, del capítulo 2 hasta el capítulo 7, están destinados a la edificación del templo. Es evidente que Dios colocó el énfasis en la construcción del templo. Ésa fue la obra más grande que llevó a cabo Salomón, la más trascendental de toda su vida.
Hay muchas personas que cuando se acuerdan de Salomón lo hacen en relación a todas las mujeres que él tuvo; de eso es lo único que se acuerdan. Y por cierto que ese aspecto fue algo espectacular, sin lugar a dudas. Pero Dios no puso su énfasis en ese asunto. En esa faceta de su vida él no estaba haciendo la voluntad de Dios. Estaba actuando en contra de la voluntad de Dios y fue un factor que provocó la división del reino. Y él no logró evitar su castigo por ello. Salomón fue juzgado por Dios. El pecado, estimado oyente, siempre trae consigo juicio. No importa quien comete el pecado, amigo oyente, siempre trae castigo. Y la única manera por la cual usted puede llegar al cielo, es por medio de un Salvador, y ese Salvador es Cristo Jesús.
Así es que el primer tema importante de 2 Crónicas es la construcción del templo por parte de Salomón. Eso fue importante. Dios creyó que era importante e inspiró al escritor para que dedicase seis capítulos a este asunto.
Ahora, el segundo asunto de importancia que se presenta en este Segundo Libro de Crónicas, es el de la división del reino. Desde al capítulo 10 hasta el final del libro, se desarrolló este tema. En los libros de los Reyes hemos visto que cuando el reino se dividió reinaron diferentes reyes, y la mayoría de ellos, fueron personajes que no tenían mucho atractivo. Hemos dicho que en el reino de Israel (o del norte) no hubo un buen rey. Así que en 2 Crónicas no se le dio ningún énfasis al reino de Israel. El énfasis de este libro recae en el reino del sur (es decir, el reino de Judá), y en la línea de descendencia de David. Allí también vemos a un grupo de reyes malo. Pero sí podemos destacar a cinco de ellos que fueron sobresalientes: Asa, Josafat, Joás, Ezequías y Josías. Estos cinco reyes fueron los medios para traer nuevamente una renovación espiritual a la nación. Dios puso, entonces, el énfasis en la renovación, y en esta sección dedicaremos bastante tiempo al tema de la renovación.
Debemos decir que Dios es soberano. No lo podemos obligar a que haga algo Él tiene un plan y no va a cambiarlo, por usted o por mí. Lo importante en nuestros días, estimado oyente, es que nosotros nos pongamos a marchar según el plan de Dios. La voluntad de Dios nos llega a través de los siglos, desde la eternidad y se hace realidad por los siglos hasta la eternidad. Y nadie puede detener esa fuerza tan grande como es la de Dios.
Alguien quizás diga que no le agrada esa idea. Recordemos que somos criaturas, y que una criatura no puede forzar a Dios a hacer algo. Más bien es Dios quien está tratando de que nosotros hagamos algo. Y ahí está el problema. No es la responsabilidad de Dios obedecernos, sino que es nuestra responsabilidad obedecerle a Él. Alguien podría preguntar: ¿Es que no quiere Dios enviar una renovación? Por supuesto que sí. ¿Y estamos dispuestos a cumplir sus condiciones? Respondemos lógicamente que sí, pero en realidad no lo estamos haciendo. Creemos que es interesante notar que los movimientos espirituales que han surgido en nuestros días no han sido provocados por ciertas formulaciones o estrategias que incluyen ciertos métodos o condiciones que han de ser cumplidas para que tengan éxito. Y debemos decir que en el día de hoy tenemos que aprender a inclinarnos ante la voluntad de Dios, y debemos acercarnos más a Él y entregarnos confiadamente al cumplimiento de Su voluntad. Y en la historia vemos que hay ciertas personas que han sido usadas de una manera maravillosa porque estaban dispuestas a recibir y no a dar órdenes. A veces aquellos que han tratado de impulsar un liderazgo meramente humano, incluso actuando de buena fe, son los que impiden una auténtica renovación espiritual
Lo que sí necesitamos, es escuchar lo que al respecto dice la Palabra de Dios. Y es por eso que estamos aquí tratando de entregar la Palabra de Dios a otros. No creemos que Dios necesite de nuestras brillantes ideas. Se nos dice en las Escrituras que un movimiento espiritual no surge como resultado de los esfuerzos humanos. Dijo el profeta Zacarías en el capítulo 4 versículo 6, "No depende del ejército ni de la fuerza, sino de mi Espíritu, dice el Señor Todopoderoso". No se trata de nuestro cerebro ni de nuestros recursos o fuerza física, sino de la acción y el mover del Espíritu. Ésa es una lección difícil de aprender.
