Estudio bíblico de Gálatas 1:11-24
Gálatas 1:11-24
Continuamos hoy nuestro estudio del capítulo 1, de esta epístola del apóstol Pablo a los Gálatas. Y llegamos hoy, al versículo 11 y con este versículo entramos a una nueva sección. Pero antes de comentar sobre esto, permítanos decir que en la sección anterior, Pablo estaba indicando el tema del libro, y por cierto, lo hizo de una forma muy cálida y fogosa. Él indicó que había solamente un evangelio y que intentar agregarle algo al evangelio era lo mismo que querer presentar un evangelio diferente; y que no podía haber otro evangelio. Porque él explicó con toda claridad, que nosotros somos salvos solamente por la fe, sin añadir ninguna otra obra ni recurso humano. Ahora la fe, no es en realidad lo que nos da mérito, pero sí es el medio por el cual nosotros nos aferramos a la salvación de Dios en Cristo; y es Cristo quien nos salva.
El Evangelio deja de lado todas las obras. Romanos 4:5, dice: "5pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia". Con frecuencia encontramos a muchas personas que piensan que son lo suficientemente buenas como para salvarse. Una de ellas nos dijo: "Quiero convertirme en un cristiano, y trataré de ser mejor de lo que soy. Y si consigo mejorar, llegará a ser un cristiano". Entonces le respondimos: "si usted mejora, nunca se convertirá en un cristiano. La única clase de personas que Dios está salvando, son pecadoras". El Señor Jesús dijo que Él no había venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Y el motivo por el cual dijo esto fue que no hay nadie que sea justo, ni siquiera uno. En Isaías 64:6, en el mensaje profético, se compara a la justicia del ser humano, ante la mirada de Dios, es comparada con los trapos sucios, Y como las demandas de la ley nos condenan, debieran enmudecernos, dejarnos sin saber qué decir o qué hacer, antes que la gracia pueda salvarnos.
Romanos 3:19 nos dice: "19Pero sabemos que todo lo que la Ley dice, lo dice a los que están bajo la Ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios". La verdadera dificultad no es que algunas personas se consideren "lo suficientemente buenas" como para salvarse, sino que no se consideran lo "suficientemente malas" como para necesitar salvarse. Es que los seres humanos rehúsan reconocer su condición perdida ante Dios.
Como dijimos antes, los judaizantes no negaban los hechos históricos del Evangelio, es decir la muerte y resurrección de Cristo. Lo que negaron era que estos hechos fuesen suficientes. Insistieron en que uno tenía que guardar la ley, además de creer en Cristo. Y Pablo estaba diciendo que todo aquel que tratara de mezclar la ley y la gracia, quedaría bajo maldición. ¿Por qué? Porque estaría pervirtiendo, distorsionando el Evangelio. Y pervertir el Evangelio era aceptar los hechos históricos del Evangelio, pero tergiversando esos hechos, interpretándolos mal.
Recordemos que el versículo 10, de Gálatas 1 decía lo siguiente:
"¿Acaso busco ahora la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo".
Es que la predicación del Evangelio de la gracia no resulta agradable para el ser humano perdido. Y nadie puede complacer a Dios y a los hombres.
Si usted predica hoy el Evangelio de la gracia de Dios, podría tener problemas porque el ser humano detesta escuchar el mensaje de la gracia y lo desprecia. Las personas desean escuchar todo aquello que apela a su naturaleza humana. Y el Evangelio de la gracia nos coloca al nivel del polvo y nos muestra como mendigos que somos delante de Dios.
Por su propia naturaleza, el hombre y la mujer reaccionan mejor ante el legalismo. Piensan que no necesitan a un Salvador. Todo lo que necesitan es una ayuda, como por ejemplo una norma de conducta u otro requisito o recurso humano.
Incluso podemos decir que Dios no nos está pidiendo que vivamos la vida cristiana. En realidad, no podemos vivirla por nosotros mismos. En cambio, Dios está pidiendo que le permitamos producir la vida cristiana a través de nosotros. Y la carta a los Gálatas nos enseña esta verdad. Pero en primer lugar tenemos que venir a Cristo como pecadores para ser salvos. Hay muchos que profesan ser cristianos pero no son salvos. ¿Sabe usted por qué? Porque nunca han venido a Cristo para recibirle como Salvador. Piensan como si tuvieran que comprometerse a ofrecer algo al Señor. Estimado oyente, usted no tiene nada que ofrecerle a Él. En cambio, Él sí quiere ofrecerle algo a usted. Él fue el que murió y el que está dispuesto a dar. Dice Romanos 6:23, "23porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro". Es tan simple y sencillo como esto. ¿Ha aceptado a Jesucristo como su Salvador? Eso es lo verdaderamente importante.
