Estudio bíblico de 2 Corintios 8:1-7
2 Corintios 8:1-7
Nos encontramos en el capítulo 8 de esta Segunda epístola del apóstol Pablo a los Corintios. Usted habrá ya descubierto, si nos acompaña en esta lectura y esperamos que así sea, que ahora cambia el tema de la epístola. En los siete capítulos anteriores, Pablo habló sobre el consuelo de Dios. Esperamos que le haya traído consuelo y fuerza el saber que tiene a Alguien que le puede ayudar hoy mismo en su vida cristiana. La reacción más natural al leer los capítulos anteriores sería la de decir, "Pablo, díganos más sobre este tema del consuelo". Sin embargo, Pablo cambió el tema abruptamente. Y, ¿sabe usted de qué habló Pablo en el capítulo ocho? De una colecta de dinero para los cristianos pobres que estaban en la ciudad de Jerusalén. Y nos hizo descender a esta tierra de una manera repentina. Porque ahora el tema trata del "ofrendar cristiano". Después de tratar el tema de la vida cristiana, en los capítulos 1 al 7, nos llevó al tema del "dar cristiano", que ocupará los capítulos 8 y 9.
Esta sección, que incluye los capítulos 8 y 9, trata el tema general de "La colecta para los creyentes pobres de la iglesia de Jerusalén". Puede dividirse de la siguiente manera. En este capítulo 8, en los primeros 6 versículos, el apóstol Pablo nos dio un ejemplo de lo que es el dar cristiano. Luego, en este mismo capítulo, en los versículos 7 hasta el 15, él nos dio una exhortación a contribuir con nuestras ofrendas. Y, luego él presentó una explicación del dar cristiano, desde el capítulo 8, versículo 16, hasta el capítulo 9, versículo 5. Entonces finalizó esta sección con un mensaje de estímulo para la presentación de las ofrendas por parte del cristiano, que se encuentra en el capítulo 9, en los versículos 6 al 15.
La experiencia nos enseña que no es necesario presentar muchos mensajes sobre las ofrendas con las que el cristiano contribuye al sostenimiento económico de su iglesia. El Profesor McGee nos ha contado que, en su experiencia de 21 años pastoreando una iglesia, habrá predicado 2 o 3 mensajes sobre el tema de la contribución del cristiano a su iglesia. Sin embargo, ha visto que las contribuciones económicas de los miembros de la iglesia se han duplicado y triplicado durante ese período. Ello ha confirmado su creencia de que el pueblo de Dios apoyará un ministerio que enseña y predica la Palabra de Dios. El profesor McGee siempre desaprobó que se ejerciera presión para la obtención de fondos para apoyar a ministerios cristianos, él pensaba que no había base Bíblica para esos métodos.
Aquí en estos dos capítulos, en los capítulos 8 y 9 de esta Segunda epístola a los Corintios, encontramos la sección más extensa y completa que trata con la forma de contribuir económicamente a la iglesia por parte de los creyentes, que tenemos en las Escrituras. En realidad, todo lo que necesitamos saber se menciona aquí. No hay reglas o leyes, pero sí hay ciertos principios muy claros. Quizá esto le llame la atención y sea algo nuevo para usted. Alguien quizá diga: "Bueno, yo pensaba que había que dar el diezmo". Esa no es la regla obligatoria para este tiempo. Quizá pueda ser un principio que usted quisiera seguir.
La palabra que se destaca como importante en esta sección es la palabra "Gracia". Ahora, si usted ha leído el capítulo 8, habrá notado que esta palabra gracia aparece como cuatro o cinco veces y que en el capítulo 9 aparece dos o tres veces más. Y Pablo habló acerca de la gracia y la gracia de dar, considerado un tema muy importante. Vamos a examinar algunos de estos pasajes donde fue mencionada la palabra "gracia". Leamos el primer versículo de este capítulo 8, de la Segunda epístola a los Corintios, que inicia el párrafo que trata sobre
El ejemplo del dar cristiano
"Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia"
Aquí Pablo la llama "la gracia de Dios". Es decir, algo que se le ha dado a la iglesia. En el versículo 4, se indica que los creyentes de Macedonia pidieron que se les concediese el privilegio de participar en este servicio para los santos. Otra traducción más literal traduce esta frase de la siguiente manera: les concediésemos la gracia de tener parte en este servicio para los santos. La palabra gracia aparece otra vez en el versículo 6 en el siguiente texto; de manera que exhortamos a Tito, para que tal como comenzó antes, asimismo acabe también entre vosotros esta obra de gracia.
