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Estudio bíblico de 2 Crónicas 5:11-7:5

2 Crónicas 5:11 - 7:5

Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 5, del Segundo Libro de Crónicas. Y en nuestro programa anterior, al leer el versículo 10, estuvimos hablando de lo que había en el arca. Y dijimos que en aquel momento sólo estaban las dos tablas que Moisés había puesto en Horeb. Faltaban dos cosas que había sido colocadas por Moisés en el arca: una de ellas era la vara de Aarón, que reverdeció y la otra era la urna de oro con el maná. Recordemos que, según el relato de Números 17, el maná desaparecía, si la gente no lo recogía y, si no era comido en el mismo día, se estropeaba. Sin embargo, la urna con el maná fue conservada en el arca como un recordatorio. Pero en este momento del relato, vemos que había desaparecido. El maná era un símbolo de Cristo como el Pan de Vida, que alimenta a los suyos. Y como ya dijimos, la vara de Aarón que reverdeció, según el relato de Éxodo 16, era un símbolo de la resurrección de Cristo. Esto ha sido actualizado para nosotros por el hecho histórico de que Cristo murió, es decir, en Su humanidad, fue sepultado, y resucitó de los muertos al tercer día, lo cual no era un hecho humano, sino que revelaba Su deidad. El sacerdocio del Señor Jesucristo se basa en Su resurrección, así como el sacerdocio de Aarón fue confirmado por el florecimiento de su vara, que fue una figura de la resurrección.

Ahora, continuamos con el versículo 11 de este capítulo 5, del Segundo Libro de Crónicas:

"Cuando los sacerdotes salieron del santuario (porque todos los sacerdotes que se hallaban presentes habían sido santificados, sin tener en cuenta su distribución por turnos)"

Para esta ocasión especial de la dedicación se hicieron presentes todos los sacerdotes. También vemos que todos los cantores y los que en la orquesta tocaban címbalos, salterios y arpas estaban allí presentes, así como 120 que tocaban trompetas. En el versículo 13 leemos que

"Hacían sonar, pues, las trompetas y cantaban al unísono, alabando y dando gracias al Señor. Y sucedió que mientras ellos alzaban la voz al son de las trompetas, de los címbalos y de los otros instrumentos de música, y alababan al Señor diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre, una nube llenó la Casa, la casa del Señor".

Realmente, este pasaje nos describe una gran celebración. Leamos también el versículo 14:

"Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria del Señor había llenado la casa de Dios".

Y llegamos ahora a

2 Crónicas 6

Y vemos que, en esta solemne ocasión, se incluyó

El mensaje del rey Salomón

Así como su oración de dedicación. Leamos lo que dicen los primeros cuatro versículos. Leamos, pues, los primeros cuatro versículos de este capítulo 6, del Segundo Libro de Crónicas:

"Entonces dijo Salomón: El Señor ha dicho que él habitaría en la oscuridad. Pero yo he querido edificarte una morada, un lugar en que vivas para siempre. Luego el rey se volvió y bendijo a toda la congregación de Israel, mientras toda la congregación de Israel estaba en pie. Y dijo: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, quien con su mano ha cumplido lo que prometió con su boca a David, mi padre, diciendo"

Aquí el rey hizo una referencia a su padre David, como responsable de la edificación del templo. En los versículos 5 y 6, Salomón continuó diciendo:

"Desde el día que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, ninguna ciudad he elegido de todas las tribus de Israel para edificar Casa donde estuviera mi nombre, ni he escogido otro hombre para que fuera príncipe sobre mi pueblo Israel. Pero a Jerusalén he elegido para que en ella esté mi nombre, y a David he elegido para que esté sobre mi pueblo Israel".

En Su voluntad soberana Dios había elegido a Jerusalén para ser el centro y la capital de esta tierra. Y así lo será algún día. Él la eligió como el lugar donde se edificaría el templo; y Él eligió a David para ser el rey, y después a uno de su linaje. Esta elección fue el resultado de la voluntad, arbitraria y absoluta de Dios.