La conciencia humana es un testigo ante la Ley, y la convicción legal conducirá a las obras. El ser humano trata de compensar el hecho de que no está haciendo lo suficiente. Trata de mantener en equilibrio sus buenas obras y sus pecados, y conseguir acumular suficientes puntos positivos a su favor, para ser salvo. Recordemos que antes de su encuentro con Cristo, el apóstol Pablo trató de hacer esto, él tenía muchos puntos positivos a favor suyo. Pero un día vino a Cristo y entonces dijo, en Filipenses 3:7, "7Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo".
El Espíritu Santo es hoy un testigo ante la gracia. Ésta es la convicción del Evangelio que conduce a la fe. En realidad, la ley niega la caída del hombre, y ésta era la posición de Caín, quien ofreció a Dios los resultados de su esfuerzo personal. Mientras que la gracia reconoce la caída del ser humano, como Abel hizo cuando trajo su ofrenda ante Dios.
Entramos ahora a una nueva sección en esta epístola a los Gálatas, y es una sección bastante personal. Tenemos la introducción en los primeros diez versículos. Ahora desde el versículo 11 en este capítulo 1, hasta el versículo 14, del capítulo 2, tenemos la parte o sección personal, y aquí tenemos la autoridad del apóstol y la gloria del evangelio. Primero tenemos la experiencia de Pablo en Arabia. Esto ocupa todo lo que queda del primer capítulo (1:11-24). Tenemos aquí la experiencia de Pablo en Arabia después de haber estado en el camino a Damasco. Aquí tenemos entonces, el origen del evangelio, la conversión de un hombre. Luego en el capítulo 2, entre los versículos 1 hasta el 10, usted tiene la experiencia de Pablo con los apóstoles en Jerusalén. Tiene usted la singularidad del evangelio y también tiene aquí la comunicación del evangelio. Ahora en el capítulo 2, del versículo 11 hasta el versículo 14, encontramos la experiencia de Pablo en Antioquía con Simón Pedro, y allí vemos la oposición al evangelio; apreciamos así mismo el convencimiento en lo que se relaciona con la conducta. Vamos a entrar ahora a esta sección personal. Permítanos comenzar leyendo en el versículo 11; en un párrafo que hemos titulado
Sección personal - la experiencia de Pablo en Arabia
"Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí no es invención humana"
Pablo estaba afirmando nuevamente aquí, como lo había hecho en el primer versículo, que él era un apóstol nombrado por Dios. Era como si estuviera diciendo: "Yo certifico, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es una idea ni invención humana". Él no había recibido ese mensaje de los seres humanos. Ahora, los judaizantes no sólo ponían en duda el mensaje de Pablo, sino que también cuestionaban su apostolado. Decían que él no formaba parte de los doce primeros apóstoles; él era uno que había llegado un poco tarde. Y ellos ponían una sombra de duda sobre la validez de la autoridad de Pablo como apóstol. Así es que Pablo iba a tratar este asunto con ellos, y a demostrarles que su apostolado se basaba en el hecho de que él había sido llamado directamente por la revelación del Señor Jesucristo. Escuchemos lo que dijo en el versículo 12:
"Pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo".
Pablo no había recibido su apostolado yendo a una escuela, ni tampoco por ser ordenado tampoco habiendo sido ordenado como ministro por la ceremonia de imposición de manos sobre su cabeza. Su apostolado y su evangelio vinieron directamente por medio de una revelación (que corresponde a la palabra apokalupsis), una revelación de Jesucristo. El último libro de la Biblia, que llamamos Apocalipsis, procede de la misma palabra griega. O sea que el evangelio es una revelación en la misma medida que lo es el Apocalipsis. El evangelio fue desvelado a Pablo. Y él no se convirtió en un apóstol por medio de Pedro, Jacobo o Juan, sino por llamado directo de Jesucristo. Leamos ahora los versículos 13 y 14:
"Ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios y la asolaba. En el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres".