Y ésa es otra palabra maravillosa que Pablo usó y que tiene un gran significado para nosotros. Él estaba llamando al dar, una "gracia". Es una gracia de Dios. Es una disposición creada por el Espíritu de Dios. El apóstol estaba escribiendo a los creyentes de Corinto, contándoles que los Macedonios habían tenido ese tipo de gracia, y diciéndoles que esperaba que los Corintios tuvieran también esa misma gracia.
Los teólogos definen a la gracia como el don inmerecido de parte de Dios, y estamos de acuerdo con esa definición, y sin embargo no describe adecuadamente esta palabra. Podría hacerle perder a uno el gran significado que tiene. En el griego clásico, uno encuentra que la palabra griega "karis" significa una gracia exterior como la belleza, la hermosura, el encanto, la amabilidad, la buena voluntad, la gratitud, la delicia, o el placer. Para los griegos tres gracias que podríamos describir con las palabras buena, bella y noble. Los griegos tenían una mentalidad misionera en cuanto a su cultura y querían impartirla a otros.
El Espíritu Santo eligió esta palabra y le dio un nuevo brillo, una nueva gloria; y los escritores cristianos la adoptaron. Pablo la usó una y otra vez. Ahora, veamos cuidadosamente esta definición. La gracia de Dios es la pasión que Dios tiene de compartir toda Su bondad con los demás. La gracia quiere decir que Dios desea darle a usted las cosas buenas, toda Su bondad. Él quiere hacerle a usted una persona hermosa, noble. Y quiere que en usted se haga realidad la semejanza, el parecido con Su Hijo. Ésta es la gracia de la cual escribió Pablo en Efesios 2:8, "Por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es un don de Dios. No por obras para que nadie se gloríe". Nosotros éramos pecadores perdidos; no teníamos nada que ofrecerle a Dios por nuestra salvación. Así que Él nos salvó por gracia. Él tenía una pasión por querer salvarnos. Él nos amó, pero no nos podía perdonar de una manera arbitraria, porque Él es un Dios santo. De modo que tuvo que proveer un medio, y ese medio fue enviar a Su Hijo Jesucristo a morir por nosotros. En Juan 3:16 se nos dijo que "De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su hijo Unigénito". Dios está comprometido en la actividad de dar y no de recibir. Y creemos que eso lo debemos dejar bien en claro.
Algunas veces damos la impresión de que Dios es pobre y que necesita nuestra ayuda económica; bueno, Él no la necesita. Dios no es pobre. Él dijo a Su pueblo en el Salmo 50:10-12, "Porque mío es todo animal del bosque, y el ganado sobre mil colinas. Toda ave de los montes conozco, y mío es todo lo que en el campo se mueve. Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y todo lo que en él hay". O sea, que Dios no necesita absolutamente nada de nosotros.
La iglesia primitiva consideraba el dar como una gracia; era una pasión, un deseo abrumador de compartir las cosas de Dios con los demás.
El apóstol Pablo estaba escribiendo específicamente para una situación local particular, y debemos reconocer eso. La iglesia de Jerusalén había sido la primera en compartir el evangelio. El evangelio había comenzado allí en esa ciudad. El Señor les había dicho a los discípulos que debían ser testigos suyos comenzando en Jerusalén. Los apóstoles amaban la ciudad de Jerusalén y se quedaron allí hasta que la persecución los obligó a salir de la ciudad y entonces fueron esparcidos por todas partes. Tuvieron que salir por los caminos hacia Judea y Samaria y, finalmente, hasta los confines de la tierra. Ahora, la iglesia de Jerusalén fue debilitada a causa de esta persecución. En realidad había mucha hambre en ese tiempo y había muchos que vivían en una extrema pobreza.
Durante el transcurso de su tercer viaje misionero, Pablo estuvo recolectando fondos para ayudar a los creyentes en Jerusalén. Esto fue algo revolucionario. Aquí tenemos a las iglesias del campo misionero enviando una ofrenda para ayudar a la iglesia madre, es decir, a la iglesia que había comenzado la obra en el campo de misión. En el día de hoy sucede lo contrario. Enviamos a los misioneros y los apoyamos en el campo de misión. Pero en los días del apóstol Pablo, el campo misionero estaba apoyando, ayudando a la iglesia de donde habían salido los misioneros.
Pablo no podía ir a Corinto en ese momento, y por eso en esta carta envió sus instrucciones de cómo debían ellos entregar su contribución económica. Como tenía la intención de ir a Corinto, les dijo que no quería que se hiciera una promoción para que los creyentes contribuyesen, cuando él se encontrara allí. Una vez que estuviera en Corinto, no quería dedicar tiempo recolectando dinero. Quería pasar su tiempo enseñándoles la Palabra de Dios.