Ahora, estimado oyente, nuestras elecciones son con frecuencia diferentes a las de Dios. Por ejemplo, nosotros no hubiéramos elegido a Jerusalén. Francamente, creemos que el lugar más hermoso de toda esa región se encontraba en Samaria, donde vivieron los reyes Acab y Jezabel, en la cumbre de una hermosa montaña. Algunos viven en la ladera de una montaña, para disfrutar de una vista del valle. Pero en Samaria, uno puede mirar en cualquier dirección. Al oeste, puede verse el mar Mediterráneo. Hacia el este, uno puede ver el valle del río Jordán y el mar de Galilea. En dirección al sur, puede verse a Jerusalén y cuando uno gira hacia el norte, puede contemplar el Monte Hermón. Ésta es una impresionante vista panorámica. Hubiéramos pues elegido este lugar como capital. Pero Dios no tiene nada a su alrededor que moleste la contemplación del paisaje. Dios, en su voluntad soberana, eligió a Jerusalén. Y eligió a David. Dice el versículo 7:

"David, mi padre, tuvo en su corazón edificar Casa al nombre del Señor, Dios de Israel".

Salomón estaba diciendo que él había llevado a cabo lo que David quiso hacer; él estaba convirtiendo en realidad sus deseos de edificar un templo. Eso es algo que debemos reconocer. Dios tiene Su voluntad para usted y para mí. En realidad creemos que Dios tiene para aquel que es Su hijo un lugar donde vivir. Él tiene para usted una casa donde vivir. Él tiene todas esas cosas. El problema para usted y para mí también, es estar en la voluntad de Dios. Es necesario para que, en la vida, nos coloquemos en el lugar señalado por Dios. Y cuando usted y yo, estimado oyente, podamos colocarnos en ese punto exacto, entonces estaremos en el lugar apropiado para nosotros. Eso es lo que realmente tiene importancia. En aquellos tiempos, Dios eligió a Jerusalén, y Dios eligió a este hombre David. Y ambos estuvieron donde tenían que estar en los planes de Dios.

Leamos ahora el versículo 11, donde Salomón continuó diciendo:

"He edificado una Casa al nombre del Señor, Dios de Israel. En ella he puesto el Arca, en la cual está el pacto que el Señor celebró con los hijos de Israel".

Ahora podemos leer en los versículos 12 y 13,

La oración de dedicación de Salomón

"Se puso luego Salomón delante del altar de Señor, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos; pues Salomón había hecho un estrado de bronce de dos metros veinticinco centímetros de largo, otros tantos de ancho, y un metro treinta y cinco centímetros de alto, y lo había puesto en medio del atrio; y poniéndose sobre él se arrodilló delante de toda la congregación de Israel, extendió sus manos al cielo y dijo:"

Siempre se han presentado argumentos en cuanto a la posición apropiada de una persona cuando está orando. ¿Debe usted arrodillarse, ponerse en pie, o inclinar simplemente su rostro? Bueno, aquí se nos dice que Salomón se arrodilló, lo cual es sin duda una posición apropiada para una criatura que se encuentra en la presencia de su creador. Notemos ahora, lo que él dijo, porque esta fue una gran oración de acción de gracias. Leamos ahora los versículos 14 y 15:

"Señor, Dios de Israel, no hay Dios semejante a ti en el cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y tienes misericordia con tus siervos que caminan delante de ti de todo su corazón; que has mantenido a tu siervo David, mi padre, la promesa que le hiciste; tú lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como se ve en este día".

Él le dio gracias a Dios por ser el Creador, y por Su gracia y Su fidelidad. En Su gracia Él había entrado en el corazón de David, en la nación, y en el corazón y en la vida de Salomón.

Lo que muchos creyentes necesitan en nuestros días es una experiencia con Dios. Por alguna razón, se quedan satisfechos con mantener a Dios a cierta distancia; tenerlo cerca, pero no demasiado y se limitan a decir "Sí, soy creyente", y cosas por el estilo. Estimado oyente, tengamos una relación íntima con Él, una relación de compañerismo. Luego veamos lo que Salomón dijo en su oración aquí en el versículo 18:

"Pero, ¿es verdad que Dios habitará con el hombre en la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener, ¿cuánto menos esta Casa que he edificado?"

Este versículo 18 es importante, y a él nos hemos referido antes. Ciertamente, ni Salomón ni la nación de Israel tuvieran nunca la idea de encasillar a Dios cuando le edificaron un templo. Más bien, el templo sería un lugar de reunión, de encuentro entre Dios y el hombre.

