Estudio bíblico de 2 Corintios 5:1-10
2 Corintios 5:1-10
En nuestro viaje por la Segunda epístola del apóstol Pablo a los Corintios, llegamos hoy al capítulo 5. Y al llegar a este capítulo, todavía estamos en la primera sección en que se ha dividido este libro y que trata del consuelo de Dios. Tenemos ahora ante nosotros el consuelo de Dios en el ministerio del martirio por Cristo. Hemos visto ya el consuelo de Dios en el glorioso ministerio de Cristo en el capítulo 3 y cuán maravilloso es el poder presentar a un Cristo revelado, quien ha quitado el velo con que antes estaba cubierto. Luego consideramos el consuelo de Dios en el ministerio del sufrimiento por testificar sobre la persona de Cristo, como vimos en el capítulo 4. Y hoy, tenemos una exposición del consuelo de Dios en el ministerio del martirio por Cristo. Ahora, el versículo 1, de este capítulo 5, de la Segunda epístola a los Corintios, dice:
"Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos".
Quisiéramos destacar lo que Pablo estaba diciendo aquí. Él no dice, "esperamos" tener una morada, ó tenemos "una expectativa" de tener una morada; o aun "creemos" tener un morada. Lo que él dijo expresó una certeza. Dijo: "sabemos" que tenemos una morada. Y estimado oyente, créanos que este "sabemos" aquí es muy importante. Es un sabemos que se expresa con la misma seguridad que si ya lo hubiese experimentado. Pablo lo sabía debido a que el Espíritu de Dios se lo había revelado.
La palabra "tabernáculo" proviene de la palabra "skene", que significa "tienda". Y esa es la palabra que se utilizaba para la tienda de la travesía por el desierto en la Septuaginta, traducción del Antiguo Testamento al Griego. Al tabernáculo del Antiguo Testamento, el tabernáculo mosaico, se le llamaba un "skene". Era algo bastante endeble, frágil y lo que él estaba diciendo aquí es algo maravilloso.
Pablo se había referido a su cuerpo mortal (4:10 y 11) y en el versículo 16 dijo que este cuerpo iba decayendo. Ahora, en este pasaje lo comparó con una tienda débil, frágil, que sería pronto destruida. Resulta interesante recordar que, según Juan 1:14, Cristo, en su cuerpo encarnado, habitó entre los seres humanos, y al decir "habitó" el escritor usó la palabra derivada de "tienda" o "tabernáculo". En este versículo entonces, el cuerpo terrenal, que es temporal, es contrastado con el cuerpo celestial, que es eterno.
La referencia al cuerpo celestial como una casa de Dios, eterna, no construida por manos humanas, nos hace recordar la descripción que Jesús hizo de su propio cuerpo de resurrección como un templo "no hecho por manos" (Marcos 14:58). Podríamos decir que en este capítulo 5:1 de Segunda de Corintios, Pablo resumió brevemente lo que antes había escrito a los Corintios sobre la naturaleza del cuerpo de resurrección (que usted puede leer, concretamente, en Primera Corintios 15:34-54). Su confiada afirmación al decir "sabemos", pues, también está basada en los argumentos expuestos en aquel capítulo 15 de Primera de Corintios.
En Eclesiastés 12:3-5, según algunos intérpretes, se alude a una figura humana que sufre el proceso natural de decaimiento. Dice allí: "el día cuando tiemblen los guardas de la casa y los fuertes se encorven, los que muelen estén ociosos porque son pocos, y se nublen los que miran por las ventanas, cuando se cierren las puertas de la calle por ser bajo el sonido del molino, y se levante uno al canto del ave, y todas las hijas del canto sean abatidas". En este pasaje, los guardas de la casa representan a las piernas, esas piernas que el avance de los años hace temblar. Los fuertes, ilustran a los hombros, que con el peso de la edad se encorvan. Los que muelen, podría ilustrar al desgaste y pérdida de los dientes. Los que miran por las ventanas, representan a los ojos, cuya luz se va apagando con el envejecimiento, dando lugar a una visión imperfecta, al irse perdiendo la vista. El sonido bajo del molino, nos habla de la progresiva pérdida del oído. Éste es pues el resultado de la edad que va afectando a la parte exterior de la persona. Por ello dijo el apóstol que las cosas que se ven, son temporales.
Pero existe una persona interior, y esa persona interior es espiritual. Es difícil para nosotros comprender esto. Ahora, Dios es una persona, pero Dios no es un ser físico, material. Dios es Espíritu. En Juan 4:24, en el relato de la conversación entre Jesús y una mujer de Samaria, Jesús le dijo: "Dios es espíritu; y los que le adoran, deben adorarle en espíritu y en verdad". Eso lo dijo el Señor Jesucristo.