Luego, él dijo: "ya habéis oído acerca de mi conducta", es decir su forma de vivir y continuó "en otro tiempo en el judaísmo" o sea "la religión de los judíos". Pablo había sido salvado, no en el judaísmo ni por el judaísmo, sino del judaísmo. Observemos esta tremenda declaración, que describe como perseguía con violencia a la iglesia de Dios. Continuemos leyendo los versículos 15 al 17 de Gálatas 1:
"Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo lo predicara entre los no judíos, no me apresuré a consultar con carne y sangre. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia y volví de nuevo a Damasco".
La frase Pero cuando agradó a Dios en el versículo 15, significa que Pablo fue llamado de acuerdo con la voluntad de Dios. Y al recibir el evangelio directamente de Jesús, no consultó su llamamiento con ninguna persona. Personalmente pensamos que Pablo fue uno de los grandes pensadores de la historia humana; y muchos eruditos que se han especializado en su vida y obra piensan lo mismo. Se ha considerado que Pablo fue uno de los mejores estudiantes del sistema mosaico del judaísmo. Y también era un estudiante muy destacado de la filosofía griega. Algunos escépticos han llegado a decir que combinó el judaísmo con la filosofía griega, dando así origen al cristianismo. Por ello es importante destacar aquí que Pablo afirmó ante los Gálatas que él no había recibido el evangelio por medios, conocimientos o recursos humanos, sino por una revelación directa de Jesucristo. Y notemos ahora lo que él dijo aquí en el versículo 18, de este capítulo 1 de Gálatas:
"Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro y permanecí con él quince días"
Pensamos que ésta es la misma información que tenemos en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 9, versículos 26 al 29, que dice: "26Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuera discípulo. 27Entonces Bernabé, tomándolo, lo trajo a los apóstoles y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. 28Y estaba con ellos en Jerusalén; entraba y salía, 29y hablaba con valentía en el nombre del Señor, y discutía con los griegos; pero éstos intentaban matarlo".
Al reunir toda esta información se llega a la conclusión de que Pablo pasó menos de tres años en el desierto. Resulta interesante comprobar cómo Dios entrenó a Sus hombres. El preparó a Moisés en el desierto. Colocó a Abraham en un lugar bastante peculiar para formarlo; y Elías también tuvo el mismo tipo de experiencia. El método de Dios ha consistido en llevar a Su hombre al desierto para entrenarlo. David también fue entrenado al aire libre en las cuevas, mientras huía del rey Saúl. Recordemos que él clamó a Dios diciéndole que estaba siendo perseguido como una perdiz. Así que Dios usó el mismo método con Pablo. Le envió al desierto por menos de tres años. Después fue a Jerusalén, vio al apóstol Pedro y se quedó con él por quince días. Y continuando con en el versículo 19, vemos que dice:
"Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor".
O sea que no tuvo contacto con los apóstoles, con la excepción de Pedro y Jacobo, el hermano del Señor. Ésa fue toda la relación que tuvo con ellos y, como veremos, no recibió nada de los apóstoles. Y en el versículo 20, Pablo dijo:
"En esto que os escribo, os aseguro delante de Dios que no miento".
Con esta solemne afirmación Pablo estaba incluyendo a todas las pruebas que acababa de ofrecer en el sentido de desvincular su llamamiento al apostolado de cualquier decisión, influencia o intervención humana. Ahora en los versículos 21 al 24, de este capítulo 1 de su epístola a los Gálatas, dijo el apóstol Pablo:
"Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia; pero no me conocían personalmente las iglesias de Judea que están en Cristo, pues sólo habían oído decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo combatía. Y glorificaban a Dios a causa de mí".
Los creyentes de Jerusalén eran reacios a aceptar al apóstol Pablo. Creemos que si Bernabé no hubiera estado allí, posiblemente tendría que haber esperado mucho tiempo, antes de que la iglesia en Jerusalén lo recibiera. Estaban indecisos con respecto a recibir a Pablo porque él había perseguido a la iglesia, pero ellos sabían lo que era convertirse. Sabían lo que era haber tenido una experiencia vibrante e impactante que transformaría a un hombre. Sin embargo, no podían creer que Saulo de Tarso pudiera haberse convertido. No sólo parecía improbable, sino imposible.