Note usted que Salomón se sintió agradecido a Dios por todas las cosas materiales. Él tenía, creemos nosotros, más bienes materiales en este mundo que cualquier otra persona. Y las cosas que él tenía, como el oro y la plata, como veremos en el capítulo 9, las tenía en tanta abundancia que para él eran cosas comunes. Él nunca tenía que fijarse en el precio de ninguna cosa. La palabra economía ni figuraba en su vocabulario. Podía enviar a sus soldados y sirvientes a diferentes partes de la tierra para que le trajeran las cosas que deseaba. Salomón probablemente tenía siempre muchos invitados a su mesa y allí se consumían gran cantidad de alimentos y él no se tenía que preocupar por nada. Sin embargo, este hombre, elevó esta oración de agradecimiento a Dios por haberle provisto tantas cosas. Y nos preguntamos, ¿cuántos de nosotros en éstos días, estimado oyente, agradecemos a Dios por la provisión que Él hace para nosotros de tantas maneras diferentes? Yo no sé si usted lo hace, pero yo le agradezco por el privilegio de vivir en esta generación. No sólo por las cosas materiales, sino sobre todo por las cosas espirituales y por las grandes oportunidades de estos días.

Leamos ahora el versículo 20, en el cual el rey continuó diciendo:

"Que tus ojos estén abiertos sobre esta Casa de día y de noche, sobre el lugar del cual dijiste: Mi nombre estará allí. Escucha la oración con que tu siervo ora en este lugar".

Aquí se enfatizó la idea de que el templo sería un lugar donde el ser humano podría encontrase con Dios. Leamos ahora el versículo 21:

"Asimismo escucha el ruego de tu siervo y de tu pueblo Israel, cuando en este lugar hagan oración. Escucha desde los cielos, desde el lugar de tu morada; escucha y perdona:"

El templo se convertiría en el centro mismo de la vida de la nación de Israel. Leamos entonces los versículos 24 y 25:

"Cuando tu pueblo Israel sea derrotado delante del enemigo por haber pecado contra ti, si se convierte y confiesa tu nombre, si ruega delante de ti en esta Casa, tú oirás desde los cielos, perdonarás el pecado de tu pueblo Israel y les harás volver a la tierra que les diste a ellos y a sus padres".

Cuando ellos pecaran, debían regresar a ese templo. Y continuó diciendo Salomón en el versículo 26 del capítulo 6 del Segundo Libro de Crónicas:

"Cuando los cielos se cierren y no haya lluvias, por haber pecado contra ti, si oran a ti en este lugar y confiesan tu nombre, si se convierten de sus pecados cuando los aflijas"

¿Qué debían hacer cuando hubiera sequía en la tierra a causa de los pecados del pueblo? Pues, volver a Dios y orar, comunicarse con Él. Y el versículo 28, dice:

"Cuando haya hambre en la tierra, o pestilencia, o las plantas se sequen por el calor, o sean atacadas por hongos, las langostas o el pulgón; cuando los sitien sus enemigos en la tierra donde habiten; cualquier plaga o enfermedad que sea;"

Cuando las calamidades vinieran sobre ellos, también tendrían que regresar al templo y orar a Dios. Y el versículo 30 dice:

"tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada; perdonarás y darás a cada uno conforme a sus caminos, habiendo conocido su corazón; porque sólo tú conoces el corazón de los hijos de los hombres"

Dios nos conoce, estimado oyente, y sabe que lo mejor para nosotros es estar en contacto con Él. Veamos ahora los versículos 32 y 33 de este capítulo 6 del Segundo Libro de Crónicas.

"También al extranjero que no sea de tu pueblo Israel, que haya venido de lejanas tierras a causa de tu gran nombre y de tu mano poderosa, y de tu brazo extendido, si viene y ora hacia esta Casa, tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y harás conforme a todas las cosas por las cuales haya clamado a ti el extranjero; para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, te teman como tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre es invocado sobre esta Casa que yo he edificado".