Humanamente hablando, algunas personas dicen que no les gustaría llegar a la ancianidad. Claro que hay que considerar que, en los casos en que se disfrute de buena salud, las personas jubiladas pueden dedicar su tiempo con mayor libertad a hacer lo que realmente les agrada hacer. Pero desde un punto de vista espiritual, debemos reconocer que cada año que pasa estamos más cerca del día en que veremos al Señor Jesucristo, Aquel que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros. Y esa perspectiva debería alegrarnos.
Así que, estimado oyente, tenemos una casa eterna en el cielo. Este cuerpo nuestro será sembrado como un cuerpo natural, un cuerpo material, pero será resucitado como un cuerpo espiritual. Y Dios nos dará, en el más allá, un cuerpo nuevo. Ahora, Pablo dijo algo más al respecto. Leamos el versículo 2 de este capítulo 5 de la Segunda epístola a los Corintios:
"Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial"
Bueno, nosotros nos quejamos, suspiramos en este cuerpo, y a veces, uno no puede evitarlo. Y el versículo 3 dice:
"Pues así seremos hallados vestidos y no desnudos".
Ésta es una afirmación interesante. Uno de estos días el Señor va a llamar a los Suyos fuera del mundo. Seremos arrebatados para encontrarnos con el Señor en el aire y así nos presentaremos ante Él. Y ¿en qué forma lo haremos? Estaremos revestidos de la justicia de Cristo; no quedaremos desnudos.
No todos estarán vestidos con Su justicia cuando resuciten de los muertos. Cristo, como también Pablo dijo, fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para declararnos justos. Pero muchas personas no han aceptado Su justicia, y le han rechazado. En consecuencia, habrá una resurrección de justos, y de injustos. El apóstol mencionó esta futura realidad en Los Hechos 24:15. Allí dice literalmente, ciertamente habrá una resurrección tanto de los justos como de los injustos. Y Jesucristo dijo lo mismo; en el Evangelio de Juan 5:29 vemos Sus palabras: "y saldrán los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio". Estimado oyente, algún día usted tendrá que presentarse ante Su presencia. ¿Estará usted vestido de la justicia de Cristo? ¿Ha sido usted aceptado por Dios, por medio de Su amado Hijo?
Éste es un buen momento para mencionar que la Biblia no habla de un juicio único, sino de varios juicios. (1) Está el juicio por el que Jesucristo pasó en la cruz. Y fue a causa de ese juicio que Él soportó por nosotros, que pudo decir, en Juan 5:24: "En verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida". (2) Luego tenemos el juicio de uno mismo que puede hacer el creyente, como vemos en la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 11, versículo 31: allí dice que "si nos juzgamos a nosotros mismos no seremos juzgados". (3) También tenemos el juicio de la disciplina y el castigo de Dios sobre el creyente. Dice la carta a los Hebreos 12:6, "porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo aquel que recibe por hijo". (4) Las obras del cristiano serán juzgadas, como veremos más adelante en este capítulo. (5) La nación de Israel será juzgada. (6) Las demás naciones serán juzgadas. (7) Los ángeles caídos, aquellos rebeldes que fueron apartados del reino celestial, serán juzgados. Y finalmente (8) habrá un juicio ante el Gran Trono Blanco. Todos los perdidos estarán allí presentes. Ellos estarán allí sin ninguna vestidura que los cubra, pues no estarán vestidos con la justicia de Cristo. Serán juzgados de acuerdo con sus obras, así como ellos mismos desearon.
Leamos ahora el versículo 4:
"Asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia, pues no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida".
Estimado oyente, si usted se siente oprimido, agobiado, bajo el peso de la aflicción, seguramente suspirará. La Biblia lo ve normal, al comprender que lo hacemos a causa de la debilidad de nuestros cuerpos. No lo hacemos preocupados por no estar revestidos; porque sabemos que, ante Dios, estamos vestidos con la justicia de Cristo. Él es nuestro Salvador, y es nuestra esperanza. Continuemos leyendo el versículo 5:
"Pero el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado el Espíritu como garantía".
La garantía del Espíritu significa que recibiremos más en el futuro. Él nos ha dado el Espíritu en nuestros cuerpos, cuerpos caracterizados por la debilidad, por la fragilidad. Y el Espíritu Santo constituye la garantía. Es como el dinero que se paga como una señal, como una entrada. Cristo nos ha comprado y el Espíritu Santo que habita en el creyente es como ese desembolso inicial. Uno de estos días dejaremos esta vieja casa que es nuestro cuerpo y nos encontraremos con el Señor.