El foco de luz en este libro se concentra en los reyes que siguieron en la línea de descendencia de David. Se ha dado una importancia especial a los cinco reyes que ya hemos citado, en cuyos reinados se vivieron períodos de renovación y reforma. El libro concluye con el decreto de Ciro II el Grande, de Persia, después de los setenta años de cautividad. No se incluyen datos sobre el período de la cautividad, que parece constituir una pausa en el plan de Dios. Recordemos que estos libros de Crónicas constituyen el registro histórico presentado desde el punto de vista de Dios. En nuestro estudio de 2 Crónicas seguiremos el siguiente bosquejo:
I. El reino de Salomón, en los capítulos del 1 al 9.
II. La división del reino y la historia del reino de Judá, en los capítulos del 10 al 36 donde se destacaron especialmente las reformas:
A. El rey Asa, capítulos 14 al 16.
B. El rey Josafat, capítulos 17 al 20.
C. El rey Joás, capítulos 23 al 24.
D. El rey Ezequías, capítulos 29 al32.
E. El rey Josías, capítulos 34 al 35.
Pasemos entonces a
2 Crónicas 1
El tema de este capítulo se centra en el comienzo del reinado de Salomón y en la oración de este rey pidiendo sabiduría. Y veamos ahora lo que se nos dice en el primer versículo de este primer capítulo del Segundo Libro de Crónicas:
"Salomón hijo de David fue afirmado en su reino, y el Señor, su Dios, estaba con él y lo engrandeció sobremanera".
Recordemos que expresamos la opinión de que Salomón no había sido precisamente la elección personal de David para ocupar el trono. Fue la elección de Dios. No creemos que David hubiera deseado que Salomón fuese el próximo rey. Resultó evidente que su elección habría recaído sobre Absalón, el joven que se rebeló contra él. David amó a Absalón. Cuando este hijo suyo murió, David sufrió enormemente. Seguramente usted recordará que cuando David envió a su ejército para reprimir la revuelta, entregó a todos sus capitanes instrucciones específicas de que Absalón no sufriera ningún daño. David estuvo dispuesto a sacrificar cualquier cosa por su hijo a quien tanto amaba. Creemos que Absalón tenía mucho del temperamento de David. Era en muchos sentidos igual a David, pero no era el elegido de Dios para ser rey. Dios había escogido a Salomón e iba e bendecirle en su reinado. Dios siempre elige a los elementos débiles de este mundo; por lo tanto iba a utilizarle. Es que la fortaleza de Dios se manifiesta en la debilidad humana. David ya había partido. Había sido un gran hombre, en contraste con Salomón, que era joven, tierno, y sin una personalidad firme. Pero Dios le utilizaría para hacer realidad el proyecto de construcción del templo.
"Y Salomón hijo de David fue afirmado en su reino", leemos aquí. O sea que, el reino alcanzaría su apogeo bajo el reinado de Salomón. David había puesto las bases, el fundamento del reino. Dice aquí: "y el Señor su Dios estaba con él, y lo engrandeció sobremanera". Aquí nos podemos dar cuenta de la bondad de Dios.