Debemos destacar que éste fue un gran proyecto misionero. El templo no era solamente para Israel. El mundo entero tenía que ir a ese lugar. Y si un extranjero llegaba desde cualquier rincón de la tierra, de cualquier país lejano, entonces, él podría encontrarse con Dios en el templo. Y ahora, el versículo 36, dice:

"Cuando pequen contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojes contra ellos, y los entregues a sus enemigos, para que sus conquistadores los lleven cautivos a otras tierras, lejos o cerca"

En el país al que hubieran sido llevados, ellos debían volverse en dirección al templo y elevar sus voces a Dios. Recordemos que eso fue lo que haría Daniel. Aunque el templo en esa época estuviera destruido, Daniel abriría la ventana de su dormitorio, que estaba orientado hacia Jerusalén, se arrodillaría para orar y alabar a Dios tres veces al día (Daniel 6:10). Y Dios escucharía su oración. Y ahora, los versículos 38 al 42, dicen:

"Si se convierten a ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su cautividad, donde los hayan llevado cautivos, y oran hacia la tierra que tú diste a sus padres, hacia la ciudad que tú elegiste, y hacia la Casa que he edificado a tu nombre; tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y su ruego, ampararás su causa y perdonarás a tu pueblo que pecó contra ti. Ahora, pues, Dios mío, te ruego que estén abiertos tus ojos y atentos tus oídos a la oración en este lugar. Señor Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo, tú y el Arca de tu poder; Señor Dios, sean vestidos de salvación tus sacerdotes, y tus santos se regocijen en tu bondad. Señor Dios, no rechaces a tu ungido; acuérdate de tus misericordias para con tu siervo David".

Aquí vemos que continuó la idea del templo como lugar de encuentro. Ésta fue una gloriosa oración. Y observemos que Salomón la pronunció basándose en la misericordia que Dios extendió a David. Usted y yo, estimado oyente, debemos orar porque Cristo se entregó por nosotros en sacrificio y derramó Su sangre para que nuestros pecados pudieran ser perdonados. Él hizo por nosotros la paz con Dios por medio de la sangre derramada en la cruz y, como resultado de Su obra, Dios está dispuesto a extender su misericordia hacia nosotros. La vía de comunicación ha quedado abierta. Por tal motivo, podemos orar a Él, como hijos que se dirigen a su Padre celestial.

Y con esto llegamos al final de la oración de Salomón y a

2 Crónicas 7

El tema en este capítulo es la aceptación del templo por parte de Dios. Pudimos ver, en el capítulo 6, que Salomón predicó un sermón y luego pronunció la gran oración dedicatoria del templo. Y ahora llegamos a la respuesta de Dios a todo esto. Leamos el primer versículo de este capítulo 7 del Segundo Libro de Crónicas:

"Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos y consumió el holocausto y los sacrificios; y la gloria del Señor llenó la Casa".

Recordemos que esto fue lo que ocurrió cuando Moisés terminó la construcción del tabernáculo en el desierto. Según Éxodo 40:34 y 35, cuando lo instaló, la gloria de Dios llenó el tabernáculo. Ahora, en este pasaje de Crónicas, Dios aceptó el templo que Salomón había construido. Observemos que el fuego del cielo consumió el sacrificio. Ello significó que el juicio de Dios había caído sobre el pecado. Dios no aceptó el templo porque fuera hermoso, aunque en realidad lo era. Tampoco lo aceptó porque demostrara un espléndido desembolso de riquezas. La base de su aceptación fue el hecho de que el templo estaba señalando a Cristo. Y es Su sacrificio realmente, lo que lo hizo aceptable ante Dios. Y dice aquí el versículo 1 "y la gloria del Señor llenó la casa", como hemos visto en los versículos finales del capítulo 5. En este pasaje que acabamos de leer, el fuego del cielo consumió el holocausto.

Esta gente pudo apreciar de manera visible la presencia de Dios. Hemos visto ya en nuestro estudio del Nuevo Testamento, en la epístola del apóstol Pablo a los Romanos, que Pablo respondió a la pregunta: "¿Quiénes son los israelitas?" Y presentó 8 señales de identificación. Una de ellas era que "ellos habían tenido la gloria". Ningún otro pueblo tuvo la presencia visible de Dios, excepto ellos. Y ahora, leamos los versículos 2 y 3 de este capítulo 7 del Segundo Libro de Crónicas:

"Y no podían entrar los sacerdotes en la casa del Señor, porque la gloria del Señor la había llenado. Cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria del Señor sobre la Casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron al Señor, diciendo: Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre".