Luego, Pablo continuó diciendo en el versículo 6, de este capítulo 5, de la Segunda epístola a los Corintios:
"Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor"
Estamos en el cuerpo, es decir, estamos en nuestra propia casa. ¿Cómo se siente usted? Yo me siento perfectamente bien en casa. A pesar de las limitaciones o imperfecciones, me gusta este cuerpo que tengo. Con el correr de los años me he ido acostumbrando a él. Sin embargo, mientras esté viviendo en esta casa, me encuentro lejos de la presencia directa del Señor. Pero notemos lo que dice aquí, el versículo 7:
"(porque por fe andamos, no por vista)".
Ahora, ¿cómo podía Pablo estar tan seguro de que cuando dejase este cuerpo, estaría en la misma presencia del Señor? Pablo dijo que él y todos los creyentes viviríamos por la fe. Yo acepto lo que dice la Palabra de Dios. Y prefiero tomar en serio Su Palabra antes que la de cualquier otra persona en el mundo. La fe consiste en aceptar, en creer en esa Palabra. Estamos viviendo en este cuerpo, pero estamos ausentes de la presencia directa del Señor. Y luego Pablo dijo en el versículo 8, de este capítulo 5 de la Segunda epístola a los Corintios:
"Pero estamos confiados, y preferimos estar ausentes del cuerpo y habitar con el Señor".
Podríamos decir, "y estar viviendo junto al Señor". Aquí se presenta el contraste entre habitar en la casa del cuerpo material, y estar viviendo ya eternamente con el Señor. Recordemos que el alma nunca muere. Al morir, el alma va al encuentro de Cristo. El cuerpo sí duerme. El cuerpo material es el que necesita ser cambiado. Recordemos también que habrá una generación que no pasará por la muerte, pero aun así sus cuerpos deberán ser transformados. Ahora, alguien quizá pregunte, ¿en qué escritura basa usted esta afirmación? En la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 15, en los versículos 51 y 53, dijo el apóstol Pablo: "He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad". Es el cuerpo el que irá a descansar, y es el cuerpo el que será resucitado. La resurrección no se refiere al alma o al espíritu, sino que se refiere al cuerpo. La palabra que se utiliza para resurrección aquí es "anastasis" que quiere decir "ponerse de pie". Será el cuerpo el que se ponga en pie. Así es que, creyendo en estas verdades de la Palabra de Dios, vivimos por la fe y tenemos esperanza. Y dijo además Pablo en el versículo 9:
"Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables"
La palabra griega aquí, donde en esta versión se traduce "procuramos" es "filotin" literalmente significa "estimar como un honor", "ser ambicioso". Es la misma palabra que se encuentra en 1 Tesalonicenses 4:11, donde se traduce así: "Procurad (según esta versión) o que tengáis por vuestra ambición (según otra versión) el llevar una vida tranquila, y os ocupéis en vuestros propios asuntos y trabajéis con vuestras manos". En cualquier caso la palabra se refiere a un deseo intenso por vivir una vida que agrade al Señor.
Nosotros hemos sido aceptados por Dios por medio de Su amado Hijo. Pablo aclaró esta verdad en su carta a los Efesios 1:5 y 6, donde dijo: "Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado". Y esta última frase, "aceptos en el amado" resume nuestra posición ante Dios. Dios nos ve unidos a Cristo y Él se convirtió en todo aquello que yo necesito: sabiduría, justicia, santificación y redención. Dios me ve a mí en Cristo y yo estoy completo en Él. No se puede añadir nada a algo, o a alguien que está completo. Y así, todos los creyentes gozan de la posición de haber sido aceptados por Dios, al estar unidos a Cristo.
Ahora, tener la aceptación de Dios, es algo diferente. Tiene que ver, no con nuestra posición, sino con nuestro estado, y se refiere a la manera en que vivimos nuestra vida. ¿Vivimos realmente para Cristo? ¿Tenemos el ferviente deseo de nuestra vida sea aceptada por Él? El tener ese deseo no significa que hemos de pasar por encima de otros y escalar posiciones para llegar al lugar más alto. Aquellos que, en círculos cristianos adopten esa conducta, estarán más bien labrándose un nombre y un prestigio para ellos mismos.