Este hombre, Salomón, llegaría a desobedecer a Dios y lo haría de tal manera que Dios lo tendría que repudiar y decirle que Él dividiría su reino. Salomón sería el responsable de esa división. La razón por la que Dios no lo hizo durante el reino de Salomón fue el amor a David, su padre, y no por la consideración de Dios hacia Salomón. Pasemos ahora, al versículo 2 de este capítulo 1 del Segundo Libro de Crónicas:
"Convocó Salomón a todo Israel, a jefes de millares y de centenas, a jueces y a todos los príncipes de todo Israel, jefes de familias".
Aquí podemos apreciar que Salomón se reunió con todos los líderes de Israel. Continuemos ahora con el versículo 3:
"Después Salomón fue con toda esta asamblea al lugar alto que había en Gabaón, pues allí estaba el Tabernáculo de reunión de Dios que Moisés, siervo del Señor, había hecho en el desierto".
En ese lugar, en Gabaón, se encontraba el tabernáculo. Debemos recordar que David trajo el arca, que se encontraba en una tienda en Jerusalén. Pero ellos no podían ir directa e inmediatamente a Dios. Debían acercarse a Él por medio del tabernáculo, donde estaba un altar de bronce, y ese altar nos habla de la cruz de Cristo. Ellos tenían que ir a ese lugar para acercarse a Dios.
Y usted y yo, estimado oyente, tenemos que aproximarnos a Dios de la misma manera. Existe la equivocada noción de que cualquiera, bajo cualquier circunstancia, puede correr a la presencia de Dios y que Dios está esperando listo a escucharle. La Biblia nos explica que el Señor no siempre oye nuestras oraciones. Usted recordará que fue el apóstol Pedro el que escribió en su primera carta 3:12: "Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal". Dios nunca dijo que escucharía las oraciones de los que obran mal. La única oración, creemos nosotros, que puede hacer el pecador, es aquella en la que se dirige a Dios y acepta Su misericordia por medio de Cristo Jesús. Si usted quiere acercarse a Dios, debe hacerlo a través de la cruz.
Eso es lo que Salomón hizo, condujo a los líderes del pueblo, quienes se dirigieron hacia Gabaón, donde se encontraban el tabernáculo y el altar de bronce. El rey se estaba comportando con inteligencia en el comienzo de su reinado. Luego, leemos en los versículos 4 y 5:
"Pero David había traído el Arca de Dios de Quiriat-jearim al lugar que él le había preparado; porque le había levantado una tienda en Jerusalén. Asimismo el altar de bronce que había hecho Bezaleel hijo de Uri hijo de Hur, estaba allí, delante del tabernáculo del Señor, al cual fue a consultar Salomón con aquella asamblea".
Ése es el camino a seguir hacia Dios, a través del altar de bronce. Ellos no podían acercarse a Él a través del arca. En otras palabras, usted y yo no podemos ir directamente a la presencia de Dios. El camino de la cruz es el único que nos lleva al hogar celestial. No hay ningún otro camino. Y ahora, el versículo 6 dice:
"Subió, pues, Salomón allá delante del Señor, al altar de bronce que estaba en el Tabernáculo de reunión, y ofreció sobre él mil holocaustos".
Ellos no fueron ciertamente mezquinos en sus sacrificios. Podremos notar más adelante, durante todo este período, la abundancia de sacrificios que hubo en los días de Salomón. Veamos ahora, los versículos 7 hasta el 9:
"Aquella noche se le apareció Dios a Salomón y le dijo: Pídeme lo que quieras que yo te dé. Salomón respondió a Dios: Tú has tenido con David, mi padre, gran misericordia, y a mí me has puesto por rey en lugar suyo. Ahora pues, Señor Dios, que se cumpla la palabra que le diste a David, mi padre; porque tú me has puesto por rey sobre un pueblo numeroso como el polvo de la tierra".