Ésa es una expresión, estimado oyente, que espero llegue a formar parte de su vocabulario, y que usted pueda expresarla de vez en cuando: "Porque Él es bueno, y su misericordia es para siempre". Usted recordará que el salmista dijo: "Alabad al Señor, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia. Díganlo los redimidos del Señor". Si usted y yo somos creyentes que no hablamos, no habrá alguien que lo haga en nuestro lugar. Nadie en el ámbito político saldrá a decir lo bueno que es Dios. Más bien nos hablarán de lo buenos que son y de lo que su partido puede hacer por nuestro país. Pero volvamos a lo que se nos dice aquí: "Porque Él es bueno". Ésta debiera ser una proclamación frecuente de los redimidos del Señor. Ahora, en los versículos 4 y 5, de este capítulo 7, tenemos la siguiente declaración. Leamos estos dos versículos:

"Entonces el rey y todo el pueblo sacrificaron víctimas delante del Señor. Y ofreció el rey Salomón en sacrificio veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. Así, el rey y todo el pueblo dedicaron la casa de Dios".

Los escépticos han criticado duramente la declaración que acabamos de leer, en base a tres asuntos: (1) Ellos dijeron que esta ofrenda y el sacrificio fueron extravagantes; (2) que habría sido imposible físicamente ofrecer tantos sacrificios en el altar y (3) que no era necesario haber sacrificado a tantos animales.

Bien, entonces, miremos estas tres cuestiones por un momento bajo la luz de la Palabra de Dios. En primer lugar tenemos que aclarar que, aunque el templo era el centro de estas actividades, no creemos que todos esos animales fueran sacrificados todos al mismo tiempo, en un solo altar. Como veremos en nuestro próximo programa, el versículo 7, de este mismo capítulo 7 de 2 Crónicas, reconoce esta imposibilidad con toda claridad y dice: porque en el altar de bronce que Salomón había hecho no cabían los holocaustos, las ofrendas de cereales y la grasa.

Para esta ocasión especial, creemos que se erigieron altares alrededor de la zona del templo e incluso en otros lugares de aquel territorio. Por lo tanto, el texto Bíblico no relata ninguna imposibilidad física. Pero, ¿por qué semejante gasto? Para que cada zona del país pudiera tener su propio sacrificio. Fue algo similar a lo que ocurrió cuando los israelitas salieron de la tierra de Egipto y tuvieron que sacrificar un cordero por cada familia. Por eso, aquella noche, hubo que sacrificar a miles de corderos. Así que no fue un gasto innecesario, por dos razones. En primer lugar, el significado primordial de aquellos sacrificios señalaba al sacrificio del Señor Jesucristo. Y, estimado oyente, fue Simón Pedro quien dijo que fue sangre preciosa la que Él derramó. Dijo Pedro en su primera carta, 1:18 y 19: "Pues ya sabéis que fuisteis rescatados...no con cosas corruptibles como oro y plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación". Por lo tanto, concluimos que aquella ceremonia no constituyó un gasto demasiado caro, porque estaba señalando hacia Cristo Jesús mismo, como un testimonio gráfico y explicativo de la gracia de Dios para todos los tiempos y épocas de la historia. Y en segundo lugar, no se trató de un gasto inútil porque la carne fue posteriormente utilizada como alimento. Aunque en el holocausto la ofrenda era consumida totalmente por el fuego, también el pueblo comió de otras ofrendas como, por ejemplo, las ofrendas de paz. Así que aquella fue una memorable ocasión para celebrar una gran fiesta.

Al pensar en aquellos sacrificios, terminamos hoy recordando que cuando se terminaban los tiempos del Antiguo Testamento y se inauguraba la época del Nuevo Testamento, y como lo relató el Evangelista Juan en su capítulo 1, Juan el Bautista vio que Jesús venía a él. Era como si el presente y el futuro, presentes en la persona de Jesús, se acercaran para encontrarse con el pasado de sacrificios de los tiempos antiguos, para unirse con él. En esa ocasión las dimensiones del tiempo se transformaron en una sola que abarcó a toda la historia, colocando el sacrificio de Jesucristo en el centro de convergencia de toda la historia humana, como historia de salvación, como expresión máxima del amor de Dios a una humanidad perdida. Así fue como aquel día, Juan el Bautista, precursor de Jesús, le señaló con aquella gran declaración: "Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Estimado oyente, le rogamos que escuche aquella presentación como hecha personalmente para usted. Y esperamos que la acepte por la fe, como la provisión del perdón de Dios y de la vida eterna.

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