El Dr. Campbell Morgan contó que en una ocasión se enfrentó a este problema. Se dedicaba a la docencia cuando sintió el llamado de Dios para el ministerio cristiano. Dice que sintió como si Dios le dijera: "Has sido separado para el ministerio de la Palabra. Ahora, ¿quieres ser un gran predicador, o quieres ser mi siervo?" El primer pensamiento del Dr. Morgan fue que quería ser un gran predicador. Ese era evidentemente un deseo digno y honorable, pero después de un tiempo le pareció que el Señor ejercía presión sobre él. Y la misma pregunta se presentaba ante él una y otra vez. Finalmente, fue consciente de que tenía que tomar una decisión y se dirigió a Dios en oración y le dijo: "Bendito Señor, preferiría ser tu siervo que ninguna otra cosa". O sea que estuvo dispuesto a ser un simple predicador. Sin embargo, en opinión de muchos, Dios convirtió al Dr. Morgan, no sólo en Su siervo, sino también en un gran maestro y predicador. A veces pensamos que nuestra ambición debiera ser la de hacer algo grande, algo importante para Dios. Pero Dios nos dice que Él quiere que seamos Sus siervos. Eso es todo. Usted y yo debemos llegar a un punto en que podamos expresar las siguientes palabras de Jeremías 45:5: "Y tú, ¿buscas para ti grandes cosas? No las busques". Ésta es una disyuntiva que se ve claramente, ¿no es cierto? Estimado oyente, ¿está usted intentando lograr grandes cosas para usted mismo? ¿Es posible que haya personas que estén sirviendo al Señor, motivados por una ambición personal y egoísta? La pregunta clave es: ¿Quiere usted ser un siervo de Dios? Si ése es el caso, usted podrá lograr algo por lo cual Él le recompensará. Ésta debiera ser una auténtica preocupación para mí, y para todos aquellos que le sirven. Y esa preocupación debiera ser siempre la de no perder la motivación, el deseo ferviente de ser Su siervo en todo el sentido de la palabra. Hay diversas motivaciones para impulsar nuestro servicio.
1. Algún día tendré que presentarme ante Él, y rendirle cuentas por mi servicio, así como todos aquellos que le sirven o le han servido. Esta realidad debiera motivarnos para servirle aceptablemente, adecuadamente, incondicionalmente. Leamos a continuación el versículo 10 de 2 Corintios 5:
"Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo".
Aquí se está hablando del lugar llamado "bema". En la actual ciudad de Corinto aun pueden verse las ruinas de aquel lugar, en el que los jueces de la ciudad recibían a los ciudadanos y les juzgaban, aunque no en asuntos de vida o muerte. En el tribunal de Cristo solo se presentarán los creyentes. No será un juicio sobre los pecados del cristiano, por que éstos han sido juzgados, castigados y borrados en el sacrificio de Cristo en la cruz. Este tribunal de Cristo tiene que ver con la recepción o recompensa del Señor.
Cuando Pablo dijo: es necesario que todos nosotros comparezcamos tenemos que recordar que estaba escribiendo a creyentes. Todos los cristianos seremos juzgados con respecto a las obras que hayamos llevado a cabo en esta vida. Seremos juzgados por la forma en que hayamos vivido la vida cristiana. Cuando estemos ante Su presencia, habremos acabado ya la labor en estos cuerpos materiales. La cuestión entonces será cómo habremos utilizado estos cuerpos. Cómo hemos vivido.
Pablo afrontó esta pregunta cuando escribió a los Filipenses 1:21, "para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia". Después habló de su deseo de irse para estar junto al Señor, pero también de su deseo de vivir más años para poder servir a los Filipenses. Quería también quedarse en la tierra para predicar por más tiempo el Evangelio. El autor de estos estudios, el profesor McGee nos contó que él experimentó la misma reacción la primera vez que fue operado de cáncer y, en aquel momento, los médicos no tenían muchas esperanzas de su recuperación.
El apóstol Pablo quiso que Cristo fuera honrado en su vida, en su cuerpo, y que su servicio para Él fuera aceptado como grato por el Señor, y así pudiera recibir una muestra de ese reconocimiento, una recompensa al final de su carrera cristiana, en el tribunal de Cristo. Ésta es la única motivación adecuada para los creyentes en general, en vista a la comparecencia ante el Señor, después de esta vida. En la parábola de Mateo (25:21) el Señor llamó a uno de sus siervos, a quien había dejado algunos bienes para que los administrase. Al pedirle cuentas y comprobar la eficacia de aquel siervo el Señor le dijo: "Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré. Entra y alégrate conmigo". Estimado oyente creyente, el máximo premio y honor será escuchar esas palabras como evaluación a nuestro servicio. Ya hemos aclarado anteriormente que éste no es el juicio mencionado en Apocalipsis 20:11-15, al cual comparecerán todos los que no son salvos. Estimado oyente, si usted es un cristiano, un creyente, su nombre está escrito en el libro de la vida, y usted tiene vida eterna. Pero si no lo es, más allá de las debilidades de este cuerpo natural y de su proceso de decaimiento, le invitamos a convertir su vida en esta tierra en una vida significativa, que se proyecte hacia un propósito eterno, porque será una vida que continúe después de esta vida, en la eternidad, con el Señor Jesucristo. Y la única manera de abrirse a esta transformación espiritual operada por el Espíritu de Dios, es confiando en el Señor Jesucristo como su Salvador, y entregándole el control de su vida.
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