Dios cumplió una promesa hecha no sólo a David, sino que también se la había hecho a Abraham. Le dijo: "Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar", es decir que su descendencia no se podría contar. Ahora, el versículo 10, dice:
"Dame ahora sabiduría y ciencia, para que sepa dirigir a este pueblo; porque ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan grande?"
Algunos elogian a Salomón porque fue lo suficientemente inteligente como para pedir sabiduría. Dios le reconoció ese mérito. Pero, ¿de dónde obtuvo él esa idea? Regresemos por un momento al Primer Libro de Crónicas y leamos en el capítulo 22, versículo 12, donde encontramos a David, diciéndole a Salomón: "Que el Señor te dé entendimiento y prudencia, para que cuando gobiernes a Israel, guardes la ley de Jehová tu Dios". En el versículo 7, del mismo capítulo 22, vemos que David le dijo a Salomón: "Hijo mío, en mi corazón tuve el propósito de edificar un templo dedicado al nombre del Señor, mi Dios". Luego le explicó que no lo podría hacer porque había derramado mucha sangre y Dios no le permitiría hacerlo. Luego dijo en el versículo 11: "Ahora pues, hijo mío, el Señor esté contigo, y seas prosperado para que edifiques la Casa al Señor tu Dios, como él ha dicho de ti". Luego, continuó diciendo lo que mencionamos antes en el versículo 12, y que es de suma importancia, y vale la pena repetirlo; "Y el Señor te dé entendimiento y prudencia, para que cuando gobiernes a Israel, guardes la ley del Señor, tu Dios".
Entonces, cuando Dios le preguntó a Salomón qué es lo que él quería, Salomón contestó: "Necesito sabiduría". Y Dios reconoció esta buena actitud de Salomón. Ahora, Dios le dijo a Salomón aquí en los versículos 11 y 12:
"Respondió Dios a Salomón: Por cuanto éste ha sido el deseo de tu corazón, y no pediste riquezas, bienes o gloria, ni la vida de los que procuran tu mal, ni pediste muchos días, sino que has pedido para ti sabiduría y ciencia para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he puesto por rey, sabiduría y ciencia te son dadas; y también te daré riquezas, bienes y gloria, como nunca la tuvieron los reyes que fueron antes de ti, ni la tendrán los que vengan después de ti".
Dios le concedió su pedido de sabiduría y, además, le dio otras bendiciones. Tenemos que aclarar que la sabiduría que él pidió era para gobernar su nación como rey. Salomón no pidió discernimiento espiritual y más adelante veremos que le faltó ese discernimiento espiritual en su vida personal. Aunque recibió sabiduría divina para gobernar, no pareció tener sabiduría para poner en orden su propia vida. Pasemos ahora a los versículos 14 y 15, de este capítulo 1, del Segundo Libro de Crónicas:
"Salomón reunió carros y gente de a caballo; y tuvo mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes, los cuales puso en las ciudades destinadas a los carros y junto al rey en Jerusalén. Hizo el rey que hubiera en Jerusalén tanta plata y oro como piedras, y que abundara el cedro como las higueras silvestres de la llanura".
En nuestros días, es el árbol sicómoro el que se ve en esa tierra en forma abundante, pero no se ven muchos cedros. El rey hizo que los cedros crecieran en número tanto como los sicómoros, y que la plata y el oro abundaran tanto como las piedras.
Si usted ha tenido la oportunidad de visitar esa tierra o quizás alguna vez ha visto fotos del lugar, sabrá que hay rocas y piedras por todas partes y más que en cualquier otro lugar. Es algo realmente sorprendente. Y aquí vemos que por la acción de Salomón, el oro y la plata llegaron a ser tan comunes como las rocas. Y ahora, los versículos 16 y 17 nos dicen:
"Los mercaderes del rey compraban por contrato caballos y lienzos finos de Egipto, para Salomón. Subían y compraban en Egipto un carro por seiscientas piezas de plata y un caballo por ciento cincuenta. Y todos los reyes de los heteos y los reyes de Siria compraban así por medio de ellos".