En los versículos 21 al 24 Pablo bosquejó los primeros años después de su conversión. No creemos que estos años hayan sido los más felices de su vida. Aparentemente nos dijo algo de su fracaso durante ese periodo en su propia vida personal en el capítulo 7 de su epístola a los Romanos. Hubo tres períodos en la vida del apóstol Pablo. Veamos brevemente los dos primeros períodos.
Primero, el tiempo cuando él era un fariseo orgulloso, con una mente maravillosa y un experto en la ley mosaica. Y como muchos de sus biógrafos han dicho: "El mundo se habría enterado de Pablo, el apóstol, aunque él nunca hubiera llegado a ser un apóstol, y aun si él nunca se hubiera convertido". Él era un hombre muy destacado y no creemos que haya alguna duda sobre eso. Era un joven fariseo muy orgulloso que pensaba que lo sabía todo. Odiaba a Cristo. Odiaba a la iglesia e intentó eliminarla. Y fue cruel en su persecución de la iglesia.
El segundo período comenzó en el camino a Damasco cuando fue derribado de su corcel al polvo de la tierra. Este brillante Fariseo se dio cuenta que no conocía a Jesucristo. Él había pensado que Jesús estaba muerto. (Hechos 9:5) Y le preguntó: "Señor, ¿quién eres?" Y Jesús le respondió: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues". Es como si le hubiera dicho: "Cuando persigues a mi iglesia me persigues a mí. Así que después de que tuvo su encuentro con Cristo, pasó algún tiempo en Arabia. Durante aquellos primeros años intentó servir a sus hermanos pero se dio cuenta de que lo que quería hacer, no podía hacerlo. Finalmente exclamó: "Miserable de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7:24). Ahora, no era un incrédulo, alguien que no era salvo, el que decía eso. Ése era Pablo, que se encontraba en las primeras etapas de su conversión.
La tercera etapa llegó con ese glorioso período en el cual el apóstol vivió controlado por el Espíritu de Dios, y él nos habla de esto en la epístola a los Gálatas. Ésa fue la época en la que él pudo vivir para Dios. Ése es el lugar al cual muchos de nosotros deberíamos llegar en el día de hoy. Hay muchos creyentes infelices en la actualidad. Ellos son salvos, creemos nosotros. Pero como el gran predicador Dwight L. Moody dijo de manera pintoresca: "Hay algunas personas que tienen sólo la suficiente religión como para ser miserables". Y creemos que ése es el cuadro de mucha gente en la actualidad.
Hubiera deseado tener más información sobre la experiencia que él tuvo con los apóstoles en Jerusalén. Pero aquí surge una pregunta: "si Pablo recibió el evangelio aparte de los otros apóstoles que estuvieron con el Señor Jesucristo por tres años y después vieron al Cristo resucitado, ¿estaba Pablo predicando el mismo evangelio que los otros apóstoles?" Y eso era un asunto muy importante en ese momento, porque si Pablo no estuviera predicando ese mismo evangelio, entonces había algo en todo este problema que estaba completamente mal. De modo que, veremos en nuestro próximo programa que los apóstoles en Jerusalén aprobaron el evangelio que predicaba Pablo, y que era el mismo evangelio de las buenas noticias.
Dijimos antes que el ser humano trata de compensar el hecho de que no está haciendo lo suficiente como para salvarse. Trata de mantener en equilibrio sus buenas obras y sus pecados, y conseguir acumular suficientes puntos positivos a su favor, para ser salvo. Antes de su encuentro con Cristo, el apóstol Pablo trató de hacer esto. Y el tenía muchos puntos positivos a favor suyo. Pero cuando vino a Cristo, pudo decir en Filipenses 3:7, "7Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo". Estimado oyente, le invitamos a aceptar el amor de Dios revelado en Jesucristo, en su sacrificio en la cruz. Le rogamos que deje de luchar por obtener la salvación por medios humanos, recursos materiales u obras meritorias. Recuerde que el mismo Pablo dijo en Efesios 2, que somos salvos mediante la fe, y no es por obras, para que nadie pueda jactarse en la presencia de Dios. La salvación es un regalo de Dios, le rogamos que la acepte.
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