Ahora, hemos expuesto los matices de la situación local en Corinto y los antecedentes de las instrucciones que se encuentran en esta parte de la carta. Los hechos de la situación local ya se han convertido en historia, pero los principios que Pablo estableció permanecen. Creemos que son tan claros y nítidos hoy como cuando Pablo los expuso al principio.
En este primer versículo que hemos leído, Pablo citó a los creyentes en Macedonia como un ejemplo del dar cristiano. Al hacerlo se refería a la iglesia de Filipos. Y a continuación procedió a exponer los motivos de aquellos creyentes y sus métodos para entregar sus contribuciones económicas. Leamos ahora los versículos 1 y 2:
"Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia, porque, en las grandes aflicciones con que han sido probadas, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad".
Aquí vemos que ellos dieron de su extrema pobreza. No tenían riquezas. No contribuyeron de su excedente ni de su situación de abundancia, sino desde su pobreza. Nos tememos que en la actualidad no sabemos mucho sobre esa forma de contribuir. Y continuamos leyendo los versículos 3 y 4:
"Doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediéramos el privilegio de participar en este servicio para los santos".
Ya indicamos anteriormente que otra versión traduce este versículo 4 de la siguiente manera: Suplicándonos espontáneamente, con mucha insistencia, les concediésemos la gracia de tener parte en este servicio para los santos. Las donaciones que habían recogido eran una demostración de "gracia", una muestra de compañerismo y comunión, que implicaba compartir las cosas de Cristo.
El don que ellos recibieron era de gracia. Dios les había dado la gracia de dar. Y lo que ellos estaban dando era una gracia, era una participación. Eso quiere decir compartir las cosas de Cristo.
Ni usted ni yo, estimado oyente, podemos imaginar el amor que ellos tenían los unos por los otros. Nosotros hablamos en el día de hoy de la acción social de la iglesia, y debemos confesar que la hemos perdido de vista. Es bueno en el día de hoy el poder contribuir para las misiones y a los misioneros; pero, ¿qué podemos decir sobre los pobres que están en nuestra congregación y que necesitan ayuda? Y muchos de ellos no quieren que se conozcan sus necesidades reales para no dar que hablar a la gente, y se sentirían avergonzados de recibir alguna ayuda. Podemos apreciar que hemos perdido esta maravillosa gracia de dar. Esta gente de Macedonia, en cambio, lo pudo hacer. Esta actitud no es muy corriente en el día de hoy. Leamos el versículo 5, de este capítulo 8:
"Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor y luego a nosotros, por la voluntad de Dios"
Pablo dijo aquí que ésa no era la actitud que él había esperado, porque aquellos creyentes se ofrecieron así mismos, primero al Señor, lo cual era fundamental. En segundo lugar, se habían dedicado a cierta actividad local de la obra local de Cristo, comprometiéndose totalmente con ella. Se ofrecieron a Pablo de acuerdo con la voluntad de Dios, lo cual implica que le ayudaron en la proclamación del Evangelio. Es que se ofrecieron a Dios abandonando todo lo demás.
Recordemos que en el capítulo 15 de la primera carta del apóstol Pablo a los Corintios, el apóstol habló de la resurrección y del cielo, y podemos imaginarnos que casi le dijeron a Pablo que continuara hablando de ese hermoso tema. Pero Pablo les dijo algo que los debió impactar. En la Primera carta a los Corintios, capítulo 16, versículo 1, el apóstol les dijo: "En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia". Fue como si les hubiera dicho: "Yo les quiero hablar ahora de algo muy práctico". Y aquí en su segunda carta a los Corintios les dijo que no debían dar de mala gana. Los creyentes de Macedonia contribuyeron de una manera tan generosa como si hubieran tenido grandes riquezas. ¡Qué cuadro magnífico, este! Dios ama al dador alegre. Aquella fue una verdadera muestra de compañerismo cristiano, porque ellos compartieron lo que tenían.
Ahora, estas iglesias se consideraban en deuda con la iglesia madre de Jerusalén por las bendiciones espirituales que habían recibido. Habían recibido de los creyentes de Jerusalén el Evangelio. Por eso en este momento estaban enviando contribuciones materiales a la iglesia en Jerusalén, que se encontraba en una situación triste. De acuerdo con este principio, Pablo escribió a los Gálatas, en el capítulo 6, versículo 6, lo siguiente: "El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye". En otras palabras, quería decir que los que recibían enseñanza debían hacerse cargo de los gastos de aquellos de quienes recibían bendiciones espirituales.