Salomón estaba entrando en un área que en realidad le estaba prohibida. En Deuteronomio capítulo 17 versículos 16 y 17, Dios les había dicho a los israelitas que algún día tendrían un rey, y que ese rey no debería aumentar el número de caballos trayéndolos de Egipto, ni tampoco aumentar el número de sus mujeres, para que ellas no desviasen su corazón. Tampoco debería aumentar demasiado sus riquezas. Pero Salomón hizo lo contrario. Aumentó el número de sus caballos, se enriqueció personalmente, y más adelante veremos que aumentó el número de sus mujeres. Llegamos así a
2 Crónicas 2
En este segundo capítulo, comenzamos con el tema de la edificación del templo, concretamente, hasta el capítulo 4. Salomón pasó a la acción, de acuerdo con las instrucciones que había recibido de su padre David y entonces,
Salomón se prepará para edificar el templo
Leemos en los dos primeros versículos lo siguiente:
"Determinó, pues, Salomón edificar Casa al nombre del Señor, y casa para su reino. Y designó Salomón setenta mil cargadores, ochenta mil canteros y tres mil seiscientos capataces que los vigilaran".
Los planos para la edificación del templo fueron consultados y Salomón puso en marcha la organización que hacía falta para la edificación del templo. Observemos que la edificación del templo es la parte del reino de Salomón que Dios enfatizó. Y continuamos con el versículo 3:
"Después envió Salomón a decir a Hiram, rey de Tiro: Haz conmigo como hiciste con mi padre David, enviándole cedros para que se construyera una casa en que habitar".
Hiram había tenido un gran afecto por David, y David por él. En base a esa amistad, Salomón apeló a él para solicitar su ayuda. Creemos que Hiram tenía problemas con Salomón, como veremos más adelante. Él había sido muy generoso con David, pero encontró que Salomón era una persona difícil de tratar. Y leemos en el versículo 4:
"Mira, yo tengo que edificar una Casa al nombre del Señor, mi Dios, para consagrársela, para quemar incienso aromático delante de él, para la colocación continua del pan consagrado y ordenado en hileras, para ofrecerle los holocaustos de la mañana y la tarde, los sábados, las fiestas de luna nueva, y todas las festividades del Señor, nuestro Dios; lo cual ha de ser perpetuo en Israel".
Observemos que estas ordenanzas debían tener vigencia siempre. Si se aceptase el punto de vista de que estos sacrificios serán restaurados en el milenio, diremos que tales sacrificios en el pasado anticiparon el sacrificio de Cristo en la cruz. Y si se reanudasen en el milenio, diríamos que Dios lo ha establecido así y tendrían entonces el significado de ser un recordatorio de lo que ocurrió en el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. Y ahora, en el versículo 5, leemos:
"Y la Casa que tengo que edificar ha de ser grande, porque el Dios nuestro es grande sobre todos los dioses".
Ahora, ¿qué es lo que hace de algo común, una cosa grande? ¿Qué es lo que hace de un hombre, una gran persona? ¿Qué es lo que hace a una nación o a una Iglesia grande? Dios, estimado oyente; solamente la presencia de Dios. Y eso es algo que estamos perdiendo de vista en nuestros días. La presencia de Dios puede llenar de vida a alguien que está desperdiciando la suya, a alguien que vaga desorientado y cuya vida se reduce a una rutina tediosa, a un círculo cerrado, a un laberinto. Cuando una persona puede ver la grandeza de Dios y de su amor, expresado en la muerte de Jesucristo en la cruz, y le recibe al Señor resucitado como su Salvador, entonces sí, su vida comienza a transformarse por la obra del Espíritu de Dios cobrando valor, calidad, significado y orientación. Y a partir de ese momento, la persona, aceptando la promesa de la Palabra de Dios, es consciente de que tiene la vida eterna. Estimado oyente, ¿no querría usted ser esa persona?
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