Debemos reconocer también que tenemos que dar con alegría, como los creyentes de Macedonia. No de mala gana, a disgusto, como quien piensa que tiene que dar por obligación. Debemos sentir satisfacción en contribuir para que la Palabra de Dios pueda alcanzar a muchos.
Recordemos cómo el Señor Jesucristo observaba a la gente que estaba depositando el dinero en el arca de las ofrendas del templo. Creemos que el Señor continúa haciéndolo. En el relato de Lucas 21:3 y 4, vemos que un hombre rico llegó y dejó una ofrenda muy generosa. Pero después, llegó una viuda pobre y dejó en al arca dos monedas de cobre. Si uno compara lo que ella dio con las riquezas del templo, sus pocas monedas no significaban nada. Pero el Señor Jesucristo expresó la evaluación de Dios y dijo que ella estaba dando mucho más que los otros, porque todos daban sus ofrendas de lo que les sobraba, pero ella, en su pobreza, había dado todo lo que tenía para vivir.
Los creyentes de Macedonia se habían entregado a sí mismos a Dios, y estimado oyente, si Dios no lo tiene a usted mismo, entonces Él no quiere nada de usted. Si Él no tiene su mano, Él no quiere lo que usted tiene en su mano.
Continuemos leyendo el versículo 6 de este capítulo 8 de Segunda de Corintios.
"de manera que exhortamos a Tito, para que tal como comenzó antes, así también acabe también entre vosotros esta obra de gracia".
Pablo despachó a Tito para que administrase la parte de esa colecta que les correspondía a los Corintios. Tito había acumulado experiencia en la recolección de dinero para obras de caridad. Se desconoce en qué momento él se implicó en las tareas de recaudación en Corinto. Pablo dijo que la gracia que había motivado a los creyentes de Macedonia debía ser la misma gracia que motivara a los Corintios.
Cuando estudiamos la carta de Pablo a los Romanos, en el capítulo 12:8 vimos que el escritor había mencionado el don o la capacidad espiritual dada para contribuir a las necesidades de los demás. Dijo textualmente que el que daba o repartía, debía hacerlo con generosidad. Pablo mismo había ayudado generosamente a los Corintios y ellos, a su vez, le habían expresado su cariño. La verdadera prueba de cualquier persona consiste en lo que esa persona da para la obra del Señor. Es que el dar cristiano, la ofrenda, es una parte de nuestra adoración a Dios. Si no tenemos esa gracia, esa disposición para dar, debiéramos orar a Dios para que nos dé un espíritu generoso, una actitud de compartir.
Leamos ahora el versículo 7, que da comienzo a un párrafo que contiene
Una exhortación al dar cristiano
"Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en conocimiento, en toda solicitud y en vuestro amor por nosotros, abundad también en esta obra de gracia".
Pablo les estaba aquí elogiando. Ellos sobresalían en todo: en fe, en facilidad de palabra para testificar acerca de su fe en Cristo, en sus conocimientos y en su dedicación y disposición para servir, y en su amor por el apóstol Pablo y por los demás apóstoles. Entonces Pablo les pidió que procurasen sobresalir también en esa obra, en esa gracia de dar.
Y es que Pablo era sensible a la autoridad que le reconocían las iglesias que él había fundado y prefería que la motivación de los creyentes para contribuir a los necesitados no fuera el resultado de mandamientos externos, sino que surgiera de la devoción y el amor sincero al Señor. Hemos destacado hoy, en el versículo 5, la entrega de los creyentes de Macedonia al Señor. Lo fundamental en este y otros temas relacionados con el compromiso del cristiano, es la actitud de entrega incondicional al Señor, como una actitud de amor hacia Él. En ese sentido, el apóstol Juan también dijo en su primera carta 3:16-18 que el darse uno mismo es una expresión del amor verdadero: "En esto conocemos el amor: en que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él? Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad". Nuestro modelo, que es Jesucristo, puso su vida por nosotros, se entregó totalmente y murió por nuestros pecados en la cruz. Y nadie podrá expresar el amor de Dios a otros, con generosidad, con alegría, a no ser que primero lo haya experimentado en su vida. Hemos destacado en este programa, la palabra gracia y citamos nuevamente aquel versículo de Efesios 2:8, "Por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es un don de Dios. No por obras para que nadie se gloríe". Destacamos que nosotros no teníamos nada que ofrecerle a Dios para obtener nuestra salvación. Pero Él tomó la iniciativa en dar, en entregar a Su Hijo. Ahora, usted tiene la oportunidad de responder a Su amor. Por ello, estimado oyente, le invitamos a sentirse objeto de ese amor y a aceptar por la fe, la obra de amor que el Señor Jesucristo realizó a favor suyo.
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